LIBRARY OF PRiNCfcíGN
AUG 8 200 :
THEOLOGICAL SEMINARY
BS 299 1944
Bible.
Sagrada Biblia
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Sagrada Biblia
VERSIÓN DIRECTA DE LAS LEN¬
GUAS ORIGINALES, HEBREA
Y GRIEGA, AL CASTELLANO
BIBLIOTECA
AUTORES CRISTIANOS
BAJO LOS AUSPICIOS Y ALTA DIRECCIÓN
DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA
LA COMISIÓN DE DICHA PONTIFICIA
UNIVERSIDAD ENCARGADA DE LA
INMEDIATA RELACIÓN CON LA B. A. C.,
ESTÁ INTEGRADA EN EL AÑO 1944
POR LOS SEÑORES SIGUIENTES:
PRESIDENTE?
Excmo. y Rvdmo. Sr. Dr. Fr. Francisco Barbado
Viejo, O. P., Obispo de Salamanca y Gran Canciller de
la Pontificia Universidad.
VICEPRESIDENTE: limo. Sr. Dr. D. Lorenzo MlGUÉLEZ
Domínguez, Rector Magnífico.
VOCALES: Sr. Decano de la Facultad de Sagradas Escritu¬
ras , M. R. P. Alberto Colunga, O. P.; Sr. Decano de la
Facultad de Teología , M. 1 . Sr. Dr. Gregorio Alastruey;
Sr. Decano de la Facultad de Derecho, M. 1 . Sr. Dr. Loren- i
zo Pérez Mier; Sr. Decano de la Facidtad de la Historia ,
R. P. Dr. Ricardo García Villoslada, S. I.
I
SECRETARIO: M. 1 . Sr. Dr. Lorenzo Turrado, Profesor.
ASESORES TÉCNICOS AGREGADOS: Rvdo. Sr. D. AnGEL
Herrera Oria, Presbítero; limo. Sr. D. Luis Ortiz Mu¬
ñoz, Catedrático y Director-General de Enseñanza Superior
y Media.
LA EDITORIAL CATÓLICA, S. A. - Apartado 466
MADRID. MCMXLIV
Sagrada Biblia
VERSIÓN DIRECTA DE
LAS LENGUAS ORIGINALES
POR
ELOÍNO NÁCAR FUSTER
CANÓNIGO LECTORAL DE LA S. I. C.
DE SALAMANCA
V EL MUY RVDO. P.
ALBERTO COLUNGA, O. P.
PROFESOR DE SAGRADA ESCRITURA
EN EL CONVENTO DE SAN ESTEBAN
Y EN LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD
DE SALAMANCA
PRÓLOGO DEL
EXCMO. Y R V D M O . S K . D .
GAETANO CICOGNANI
NUNCIO DE SU SANTIDAD EN ESPAÑA
LIBRARY OF PRiNCETON
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H 1
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I ANOS
NIHIL OBSTAT:
Fr. E. Cuervo, O. P.
Bac. S. Theol.
Fr. V. Berecibar, O. P.
S. Theol . Lect.
Salmanticae, 12 Martii 1944.
IMPRIMATUR:
Fr. Josephus Cuervo, O. P.
Prior Provincialis.
Salmanticae, 12 Martii 1944.
NIHIL OBSTAT:
Dr. L. Turrado.
Censor.
Salmanticae, 26 Februarii 1944,
IMPRIMATUR*
Fr. Franciscus, O. P.
Kpisc. Salmont.
Salmanticae, 7 Martii 194-1.
Aldus. S. A. de artes GrApicas.—Castelló. 112—Madrid.
ÍNDICE
Págs.
e
Prólogo del Excmo. y Rvdmo. Sr. Nuncio de S. S. en España. xiii
Encíclica «Divino Afflante Spiritu» de S. S. Pío XII. . . . xxxm
Prólogo de los traductores . lxi
Consejos de San Agustín a los lectores de la Sagrada Es¬
critura ... .: . . lxv
Introducción general. lxix
Introducción especial a los libros históricos.lxxxiii
Nota acerca de los grabados . xci
Fe de erratas . xcm
Introducción al Pentateuco . 1
Génesis. 7
Exodo. 59
Levítico. 104
Números.133
Deuteronomio .. 174
Introducción a Josué .213
Josué.214
Introducción a los Jueces .241
Jueces.242
Rut. 267
Introducción a los libros de Samuel .273
Samuel I.274
Samuel II.305
Introducción a los libros de los Reyes .331
Reyes I. 332
Reyes II. 361
Introducción a los libros de las Crónicas o Paralipómenos .391
Crónicas I.392
Crónicas II.419
Introducción a los libros de Esdras y Nehernías . 453
Esdras.454
Nehemías.465
VIII
ÍNDICE
Págs.
Introducción al libro de Tobías . 481
Tobías. 482
Introducción al libro de Judit . 493
Judit.494
Introducción al libro de Ester . 511
Ester.512
Introducción al libro 1 de los Macabeos . 525
Macabeos I.526
Introducción al libro JI de los Macabros . 557
Macabeos II. ... % .557
Introducción a los libros jiroféticos . 581
Introducción al profeta Isaías . 589
Isaías.591
Introducción al profeta Jeremías . 037
Jeremías.038
Introducción a las lamentaciones de Jeremías . 090
Lamentaciones.090
Introducción al libro de Baruc . 095
Barnc.095
Introducción al profeta Ezequiel . 702
Ezcqiiicl.702
Introducción al profeta Daniel .. 751
Daniel. 753
Introducción al libro de Oseas . 775
Oseas.775
Introducción al libro de Amos . 782
Amos.782
Introducción al libro de Miqueus . 787
Miqucas.78/
Introducción al libro de Xahntn .791
Xahum.791
Introducción al libro de Habucnc .793
llabacuc. 793
Introducción al libro de Sofuñías . 795
Sofonías.795
Introducción al libro de Joel . 797
Joel. 7y *
Introducción al libro de Joñas .SOI
..SOI
ÍNDICE ix
Págs.
Introducción al libro de Abdías . 803
Abdías . 804
Introducción al libro de Ageo . 804
Ageo . 805
Introducción al libro de Zacarías . 806
Zacarías . 806
Introducción al libro de Maluquios . 814
Malaquías .8 1 o
Introducción general a los libros sapienciales . 810
Introducción al libro de Job . 821
Job . 822
Introducción al libro de los Salmos . 853
Salmos . 860
Introducción a los Proverbios . . *.'.. 935
Proverbios . 936
Introducción al Eclesiastés . 963
Eclesiastés . 964
Introducción al Cantar de los Cantares . 979
Cantar de los Cantares .979
Introducción al libro de la Sabiduría . 987
Sabiduría de Salomón . 988
Introducción al Eclesiástico . 1005
Eclesiástico . 1006
Introducción general al Nuevo Testamento . 1053
Introducción general a los Evangelios . 1063
Introducción al Evangelio de San Mateo . 1065
Evangelio de San Mateo . 1066
Introducción al Evangelio de San Marcos . 1109
San Marcos . lili
Introducción al Evangelio de San Lucas . 1137
San Lucas . 1139
Introducción al Evangelio de San Juan . 1181
San Juan. .. 1184
Introducción a los Hechos de Apóstoles . 1219
Hechos de Apóstoles . 1221
Introducción general a las Epístolas de San Pablo . 1255
Introducción a las Epístolas a los Tesalonicenses . 1258
I a los Tesalonicenses . 1259
II a los Tesalonicenses . 1263
Indica
\
Pigs.
Introducción a la I a los Corintios .1265
I a los Corintios.12G5
Introducción a la II a los Corintios .1279
II a los Corintios. 1279
Introducción a la Epístola a los Gálatas .1288
A los Gálatas.1290
Introducción a la Epístola a los Romanos .1295
A los Romanos.1297
Introducción a la Epístola a los Filipcnses .1313
A los Filipenses.1313
Introducción a las Epístolas de la Cautividad .1317
Introducción a la Epístola a los Ejesios .1318
A los Efesios.1319
Introducción a la Epístola a los Colosenses .1324
A los Colosenses.1325
Introducción a la Epístola aFilemón .1329
A Filemón. . 1329
Introducción a las Epístolas pastorales .1330
Introducción a la Epístola I a Timoteo .1330
I a Timoteo. 1331
Introducción a la Epístola II a Timoteo .1335
II a Timoteo.1336
Introducción a la Epístola a Tito .1339
A Tito.1339
Introducción a la Epístola a los Hebreos .1341
A los Hebreos.1343
Introducción a la Epístola de Santiago .1357
Epístola de Santiago.1357
Introducción a la Epístola de San Pedro .1361
I de San Pedro.1362
II de San Pedro.1366
Introducción a las Epístolas de San Juan .1369
I de San Juan.1370
II de San Juan.1374
III de San Juan.1375
Introducción a la Epístola d > San Judas .1375
Epístola de San Judas.1376
Introducción al Apocalipsis .1379
Apocalipsis.1383
PRÓLOGO
PRÓLOGO
Por ei. Excmo. y Rvdmo. Sr.
Dr. d. gaetano cicognani,
Arzobispo de Ancira,
Nuncio de Su Santidad en España.
L A primera versión completa de la Biblia, hecha de las)
lenguas originales, hebrea y griega, al castellano por au¬
tores católicos, con la que la Editorial Católica inicia,
bajo los auspicios y la alta dirección de la Pontificia Univer¬
sidad de Salamanca, su Biblioteca de Autores Cristianos^
no hubiese podido ser publicada en circunstancia más pro¬
picia ni presentada con cartas credenciales más augustas y
autorizadas que la Encíclica Divino Afflcinte Spirilu, de
Su Santidad Pío XII.
El mundo católico, y de manera especial los que en la
Iglesia ejercen el magisterio o se dedican al apostolado, re¬
cuerdan con íntimo júbilo y con ánimo agradecido el L ani¬
versario de la Providentissimus de León XIII, el cual,
enfrentándose de lleno con errores y corrientes que pare¬
cían triunfar y que daban a los pusilánimes y tímidos
la sensación de acabar con la Iglesia, proclamó el origen
divino de las Sagradas Escrituras en toda su integridad,
sin titubeos ni compromisos. «La solicitud de Nuestro cargo
apostólico—declara desde las primeras líneas del inmortal
documento—Nos anima y en cierto modo Nos impulsa, no
solamente a querer que esté abierta con toda seguridad y
amplitud, para la utilidad del pueblo cristiano, esta pre¬
ciosa fuente de la revelación católica, sino también a no
tolerar que sea enturbiada en alguna de sus partes, ya
por aquellos a-quienes mueve una audacia impía y que
XIV
PRÓLOGO
atacan abiertamente a la Sagrada Escritura, ya por los
que suscitan a cada paso innovaciones engañosas e im¬
prudentes.» '
El gran Pontífice, que en su largo y fecundo pontificado
no dejó de tratar con suprema visión ninguna de las cues¬
tiones vitales que afectan a la Iglesia misma y al interés
de los pueblos y de las naciones, que habló magistralmente
del origen del Poder civil y de la constitución de los Es¬
tados, de la verdadera y falsa libertad y de las obliga¬
ciones de los ciudadanos, del matrimonio y de la familia,
de los errores funestos del socialismo y del comunismo,
proclamando en el magno problema social y económico
los grandes principios de la Rerun Novarum, el gran
propulsor de los estudios filosóficos según las doctrinas y
el método de Santo Tomás de Aquino, no podía menos de
fomentar y recomendar y dirigir, en conformidad con las
exigencias de los tiempos, el nobilísimo estudio de las Sa¬
gradas Escrituras.
A la exaltación de la Biblia considerada como fuente
única de la Revelación y árbitro supremo de la verdad
divina a través de una interpretación puramente personal,
a esa exaltación enarbolada en el tiempo de la Reforma
como bandera y señal contra la Iglesia, se suceden en fuer¬
za del mismo principio del libre examen, las desviaciones
del espíritu humano, que empieza por despojar a las Sa¬
gradas Escrituras de su aureola más preciada, de su ca¬
rácter de libros divinos, inspirados por el mismo Dios, y
en pos de sus cavilacionés, altanero e infatuado por los
progresos obtenidos en las ciencias físicas y en las disci¬
plinas históricas, frente a las dificultades que surgen, acaba
por desvirtuarlo todo y por negarlo todo, arrebatando a
los Sagrados Libros basta la fe y la autoridad humana,
que concede fácilmente a otros escritos de la antigüedad,
y dejándolos reducidos a un conjunto de mitos y leyendas.
«Miran a los Sagrados Libros—decía León XIII—no como
el relato fiel de acontecimientos reales, sino como fábulas
ineptas y falsas historias. A sus ojos no han existido pro¬
fecías, sino predicciones forjadas después de haber ocurrido
los acontecimientos, o bien presentimientos producidos por
causas naturales; para ellos no existen milagros verdade¬
ramente dignos de este nombre, manifestaciones de la om¬
nipotencia divina, sino hechos asombrosos que no tras¬
pasan en modo alguno los límites de las fuerzas de la Natu-
PRÓLOGO
xv
raleza, o más bien ilusiones y mitos; y que, en una palabra,
los Evangelios y los escritos de los Apóstoles no han sido
escritos por los autores a quienes se atribuyen.»
Y para sostener todo ese cúmulo de negaciones y mons¬
truosidades, se somete el texto a constante tortura, en
nombre de una crítica interna asentada sobre prejuicios
racionalistas, se mutilan a capricho partes integrantes de
los Libros Sagrados hasta dejarlos reducidos a un cuerpo
sin alma, mejor diríamos, a un esqueleto sin carne y sin
nervios^ del que vanamente podríamos esperar palabras
de vida.
Ni faltaron desprecios y sarcasmos scurriles ioci y toda
una propaganda baja y vulgar, si bien en los ambientes
intelectuales y de mediana cultura el tono era de mentida
serenidad y de aparato científico atrayente y seductor,
tan seductor, que causó a veces el desconcierto entre los
mismos escritores católicos, produciendo en unos vacila¬
ciones; en otros, afán de componenda a base de sacrificar
y restringir el concepto y el alcance de la inspiración di¬
vina y de la revelación, y empujando a algunos a aven¬
turar hipótesis híbridas y aún a declararse ineptos y vencidos.
A pesar, sin embargo, del ropaje vistoso con que se
presentaba, toda esta inmensa construcción adolecía de
un defecto fundamental, radicado precisamente en el prin¬
cipio erigido contra la Iglesia: el libre examen. Los siste¬
mas se sucedían sin cesar, diferentes y aun contrarios los
unos de los otros, presentándose cada nueva teoría como
definitiva para resolver el problema de la Biblia, pero ce¬
diendo el paso a los pocos años, si no a los pocos meses,
a una nueva explicación, destinada también a caer muy
pronto en el descrédito y en el olvido. Frente a este vér¬
tigo de doctrinas y de contradicciones levanta su voz
augusta el Papa León XIII para infundir nueva vida a
todo aquel cúmulo de ruinas, para poner nuevamente
sobre los Libros Santos la aureola de su carácter divino,
invitando a colaborar en esta obra de defensa y de res¬
tauración del auténtico sentido cristiano acerca de las
Sagradas Escrituras, a los cultivadores de las ciencias teo¬
lógicas y a los dedicados al ministerio pastoral, y trazando
a este respecto todo un plan y programa de trabajo y de
estudio «de tal modo que a esa ciencia nueva, a esa falsa
ciencia, se oponga la doctrina antigua y verdadera que la
Iglesia ha recibido de Cristo por medio de los Apóstoles».
XV I
PROLOGO
La Enciclica fué acogida con gran entusiasmo y aplauso,
aun por todo un sector protestante, fué estudiada y comen¬
tada en las Universidades y Academias, divulgada y expli¬
cada en libros y revistas. No faltaron, es verdad, como
no podian faltar, voces de crítica, y se volvió a lanzar al
rostro de la Iglesia el ya viejo dicterio de «oscurantista»;
pero, pese a esas voces discordantes, cuando a la distancia
de cincuenta años contemplamos la ubérrima cosecha pro¬
ducida en el campo de los estudios bíblicos por la Encí¬
clica Providenlissimusy no podemos menos de unirnos
a los entusiasmos con que fué saludada su publicación
y de comprobar con íntimo regocijo que lds esperanzas
concebidas por el Pontífice y compartidas por el mundo
catclico son hoy una consoladora realidad.
Esto mismo es lo que comprueba y pone de relieve el
Sucesor de León XIII en la Cátedra de la Verdad, Pío XI1,
en su reciente Encíclica Divino Afflanlc Spirilu ; en la
cual, después de señalar cuál fuera el fin principal
de la Providcntissimus , el de exponer la doctrina de
la verdad contenida en los Sagrados Libros y a vindi¬
carlos de las impugnaciones, con el alma henchida de gozo
hace desfilar ante nosotros las instituciones y normas que
durante estos cincuenta años, por el impulso y vigilante
celo de los Sumos Pontífices, fueron creadas para el pro¬
greso del estudio de la biblia: la Escuela bíblica de Jeru-
salén, la Comisión biblica, la creación de grados acadé¬
micos y programa de estudios bíblicos, el Instituto bíblico
de Roma, la revisión de la Vulgata, la difusión en el pueblo
de los Libros Sagrados.
De estas instituciones la Escuela Bíblica de Jerusalén
nació a la vida por obra personal de León XI11, y su pen¬
samiento generador parece que estuvo inspirado en el
ejemplo y en la práctica del gran San Jerónimo. Conocido
es su axioma de que «desconocer las Sagradas Escrituras
es desconocer a Cristo», como conocido es también su cri¬
terio de que para penetrar más lúcidamente en el sentido
y valor de los Sagrados 1 ibros, contribuye en gran manera,
juntamente con el estudio de las lenguas en que fueron
escritos, la visión directa de los lugares en que se desarro¬
llaron los hechos que prepararon y consumaron la Re¬
dención. « Sanclam Scripíuram — dice escribiendo a Dom-
nfone — lucidius iníucbitur , qui Iudacam oculis contcmplaius
est el anliquarum urbiiun memorias locorumquc vcl eadem
PRÓLOGO
XVI í
vocabula vel mutata cognovcrit. Unde et nobis curae fuit , cum
eruditissimis Hebracorum hurte laborera subiré , ut circumi -
remus provirteiam quam urtiversae Christi Ecclesiae sonante.
Por eso el gran Doctor, que pasó toda su vida dedicado
a estos estudios, se estableció definitivamente en belén,
dando de mano a todas las grandezas de Roma, cuyos
tesoros le parecían pequeños al lado del que encerraba
la-pequeña ciudad, cuna de Jesús: « llabeat Roma quod
angustior Urbe Romana possidet Beihlehem!»; y sus discí-
pulas predilectas, las nobilísimas Paula y Eustoquio, de¬
seando que la queridísima amiga Marcela las imitara fijando
como ellas su residencia en Palestina, describen en una
carta, escrita bajo el dictado del Maestro, el encanto espi¬
ritual de la vida en Tierra Santa, donde cada lugar re¬
cuerda un hecho de la Sagrada Escritura, cada nombre
suscita una visión y despierta un afán de perfección, donde
se puede orar en el mismo pesebre in quo infantulus vagiit,
llorar en el mismo sepulcro en que lloraron las santas mu¬
jeres, aspirar y sentirse elevados voto et animo hacia el
cielo en el Monte de los Olivos y donde hasta la gente más
humilde recuerda el ambiente en que se desenvolvió la
vida de Cristo. Hasta sus cánticos comunes, dicen, son
bíblicos y regocijantes: «Quocumque te verteris , arator stivam
tenens , Alleluia decantat; sudans messor psalmis se avocat,
et curva aitondens vitem falce vinitor , aliquid Davidicum
canil.» («A dondequiera que fueres, el arador con la mano
en la esteva canta el Alleluia, el segador sudoroso se dis¬
trae con salmos; el viñador, mientras poda la' vid con el
corvo cuchillo, entona algún cántico de David.») No sé si
estos cuadros, de un dulce sabor virgiliano, se ofrecen hoy
al viajero que visita Palestina: tales y tantas han sido
las vicisitudes de aquella tierra a lo largo de los siglos,
tales y tantas sus destrucciones materiales y sus convul¬
siones políticas, que no creo empeño fácil, ni imaginarse
ante la realidad presente el cuadro que nos describen San
Jerónimo y sus discípulas, ni dar una reconstrucción exacta
de lo que fué la 1 ierra y la Ciudad Santa: sin embargo,
aun en el estado actual, el conocimiento de aquellos lugares
y las investigaciones, racionales y metódicas, de sus ruinas
venerandas, siguen siendo instrumento eficacísimo para la
inteligencia de las Sagradas Escrituras y para la contem¬
plación del drama humano-divino de la Redención.
Y al hablar de este tema, prologando una versión de
ii
XVIII
PRÓLOGO
la Biblia nacida en tierra española, a la sombra augusta
de la Universidad salmantina, me complazco en recordar
aquí ciertos lazos, no por tenues menos gratos, que existen
entre la Escuela bíblica y aquella Universidad.
La Escuela L iblica de Jerusalén fué fundada en un con¬
vento de dominicos, que lleva el mismo nombre del cele¬
bérrimo convento de Salamanca, San Esteban, y que fué
construido por un español, por el Maestro General de la
Orden, Padre Larroca, con la intención primera de que
sirviera de noviciado, siendo luego ofrecido por el mismo
a Su Santidad León XIII, apenas supo que el Augusto
Pontífice deseaba fundar en Jerusalén una Escuela de
Estudios Bíblicos. Es verdad que el convento y la escuela
pasaron a pertenecer a la Provincia Dominicana francesa,
pero esta circunstancia no rompió, antes reforzó, aquellos
lazos al ser encargado de la dirección de aquel centro de
altos estudios el P. José M. Lagrange, el cual había hecho
su noviciado y sus estudios teológicos en el convento de
San Esteban, de Salamanca. En época aciaga para las
congregaciones religiosas en Francia, el P. Lagrange tuvo
que dejar su patria y vino a Salamanca, donde, además
de experimentar la generosa hospitalidad española, de la
que conservó siempre un agradecido recuerdo, pudo cono¬
cer directamente y empaparse en la doctrina de los gran¬
des teólogos y escrituristas españoles, que sin duda tem¬
plaron y forjaron su espíritu para que, frente a las difi¬
cultades, se mantuviera, como supo mantenerse, recio en
la fe y ardiente en el deseo de Dios. Lo que la Escuela
Bíblica de Jerusalén ha contribuido al desenvolvimiento
y a la dignificación de los estudios de la Sagrada Escritura,
lo demuestran palmariamente los sabios volúmenes que ha
publicado, las excavaciones practicadas y la difusión en las
esferas intelectuales de los éxitos alcanzados.
Con el fin, sin embargo, de que estos estudios, que tan¬
tas dificultades encierran y tantos peligros ofrecen, no se
apartaran del recto camino, fué instituida la Comisión Bí¬
blica, ese alto Consejo de varones preclaros «que tuvieran
por encomendado a sí el cargo de procurar y lograr por
todos los medios que los divinos oráculos hallen entre los
nuestros en general aquella más exquisita exposición que
los tiempos reclaman y se conserven incólumes no sólo
de todo hálito de errores, sino también de toda temeridad
de opiniones».
PRÓLOGO
XIX
Instituida por el mismo León XIII, la Comisión Bíblica
fué sucesivamente confirmada por los Sumos Pontífices y
de manera especial por Pío XII, el cual, en la Encíclica
que comentamos, le tributa un homenaje de estimación
y de complacencia. Los que siguen el creciente progreso
de los estudios bíblicos y se afanan con santa pasión por
penetrar cada día mejor el genuino sentido de los Libros
Sagrados, conocen la labor vigilante y delicada de la Co¬
misión, su voz orientadora y tranquilizadora. Bastaría re¬
cordar a este propósito su actuación tan eficaz en los agi¬
tados tiempos del Modernismo, fuego fatuo que se creyó
I iba a encender fatalmente una lucha difícil y duradera;
y la carta dirigida en agosto de 1941 a los Arzobispos y
Obispos de Italia para poner coto a tendencias de sabor
iluminista. Mientras el Modernismo, en nombre de la
Ciencia y del pretendido progreso humano, había inten¬
tado repetir los errores que León XIII tan enérgicamente
anatematizara en su Carta, recientemente un alma des¬
viada se pronunciaba contra todo estudio científico y eru¬
dito de las Sagradas Escrituras, contra el estudio de las
lenguas orientales y.de las ciencias auxiliares, contra los
esfuerzos de la crítica textual y la compulsa de códices y
manuscritos antiguos, abogando por el uso exclusivo de
la Vulgata, menospreciando la cuidadosa investigación del
sentido literal y defendiendo una exégesis y una herme¬
néutica a base únicamente de sencilla lectura y de piadosa
meditación. El episodio quedó muy pronto truncado por
la vigilante intervención de la Comisión Bíblica y a él hace
clara alusión Pío XII en su reciente Encíclica.
La creación de esas dos grandes instituciones, la Es¬
cuela de Jerusalén y la Comisión Bíblica, respondían a
fines específicos de la mayor importancia; pero ya la mente
previsora de León XIII, en su deseo de hacer todavía más
en orden a la restauración de los estudios bíblicos y a la
eficacia salvadora de la verdad revelada, había acariciado
la idea de fundar en el corazón mismo del mundo cristiano,
en Roma, un ateneo donde se formara toda una pléyade
de sabios sacerdotes, profunda y cuidadosamente prepa¬
rados, que encendidos en un santo ardor llevaran por
todos los ámbitos del mundo y a todos los campos del
apostolado sacerdotal, al Seminario, a la cátedra, al púl-
pito, al libro y a la revista, la luz de una auténtica ciencia
escriturística y la hicieran servir eficazmente a los grandes
XX
PRÓLOGO
fines que San Pablo señalara a las Ságradas Escrituras
ad docendum . ad arguendum , ad corripiendum , ad enidien -
diim in iustitia .
Esa idea de León XIII halló un munífico realizador en
el Pontífice Pío X, que instituyó primero los grados aca¬
démicos en Sagrada Escritura, trazó después un completo
plan de estudios bíblicos para los seminarios y erigió, final¬
mente, el Instituto Bíblico de Roma, que, confiado a la
ínclita Compañía de Jesús, puesto bajo la especial pro¬
tección del Sagrado Corazón de Jesús, cuya hermosa esta¬
tua domina el salón principal del Instituto, y organizado
sabiamente por un hombre de eminente sabiduría y de
gran fe, el ilustre P. Leopoldo Fonk, ha sido y es la forja
donde se forman y de donde salen para el mundo entero
los maestros de la Sagrada Escritura.
Juntamente con estas obras de alta formación y de
dirección, se inician por el impulso vigoroso del mismo
Papa Pío X y se prosiguen con la decidida protección de
Pío XI, los pacientes trabajos de la revisión de la Vulgata
en el Monasterio de San Jerónimo de Roma, al cual va
gloriosamente unido el nombre del Cardenal Adriano Gas-
quet y en el cual continúan esta meritoria labor los Padres
benedictinos con su proverbial e infatigable laboriosidad;
y para que toda esta empresa cultural y al mismo tiempo
apostólica no quedara encerrada en las escuelas y en los
monasterios, surge la Sociedad de San Jerónimo para la
difusión de los Evangelios, se multiplican los Congresos
y las Semanas Bíblicas, se publican libros y revistas, y yo
me complazco en destacar aquí la contribución no pequeña
que España ha prestado a ese florecimiento de los estu- >
dios bíblicos, contribución que, si se vio pasajeramente
truncada por el vendaval de la guerra civil, ha vuelto a
renacer con mayor pujanza y con renovados bríos, apenas
pasada la tempestad y serenado el ambiente nacional.
* * *
Pero la Encíclica Divino Afflantc Spiritu, antepues¬
ta como pórtico insuperable a esta versión de la Sagra¬
da T iblia, no es solamente un recuerdo y una evo¬
cación de la Providcntissimus y de los frutos por ella
producidos, ya que tiene una segunda parte, mucho
más importante, la parte doctrinal, en la cual el Santo
PRÓLOGO xxi
Padre, siguiendo la trayectoria de sus antecesores, cons¬
ciente del depósito sagrado que le fué confiado el día en
que el Espíritu Santo le escogió para regir la Iglesia de
Dios, con la autoridad de su palabra, con la amplia com¬
prensión de su inteligencia y a pesar de las hondas preocu¬
paciones que agobian su corazón y de las solicitudes pater¬
nales que de El reclaman los sufrimientos de los pueblos,
nos traza y nos señala los caminos y los métodos, que las
condiciones actuales exigen, para que el estudio y la lec¬
tura de las Sagradas Escrituras sean cada día más fecundos
en frutos de santificación y de conquista de las inteligen¬
cias y de los corazones de los hombres.
Las nuevas e importantes excavaciones realizadas en
el suelo palestinense, el hallazgo de nuevos y valiosos docu¬
mentos escritos, el conocimiento cada día más amplio de
las lenguas orientales «invita en cierta manera y amonesta
a los intérpretes de los Sagrados Libros a aprovecharse
con denuedo de tanta abundancia de luz para examinar
con más profundidad los Divinos Oráculos, ilustrarlos con
más claridad y proponerlos con mayor lucidez».
Y hablando de los progresos modernos en el conoci¬
miento de las lenguas orientales, y en particular de aque¬
llas en que fueron originariamente escritos los Libros Sa¬
grados, ve en ello el Santo Padre una nueva ayuda, a la
par que un poderoso estímulo, para que los intérpretes
católicos traten de acercarse lo más posible a la fuente
original de la verdad revelada, calificando de ligereza y
de desidia el descuido en aprender aquellas lenguas; y aún
la crítica textual, con su paciente rebusca y cotejo de códi¬
ces y manuscritos, es plenamente justificada, loada y esti¬
mulada por Su Santidad, como medio necesario para «que
se restituya a su ser el sagrado texto lo más perfectamente
posible», y todo ello «por la reverencia debida a la divina
palabra» y «por la misma piedad por la que debemos estar
sumamente agradecidos a aquel Dios providentísimo, que
desde, el Trono de su Majestad nos envió estos libros a
manera de cartas paternales, como a propios hijos».
Por otra parte, como la mayoría de los fieles no pueden
llegar por sí mismos a esas fuentes de la Revelación en
su texto latino y menos aún en los textos originales, el
wSanto Padre, al hablar de la declaración de la autentici¬
dad hecha por el Concilio Tridentino a favor de la Vulgata,
dice expresamente: «Y ni aun siquiera prohíbe el decreto
XXII
PRÓLOGO
del Concilio Tridentino que, para uso y provecho de los
fieles de Cristo y para más fácil inteligencia de la divina
palabra, se hagan versiones en lenguas vulgares, y eso aún
tomándolas de los textos originales, como ya en muchas
regiones vemos que loablemente se ha hecho, aprobándolo
la autoridad de la Iglesia.»
Eso que alaba y aprueba la Iglesia es justamente lo
que han pretendido hacer los preclaros y beneméritos tra¬
ductores de esta primera versión de la Biblia en lengua
castellana sobre los textos originales, y eso es lo que la
Editorial Católica entiende brindar a España y a los
países del mundo hispanoamericano con la publicación del
Libro de los Libros en este primer volumen de su Biblio¬
teca de Autores Cristianos. En su empresa les ha guia¬
do el amoroso afán de poner al alcance de los fieles de
habla castellana el riquísimo tesoro de las Sagradas Escri¬
turas, mediante una traducción lo más fiel y exacta posi¬
ble del texto original, aprovechándose para ello de todos
los adelantos realizados en la ciencia escriturística y en
el conocimiento de las lenguas orientales durante los últi¬
mos años, y dejándose guiar en la interpretación de los
pasajes más oscuros y difíciles por el Magisterio de la
Iglesia y por la luz y sabiduría de los Santos Padres y de
los grandes teólogos y escrituristas.
* * *
Al lograr los traductores su alto empeño, han realizado
una triple obra: de cultura, de piedad y de apostolado.
Esta versión completa de la Sagrada Biblia al caste¬
llano constituye ante todo una auténtica obra de cultura,
que viene a enriquecer el ya espléndido acervo de saber
escriturístico cosechado por España desde los primeros
siglos de la Era Cristiana y desarrollado en los siglos pos¬
teriores con asombrosa fecundidad. Desde los tiempos en
que el Papa Dámaso, el santo y culto Pontífice español,
se complacía en fijar en exámetros trozos del Antiguo y
del Nuevo Testamento y encargaba a San Jerónimo una
revisión general de los Libros Sagrados, sosteniéndole y
protegiéndole en sus dificultades y luchas; y el presbítero
Desiderio, nacido, según todas las probabilidades en la
ciudad de Barcelona, rogaba al mismo San Jerónimo que
emprendiera la versión de los Libros Sagrados, vjel noble
PRÓLOGO
XXU1
español Licinio enviaba amanuenses para que bajo la
dirección del mismo Santo copiaran la Biblia, y el enci¬
clopédico Arzobispo de Sevilla, San Isidoro, considerado
como el heredero más fiel del pensamiento y de la obra
del gran Dálmata, salvaba en sus libros el rico tesoro de
la antigua cultura cristiana, y pasando luego a través de
un sinnúmero de códices bíblicos esparcidos en catedrales
y monasterios, en aulas regias y en casas señoriales, hasta
la gran Biblia Complutense y los excelsos exegetas que
florecieron en el Siglo de Oro y que aun causan asombro
por su portentosa erudición y por su fino sentido cxegético,
España representa el supremo anhelo de conocer, de penetrar
y de defender los Sagrados Libros.
Considerando Menéndez y Pelayo este florecimiento
tantas veces secular de la ciencia bíblica en España, escri¬
bía con harta razón en una famosa carta incluida en La
Ciencia Española: «El nombre sólo de Arias Montano basta
para llenar un siglo... Pero España posee, además, una
larga serie de cultivadores ilustres de las ciencias bíblicas,
serie que empieza con los colaboradores de la Poliglota
Complutense y con aquel Diego López de Estúñiga que
tan malos días y tan malas noches hizo pasar a Erasmo,
y termina, bien entrado el siglo xvu, con Pedro de Va¬
lencia y Fray Andrés de León.» «No hay libro de la Escri¬
tura—afirma el gran pensador santanderino—sobre el cual
no poseamos algún comentario de un español, célebre en
las escuelas católicas»; y en confirmación de su aserto hace
una larga enumeración de los más preclaros comentaristas.
Los dos siglos que siguieron fueron de tono menos ele¬
vado y los estudios bíblicos en España participaron de la
general decadencia, si bien no dejaron de brillar algunos
esfuerzos, tan meritorios como aislados, ni faltaron muy
aceptables traducciones de la Vulgata, como las dos tan
conocidas y tantas veces impresas, en las que continuaron
alimentándose Jas almas deseosas de conocer la palabra
de Dios; pero cuando el vendaval del Modernismo, que
apenas salpicó la recia fe española, se desató para manchar
y debilitar la verdad cristiana, vuelven en España a cobrar
lozanía y vigor los estudios eclesiásticos, aparecen revistas
de cultura religiosa, cuyos nombres y cuyos méritos están
en el pensamiento de todos, y en el mismo terreno de la
ciencia escriturística sale a luz la revista Estudios Bíblicos ,
se publica la Biblia de Montserrat, se reeditan con profu-
XXIV
PRÓLOGO
sión y con muy útil aparato de notas e introducciones las
conocidas versiones castellanas, en particular las del Nuevo
Testamento, se constituye la A. F. E. B. E. para el fomento
de los estudios bíblicos, se publican muy estimables ma¬
nuales, y tras la dolorosa pausa impuesta por la guerra civil
reflorecen con nuevo brío todas aquellas actividades y
apuntan otras nuevas de singular importancia, entre las
que merecen destacarse la fundación del Instituto «Arias
Montano» del Consejo Superior de Investigaciones Cien¬
tíficas, la celebración de Semanas bíblicas organizadas con
mucho acierto y desarrolladas con gran provecho, nuevas
traducciones de los Salmos, de los Evangelios y de las
Epístolas de San Pablo, la reciente publicación de una
edición crítica del Nuevo Testamento en griego y en latín,
y finalmente esta versión del texto original de toda la
Biblia, que no dudo ha de marcar un hito luminoso en la
historia de la ciencia bíblica española.
Sería presunción y desconocimiento de las dificultades
que ofrece siempre una versión de las Sagradas Escrituras
el que los traductores pensaran haberlas superado plena¬
mente y consideraran su obra como acabada y perfecta.
Ellos saben que no han de faltarles ni observaciones ni
diversidad de criterios; pero de antemano piden indulgen¬
cia por los yerros en que hayan podido incurrir, y la
esperan confiadamente en razón de lo difícil del empeño
que asumieron y de la buena voluntad que en lograrlo
han puesto.
Hablando precisamente el Santo Padre de las dificul¬
tades que en este género de trabajos existen, «nadie se
admire—dice—que no se hayan todavía resuelto y ven¬
cido, sino que aún hoy haya graves problemas que preocu¬
pan los ánimos de los exegetas católicos». Y después de
exhortar a los intérpretes católicos a que, movidos de un
amor eficaz y decidido de su ciencia y sinceramente devo¬
tos a la Santa Madre Iglesia, se esfuercen por hallar una
explicación sólida a aquellas dificultades, añade: «Y por
lo que hace a los conatos de esos estrenuos operarios de la
Viña del Señor, recuerden los demás hijos de la Iglesia que
no sólo se han de juzgar con equidad y justicia, sino tam¬
bién con suma caridad..., y estar alejados de aquel espíritu
poco prudente con el que se juzga que todo lo nuevo, por
el mismo hecho de serlo, debe ser impugnado o tenerse por
sospechoso.» Santas palabras que salen de un corazón solí-
PRÓLOGO
xxv
cito y paternal y de una inteligencia comprensiva, deseosa
de hacer llegar a los espíritus apasionados por la busca
de la verdad una palabra de afectuosa concordia y de
santa emulación. La historia de las versiones de la Sagra¬
da Escritura y de los problemas que a ésta atañen, no está
libre de fuertes divergencias y de acres polémicas, excu¬
sables tan sólo porque la pasión por la verdad puede en¬
cender a veces en demasía nuestros espíritus, pero siempre
se deben tener presentes los paternales consejos de Pío XII,
y en último término acudir al remedio supremo, en el que
San Jerónimo buscaba la luz y la concordia en sus tra¬
bajos y en medio de sus graves polémicas: la oración.
«Ruégote ahora, carísimo Desiderio, que ya que me hiciste
emprender tamaña empresa y empezar mi labor desde el
Génesis, me ayudes con tus oraciones, a fin de que pueda
trasladar al latín los Santos Libros con el mismo espíritu
con que fueron escritos.»
* * *
Obra de cultura, es además esta versión de la Piblia
una obra eminente de piedad. En el pasaje de San Pablo
arriba citado, en el que expone las utilidades que la Sa¬
grada Escritura ofrece, a saber: «para enseñar, convencer,
corregir y educar en la justicia», añade el Apóstol esta
finalidad suprema: «a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto y esté preparado para toda obra buena», ut per-
fcdus sit homo Dei , ad omne opus bonuin instructus.
Demasiado poco representaría esta versión, si fuera
considerada únicamente como obra de cultura, aunque
nobilísima; demasiado poco, ya que estas Cartas paternales
dadas por Dios a la humanidad tienen por fin rehabilitar
al hombre, redimirle, elevarlo hasta las alturas del cono¬
cimiento de los misterios de Dios y a la participación de
la vida divina, sostenerlo en las luchas del espíritu, santi¬
ficarlo en todo momento, encauzarlo por los caminos que
conducen a las celestes moradas. Y eso mismo es lo que
los autores de esta versión han pretendido ofrecer a los
fieles.
San Juan Crisóstomo, que supo * revestir sus inmensos
conocimientos bíblicos con una elocuencia portentosa, se
quejaba amargamente de que los fieles de su vastísima dió¬
cesis no conocieran bastante ni leyeran los Sagrados Li-
XXVI
PRÓLOGO
bros, quedando por ello privados de uno de los más pode¬
rosos medios de santificación. El hubiese querido que exis¬
tiese en cada casa cristiana una Biblia y que sus fieles
supiesen de memoria al menos algunos salmos o algunos
trozos escogidos del Santo Evangelio, pero comprueba dolo-
rosamente—y su lamento pudiéramos repetirlo en nuestros
días—que sus fieles saben muy bien los nombres y el his¬
torial de los caballos y de los jinetes que toman parte en
las carreras, pero no saben siquiera cuántas son las Epís¬
tolas de San Pablo y desconocen casi por completo el
Libro que encierra la fuente de la vida.
Unos alegan como excusa de su descuido y negligencia
que están muy ocupados con los negocios o con los queha¬
ceres de la casa, otros que no tienen dinero; pero es un
absurdo—dice el Santo—pretextar indigencia o exceso de
trabajo, cuando de la lectura de los Libros Sagrados se
saca tanta utilidad. Quomodo non absurdum fucrit ... ubi
tanta dcccrpcnda est utilitas, occupationcs ci inopiam defiere!
Junto a los que no compran el Libro Santo están los
que lo tienen, pero sólo como adorno de la casa, no como
alimento del espíritu. Muy bien describe a los tales el
santo Arzobispo y elocuentísimo orador: «¿Quién de vos¬
otros, pregunto, toma en su casa un libro y examina sus
sentencias, o escudriña las Escrituras? Nadie, ciertamente:
sino que encontraremos en la mayoría de las casas dados
y tabas, pero libros nunca o muy raras veces. Y el mismo
reproche merecen los que los tienen, pero los conservan
atados o colocados en los armarios, y ponen todo su inte¬
rés en la suavidad de las membranas o en la elegancia de
los caracteres, menospreciando, en cambio, su lectura.
Porque no los adquieren para ningún fin útil, sino sola¬
mente para hacer presuntuosa ostentación de su opulen¬
cia: ¡tan fuerte es el vano fausto de la gloria! A nadie oigo
que ambicione el comprender los Libros, sino más bien
jactarse de que posee libros escritos con letras de oro.
Y yo pregunto: ¿qué provecho puede haber en esto?» Et
quid, quaeso , hiñe lueri provenit?
Me haría interminable si quisiera citar todos los pasa¬
jes en que San Jerónimo excita a sus discípulos y discí¬
pulos a la lectura de da Biblia, pero no quiero dejar de
consignar algunos, ya que el eco de sus encendidas pala¬
bras puede animar también hoy a las almas, sedientas
de Dios y de la perfección cristiana, a frecuentar esta pro-
PRÓLOGO
XXV11
vechosa lectura. Para el gran Doctor la palabra divina
contenida en la Sagrada Biblia no sólo es alimento, sino
también fuerza del espíritu, arma segura contra todo lo
que abate y deprime, contra todo lo que puede rebajar
el alma y el cuerpo. Desde el Cenáculo del Aventino, donde
un grupo de selectísimas matronas cultivaba la vida de
perfección, se hace el gran propagandista de la lectura y
meditación de la Biblia e inculca su estudio a las vírgenes
para que sepan conservarse puras e intactas de las salpi¬
caduras del mundo, a los religiosos para que sepan ele¬
varse a las cumbres de la perfección, a las viudas para que
sepan llevar con dignidad su viudez, y a las madres, como
en su carta a Leta, para que con la Biblia en la mano
sepan formar desde los primeros años el corazón de sus
hijos. «Léela con frecuencia y aprende lo más posible de
ella—escribía a la virgen Eustoquio—; que el sueño te
sorprenda con el libro en la mano y que al inclinarse tu
cabeza la reciba la página santa»; y a la virgen Demetría-
des: «Ama las Santas Escrituras y te amará a ti la Sabiduría;
ámala y te guardará; hónrala y te abrazará. Estos adere¬
zos cuelguen de tu pecho y de tus oídos.» Y en idénticos
términos se expresa, escribiendo al monje Rústico, al Pres¬
bítero Nepociano, al santo Obispo de Ñola y a todos aque¬
llos a los que favorecía con sus consejos y exhorta¬
ciones.
San Agustín escribe sobre el particular un pequeño
pero admirable tratado: De doctrina cristiana , que puede
considerarse como una introducción al estudio y a la inter¬
pretación de las Sagradas Escrituras, y en él se esfuerza
por convencer a los hombres de que el estudio que versa
acerca de la Sabiduría divina, ómnibus rebus est antepo-
nendus , se ha de anteponer a todas las demás cosas e inte¬
reses. «Leed las Escrituras—decía en otra ocasión con gran
vehemencia a sus ermitaños el santo Obispo de Hipona—,
leedlas para que no seáis ciegos y guías de ciegos. Leed las
Santas Escrituras, porque en ellas encontraréis todo lo que
debéis practicar y todo lo que debéis evitar. Leedla, porque
es más dulce que la miel y más nutritiva que cualquier
otro alimento.»
Me he limitado a citar testimonios de estos tres insig¬
nes Santos Padres, porque a ellos de manera singular los
señala León XIII como maestros en el estudio e interpre¬
tación de las Sagradas Escrituras, pero análogos testi-
xxvm
PRÓLOGO
monios y recomendaciones podrían espigase a millares de
la riquísima literatura patrística.
Mas para que el estudio y la lectura de la Biblia pro¬
duzcan aquellos frutos de santificación, que quiere Dios
y busca la Iglesia, no basta cualquiera disposición del
espíritu, sino que es necesaria aquella que tan acertada¬
mente indicaba el Papa i enedicto XV en su Encícli¬
ca Spiritiis Paraclitus ; es decir, que hay que acercar¬
se a estas fuentes sagradas de la verdad divina pia
mente , firma fide , humili animo el volúntate proficiendi ,
con mente piadosa, con fe firme, con ánimo humilde y con
voluntad de aprovechar. Así lo exige el carácter divino
de las Escrituras, así lo demandan el respeto y la sumisión
con que nuestra pequeñez humana ha de acercarse a Dios.
Y como este depósito sagrado ha sido confiado por Dios
a la Iglesia, a la que ha hecho intérprete infalible de sus
oráculos, es también necesario que nuestro estudio y nues¬
tra lectura vayan iluminados y dirigidos por la luz que
brota del magisterio infalible de la Santa Madre Iglesia.
Altísimo ejemplo de esta sumisión al magisterio de la
Iglesia nos lian dejado aquellos tres grandes Doctores,
cuyas palabras recogíamos hace poco. Conocedores pro¬
fundos de la Biblia y propagandistas fervorosos de su lec¬
tura y meditación, coinciden todos en afirmar la absoluta
necesidad de atenerse a las enseñanzas y normas de la
Mater noslru commnnis , Ecclesia , cuya solidez de cimien¬
tos y seguridad en las direcciones ponderaba el Crisóstomo
frente al caos de las herejías que pululaban en Oriente.
En una gran cuestión acerca de la Trinidad, el gran
Dálmata escribía al Papa Dámaso: «Por esto he creído
que debía consultar a la Cátedra de Pedro y a la fe ala¬
bada por labios apostólicos, pidiendo recibir el alimento
de mi alma de allí mismo de donde antes recibiera la ves¬
tidura... Yo que a nadie sigo como a primero sino a Cristo,
me uno en comunión de espíritu con Vuestra Beatitud,
es decir, con la Cátedra de Pedro»; y en otra de sus cartas
declara: «Yo entretanto clamo: si alguno está unido a la
Cátedra de Pedro, ése es de los míos.» Cada vez que se
presentaban cuestiones acerca del Canon de los Libros
Sagrados, él, que tanto había estudiado y que tan autori¬
zado estaba para exponer una opinión propia, sólo admite
una regla definitiva: Sed haec non recipit Ecclesia l)ci %
pero esto no lo admite la Iglesia de Dios.
PRÓLOGO
XXIX
Celebérrimo es también el en cierto modo paradójico
axioma de San Agustín: Ego vero Evangelio non crecieran,
nisi me Calholicae Ecclesiae conmoverel auclorilas, yo no
creería en el Evangelio, si no me moviese a ello la autori¬
dad de la Iglesia Católica.
Es verdad que la Iglesia limitó un tiempo y aun prohibió
la lectura de la í iblia en lengua vulgar a los fieles; pero
ésa fué una medida provisional, plenamente justificada
por la malicia de los tiempos. En una época de apasionadas
discusiones religiosas, en la que el principio del libre exa¬
men y de la interpretación personal y subjetiva de las
páginas sagradas hacía brotar, aun entre los medios más
plebeyos e indoctos, intérpretes más o menos visionarios
y exaltados, la prudente medida de la Iglesia evitó en los
países católicos la frondosa exuberancia de divergencias
doctrinales, que hizo del Protestantismo un abigarrado
conjunto de sectas, a las que apenas queda más que un
disipado y movedizo fondo común de cristianismo.
Esta versión de la h iblia que estamos prologando no
está hecha con un fin de lucha y de combate, ni tampoco
de vana curiosidad o de estériles discusiones, sino con el
santo propósito de que los fieles puedan acercar sus labios
a la fuente purísima de la sabiduría divina y saciar en ella
su sed de Dios, de paz y de verdad.
* * *
Constituye, finalmente, esta versión una obra de apos¬
tolado. Al final de su Encíclica, el Papa Pío XII exhorta
con acento apasionado al clero para que difunda las rique¬
zas de los Libros Sagrados y para que sepa hacerlo «con
tanta elocuencia, con tanta distinción y claridad, que los
fieles no sólo se muevan y se inflamen a poner en buen
orden sus vidas, sino que conciban también en sus ánimos
suma veneración a la Sagrada Escritura». De una manera
especial el Santo Padre insiste en recomendar a los Pre¬
lados «que favorezcan y presten su auxilio a todas aquellas
/ pías asociaciones que tengan por fin editar y difundir
entre los fieles ejemplares impresos de las Sagradas Escri¬
turas, principalmente de los Evangelios, y procurar con
todo empeño que en las familias cristianas se tenga, orde¬
nada y santamente, cotidiana lectura de ellas; recomien¬
den eficazmente la Sagrada Escritura, traducida en la
XXA
PRÓLOGO
actualidad a las lenguas vulgares con aprobación de la
autoridad de la Iglesia, ya de palabra, ya con el uso prác¬
tico, cuando lo permitan las leyes de la Liturgia».
La atención tan preferente que en la Encíclica Divi¬
no A [fiante Spiritu ha dedicado Su Santidad a los
simples fieles, no sólo en lo tocante a la lectura y medita¬
ción de las Sagradas Escrituras, sino también en lo que
atañe a esa forma de apostolado, que es su propaganda
y difusión por medio de adecuadas ediciones y traduccio¬
nes, y la novedad muy significativa de que la tradicional
dedicatoria de la Encíclica vaya dirigida no solamente,
como de costumbre, «a los Patriarcas, Primados, Arzobis¬
pos, Obispos y demás Ordinarios en comunión con la Santa
Sede Apostólica», sino también «a todo el Clero y fieles
del Orbe Católico» deben servir a todos los católicos de
motivos de gratitud y de legítima satisfacción, y al mismo
tiempo de poderoso estímulo para secundar con fervoroso
entusiasmo los deseos del Santo Padre y prestar a esta
alta empresa su más decidida colaboración.
Así lo ha entendido la Editorial Católica al encabe¬
zar su Biblioteca de Autores Cristianos con esta ver¬
sión de la Biblia, y santamente puede gloriarse de haberse
colocado con ella en la vanguardia de la colaboración pe¬
dida por el Papa, ofreciendo a los millones de fieles que
en España y en Hispanoamérica hablan y rezan en español
este medio tan poderoso de conocimiento de la palabra
divina y de santificación de sus almas.
Ponderábamos al comienzo de este prólogo la oportu¬
nidad con que salía a luz esta versión castellana del texto
original de las Sagradas Escrituras, en el L aniversario
de la Providcntissimus y a raíz de la Encíclica Divino
A [fiante Spiritu; pero no quiero dejar de recordar aquí
otra razón de oportunidad, la misma que el Santo Padre
ha querido recoger al final de su Encíclica, a saber, la
terrible y dolorosa crisis por la que atraviesa en estos
momentos la humanidad.
En medio de este caos de opiniones encontradas y de
intereses antagónicos, en medio de tantas ruinas materia¬
les y espirituales, de tantos dolores de los cuerpos y de
tantas amarguras de las almas, la luz sólo puede venir del
Unico que tiene palabras de Vida eterna, Cristo Jesús,
a quien nos dan a conocer las páginas sagradas; la paz
verdadera sólo puede esperarse del amor de Dios y del
PRÓLOGO
XXX
prójimo, en los que, en frase de San Agustín, está la ple¬
nitud de las Escrituras. Bien venida sea esta versión de la
Biblia, si con ella contribuyen sus autores y editores a
que este mundo estremecido de dolor conozca más a Cristo
y aprenda a practicar mejor la ley suprema del amor de
Dios y del prójimo.
A España y a todo el mundo hispánico ofrece la Edi¬
torial Católica esta nueva traducción de la Biblia; se
la ofrece con el mismo afecto y con el mismo celo evange-
lizador con que los primeros misioneros españoles llevaron
al Continente americano la luz y la caridad de Cristo, se
la ofrece con el cariño de hermanos que hablan una misma
lengua y tienen una misma cultura y comulgan en la misma
fe y en la misma liturgia, se la ofrece segura de que la aco¬
gerán con entusiasmo cordial, para que, correspondiendo a
los deseos e invitaciones del Santo Padre, sea todo este
gran mundo hispanoamericano uno de los agentes más efi¬
caces de la auténtica paz de Cristo en los espíritus y en
los corazones.
Y al presentársela parece que florecen en los labios de
autores y editores aquellas palabras con que hace trece
siglos el Abad Floro ofrecía al gran Isidoro de Sevilla un
trabajo semejante: la revisión del texto del Salterio, que
había llevado a cabo por encargo suyo: «Por tus ruegos
comencé con mano escrupulosa y con gran sudor de fatiga
a buscar las primitivas lecturas de los Libros Divinos;
y ahora, devuelta su belleza al pensamiento hebraico y
renovada y hermoseada la frase griega, podremos, levan¬
tando nuestras voces hasta más allá de las estrellas, cantar
los himnos sagrados con el mismo acento de los ángeles.»
Sed tomen hebraica rursus ratione polita
ac simul Argolica denuo pida manu ,
mellifluas codi apargens trans sidera voces
concrepat Angélico carmina sacra sono .
Sean mis últimas palabras a los que se disponen a
recorrer con ánimo piadoso las páginas de esta versión
de los Libros Santos, aquellas mismas que un día pro¬
nunciara San Gregorio Magno: Disce cor Dei in verbis Dei ,
ut ardeniius ad adema suspires. «Aprende a conocer el
corazón de Dios en las palabras de Dios, para que con
más ardor aspires a las cosas eternas.»
CARTA ENCICLICA
DE NUESTRO SANTÍSIMO SEÑOR
PIO
POR LA DIVINA PROVIDENCIA
PAPA XII
A LOS VENERABLES HERMANOS
PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS
Y OTROS ORDINARIOS
EN PAZ Y COMUNIÓN CON LA SEDE APOSTÓLICA
Y ASIMISMO A TODO EL CLERO
Y FIELES DE CRISTO DEL ORBE CATÓLICO
SOBRE EL PROMOVER OPORTUNAMENTE
LOS ESTUDIOS DE LA SAGRADA BIBLIA
(30 septiembre 1943)
III
A LOS VENERABLES HERMANOS
PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS
Y OTROS ORDINARIOS
EN PAZ Y COMUNIÓN CON LA APOSTÓLICA SEDE
Y ASIMISMO A TODO EL CLERO Y FIELES DE CRISTO
DEL ORBE CATÓLICO
PÍO PP. XII
VENERABLES HERMANOS, AMADOS HIJOS
SALUD Y BENDICIÓN APOSTÓLICA
INTRODUCCION
Ocasión de la Encíclica «Providentissimus Deus ».
Modo de celebrar su cincuentenario.
Por inspiración del divino Espíritu escribieron los Sagrados
Escritores aquellos libros, que Dios, conforme a su paterna cari¬
dad con el género humano, quiso liberalmente dar «para enseñar,
para convencer, para corregir, para dirigir en la justicia, a fin
de que el hombre de Dios sea perfecto y esté apercibido para toda
obra buena» l . No es, pues, de admirar que la Santa Iglesia, tra¬
tándose de este tesoro dado del cielo, que ella posee como pre¬
ciosísima fuente y divina norma de la doctrina sobre la fe y las
costumbres, así como lo recibió incontaminado de manos de los
Apóstoles, así lo haya custodiado con todo esmero, defendido
de toda falsa y perversa interpretación y empleado solícita-
1 II Tim. III, 16 s.
XXxvi
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
mente en el ministerio de comunicar a las almas la salud sobre¬
natural, como lo atestiguan a toda luz casi innumerables docu¬
mentos de todas las edades. Por lo que hace a los tiempos mo¬
dernos, cuando de un modo especial corrían peligro las divinas
Letras en cuanto a su origen y recta exposición de ellas, la Iglesia
tomó a su cuenta el defenderlas y protegerlas todavía con mayor
diligencia y empeño. De ahí que ya el Sacrosanto Sínodo Triden-
tino pronunció con decreto solemne que «deben ser tenidos por
sagrados y canónicos los libros enteros con todas sus partes, tal
como se han solido leer en la Iglesia católica y se hallan en la
antigua edición vulgata latina» 2 . Y en nuestro tiempo el Con¬
cilio Vaticano, a fin de reprobar las falsas doctrinas acerca de
la inspiración, declaró que estos mismos libros se han de tener
por sagrados y canónicos «no ya porque compuestos con la sola
industria humana hayan sido después aprobados con su autori¬
dad, ni solamente porque contengan la revelación sin error, sino
porque escritos con la inspiración del Espíritu Santo tienen a
Dios por autor, y como tales fueron entregados a la misma Igle¬
sia» 3 . Más adelante, cuando contra esta solemne definición de
la doctrina católica, en la que a los libros «enteros con todas sus
partes» se atribuye esta divina autoridad inmune de todo error,
algunos escritores católicos osaron coartar la verdad de la Sa¬
grada Escritura tan sólo a las cosas de fe y costumbres, y en
cambio lo demás que perteneciera al orden físico o histórico
reputarlo como «dicho de paso» y en ninguna manera —como ellos
pretendían —enlazado con la fe, nuestro Antecesor de inmortal
memoria León XIII en su Carta Encíclica Providentissimus Deus ,
dada el 18 de noviembre del año 1893, reprobó justísimamente
aquellos errores, y afianzó con preceptos y normas sapientísimas
los estudios de los Divinos Libros.
Y toda vez que es conveniente conmemorar el término del
año cincuentenario desde que fueron publicadas aquellas Letras
Encíclicas que se tienen como la ley principal de los estudios
bíblicos, Nos, según la solicitud que desde el principio del Sumo
Pontificado manifestamos respecto de las disciplinas sagradas 4 ,
juzgamos que había de ser oportunísimo, confirmar e inculcar
por una parte lo que nuestro Antecesor sabiamente estableció
y sus sucesores añadieron para afianzar y perfeccionar la obra,
y decretar por otra lo que al presente parecen exigir las circuns¬
tancias, para más y más incitar a todos los hijos de la Iglesia,
que se dedican a estos estudios, a una empresa tan necesaria y
tan loable.
1 Sessio IV, decr. 1; Ench. Bibl. n. 45.
* Sessio III, Cap. 2; Ench. Bibl . n. 62.
4 Sermo ad alumnos Scminariorum... in Urbe (die 24 Iunii 1939); Acta
Ap . Seáis XXXI (1939), p. 245-251.
XXXVII
I
PARTE HISTORICA
SOLICITUD DE LEON XIII V SUS SUCESORES
POR LOS ESTUDIOS BIBLICOS
§ 1.—La obra de León XIII.
Doctrina de la inerrancia o exclusión de lodo error.
El primero y sumo empeño de León XIII fue el exponer la
doctrina de la verdad contenida en los Sagrados Volúmenes y
vindicarlos de las impugnaciones. Así fué que con graves pala¬
bras declaró que no hay absolutamente ningún error, cuando el
hagiógrafo, hablando de cosas físicas, «se atuvo (en el lenguaje)
a las apariencias de los sentidos», como dice el Angélico 5 , ex¬
presándose «o con cierta manera de traslación, o como se esti¬
laba aquellos tiempos en el lenguaje común y aun hoy se usa en
muchas cosas de la vida cotidiana, aun entre los mismos hombres
más doctos». Añadiendo que ellos «los escritores sagrados, o por
mejor decir —son palabras de San Agustín 6 —el Espíritu de Dios
que por ellos hablaba, no quiso enseñar a los hombres estas cosas
— a saber, la íntima constitución de las cosas visibles —que de
nada servían para su salvación» 7 ; lo cual «útilmente ha de apli¬
carse a las disciplinas allegadas, principalmente a la historia»,
es a saber, refutando «de modo análogo las falacias de los adver¬
sarios» y defendiendo «de sus impugnaciones la fidelidad histórica
de la Sagrada Escritura» 8 . Y que no se ha de imputar el error
al Escritor Sagrado, si «en la transcripción de los códices se les
escapó algo menos exacto a los copistas», o si «queda oscilante
el sentido genuino de algún pasaje». Por último, que no es lícito
en modo alguno «o el restringir la inspiración de la Sagrada Es¬
critura a algunas partes tan sólo, o el conceder que erró el mismo
8 Cf. I.», q. 70, art. 1 ad 3.
« De Gen. ad litt. 2, 9, 20; PL. XXXIV, col. 270 s.; GSEL. XXVIII
(Sectio III, pars 2), p. 46.
7 Leonis XIII, Acta XIII, p. 355; Ench. Bibl. n. 106.
8 Cf. Benedictus XV, Ene. Spiritus Paraclitus, Acta Ap. Seáis XII
(1920), p. 396; Ench . Bibl. n. 471.
XXXVlil
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO Xli
sagrado escritor», siendo así que la divina inspiración «por si
misma no sólo excluye todo error, sino que lo excluye y rechaza
con la misma necesidad absoluta con la que es necesario que Dios,
Verdad Suma, no sea en modo alguno autor de ningún error.
Esta es la antigua y constante fe de la Iglesia» 9 .
Ahora bien: esta doctrina, que con tanta gravedad expuso
nuestro Predecesor León XIII, también Nos la proponemos con
Nuestra autoridad y la inculcamos a fin de que todos la retengan
religiosamente. Y decretamos que con no menor solicitud se obe¬
dezca también el día de hoy a los consejos y estímulos que él
sapientísimamente añadió conforme al tiempo. Pues como sur¬
gieran nuevas y no leves dificultades y cuestiones, ya por los
prejuicios del racionalismo que por doquiera perniciosamente
cundía, ya sobre todo por las excavaciones y descubrimientos
de monumentos antiquísimos, llevados a cabo por doquiera en
las regiones orientales, el mismo Predecesor nuestro, impulsado
por la solicitud del oficio apostólico, a fin que esta tan preclara
fuente de la revelación católica no sólo estuviera abierta con más
seguridad y abundancia para utilidad de la grey del Señor, sino
también para no permitir que en manera alguna fuese conta¬
minada, ardientemente deseó «que fuesen cada vez más los que
sólidamente tomaran a su cargo y mantuviesen constantemente
el patrocinio de las Divinas Letras; y que aquéllos principalmente,
a los que la divina gracia llamó al sagrado orden, emplearan cada
día, como es justísimo, mayor diligencia e industria en leerlas,
meditarlas y exponerlas» l0 .
Impulso dado a los estudios bíblicos:
La Escuela Bíblica de .Jerusalén , la Comisión Bíblica.
Por lo cual el mismo Pontífice, así como ya hacía tiempo había
alabado y aprobado la Escuela de Estudios Bíblicos fundada en
San Esteban de Jerusalén, gracias a la solicitud del Maestro Ge¬
neral de la Sagrada Orden de Predicadores, Escuela de la que,
como él mismo dijo, «el conocimiento de la Biblia recibió no leve
incremento y los espera mayores» ll ; así el último año de su vida
añadió todavía una nueva razón, para que estos estudios, tan
encarecidamente recomendados por las Letras Encíclicas Pro-
uideniissimus Dcus , cada día se perfeccionasen más y con la mayor
seguridad se adelantasen. En efecto: con las Letras Apostólicas
Vigilantiae, dadas el 30 del mes de octubre del año 1902, esta¬
bleció un Consejo, o como se dice, Comisión, de graves varones.
* Leoxis XIII, Acta XIII, p. 357 sq.; Ench . Bibl. n. 109 sq.
10 (’f. Leonis XIII, Acta XIII, p. 328; Ench. Bibl. n. 07 sq.
11 Litt. Apost. Hierosolymac in coenobio r d. el. 17 Sept. 1892; Lko-
xis XIII, Acta XII, pp. 239-241, v. p. 240.
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XH
xxxtx
«que tuvieran por encomendado a sí el cargo de procurar y lograr
por todos los medios, que los divinos oráculos hallen entre los
nuestros en general aquella más exquisita exposición que los
tiempos reclaman, y se conserven incólumes no sólo de todo hálito
de errores, sino también de toda temeridad de opiniones» 12 ; el
cual Consejo también Nos, siguiendo el ejemplo de nuestros ante¬
cesores lo confirmamos y aumentamos de hecho, valiéndonos,
como muchas veces antes, de su ministerio, para encaminar los
intérpretes de los Sagrados Libros a aquellas sanas leyes de la
exégesis católica, que enseñaron los Santos Padres y los Doc¬
tores de la Iglesia y los mismos Sumos Pontífices 13 .
§
2
— La obra de los sucesores de León XIII.
Pío X: creación de grados académicos; pauta de estudios bíblicos;
el Instituto Bíblico .
Y aquí no parece ajeno del asunto recordar con gratitud las
cosas principales y más útiles para el mismo fin que sucesiva¬
mente hicieron nuestros Antecesores, y que podríamos llamar
complemento o fruto de la feliz empresa Leoniana. Y en primer
lugar Pío X, queriendo «proporcionar un medio fijo de preparar
un buen número de maestros, que, recomendables por su grave¬
dad y pureza de doctrina, interpreten en las escuelas católicas
los Divinos Libros», ...instituyó «los grados académicos de licen¬
ciado y doctor en Sagrada Escritura... que habrían de ser con¬
feridos por la Comisión Bíblica» 14 ; luego dió una ley «sobre la
norma de los estudios de Sagrada Escritura que se ha de guardar
en los Seminarios de Clérigos», con el designio de que los alum¬
nos seminaristas «no sólo penetrasen y conociesen la fuerza, modo
y doctrina de la Biblia, sino que pudiesen además ejercitarse-en
el ministerio de la divina palabra con competencia y-probidad,
y defender... de las impugnaciones los libros escritos bajo la ins¬
piración divina» 15 ; finalmente, «para que en la Ciudad de Roma
se tuviera un centro de estudios más elevados relativos a los
Sagrados Libros, que promoviese del modo más eficaz posible
12 Cf. Leonis XIII, Acta XXIT, p. 232 ss.; Ench . Bibl. n. 130-141;
v. nn. 130, 132.
13 Pontificiae Commissionis de Re bíblica Litterae ad Excmos. PP.
DD. Archiepiscopos et Episcopos Italiae d. d. 20 Aug. 1941; Acta Ap. Se¬
áis XXXIII (1941), pp. 465-472.
14 Litt. Apost. Scripturae Sanctae d. d. 23 Febr. 1904; Pii X, Acta I,
pp. 176-179; Ench. Bibl, nn. 142-150; v. nn. 143-144.
15 Cf. Litt. Apost. Quoniam in re bíblica d. d. 27 Mart. 1906; Pii X,
Acta Til, pp. 72-76; Ench. Bibl. nn. 155-173, v. n. 155,
XL
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
la doctrina bíblica y los estudios a ella anejos, según el sentido
de la Iglesia, católica», fundó el Pontificio Instituto Bíblico, que
encomendó a la ínclita Compañía de Jesús y quiso estuviera «pro¬
visto de las más elevadas cátedras y todo recurso de erudición
bíblica», y prescribió sus leyes y disciplina, declarando que en
este particular «ponía en ejecución el saludable y provechoso
propósito» de León XIII 1 *.
Pío XI: prescripción de grados académicos;
el Monasterio de San Jerónimo para la revisión de la Vulgata.
Todo esto, finalmente, lo colmó nuestro próximo Predecesor»
de feliz recordación, Pío XI, al decretar entre otras cosas, que
ninguno «fuese profesor de la asignatura de Sagradas Letras en
los Seminarios, sin haber legítimamente obtenido, después de
terminado el curso peculiar de la misma disciplina, los grados
académicos en la Comisión Bíblica o en el Instituto Bíblico».
Y estos grados quiso que tuvieran los mismos efectos que los
grados legítimamente otorgados en la Sagrada Teología o en el
derecho canónico; y asimismo estableció, que a nadie se conce¬
diese «beneficio en el que canónicamente se incluyera la carga de
explicar al pueblo la Sagrada Escritura, si, además de otras con¬
diciones, el sujeto no hubiese obtenido o la licencia o la láurea
en Escritura». Y exhortando a la vez juntamente tanto a los Su¬
periores mayores de las Órdenes regulares, como a los Obispos
del orbe católico, a enviar a las aulas del Instituto Bíblico, para
obtener allí los grados académicos, los más aptos de sus alumnos,
confirmó tales exhortaciones con su propio ejemplo, señalando
de su liberalidad para este mismo fin rentas anuales 17 .
El mismo Pontífice, después que con el favor y aprobación
de Pío X, de feliz memoria, el año 1907 «se encomendó a los mon¬
jes Benedictinos el cargo de investigar y preparar los estudios en
que haya de basarse la edición de la Versión Latina de las Es¬
crituras, que recibió el nombre de Vulgata» 18 , queriendo afianzar
con mayor firmeza y seguridad esta misma «trabajosa y ardua
empresa», que exige largo tiempo y subidos gastos, cuya gran¬
dísima utilidad habían evidenciado los egregios volúmenes ya
dados a la pública luz, levantó desde sus cimientos el monas-
18 LItt. Apost. Vinca electa d. d. 7 Malí 1909; Acta Ap. Seáis I (1909),
pp. 447-449; Ench. Bibl. nn. 293-306, v. nn. 296 et 294.
17 Cf. Motu proprio Bibliorum ecientiam d. d. 27 Aprilis 1924; Acta Ap.
Seáis XVI (1924), pp. 180-182.
18 Epistula ad Revmurn. D. Aidanum Gasquet d. d. 3 Dec. 1907;
Pil X, Acta TV, pp. 117-119; Ench. Bibl . n. 285 s,
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
XL1
terio Urbano de San Jerónimo, que exclusivamente se dedicase
a esta obra, y lo enriqueció abundantísimamente con biblioteca
y todos los demás recursos de investigación 19 .
§ 3. —Solicitud de los Sumos Pontífices por el uso
Y DIFUSIÓN DE LA SAGRADA ESCRITURA.
Ni parece que aquí debe pasarse en silencio, con cuánto ahinco
los mismos Predecesores Nuestros, con diferentes ocasiones, reco¬
mendaron ora el estudio, ora la predicación, ora, en fin, la pía lec¬
tura y meditación de las Sagradas Escrituas. Porque Pío X, res¬
pecto de la Sociedad de San Jerónimo, que trata de persuadir
a los fieles de Cristo la costumbre, en verdad loable, de leer y
meditar los santos Evangelios y hacerla más accesible según sus
fuerzas, la aprobó de todo corazón y la exhortó a que animo¬
samente insistiera en su propósito, declarando «que esta obra
es la más útil y que mejor responde al tiempo», toda vez que con¬
tribuye no poco «a extirpar la idea de que la Iglesia se resiste a
la lectura de las Sagradas Escrituras en lengua vulgar, o pone
para ello impedimento» 20 . Por su parte, Benedicto XV, al cum¬
plirse el ciclo del décimoquinto siglo, desde que dejó la vida
mortal el Doctor Máximo en exponer las Sagradas Letras, des¬
pués de haber esmeradísimamente inculcado, ya los preceptos y
ejemplos del mismo Doctor, ya los principios y normas dadas por
León XIII y por Sí mismo, y recomendado otras cosas oportuní¬
simas en estas materias y que nunca se deben olvidar, exhortó
«a todos los hijos de la Iglesia, principalmente a los clérigos, a
juntar la reverencia de la Sagrada Biblia con la piadosa lectura
y asidua meditación de la misma»; y advirtió que «en estas pá¬
ginas se ha de buscar el alimento con que se sustente hasta llegar
a la perfección la vida del espíritu» y que «la principal utilidad de
la Escritura pertenece al ejercicio santo y fructuoso de la divina
palabra»; y el mismo de nuevo alabó la obra de la Sociedad lla¬
mada del nombre del mismo San Jerónimo, gracias a la cual se
divulgan en grandísima extensión los Evangelios y los Hechos
de los Apóstoles, «de suerte que ya no haya'ninguna familia cris¬
tiana que carezca de ellos, y todos se acostumbren a su lectura
y meditación cotidiana» 21 .
19 Const. Apost. Inter praecipuas d. d. 15 Iun. 1933; Acta Ap. Se¬
áis XXVI (1934), pp. 85-87.
20 Epist. ad Emum. Card. Cassetta Qui piam d. d. 21 Ian. 1907; Pn X,
Acta IV, pp. 23-25.
21 Litt. encycl. Spiritus Paraclitus d. d. 15 Sept. 1920; Acta Ap. Se¬
áis XII (1920), pp. 385-422; Ench . Bibl. nn. 457-508; v. nn. 457, 495, 491, 497.
xioi
ENCÍCLICA DE S. S. FÍO XII
§ 4*“Frutos de esta acción múltiple.
Y a la verdad es cosa justa y grata el confesar que no sólo
con estas instituciones, preceptos y estímulos de nuestros Ante-
cesores, sino también con las obras y trabajos arrostrados por
todos aquellos que diligentemente los secundaron, ya en estu¬
diar, investigar y escribir, ya en enseñar y predicar, como tam¬
bién en traducir y propagar los Sagrados Libros, ha adelantado
no poco entre los católicos la ciencia y uso de las Sagradas Escri¬
turas. Porque son ya muchísimos los cultivadores de la Escritura
Santa, que salieron ya y cada día salen de las aulas en las que
se enseñan las más elevadas disciplinas en materia teológica y
bíblica, y principalmente de Nuestro Pontificio Instituto Bíblico,
los cuales, animados de ardiente afición a los Sagrados Volú¬
menes, imbuyen en este mismo espíritu el clero adolescente, y
constantemente le comunican la doctrina que ellos bebieron. No
pocos de ellos lian promovido y promueven todavía con sus es¬
critos los estudios bíblicos, o bien editando los sagrados textos
redactados conforme a las normas del arte crítica, y explicándolos,
ilustrándolos, traduciéndolos para su pía lección y meditación,
o bien, por fin, cultivando y adquiriendo las disciplinas profanas
útiles para la explanación de la Escritura. Así, pues, por estas
y otras empresas que cada día se propagan y cobran fuerza, como,
por ejemplo, las asociaciones en pro de la Biblia, los congresos,
las Semanas de asambleas, las bibliotecas, las sociedades para
meditar el Evangelio, concebimos la esperanza, nada dudosa, de
que en adelante crezcan doquiera más y más para bien de las
almas la reverencia, el uso y el conocimiento de las Sagradas Letras,
con tal que con firmeza, valentía y confianza retengan todos la
regla de los estudios bíblicos prescrita por León XIII, explicada
por sus Sucesores con más claridad y perfección, y por Nos con¬
firmada y fomentada — que es en realidad la única segura y con¬
firmada por la experiencia — , sin dejarse arredrar en modo alguno
por aquellas dificultades, que, como en las cosas humanas suele
acontecer, nunca le faltarán tampoco a esta obra preclara.
II
PARTE DOCTRINAL
LOS ESTUDIOS BIBLICOS UE MUSTIO) TIEMPO
Estado actual de los estudios bíblicos.
No hay quien no pueda fácilmente echar de ver que las con¬
diciones de los estudios bíblicos y de los que para los mismos son
útiles han cambiado mucho en estos cincuenta años. Porque, pa-
encíclica de s. s. PÍO XII
XU1I
sando por alto otras cosas, cuando Nuestro Predecesor publicó
su Letra Encíclica Providentissimus Deas , apenas se había comen¬
zado a explorar en Palestina uno u otro lugar de excavaciones
relacionadas con estos asuntos. Ahora, en cambio, las investiga¬
ciones de este género no sólo se han aumentado muchísimo en
cuanto al número, sino que además, cultivadas con más severo
método y arte por el mismo ejercicio, nos enseñan muchas más
cosas y con más certeza. Y en efecto, cuánta luz brote de estas
investigaciones para entender mejor y con más plenitud los Sa¬
grados Libros, lo saben todos los peritos, lo saben cuantos se
consagran a estos estudios. Crece todavía la importancia de estas
exploraciones por los documentos escritos hallados de vez en
cuando, que contribuyen mucho al conocimiento de las lenguas,
letras, sucesos, costumbres y cultos más antiguos. Ni es de menor
momento el hallazgo y la búsqueda, tan frecuente en esta edad
nuestra, de papiros, que han tenido tanto valor para el conoci¬
miento de las letras e instituciones públicas y privadas, principal¬
mente del tiempo de Nuestro Salvador. Se han hallado además
y editado con sagacidad vetustos códices de los Sagrados Libros;
se ha investigado con más extensión y plenitud la exégesis de
los Padres de la Iglesia; finalmente, se ilustra con innumerables
ejemplos el modo de hablar, narrar y escribir de los antiguos.
Todo esto, que, no sin especial consejo de la providencia de Dios,
ha conseguido esta nuestra época, invita en cierta manera y amo¬
nesta a los intérpretes de las Sagradas Letras a aprovecharse
con denuedo de tanta abundancia de luz para examinar con más
profundidad los Divinos Oráculos, ilustrarlos con más claridad y
proponerlos con mayor lucidez. Y si, con sumo consuelo en el
alma, vemos que los mismos intérpretes estrenuamente han obe¬
decido ya y siguen obedeciendo a esta invitación, ciertamente
no es éste el último ni el menor fruto de las Letras Encíclicas
Providentissimus Deus , con las que Nuestro Predecesor León XIII,
como presagiando en su ánimo esta nueva floración de los estu¬
dios bíblicos, por una parte invitó al trabajo a los exegetas cató¬
licos, y por otra les señaló sabiamente cuál era el modo y método
de trabajar. Pero también Nos con estas Letras Encíclicas que¬
remos conseguir que esta labor no solamente persevere con cons¬
tancia, sino que cada día se perfeccione y resulte más fecunda,
puesta sobre todo Nuestra mira en mostrar a todos lo que resta
por hacer, y con qué espíritu debe hoy el exegeta católico em¬
prender tan grande y excelso cargo, y en dar nuevo acicate y
nuevo ánimo a los operarios que trabajan constantemente en la
viña del Señor.
XLIV
ENCÍCLICA DE S. S. PlO XII
§ 1. — Recurso a los textos originales.
Estudio de las lenguas bíblicas .
Ya los Padres de la Iglesia, y en primer término San Agustín,
al intérprete católico que emprendiese la tarea de entender y
exponer las Sagradas Escrituras le recomendaban encarecida¬
mente el estudio de las lenguas antiguas y el volver a los textos
primitivos 22 . Con todo llevaba consigo la condición de aquellos
tiempos, que conocieran pocos la lengua hebrea, y éstos imper¬
fectamente. Por otra parte, en la Edad Media, cuando la Teo¬
logía Escolástica florecía más que nunca, aun el conocimiento
de la lengua griega desde mucho tiempo antes se había dismi¬
nuido de tal manera entre los occidentales, que hasta los mismos
supremos Doctores de aquellos tiempos, al explicar los Divinos
Libros, solamente se apoyaban en la versión latina, llamada Vul-
gata. Por el contrario, en estos nuestros tiempos no solamente
la lengua griega, que desde el renacimiento de las letras huma¬
nas en cierto sentido ha sido resucitada a nueva vida, es ya fami¬
liar a casi todos los cultivadores de la antigüedad, sino que aun
el conocimiento de la lengua hebrea y de otras lenguas orientales
se ha propagado grandemente entre los hombres doctos. Es tanta,
además, ahora la abundancia de medios para aprender estas len¬
guas, que el intérprete de la Biblia que, descuidándolas, se cierre
la puerta para los textos originales, no puede en modo alguno
evitar la nota de ligereza y desidia. Porque al exegeta pertenece
el andar como a caza, con sumo cuidado y veneración, aun de
las cosas más mínimas, que, bajo la inspiración del Divino Espí¬
ritu, brotaron de la pluma del hagiógrafo, a fin de penetrar su
mente con más profundidad y plenitud. Procure, por lo tanto,
con diligencia adquirir cada día mayor pericia en las lenguas
bíblicas y aun en las demás orientales, y corrobore su interpre¬
tación con todos aquellos recursos que provienen de toda clase
de filología. Lo cual, en verdad, lo procuró conseguir solícitamente
San Jerónimo, según los conocimientos de su época; y asimismo
no pocos de los grandes intérpretes de los siglos xvi y xvn, aun¬
que entonces el conocimiento de las lenguas fuese mucho menor
que el de hoy, lo intentaron con infatigable esfuerzo y no me¬
diocre fruto. De la misma manera conviene que se explique aquel
mismo texto original, que escrito por el sagrado autor tiene mayor
autoridad y mayor peso, que cualquiera versión, por buena que
sea, ya antigua, ya moderna; lo cual puede sin duda hacerse con
mayor facilidad y provecho, si, respecto del mismo texto, se junta
al mismo tiempo con el conocimiento de las lenguas una sólida
pericia en el manejo de la crítica.
,a Cf. ex gr. S. Hieron., Praef. in IV Evang. ad Damusum . PL. XXIX,
col. 526-527; S. August., De doctr. christ. II, 16; PL. XXXIV, col. 42-43.
XLV
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
Importancia de la crítica textual.
Cuánta importancia se haya de atribuir a esta crítica, atina¬
damente lo advirtió San Agustín, cuando entre los preceptos
que deben inculcarse al que estudia los Sagrados Libros puso
por primero de todos el cuidado de poseer un texto exacto. «En
enmendar los Códices —así el clarísimo Doctor de la Iglesia —
debe ante todo estar alerta la vigilancia de aquellos que desean
conocer las Escrituras Divinas, para que los no enmendados cedan
su puesto a los enmendados» 23 . Ahora bien, hoy este arte, que
lleva el nombre de crítica textual y que se emplea con gran loa
y fruto en la edición de los escritos profanos, con justísimo dere¬
cho se ejercita también, por la reverencia debida a la divina pala¬
bra, en lo,s Libros Sagrados. Porque por su mismo fin logra que
| se restituya a su ser el sagrado texto lo más perfectamente posi¬
ble, se purifique de las depravaciones introducidas en él por la
deficiencia de los amanuenses, y se libre, cuanto se pueda, de
las inversiones de palabras, repeticiones y otras faltas de la misma
especie, que suelen furtivamente introducirse en los libros trans¬
mitidos de uno en otro por muchos siglos. Y apenas es necesario
advertir que esta crítica, que desde hace algunos decenios no
pocos han empleado absolutamente a su capricho, y no pocas
veces de tal manera, que pudiera decirse haberla los mismos usado
para introducir en el sagrado texto sus opiniones prejuzgadas,
hoy ha llegado a adquirir tal estabilidad y seguridad de leyes,
que se ha convertido en un insigne instrumento para editar con
más pureza y esmero la divina palabra, y fácilmente puede des¬
cubrirse cualquier abuso. Ni es preciso recordar aquí —ya que
es cosa notoria y clara a todos los cultivadores de la Sagrada
Escritura —en cuánta estima ha tenido la Iglesia ya desde los
primeros siglos hasta nuestros días estos estudios del arte crítica.
Así es que hoy, después que la disciplina de este arte ha llegado
a tanta perfección, es un oficio honorífico, aunque no siempre
fácil, el procurar por todos los medios que cuanto antes por parte
de los católicos se preparen oportunamente ediciones tanto de
los Sagrados Libros, como de las versiones antiguas, hechas con¬
forme a estas normas, que junten, es a saber, con una reverencia
suma del sagrado texto la escrupulosa observancia de todas las
leyes críticas. Y ténganlo todos por bien sabido, que este largo
trabajo no solamente es necesario para penetrar bien los escritos
dados por divina inspiración, sino que además es reclamado por
la misma piedad, por la que debemos estar sumamente agradecidos
a aquel Dios providentísimo, que desde el trono de su majestad
nos envió estos libros a manera de cartas paternales, como a pro¬
pios hijos.
M De doctr. christ. II, 21; PL. XXXIV, col. 46.
XLVI
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
Sentido del decreto Tridentino sobre el uso de la Vulgata.
Versiones en lenguas vulgares .
Ni piense nadie que este uso de los textos primitivos, con¬
forme a la razón de la crítica, sea en modo alguno contrario a
aquellas prescripciones que sabiamente estableció el Concilio Tri¬
dentino acerca de la Vulgata Latina 24 . Documentalmente consta
que a los Presidentes del Concilio se dió el encargo de rogar al
Sumo Pontífice a nombre del mismo Santo Sínodo —como, en
efecto, lo hicieron — , mandase corregir primero la edición latina,
y luego, en cuanto se pudiese, la griega y la hebrea, con el desig¬
nio de divulgarla al fin para utilidad de la Santa Iglesia de Dios 25 .
Y si bien, a la verdad, a este deseo no pudo entonces por las difi¬
cultades de los tiempos y otros impedimentos responderse plena¬
mente, confiamos que al presente, aunadas las fuerzas de los doc¬
tores católicos, se pueda satisfacer con más perfección y amplitud.
Mas por lo que hace a la voluntad del Sínodo Tridentino de que
la Vulgata fuese la versión latina «que todos usasen como autén¬
ticas, esto en verdad, como todos lo saben, solamente se refiere
a la Iglesia latina y al uso público de la misma Escritura, y no
disminuye sin género de duda en modo alguno la autoridad y
valor de los textos originales. Porque no se trataba de los textos
originales en aquella ocasión, sino de las versiones latinas que
en aquella época corrían de una parte a otra, entre las cuales el
mismo Concilio con justo motivo decretó que debía ser preferida
la que «había sido aprobada en la misma Iglesia con el largo uso
de tantos siglos». Así, pues, esta privilegiada autoridad o, como
dicen, autenticidad de la Vulgata no fue establecida por el Con¬
cilio principalmente por razones críticas, sino más bien por su
legítimo uso en las Iglesias durante el decurso de tantos siglos;
con el cual uso ciertamente se demuestra que la misma está en
absoluto inmune de todo error en materia de fe y costumbres;
de modo que, conforme al testimonio y confirmación de la misma
Iglesia, se puede presentar con seguridad y sin peligro de errar
en las disputas, lecciones y predicaciones; y por tanto este género
de autenticidad no se llama con nombre primario crítica, sino
más bien jurídica. Por lo cual esta autoridad de la Vulgata en
cosas doctrinales de ninguna manera prohibe —antes por el con¬
trario, hoy más bien exige —que esta misma doctrina se compruebe
y confirme por los textos primitivos, y que también sean a cada
momento invocados como auxiliares estos mismos textos, por los
cuales dondequiera y cada día más se patentice y exponga el recto
sentido de las Sagradas Letras. Y ni aun siquiera prohibe el de-
* 4 Decr. de editione et usu Sacrorinn Librorum; Gonc. Trid. cd. Soe.
dfiprrp*; I V n Q1 c
*» Ib., t. X, p. 27*1; cf. t. V, pp. 29, 59, «5; t. X, p. 446 sg.
ENCICLICA DE S. 3. PÍO XII
XLVII
creto ti el Concilio Tridentino que, para uso y provecho de los fie¬
les de Cristo y para más fácil inteligencia de la divina palabra,
se hagan versiones en las lenguas vulgares, y eso aun tomándolas
de los textos originales, como ya en muchas regiones vemos que
loablemente se ha hecho, aprobándolo la autoridad de la Iglesia.
§ 2.—De r a interpretación.
Importancia e investigación del sentido literal .
Armado egregiamente con el conocimiento de las lenguas
antiguas y con los recursos del arte crítica, emprenda el exegeta
católico aquel oficio, que es el supremo entre todos los que se
le imponen: a saber, el hallar y exponer el sentido genuino de
los Sagrados Libros. Para el desempeño de esta obra tengan ante
los ojos los intérpretes que, como la cosa principal de todas, han
de procurar el distinguir bien y determinar cuál es el sentido de
las palabras bíblicas llamado literal. Sea este sentido literal de
las palabras el que ellos averigüen con toda diligencia, por medio
del conocimiento de las lenguas, valiéndose del contexto y de
la comparación con pasajes semejantes; a todo lo cual suele tam¬
bién apelarse en favor de la interpretación de los escritos pro¬
fanos, para que aparezca en toda su luz la mente del autor. Sólo
que los exegetas de las Sagradas Letras, acordándose que aquí
se trata de la palabra divinamente inspirada, cuya custodia e
interpretación fué por el mismo Dios encomendada a la Iglesia,
no menos diligentemente tengan cuenta de las exposiciones y
declaraciones del magisterio de la Iglesia, y asimismo de la expli¬
cación dada por los Santos Padres, como también de la «analogía
de la fe», como sapientísimamente lo advirtió León XIII en las
Letras Encíclicas Providentissimus Deus 26 . Traten también con
singular empeño de no exponer únicamente —cosa que con dolor
vemos se hace en algunos comentarios —las cosas que atañen a
la historia, arqueología, filología y otras disciplinas por el estilo;
sino que, sin dejar de aportar oportunamente aquéllas, en cuanto
puedan contribuir a la exégesis, muestren principalmente cuál
es la doctrina teológica de cada uno de los libros o textos respecto
de la fe y costumbres, de suerte que esta exposición de los mismos,
no solamente ayude a los doctores teólogos para proponer y con¬
firmar los dogmas de la fe, sino que sea también útil a los sacer¬
dotes para explicar ante el pueblo la doctrina cristiana, y final¬
mente sirva a todos los fieles para llevar una vida santa y digna
de un hombre cristiano.
26 Leonis XIII, Acta XIII, pp. 345-346; Ench. Bibl. n. 94-96.
XLVIII
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
Recto uso del sentido espiritual.
Una vez que hubieren dado tal interpretación, teológica ante
todo, como hemos dicho, eficazmente obligarán a callar a los
que, aseverando que en los comentarios bíblicos apenas hallan
nada que eleve la mente a Dios, nutra el alma, promueva la vida
interior, repiten que es preciso acudir a cierta interpretación espi¬
ritual, que ellos llaman mística. Cuán poco acertado sea este su
modo de ver, lo enseña la misma experiencia de muchos, que,
considerando y meditando una y otra vez la palabra de Dios,
perfeccionaron sus almas, y se sintieron movidos de vehemente
amor a Dios; como también lo muestran a las claras la perpetua
educación de la Iglesia y las amonestaciones de los mayores Doc¬
tores. Y no es que se excluya de la Sagrada Escritura todo sen¬
tido espiritual. Porque las cosas dichas o hechas en el Viejo Tes¬
tamento, de tal manera fueron sapientísimamente ordenadas y
dispuestas por Dios, que las pasadas significaran anticipadamente
las que en el nuevo pacto de gracia habían de verificarse. Por
lo cual el intérprete, así como debe hallar y exponer el sentido
literal de las palabras, que el hagiógrafo pretendiera y expresara,
así también el espiritual, mientras conste legítimamente que fué
dado por Dios. Ya que solamente Dios pudo conocer y revelar¬
nos este sentido espiritual. Ahora bien, este sentido en los Santos
Evangelios nos lo indica y enseña el mismo divino Salvador; lo
profesan también los Apóstoles, de palabra y por escrito, imi¬
tando el ejemplo del Maestro; lo demuestra la doctrina tradi¬
cional perpetua de la Iglesia; lo declara por último el uso antiquí¬
simo de la liturgia, dondequiera que pueda rectamente aplicarse
aquel conocido enunciado: La ley de orar es la le^ de creer. Así,
pues, este sentido espiritual, intentado y ordenado por el mismo
Dios, descúbranlo y propónganlo los exegetas católicos con aque¬
lla diligencia que la dignidad de la palabra divina reclama; mas
tengan religiosa cautela en no proponer como sentido genuino
de la Sagrada Escritura otros sentidos traslaticios. Porque aun
cuando, principalmente en el desempeño del oficio de predicador,
puede ser útil para ilustrar y recomendar las cosas de la fe cierto
uso más amplio del Sagrado Texto según la significación tras¬
laticia de las palabras, siempre que se haga con moderación y
sobriedad, nunca, sin embargo, debe olvidarse que este uso de
las palabras de la Sagrada Escritura le es como externo y aña¬
dido, y que sobre todo hoy no carece de peligro, cuando los fieles,
aquellos especialmente que están instruidos en los conocimientos
tanto sagrados como profanos, buscan qué es lo que Dios en las
Sagradas Letras nos da a entender, y no más bien qué es lo que
el facundo orador o escritor, expone, empleando con cierta des¬
treza las palabras de la Biblia. Ni tampoco aquella «palabra de
Dios viva y eficaz y más penetrante que espadas de dos filos, y
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
XLIX
que llega hasta la división del alma y del espíritu, y de las co¬
yunturas y medulas, discernidora de los pensamientos y conceptos
del corazón» 27 , necesita de afeites o de acomodación humana, para
mover y sacudir los ánimos; porque las mismas Sagradas Páginas,
redactadas bajo la inspiración divina, tienen por sí mismas abun¬
dante sentido genuino; enriquecidas por divina virtud, tienen
fuerza propia; adornadas con soberana hermosura, brillan por sí
mismas y resplandecen, con tal que sean por el intérprete tan ín¬
tegra y cuidadosamente explicadas, que se saquen a luz todos
los tesoros de sabiduría y prudencia en ellas ocultos.
Cómo se debe fomentar el estudio de los Santos Padres
y de los grandes intérpretes .
En este desempeño podrá el exegeta católico egregiamente
ayudarse del industrioso estudio de aquellas obras, con las que
los Santos Padres, los Doctores de la Iglesia e ilustres intérpretes
de los pasados tiempos expusieron las Sagradas Letras. Porque
ellos, aun cuando a veces estaban menos pertrechados de eru¬
dición profana y conocimiento de lenguas que los intérpretes de
nuestra edad, sin embargo, en conformidad con el oficio que Dios
les dió en la Iglesia, culminan por cierta suave perspicacia de
las cosas celestes y admirable agudeza de entendimiento, con
las que íntimamente penetran las profundidades de la divina
palabra, y ponen en evidencia todo cuanto puede conducir a la
ilustración de la doctrina de Cristo y santidad de la vida. De doler
es, en verdad, que tan preciosos tesoros de la antigüedad cristiana
sean demasiado poco conocidos a no pocos de los escritores de
nuestros tiempos, y que tampoco los cultivadores de la historia
de la exégesis hayan todavía llevado a término todo aquello que,
para investigar con perfección y estimar en su punto cosa de
tanta importancia, parece necesario. Ojalá surjan muchos, que,
examinando con diligencia los autores y obras de la interpreta¬
ción católica de las Escrituras, y agotando, por decirlo así, las
casi inmensas riquezas que aquellos acumularon, contribuyan efi¬
cazmente a que por un lado aparezca más claro cada día cuán
hondamente penetraron ellos e ilustraron la divina doctrina de
los Sagrados Libros, y por otro también los intérpretes actuales
tomen ejemplo de ello y saquen oportunos argumentos. Pues así,
por fin, se llegará a lograr la feliz y fecunda unión de la doctrina
y espiritual suavidad de los antiguos en el decir con la mayor
erudición y arte de los modernos, para producir, sin duda, nuevos
frutos en el campo de las divinas Letras, nunca bastantemente
cultivado, nunca exhausto.
* 7 Hebr. IV, 12.
I,
ENCÍCLICA DE S. S. I ÍO XII
§ 3* —Puntos a los que especialmente deben atender
LOS INTÉRPRETES DE NUESTRO TIEMPO*
*
Condición actual de la exégesis .
Es además muy justo esperar que también nuestros tiempos
puedan contribuir en algo a la interpretación más profunda y
exacta de las Sagradas Letras. Puesto que no pocas cosas, sobre
todo entre las concernientes a la historia, o apenas o no suficien¬
temente fueron explicadas por los expositores de los pasados siglos,
toda vez que les faltaban casi todas las noticias necesarias para
ilustrarlas mejor. Cuán difíciles fuesen y casi inaccesibles algunas
cuestiones para los mismos Padres, bien se echa de ver, por omi¬
tir otras cosas, en aquellos esfuerzos, que muchos de ellos repi¬
tieron, para interpretar los primeros capítulos del Génesis; y asi¬
mismo por los repetidos tanteos de San Jerónimo para traducir
los Salmos de tal manera que se descubriese con claridad su sen¬
tido literal, o expresado en las palabras mismas. Hay, por fin,
otros libros o sagrados textos cuyas dificultades ha descubierto
precisamente la época moderna, desde que por el conocimiento
más profundo de la antigüedad han nacido nuevos problemas,
que hacen penetrar con más exactitud en el asunto. Van, pues,
fuera de la realidad algunos que, no penetrando bien las condi¬
ciones de la ciencia bíblica, dicen sin más que al exegeta cató¬
lico de nuestros días no le queda nada que añadir a lo que ya pro¬
dujo la antigüedad cristiana; cuando, por el contrario, estos nues¬
tros tiempos han planteado tantos problemas, que exigen nueva
investigación y nuevo examen, y estimulan no poco el estudio
activo del intérprete moderno.
Se ha de tener en cuenta la índole del escritor sagrado .
Porque nuestra edad, así como acumula nuevas cuestiones
y nuevas dificultades, así también, por el favor de Dios, suminis¬
tra nuevos recursos y subsidios de exégesis. Entre éstos parece
digno de peculiar mención que los teólogos católicos, siguiendo
la doctrina de los Santos Padres y principalmente del Angélico
y Común Doctor, lian explorado y propuesto la naturaleza y los
efectos de la inspiración bíblica mejor y más perfectamente que
como solía hacerse los siglos pretéritos. Porque partiendo del
principio de que el escritor sagrado al componer el libro es órgano
o instrumento del Espíritu Santo, con la circunstancia de ser
vivo y dotado de razón, rectamente observan que él, bajo el influjo
de la divina moción, de tal numera usa de sus facultades y fuerzas,
que fácilmente puedan todos colegir del libro nacido de su acción
da índole propia de cada uno y por decirlo así sus singulares carac-
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XJI
LI
teres y trazos» 28 . Así, pues, el intérprete con todo esmero, y sin
descuidar ninguna luz que hayan aportado las investigaciones
modernas, esfuércese por averiguar cuál fué la propia índole y
condición de vida del escritor sagrado, en qué edad floreció, qué
fuentes utilizó, ya escritas, ya orales, y qué formas de decir em¬
pleó. Porque a nadie se oculta que la norma principal de inter¬
pretación es aquella en virtud de la cual se averigua con preci¬
sión y se define qué es lo que el escritor pretendió decir, como
egregiamente lo advierte San Atanasio: «Aquí, como conviene
hacerlo en todos los demás pasajes de la divina Escritura, se ha
de observar, con qué ocasión habló el Apóstol; se ha de atender
con cuidado y fidelidad cuál es la persona, cuál el asunto que le
movió a escribir, no sea que uno, ignorándolo, o entendiendo
algo ajeno a ello, vaya descarriado del verdadero sentido» 29 .
Importancia del género literario, especialmente en la historia.
Por otra parte, cuál sea el sentido literal, no es muchas veces
tan claro en las palabras y escritos de los antiguos orientales
como en los escritores de nuestra edad. Porque no es con solas las
leyes de la gramática o filología, ni con solo el contexto del dis¬
curso con lo que se determina qué es lo que ellos quisieron sig¬
nificar con las palabras; es absolutamente necesario que el intér¬
prete se traslade mentalmente a aquellos remotos siglos del Oriente,
para que, ayudado convenientemente con los recursos de la his¬
toria, arquelogía, etnología y de otras disciplinas, discierna y
vea con distinción qué géneros literarios, como dicen, quisieron
emplear y de hecho emplearon los escritores de aquella edad ve¬
tusta. Porque los antiguos orientales no empleaban siempre las
mismas formas y las mismas maneras de decir que nosotros hoy,
sino más bien aquellas que estaban recibidas en el uso corriente
de los hombres de sus tiempos y países. Cuáles fuesen éstas, no
lo puede el exegeta como establecer de antemano, sino con la escru¬
pulosa indagación de la antigua literatura del Oriente. Ahora
bien, esta investigación, llevada a cabo en estos últimos dece¬
nios con mayor cuidado y diligencia que antes, ha manifestado
con más claridad qué formas de decir se usaron en aquellos anti¬
guos tiempos, ora en la descripción poética de las cosas, ora en
el establecimiento de las normas y leyes de la vida, ora, por fin,
en la narración de los hechos y .acontecimientos. Esta misma
investigación ha probado ya lúcidamente que el pueblo israelítico
se aventajó singularmente entre las demás antiguas naciones
orientales en escribir bien la historia, tanto por la antigüedad
Cf. Benedictus XV, Ene. Spiritus Paraclitus; Acta Ap. Seáis XII
(1920), p. 390; Ench. Bibl . n. 461.
29 Contra Arlanos I. 54; PG. XXVI, col. 123.
ENCÍCLICA DE S. S. PIO XII
OI
como por la fiel relación de los hechos, lo cual en verdad se con¬
cluye también por el carisma de la divina inspiración y por el
peculiar fin de la historia bíblica, que pertenece a la religión. No
por eso se debe admirar nadie que tenga recta inteligencia de la
inspiración, de que también entre los Sagrados Escritores, como
entre los otros de la antigüedad, se hallen ciertas artes de expo¬
ner y narrar; ciertos idiotismos, sobre todo propios de las lenguas
semíticas; las que se llaman aproximaciones, y ciertos modos de
hablar hiperbólicos; más aún, a veces hasta paradojas para impri¬
mir las cosas en la mente con más firmeza. Porque ninguna de
aquellas maneras de hablar, de que entre los antiguos, particu¬
larmente entre los orientales, solía servirse el humano lenguaje
para expresar sus ideas, es ajena de los Libros Sagrados, con esta
condición, empero, que el género de decir empleado en ninguna
manera repugne a la santidad y verdad de Dios, según que, con¬
forme a su sagacidad, lo advirtió ya el mismo Doctor Angélico
por estas palabras: «En la Escritura las cosas divinas se nos dan
al modo que suelen usar los hombres» 30 . Porque así como el Verbo
substancial de Dios se hizo semejante a los hombres en todas las
cosas «excepto el pecado» 31 , así también las palabras de Dios,
expresadas en lenguas humanas, se hicieron semejantes en todo
al humano lenguaje, excepto el error; lo cual en verdad lo en¬
salzó ya con sumas alabanzas San Juan Crisóstomo, como una
sincatábasis o «condescendencia» de Dios próvido, y afirmó una
y varias veces que se halla en los Sagrados Libros 32 .
Por esta razón, el exegeta católico, a fin de satisfacer a las
necesidades actuales de la ciencia bíblica, al exponer la Sagrada
Escritura y mostrarla y probarla inmune de todo error, válgase
también prudentemente de este medio, indagando qué es lo que
la forma de decir o el género literario empleado por el hagiógrafo
contribuye para la verdadera y genuina interpretación; y se per¬
suada que esta parte de su oficio no puede descuidarse sin gran
detrimento de la exégesis católica. Puesto que no raras veces
— para no tocar sino este punto—cuando algunos reprochándolo
cacarean que los Sagrados Autores se descarriaron de la fide¬
lidad histórica, o contaron las cosas con menos exactitud, se ave¬
rigua que no se trata de otra cosa sino de aquellas maneras co¬
rrientes y originales de decir y narrar propias de los antiguos,
que a cada momento se empleaban mutuamente en el comercio
humano, y que en realidad se usaban en virtud de una costumbre
lícita y común. Exige, pues, una justa equidad del ánimo, que,
cuando se encuentran estas cosas en el divino oráculo, el cual,
como destinado a hombres, se expresa con palabras humanas,
80 Comment ad Hebr. cap. I, lectio 4.
31 Hebr. IV, 15.
32 Cf. v. gr. In Gen. 1,4 (PG. Lili, col. 34-35); In Gen. II, 21 (ib.
col. 121); In Gen. 111,8 (ib., col. 135); llom. 15 in loan., ad I, 18 (PG. LIX,
col. 97 sq.).
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
Lili
no se las arguya de error, no de otra manera que cuando se em¬
plean en el uso cotidiano de la vida. Así es que, conocidas y exac¬
tamente apreciadas las maneras y artes de hablar y escribir en
los antiguos, podrán resolverse muchas dificultades, que se obje¬
tan contra la verdad y fidelidad histórica de las Divinas Letras;
ni será menos a propósito este estudio para conocer más plena¬
mente y con mayor luz la mente del Sagrado Autor.
Se han de promover los estudios de las antigüedades bíblicas .
Así, pues, nuestros cultivadores de estudios bíblicos pongan
también su atención en esto con la debida diligencia, y no omi¬
tan nada de nuevo que hubieren aportado, sea la arqueología,
sea la historia antigua, o el conocimiento de las antiguas letras,
y cuanto sea apto para mejor conocer la mente de los escritores
vetustos y su manera, forma y arte de razonar, narrar y escribir.
Y en esta cuestión aun los varones católicos del estado seglar
tengan en cuenta que no sólo contribuyen a la utilidad de la
doctrina profana, sino que son también beneméritos de la causa
cristiana, si se entregan, como es razón, con toda constancia y
empeño a la exploración e investigación de la antigüedad, y ayu¬
dan conforme a sus fuerzas a resolver las cuestiones de este género,
hasta ahora menos claras y transparentes. Porque todo conoci¬
miento humano, aun no sagrado, así como tiene su como nativa
dignidad y excelencia—por ser una cierta participación finita de
la infinita ciencia de Dios — , así recibe una nueva y más alta dig¬
nidad y como consagración, cuando se emplea para ilustrar con
más clara lumbre las mismas cosas divinas.
§ 4.—Modo de tratar las cuestiones más difíciles.
Dificultades felizmente resueltas con los estudios modernos.
Por la exploración tan adelantada, que arriba dijimos, de las
antigüedades orientales, por la investigación más esmerada del
mismo texto primitivo, y asimismo por el más amplio y diligente
conocimiento, ya de las lenguas bíblicas, ya de todas las que per¬
tenecen al Oriente, con el auxilio de Dios felizmente ha aconte¬
cido que no pocas de aquellas cuestiones, que en la época de
Nuestro Predecesor de inmortal recordación León XIII susci¬
taron contra la autenticidad, antigüedad, integridad y fidelidad
histórica de los Libros Sagrados los críticos ajenos a la Iglesia o
también hostiles a ella, hoy se hayan eliminado y resuelto. Puesto
que los exegetas católicos, valiéndose justamente de las mismas
armas de ciencia, de que nuestros adversarios no raras veces abu¬
saban, han presentado por una parte aquellas interpretaciones
LIV
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
que están en conformidad con la doctrina católica y la genuina
sentencia heredada de nuestros mayores, y por otra parecen ha¬
berse al mismo tiempo capacitado para resolver las dificultades,
que o las nuevas exploraciones y nuevos inventos trajeren o la
antigüedad hubiere dejado a nuestra época para su resolución.
De aquí ha resultado, que la confianza en la autoridad y verdad
histórica de la Biblia, debilitada en algunos un tanto por tantas
impugnaciones, hoy entre los católicos se haya restituido a su
entereza; más aún, no faltan escritores no católicos, que, em¬
prendiendo investigaciones con sobriedad y equidad, han llegado
al punto de abandonar los prejuicios de los modernos y volver,
a lo menos acá y allá, a las sentencias más antiguas. El cual cambio
de situación se debe en gran parte a aquel trabajo infatigable
con que los expositores católicos de las Sagradas Letras, sin de¬
jarse arredrar en modo alguno de las dificultades y obstáculos
de todas clases, con todas sus fuerzas se empeñaron en usar debi¬
damente de los medios que la investigación actual de los eruditos
proporcionaba para resolver las nuevas cuestiones, ora en el campo
de la arqueología, ora en el de la historia y filología.
Dificultades todavía no resueltas o insolubles .
Nadie, con todo eso, se admire que no se hayan todavía re¬
suelto y vencido todas las dificultades, sino que aun hoy haya
graves problemas que preocupan no poco los ánimos de los exe-
getas católicos. Y en este caso no hay que decaer de ánimo, ni
se debe olvidar que en las disciplinas humanas no acontece de
otra manera que en la naturaleza: a saber, que los comienzos
van creciendo poco a poco y que no pueden recogerse los frutos
sino después de muchos trabajos. Así ha sucedido, que algunas
disputas que en los tiempos anteriores se tenían sin solución y
en suspenso, por fin en nuestra edad con el progreso de los estu¬
dios se han resuelto felizmente. Por lo cual tenemos esperanza
que aun aquellas que ahora parezcan sumamente enmarañadas
y arduas, lleguen por fin con el constante esfuerzo a quedar pa¬
tentes en plena luz. Y si la deseada solución se retarda por largo
tiempo, y el éxito feliz no nos sonríe a nosotros, sino que acaso se
relega a que lo alcancen los venideros, nadie por eso se incomode,
siendo, como es, justo que también a nosotros nos toque lo que
los Padres, y especialmente San Agustín ** 3 , avisaron en su tiem¬
po: a saber, que Dios con todo intento sembró de dificultades
los vSagrados Libros, que él mismo inspiró, para que no sólo nos
excitáramos con más intensidad a revolverlos y escudriñarlos, sino
33 Cf. S. Aug., Epist . 149 ad Paulinum, n. 31 (PL. XXXIII, col. 641);
Dr dircrais qnaralionibua, q. 53, n. 2 (ib. XL, rol. 30); Enarr. in Ps. 110,
n. 12 (ib. XXXVII, col. 1907).
ENCICLICA DE 3. S. TÍO XII
LV
también, experimentando saludablemente los límites de nuestro
ingenio, nos ejercitáramos en la debida humildad. No es, pues,
nada de admirar si de una u otra cuestión no se ha de tener
jamás respuesta completamente satisfactoria, siendo así que a
veces se trata de cosas oscuras y demasiado lejanamente remo¬
tas* de nuestros tiempos y de nuestra experiencia, y pudiendo
también la exégesis, como las demás disciplinas más graves, tener
sus secretos, que, inaccesibles a nuestros entendimientos, no puedan
descubrirse con ningún esfuerzo.
Se han de buscar las soluciones positivas.
Con todo, en tal condición de cosas, el intérprete católico, mo¬
vido por un amor eficaz y esforzado de su ciencia, y sinceramente
devoto a la Santa Madre Iglesia, por nada debe cejar en su empeño
de emprender una y otra vez las cuestiones difíciles no desenma¬
rañadas todavía, no solamente para refutar lo que opongan los
adversarios, sino para esforzarse en hallar una explicación sólida,
que de una parte concuerde fielmente con la doctrina de la Iglesia,
y nominalmente con lo por ella enseñado acerca de la inmunidad
de todo error en la Sagrada Escritura, y de otra satisfaga tam¬
bién debidamente a las conclusiones ciertas de las disciplinas
profanas. Y por lo que hace a los conatos de estos estrenuos opera¬
rios de la viña del Señor, recuerden todos los demás hijos de la
Iglesia, que no sólo se han de juzgar con equidad y justicia, sino
también con suma caridad; los cuales, a la verdad, deben estar
alejados de aquel espíritu poco prudente, con el que se juzga que
todo lo nuevo, por lo mismo de serlo, debe ser impugnado, o te¬
nerse por sospechoso. Porque tengan en primer término ante los
ojos, que en las normas y leyes dadas por la Iglesia se trata de
la doctrina de fe y costumbres; y que entre las muchas cosas que
en los Sagrados Libros, legales, históricos, sapienciales y profé-
ticos se proponen son solamente pocas aquellas cuyo sentido haya
sido declarado por la autoridad de la Iglesia, ni son muchas aque¬
llas de las que haya unánime consentimiento de los Padres. Que¬
dan, pues, muchas, y ellas muy graves, en cuyo examen y expo¬
sición se puede y debe libremente ejercitar la agudeza y el inge¬
nio de los intérpretes católicos, a fin de que cada uno, conforme
a sus fuerzas, contribuya a la utilidad de todos, al adelanto cada
día mayor de la doctrina sagrada y a la defensa y honor de la
Iglesia. Esta verdadera libertad de los hijos de Dios, que retenga
fielmente la doctrina de la Iglesia, y como don de Dios reciba con
gratitud y emplee todo cuanto aportare la ciencia profana, levan¬
tada y sustentada, eso sí, por el empeño de todos, es condición
y fuente de todo fruto sincero y de todo sólido adelanto en la cien¬
cia católica, como preclaramente lo amonesta nuestro Antecesor,
de feliz recordación, León XIII, cuando dice: «Si no es con el con-
LVI
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
sentimiento de los ánimos y colocados en firme los principios, no
será posible esperar de los esfuerzos aislados de muchos grandes
frutos en esta ciencia» 8 *.
§ — Eso de la Sagrada Escritura en la instrucción de
LOS FIELES.
Varias maneras de emplear la Sagrada Escritura en el ministerio
sagrado.
Quien considerare aquellos enormes trabajos, que la exégesis
católica se ha echado sobre sí por casi dos mil años, para que la
palabra de Dios concedida a los hombres por las Sagradas Letras
se entienda cada día con más profundidad y perfección y sea más
ardientemente amada, fácilmente se persuadirá que a los fieles
de Cristo, y sobre todo a los sacerdotes, incumbe la grave obli¬
gación de servirse abundante y santamente de este tesoro, acu¬
mulado durante tantos siglos por los más excelsos ingenios. Porque
los Sagrados Libros no se los dió Dios a los hombres para satisfa¬
cer su curiosidad o para suministrarles materia de estudio e inves¬
tigación, sino, como lo advierte el Apóstol, para que estos divinos
oráculos nos pudieran «instruir para la salud por la fe que es en
Cristo Jesús» y «a fin de que el hombre de Dios fuese perfecto
y estuviese apercibido para toda obra buena». 35 Los sacerdotes,
pues, a quienes está encomendado el cuidado de la eterna sal¬
vación de los fieles, después de haber indagado ellos con diligente
estudio las Sagradas Páginas, y habérselas hecho suyas con la
oración y meditación, expongan cuidadosamente estas soberanas
riquezas de la divina palabra en sermones, homilías y exhorta¬
ciones; confirmen asimismo la doctrina cristiana con sentencias
tomadas de los Sagrados Libros, ilústrenla con preclaros ejem¬
plos de la historia sagrada, y nominalmente del Evangelio de
Cristo nuestro Señor, y todo esto —evitando con cuidado y dili¬
gencia aquellas acomodaciones propias del capricho individual y
sacadas de cosas muy ajenas al caso, lo cual no es uso, sino abuso
de la divina palabra—expónganlo con tanta elocuencia, con tanta
distinción y claridad, que los fieles no sólo se muevan y se infla¬
men a poner en buen orden su vida, sino que conciban también
en sus ánimos suma veneración a la Sagrada Escritura. Por lo demás,
esta veneración procúrenla aumentar más y más cada día los
sagrados Prelados en los fieles encomedados a ellos, dando auge
a todas aquellas empresas, con las que varones llenos de espíritu
apostólico se esfuerzan loablemente en excitar y fomentar entre
34 Litt. Apost. Vigilantiae; Leonis XIII, Acia XXII, p. 237; Ench.
Bibl . n. 136.
36 Cf. II Tim. III, 15, 17.
encíclica de s. s. PÍO XII
LVII
los católicos el conocimiento y amor de los Sagrados Libros. Favo¬
rezcan, pues, y presten su auxilio a todas aquellas pías asocia¬
ciones que tengan por fin editar y difundir entre los fieles ejem¬
plares impresos de las Sagradas Escrituras, principalmente de los
Evangelios, y procurar con todo empeño que en las familias cris¬
tianas se tenga ordenada y santamente cotidiana lectura de ellas;
recomienden eficazmente la Sagrada Escritura, traducida en la
actualidad a las lenguas vulgares con aprobación de la autoridad
de la Iglesia, ya de palabra, ya con el uso práctico, cuando lo per¬
miten las leyes de la liturgia, y o tengan ellos o procuren que las
tengan otros sagrados oradores de gran pericia, disertaciones o
lecciones de asuntos bíblicos. Y por lo que atañe a las revistas,
que periódicamente se editan en varias partes del mundo con
tanta loa y tanto fruto, ya para tratar y exponer cuestiones según
la norma científica, ya para acomodar los frutos de estas inves¬
tigaciones o al ministerio sagrado o a la utilidad de los fieles,
todos los sagrados ministros les presten su ayuda según sus fuer¬
zas, y divúlguenlos oportunamente entre los varios grupos y clases
de su grey. Y los mismos sacerdotes en general estén persuadidos
de que todas estas cosas y todas las demás por el estilo que el
celo apostólico y el sincero amor de la divina palabra inventare,
a propósito para este designio, han de serles un eficaz auxiliar
en el cuidado de las almas.
Formación bíblica en los Seminarios .
Pero a nadie se le esconde que todo esto no pueden los sacer¬
dotes llevarlo a cabo en regla, si primero ellos mismos, mientras
permanecieron en los Seminarios, no bebieron este activo y perenne
amor de la Sagrada Escritura. Por lo cual los sagrados Prelados,
sobre quienes carga el paternal cuidado de sus Seminarios, vigilen
con diligencia para que también en este punto nada se omita,
que pueda ayudar a la consecución de este fin. Y los maestros
de Sagrada Escritura de tal manera lleven a cabo en los Semi¬
narios la enseñanza bíblica, que armen a los jóvenes que han de
formarse para el sacerdocio y para el ministerio de la divina pala¬
bra con aquel conocimiento de las divinas Letras y los imbuyan
en aquel amor hacia ellas, sin los cuales no se pueden obtener
abundantes frutos de apostolado. Por lo cual la exposición exe-
gética atienda principalmente a la parte teológica, evitando las
disputas inútiles y omitiendo aquellas cosas que nutren más la
curiosidad que la verdadera doctrina y piedad sólida; propongan
el sentido llamado literal y sobre todo el teológico con tanta soli¬
dez, explíquenlo con tal competencia e incúlquenlo con tal ardor,
que en cierto modo sus alumnos experimenten lo que los discí¬
pulos de Jesucristo que iban a Emaús, los cuales, después de oídas
las palabras del Maestro, exclamaron: «¿No es cierto que nuestro
LVIII
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
corazón se abrasaba dentro de nosotros, mientras nos descubría
las Escrituras¿» 36 . De este modo las divinas Letras sean para
los futuros sacerdotes de la Iglesia por un lado fuente pura y pe¬
renne de la vida espiritual de cada uno, y por otro alimento y
fuerza del sagrado cargo de predicar que han de tomar a su cuenta.
Y a la verdad, si esto llegaren a conseguir los profesores de esta
gravísima asignatura en los Seminarios, persuádanse con alegría
que han contribuido en sumo grado a la salud de las almas, al
adelanto de la causa católica, al honor y gloria de Dios, y que
han llevado a término una obra la más íntimamente unida con
el ministerio apostólico.
Oportunidad de la palabra de Dios en este tiempo de guerra:
consuelo para los atribulados , camino de justicia para todos.
Estas cosas que hemos dicho, Venerables Hermanos y amados
hijos, si bien en todas las épocas son necesarias, urgen sin duda
mucho más en nuestros luctuosos tiempos, mientras los pueblos
y las naciones casi todas se sumergen en un piélago de calami¬
dades, mientras la gigantesca guerra acumula ruinas sobre ruinas
y muertes sobre muertes, y mientras, excitados mutuamente los
odios acerbísimos de los pueblos, vemos con sumo dolor que en
no pocos se extingue no sólo el sentido de la cristiana benignidad
y caridad, sino aun el de la misma humanidad. Ahora bien: a
estas mortíferas heridas del comercio humano ¿quién otro puede
poner remedio, sino aquél, a quien el Príncipe de los Apóstoles,
lleno de amor y de confianza, invoca con estas frases: «Señor,
¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna»¿ 3 \ Es, pues,
necesario reducir a todos y con todas las fuerzas a este misericor¬
diosísimo Redentor nuestro; porque Él es el divino consolador
de todos los afligidos; Él es quien a todos —sea que presidan con
pública autoridad, sea que estén sujetos con el deber de obedien¬
cia y sumisión —enseña la probidad digna de este nombre, la
justicia integral y la caridad generosa; Él es, finalmente, y sólo
Él, quien puede ser firme fundamento y sostén de la paz y de
la tranquilidad. «Porque nadie puede poner otro fundamento,
fuera del puesto, que es Cristo Jesús» 38 . Y a este Cristo, autor de
la salud, tanto más plenamente le conocerán los hombres, tanto
más intensamente le amarán, tanto más fielmente le imitarán,
cuanto con más afición se sientan movidos al conocimiento y
meditación de las Sagradas Letras, especialmente del Nuevo Tes¬
tamento. Porque, como dijo el Estridonés: «El ignorar las Escri¬
turas es ignorar a Cristo» 39 , y «si algo hay que en esta vida inte-
88 Luc. XXIV, 32.
37 Ioan. VI, 69.
38 1 Cor. III, 11.
39 S. Hieronymus, Jn Iaaiam , prologue; PL. XXIV, col. 1?.
Encíclica de s. s. pío xii
LIX
rese al hombre sabio, y le persuada a permanecer con igualdad
de ánimo entre los aprietos y torbellinos del mundo, creo que
más que nada es la meditación y ciencia de las Escrituras» 40 .
Porque de aquí sacarán los que se ven fatigados y oprimidos con
adversidades y ruinas verdadero consuelo y divina virtud para
padecer, para aguantar; aquí, en los Santos Evangelios, se pre¬
senta a todos Cristo, sumo y perfecto ejemplar de justicia, cari¬
dad y misericordia; y al género humano desgarrado y trepidante
le están abiertas las fuentes de aquella divina gracia, postergada
la cual y dejada a un lado, no podrán los pueblos ni los directores
de los pueblos iniciar, ni establecer ninguna tranquilidad de situa¬
ción ni concordia de los ánimos; allí finalmente aprenderán todos
a Cristo, «que es cabeza de todo principado y potestad» 4X y «que
fué hecho para nosotros por Dios sabiduría y justicia y santifi¬
cación y redención» 4a .
CONCLUSION
Exhortación a los cultivadores de los estudios bíblicos.
Expuestas, pues, y recomendadas aquellas cosas que tocan a
la adaptación de los estudios de las Sagradas Escrituras a las
necesidades de hoy, resta ya, Venerables Hermanos y amados
hijos, que a todos y cada uno de aquellos cultivadores de la Biblia,
que son devotos hijos de la Iglesia y obedecen fielmente a su
doctrina y normas, no sólo les felicitemos con ánimo paternal
por haber sido elegidos y llamados a cargo tan excelso, sino que
también les demos nuevo aliento, para que continúen en cumplir
con fuerzas cada día renovadas, con todo empeño, y con todo
cuidado la obra felizmente comenzada. Excelso cargo, decimos:
¿qué hay, en efecto, más sublime que escudriñar, explicar, pro¬
poner a los fieles, defender contra los infieles la misma palabra
de Dios, dada a los hombres por inspiración del Espíritu Santo?
Se apacienta y nutre con este alimento espiritual el mismo espí¬
ritu del intérprete «para recuerdo de la fe, para consuelo de la
esperanza, para exhortación de la caridad» 43 . «Vivir entre estas
ocupaciones, meditar estas cosas, no conocer, no buscar nada
más, ¿no os parece que es un goce anticipado en la tierra del reino
celeste?» 44 . Apaciéntense también con este mismo manjar las
40 Id., In EpheaioSy prologus; PL . XXVI, col. 439.
41 Col. II, 10.
48 I Cor. 1, 30.
43 Cf. S. Acó. Contra Faustum XIII 18; PL. XLII, col. 294; CSEL.
XXV, p. 400.
44 S. Hieron., Ep. 53, 10; PL. XXII, col. 549; CSEL. LIV, p. 463 .
LX
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
almas de los fieles, para sacar de él conocimiento y amor de Dios
y el propio aprovechamiento y felicidad de sus almas. Entréguense,
pues, de todo corazón a este negocio los expositores de la divina
palabra. «Oren, para entender» 45 ; trabajen para penetrar cada
día con más profundidad en los secretos de las Sagradas Páginas;
enseñen y prediquen, para abrir también a otros los tesoros de
la palabra de Dios. Lo que en los siglos pretéritos llevaron a cabo
con gran fruto aquellos preclaros intérpretes de la Sagrada Es¬
critura, emúlenlo también según sus fuerzas los intérpretes del
día, de tal manera, que, como en los pasados tiempos, asi también
al presente tenga la Iglesia eximios Doctores en exponer las Di¬
vinas Letras; y los fieles de Cristo, gracias al trabajo y esfuerzo
de ellos, perciban toda la luz, fuerza persuasiva y alegría de las
Sagradas Escrituras. Y en este empleo, arduo en verdad y grave,
tengan también ellos «por consuelo los Santos Libros» 46 y acuér¬
dense de la retribución que les espera: toda vez que aquellos «que
hubieren sido sabios brillarán como la luz del firmamento; y los
que enseñan a muchos la justicia, como estrellas por toda la eter¬
nidad» 47 .
Entretanto, mientras a todos los hijos de la Iglesia, y nomi¬
nalmente a los profesores de la ciencia biblica, al clero adolescente
y a los sagrados oradores ardientemente les deseamos que, me¬
ditando continuamente los oráculos de Dios, gusten cuán bueno
y suave es el espíritu del Señor 48 ; a vosotros todos y a cada uno
en particular, Venerables Hermanos y amados hijos, como prenda
de los dones celestes y testimonio de Nuestra paterna benevo¬
lencia, os impartimos de todo corazón en el Señor la Bendición
Apostólica.
Dado en Roma, en San Pedro, el día XXX del mes de sep¬
tiembre, en la festividad de San Jerónimo, Doctor Máximo en
exponer las Sagradas Escrituras, el año MDCCCCXXXXIII, quinto
de Nuestro Pontificado.
PIO PP. XII
45 S. Aug., De doctr . chriat. III, 56; PL. XXXIV, col. 89.
48 I Mach. XII, 9.
47 Dan. XII, 3.
48 Cf. Sap. XII, 1.
PROLOGO
D E
LOS
TRADUCTORE S
N O es nada fácil el oficio de traductor , si el que traduce no ha de hacer
verdadero el proverbio italiano: *Traduttore y traditore*.
La dificultad es mucho mayor cuando lo que se ha de traducir es la
Sagrada Escritura , cuyos textos originales fueron escritos en hebreo o en griego
bíblico f y la traducción ha de hacerse a una lengua de tan distinta índole como
respecto de aquéllas es la castellana.
Si la primera cualidad de una versión ha de ser la fidelidad, mucho más
necesaria será ésta al traducir la Sagrada Escritura y por ser obra divinamente
inspirada f palabra de Dios y pues de no .dar la versión fielmente el sentido de
de los originaleSy ofrecería el traductor , como palabra de Dios f lo que realmente
sería palabra humana. Por eso, al hacer esta versión y nos hemos propuesto
que sea en primer término enteramente fiel. Aun siendo firmísimo el propósitOy
son a veces insuperables las dificultades que a su realización se oponen f por
no haber siempre exacta correspondencia entre las palabras de las lenguas
originales y las de nuestra lengua. No creemos , sin e?nbargo t que la fidelidad
obligue al traductor a seguir servilmente la letra del originaly reproduciéndola
exactamente con palabras castellanas. Esto f más que una traducción , sería una
tra8cripción f y en la mayor parte de los casos t un verdadero galimatías inin¬
teligible y enteramente insoportable. De traducciones así podríamos aducir
numerosos ejemplos; pero atendiendo a la brevedady nos limitamos a consignar
el hecho.
También a las palabras del texto ha de atender el traductor; pero más
que a ellas ha de atender , y principalmente , al sentido de las construcciones ,
para darlo con escrupulosa fidelidad en la lengua a que traduce. Esto es impo¬
sible de conseguir y si no ha de tener el traductor cierta libertad; pero es al mismo
tiempo causa de que el traductor navegue siempre entre dos escollos a cual más
peligroso: El excesivo servilismo a la letra y la excesiva libertad en la inter¬
pretación. En evitar el uno y el otro hemos puesto gran empeño; mas segura¬
mente habremos dado no pocas veces en alguno de los dos.
Las lenguas originales empleadas en la Biblia tienen } como todas las
lenguaSy sus modismoSy hebraísmos principalmente , y los tiene también la
lengua castellana. Los de aquéllas se corresponden a veces exactamente con los
de ésta y o han pasado a ella por el influjo que sobre nuestra lengua ha ejercido
la literatura bíblica. Cuando así es, no hay dificultad en la traducción. Pero
son muchos los casos en que el hebraísmo es intraducible } o solamente con muchos
rodeos podría traducirse de manera que lo entendiese el lector castellano. En
estos ca 808 t o hemos dado en la versión el sentido del mismOy o Lo hemos aclarado
en breve nota exegética. x
En la trascripción de nombres propios f personales o geográficos y hemos
seguido el camino que siguió nuestra lengua al apropiárselos , acomodándolos
L-X.il
PRÓLOGO DE LOS TRADUCTORES
a su índole. Así, hemos trascrito siempre por nuestra j el Iod inicial, excepto
en el.nombre Yave, por parecemos intolerable a oídos castellanos la palabra
que de hacerlo resultaría. No trascribimos las semivocales, creyéndolas sufi¬
cientemente representadas por nuestras vocales. Hemos, sin embargo, excep¬
tuado el He, sobre todo en principio de palabra, por tener en nuestra ortografía
su correspondiente , la h. Hemos prescindido de la diversa pronunciación , dura
o suave, de ciertas consonantes hebreas, excepto en los casos en que esa pro¬
nunciación tiene correspondencia en los sonidos consonantes de nuestra lengua.
Todas las sibilantes, en que tan rica es la lengua hebrea, las trascribimos por
nuestra s, fuera del Zain, que corresponde a nuestra Z o a nuestra c suave.
Hemos prescindido de la duplicación o alargamiento de las consonantes f
tan frecuente en hebreo, fuera de los casos en que, por darse dos nombres distin¬
tos, uno con la duplicación y otro sin ella, el suprimirla podía ser causa de
confusión.
Tampoco trascribimos el Ayin más que por su vocal, ya que esta conso¬
nante, ni tiene correspondiente gráfico en nuestro alfabeto, ni es para nosotros
pronunciable.
La trascripción de los nombres propios griegos no ofrece ya tanta dificultad,
por la mayor afinidad de ambas lenguas. Al trascribirlos, hemos seguido
también el proceso que al apropiárselos siguió nuestra lengua, acomodándonos
a las normas corrientes en la derivación de tantas palabras griegas como han
entrado a formar parte de nuestro léxico.
Además de la fidelidad, ha de tener toda buena traducción la claridad,
pues de nada serviría todo si la traducción fuera ininteligible. Hemos puesto
nuestro e?npeño todo en procurarla, hasta el punto de sacrificar a veces en aras
de ella otras deseables cualidades. Hay, sin embargo, casos en que la claridad
es imposible, si la versión ha de ser fiel, por ser oscuro el texto mismo; y en
estos casos hemos preferido dar el texto con su propia oscuridad, antes que
exponernos a falsearlo con nuestra interpretación. En casos tales hemos pro¬
curado aclararlo en breve nota exegética. Afortunadamente esos casos no son
muchos.
No está todo conseguido si se logra una versión fiel y clara. Es preciso que
la versión esté verdaderamente en lengua castellana, en frase castellana, con
períodos castellanos, conforme a la sintaxis de nuestra lengua. Mas al procurar
esto se corre el peligro de quitar a la obra su color semítico o griego. Es. pues,
necesario armonizar lo uno con lo otro, dar a la versión color castellano sin que
pierda su color hebreo o griego, y esto sí que es arduo y difícil. Por conseguirlo
hemos hecho cuanto nos ha sido posible; mas no se nos oculta que muchas veces
no lo hemos alcanzado.
Hemos, pues, pretendido, al hacer esta versión directa de los textos origi¬
nales de la Sagrada Escritura, dar al lector una versión castellana lo más
fiel, clara y limpia que nosotros hemos podido y sabido hacer. Lo difícil del
empeño en sí, y la buena voluntad que en lograrlo hetnos puesto, muevan al
lector, no a disimular, mas sí a perdonar los yerros que hayamos cometido.
Sabido es que, tanto el texto hebreo masorctico, cuanto la versión alejandrina,
y aun el mismo texto griego del Nuevo Testamento, no han llegado hasta nos¬
otros enteramente puros, y que a veces sus lecciones no son las originales de
los hagiógrafos. Por eso, a la interpretación ha de preceder la critica de los
textos. Al hacerla, hemos procurado seguir siempre con la mayor escrupulosidad
las normas de la más sana crítica, rechazando sólo las lecciones evidentemente
erróneas, por no dar sentido o dar un sentido contradictorio del contexto. Si a
veces, para la reconstrucción del texto, hemos tenido que recurrir a la conjetura,
hemos procurado reducirla a lo menos posible. Dar razón de esta crítica textual,
más que de una versión, es propio del comentario, y por eso tan sólo algunas
PRÓLOGO DE LOS TRADUCTORES
L>*I1I
veces damos razón de ella en breve nota crítica. Cuando en el texto masorético
hemos creído ver omisiones, las hemos suplido. Cuando en él hemos creído ver
traslocaciones, el orden del texto y el que a nuestro parecer tuvo antes, van
suficientemente indicados por la numeración de los versos.
La versión va precedida de una breve introducción general a todos los libros
de la Sagrada Escritura. Hemos procurado que, dentro de la brevedad, sea
lo más completa posible, dando al lector lo más necesario para entrar prepa¬
rado en la lectura de los libros.
Las introducciones especiales son generalmente introducciones a grupos
de libros; mas hemos creído conveniente hacer preceder también cada libro
de una introducción especial. En todas ellas hemos procurado ser breves, pero
completos en cuanto a lo más necesario.
Por lo que hace al orden de los libros, hemos seguido el tradicional, aunque
introduciendo en él una ligera modificación. En cada grupo de libros van éstos
en el orden acostumbrado; mas nos ha parecido conveniente invertir en algo
el de los grupos, poniendo los profcticos a continuación de los históricos y dejando
los sapienciales para el fin, ya que los proféticos son principalmente la expli¬
cación o inculcación de la Ley , que principalmente contienen los históricos,
y los sapienciales son como la corona, la flor diríamos 7nás bien, de la Ley
y de la profecía. Cuanto al Nuevo Testamento, en la sucesión de los grupos de
las epístolas paulinas hemos seguido el orden cronológico.
CONSEJOS DE SAN AGUSTIN A LOS LECTORES
DE LA SAGRADA ESCRITURA
«Cuantos temen a Dios y por la piedad son mansos, buscan en todos
estos libros la voluntad de Dios.
Como ya hemos dicho, lo primero en este empeño y trabajo ha de ser
conocer estos libros, leyéndolos, aunque no todavía para entenderlos;
más bien, o para aprenderlos de memoria, o por lo menos para que no le
sean enteramente desconocidos.
Después se ha de investigar ya más solícita y cuidadosamente lo que
en ellos claramente se dice, ya sean reglas de vida, ya reglas de fe; y en esto,
tanto más podrá hallar cada uno, cuanto mayor capacidad de entender
tenga, pues en esto que claramente se dice en las Escrituras está cuanto
pertenece a la fe y a las costumbres de vida; es decir, a la esperanza y a la
caridad, de que tratamos en el libro anterior.
Luego, una vez ya adquirida cierta familiaridad con el lenguaje mismo
de las Divinas Escrituras, proeédase a explicar y discutir lo que de oscuro
hay en ellas, tomando ejemplos de locuciones claras, para ilustrar por
ellas las locuciones más oscuras, y por las sentencias ciertas resolver las
dudas de las dudosas. En esto servirá de mucho la memoria; pero si ésta
falta, no se la darán a nadie estas reglas.»
De Doctrina Christiana } I. II, c. 9.
v
INTRODUCCIONES
INTRODUCCION GENERAL A LOS LIBROS
DE LA SAGRADA ESCRITURA
I
LA REVELACION PROFETICA
1. Las Sagradas Escrituras, inestimable
don de Dios.
Las sagradas Escrituras son un inestimable don de Dios, que el hombre
no podrá nunca suficientemente agradecerle. Elevado al orden sobrenatural,
a la participación de la misma naturaleza divina, y caído de él por el pecado
de nuestros primeros padres, plugo a Dios en su infinita misericordia.redi¬
mirle, elevándole de nuevo a una altura sobrenatural, mayor todavía
que aquella de que cayó. Estos sus amorosos designios sobre él, ha ido Dios
descubriéndoselos al hombre gradualmente, revelándoselos , dándole así
a conocer los inefables misterios de la vida divina, de su amorosa providen¬
cia, especialmente en cuanto a la redención, en los cuales participaría el
hombre, por su incorporación como miembro al cuerpo místico de la Iglesia,
cuya cabeza es el Unigénito del Padre, hecho carne, que con su sangre pre¬
ciosa había de redimir a la caída humanidad de la servidumbre del pecado.
“* Principal contenido de las Sagradas;
Escrituras. La revelación.
Esta revelación, hecha de una manera gradual y progresiva, es el prin¬
cipal contenido de las Sagradas Escrituras, pues aunque en ellas se con¬
tengan otras muchas cosas, accesibles a la humana inteligencia, que reveló
Dios al hombre para que con mayor facilidad y certeza pudiera conocerlas
sin* mezcla de error, todas ellas se subordinan al fin principal de las Sagra¬
das Escrituras: Dar a conocer al hombre los inescrutables amorosos desig¬
nios de Dios sobre él.
3. IYo son las Sagradas Escrituras la
fuente única de la revelación.
No son solamente las Divinas Escrituras las que contienen este sagrado
depósito. Se contiene, además, en la tradición viviente de la Iglesia de
Cristo, que es la fiel depositaría del divino tesoro y el intérprete autorizado
de los sagrados libros.
LX.X
INTRODUCCIÓN GENERAL
Sólo la Iglesia puede indicarnos con infalible certeza cuáles son los
libros que, escritos bajo la Inspiración del Espíritu Santo, contienen el
sagrado depósito. Cualquier otro criterio será del todo insuficiente y sólo
podrá servir para confirmar la verdad de la doctrina de la Iglesia, pues
siendo la inspiración un hecho sobrenatural, sólo una autoridad de orden
sobrenatural'e infalible podrá suficientemente certificarnos de él.
4. Las Sagradas Escrituras son obra de
Dios y del hombre.
Todos y sólo los libros canónicos, es decir, los que ha incluido la Iglesia
en su canon de las Sagradas Escrituras, han sido escritos bajo la inspira¬
ción del Espíritu Santo, y son, por tanto, obra divina. Tienen a Dios por
autor principal, aunque sean también al mismo tiempo obra humana,
cada uno del autor que, inspirado, lo escribió. Este doble carácter de los
libros santos, totalmente obra de Dios, totalmente obra del hombre, es
fundamental y capitalísimo para el conocimiento e interpretación de las
Divinas Escrituras, y, de no tenerlo en cuenta, tropezará el lector de estos
libros con innumerables e insolubles dificultades.
El autor humano es órgano, instrumento del Espíritu Santo, pero instru¬
mento vivo y racional, que bajo la acción de Dios desarrolla su actividad y
usa de sus facultades de tal manera que en el libro por él escrito queda como
grabada su personalidad, que fácilmente podrá de él deducir el lector. Es,
pues, necesario, al interpretar, penetrar en ello cuanto sea posible, sin pres¬
cindir de nada que pueda contribuir a darnos a eonocer al autor en todos
sus rasgos personales característicos y en el desarrollo de su actividad, su
índole, su carácter, su formación espiritual, sus condiciones de vida, el
tiempo en que vivió, las fuentes que utilizó, ya orales, ya escritas; las formas
de decir o géneros literarios que empleó. En cuanto posible sea, nos hemos
de hacer otro él. (Véase la Encíclica Divino afjlante Spiritu.)
5.— La profreía.
Sacra doctrina llama muy bien Santo Tomás a la Sagrada Escritura, y
por consiguiente, a la Teología, que de ella toma sus principios, ordenándo¬
los sistemáticamente y desarrollándolos, y considerando cuanto trata
bajo la razón formal de la divinidad, sub ratione Deitati8 f pues es Dios
mismo, o algo a El ordenado como a principio o como a fin; y siempre visto a
la luz de la divina revelación y en cuanto por ella cognoscible. Esta luz
es el lumen propheticutn y pues no ha querido Dios revelarse inmediatamente
a todos y cada uno de los hombres, sino a algunos solamente que, como
intermediarios entre Dios y el resto de los humanos, recibiesen de él las
divinas enseñanzas, y en su nombre y con su divina autoridad las transmi¬
tiesen a los demás.
(i. Los profetas.
Por esto han sido llamados profetas o intérpretes de Dios, y en su nombre
y con su divina autoridad transmiten las verdades sobrenaturales que
sobrenaturalmcnte les dió Dios a conocer. Por haber sido hecha de este
INTRODUCCIÓN GENERAL
LXX1
modo, se llama también la divina revelación doctrina profética, principal¬
mente la del Antiguo Testamento, pues la del Nuevo nos ha sido Hecha
directa e inmediatamente por el mismo Verbo de Dios encarnado, aunque a
los que no pudimos oírla de sus divinos labios, nos haya sido trasmitida
por sus apóstoles y discípulos en los libros que divinamente inspirados es¬
cribieron algunos de ellos y en las divinas tradiciones que, de ellos recibidas,
conserva fielmente la Iglesia, fundada sobre ellos como cimiento por Cristo
Nuestro Señor.
7.- Objeto de la profecía.
El objeto de estas divinas comunicaciones se extiende, según Santo
Tomás, a todas aquellas cosas que pueden ser conocidas por vía sobrenatural:
Los misterios de la vida divina, de su providencia, especialmente de la
redención; las leyes de las buenas costumbres, por las que el hombre se
encamina a Dios; sucesos futuros, etc. Es, pues, el objeto de la profecía
el mismo que el de la fe, que define San Pablo: Sperandarum substantia
rerum , la firme certidumbre de las cosas que esperamos, indicando asi que
la fe nos muestra aquí, tras el velo del misterio, lo que con su visión nos
hará bienaventurados. Las otras cosas que no sean la verdad divina, en
tanto pertenecen a la fe, en cuanto tienen relación con Dios y nos declaran
algo de su naturaleza. Los mismos misterios de la humanidad de Jesucristo
y de su Iglesia sólo caen dentro del objeto de la fe en cuanto que por ellos
nos encaminamos a Dios: ln quantum per haec ordinamur ad Deum .
B. — Los grados de la profecía.
Dentro del amplísimo objeto de la ciencia que comunica Dios a sus
profetas, cabe distinguir varios grados en la ilustración de la mente del
profeta y el conocimiento por él así adquirido. Es el primero aquella ilus¬
tración divina, en virtud de la cual conoce el profeta las verdades sobre¬
naturales, los misterios divinos que se ofrecen a su mente, en forma clara,
inteligible y sin los velos de imágenes sensibles, y juzga de ellos. El segundo
i es la ilustración en que las cosas divinas se presentan a la mente del profeta
revestidas de imágenes sensibles. El tercero, finalmente, es la ilustración
por la cual el profeta juzga, con una verdad y certeza que excede las
fuerzas del humano entendimiento natural de cosas cuyo conocimiento ad¬
quiere por medios naturales. Es propio este último grado de profecía
de aquellos escritores sagrados que tratan de cosas cuyo conocimiento
es asequible a la razón, verbi gratia , de materias históricas. En esta
misma categoría pueden incluirse los que tratan de cosas aun sobrenatura¬
les, cuyo conocimiento han adquirido por la vía ordinaria del estudio o de
la fe, por ser enseñanzas de profetas anteriores.
B. — El conocimiento proíctico de Jos
liagiógrafos.
Este último grado de profecía es el más común a los autores sagrados,
aunque en mqqhos de los libros santos se contengan partes, de mayor o
menor extensión, en que se exponen revelaciones por ellos Tecibidas en el
LKKir
INTRODUCCIÓN GENERAL
modo correspondiente al primero o al segundo grado de la profecía. Con
viene, pues, determinar con alguna mayor precisión qué significa ese cono¬
cimiento profético y qué es lo que añade al adquirido por vía natural y or¬
dinaria. Santo Tomás dice que esa luz profética se les concedía para conocer
las cosas y juzgar de ellas secundum veritatem divinam , secundum certitudinem
veritatis divinae; con divina verdad, con la certeza de la divina verdad. La
Fe, como la Teología, contempla todas las cosas .bajo una razón formal
divina y sobrenatural. De un modo semejante, los hagiógrafos conocen las
cosas y juzgan de ellas a la luz de los altos principios divinos, y conocen
y juzgan con aquella claridad, verdad y certeza que dimana de la que de
esos principios divinos tienen. Esos principios son como su filosofía de la
historia, basada, no en la especulación, sino en el conocimiento sobrena¬
tural de los atributos divinos: Del poder, de la justicia, de la misericordia,
de la bondad, de la veracidad de Dios, que todas las cosas las ordena a la
manifestación de su Verbo y a la salud de los predestinados. Tal es, por ejem¬
plo, la filosofía divina en que se inspira Moisés al narrar el origen de las
cosas, la historia de la humanidad primitiva, la de los patriarcas, la de
Israel. Tal la de Josué, al describirnos el cumplimiento de las divinas pro¬
mesas en la distribución de la tierra prometida, etc. Esa misma es la que,
camino de Emaús, exponía el Salvador a sus dos discípulos, mostrándoles
por los profetas, a partir de Moisés, cómo era preciso que Cristo muriese
y por la muerte entrase en su gloria. La misma era la que exponía el santo
Protomártir en su discurso ante el Sanedrín, que tantas dificultades en¬
cierra para los exegetas demasiado esclavos de la letra. El Espíritu Santo,
que es quien inspira a los santos, es siempre el mismo, y siempre les mues¬
tra las cosas a la luz de Dios y les hace en todas buscar a Dios.
Este aspecto del conocimiento de las cosas contenidas en la Sagrada Es¬
critura es común a los Profetas y Hagiógrafos o Escritores Sagrados por ilu¬
minación divina, y a los simples fieles por fe y teología, pues constituye el
objeto formal quod , o ratio formalis quae attingitur en todo conocimiento sobre¬
natural, que versa acerca de Dios y sus m'sterios o acerca de las criaturas en
orden a Dios.
Mas en el conocimiento profético y hagiográfico hay otro aspecto, que les
es propio y singular y constituye como su objeto formal quo, y es la luz divi¬
na (lumen propheticum) con el que juzgan con infalible certeza divina de la
verdad de las cosas que enseñan de palabra o por escrito, aunque se trate de
aquellas verdades cuyo conocimiento hayan adquirido por modo ordinario de
la razón o del magisterio de tradición o del estudio de anteriores libros
sagrados.
Esta luz sobrenatural, junto con la moción divina para escribir, constitu¬
ye la inspiración de los libros sagrados, en virtud de la cual éstos son, al
mismo tiempo, obra de Dios—autor principal—y de los Hagiógrafos—instru¬
mentos racionales—: toda de Dios, y toda de los autores sagrados,
10. — El procireso de la revelación
profética.
Esta revelación profética de las verdades divinas se ajusta a una ley
que importa mucho conocer. Es la ley del progreso, que expone admira¬
blemente Santo Tomás, extendiéndola a todas las verdades, tanto a las
especulativas cuanto a las prácticas. La doctrina de la fe va desarrollándose
a la manera como se desarrollan las verdades de una ciencia, procediendo de
los principios a las conclusiones. La razón de este progreso no está en Dios,
INTRODUCCIÓN GENERAL
LXXlll
que desde el primer momento podía revelarlo todo, sino en el hombre,
que no era materia dispuesta para recibir de una vez todo cuanto Dios que¬
ría comunicarle. -Aun los mismos profetas, órganos del magisterio divino,
aunque más ilustrados que el pueblo a quien se dirigían, no siempre vieron
cuanto en sus conceptos y en las palabras con que los expresaban iba im¬
plícito. También para ellos había un progreso correspondiente al del pueblo,
pues siendo el fin de la profecía el bien y la utilidad espiritual del pueblo,
tanto a cada uno de ellos se les comunicaba en términos claros o en imáge¬
nes y símbolos, cuanto en cada tiempo convenía enseñar al pueblo. As
llevó Dios a plena ejecución su plan, comenzando la revelación desde los
orígenes mismos de la humanidad. Jesucristo, que es el fin y la consumación
de la antigua alianza, puso el sello a la divina revelación, por sí o*por sus
apóstoles y discípulos, y entregó a su Iglesia ese divino tesoro de la reve¬
lación, dándole al mismo tiempo su Espíritu, y asegurándola con la promesa
de su asistencia hasta el fin de los siglos. Con ella y por ella repite la Iglesia
día tras día al mundo las mismas divinas enseñanzas en forma acomodada
a las necesidades de cada época, para que nadie se vea privado del don
de Dios.
II
LA INSPIRACION Y LA VERACIDAD DE LAS
SAGRADAS ESCRITURAS
11.—La Sajjradn Escritura es vera» con
verdad divina.
Es doctrina de la Iglesia que cuanto se contiene en las Sagradas Es¬
crituras ha sido inspirado por Dios, y es, por consiguiente, infaliblemente
verdadero en el sentido en que el autor inspirado intentó decirlo, sin que
en esto haya que distinguir entre cosas tocantes o no tocantes a la fe y
a las costumbres. Así dice León XIII que no puede tolerarse la conducta
de los que en la solución de las dificultades no vacilan en conceder que la
inspiración se extiende sólo a las cosas de fe y costumbres, y dicen que
cuando se trata de la verdad de las sentencias de la Escritura, no se ha
de atender tanto a lo que dice Dios cuanto a la razón por que lo dice.
Todos los libros que la Iglesia recibe y propone como canónicos y sagrados
han sido en todas sus partes escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo;
y está la divina inspiración tan lejos de admitir error alguno, y tanto por
su misma naturaleza lo excluye, cuanto es imposible que Dios, suma verdad,
esté sujeto a error. Tal es la antig'ua fe de la Iglesia, definida solemnemente
por los Concilios de Florencia y Trento, confirmada por fin y más solem¬
nemente expuesta por el Concilio Vaticano. (Encíclica Providentissimva
Deua.)
12.—La verdad en las cosas de fe
y costumbres.
No se limita esta veracidad a las cosas de fe y costumbres, aunque sean
éstas el objeto propio y per se de la Sagrada Escritura, al cual se ordena
todo lo demás que en ella se dice; pero en éstas ha de tenerse en cuenta prin-
LXXIV
INTRODUCCIÓN GENERAL
cipalmente lo que en el número 10 se dijo acerca del progreso de la reve¬
lación, sin lo cual no sería posible establecer la concordia entre el Antiguo
y el Nuevo Testamento.
r í3. -La verdad en las cosas naturales.
Los libros sagrados hablan con frecuencia de las cosas creadas, y en
ellas nos muestran la grandeza del poder, de la soberanía, de la providencia
y de la gloria de Dios; pero como la misión de los autores inspirados no era
enseñar las ciencias humanas, que tratan de la íntima naturaleza de las
cosas y de los fenómenos naturales, y acerca de ellas no recibían por lo gene¬
ral revelación alguna, nos las describen, o en lenguaje metafórico, o según el
corrientemente usado en su época, como sucede todavía en muchos puntos
aun entre los más sabios. El lenguaje vulgar describe las cosas tal cual las
perciben los sentidos; y así también el escritor sagrado , advierte Santo Tomás,
expresa las apariencias sensibles , o aquello que Dios mismo, hablando a los
hombres, expresa de humano modo, para acomodarse a la humana capa¬
cidad. (Encíclica Providentissimus Deus.)
M La verdad en las cosas históricas.
Es historia una gran parte de los libros sagrados. Contiene e'sta, en pri¬
mer término, la narración de hechos que forman parte del tesoro revela¬
do, como, por ejemplo, el pecado de nuestros primeros padres, el nacimiento
de Cristo, su muerte y su resurreción, etc. Otros hay que, si no cada uno de
por sí, pero sí en su conjunto, constituyen el objeto de algún dogma, por ser
como la expresión de una ley de la sobrenatural intervención de Dios en
la economía de la salud. Tales son las profecías y los milagros. Estas cosas
vienen a ser la realización del artículo de la fe credo in Spiritiun Sanctum ,
qui loentus est per prophetas; pero la mayor parte de la historia sagrada la
forman sucesos naturales, que muestran la providencia de Dios sobre Israel
o sobre el mundo todo, ordenada a la realización de sus designios de salud
por Jesucristo. En la narración de estos hechos, los autores sagrados, como
inspirados, son del todo infalibles, como lo son en las cosas de fe y costum¬
bres, ya que escriben la historia sagrada inspirados por el Espíritu Santo,
autor principal de la Sagrada Escritura, que ni puede engañarse ni enga¬
ñarnos. Esta es la doctrina de la Iglesia, que hemos de retener firmemente
y siempre al interpretar la Escritura.
Para resolver las dificultades históricas que se presenten, liemos de exa¬
minar con toda atención y rigor científico el texto sagrado y los documentos
profanos, no dando por cierto como sentido de la Sagrada Escritura lo que
realmente no lo es, ni dando por dato histórico cierto lo que en verdad no
dice el monumento o documento.
En esto es preciso tener muy en cuenta las enseñanzas de la Encíclica
Divino affiante Spiritu. No es tan fácil muchas veces conocer lo. que en
sus escritos intentan decir los antiguos orientales como lo es en nuestros
escritores contemporáneos, ni puede esto conocerse sólo por la gramática
o sólo por el contexto. Para entender lo que ellos quisieron significar con
sus palabras, le es necesario al intérprete trasladarse mentalmente a aquellos
remotos siglos del Oriente y ayudarse de todos los recursos de la Historia,
INTRODUCCIÓN GENERAL
LX XV
de la Arqueología y de otras disciplinas, para ver con la posible claridad y
distinción qué géneros literarios quisieron emplear y emplearon aquellos
vetustos escritores, pues no fueron siempre las de las antiguos orientales
las mismas formas de decir que hoy nosotros usamos, sino otras recibidas
y corrientemente usadas en sus tiempos y países. Cuáles fueran éstas no
puede establecerlo el exegeta de antemano, sino que ha de deducirlo de
la escrupulosa investigación de la antigua literatura del Oriente, que, hecha
en los últimos decenios con mayor cuidado y diligencia, nos ha dado a cono¬
cer con más claridad las formas de decir en aquellos antiguos tiempos usa¬
das, ora en la poesía, ora en la legislación y en las normas de la vida, ora, por
fin, en la narración de hechos y acontecimientos.
III
SENTIDOS DE LA ESCRITURA Y REGLAS HERMENEITICAS
ti
15.—El sentido literal.
Es el sentido literal el pensamiento que las palabras de la Escritura
expresan según la intención de quien las dice. No importa que las palabras
estén tomadas en su significación propia o en una acepción metafórica;
el sentido que según la intención del autor expresan es siempre literal, lite¬
ral propio o literal metafórico. En la religión se dan también cosas o accio¬
nes que se ordenan a expresar ideas y sentimientos del que las ejecuta.
Tales ideas y sentimientos- son, por consiguiente, sentido literal de las
mismas. Pero la Sagrada Escritura es toda obra de dos autores: el autor
humano y el Espíritu Santo, que le ilustra y le mueve a escribir. Como
advierte Santo Tomás, la mente del autor sagrado es instrumento imper¬
fecto del Espíritu Santo inspirante, y, por tanto, aun los verdaderos pro¬
fetas no siempre alcanzan todo cuanto en las visiones que vieron o en las
palabras que oyeron quiso el Espíritu Santo encerrar. Dios no comunica
siempre a cada uno de los profetas toda la luz que por medio de ellos quiere
derramar sobre el mundo, y cada uno de ellos viene a representar una fase
en el progreso del magisterio divino, sin tener a veces por eso pleno cono¬
cimiento de cuanto oscura e implícitamente se halla en sus profecías con¬
tenido.
De aquí que en las Sagradas Escrituras puedan distinguirse dos
sentidos literales: uno, el propiamente literal histórico; el otro, más espi¬
ritual, que, por tener en el Evangelio su pleno desarrollo, puede llamarse
evangélico. El primero depende de las circunstancias históricas del escri¬
tor sagrado y de las de los destinatarios inmediatos de su obra. Tal, por
ejemplo, el sentido histórico de la Ley, es el que ésta tenía para los israelitas
que la practicaban y para quienes era norma de vida.
El segundo viene a ser el mismo literal histórico visto a la luz de reve¬
laciones posteriores, principalmente de la revelación evangélica. Es, por
tanto, más amplio, más perfecto, pues el Espíritu Santo, que destinaba las
Sagradas Escrituras, aun las del Antiguo Testamento, para alimento espi¬
ritual de la Iglesia de Cristo, no coartaba el sentido de la letra a la mente
del escritor sagrado, ni a la necesidad transitoria del pueblo de Israel, al
cual iban inmediatamente destinados los libros. Y así vemos que en los
LXXV1
INTRODUCCIÓN GENERAL
Salmos y en otros libros que a diario usa la Iglesia, hallan los fieles sublimes
enseñanzas religiosas y la expresión de los más exquisitos sentimientos
de piedad, como si para los cristianos directamente hubieran sido escritos,
pues, como dice Santo Tomás, «el Espíritu Santo fecundó la Sagrada Es¬
critura con verdad más abundante que la que los hombres pueden com¬
prender» (II, Sent, 12, 1, 2 ad 7).
18. — Reglas para la investigación del sentido
literal histórico y del evangélico.
Las reglas hermenéuticas que en la investigación del sentido histórico
se deben seguir están condensadas en estas palabras de Eutimio: «Los que
leen las Sagradas Escrituras deben inquirir la intención del que habla, las
disposiciones del que oye, atender a los lugares y a los tiempos, observar
los modismos, y no tomar de igual modo todas las cosas, si quieren alcanzar
el sentido y no quedarse en la superficie de la letra.» En cuanto al espiritual
o evangélico, más perfecto que el histórico, pues la tendencia a la espiritua¬
lidad y a la perfección es la norma de la acción divina sobre el hombre, son
dos las reglas que en su investigación han de observarse. Es la primera la
unidad lógica que liga todas las verdades reveladas, haciendo de ellas un
perfecto organismo. La segunda es el progreso de la revelación, la tendencia
al desenvolvimiento lógico de esas verdades, partiendo de los más elemen¬
tales principios para llegar a las más elevadas cumbres. Atendiendo a esta
tendencia ascensional, y apoyados en el sentido histórico de los lugares
que sobre cada punto de la doctrina revelada forman como una cadena, po¬
dremos ver implícitas en textos oscuros de los primeros libros verdades
que más claramente se contienen en libros posteriores, hasta llegan al Nuevo
Testamento, conforme al antiguo axioma: Vetus Testamentum in Novo patet ,
Novum in Velere latet.
17.—El sentido típico.
La tradición judía y la cristiana reconocen que hay en la Escritura
además del sentido literal, un sentido en que no son las palabras, sino
las cosas o personas por ellas expresadas, las que inmediatamente signi¬
fican. «El autor principal de la Escritura, dice Santo Tomás, es Dios, en
cuyo poder está emplear, para significar las ideas, no sólo palabras, sino
también cosas. Y siendo común a todas las ciencias expresar las ideas con
palabras, la ciencia de la Sagrada Escritura tiene esto de propio: Que
en ella también significan algo las cosas mismas, expresadas por las pala¬
bras. Esa primera significación, por la que las palabras expresan las cosas,
pertenece al sentido literal o histórico; aquella otra, en virtud de la cual
las cosas mismas contenidas en las palabras representan y expresan a su
vez otras cosas, se llama sentido típico, que supone el literal, y en él se
apoya.» La razón objetiva de este sentido la expone Santo Tomás como
sigue: «Dios, autor del orden sobrenatural y ordenador de los hechos
históricos, va disponiendo suavemente el curso de los sucesos, de suerte
que todo se dirija a la glorificación de su Verbo y a la realización de su
obra de salud.» La semilla de la verdad va disponiendo las almas a recibir
la revelación del gran misterio; las instituciones y observancias de la ley
fomentan la piedad y el fervor religioso, que recibirán de Cristo su última
perfección; las personas, los acontecimientos ele |a vida familiar o nació-
INTRODUCCIÓN GENERAL
LXWII
nal, que contribuyen a preparar la obra mesiánica, sirven por el mismo
caso para anunciar desde lejos al gran Rey de las naciones, y para ir,
aunque confusamente, dibujando el plan de su obra portentosa. Los pro¬
fetas señalan repetidas veces la liberación de la servidumbre egipcia
como señal y prenda cierta de otra liberación más insigne; la de la cautivi¬
dad babilónica o de la salud mesiánica. La bondad divina, mostrada
por algún hecho especial, era motivo para excitar la confianza de los fieles
en recibir otros más excelentes favores de Dios y prepararlos para ellos.
Así se cumple que la vida en la antigua Ley es en todo una preparación de
Ja vida cristiana, y la Ley misma, la primera etapa, la figura, el vaticinio
del Evangelio. Debe, sin embargo, advertirse que este sentido, por la mis¬
ma imprecisión de los signos que lo expresan, aunque apto para fomentar
la piedad, no sirve para probar los dogmas de la fe, sino cuando ae su
existencia en un determinado lugar de la Escritura, nos conste por la
autoridad de un autor inspirado, la de la Iglesia o la unánime interpreta¬
ción de los Padres. En estos casos tendrá el texto Ja autoridad de los intér¬
pretes.
10_La Tradición y la Escritura.
Además de estas normas hermenéuticas, derivadas de la naturaleza
divina de las Escrituras, se impone a los católicos la autoridad de la Tra¬
dición, representada por el magisterio de la Iglesia y las enseñanzas de
los Santos Padres. Podría parecer que esto es un elemento extraño a
la Escritura, y que, como dicen los heterodoxos, impide y coarta el estudio
científico de la misma. ¿Cómo justificar esta intrusión? No hay tal intru¬
sión. La verdad divina, que es el objeto de la Sagrada Escritura, fue de¬
positada primero en la mente de los profetas, órganos de Dios, para la
revelación de sus misterios. Los profetas, antes que nadie, recibieron la
vida que de esa revelación brota, y laboraron luego por infundirla en el
corazón del pueblo elegido, antes de que la escribieran en sus perga¬
minos. No otra fué también la obra de Cristo y de sus apóstoles y discí¬
pulos. De manera que la verdad revelada, alma y vida de la Iglesia, antes
que en los libros, fué escrita en la inteligencia y en el corazón de la misma.
Allí reside vivificada por el Espíritu Santo,-libre de las mutaciones de los
tiempos y de la fluctuación de las humanas opiniones; no expuesta a los
descuidos de los amanuenses, ni a la ignorancia de los trascriptores y tra¬
ductores, ni a la malicia de los herejes, manifiesta a los sencillos, oculta a
los soberbios y segura de los tiranos. El Espíritu Santo, que la depositó en
la Iglesia, es el que da a ésta la inteligencia de la misma, y, por la inteli¬
gencia, la vida. Por eso el sentir de la Iglesia católica, la doctrina de los
Padres y Doctores, que son sus portavoces y testigos, la voz del mismo
pueblo fiel, unido a sus pastores y formando con ellos el cuerpo social de
la Iglesia, son el criterio supremo, según el cual se han juzgado siempre las
controversias acerca de los puntos doctrinales, así teóricos como prác¬
ticos; y así decretó el Concilio Tridentino que en la exposición de la Sa¬
grada Escritura, en las cosas de fe y costumbres, a nadie es lícito apartarse
del sentir de los Padres y de la Iglesia.
S. S. Pío XII, en su Encíclica «Divino afilante Spiritu», dice: «Es preciso
que los intérpretes no se contenten con exponer lo que toca a la historia,
a la arqueología, a la filología y otras disciplinas semejantes, como por des¬
gracia sucede en ciertos comentarios, sino que usando de éstos en cuanto
pueda contribuir a la exégesis, -se esfuercen principalmente por exponer
Lxxvm
INTRODUCCIÓN GENERAL
la doctrina teológica tocarte a la fe y las costumbres de cada libro o cada
texto, para que esta exposición suya pueda servir a los teólogos para pro¬
poner y confirmar los dogmas, y sirva también a los sacerdotes para ensenar
al pueblo fiel la doctrina cristiana, y contribuir a que los fieles todos vivan
una vida santa y digna de un cristiano.!
IV
EL CAIVOX DE LOS SAGRADOS LIBROS
IÍJ. — Criterio de eanoníeidad.
Llámase canon a toda regla de la fe o de la disciplina eclesiástica.
De aquí procede la denominación de canónico * que se da a los libros sa¬
grados como tales, pues son regla de nuestra fe y de la vida cristiana,
y, además, porque han sido incluidos en otra regla más alta y universal,
que es la tradición viva de la Iglesia. De esta regla decía San Agustín
que no creería en la Escritura si no le dijera la Iglesia que había que creer
en ella. En ln tradición de la Iglesia se contiene la doctrina, no sólo acerca
de la naturaleza de los libros santos, sino de cuáles son estos. El medio
por el cual se nos transmite esto último es principalmente la lectura pública
de estos libros cu la liturgia eclesiástica. Por eso los más antiguos docu¬
mentos oficiales que poseemos sobre el canon de los libros sagrados re¬
gulaban la lectura pública cu la Iglesia. En ella, sobre todo, se apoyaron
los Concilios de Florencia y de Trento para definir y declarar de fe el
siguiente;
-0. Canon de los Libros Sagrados.
«Son los que a continuación se enumeran: Del Antiguo Testamento:
cinco de Moisés, a saber: El Génesis, El Exodo, El Levftico, Los Núme¬
ros y El Dcuteronomio; Josué, Jueces, Rut, cuatro de los Reves, dos de
los Pnralipómcnos; Esdras, el primero, y el segundo, que se llama Nclic-
mfas; Tobías, Jmlit, E.sler, Job; el Salterio davídico, que comprende 150 sal¬
mos; Proverbios, Eclcsiaslés, Cantar de los Cantares, Sabiduría, Ecle¬
siástico, Isaías; Jeremías con Haruc, Kzcqujel, Daniel; doce profetas me¬
nores, a saber; Oseas, Jocl, Amós, Abdías, Jonás, Miqucas, Kalium, Ha-
bacuc, Sofonías, Agco, Zacarías y Malaqufns; y dos de los Maeabcos, pri¬
mero y segundo. Del Nuevo Testamento: cuatro Evangelios: de San Mateo,
de San Marcos, de San Lucas y de San Juan; Jlechos de Apóstoles,
escritos por el evangelista San Lucas; catorce Epístolas de San Pablo Após¬
tol: a los Romanos, dos a los Corintios, a los Cálalas, a los Efcsios, a los
Filipcnscs, a los Coloscuscs, dos a los Tcsalonieeiises, dos a Timoteo, a
Tilo, a Eilemón y a los Hebreos; dos de San Pedro Apóstol, tres de San
Juan Apóstol, una de Santiago Apóstol, una de San Judas Apóstol y el
Apocalipsis de San Juan Apóstol.*
A esla lista anadió el Concilio Tridcntino el siguiente canon: «Si alguno
no recibiere por canónicos y sagrados estos libros, íntegros, con todas sus
portes, como en la Iglesia católica acostumbraron a leerse y se contienen
en la antigua edición Vulgalá latina, sea anatema,!
INTRODUCCIÓN GENERAL
LXXIX
Estos libros suelen distinguirse en protocanónicos y deuteroeanónieos,
según que desde luego y sin vacilaciones fueron reconocidos como canó¬
nicos, o fueron objeto durante algún tiempo de dudas y discusiones. Los
deuteroeanónieos del Antiguo Testamento son: Tobías, Judit, los dos de
los Macabeos, Eclesiástico, Sabiduría y Barue, con algunos fragmentos de
Ester y Daniel. Los del Nuevo Testamento son: Epístola a los Hebreos,
II de San Pedro, II y III de San Juan, la de Santiago, la de San Judas
y el Apocalipsis de San Juan.
y '
TEXTOS Y VERSIONES
21. — Lenguas en que fueron escritos los
originales de la Sagrada Escritura.
Acerca de un libro, sobre todo si es antiguo, importa mucho conocer
dos cosas: La lengua en que fué escrito y la fidelidad con que su texto repro¬
duce el original del autor. Esto impone a los estudiosos de la Sagrada Es¬
critura larga y penosa labor. Los libros santos fueron escritos en la lengua
hablada por aquellos a quienes inmediatamente se destinaron. Así, la ma¬
yoría de los libros del Antiguo Testamento fueron escritos en hebreo. Al¬
gunos de ellos tienen trozos en arameo, lengua afín y muy semejante al he¬
breo, y que hablaron vulgarmente los judíos desde los tiempos de la cauti¬
vidad babilónica. Finalmente, hay también algunos escritos en griego,
lengua hablada por los judíos después de la dispersión, sobre todo en
Egipto; y otros que, originalmente escritos en hebreo o en arameo, sólo
se han conservado en una versión griega. De los libros del Nuevo Testa¬
mento sólo el Evangelio según San Mateo fué originalmente escrito en
arameo, como inmediatamente destinado a los judíos convertidos de Je-
rusalén; pero sólo en la versión griega se ha conservado, y en griego fueron
originalmente escritos todos los otros libros. Esta doctrina va resumida
en el siguiente cuadro sinóptico.
/ Daniel: Hebreo, con fragmentos árameos, y griegos
I deuteroeanónieos.
Esdras: Hebreo, con inserción de documentos
árameos.
Ester: Hebreo, con fragmentos griegos deuteroea-
nónicos.
I Eclesiástico y Libro 1 de los Macabeos: Hebreo,
Antiguo Testamento. ' pero conservados en griego.
j Tobías y Judit: Hebreo o arameo, conservados en
griego.
Barue, fragmentos deuteroeanónieos de Daniel y
Ester: Hebreo, conservados en griego.
Sabiduría y Libro II de los Macabeos: Griego.
Todos ios demás: Hebreo y conservados en he-
i breo.
¡ Evangelio según San Mateo: Arameo, conservado
en griego.
Todos los otros: Griego.
LXXX
INTRODUCCIÓN GENERAL
22.—Versiones antiguas.
Los judíos de la dispersión primero, y luego los cristianos, que no en¬
tendían la lengua original de los libros sagrados, hubieron de procurarse ver¬
siones de ellos en su lengua vulgar, para poder leerlos en las sinagogas
y en las iglesias. A los judíos de Alejandría se debe la primera y más anti¬
gua versión de la Biblia hebrea, hecha por varios autores, entre los si¬
glos ni y i antes de Cristo. Es la versión llamada de los LXX, que los
Apóstoles autorizaron con su uso y entregaron a las iglesias por ellos
fundadas. De esta versión griega, por desconocer el hebreo, hicieron des¬
pués versiones los latinos, los eoptos y otros, mientras que ios sirios, cuya
lengua es afín del hebreo, hicieron directamente de esta lengua la versión
a la suya.
23. — Orígenes de la Vulgata latina.
A San Jerónimo, llamado por la Iglesia Doctor mazimua in ir.terprdandis
6acri8 scripturis , se debe un triple trabajo sobre ellas. Primeramente eorri-
gió la versión latina del Salterio, según la edición griega corriente. Después
corrigió el mismo Salterio y otros libros del Antiguo Testamento, según
la edición hexaplar de Orígenes. Por último, tradujo directamente del he¬
breo todos los libros del canon judío, y del arameo, los libros de Tobías y
Judit. Algunos de estos trabajos no pasaron al uso público de las iglesias
y sólo se conservaron en poder de los eruditos. Los demás fueron siendo
poco a poco adoptados por las iglesias, aunque mezclados con lecciones de
la primitiva versión latina y reteniendo otras de ésta que San Jerónimo
con sus correcciones había excluido. De estos elementos vino a formarse el
texto de la actual Vulgata, que el Concilio de Trento, apoyándose, no en
un examen crítico de la versión, sino en el uso tradicional de la Iglesia,
declaró auténtica, mandando que nadie, bajo ningún pretexto, osara recha¬
zarla en los actos públicos del magisterio ordinario de la Iglesia, como
lecciones, predicaciones, etc. El cuadro trazado a continuación como resu¬
men indica los elementos de que consta la Vulgata, cuya corrección, des¬
pués de la verificada por Sixto V y Clemente VIII, está actualmente enco¬
mendada a la Orden Benedictina.
a) Libros protocanónieos: Traducidos del hebreo
por San Jerónimo, excepto el
b) Salterio: Corregido por San Jerónimo según el
texto hexaplar.
c) Tobías y Judit: Traducidos por San Jerónimo
del texto arameo.
d) Baruc y los Macabcos: De la versión latina pri-
I mitiva.
Antiguo Testamento. / e) Fragmentos deuterocanónieos de Daniel: Tra¬
ducidos por San Jerónimo del texto griego de
Tcodoción.
/) Fragmentos deuterocanónieos de Ester: Tra¬
ducidos por San Jerónimo del texto griego
de los LXX.
g) Sabiduría y Eclesiástico: De la antigua latina,
ligeramente corregidos por San Jerónimo se-
1 gún el texto griego.
INTRODUCCION GENERAL
LX XXI
Nuevo
Testamento.
a) Evangelios: Corregidos ciertamente por San Je¬
rónimo según el texto griego.
b) Los demás libros: Corregidos probablemente por
San Jerónimo según el texto griego.
24.—Autenticidad do la Vulgutn.
Respecto de la autenticidad de la Vulgata, más que decir nada por nuestra
cuenta, preferimos reproducir lo que respecto de ella dice S. S. Pío XII en
su Encíclica «Divino afilante Spíritu».
Nadie piense que el uso de los textos primitivos, hecho según las normas
de la crítica, se opone en modo alguno a lo que sabiamente decretó ei Con¬
cilio Tridentino acerca de la Vulgata latina, pues como lo atestigua la His¬
toria, los Padres del Concilio, lejos de oponerse al uso de los textos primi¬
tivos, expresamente rogaron al Pontífice que «en favor de las ovejas de
Cristo encomendadas a Su Santidad», procurase también que, además de
la edición de la Vulgata latina, «tuviese la Santa Iglesia de Dios un ejem¬
plar griego y uno hebreo, lo más corréelos posible», deseo al que, si por lo
difícil de los tiempos y por otros impedimentos no se pudo responder ple¬
namente, al presente, como esperamos, unidos los esfuerzos de todos los
católicos doctos, podrá satisfacerse más perfecta y plenamente. Que el
Concilio mandara que la Vulgata latina fuese la versión latina «que todos
tuviesen por auténtica», sólo, como todos ven, afecta a la Iglesia latina y
al uso público en ella de la Escritura, y sin duda no disminuye en nada la
autoridad y la fuerza de los textos primitivos. Pues ni se trataba entonces
de textos primitivos, sino de las versiones latinas entonces divulgadas, entre
las cuales muy justamente mandó el Concilio preferir aquella que «por el
prolongado uso de tantos siglos ha sido aprobada en la Iglesia misma». Por
tanto, esta superior autoridad de la Vulgata o, como suele decirse, auten¬
ticidad, no la fundó el Concilio en razones principalmente críticas, sino más
bien en el legítimo uso de la Iglesia por el decurso de tantos siglos, que
demuestra que está inmune de todo error en las cosas de fe y costumbres,
de modo que puede ser aducida, con el testimonio y la confirmación de la
misma Iglesia, seguramente y sin temor alguno de errar, y por tanto esta
autenticidad no se dice principalmente crítica, sino más bien jurídica. Por
lo cual esta autoridad de la Vulgata en las cosas doctrinales lio prohíbe—sino
más bien hoy casi exige—que esa misma doctrina se compruebe y confirme
también por los textos primitivos y que a esos mismos textos se acuda, para
que cada vez más se aclare y explane la significación de las Sagradas Letras.
Ni se prohíbe tampoco por el decreto del Concilio Tridentino, que para
el uso y bien de los fieles de Cristo y para más fácil inteligencia de la divina
palabra, se hagan versiones en las lenguas vulgares, y se hagan también
éstas de los mismos textos primitivos, como ya, con la aprobación de la auto¬
ridad de la Iglesia, sabemos que en muchas regiones se ha hecho.
25.—Versiones espaüolas.
I
Las múltiples versiones españolas, ya totales, ya parciales, de los libros
sagrados son, unas, del texto latino de la Vulgata; otras, de los textos origi¬
nales. Las primeras contienen todos los libros, como hechas por autores ca¬
tólicos; las segundas, como hechas por judíos o protestantes, sólo contienen
vi
ucxxii
INTRODUCCIÓN GENERAL
los libros protocanónicos del Antiguo Testamento, es decir, aquellos cuyo
texto hebreo ha llegado hasta nosotros, las de judíos, o los protocanónicos
de uno y otro Testamento, las de protestantes.
1. ° En su Crónica General , Alfonso X, el Sabio , incluyó la traducción
de casi toda la Escritura, hecha del latín: Biblia alfonsina.
2. ° En los siglos xiv y xv, los judíos hicieron hasta seis versiones de la
Biblia, la principal de las cuales, la única impresa, es la llamada Biblia de
Alba , editada en Madrid. Imprenta Artística, 1920.
3. ° En el 1553, los judíos españoles residentes en Italia publicaron la*
Biblia traducida «palabra por palabra» en dos ediciones, la una dedicada
a los judíos y la otra dedicada a los católicos. Del lugar de su impresión
lleva el nombre de Biblia de Genova.
r 4 0 En Basilea (1567-1569), Casiodoro de Reina, protestante, publicó
una versión de toda la Biblia que es conocida por Biblia del Oso. Esta misma,
corregida luego por Cipriano de Valera, fue impresa en Amsterdam (1602).
Es la que acredita y difunde por España la Sociedad Bíblica inglesa.
5.° Modificada la legislación eclesiástica, que desde el siglo xvi prohi¬
bía la lectura, y por consiguiente, la impresión de los libros santos en len¬
gua vulgar, publicó el P. Felipe Scio, escolapio, la traducción española
hecha del latín. (Valencia, 1791-1793.)
6.° Don Félix Torres Amat, canónigo entonces de Barcelona, dió a luz
otra nueva versión de la Vulgata latina, hoy muy difundida, en Madrid
(1823-1825). Parece que en la preparación de su trabajo el Sr. Torres Amat
utilizó una traducción del P. José Miguel Petisco, S. J.
Fuera de estas versiones generales, ya del Antiguo Testamento hebreo,
ya de la Biblia toda, abundan las traducciones y ediciones de libros par¬
ticulares o de grupos de libros de uno u otro Testamento.
No hay, pues, traducción alguna castellana total, hecha directamente
de los textos originales. Las totales son versiones de la Vulgata. Las hechas
sobre los textos originales no comprenden los libros deuterocanónicos,
que ni judíos ni protestantes admiten.
Al dar a la pública luz esta nueva versión castellana directa y completa
de las Sagradas Escrituras, llenamos un vacío de tiempo ha sentido en
nuestra España, y al encomendarla a la benevolencia de ios lectores, les
pedimos y rogamos instantemente que la reciban y juzguen con la ecua¬
nimidad y suma caridad que a todos los lujos de la Iglesia recomienda Su
Santidad Pío XII en su reciente Encíclica para con los conatos de los va¬
lientes operarios de la viña del Señor en las cosas bíblicas, huyendo de ese
poco prudente prurito de impugnar o al menos de tener por sospechoso
todo lo nuevo, pues sólo en un ambiente de mutua confianza y caridad podrán
dar frutos los aunados esfuerzos, que manteniendo incólumes los principios
dogmáticos y la doctrina de la Iglesia, aporten cada uno lo que pueda para
el bien de todos, para provecho cada día creciente de la doctrina sagrada y
defensa y honor de la Santa Iglesia. La verdadera libertad de los hijos de
Dios, fomentada y sustentada por todos, es condición y fuente de todo fruto
Verdadero y de todo progreso de la ciencia católica, como ya egregiamente
lo expuso Su Santidad León XIII, diciendo: «Sin la común conspiración y
la seguridad en los principios, no podrán esperarse para estos estudios gran¬
des provechos de los esfuerzos aunados de muchos.»
INTRODUCCION ESPECIAL A LOS LIBROS
HISTORICOS
1. — La Historia Sagrada.
Se llama Historia Sagrada a la historia del pueblo de Israel, escogido
por Dios para preparar la obra de la salud mesiániea. El concepto de esta
historia depende del que de la misma salud se tenga. Para los racionalistas,
esta salud no implica nada sobrenatural, y así, la historia de Israel no se
distingue sustancialmente de la historia de los otros pueblos. Según ellos,
Israel, por una selección lenta y natural, fue elevándose de su estado pri¬
mitivo de ignorancia y barbarie hasta la perfección moral y religiosa de
que nos da testimonio la Biblia.
Mas para quien cree en los destinos sobrenaturales del hombre y en la
intervención sobrenatural y extraordinaria de Dios en la historia del
humano linaje, la Historia Sagrada es la historia de esta sobrenatural
intervención de Dios por medio de sus enviados, los profetas y legisladores
de Israel. Desde los comienzos de la humanidad depositó Dios en el cora¬
zón del hombre una aspiración y una esperanza: La aspiración a participar
de la vida divina y la esperanza de poder algún día alcanzar el término
de esa aspiración, no obstante los impedimentos que a ello puedan opo¬
nerse. Esta aspiración y esta esperanza van tomando forma cada vez
más clara en el corazón humano, hasta llegar a Jesucristo, que las lleva a
feliz término. Este desarrollo no se realiza sin enconada lucha, por opo¬
nerse a él las mismas fuerzas humanas. Pues bien, la Historia Sagrada
es la historia de esa intervención divina, de sus luchas con las fuerzas ad¬
versas y de sus progresos hasta llegar a la cumbre de la perfección en
Jesucristo. San Agustín nos ofrece esta historia como la historia de dos
ciudades opuestas; la Ciudad de Dios, que vive del amor del sumo Bien y
lucha por él, y la ciudad del mundo, que vivé del amor de sí misma y com¬
bate por hacerle triunfar.
2.—Las leyes de la Historia sagrada.
La primera ley que rige el desarrollo de esta historia es la del progreso
de la revelación profética, de que antes hemos hablado en la «Introducción
general». San Cirilo de Alejandría compara la obra de Dios a la de uh
pintor, que al ejecutar un cuadro comienza por el dibujo, y va luego, poco
a poco, dándole el colorido, hasta dejarlo acabado. La segunda ley es la
de la adaptación. El progreso de la revelación es ya una adaptación a la
capacidad del hombre, como bellamente lo declara San Juan Crisóstomo.
LXXX1V
INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS
Pero hay, además, otra adaptación a las condiciones intelectuales, morales
y religiosas del hombre, en virtud de la cual va Dios elevando constante¬
mente las ideas, los sentimientos, las instituciones, los ritos y ceremonias,
para cada vez mejor expresar la verdad revelada y ennoblecer los senti¬
mientos que de ella brotan. Más lejos lleva todavía Dios esta adaptación,
llegando hasta condescender temporalmente con ciertas flaquezas huma¬
nas, esperando a que la fuerza de su gracia venga a hacerlas desaparecer.
De aquí que las verdades de orden moral y religioso, como destinadas por
su naturaleza a informar y regir la vida humana, comiencen por tomar
cuerpo en la misma organización social, en las leyes e instituciones civi¬
les, en las costumbres domesticas y en los ritos y ceremonias religiosas,
ya antes conocidos y practicados por Israel, y vaya purificándolos y ele¬
vándolos en virtud de un nuevo principio de vida sobrenatural, elevando
mediante ellas la vida misma del hombre. Esto explica la gran semejanza
entre la vida de Israel y la de los otros pueblos, especialmente si son de
su misma raza o han vivido en estrecha relación con él. De ahí las coinciden¬
cias de Israel con esos pueblos en cuanto al nacionalismo, la venganza per¬
sonal, la poligamia, el divorcio y otras cosas tocantes a la religión y a la
moral, que va Dios por sus profetas poco a poco restringiendo, hasta que
del todo quedan corregidas con la promulgación del Evangelio.
Por esta incorporación de la revelación divina a la vida del pueblo se
explican también las influencias que han ejercido en el desarrollo de la
Historia Sagrada los sucesos históricos, como guerras, invasiones extranje¬
ras, deportaciones, cambios de dinastía, etc.
Estas sencillas, pero fundamentales consideraciones, nos dan la solu¬
ción de las dificultades y argumentos que oponen los racionalistas, y en que
apoyan éstos su teoría de la absoluta semejanza entre la Historia Sagrada
y la historia de los otros pueblos, por las analogías externas que entre una
otra se ofrecen.
3.—Clasificación de los libros históricos.
Del concepto que de la Historia Sagrada hemos expuesto se desprende
que los documentos primarios de la misma son los escritos de los pro¬
fetas, por los que se comuniea la divina revelación, y los textos legislati¬
vos en’ los que esa revelación toma cuerpo para obrar sobre la vida del
pueblo. Pero no es de estos libros de los que ahora tratamos, sino de aque¬
llos que formalmente narran la vida del pueblo, sus vicisitudes, sus gue¬
rras, deportaciones, caídas y resurgimientos religiosos, en los que, como
importantes actores de la historia, intervienen los ministros de la revelación.
Estos libros son, en el Antiguo Testamento, los siguientes: El Génesis y,
en parte, los otros cuatro libros del Pentateuco; Josué, los Jueces, Rut,
los dos de Samuel, los dos de los Reyes, los dos de las Crónicas, común¬
mente llamados Paralipómenos, Esdras y Xehemías, Judit, Tobías, Ester,
y finalmente los dos de los Maeabeos. De ellos, la mayor parte contienen
la historia general de Israel; otros se limitan a episodios personales impor¬
tantes en la vida del pueblo; por ejemplo, Judit y Ester; otros son biogra¬
fías particulares, pero siempre relacionadas con la vida del pueblo; por
ejemplo, Rut y Tobías. Los que contienen la vida general del pueblo for¬
man dos series, aunque con algunos vacíos. En el Pentateuco, El Génesis,
que es como la prehistoria de Israel, v el Deuteronoinio, que es un resumen
de la historia y de la ley, forman dos obras literariamente distintas de los
INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS.
LXXXV
otros tres libros, en que se nos cuentan la liberación de la servidumbre
egipcia, la legislación dada a Israel y las peregrinaciones por el desierto.
Entre El Génesis y El Exodo hay un vacío de varios siglos, correspondien¬
tes. a la estancia de Israel en el país de los Faraones. Josué, que cuenta la
conquista y la distribución de la tierra de Canaán entre las tribus, empalma
literaria e históricamente con el Deuteronomio. Los Jueces son literaria¬
mente obra distinta, pero su historia enlaza con la que le precede y la que
le sigue; abarca el espacio de varios siglos que median entre Josué y Samuel.
Los dos que en hebreo llevan el nombre de este último, y que en los LXX y
en la Vulgata son los dos primeros de los Reyes, forman literariamente
una sola obra, que narra los orígenes y la consolidación de la monarquía,
precedida de la judicatura de Samuel, que es el órgano de Dios para la in¬
troducción de este cambio de gobierno en Israel. Con esta obra enlazan
históricamente los dos libros de los Reyes, que en los LXX y en la Vulgata
son el III y el IV de los Reyes y forman literariamente una obra indepen¬
diente en que se narra la historia de la monarquía davídica en tres períodos:
primero, el reinado de Salomón (I Reg., 1-11); luego, la historia paralela de
los dos reinos, hasta la destrucción de Samaría en 721 (I. Reg. 12, II Reg., 17);
y por fin, la historia de Judá hasta la cautividad en 587 (II Reg., 18-25).
Los libros siguientes a éstos forman una segunda serie paralela a la
primera. Los Paralipómenos o Crónicas resumen en forma de genealogías
toda la historia que media entre Adán y Samuel, y prosiguen luego en la
forma histórica ordinaria la historia de la monarquía de Jerusalén, en
sus relaciones con el Santuario, hasta la destrucción de la ciudad santa.
Literaria e históricamente, entroncan con el libro de Esdras, que narra los
esfuerzos para la restauración de Jerusalén, después de la vuelta de la cau¬
tividad. Nehemías completa la historia de este período; pero ni literaria
ni históricamente enlaza con las dos obras precedentes. Los dos de los
Macabeos son dos libros independientes y, en parte, paralelos entre sí.
Por vía de introducción, comienza el primero contando la historia de Ale¬
jandro Magno y de sus sucesores hasta Antíoco IV, que con su tiranía
originó la sublevación de los judíos, objeto principal de la obra. Cuenta las
hazañas de los tres hijos de Matatías: Judas, Jonatás y Simón, durante un
espacio de cuarenta años (175-136). El libro segundo toma el hilo de la
historia desde Seleuco IV, predecesor de Antíoco IV, y termina en 161,
con la victoria de Judas sobre Nicanor. Entre Esdras-Nehemías y los
de los Macabeos queda sin llenar un espacio bastante largo de tiempo.
En cuanto a las historias episódicas particulares, no cabe duda de que
la de Rut pertenece a la época de los Jueces; pero acerca de la de Judit, dis¬
cuten mucho los críticos si pertenece a la época anterior o a la posterior a
la cautividad. La de Ester no cabe dudar que es de la época de los persas.
Tobías cuenta sucesos acaecidos bajo la dominación asiria.
En el Nuevo Testamento son históricos los cuatro Evangelios y los
Hechos de Apóstoles. Ninguno de los Evangelios es la perfecta v completa
biografía de Cristo Nuestro Señor, pues aunque todos ellos tengan por
objeto la narración de los sucesos de su vida, sus milagros y sus predica¬
ciones, hay, como advierte San Juan al fin del suyo, otras muchas cosas
que hizo Jesús, y que si todas se consignaran por escrito, ni el mundo todo
podría contener tantos libros. Cada uno de los evangelistas consignó de los
hechos y de las predicaciones del Salvador, aquellos que más hacían al
fin doctrinal que cada uno se propuso. Los tres primeros tienen entre sí
gran semejanza en el material histórico que eligieron y aun en el orden que
siguieron en su narración. Por eso se llaman sinópticos, pues los tres nos
dan una común visión de la vida de Jesús, en su mayor parte durante su
LXXXVl
INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS
ministerio evangélico en la Galilea. El cuarto, el de San Juan, se distingue
notablemente de los otros tres, y el material histórico, principalmente ser¬
mones del Salvador, lo toma de su ministerio evangélico en la Judea. El
no ser los cuatro Evangelios biografías propiamente dichas de Jesús, no
obsta para que contengan y de ellos se deduzca, una historia bastante com¬
pleta, lo completa que quiso Dios que la tuviéramos, de la vida y del mi¬
nisterio evangélico del Salvador, pues nos describen su origen, su ministe¬
rio, sus dichos, su pasión y muerte, su gloriosa resurrección y su ascensión
a Jos cielos.
Los Hechos de Apóstoles son la narración de algunos acontecimientos
de capital importancia acaecidos en la Iglesia primitiva desde la Ascensión
del Señor hasta la cautividad de San Pablo en Roma, como son: La solemne
fundación de la Iglesia, la primera persecución contra ella desencadenada
por los judíos, la vocación de los gentiles, la conversión de Pablo, el Con¬
cilio de Jerusalén y algunos de los principales hechos de la actividad apos¬
tólica de Pedro y de Pablo.
-Concepción pragmática de la historia.
Por lo que hace al método con que han sido escritos los libros históricos,
es preciso distinguir entre la concepción de la historia y su ejecución
literaria. La concepción de la historia es en los autores sagrados pragmá¬
tica, es decir, de tesis doctrinal, y su pragmatismo se funda en Iqs principios
religiosos enseñados por los profetas y expuestos en muy varias formas en los
libros de la Escritura. Estos principios son distintos en los distintos autores;
pero todos se derivan de la especial providencia que Dios había prometido a
Israel. En la primera parte del Génesis es manifiesto el propósito de narrar
algunos sucesos en que se manifiestan los divinos atributos, principalmente
aquellos que tienen más estrecha relación con el orden moral, y el de tejer las
humanas genealogías, hasta llegar a Abraham, en quien y en cuya descenden¬
cia se concretan las divinas promesas. Los restantes libros del Pentateuco y el
de Josué demuestran cómo cumplió Dios la promesa hecha a Israel de to¬
marle por pueblo suyo, sacándole de la servidumbre egipcia, haciéndo con él
una alianza y dándole la tierra prometida. El pragmatismo de los Jueces
se halla claramente formulado en la segunda introducción (2, 6-29).
Cuando Israel, olvidado de su vocación y de su pacto con Dios, se deja
seducir por el culto idolátrico de los Cananeos, el Señor le manda enemigos
que le castiguen, y el castigo le reduce a penitencia. Convertido, le envía
Dios un juez, que le libra de sus enemigos. El pragmatismo de Samuel
tiende a demostrar cuáles son los deberes de la monarquía teocrática de
Israel, cuyos Reyes no deben obrar como señores absolutos, a semejanza de
los de los otros pueblos, sino mostrarse dóciles a la ley divina y a la direc¬
ción de los profetas. David es el modelo de los Reyes de Israel. Sobre este
mismo concepto está calcado el plan de los libros de los Reyes y de las Cró¬
nicas. En general, puede decirse que los historiadores sagrados van siempre
guiados por un fin ddetrinal, inspirado en la ley y en los profetas. No sin
razón incluyeron los judíos sus escritos en la sección de profetas. De aquí
procede que para establecer su pragmatismo, su filosofía de la historia, no
necesitan hacer una completa exposición de los hechos, de los que poder
deducir científicamente sus conclusiones. Los hechos más bien que
material para una argumentación inductiva, son como ejemplos en los
que se realizan los principios conocidos por la revelación; y así la narra¬
ción no necesita ser completa, ni en la exposición general de los hechos ni
INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS
LXXXVII
en la detallada descripción de los mismos. Ya hemos indicado que hay lar¬
gos lapsos de tiempo sobre los que nada nos dicen los historiadores, y
añadiremos que no pocas veces la narración está lejos de ser suficiente¬
mente detallada y completa para darnos cabal conocimiento de los hechos.
o.—Ejecución literaria de la historia.
Dos métodos se muestran claramente en el modo que los historiadores
siguieron en la composición de sus obras: el de redacción personal y el de
compilación o trascripción de documentos. Judit, Tobías y I de los Maca-
beos nos ofrecen un ejemplo del primer modo. El segundo aparece clara¬
mente en los Reyes, las Crónicas, Esdras-Neliemías y II de los Macabeos.
Según la opinión de algunos exegetas, esto último sucede también en los
restantes libros del Antiguo Testamento, desde El Génesis hasta los de
Samuel.
Acerca de este segundo método hay que advertir que la trascripción y
compilación de documentos se hace alguna vez sin ninguna indicación de
las fuentes, y aunque de ordinario se redactan adaptándolos al cuadro his¬
tórico que el autor sagrado se ha propuesto, alguna que otra vez se trascri¬
be tal y como se hallan en sus fuentes: pero con esto gana la historia, si no
en claridad, en autoridad humana, toda vez que se nos dan mejor a conocer
las fuentes en que la Historia se apoya; y éstas, cuanto son más antiguas que
el escritor que en ellas bebe y más cercanas a los hechos mismos, tanto
mayor crédito merecen ante el tribunal de la razón histórica.
0. — Relaciones entre la Historia Sagrada
y la proiana.
Debemos recordar el concepto que de la Historia Sagrada hemos ex¬
puesto, según el cual es la historia de la verdad y de la gracia divinas, en¬
carnadas en el pueblo de Israel, cuya vida tienden a elevar, a divinizar,
según la expresión de los místicos. Por esta incorporación a. la vida de
Israel, la Historia Sagrada viene a ponerse en contacto con la profana y a
recibir sus influencias.
Primeramente hay que considerar en la historia de los pueblos gentiles
sus instituciones políticas, sociales, domésticas, etc., para compararlas
con las del pueblo hebreo. Asimismo se ha de atender a la vida moral y
religiosa, a la manera de concebir la divinidad y sus relaciones con el
hombre, a las ceremonias y ritos del culto, etc. Aun prescindiendo de lo
que en esto pudiera haber que se remontase a la tradición primitiva, se ha
de tener en cuenta que son con frecuencia manifestaciones de la razón
natural, que son un destello del Verbo divino y que algunas son buenas y
tienden a la perfección de la vida humana, aunque en ellas, como en todo
quepan no pocos errores. Participando Israel de la cultura antigua, y re¬
cibiendo las influencias de otros pueblos, en muchas cosas más adelanta¬
dos que él, es natural que tales influencias hayan alcanzado a sus costum¬
bres y a la manera de expresarlas. De aquí proceden las grandes seme¬
janzas que en muchos puntos existen entre el pueblo de Israel y los otros
pueblos con quienes vivió en contacto. Pero al lado de estas semejanzas
hay una sustancial diferencia y una manifiesta superioridad en la verdad
sobrenatural que anima la vida del pueblo hebreo. Hay en la religión de
Israel un soplo de vida que tiende a elevar las almas a las altas regiones de
LXXXVIH
INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS
lo divino. Y de aquí procede el término que una y otra cultura han tenido.
Murió la gentílica con los pueblos que la crearon, a no ser en aquellos ele¬
mentos que fueron asimilados por la religión bíblica, mientras que ésta
va cada día progresando y contribuyendo ai progreso espiritual del inundo.
En el primer aspecto de esta exposición, cuanto contribuya a ilustrar la
historia de la antigua cultura servirá para ilustrar la historia bíblica.
En segundo lugar, hemos de considerar los grandes sucesos históricos
de influencia universal que más resonancia han tenido en la historia del
pueblo hebreo, tales como emigraciones, invasiones, guerras, nacimientos
y caídas de imperios, etc. Fueron éstos en gran número, porque la Pales¬
tina ha sido el lugar de encuentro de las antiguas civilizaciones y de los
antiguos imperios. Por eso, cuantos documentos contribuyan a ilustrar la
historia de Egipto, de Asiria, de Caldea, del imperio de Alejandro Magno y
de sus sucesores, pueden contribuir a ilustrar la Historia Sagrada, que tan¬
tas veces los menciona o los supone conocidos de los lectores. Al contrario,
son muy raros los casos en que los documentos de la histria profana hacen
mención del pueblo de Israel o de cosas tocantes a él; y cuando esto ocurre,
hablan de él sólo como objetivo de alguna de sus campañas; pero la vida
religiosa de Israel, lo que constituye su privilegiada grandeza, fué total¬
mente desconocido de los escribas egipcios, asirios y babilónicos. Sola¬
mente los griegos, curiosos investigadores de las cosas extranjeras, se dieron
cuenta de este hecho, y el juicio que de él formaron concuerda con el que
más tarde se hicieron del Evangelio. (I. Cor. 1. 22 sig.)
7»—Principales documentos históricos.
Entre los principales documentos que contribuyen a ilustrar la Historia
Sagrada indicaremos los siguientes:
1. ° El relato caldeo de la Creación, siquiera sea por el manifiesto con¬
traste con la narración del Génesis.
2. ° El del Diluvio, bastante más interesante que el de la Creación, y
cuyas semejanzas con el relato bíblico, fuera de lo que atañe a la noción
de Dios, son innegables.
3. ° La inscripción de Meneftá, único documento egipcio en que se
menciona a Israel, y que si en su estilo fuera más preciso, podría servir
para fijar mejor la época del éxodo.
4. ° Para el estudio de la Ley contribuye el monumental código de
Hammurabí, juntamente con otros muchos documentos jurídicos y reli¬
giosos que nos ofrece la literatura cuneiforme.
5. ° La correspondencia diplomática de El-Amarna nos da una idea
muy cumplida del estado político de la Palestina en la época de la inva¬
sión de los hebreos, conducidos por Josué. Xo hay hasta hoy modo de ilus¬
trar el período de los Jueces ni los comienzos de la monarquía.
6. ° Sesak nos dejó grabados en los muros de lvarnak los nombres de
las ciudades de la Palestina por él conquistadas en la expedición de que
nos da cuenta el libro segundo de las Crónicas (12-3).
7. ° Mesa, rey de Moab, celebra en su inscripción las victorias alcan¬
zadas sobre Israel, de que hace mención el libro segundo de los lleves
(4. 3 sig.).
8. ° Muy ricos en noticias son los archivos asirios, en los que hallamos
minuciosos relatos de las campañas de Salniauasar, Teglalfalasar IV,
Sargón, Senaquerib, Asaradón y Asurbauipal.
INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS
LXXXJX
9. ° Otro tanto sucede con las crónicas de Babilonia, que ilustran la
historia de los imperios mesopotámicos hasta la conquista de Babilonia
por Ciro.
10. A la época de la restauración de Jerusalén pertenecen los papiros
de Elefantina, que esclarecen notablemente la historia de Esdras y Nehe*
mías.
11. Para la época posterior tenemos los historiadores clásicos, prin-
palmente Flavio Josefo, que para trazar la historia de los últimos días de
su patria dispuso, sin duda, de más abundante documentación que los
extraños y presta una gran contribución a la Historia Sagrada.
8. — La cronología bíblica.
La historia describe los hechos, condicionados por el espacio y el tiempo;
por eso se dice que la geografía y la cronología son los dos ojos de la historia.
Para muchos es casi un axioma que en la Escritura no hay cronología, y la ver¬
dad es que las incertidumbres en la cronología bíblica son muchas, aunque no
las mismas en todos los libros. La cronología precedente a la época de Abraham
se halla en las dos genealogías de los diez patriarcas anteriores y posteriores
al diluvio. Adicionados los años que corren entre el nacimiento de cada uno
de estos patriarcas y el de su primogénito o sucesor, nos dan la duración de
cada uno de estos períodos. Pero la inseguridad de las cifras y la incertidum¬
bre acerca de la naturaleza de estos números y de estas genealogías hace
aquí verdadera la anterior afirmación de que no hay cronología bíblica. El
historiador caldeo Beroso nos presenta también para los tiempos antedilu¬
vianos una serie de diez Reyes, que reinaron en Caldea; pero la oscuridad de
la cronología bíblica no se disipa con este también oscuro documento. Los
datos generales de la historia de Caldea, de Egipto, de Elam, y sobre todo los
de la Prehistoria, parecen demostrar que estas genealogías bíblicas son muy
incompletas.
Ha sido bastante común aceptar la coincidencia de la época de Abraham
con la de Hammurabi; pero nuevos documentos han obligado a mudar de
sentencia. Los más recientes descubrimientos cuneiformes colocan el comienzo
del reinado de Hammurabi por el año 1870 ó el 1790. No hay, pues, hasta
ahora punto fijo de la cronología profana que pueda en este período servirnos
de apoyo para la cronología bíblica del mismo. Todos convienen en que la in¬
migración de Israel en Egipto se verificó durante la dominación de los reyes
Hiksos; pero habiendo durado ésta varios siglos, y siendo muy oscura su his¬
toria, en esa misma o mayor oscuridad quedamos respecto del tiempo de la
inmigración. El tiempo del éxodo tampoco puede con seguridad determinarse.
Las opiniones de los egiptólogos se dividen, optando unos por el reinado de
Amenofis II, en la postrera mitad del siglo xv a. C., y otros por el de Meneftá,
dos siglos más tarde, hacia el año 1230 a. C. La sentencia común hace recaer
en el año 1000 a. C., el reinado de David. La duración del período de los Jueces
queda sin determinar. Son bien conocidas las palabras de San Jerónimo sobre
la oscura cronología de los libros de los Reyes. Sin embargo, a la nueva luz
de los documentos asirios la cronología bíblica adquiere algunos puntos fijos
en este período. Así la campaña siro-efraimita, que tan importante lugar ocupa
en los vaticinios de Isaías, ocurrió por los años 734-732 a. C.; la destrucción de
Samaría por Sargón, el año 722 a. G. Para el último período de la vida de Judá
no hallamos ya tantos datos en los documentos asirios. La destrucción de
xc
INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS
Nínive ocurrió en el G12 a. C.; en 586 la de Jerusalén, y en 539 la conquista
de Babilonia por Ciro. Con ésta termina oficialmente la cautividad. La crono¬
logía de la restauración, aunque más fija, tiene todavía sus dificultades, y
los doctos disputan sobre el orden que en la historia tienen las legaciones de
Esdras y Nehemías. En los libros de los Macabeos el cómputo de los años es
más preciso, pues ambos libros parten de la misma fecha, la de la batalla de
Gaza, comienzo de la era seléucida, que principia el primero de octubre del
año 312, antes de Cristo. Pero el libro primero comienza a contar a partir de
la pascua del dicho año, mientras que el segundo cuenta desde el otoño del
mismo, originándose así una diferencia de seis meses en el cómputo del uno y
el del otro.
NOTA DE LOS GRABADOS
Los grabados escogidos para ilustrar esta edición de la Sagrada Biblia
de la Biblioteca «le Autores Cristianos, son obra de famosos maestros
flamencos del siglo xvi, y han sido fotografiados expresamente de los guar¬
dados en ! a Sección de Bellas Artes de la Biblioteca Nacional.
GRABADOS A PLANA ENTERA
ANTIGUO TESTAMENTO.— Acompañan a cada uno de sus libros,
a excepción del libro de la Sabiduría y del Cantar de loa Cantares , grabados
que pertenecen a la obra Thesaurus sacrarum historiarum Veteris Testamenti f
clegantissimis imaginibus expressum , que de la editorial de Gerard de Iode
salió en 1585, y son debidos al buril de J. Sadeler, J. H. Wierix, Harmen
Müller y A. Collaert, según dibujos de Martin Vos, Martin Hcemskcrck
y Aclriaen de Wcerdt.
Para el libro de los Salmos se ha elegido especialmente una lámina de la
Historia de Saúl y David titulada Patientiae Davidis Rcgis t dibujada por Vos
y grabada y editada por Sadeler en 158G.
De los mismos dibujantes y editor, es el precioso grabado que ilustra el
Cantar de los Cantares y y que está en colección aparte en nuestra sección.
NUEVO TESTAMENTO. — Durero ilustra casi todo el Nuevo Testa¬
mento, en su doble manifestación de grabador en madera y cobre.
Evangelios de San Mateo y San Marcos. —«El Nacimiento de Cristo» y «Cristo
se despide de su madre» son las láminas 10 y 17 de la serie en madera Vida de
la Virgen f que posee la Biblioteca Nacional.
Evangelios de San Lucas y San Juan .—«El descendimiento» y la «Resu¬
rrección» pertenecen a la Pequeña Pasión , serie grabada en cobre.
También de Durero es la ilustración del Apocalipsis (madera) y el San
Pablo de las Cartas (cobre).
Los «Hechos de los Apóstoles» son dibujados por M. de Vos y editados
por la Viuda de Gerard de Iode.
CABECERAS DE LIBRO
Las del Antiguo Testamento están tomadas de la obra Historiarum Veteris
Testamenti (Lyón, 1543), bella y rara edición grabada por Holbcin en madera.
Las del Nuevo, de una Biblia Sacra ad Hebraicam veritatem ..., editada
por los herederos de Jacobo Giunta en Lyón, 1549.
COLOFONES
Los colofones, dibujados por Martin de Vos y editados por Ph. Galle,
están grabados con extraordinaria delicadeza por Wierix, Callacrt, Passe y
otros maestros del siglo xvi.
Elena Páez
Bibliotecaria de la Sección de Estampas
de la Biblioteca Nacional.
FE DE ERRATAS
No señalamos los errores que se han deslizado en la transcripción de algunos nombres personales
y geográficos, ni las erratas tipográficas, relativamente pocas, que con facilidad salvará el buen sentido
de los lectores . Consignamos tan sólo las que podrían ocasionar alteración o confusión en el sentido del
texto.
Página
Columna
Linea
Dice
Léase
21
1
34
acaneos
can ancos
21
1
50
el de desierto
el desierto
32
2
2
dos
los
48
2
21
espinas
espigas
77
2
33
lo
le
83
2
46
violada
violeta
85
1
2
de ella
en ella
91
1
41
santuario Yave
santuario de Yave
IOI
1
II
cortina
cortina con veinte columnas
y sus veinte
IOI
2
21
los
las
144
1
19
fíenos
llenos
156
1
13
vuestra familia
vuestras familias
157
2
35
revista
reviste
206
1
38
los
les
206
2
31
grana
grama
209
1
1
a
la
209
1
44
óe
de
214
8
realizada
realizadas
214
9
hacérselas
hacérsela
224
2
41
todo
todos
229
I
32
Betsabe
Berseba
231
2
36
Siclaj
Siceleg
231
2
37
Jaseruso
Josersua
233
2
22
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de
246
I
1
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Jaroset
246
I
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Jaroset
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consagré a
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421
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679
1
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Jerusalén
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I
9
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él
683
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refugiaros
refugiaos
683
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26
vida
viña
683
I
44
fronda
flauta
687
2
23
Sersá
Serás
Págin;
688
689
697
713
761
765
780
788
792
798
1221.
1224
FE DE ERRATAS
Columna
Línea
2
23
1
38
2
46
1
38
1
51
2
54
2
28
1
58
1
53
2
21
1
44
2
54
Dice
Sebaot
que es
tor-ado
predicando
un cielo
ungir al
nombre
ejecutar
tomo
huido la
sido asi cumplimentado
hombre
Léase
Yave Sebaot
—era
tor-nado
prediciendo
un sido
ungir el
hombre
ejecutarla
retorno
huido de la
ha dado asi cumplimiento
nombre
ANTIGUO TESTAMENTO
INTRODUCCION ESPECIAL AL PENTATEUCO
1.—Plan <lel Pentateuco.
L OS cinco 'primeros libros ,
que los judíos pusieron
siempre a la cabeza de
su canon, recibieron conjun¬
tamente el nombre de Tora
o Ley, y cada uno de ellos
se denominaba con las pa¬
labras por que comenzaba,
fuera del cuarto, Los Nú¬
meros, que llamaron Barnid-
bar, «En el desierto ». Los
judíos alejandrinos,que leían
los libros sagrados en la ver¬
sión griega alejandrina, die¬
ron al conjunto de los cinco
libros el nombre de Penta¬
teuco, y a cada uno de ellos
un título que expresaba su
contenido: Génesis, Exodo,
Levitico, Números y Dcute-
ronomio. San Jerónimo, en
su versión Vulgata, conservó
ambos nombres: asi el pri¬
mero: Génesis, hebraice Be-
resit, etc .
El Pentateuco tiene por
fin narrar los orígenes del pueblo de Israel ay su constitución como pueblo
de Dios.» Esto, que es también ste argumento, da su unidad general a toda
la obra, que el autor desarrolló del modo siguiente: El Génesis es como la pre¬
historia de Israel . Tiene su unidad literaria, constituida por la serie
de diez genealogías, que comienzan por la del cielo y la tierra y terminan
con la de Jacob. Las cinco primeras pertenecen a la historia general: las otras
cinco, que comienzan con Tare, padre de Abraham, se refieren a los patriarcas del
pueblo elegido. En esta serie de generaciones nos traza el autor sagrado el
camino por el que, las divinas promesas de un Redentor se transmiten de Adán
i
PENTATEUCO
a Abraham y de éste al pueblo de Israel, que las conservará y preparará su cum_
plimicnto. Tal es el pensamiento de San Agustín: propositum quippe scrip
toris illius fuit, per quem Spiritus Sanctus id agebat per sueeessionem <er-
tarum gcnerationum ex uno homine propagatarum, pervenire ad Abraham et
deinde ex ejus semine ad populum Dei, in quo distincto a eoeteris gcntibus
pracfigurarentur» Los misterios del reino de Dios y de Cristo. (De Civ.
Dei. XV, 8.) Al mismo tiempo que teje la historia de estas diez generaciones,
va el autor inspirado intercalando algunas leyes fundamentales de Israel, como
la de no comer sangre (Gen. 9, sig.), y la de la circuncisión , como señal de la
alianza con Dios (Gen. 17). Termina el Génesis con el establecimiento de
Jacob en Egipto, donde, según la promesa de Dios a Abraham y a Jacob, se
multiplicaría su descendencia, adquiriendo el suficiente desarrollo para consti¬
tuir un pueblo capaz de recibir la ley.
Los tres libros que siguen forman un todo } y contienen la historia de la
opresión y la liberación de Egipto y la de la peregrinación por el desierto, con
todas sus peripecias. Ocupa en ellos un lugar preeminente la permanencia en
el Sinaí. En el curso de esta historia va el autor intercalando la promulgación
de las leyes que formarán el Código mosaico. En el conjunto de esta obra po¬
demos distinguir cuatro grupos de leyes y como si dijéramos cuatro Códigos
especiales. Es el primero el Código de la Alianza, que tiene por introducción la
primera teofanía del Sinaí con la promulgación del Decálogo (Exod. 19, 20),
seguido de una serie de disposiciones legales, religiosas, civiles y penales, pro¬
mulgadas por Moisés, como base del pacto allí mismo establecido entre Dios
y el pueblo (20-23). El segundo Código, que podemos llamar levítico o sa¬
cerdotal, comienza con la segunda teofanía (Exod. 24, 1, 9), y la permanencia
de Moisés en el monte por espacio de cuarenta días, durante los cuales le comu¬
nica Dios toda la organización del culto. Viene luego la ejecución de ese plan,
hasta la erección del ta be r mí etilo, con la cual termina el Exodo (25-40); y por
fin , las disposiciones del Levítico sobre los sacrificios y la consagración de los sa¬
cerdotes, que constituyen la primera parte de este libro (1-16). La segunda (17-27)
forma el llamado Código de santidad, que contiene diversos preceptos ordena¬
dos a conservar la santidad interiór y exterior del pueblo elegido, conforme
a la santidad de su Dios, repitiéndose muchas veces la fórmula: «Sed santos,
como yo, el Señor vuestro Dios, soy santo.*
Los Números, que abarcan un período de treinta y siete años, es el libro que
presenta menos unidad. Recibe el nombre este libro de los empadronamientos del
pueblo, con que comienza (1-4), y siguen luego algunas leyes, la peregrinación por
el desierto con algunos de sus episodios, la mayor parte de ellos desagradables, que
muestran la dura cerviz de aquel pueblo y justifican plenamente el reproche que
les dirigió San Esteban: ^Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo » (5-26).
El Deuteronomio es una obra aparte, una recopilación histórica y legal de
todo lo sucedido desde la salida de Egipto hasta aquel momento en la llanura
de Moab, y está hecha por Moisés en tres discursos, en que recuerda al pue¬
blo los beneficios recibidos de Dios y los exhorta a la observancia de su ley.
El primer discurso (1-4) es una recopilación de la historia, y termina con la
alianza del Sinaí. El segundo comienza con la repetición del Decálogo, sigue
con apremiantes exhortaciones a la observancia de la ley (5-11), y tennina
con la explicación de las leyes contenidas en los Códigos de la alianza y de la
santidad, que se refieren al pueblo, dejando las del Código levítico, que se refie¬
ren a los sacerdotes (12-26). El tercer discurso contiene las sancionccs divinas
de la ley y la renovación del pacto en la llanura de Moab (27-30). Los últi¬
mos capítulos vienen a ser corno ?/n apéndice de la obra, y contienen el gran
cántico de Moisés y la bendición de las doce tribus, terminando con la muerte
del profeta , a la vista de la tierra prometida (31 34).
PENTATEUCO
3
2.—L;i autenticidad de la revelación
mosaica.
Repetidamente hemos dicho que la Historia Sagrada es la historia de la
divina revelación, comunicada al pueblo por el ministerio de los profetas.
Esto profesamos cuando decimos: Credo in Spiritum Sanctum qui locutus
est per prophetas. Moisés es el primero entre los profetas, pues como dice
Santo Tomás, habló a todo el pueblo en nombre de Dios y como promulgador
de la ley, mientras que todos los otros inculcaron la observancia de la misma,
según estas palabras de Malaquias (4, 4): «Acordaos de la ley de Moisés, mi
siervo» (11.* II.* q. 174, a. 4). Antes, pues, de tratar de la autenticidad literaria
del Pentateuco, conviene tratar de la autenticidad de la revelación en él con¬
tenida , como cosa que está íntimamente ligada con la fe y que ha de servir
de base para determinar luego la autenticidad literaria del Pentateuco.
El Pentateuco mismo y el libro de Josué nos ofrecen testimonios de haber Moisés
recibido revelaciones de Dios; y son tantos estos testimonios, que para reproducirlos
todos habríamos de citar una buena parte de estos libros. También abundan
testimonios semejantes eri los otros libros del Antiguo y del Nuevo Testa¬
mento. En el primero de los Reyes exhorta David a Salomón a guardar la
Ley del Señor, andar por sus caminos y guardar sus preceptos, ceremonias y
testimonios, como están escritos en la Ley de Moisés (2 , 3). En el segundo
de lo8 Reyes se alaba la piedad y el celo de Ezcquías, por haberse adherido a
la Ley del ¿Señor, no haberse apartado de sus caminos y haber cumplido los
mandatos que dió Dios a Moisés (18, 6). Nehemías confiesa a Dios su pecado
y el de sus padres, por haber olvidado los preceptos, las ceremonias y los jui¬
cios que dió a Moisés, su siervo (1, 7). En este mismo libro los representantes
del pueblo recuerdan los favores de Dios, que descendió y habló con ellos
desde el cielo y les dió sus juicios rectos, una ley de verdad y ceremonias y
preceptos buenos, por medio de Moisés, su siervo (9, 1; conf. 10, 28). El Ecle¬
siástico termina el elogio de Moisés diciendo: «Y dió Dios por su mano sus
preceptos, una ley de vida y de inteligencia, para enseñar a Jacob sus esta¬
tutos y a Israel sus testimonios y sus juicios » (46, 6). El joven mártir de la
ley habla así a sus verdugos: «No obedezco las órdenes del Rey, sino las pre¬
ceptos de la ley, que nos ha sido dada por Moisés » (II. Mac. 7, 30).
Esta tradición del Antiguo Testamento la confirman testimonios del
Nuevo. El Señor pone en boca de Abraliam estas palabras, dirigidas al rico
Epulón: «Tienen a Moisés y a los Profetas... Si a Moisés y a los Profetas no
oyen, tampoco oirán a un muerto que resucite » (Luc. 16, 29 sig.). El mismo
Salvador, camino de Emaús, les va explicando a los discípulos los vaticinios
que a El se referían, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profe¬
tas (Luc. 24, 24). De estas explicaciones parece hacerse eco el Santo Proto-
mártir, al citar ante el Sanedrín, como dicho por Moisés, el pasaje del Dente -
ronomio 18, 15. Asimismo San Pedro, ante la asamblea de los fieles, declara que
ni ellos ni sus padres pudieron guardar la Ley de Moisés (Act. 15, 10). San
Pablo, en la cárcel de Roma disputaba con los judíos, probándoles por la
Ley de Moisés y por los Profetas que Jesús era el Mesías (Act. 28, 23). De
la misma suerte habla el Apóstol en sus Epístolas, como puede verse en
Rom. 5, 1; II. Cor. 3, 13 sigs.; Heb. 3, 2 sigs., 9, 19. Estos testimonios prueban
ser histórica y dogmáticamente cierto que Moisés es el legislador inspirado
de Israel y que su ley se halla contenida en el Pentateuco, único Código co¬
nocido por el pueblo elegido. Esto ha de entenderse de la sustancia de la ley
y de la revelación mosaica, puesto que mucho de la una y de la otra lo habría
I
PENTATEUCO
recibido ya Israel de sus patriarcas } y algo más pudieron añadir luego los
profetas posteriores, prometidos por Dios en la misma ley } como sucesores de
Moisés y perfeccionadores de su obra.
íí. — La autenticidad mosaica del
Pentateuco.
Después de esta cuestión de la autenticidad de la revelación mosaica f que
interesa primordialmente a nuestra fe, síguese otra acerca de la autenticidad
del testimonio histórico de esa revelación, que debe provenir de Moisés, y
hallarse contenido en documentos que tendrán tanto más valor histórico
cuanto más cerca estén de la persona del profeta legislador.
Fuera de alguna pequeña parte, como el capítulo último del Deuterono¬
mio, y algunas otras que se consideraron como glosas o adiciones por algunos
intérpretes, la total autenticidad mosaica del Pentateuco fue indiscutida en
la antigüedad. Es principalmente al fin del siglo xviii cuando la critica racio¬
nalista comienza a impugnarla y acaba por negarla del todo. Del examen in¬
terno del libro se deduce que son muchas las partes que indudablemente fue¬
ron escritas por Moisés, precisamente lo principal de los Códigos legislativos,
a más de otros pasajes de menor importancia. Igualmente hay otros que prue¬
ban haber tenido Moisés tanta parte en el resto de la obra, que puede con
verdad decirse el autor responsable de todo su contenido. Así en Exod. 24, 4,
después de exponer Moisés las leyes por que quería Dios que Israel se gober¬
nase en adelante, se dice que Moisés escribió todo aquello y a la mañana si¬
guiente lo leyó al pueblo, que protestó estar dispuesto a observarlo. Se trata
del Código de la alianza, llamado así porque conforme a él se estableció el
pacto del Sinaí entre Dios c Israel. Palabras semejantes se leen también en
el Deuteronomio (31, 9): «Escribió Moisés esta ley y la entregó a los sacerdotes
levíticos y a todos los ancianos de Israel» t palabras qite parece deben refe¬
rirse al resumen de la ley, que es el Deuteronomio, aunque no faltan intér¬
pretes que las extienden a todo el Pentateuco. Fuera de estas dos importan¬
tes porciones, se dice en el libro haber sido escritas por Moisés la historia
sobre los Amalccitas (Exod. 17, 4) y las etapas del paso de Israel por el de¬
sierto (Núm. 33, 1).
La trama general del libro y su redacción prueba en muchos casos que
procede de la época mosaica. El término a que todas sus páginas conver¬
gen, es la liberación de la servidumbre de Egipto y la entrada en la tierra
de Canán. El gran conocimiento que de las cosas de Egipto y su civiliza¬
ción muestra el autor prtieba que éste ha vivido en él y en él se ha educado.
Otras cosas no se explica que puedan haber sido escritas sino por quien ha
vivido la vida del desierto y al tiempo en que la Palestina no había sido aún
ocupada por Israel.
A estos argumentos intrhisecos se añaden otros extrínsecos, deducidos
de los testimonios de otros libros de la Escritura, que atestiguan que es
Moisés el autor del Pentateuco. Recuérdense los testimonios antes aduci¬
dos para probar la autenticidad de la revelación mosaica. Además, en el
libro de Josué se mencionan varios preceptos de la ley escritos por Moisés
(1,7 sigs.; 13, 6). Raruc, haciendo a Dios confesión de sus pecados y de los
beneficios que de él había recibido Israel, cuenta entre ellos el haber mandado
a Moisés escribir la ley para los hijos de Israel (2, 27). El divino Salvador,
echando en cara a los judíos su incredulidad, les anuncia que Moisés será su acu¬
sador, diciendolcs: «De mí escribió él, y si de verdad creyerais en sus escritos,
creeríais también en mí.» (Jn. 5, 45 sigs.) Finalmente el Apóstol, escribiendo
PENTATEUCO
a los Romanos, cita la ley escrita por Moisés (10, 5). Todos convienen en que
los judíos, al tiempo de Cristo Nuestro Señor, tenían por cierto de toda certe¬
za que Moisés había escrito el Pentateuco. Esta convicción se refleja en el
Nuevo Testamento, por ejemplo, en Mat. 8, 4; 19, 7 sigs.; Marc. 7, 10; 12, 26;
Luc. 20, 28; Jn. 1, 46; Act. 3, 22; 14, 21.
— l,a hipótesis doeumentaria.
La crítica independiente, que para nada tiene en cuenta el testimonio
de la Escritura y de la Tradición, ateniéndose sólo a los argumentos internos,
de negación en negación ha venido a rechazar totalmente la autenticidad del
Pentateuco, y lo que para la fe importa más, la autenticidad de la misión profé-
tica y legislativa de su autor. Son sus argumentos: El carácter de composición
que dentro de su unidad general tiene el Pentateuco; la diversidad de estilo
y de lenguaje que se nota en sus distintas partes; la repetición de algunos episo¬
dios históricos y de varias prescripciones legales, etc. Según la crítica, estos
hechos arguyen, o diversidad de autores, o diversidad de tiempos en que fue¬
ron dadas las leyes, acomodadas a las varias condiciones de vida del pueblo.
Así, el Pentateuco, o por mejor decir el Hexateuco, incluyendo también el
libro de Josué, seria una compilación, en la cual pueden distinguirse cuatro
principales documentos: El Yavista, que comienza en Gen., 2, 4; y com¬
prende toda la historia junto con la legislación del Sinaí, y podría haber sido
redactado en los comienzos de la monarquía; el Elohista, que empieza en la
época de Abraham y corre paralelo al precedente, narrando la historia y la'legis¬
lación sinaítica, y sería un tanto posterior al Yavista; el Deuteronómico, que com¬
prende todo el libro del Deuteronomio y se continúa luego en el de Josué,
escrito a fines de la monarquía; y finalmente, el Código Sacerdotal, que es el
que da el plan general al Pentateuco y abarca, por tanto, toda la obra, desde
el primer capítulo del Génesis hasta el fin del libro de Josué, incluyendo toda
la legislación levítica y sacerdotal, redactado en la época de la cautividad.
Posterior a estos cuatro documentos sería la composición del Pentateuco, que
pudiera haber sido obra de Esdras, a quien atribuye una antigua tradición
judía la restitución de los libros sagrados, perdidos en la universal ruina de la
nación.
Bien se ve cuán mermada queda crp estas opiniones la autenticidad de
la obra mosaica, si es que algo queda de ella, y cuán poco crédito histórico se
da a los relatos del Pentateuco.
5. — Otros datos del problema.
Además de los testimonios que atrás dejamos indicados, tomados de la
Escritura, y además de los hechos alegados por la crítica independiente, que
proceden del examen interno de la Sagrada Escritura, conviene señalar un
tercer grupo de datos con que hay que contar para la posible resolución
del problema. Se debe advertir, ante todo, que la ley mosaica no es como la
ley evangélica, una ley que pudiéramos decir de principios (II. //. a q. 106), des¬
tinada a regir a los pueblos todos hasta el fin de los siglos. Es más bien una ley
de circunstancias, que ha de regir la vida moral, religiosa, litúrgica, social,
política, etc., del pueblo hebreo con preceptos muy concretos y circunstan¬
ciales, amoldados a las condiciones de Israel.
El pueblo al que fué dada la ley es un pueblo medio nómada, medio seden¬
tario, medio patriarcal, medio político, y es muy natural que la ley se adaptase
ü
PENTATEUCO
a estas circunstancias, y que en el transcurso del tiempo, al modificarse la si¬
tuación social y religiosa del pueblo, recibiría la ley algunas explicaciones y
adaptaciones , hechas por los profetas y los sacerdotes, que se introdujeron en el
texto sagrado.
A la luz de todos estos datos , podrá el discreto lector formarse idea clara
del siguiente decreto de la Comisión Pontifica Bíblica de 27 de junio de 1906.
6. — El decreto de la Comisión Pontifica
Bíblica.
Acerca de las teorías anteriormente expuestas y del problema qu.e pretenden re¬
solver , ha dado la Comisión P. Bíblica un decreto cuyo compendio es: I. Los argu¬
mentos acumulados por la crítica para negar la autenticidad mosaica del Penta¬
teuco, comparados con los testimonios de uno y otro Testamentos, con el asentimiento
del pueblo judio y con la tradición de la Iglesia y las pruebas que del texto
mismo del libro se deducen, no son de tal peso que autoricen para afirmar que
tales libros no tienen a Moisés por autor, sino que han sido compuestos de
fuentes en su máxima parte posteriores a Moisés. II, La autenticidad ?nosaica
del Pentateuco no exige que Moisés haya escrito todas y cada una de sus par¬
tes. Se puede permitir la hipótesis de que Moisés encomendara a diversos
amanuenses la ejecución de la obra, que él con divina inspiración había pla¬
neado, confirmándola , después de la ejecución, con su autoridad. III. Puede
también concederse, sin perjuicio de la autenticidad del Pentateuco, que Moi¬
sés haya hecho uso, en la composición de su obra, de documentos escritos
o tradiciones orales, sea transcribiéndolos a la letra, sea resumiéndolos o am¬
pliándolos según viera convenir a su plan, todo bajo la divina itispiración .
IV. Salvo la autenticidad y la sustancial integridad del Pentateuco, puede
admitirse que en tan largo espacio de siglos se hayan introducido en él algunas
modificaciones, tales como adiciones posteriores a la muerte de Moisés , glo¬
sas explicativas del texto, correcciones de palabras anticuadas y lecciones in¬
correctas debidas al descuido de los amanuenses, y de las cuales puede juz¬
garse conforme a las reglas de la crítica.
GÉNESIS
GENESIS
La creación del universo
1 1 Al principio creó Dios los cielos
1 y la tierra (1) 2 * La tierra estaba
confusa y vacía, y las tinieblas cu¬
brían la haz del abismo, pero el espí¬
ritu de Dios estaba incubando (2)
sobre la superficie de las aguas.
3 Dijo Dios: «Sea la luz»’; y hubo
luz. 4 * Y vió Dios ser buena la luz, y
la separó de las tinieblas; 6 y a la
luz llamó día, y a las tinieblas noche,
y hubo tarde y mañana, día primero.
6 Dijo luego Dios: «Haya firma¬
mento en medio de las aguas, que
separe unas de otras.» 7 E hizo Dios
el firmamento, separando aguas .de
aguas, las que estaban debajo del
firmamento, de las que estaban sobre
el firmamento. Y así fué. 8 Llamó
Dios al firmamento cielo, y hubo
tarde y mañana, segundo día.
9 Dijo luego: «Júntense en un lugar
(1) La creación es el dogma fundamental
de la religión, opuesto a todas las falsas reli¬
giones y a todas las falsas filosofías.
(2) La palabra hebrea significa propia¬
mente el aletear del ave sobre los huevos, al
incubar. Con esta imagen se expresa la acción
del espíritu de Dios sobre el caos. t
las aguas de debajo de los cielos, y
aparezca lo seco.» Así se hizo; 10 y a
lo seco llamó Dios tierra, y a la reunión
de las aguas mares. Y vió Dios ser
bueno.
11 Dijo luego: «Produzca la tierra
brotes de hierba verde con semilla, y
árboles frutales cada uno con su fruto,
según su especie y con su simiente,
sobre la tierra.» 12 Y produjo la tierra
brotes de hierba verde, cada uno con
sii semilla, y árboles de fruto con su
semilla cada uno. Vió Dios ser bueno;
13 y hubo tarde y mañana, día tercero.
14 Dijo luego Dios: «Haya en el
firmamento de los cielos lumbreras
para separar el día de la noche, y
servir de señales a estaciones, días y
años; 15 y luzcan en el firmamento
de los cielos, para alumbrar la tie¬
rra.» Y así fué. 16 Hizo' Dios los dos
grandes luminares, el mayor para pre¬
sidir al día, y el menor para presidir
a la noche, y las estrellas; 17 y los
puso en el firmamento de los cielos
para alumbrar la tierra 18 y presidir
al día y a la noche, y separar la luz
de las tinieblas. Y vió Dios ser bueno,
19 y hubo tarde y mañana, día cuarto.
20 Dijo luego Dios: «Llénense las
GÉNESIS, 2
!<)
aguas de animales, y vuelen sobre la
tierra aves debajo del firmamento de
los cielos.» 21 E hizo Dios los grandes
monstruos del agua y todos los ani¬
males que bullen en ella, según su
especie, y todas las aves aladas, según
su especie. Y vió Dios ser bueno,
22 y los bendijo, diciendo: «Creced y
multiplicaos y henchid las aguas del
mar, y multipliqúense sobre la tierra
las aves.» 23 Y hubo tarde y mañana,
día quinto.
24 Dijo luego Dios: «Brote la tierra
seres animados según su especie, bes¬
tias, reptiles y vivientes de toda es¬
pecie.» Y así fue. 25 Hizo Dios todos
los vivientes de la tierra según su
especie, las bestias, según su especie,
V todos los reptiles de la tierra, según
su especie. Y vió Dios sel* bueno.
26 Díjose entonces Dios: «Hagamos
al hombre a nuestra imagen y a nues¬
tra semejanza, para que domine sobre
los peces del mar, sobre las aves del
ciclo, sobre las bestias, y sobre toda
la tierra y cuantos animales se mue¬
ven sobre ella.» 27 E hizo Dios al
hombre a imagen suya, a imagen de
Dios lo hizo, y los hizo macho y
hembra; 28 y los bendijo Dios, dicién-
doles: «Creced y multiplicaos, y hen¬
chid la tierra; sometedla y dominad
sobre los peces del mar, sobre las aves
del cielo, y sobre todo cuanto vive
y se mueve sobre la tierra.» 29 Dijo
también Dios: «Ahí os doy cuantas
hierbas de semilla hay .sobre la haz
de la tierra toda, y cuantos árboles
producen fruto de simiente, para que
todos os sirvan de alimento. 30 Tam¬
bién a todos los animales de la tierra,
y a todas las aves del ciclo, y a todos
los vivientes que sobre la tierra están
y se mueven, les doy para comida
cuanto de verde hierba la tierra pro¬
duce.» Y así fué.
31 Y vió Dios ser bueno cuanto había
hecho, y hubo tarde y mañana, día
sexto.
1 Así fueron acabados los cielos
— V la tierra y todo su cortejo. (i) 2 Y
rematada toda la obra que había he¬
cho, descansó Dios el séptimo día de
cuanto hiciera; 3 y bendijo al día sépti¬
mo y lo santificó, porque en él descan¬
só Dios de cuanto había hecho y obrado.
4 Este es el origen de los cielos y
la tierra cuando fueron creados (1).
(i) En este primer relato ha de distinguirse
entre el fondo y la forma literaria. El fondo
El Paraíso.
Al tiempo de hacer Yave Dios la
tierra y los cielos, 6 no había aún
arbusto alguno en el campo, ni ger¬
minaba la tierra hierbas, por no haber
todavía llovido Yave Dios sobre la
tierra, ni haber todavía hombre que
la labrase, 6 ni rueda que subiese el
agua con que regarla; 7 formó Yave
Dios al hombre del polvo de la tierra,
y le inspiró en el rostro aliento de
vida, y fué así el hombre ser animado.
8 Plantó luego Yave Dios un jardín
en Edén, al oriente, y allí puso al
hombre a quien formara. 9 Hizo Yave
Dios brotar en él de la tierra toda
clase de árboles hermosos a la vista
y sabrosos al paladar, y en el medio
del jardín el árbol de la vida y el
árbol de la ciencia del bien y del mal.
10 Salía de Edén un río que regaba el
jardín V de allí se partía en cuatro
brazos. 11 El primero se llama Pisón,
y es el que rodea toda la tierra de
Evila, donde abunda el oro, 12 un
oro muy fino y a más también be¬
del io y ágata; 13 el segundo se llama
Guijón, y es el que rodea toda la
tierra de Cus; 14 el tercero se llama
Gidequcl, y corre al oriente de Asia;
el cuarto es el Pcrat (1). 15 Tomó,
pues, Yave Dios al hombre, y le
llevó al jardín de Edén para que lo
cultivase y guardase, 16 y le dió este
mandato: «De todos los árboles del
paraíso puedes comer, 17 pero del
árbol de la ciencia del bien y del
mal no comas, porque el día que de
él comieres, ciertamente morirás.»
18 Y se dijo Yave Dios: «No es bueno
que el hombre esté solo, voy a ha-
contiene las principales verdades de la religión;
la creación del universo, en el tiempo, por la
omnipotencia y la sabiduría de Dios; la forma¬
ción de los astros para servicio del hombre, no
para ser por él adorados; el origen divino de
toda fecundidad, también por error divinizada
en las religiones paganas; la formación del
hombre, a imagen y semejanza de Dios. Esta
semejanza, según la Escritura y los Padres,
está en el dominio y señorío vicario del hombre
sobre toda la creación, y radicalmente se funda
en la naturaleza racional del hombre. La forma
literaria es una especie de parábola, en que la
obra de Dios, a tenor del precepto sabático,
se presenta cual modelo de la obra del hombre.
La obra de Dios se divide, no según la natura¬
leza de las cosas, sino según éstas aparecen a
los sentidos y conforme al lenguaje de la época.
(I. G. n. 13 y 15 )
(1) Los dos ríos primeros no se sabe cuales
son; el tercero es probablemente el Tigris;
el cuarto, el Eufrates.
GÉNESIS. 3
I I
cerle una ayuda semejante a él»;
19 pues había Yave Dios traído ante
Adán todos cuantos animales del
campo y cuantas aves del cielo hizo
de la tierra, para que viese cómo los
llamaría, y fuese el nombre de todos
los vivientes el que él les diera; 20 y
había dado Adán nombre a todas las
bestias y a todas las aves del cielo
y a todos los animales del campo;
pero entre todos ellos no había para
Adán ayuda semejante a él. 21 Hizo
pues Yave Dios caer sobre Adán un
profundo sopor; y dormido, tomó una
de sus costillas, cerrando en su lugar
la carne, 22 y de la costilla que de
Adán tomara formó Yave Dios a la
mujer, y se la presentó a Adán.
23 Adán exclamó:
«Esto sí que es ya hueso de mi
hueso y carne de mi carne.
Esto se llamará varona, porque
del varón ha sido tomada.
24 Por esto dejará el hombre a su
padre y a su madre
Y se adherirá a su mujer
Y vendrán a ser los dos una sola
carne.»
Tentación, caída y primera pro¬
mesa de redención.
I 25 Estaban ambos desnudos, Adán
y su mujer, sin avergonzarse de ello.
3 1 Pero la serpiente, el más astuto
de cuantos animales del campo
hiciera Yave Dios, dijo a la mujer:
«¿Conque os ha mandado Dios que
no comáis de los árboles todos del
paraíso?» 2 Y respondió la mujer a
la serpiente: «Del fruto de los árbo-
• les del paraíso comemos, 3 pero del
fruto del que está en medio del pa¬
raíso nos ha dicho Dios: «no comáis
de él, ni lo toquéis siquiera, no va¬
yáis a morir.» 4 * Y dijo la serpiente
a la mujer: «No, no moriréis; 6 7 es
que sabe Dios que el día que de él
comáis, se os abrirán los ojos, y se¬
réis como Dios, conocedores del bien
y del mal.» 6 Vió, pues, la mujer
que el árbol era bueno para comerse,
hermoso a la vista y deseable para
alcanzar la sabiduría, y cogió de él
fruto, y comió, y dió de él a su ma¬
rido, que también con ella comió.
7 Abriéronse los ojos de ambos, y
viendo que estaban desnudos, cosie¬
ron unas hojas de higuera y se hi¬
cieron unos cinturones. 8 * Oyeron a
Yave Dios, que andaba por el jardín
al fresco del día, y se escondieron
de Yave Dios Adán y su mujer, en
medio de la arboleda del jardín.
9 Pero llamó Yave Dios a Adán, di¬
ciendo: «Adán, ¿dónde estás?» 10 Y
éste contestó: «Te he oído en el
* jardín, y temeroso porque estaba des¬
nudo, me escondí.» 11 «¿Y quién, le
dijo, te ha hecho saber que estabas
desnudo? Es que has comido del árbol
de que te prohibí comer?» 12 Y dijo
Adán: «La mujer que me diste por com¬
pañera me dió de él y comí.» 13 Dijo,
pues, Yave Dios a la mujer: «¿Por qué
has hecho eso?», y contestó la mujer:
; «La serpiente me engañó y comí.» 14
Dijo luego Yave Dios a la serpiente:
«Por haber hecho esto,
Maldita serás entre todas las bestias
Y entre todos los animales del
campo.
Te arrastrarás sobre tu pecho
Y comerás el polvo todo el tiempo
de tu vida.
15 Pongo perpetua enemistad entre
ti y la mujer
Y entre tu linaje (1) y el suyo;
Este te aplastará la cabeza,
Y tú le morderás a él el calcañal » (2).
i 16 A la mujer le dijo:
1 «Multiplicaré los trabajos de tus
preñeces;
parirás con dolor los hijos,
y buscarás con ardor a tu marido,
que te dominará.»
17 A Adán le dijo: «Por haber es¬
cuchado a tu mujer, comiendo del
árbol de que te prohibí comer, di-
I ciéndote: no comas de él:
Por ti será maldita la tierra;
con trabajo comerás de ella todo
i el tiempo de tu vida;
18 te dará espinas y abrojos,
y comerás de las hierbas del campo.
i-
(1) Nuestra palabra «linaje» no corresponde
exactamente a la palabra hebrea aquí empleada,
pues aquélla significa no sólo posteridad, que
es lo que significa la palabra hebrea, sino tam¬
bién ascendencia; la hemos preferido, sin em-
: bargo, por ser de género masculino, y convenir
mucho en este lugar hacer resaltar la contra¬
posición que, de no distinguir entre los dos
géneros, queda oscurecida.
(2) La palabra hebrea es la misma para
la acción del linaje de la mujer contra la ser¬
piente y para la de la serpiente contra el linaje
de la mujer. En ambos casos debería traducirse
del mismo modo. Sin embargo, como la pala¬
bra hebrea significa acechar o herir, prefiriendo
esta úlrima significación, la matizamos de aplas¬
tar o de morder, según las circunstancias de la
acción en el uno y el otro caso.
12
GÉNESIS, 4
19 Con el sudor de tu rostro come¬
rás el pan, hasta que vuelvas a la
tierra, pues de ella has sido formado;
ya que polvo eres, y al polvo vol¬
verás» (1).
20 Adán llamó Eva a su mujer,
por ser la madre de todos los vi¬
vientes. 21 Hízoles Yave Dios a Adán
y a su mujer túnicas de pieles, y los
vistió.
22 Díjose Yave Dios: «He ahí a
Adán hecho como uno de nosotros,
conocedor del bien y del mal; que no
vaya ahora a tender su mano al
árbol de la vida, y comicndo.de él,
viva para siempre. 23 Y le arrojó
Yave Dios del jardín de Edcn, a
labrar la tierra de que había sido
tomado. 24 Expulsó a Adán, y puso
delante del jardín de Edén un que¬
rubín, que blandía flameante espa¬
da (2), para guardar el camino del
árbol de la vida (3).
Caín y Abel.
I 1 2 Conoció Adán a su mujer, que
" concibió y parió a Caín, diciendo:
«He alcanzado de Yave un varón.»
2 Volvió a parir, y tuvo a Abel, su
hermano. Fué Abel pastor y Caín la¬
brador; 3 y al cabo de tiempo hizo
Caín ofrenda a Yave de los frutos
de la tierra, 4 * y se la hizo también
Abel de los primogénitos de su ga¬
nado, de lo mejor de ellos; y agra-
(1) En estas palabras de Dios a la mujer
y al hombre resalta la diversa misión del uno
y de la otra en la familia. La del hombre, ser
jefe de ella y su mantenedor; la de la mujer,
los afanes de la maternidad.
(2) En todo este relato, como en el de’ a
creación, hay que distinguir entre el fondo y
la forma literaria. Esta es poética; y si absurdo
sería tomar en sentido propio todas las palabras,
definir del todo los límites entre la imagen y
la realidad serla temerario. La C. P. Bíblica,
en decreto de 30 de junio de 1908, después
de condenar los sistemas que niegan todo valor
histórico a estos relatos, señala algunos puntos
que en éste han de ser tenidos por históricos:
haber sido formada la mujer del cuerpo del
primer hombre; la unidad específica del género
humano; la felicidad original de los primeros
padres en el estado de justicia, integridad e
inmortalidad; el precepto dado por Dios al
hombre para probar su obediencia; el primer
pecado cometido por el hombre, a instigación
del diablo en figura de serpiente; la pérdida,
por parte del hombre, del privilegio de la ius-
ticia original, y la promesa de un futuro redentor.
(3) Son imágenes que expresan que no le
queda al hombre esperanza alguna de reco¬
brar la inmortalidad.
| dóse Yave de Abel y su ofrenda,
6 pero no de Caín y la suya Se
enfureció Caín y andaba cabizbajo;
6 y Yave le dijo: «¿Por qué estás
enfurecido, y por qué andas cabiz¬
bajo? 7 ¿No es verdad que si obraras
bien andarías erguido, mientras que
si no obras bien, estará el pecado a
la puerta? Cesa, que él siente apego
a ti, y tú le dominarás a él.» 8 Dijo
Caín a Abel, su hermano: «Vamos al j
campo.» Y cuando estuvieron en el
campo, se alzó Caín contra Abel, su
hermano, y le mató. 9 Preguntó Yave
a Caín: «¿Dónde está Abel, tu her¬
mano?» Contestóle: «No sé. ¿Soy yo
acaso el guarda de mi hermano?» I
10 «¿Qué has hecho?—le dijo Yave—.
La voz de la sangre de tu hermano
está clamando a mí desde la tierra.
11 Ahora, pues, maldito serás de la
tierra, que abrió su boca para reci¬
bir de mano tuya la sangre de tu
hermano. 12 Cuando la labres, te ne¬
gará sus frutos, y andarás por ella
fugitivo y errante» (1). 13 Dijo Caín
a Yave: «Insoportablemente grande
es mi castigo. 14 Ahora me arrojas 1
de la tierra cultivada; oculto a tu
rostro, habré de andar fugitivo y
errante por la tierra, y cualquiera
que me encuentre me matará.» 13 Pero
Yave le dijo: «No será así. Si alguien
matare a Caín, sería éste siete veces 1
vengado.» Puso, pues, Yave a Caín
una señal, para que nadie que le
encontrase le matara. 16 Caín, ale- J
jándose de la presencia del Señor,
habitó la región de Nod, al oriente 1
de Edén.
La descendencia de Gaín.
17 Conoció Caín a su mujer, que
concibió y parió a Enoc. Púsose a !
| edificar una ciudad, a la que dió el I
nombre de Enoc, su hijo. 18 A Enoc 1
le nació Irad, e Irad engendró a |
Maviael; Maviacl a Matusael y Al a- I
tusael a Lamcc. 19 Lamec tomó dos 1
mujeres, una de nombre Ada, otra
de nombre Sela. 20 Ada parió a Jabel,
que fué el padre de los que habitan I
tiendas y pastorean. 21 El nombre
de su hermano fué Juba!, el padre de
(1) Está maravillosamente expresado el
remordimiento del homicida, que, perseguido
siempre por la imagen de su víctima y el temor
de la venganza, huye, buscando lugar donde
ocultarse.
cuantos tocan la cítara y el órgano.
22 También Sela tuvo un hijo, Tu-
balcain, forjador de instrumentos
cortantes de bronce V de hierro.
Hija de Tubalcaín fué Noema. 23 Dijo, ¡
pues, Lamec a sus mujeres Ada y
Sela:
Oíd mi voz, mujeres de Lamec,
Dad oídos a mis palabras.
Yo mataré a cualquier hombre
que me hiera,
Al joven que me hiciere un car¬
denal.
24 Si Caín sería vengado siete veces,
Lamec lo será setenta veces siete (1).
Set y su deseen den cía.
25 Conoció de nuevo Adán a su
mujer, que parió un hijo, a quien
puso por nombre Set, diciendo: «Hame
dado Yave otro descendiente por
Abel, a quien mató Caín.» 26 Tam¬
bién a Set le nació un hijo, al que
llamó Enós; entonces comenzó a lla¬
marse con el nombre de Yave (2).
• 1 2 Este es el libro de las genera^
'' ciones de Adán. Cuando creó Dios
al hombre le hizo a imagen de Dios.
2 Hízolos macho y hembra, y los
bendijo, y les dió, al crearlos, el
nombre de Adán. 3 Tenía Adán ciento
treinta años cuando engendró un
hijo a su imagen y semejanza, y le
llamó Set. 4 Fueron los días de
Adán, después de engendrar a Set,
ochocientos años, y engendró hijos
e hijas. 6 Fueron todos los días de
la vida de Adán novecientos treinta
años, y murió. 6 Era Set de ciento
cinco años, cuando engendró a Enós;
7 vivió, después de engendrar a
Enós, ochocientos siete años, y en¬
gendró hijos e hijas; 8 fueron los días
todos de su vida novecientos doce
años, y murió. 9 Era Enós de noventa
años, cuando engendró a Cainán;
(1) En esta genealogía se pone de relieve
la tendencia de los descendientes de Caín al
cultivo de la civilización materia¿ con todos los
vicios que ésta suele llevar consigo. La poesía
de Lamec, el primer polígamo, es la explosión
feroz de un alma ensoberbecida poi la invención
de las armas de bronce y hierro.
(2) La interpretación es dudosa. Algunos
interpretan que entonces comenzó a invocarse
el, nombre de Yave, es decir, que comenzó a
dársele culto público; nos parece preferible
la interpretación de que entonces la descenden¬
cia elegida comenzó a llamarse la descendencia
de los hijos de Dios.
10 vivió, después de engendrar a
Cainán, ochocientos quince años, y
engendró hijos e hijas. 11 Fueron
todos los días de la vida, de Enós
novecientos cinco años, y murió.
12 Era Cainán de setenta años cuando
engendró a Malaleel; 13 vivió, después
de engendrar a Malaleel, ochocientos
cuarenta años, y engendró hijos e
hijas. 14 Fueron todos los días de su
vida novecientos diez años, y murió.
15 Era Malaleel de sesenta y cinco
años cuando engendró a Jared. 16 Vi¬
vió, después de engendrar a Jared,
ochocientos treinta años, y engendró
hijos e hijas. 17 Fueron todos los
días de su vida novecientos sesenta
y dos años, y murió. 18 Era Jared de
ciento sesenta y dos años, cuando
engendró a Enoc. 19 Vivió, después
de engendrar a Enoc, ochocientos
años, y engendró hijos e hijas. 20 Fue¬
ron todos los días de su vida nove-,
cientos sesenta y dos años, y murió.
21 Era Enoc de sesenta y cinco años
cuando engendró a Matusalén. 22 An¬
duvo Enoc en la presencia de Dios,
después de engendrar a Matusalén,
trescientos años, y engendró hijos e
hijas. 23 Fueron todos los días de la
vida de Enoc trescientos sesenta y
cinco años, 24 y anduvo constante¬
mente en la presencia de Dios, y des¬
apareció (1), pues se lo llevó Dios.
24 Era Matusalén de ciento ochenta
y siete años, cuando engendró a
Lamec. 26 Vivió, después de engen¬
drar a Lamec, setecientos ochenta y
dos años, y engendró hijos e hijas.
27 Fueron todos los días de Matusalén
novecientos sesenta y nueve años, y
murió. 28 Era Lamec de ciento ochen¬
ta y dos años, cuando engendró un
hijo, 29 al que puso por nombre Noé,
diciendo: «Este nos consolará de
nuestros quebrantos y del trabajo de
nuestras manos por la tierra que
maldijo Yave.» 30 Vivió Lamec, des¬
pués de engendrar a Noé, quinien¬
tos noventa y cinco años, y engendró
hijos e hijas. 31 Fueron todos los
días de Lamec setecientos setenta y
siete años, y murió. 32 Era Noé de
quinientos años, y había engendrado
a Sem, Cam y Jafet (2).
(1) Esta desaparición de Enoc es para nos¬
otros un misterio. Aunque otras veces alude a
ella la Escritura, no levanta el velo. Las fanta¬
sías de los apócrifos no merecen crédito alguno.
(2) En esta genealogía, al contrario de la
de los cainitas, se pone de relieve la piedad de
los setitas para con Dios, y se indica cuidadosa-
GÉNESIS, 6, 7
1 1
F1 diluvio.
A 1 Cuando comenzaron a multi-
u plicarse los hombres sobre la
tierra, y tuvieron hijos, 2 viendo los
hijos de Dios que las hijas de los
hombres eran hermosas, tomaron de
entre ellas por mujeres las que bien
quisieron. 3 Y dijo Yave: «No per¬
manecerá por siempre mi espíritu en
el hombre, porque no es más que car¬
ne. Ciento veinte años serán sus días.»
4 Había entonces gigantes en la
tierra, y también después, cuando los
hijos de Dios se unieron con las hijas
de los hombres, les engendraron los
héroes, que muy de antiguo son
hombres famosos (1).
5 Viendo Yave cuánto había cre¬
cido la maldad del hombre sobre la
tierra, y cómo todos sus pensamien¬
tos y deseos sólo y siempre tendían
al mal, 6 se arrepintió de haber hecho
al hombre en la tierra, doliéndose
grandemente en su corazón, 7 y dijo:
«Voy a exterminar al hombre que
hice de sobre la haz de la tierra; al
hombre, a los animales, a los reptiles
y hasta a las aves del cielo, pues me
pesa de haberlos hecho.» 8 Pero Noé
halló gracia a los ojos de Yave.
9 Estas son'las generaciones de Noé:
Noé era varón justo y perfecto entre
sus contemporáneos, y siempre an¬
duvo con Dios. 10 Había engendrado
tres hijos, Sem, Cam y Jafet. 11 La
tierra estaba corrompida ante Dios,
y llena toda de iniquidad. 12 Viendo,
pues, Dios que todo en la tierra era
corrupción, pues toda carne había
corrompido su camino, 13 dijo a Noé:
«Veo venir el fin de todos, pues la
tierra está llena toda de sus iniqui¬
dades, y voy a exterminarlos a ellos
con la tierra.» 14 Hazte un arca de
maderas resinosas, divídela en com¬
partimentos, y la calafateas con pez
por dentro y por fuera. 15 Hazla así:
mente el tiempo en que fue engendrado el
patriarca, que entra después en la genealogía
del Mesías. Cuanto a la longevidad y a la cro¬
nología que de estas genealogías se deduce,
véase Intr. Gral. n.° 8.
(t) La interpretación del lugar es difícil;
parece lo más probable que se traía de las unio¬
nes conyugales de los descendientes de la raza
elegida, los hijos de Dios, con las mujeres de
la raza de Caín, las hijas de los hombres; unio¬
nes que aun a aquéllos llevaron la más profunda
corrupción. De los gigantes se hace después
mención en la Escritura (Num. 13. 33) y, aun¬
que con nombres distintos, también en otros
ugares.
trescientos codos de largo, cincuenta
de ancho y treinta de alto: 16 harás
en ella un tragaluz, y a un codo
sobre éste acabarás el arca por arri¬
ba; la puerta la haces a un costado;
harás en ella un primero, un segundo
y un tercer piso, 17 pues voy a arrojar
sobre la tierra un diluvio de aguas
que exterminará cuanto bajo el cielo
tiene hálito de vida. 18 Pero contigo
haré yo mi alianza; y entrarás en
el arca tú y tus hijos, tu mujer y
las mujeres de tus hijos, contigo.
19 De todos los animales meterás en
el arca parejas para que vivan con¬
tigo, 20 de las aves, de las bestias y
de toda especie de animales, macho
y hembra. 21 Recoge alimentos de
toda clase, para que os sirvan de
comida.» 22 Hizo, pues, Noé en todo
como Dios se lo mandó. Después
dijo Yave a Noé:
** 1 «Entra en el arca tú y toda tu
* casa, pues sólo tú has sido hallado
justo en esta generación. 2 De todos
los animales puros toma dos setenas,
machos y hembras, y de los impuros
dos parejas, machos y hembras.
3 También de las aves" puras dos
setenas, machos y hembras, para que
se salve su prole sobre la haz de la
tierra toda, 4 porque dentro de siete
días voy a hacer llover sobre la tierra
cuarenta días y cuarenta noches, y
exterminaré de sobre ella cuanto hice
y vive. 6 Hizo Noé cuanto Dios le
| mandara. 6 Era Noé de seiscientos
anos cuando las aguas del diluvio
I inundaron la tierra. 7 Y ante el dilu¬
vio entró en el arca Noé con sus hijos,
, su mujer y las mujeres de sus hijos
‘ y los animales limpios e inmundos;
de las aves y cuanto vive sobre la
tierra 9 entraron con Noé en el arca
parejas, machos y hembras, según se
lo había ordenado Dios. 10 Tasados
los siete días, las aguas del diluvio
cubrieron la tierra. 11 A los seiscien¬
tos años de la vida de Noé, el se¬
gundo mes, el día diecisiete de él,
se rompieron todas las fuentes del
abismo, se abrieron las cataratas del
cielo, 12 y estuvo lloviendo sobre la
tierra durante cuarenta días y cua¬
renta noches. 13 Aquel mismo día
entraron en el arca Noé y sus hijos,
Sem, Cam y Jafet, su mujer y las
mujeres de sus tres hijos, 14 y los
animales todos según su especie,
todas las bestias, según su especie;
1 todo reptil que se arrastra por la
GENESIS, 8, 9
15
tierra, según su especie; toda ave,
según su especie; todo pájaro, toda
especie de volátil. 15 Entraron con
Noé en el arca, de dos en dos, de
toda carne que tiene hálito de vida.
18 De toda carne entraron macho y
hembra, como se lo había mandado
Dios, y tras él cerró Ya ve. 17 Dilu¬
vió durante cuarenta días sobre la
tierra. Crecieron las aguas y levan¬
taron el arca, que se alzó sobre la
tierra. 18 Siguieron creciendo, cre¬
ciendo las aguas sobre la tierra, y el
arca flotaba sobre la superficie de
las aguas. 19 Tanto crecieron las aguas,
que cubrieron los altos montes de
debajo del cielo. 20 Quince codos sü-
bieron las aguas por encima de ellos.
21 Perecieron cuantos animales se
mueven en la tierra, aves, ganados,
bestias y todos los reptiles que se
arrastran por la tierra, todos los
hombres, 22 y todo cuanto vive sobre
la tierra seca. 23 Fueron destruidos
todos los vivientes sobre la superfi¬
cie de la tierra, desde el hombre a
la bestia, y los reptiles y las aves del
cielo, quedando sólo Noé y los que
con él estaban en el arca. 24 Ciento
cincuenta días estuvieron las aguas
altas sobre la tierra.
^ 1 Acordóse Dios de Noé y de
cuantos con él estaban en el
arca, y mandó sobre la tierra un
viento, y menguaron las aguas. 2 Ce¬
rráronse las fuentes del abismo y las
cataratas del cielo. Cesó de llover,
3 y las aguas iban menguando, men¬
guando. Comenzaron a bajar a los
lados del arca al cabo de ciento cin¬
cuenta días, 4 * pues el arca se había
asentado sobre los montes de Ararat
el día veintisiete del séptimo mes.
6 Siguieron menguando las aguas has¬
ta el mes décimo, y el día primero d<
este mes aparecieron las cumbres d«
los montes. 6 Pasados cuarenta día
más, abrió Noé la ventana, que había
hecho en el arca, 7 * y soltó un cuervo,
que volando iba y venía, mientras
se secaban las aguas sobre la tierra.
8 Siete días después, para ver si se
habían secado ya las aguas, soltó una
paloma, 9 que como no hallase donde
posar el pie, se volvió al arca. 10 Es¬
peró otros siete días, y soltó otra vez
la paloma, 11 que volvió a la tarde,
trayendo en el pico una ramita verde
de olivo. Conoció por esto Noé que
las aguas no cubrían ya la tierra,
12 pero todavía esperó otros siete
días, y volvió a soltar la paloma,
que ya no volvió más a él. 13 El
año seiscientos uno, en el primer mes,
el día primero de él, estaba secán¬
dose la superficie de la tierra, y
abriendo Noé el techo del arca miró,
y vió que se secaba la superficie de
la tierra. 14 El día veintisiete del
segundo mes estaba ya seca la tie¬
rra (1). 15 Habló, pues, Dios a Noé
y le dijo: 16 «Sal del arca tú y tu
mujer, tus hijos y las mujeres de tus
hijos contigo. 17 Saca también todos
los animales de toda especie, aves,
bestias y demás vivientes; llenad la
tierra, creced, y multiplicaos sobre
ella.» 18 Salió, pues, Noé, con sus
hijos, su mujer y las mujeres de sus
lijos, 19 y salieron también todos los
mímales, reptiles y aves según sus
especies. 20 Alzó Noé un altar a Yave,
y tomando de todos los animales
puros y de todas las aves puras,
ofreció sobre el altar un holocausto.
21 Y aspiró Yave el suave olor, y se
dijo en su corazón: «No volveré ya
más a maldecir a la tierra por el
hombre, pues los deseos del corazón
humano, desde la adolescencia tien¬
den al mal; no volveré ya a extermi¬
nar cuanto vivo hice sobre la tierra.
22 Mientras dure la tierra, habrá se¬
mentera y cosecha, frío y calor, ve¬
rano é invierno, día y noche.»
Alianza de Dios con ÍVoc.
9 1 Bendijo Yave a Noé y a sus
hijos, diciéndoles: «Creced y multi¬
plicaos, y llenad la tierra; 2 que os
teman, y de vosotros se espanten todos
los animales de la tierra y todas las
aves del cielo, todo cuanto sobre la
tierra se mueve y todos los peces del
mar: todos los pongo en vuestra
mano. 3 Cuantos animales viven y se
mueven os servirán de comida; todo
os lo entrego, así como las hierbas
y legumbres. 4 Solamente os absten¬
dréis de comer carne con su sangre
5 porque ciertamente yo demandaré
(i) El relato, en su sentido obvio, parece dar
un diluvio universal con que castiga Dios la
universal corrupción de toda carne, y del cual
se salva sólo el que en su generación era justo
ante Dios. Si en verdad el autor sagrado intenta
describir el diluvio del todo universal, con
universalidad geográfica, zoológica y antropoló¬
gica, es muy dudoso y discutido. La mención
que de él se hace varias veces en el A. y en el
Ñ. Testamento no parece exigir una estricta y
absoluta universalidad.
1G
GÉNESIS, 10
vuestra sangre de mano de cualquier
viviente, como la demandaré de
mano del hombre, extraño o deudo.
6 El que derramare la sangre del
hombre, por mano de hombre será
derramada la suya; porque el hom¬
bre ha sido hecho a imagen de
Dios (1). 7 Vosotros, pues, creced
y multiplicaos y henchid la tierra
y dominadla.» 8 Dijo también Yave
a Noé y a sus hijos con él: 9 «Ved,
yo voy a establecer mi alianza con
vosotros y con vuestra descendencia
después de vosotros; 10 y con todo
ser viviente que está con vosotros,
aves, bestias, y animales, todos los
salidos con vosotros del arca. 11 Hago
con vosotros pacto de no volver a
exterminar a todo viviente por las
aguas de un diluvio, y de que no
habrá ya inás un diluvio que des¬
truya la tierra.» 12 Y añadió Dios:
«Ved aquí la señal del pacto que
establezco entre mí y vosotros, y
cuantos vivientes están con vosotros,
por generaciones sempiternas: 13 pon¬
dré mi arco (2) en las nubes, para
señal de mi pacto con la tierra, 14 y
cuando cubriere yo de nubes la
tierra, aparecerá el arco, 15 y me
acordaré de mi pacto con vosotros y
con todos los vivientes de la tierra,
y no volverán más las aguas del dilu¬
vio a destruirla. 16 Estará el arco
en las nubes, y yo lo veré, para acor¬
darme de mi pacto eterno entre
Dios y toda alma viviente y toda
carne que hay sobre la tierra.» 17 «Esta
es—dijo Dios a Noé—la señal del
pacto que establezco entre mí y
toda carne que está sobre la tierra.»
Los hijos de IVoé.
18 Fueron los hijos de Noé salidos
del arca, Scm, Cam y Jafct; Caín era
padre de Callón. 19 Estos tres eran
los hijos de Noé, y de ellos se pobló
toda la tierra. 20 Noé, agricultor,
comenzó a labrar, y plantó una
(1) Repite Dios a Noé la bendición dada
a Adán (Gen. i. 28), y repite igualmente el
mandato de respetar la vida del hombre, por
ser éste imagen y semejanza de Dios.
(2) El arco iris se nos da como señal del
pacto entre Dios y Noé, y más que servir para
traer a Dios el recuerdo del pacto, como en
frase antropomórfica nos dice la Escritura,
servirá para tranquilizar al hombre, con la
seguridad de que no habrá un nuevo diluvio,
seguridad que tendrá precisamente al llover,
que es cuando el arco se forma.
viña. 21 Bebió de su vino, y se em¬
briagó, y se desnudó en medio de su
tienda. 22 Vio Cam, el padre de Canán,
la desnudez de su padre, y fué a
decírselo a sus hermanos, que esta¬
ban fuera; 23 y tomando Sem y Jafet
el manto, se lo pusieron sobre los
hombros, y yendo de espaldas, vuelto
el rostro, cubrieron, sin verla, la
desnudez de su padre. 24 Despierto
de su embriaguez, supo lo que
con él había hecho el más pequeño
de sus hijos, 25 y dijo:
«Maldito Canán,
Siervo de los siervos de sus her¬
manos será.
26 Bendito Yave, Dios de Sem,
Y sea Canán siervo suyo.
27 Dilate Dios a Jafet,
Y habite éste en las tiendas de
Sem, y sea Canán su siervo (1).
28 Vivió Noé después del diluvio
trescientos cincuenta años, 29 siendo
todos los dias de su vida novecientos
cincuenta años, y murió.
I.os pueblos descendientes de ¡Voé.
10 1 Estas son las generaciones de
Noé (2): Sem, Cam y Jafet.
Naciéronles hijos a éstos después del
diluvio. 2 Hijos de Jafet fueron
Comer, Magog, Madai, Javán, Tubal,
Mosoc y Tiras; 3 hijos de Comer:
Asquenaz, Rifat y Togorma; 4 * hijos
de Javán: Elisa, y Tarsis, Quitim y
Rodanim; 6 de éstos se poblaron
las islas de las gentes en sus tierras,
según sus lenguas, familias y nacio¬
nes. fl Hijos de Cam fueron: Cus,
Misraim, Put y Canán. 7 Hijos de
Cus: Saba, Evila, Sabta, Rama y
Sableca. Hijos de Rama: Soba y
Dadán. 8 Cus engendró a Ncmrod,
que fué quien comenzó a dominar
sobre la tierra, 9 pues era un robusto
(1) La bendición de Sem es indudable y
directamente mesiánica; la de Jafet lo es indi¬
rectamente. La maldición recae no sobre Cam,
sino sobre Canán, su hijo; la razón de esto
podría ser que fuera Canán el autor del desacato
a que parece referirse el hagiógrafo al decir:
«Despierto Noé, supo lo que con él habla hecho
el más pequeño de sus hijos», que ciertamente
no era Cam, el segundo de los tres.
(2) La tabla etnográfica del Génesis está
en forma de árbol genealógico; en ella los nom¬
bres, más que personas, representan frecuente¬
mente naciones, tribus o ciudades, abarcando
el mundo conocido de los hebreos, desde el
mar Caspio hasta España, límite occidental
de las colonias fenicias.
18
GÉNESIS, 11
cazador ante Yave, y de ahí se dijo:
«Como Nemrod, robusto cazador ante
Yave.» 10 Fué el comienzo de su
reino Babel, Ereq, Acád y Calne,
en tierra de Senaar. 11 De esta tierra
salió para Asur, y edificó Nínive,
Rejobothir, Calaj 12 y Resen, entre
Nínive y Calaj; ésta era la ciudad
más grande. 13 Misraim engendró a
los Ludim, los Anamim, los Leabim,
los Naftujim, 14 los Petrusim y los
Caslujim, de los cuales salieron los
Pilistim y los Caftorim. 15 Canán
engendró a Sidón, su primogénito,
y a Jet, 16 el Jebuseo, el Amorreo,
el Guergueseo, 17 el Jeveo, el Ara-
queo, el Sineo, 18 el Arvadeo, el
Semareo y Jamateo, de los que des¬
cendieron después las familias del
Cananeo. 19 Los límites del Cananeo
eran desde Sidón, viniendo hacia
Gerara, hasta Gáza, y viniendo hacia
Sodoma, Gomorra, Adama y Seboim,
hasta Lesa. 20 Estos son los hijos
de Cam, según sus familias, lenguas,
regiones y naciones. 21 También le
nacieron hijos a Sem, padre de todos
los Beneeber y hermano mayor de
Jafet. 2 . 2 Son hijos de Sem: Elam,
Asur, Arfaesad, Lud, Aram y Cai-
nán (1). 23 Hijos de Aram: Uz, Jul,
Gueter y Mas 24 Arfaesad engendró
a Salaj, y Salaj a Heber. 25 A Heber
le nacieron dos hijos, el uno se llamó
Paleg, porque en su tiempo se dividió
la tierra; su hermano se llamó Joetán;
26 Joetán engendró a Almodad,
Salar, Jasarmavet, Jaraj, 27 Ado-
ram, CJzal, Dicla, 28 Obad, Abimael,
Jeba, 29 Ofir, Evila y Jobab. Todos
éstos son hijos de Joetán, 30 y habi¬
taron desde Mesa, según se va a
Sefar, el monte oriental. 31 Estos
son los hijos de Sem, según sus fami¬
lias, lenguas, regiones y naciones.
32 Estas las familias de los hijos de
Noé, según sus generaciones y nacio¬
nes. De estos se dividieron los pue¬
blos en la tierra después del diluvio.
La confusión de las lenguas.
1 1 (i) * 1 Era la tierra toda de una sola
1 * lengua y de unas mismas palabras.
2 En su marcha desde oriente halla¬
ron una llanura en la tierra de Senaar
(i) Añadimos a la genealogía el nombre
de Cainán por hallarse en los LXX y haberlo
incluido San Lucas en la de Cristo (Luc. 3. 36.)
La genealogía, aunque incompleta, es el docu-
y se establecieron allí. 8 Dijéronse
unos a otros: «Vamos a hacer ladri¬
llos, y a cocerlos al fuego»; y se sir¬
vieron de los ladrillos como de pie¬
dra, y el betún les sirvió de cemento;
4 y dijeron: «Vamos a edificarnos
una ciudad y una torre, cuya cús¬
pide toque a los cielos y nos haga
famosos, por si tenemos que divi¬
dirnos por la haz de la tierra.» 5 Y
bajó Yave a ver la ciudad y la torre
que estaban haciendo los hijos de
los hombres, 6 y se dijo: «He aquí
un pueblo uno. y tienen todos una
lengua sola. Se han propuesto esto,
y nada les impedirá llevarlo al cabo.
7 Bajemos, pues, y confundamos
su lengua, de modo que no se entien¬
dan unos a otros.» 8 Y los dispersó
de allí Yave por toda la haz de la
tierra, y así cesaron de edificar la
ciudad. 9 Por eso se llamó Babel,
porque allí confundió Yave la lengua
de la tierra toda, y de allí los dis¬
persó por la haz de toda la tierra (1).
Genealogía de Abrnirt.
10 Estas son las generaciones de
Sem: Era Sem de cicp años, cuando
engendró a Arfaesad, dos años des¬
pués del diluvio; 11 vivió Sem después
de engendrar a Arfaesad quinientos
años, y engendró hijos e hijas. 12 Vi¬
vió Arfaesad cincuenta años, y en¬
gendró a Sale; 13 vivió después de
engendrar a Sale trescientos años,
y engendró hijos e hijas. 14 Vivió
Sale treinta años, y engendró a He¬
ber; 16 vivió después de engendrar
a Heber cuatrocientos tres años, y
engendró hijos e hijas. 16 Vivió Heber
treinta y cuatro años, y engendró
a Paleg; 17 vivió después de engen¬
drar a Paleg cuatrocientos treinta
años, y engendró hijos e hijas.
18 Vivió Paleg treinta años, y engen¬
dró a Reu; 19 vivió después de en¬
gendrar a Reu doscientos nueve
años, y engendró hijos e hijas. 20 Vi¬
vió Reu treinta y dos años, y engen¬
dró a Sarug; 21 vivió después de
mentó etnográfico más importante que nos ha
transmitido la antigüedad, pues por él conoce¬
mos el lugar que ocupaba el pueblo de las
promesas en medio de las naciones.
(1) El relato nos presenta a los hombres
ensoberbecidos por su fuerza y su unidad,
basada en la unidad de lengua. Los castiga
Dios, confundiendo su lengua y obligándolos
asi a dispersarse.
GÉNESIS, 12
19
engendrar a Sarug doscientos siete
años, y engendró hijos e hijas. 22 Vi¬
vió Sarug treinta años, y engendró
a Najor; 23 vivió después de engen¬
drar a Najor doscientos años, y
engendró hijos e hijas. 24 Vivió Najor
veintinueve, años, y engendró a Ta-
rej; 25 vivió después de engendrar
a Tarej ciento diecinueve años, y
engendró hijos e hijas. 26 Vivió
Tarej setenta años, y engendró a
Abram, a Najor y a Aram (1).
Emigración de Abram a la Pa¬
lestina.
27 Estas son las generaciones de
Tarej: Tarej engendró a Abram,
Najor y Arán. Arán engendró a Lot,
28 y murió antes de Tarej, su padre,
en la tierra de su nacimiento, en
Ur Casdim. 29 Y tomaron Abram y
Najor mujer cada uno; el nombre
de la de Abram, Sarai, y el de la de
Najor, Melca, hija de Arán, el padre
de Melca y de Jesca. 30 Era Sarai
estéril y no tenía hijos. 31 Tomó, pues,
Tarej a Abram su hijo, a Lot, el
hijo de Arán, hijo de su hijo y a
Sarai su nuera, la mujer de su hijo
Abram, y los sacó de Ur Casdim,
para dirigirse a la tierra de Canán,
y llegados a Jarán, se quedaron allí.
32 Siendo Tarej de doscientos cinco
años, murió en Jarán.
i 9 1 2 * Había dicho Ya ve a Abram:
1 ~ «Salte de tu tierra,
De tu parentela
De la casa de tu padre,
Para la tierra que yo te indicaré;
2 Yo te haré un gran pueblo,
Te bendeciré y engrandeceré tu
nombre
Que será bendición
3 Y bendeciré a los que te bendigan.
Y maldeciré a los que te maldigan.
Y te bendecirán todas las familias
de la tierra» (2). 4 * Emprendió
Abram el camino, conforme le había
dicho Yave, llevando consigo a Lot.
Al salir de Jarán, era Abram de
setenta y cinco años. 6 Tomó, pues,
Abram a Sarai, su mujer, y a Lot,
su sobrino y toda su hacienda y la
familia y ganados que en Jarán
habían adquirido. Salieron, para diri¬
girse a la tierra de Canán, y llegaron
a ella. 6 Penetró en ella Abram hasta
el lugar de Siquein, hasta el encinar
de Moré. Entonces estaban los cana-
neos en aquella tierra. 7 Y se le
apareció Yave a Abram, y le dijo:
«A tu descendencia daré yo esta
tierra.» Alzó allí un altar a Yave,
que se le había aparecido, 8 * y sa¬
liendo hacia el monte que está frente
a Betel, asentó allí sus tiendas,
teniendo a Betel a occidente y a Hai
al oriente, y alzó un altar a Yave,
e invocó el nombre de Yave.
Bajada de Abram a Egipto.
9 Alzó Abram sus tiendas para ir al
Negueb; 10 pero hubo un hambre en
aquella tierra, y bajó a Egipto para
peregrinar allí, por haber en aquella
tierra gran escasez. 11 Cuando estaba
ya próximo a entrar en Egipto, dijo
a Sarai su mujer: «Mira que sé que
eres mujer hermosa, 12 y cuando
te vean los egipcios, dirán: «es su
mujer», y me matarán a mí y a ti
te dejarán la vida: 13 di pues, te lo
ruego, que eres mi hermana, (1) para
que así me traten bien por ti. y por
amor de ti salve yo mi vida.» 14 Cuan¬
do, pues, hubo entrado Abram en
Egipto, vieron los egipcios que su
mujer era muy hermosa; 15 y vién¬
dola los jefes del Faraón, se la ala¬
baron mucho, y la mujer fué llamada
al palacio del Faraón. 18 A Abram
le trataron muy bien por amor de
ella, y tuvo ovejas, ganados y asnos,
siervos y siervas, asnos y camellos.
(1) Abram es el término de la genealogía
patriarcal, que comprende además todo el
Cap. 5 del Gén. En cuanto al modo de la genea¬
logía, su sentido mesiánico y su valor crono¬
lógico, V. la nota a Gén. 5. 31.
(2) Las palabras de Dios a Abram contie¬
nen un mandato y una promesa, uno y otra
dados en Ur Casdim (Act. 7. 2). La promesa se
repite, en términos casi idénticos, tres veces
al mismo Abram y después a Isac y a Jacob.
Promete Dios a Abram darle la tierra de Canán,
a él y a su descendencia; esto, si bien aquí está
sólo indicado, se halla luego terminantemente
en las promesas siguientes (13. 14 sgs.): mul¬
tiplicar su descendencia, hasta hacerla una gran
nación; engrandecerle y darle por fuente de
bendición; bendecir a los que le bendigan
maldecir a los que le maldigan y ser objeto de
bendición para todas las naciones de la tierra.
La razón de todas estas bendiciones es el Mesíasj
que de Abram descenderá.
(1) Según Gen. 20,12, Abraham y Sara eran
hermanos de padre, lo que no era en muchos
pueblos antiguos impedimento del matrimonio.
En Israel mismo, a pesar de la Ley (Lev. 18,
9, 11; Deut. 27, 22), tal vez no se consideraban
tales matrimonios como ilícitos, a juzgar por las
palabras de Tamar a su hermano Ammón (II
Sam. 13, 13).
M ESO POTAM1A
EN EL
GÉNESIS
GÉNESIS, 13, 14
21
17 Pero Yave afligió con grandes
plagas al Faraón y a su casa, por
Sarai, la mujer de Abram; 18 y
llamando el Faraón a Abram, le
dijo: «¿Por qué me has hecho esto?
¿Por qué no me hiciste saber que
era tu mujer? 19 ¿Por qué dijiste: es
mi hermana, dando lugar a que la
tomase yo por mujer? Ahora, pues,
ahí tienes a tu mujer, tómala y vete.»
20 Y dió el Faraón órdenes acerca
de él a sus hombres, y éstos le con¬
dujeron a él y a 'su mujer con todo
cuanto era suyo.
I 1 Subió, pues, de Egipto Abram
1 f> con su mujer, toda su hacienda,
y con Lot hacia el Negueb. 2 Era
Abram muy rico en ganados y en
plata y oro, 3 y se volvió desde el
Negueb hacia Betel, 4 hasta el lugar
donde estuvo antes acampado entre
Betel y Hai, el lugar del altar que
allí alzara al principio, e invocó allí
el nombre ,de Yave.
Separación de Abram y Lot.
5 También Lot, que acompañaba
a Abram, tenía rebaños, ganados y
tiendas, 6 y no podían habitar juntos
en aquella tierra, por ser muy gran¬
des sus haciendas para poder habi¬
tar juntamente. 7 Hubo contiendas
entre los pastores del ganado de
Abram y los del ganado de Lot.
Habitaban entonces aquella tierra
acuérneos y fereceos. 8 Dijo, pues,
Abram a Lot: «Que no haya contien¬
das entre los dos, ni entre mis pas¬
tores y los tuyos, pues somos her¬
manos. 9 ¿No tienes ante ti toda la
región? Sepárate, pues, de mí, te
lo ruego; si tú a la izquierda, yo a la
derecha; si tú a la derecha, yo a la
izquierda.» 10 Alzando Lot sus ojos,
vió toda la olla (1) del Jordán,
enteramente regada, antes de que
destruyera Yave a Sodoma y Gomo-
rra, que era como un jardín de Yave,
y a partir de Segor se parecía al
Egipto. 11 Eligió, pues, Lot la olla
del Jordán, y se dirigió al oriente
separándose el uno del otro. 12 Abram
siguió en la tierra de Canán, y Lot
habitó en las ciudades de la olla del
(i) Una depresión rodeada de montes,
como es la región del Jordán, se llama frecuente¬
mente olla; por eso traducimos así, pues tal
es el aspecto que presenta, vista desde Betel,
desde donde la contemplan Abram y Lot.
Jordán, teniendo su morada en So-
doma. 13 Eran los habitantes de
Sodoma malos y pecadores ante Yave
en muy alto grado. 14 Dijo Yave a
Abram, después que Lot se hubo
separado de él: «Alza tus ojos, y
desde el lugar donde estás, mira al
norte y al mediodía, a oriente y a
occidente. 16 Pues toda la tierra
que ves te la daré yo a ti y a tu des¬
cendencia para siempre. 16 Haré tu
descendencia como el polvo de la
tierra; si hay quien pueda contar
¡ el polvo de la tierra, ése será quien
pueda contar tu descendencia. 17 An¬
da, y camina por esta tierra a lo
largo y a lo ancho, que a ti te la daré
toda.» 18 Alzó, pues, Abram sus
tiendas, y se fué a habitar en el
encinar de Mambre, cerca de Hebrón,
y alzó allí un altar a Yave.
Liberación cíe Lot.
II 1 Sucedió en tiempo de Amrafel,
1 ~ rey de Senaar, que Arioc, rey
de Elasar, Codorlaomor, rey de Elam,
| y Tadal, rey de Goim, 2 hicieron
guerra a Bara, rey de Sodoma; a
! Bersa, rey de Gomorra; a Senab, rey
de Adama; a Semebar, rey de Se-
boim, y al rey de Bala, que es Segor.
1 3 Estos se concentraron en el valle
de Sidim, que es el mar de sal.
4 Por doce años habían estado some¬
tidos a Codorlaomor, pero el año
trece se rebelaron. 5 El catorce vino
Codorlaomor y los reyes con él coa¬
ligados, y derrotaron a los Kefaim
en Astarot Carnaim, y a los Zurim
i en Sam, a los Emim en. Save Caria-
taim 6 y a los jórreos en los montes
de Seir hasta el Paran, que está
junto al desierto; 7 y volviéndose,
vinieron a la fuente de Mispat, que
es Cades, y talaron todos los campos
de los amalecitas, y los de los amo*
írreos que habitaban en Jasason Ta¬
tuar. 8 Saliéronles al encuentro el
rey de Sodoma, el de Gomorra, el de
Adama, el de Seboim y el de Bala,
que es Segor, y presentaron batalla
en el valle de Sidim 9 contra Codor¬
laomor, rey de Elam; Tadal, rey de
Goim; Amrafel, rey de Senaar, y
Arioc, rey de Elasar; cuatro reyes
contra cinco. 10 Había en el valle de
Sidim muchos pozos de betún. Los
reyes de Sodoma y Gomorra se die¬
ron a la fuga, y cayeron allí muchos,
y los que se salvaron huyeron al
monte. 11 Saquearon todas las ha-
PÉNESIS, 15
23
deudas de Sodoma y Gomorra y
todas sus provisiones, y se retiraron.
12 Llevábanse también con toda su
hacienda a Lot, el hijo del hermano
de Abram, que habitaba en Sodoma,
13 y fue uno de los fugitivos a decír¬
selo a Abram, el hebreo, que habi¬
taba en el encinar de Mambre, amo¬
rreo, hermano de Escol y de Aner,
que habían hecho alianza con Abram;
14 y como supo Abram que había
sido hecho cautivo su hermano, re¬
unió los capaces de entre sus domés¬
ticos, trescientos dieciocho, y per¬
siguió a los aprehensores hasta Dan,
15 y dividiendo su tropa cayó sobre
ellos por la noche, él y sus siervos y
los derrotaron; persiguiéndolos hasta
Joba, que está a la izquierda de
Damasco, 16 y recobró todo el botín
y a Lot, su hermano, con toda su
hacienda, y mujeres y pueblo. 17 Des¬
pués que volvió de derrotar a Codor-
laomor y a los reyes que con él
estaban, salióle al encuentro el rey
de Sodoma en el valle de Save, que
es el valle del rey; 18 y Melquisedec,
rey de Salem, sacando pan y vino,
pues era sacerdote del Dios Altí¬
simo, 19 bendijo a Abram, dicien¬
do (1):
«Bendito Abram del Dios Altísimo,
dueño de cielos y tierra
20 Y bendito el Dios Altísimo, que
ha puesto a tus enemigos en tus
manos.» Y le dió Abram diezmo de
todo. 21 Dijo el rey de Sodoma a
Abram; «Dame las personas, la ha¬
cienda tómala para ti»; 22 pero Abram
dijo al ‘rey de Sodoma; «Alzo mi mano
a Yave, el Dios Altísimo, dueño de
cielos y tierra, 23 si desde un hilo
hasta una correa de zapato, tomare
yo nada de cuanto es tuyo, para que
no digas: yo enriquecí a Abram;
24 salvo lo que han comido los mozos
y la parte de los que me han acom¬
pañado, Aner, Escol y Mambre. Estos
cogerán sus partes.»
Alianza de Yave con Abram.
d ST 1 1 Después de estos sucesos
■ habló Yave a Abram en visión,
diciéndole; «No temas, Abram, yo
soy tu escudo, tu recompensa será
(i) Melquisedec es rey y sacerdote, y como
tal, tipo del Mesías. Salm. no (Vulg. 109), v, 4.
Como sacerdote bendice a Abram y recibe
de él las décimas, en que ve San Pablo señalado
el sacerdocio levítico. (Hbr. 5. 7 sgs.)
muy grande.» 2 * * * Contestóle Abram:
«Señor, Yave: ¿qué me vas a dar?
Yo me iré sin hijos, y será heredero
de mi casa ese damasceno Eliezer.
3 No me has dado descendencia, y
será mi criado quien me herede.»
4 Pero en seguida le respondió Yave:
«No te heredará ése, sino al contrario,
uno salido de tus entrañas, ése te
heredará.» 6 Y sacándole fuera le
dijo: «Mira al cielo, y cuenta, si
puedes, las estrellas; así de numerosa
será tu descendencia.» 6 Y creyó
Abram a Yave, y le fué reputado
por justicia (1). 7 Díjole después
Yave: «Yo soy Yave, que te saqué
de Ur Casdim, para darte esta tierra
en posesión.» 8 Preguntóle Abram:
«Señor, Yave, ¿en qué conoceré que
he de poseerla?» 9 Y le dijo Yave:
«Elígeme una vaca de tres años, una
cabra de tres años también, y un
carnero igualmente de tres años, y
una tórtola y una paloma.» 10 Tomó
Abram todo esto, y partió los ani¬
males por la mitad; pero no las aves,
y puso de cada uno una parte frente
a la otra. 11 Bajaban las aves sobre
las carnes muertas, y Abram las
espantaba. 12 Cuando estaba ya el
sol para ponerse, cayó un sopor
sobre Abram, y fué presa de gran
terror, y le envolvió densa tiniebla.
13 Y dijo a Abram: «Has de saber que
tu descendencia peregrinará en una
tierra no suya, y estará en servidum¬
bre, y los afligirán por cuatrocientos
años; 14 pero yo juzgaré al pueblo
que los esclavizará, y saldrán de allí
después con mucha hacienda; 16 pero
tú irás a reunirte en paz con tus
padres, y serás sepultado en buena
ancianidad. 16 A la cuarta genera¬
ción volverán acá, pues todavía no
se han consumado las iniquidades
de los amorreos.» 17 Puesto ya el sol,
y en densísimas tinieblas, apareció
una hornilla humeando y un fuego
! llameante, que pasó entre las mita¬
des de las víctimas (2). 18 En
(1) La fe de Abram en la divina promesa,
contra toda humana esperanza, fué un acto
de justicia gratísimo al Señor. San Pablo la
considera como expresión de la justificación por
la fe. Santiago, como ejemplo de la sinceridad
de la fe, que se muestra en las obras, como en
Abram, dispuesto a sacrificar a su hijo único
por obedecer a Dios.
(2) El paso por entre las partes de las víc¬
timas es la forma ritual de consagrar un pacto
entre hombres, poniendo a Dios por testigo.
(Jer. 34. 18, 19.) Aquí el mismo Dios pasa
entre las víctimas, simbolizado por el fuego]
24
GEN'ESIS, 16, 17
aquel día hizo Yave pacto con Abram,
diciéndole: «A tu descendencia he
dado esta tierra desde el río de Egipto
hasta el gran río, el Eufrates (1),
19 al Quineo, al Quineceo, al Cadmo-
neo, 20 al Jebeo, al Ferezeo, a los
Refaim, 21 al Amorreo, al Cananeo,
al Guergueseo y al Jebuseo.»
IVaelinicnlo do Ismael
1 /* 1 Sarai, la mujer de Abram, no
1 tenía hijos. Pero tenía una es¬
clava egipcia, de nombre Agar, 2 y
dijo a Abram: «Mira, Yave me ha
impedido* concebir; entra, pues, a
mi esclava, a ver si por ella puedo
tener hijos» (2). Escuchó Abram
a Sarai. 3 Tomó, pues, Sarai, la mujer
de Abram, a Agar, su esclava egip¬
cia, al cabo de diez años de habitar
Abram en la tierra de Canán, y se
la dió por mujer a su marido, Abram.
4 Entró éste a Agar, que concibió,
y viendo que había concebido, mi¬
raba con desprecio a su señora.
5 Dijo, pues, Sarai a Abram: «Mi
afrenta sobre ti cae; yo puse mi es¬
clava en tu seno, y ella, viendo que
ha concebido, me desprecia. Juzgue
Yave entre tú y yo.» 6 Y Abram dijo
a Sarai: «Mira, en tus manos está tu
esclava, haz con ella como bien te
parezca.» Corrigióla Sarai, y ella
huyó de su presencia; 7 la encontró
el ángel de Yave junto a la fuente
que hay en el desierto, camino de
Sur, 8 y le dijo: «Agar, esclava de
Sarai, ¿de dónde vienes y a dónde
vas?», y le respondió ella: «Voy hu¬
yendo de Sarai, mi señora.» 9 «Vuelve
a tu señora—le dijo el ángel de Yave—
y humíllate bajo su mano»; 10 y aña¬
dió: «Yo multiplicaré tu descendencia,
Que por lo numerosa no podrá
contarse.
11 Mira, has concebido y parirás
un hijo,
Y le llamarás Ismael,
(1) Los limites naturales de la Palestina
son: el Líbano y ante-Libano, al norte; al sur,
el de desierto, al oeste, el Mediterráneo, y al este
el Jordán. Este último parece ser el rio aquí
señalado. Si aquí y en otros lugares se dice el
rio grande, y a veces el Eufrates, esto parece
ser una glosa interpretativa, fundada en la,
universalidad del reino mesianico, según pro¬
fecías subsiguientes.
(2) Ajústase aquí Abram al código de
Hammurabl, que parece regular la vida con¬
yugal de Abram e Isac. Según él, la mujer estéril *
podía dar a su marido una esclava por mujer,
perdiendo asi éste el derecho a repudiarla. '
Porque ha escuchado Yave tu
aflicción. 12 Será un onagro de hom¬
bre;
Su mano contra todos, y las manos
de todos contra él.
Y habitará frente a todos sus her¬
manos.» 13 Dió Agar a Yave, que la
había hablado, el nombre de Atba-
El-Roi; pues se dijo: «¿No he visto
también aquí al que me ve?» 14 Por
eso llamó al pozo el pozo del viviente
vidente. Es el que está entre Cades
y Berad. 15 Parió Agar a Abram un
hijo, y le dió Abram el nombre de
Ismael. 16 Tenía Abram ochenta y
seis años cuando Agar le parió a
Ismael.
Renovación de la alianza. 1.a cir¬
cuncisión.
1 7 1 Cuando ero Abram de noventa
1 L y seis años, se le apareció Yave,
y le dijo: «Yo soy El-Sadai (1); anda
en mi presencia, y sé perfecto. 2 Yo
haré contigo mi alianza, y te multi¬
plicaré muy grandemente.» 3 Cayó
Abram rostro a tierra, y siguió dicién¬
dole Yave: 4 * «Cuanto a mí, he aquí
mi pacto contigo: serás padre de una
muchedumbre de pueblos, 6 y ya
no te llamarás Abram, sino Abraham,
porque yo te haré padre de una mu¬
chedumbre de pueblos. 6 Te acre¬
centaré mucho, mucho y te haré
pueblos, y saldrán de ti reyes; 7 yo es¬
tablezco contigo, y con tu descenden¬
cia después de ti por sus generaciones,
mi pacto eterno de ser tu Dios y el
de tu descendencia, después de ti,
8 y de darte a ti, y a tu descendencia,
después de ti, la tierra de tus pere¬
grinaciones, toda la tierra de Canán,
en eterna posesión. 9 Tú, de tu parte,
guarda mi pacto, tú y tu descenden¬
cia, después de ti, por sus genera¬
ciones. 10 Esto es lo que has de ob¬
servar tú y tu descendencia después
de ti: 11 circuncidad todo varón (2).
Circuncidaréis la carne de vuestro
(1) El nombre parece significar Dios Omn ■
potente, quizá Dios de la fecundidad. Con él
se manifestó Dios a los patriarcas. (Exod. 3. 6.)
(2) Aunque la circuncisión era observada
en otros pueblos, se da aquí como señal de la
alianza entre Dios y su pueblo. Por eso el que
la omite queda excluido de él. Los profetas
hablan de la circuncisión del corazón y de los
oídos, significando la obediencia y la docilidad
a la divina ley. Este rito es, según la tradición,
tipo del bautismo, por el cual somos incorpo¬
rados a la Iglesia, el pueblo de Dios.
GÉNESIS, 18
25
prepucio, y ésa será la señal del pacto
entre mí y vosotros. 12 Dentro de los
ocho días de nacido, todo varón
será circuncidado en vuestras gene¬
raciones; los siervos, ya los nacidos
en casa, ya los comprados, serán
circuncidados, aunque no sean de
vuestra estirpe. 13 Todos, todos,
criados en casa o comprados, se cir¬
cuncidarán, y llevaréis en vuestra
carne la señal de mi pacto por siem¬
pre; 14 y el incircunciso que no cir¬
cuncidare la carne de su prepucio,
será borrado de su pueblo; rompió
mi pacto.» 15 Dijo también Yave a
Abraham: «Sarai, tu mujer, no se
llamará ya Sarai, sino Sara, 16 pues
la bendeciré, y te daré de ella un
hijo, a quien bendeciré, y engendrará
pueblos, y saldrán de él reyes de
pueblos.» 17 Cayó Abraham sobre su
rostro, y se reía, diciéndose en su
corazón: «¿Conque a un centenario
le va a nacer un hijo, y Sara, ya nona¬
genaria, va a parir ?d 18 Y dijo a
Yave: «Ojalá que viva a tus ojos
Ismael.» 19 Pero le respondió Yave:
«De cierto que Sara, tu mujer, te
parirá un hijo, a quien llamarás
Isac, con quien estableceré yo mi
pacto sempiterno, y con su descen¬
dencia después de él. 20 También
te he escuchado en cuanto a Ismael
Yo le bendeciré y le acrecentaré,
y multiplicaré muy grandemente.
Doce jefes engendrará, y le haré
un gran pueblo; 21 pero mi pacto lo
estableceré con Isac, el que te parirá
Sara el año que viene por este tiempo.»
22 Y como acabó de hablarle, des¬
apareció Yave. 23 Tomó, pues, Abraham
a Ismael, su hijo, y a todos los sier¬
vos, los nacidos en casa y los com¬
prados, todos los varones de su casa,
y circuncidó la carne de su prepucio
aquel mismo día, como se lo había
mandado Yave. 24 Era Abraham de
noventa y nueve años cuando cir¬
cuncidó la carne de su prepucio,
26 e Ismael de trece años cuando fué
circuncidado. 26 En el mismo día
fueron circuncidados Abraham e Is¬
mael, su hijo, 27 y todos los varones de
su casa, los nacidos en ella y los extraños
comprados se circuncidaron con él.
la hora del calor, 2 y alzando los
ojos, vió parados cerca de él a tres
varones. En cuanto los vió, salióles
al encuentro desde la puerta de la
tienda, y se postró en tierra, 3 di-
ciéndoles: «Señor mío; si he hallado
gracia a tus ojos, te ruego que no
pases de largo junto a tu siervo;
4 haré traer un poco de agua para
lavar vuestros pies, y descansaréis
debajo del árbol, 5 y traeré un bo¬
cado de pan y os confortaréis; des¬
pués seguiréis, pues no en vano ha¬
béis llegado hasta vuestro siervo.»
Ellos contestaron: «Haz como has
dicho». 6 Y se apresuró Abraham a
llegarse a la tienda, donde estaba
Sara, y le dijo: «date prisa; amasa
tres seas (1) de flor de harina, y
cuece en el rescoldo unos panes».
7 Corrió al ganado, y cogió un ternero
muy tierno y muy gordo, y se lo
dió a un mozo que se apresuró a
prepararlo; 8 y tomando leche cua¬
jada y leche recién ordeñada y el
ternero ya dispuesto, se lo puso todo
delante, y él se quedó junto a ellos
debajo del árbol, mientras comían.
9 Dijéronle: «¿Dónde está Sara, tu
mujer?» «En la tienda está», con¬
testó él; 10 y dijo uno de ellos: «A
otro año por este tiempo volveré sin
falta, si Dios quiere, y ya tendrá
un hijo Sara, tu mujer.» Sara oía
desde la puerta de la tienda, que
estaba a espaldas del que hablaba.
11 Eran ya Abraham y Sara ancianos,
muy entrados en años, y hab a ce¬
sado ya a Sara la menstruación.
12 Rióse, pues, Sara dentro, diciendo:
«¿Cuando estoy ya consumida, voy
a remocear, siendo ya también viejo
mi señor?» 13 Y dijo Yave a Abraham:
«¿Por qué se lia reído Sara, dicién¬
dose: de veras voy a parir, siendo
tan vieja? 14 ¿Hay algo imposible
para Yhve? A otro año por este
tiempo volveré, si Dios quiere, y
Sara tendrá ya un hijo.» 16 Temerosa
Sara, negó haberse reído, diciendo:
«No me he reído», pero él le dijo:
«Sí, te has reído.» 16 Levantáronse
los tres varones, y se dirigieron hacia
Sodoma, y Abraham iba con ellos
para despedirlos. 17 Yave dijo: «¿Voy
La aparición en el encinar de
Alambre.
18 1 Apareciósele Yave .un día en
el encinar de Mambre. Estaba
sentado a la puerta de la tienda a
(i) Es medida de capacidad para sólidos.
Probablemente equivalía a unos 13 litros. Tanta
cantidad de harina para obsequiar a tres hués¬
pedes, se explica por el hecho de que entre los
nómadas es común que del banquete participe
luego toda la casa del anfitrión»
26
GÉNESIS, 19
a encubrir yo a Abraam lo que voy
a hacer, 18 habiendo él de ser, como
será, un pueblo grande y fuerte, y
habiendo de bendecirle todos los pue¬
blos de la tierra? 19 Pues bien sé que
mandará a sus hijos, y a su casa
después de él, que guarden los ca¬
minos de Yave, y hagan justicia y
juicio, para que cumpla Yave a
Abraham cuanto le ha dicho.» 20 Y pro¬
siguió Yave: «El clamor de Sodoma
y Gomorra ha crecido mucho, y su
pecado se ha agravado en extremo;
21 voy a bajar, a ver si sus obras han
llegado a ser como el clamor que ha
venido hasta mí, y si no, lo sabré.»
22 Y partiéndose de allí dos de
los varones, se encaminaron a So¬
doma; Abraham siguió estando con
Yave.
Inlercesión por Sodoma.
23 Acercósele, pues, y le dijo: «¿Pero
vas a exterminar juntamente al justo
con el malvado? 24 Si hubiera cin¬
cuenta justos en la ciudad, ¿los ex¬
terminarías acaso, y no perdonarías
al lugar por los cincuenta justos?
25 Lejos de ti obrar así, matar al
justo con el malvado, y que sea el
justo como el malvadof lejos eso de
ti; el juez de la tierra toda ¿no va a
hacer justicia?» 26 Y le dijo Yave:
«Si hallare en Sodoma cincuenta
justos, perdonaría por ellos a todo
el lugar.» 27 Prosiguió Abraham, y
dijo: «Mira, te ruego, ya que he co¬
menzado a hablar a mi Señor, aun¬
que soy polvo y ceniza: 28 Si de los
cincuenta justos faltaran cinco, ¿des¬
truirías por los cinco a toda la ciu¬
dad?» Y le contestó: «No la destrui¬
ría, si hallase allí cuarenta y cinco
justos.» 29 Insistió Abraham todavía
y dijo: «¿Y si se hallasen allí cua¬
renta?» Contestóle: «También por los
cuarenta lo haría.» 30 Volvió a in¬
sistir Abraham: «No te incomodes,
Señor, si hablo todavía. ¿Y si se ha¬
llasen allí treinta justos?» Repuso:
«Tampoco lo haría, si se hallasen
treinta.» 31 Volvió a insistir: «Señor,
ya que comencé: ¿Y si se hallasen
allí veinte justos?» Y contestó: «No
la destruiría por los veinte.» 32 To¬
davía Abraham: «Perdona, Señor, sólo
una vez más: ¿Y si se hallasen allí
diez?» Y le contestó: «Por los diez
no la destruiría.» 33 Fuésc Yave des¬
pués de haber hahlado así a Abraham.
y éste se volvió a su lugar (1).
Corrupción de Sodoma.
1Q 1 Llegaron a Sodoma los dos
J ángeles ya de tarde, y Lot es¬
taba sentado a la puerta de la ciudad.
Al verlos, se levantó Lot, y les salió
al encuentro, e inclinó su rostro a
tierra, 2 * * * * diciendo: «.Mirad, señores; os
ruego que vengáis a la casa de vues¬
tro siervo, para pernoctar en ella,
y lavaros los pies. Cuando os levan¬
téis por la mañana, seguiréis vues¬
tro camino.» Y le contestaron: «No,
pasaremos la noche en la plaza.»
3 Instólos mucho, y se fueron con él
a su casa, donde les preparó de comer,
y coció panes ácimos, y comieron.
4 Antes que fueran a acostarse, los
hombres de la ciudad, los habitan¬
tes de Sodoma, rodearon la casa,
mozos y viejos, todos sin excepción.
6 Llamaron a Lot, y le dijeron:
«¿Dónde están los hombres que han
venido a tu casa esta noche? Sáca¬
noslos, para que los conozcamos.»
6 Salió Lot a la puerta, y cerrándola
tras sí, 7 les dijo: «Por favor, her¬
manos míos, no hagáis semejante
maldad. 8 * Mirad, dos hijas tengo (2) que
no han conocido varón, os las sacaré,
para que hagáis con ellas como bien
os parezca; pero a esos hombres no
les hagáis nada, pues para eso se
han acogido a la sombra de mi techo.»
9 Ellos le respondieron: «Quítate allá.
Quien ha venido como peregrino, ¿va
a querer gobernarnos ahora? Te tra¬
taremos a ti peor todavía que a
ellos.» Forcejeaban con Lot violen¬
tamente, y estaban ya para romper
la puerta, cuando, 10 sacando los
hombres su mano, metieron a Lot
dentro de la casa, y cerraron la
puerta. 11 A los que estaban a la
(x) En este admirable diálogo se pone
de relieve la familiaridad con que trata Dios a
Abraham, la influencia que a éste da sobre sí,
y la estima grande en que tiene Dios a los justos,
por los cuales, aun escasos en número, está
dispuesto a librar de la destrucción a muchos
pecadores.
(2) Las palabras de Lot ponen ante todo de
relieve el horror que le causa ver holladas de
aquel modo las leyes de la hospitalidad. La
propuesta que él hace al pueblo no debía horro¬
rizarle menos. San Agustín ve en esto una
grande perturbación de ánimo, que no le per¬
mite hacerse cargo de lo que dice. Véase tam¬
bién Juec. 19, 22-24.
GÉNESIS, 20
27
puerta de la casa los hirieron de ce¬
guera, desde el menor hasta el mayor,
y no pudieron ya dar con la puerta.
ia Dijeron los dos hombres a Lot:
«¿Tienes aquí alguno, yerno, hijo o
hija? Todo cuanto tengas en esta
c udad, sácalo de aquí, 13 porque
vamos a destruir este lugar, pues es
grande su clamor en la presencia de
Yave, y éste nos ha mandado para
destruirla.» 14 Salió, pues, Lot para
hablar a sus yernos, los que habían
de tomar por mujeres a sus hijas,
y les dijo: «Levantaos, y salid de
este lugar, porque va a destruir Yave
la ciudad»; y les pareció a sus yernos
que se burlaba.
Destrucción de Sodoina y
Gouiorra.
15 En cuanto salió la aurora, die¬
ron prisa los ángeles a Lot, diciéndole:
«Levántate, coge a tu mujer y a las
dos hijas que tienes, no sea que pe¬
rezcas tú también por las iniquida¬
des de la ciudad.» 16 Y como se re¬
tardase, cogiéronlos de la mano los
hombres, a él, a su mujer y a sus dos
hijas, pues quería Yave salvarle, y
sacándolos, los pusieron fuera de la
ciudad. 17 Una vez fuera, le dijeron:
«Salva la vida. No mires atrás, y
no te detengas en parte alguna del
contorno, sálvate en el monte, si no
quieres perecer.» 18 Díjoles Lot: «No,
por favor, señores: 19 vuestro siervo
ha hallado gracia a vuestros ojos, pues
me habéis hecho el gran beneficio
de salvarme la vida, pero yo no podré
salvarme en el monte sin riesgo de
que me alcance la destrucción y pe¬
rezca. 20 Mirad, ahí cerca está esa
ciudad en que podré refugiarme; es
bien pequeña, permitid que me salve
en ella; ¿no es bien pequeña?», así
viviría.» 21 Y le dijeron: «Mira, te
concedo también la gracia de no des¬
truir esa ciudad de que hablas. 22 Pero
apresúrate a refugiarte en ella, pues
no puedo hacer nada, mientras en
ella no hayas entrado tú.» Por eso
se dió a aquella ciudad el nombre de
Segor. 23 Salía el sol sobre la tierra,
cuando entraba Lot en Segor, 24 e
hizo Yave llover sobre Sodoma y
Gomorra azufre y fuego de Yave,
desde el cielo. 25 Destruyó estas ciu¬
dades y todo el contorno, y cuantos
hombres había en ellas y hasta las
plantas de la tierra. 26 La mujer de
i Lot miró atrás, y se convirtió en un
bloque de sal.
27 Levantóse Abraham de mañana,
¡ y fué al lugar donde había estado
con Yave, 28 y mirando hacia Sodoma
y Gomorra y toda la olla, vió que
1 salía de la tierra una humareda, como
humareda de horno. 29 Cuando des¬
truyó Yave las ciudades de la olla,
se acordó de Abraham, y salvó a Lot
de la destrucción al destruir las ciu :
dades donde habitaba Lot.
La descendencia de Lot.
30 Subió Lot desde Segor, y habitó
en el monte con 'sus dos hijas, porque
temía habitar en Segor, y moró en
una caverna con sus dos hijas. 31 Y
dijo la mayor a la menor: «Nuestro
padre es ya viejo, y no hay aquí
hombres que entren a nosotras, como
en todas partes sucede. 32 Vamos a
I embriagar a nuestro padre, y a acos¬
tarnos con él, a ver si tenemos de él
descendencia » 33 Embriagaron, pues,
a su padre aquella misma noche, y
se acostó con él la mayor, sin que
él la sintiera, ni al acostarse ella ni
al levantarse. 34 Aj día siguiente dijo
i la mayor a la menor: «Ayer me acos¬
té yo con mi padre: embriaguémosle
también esta noche, y te acuestas tú
con él. para ver si tenemos descen¬
dencia de nuestro padre.» 35 Embria¬
garon, pues, también aquella noche a
su padre, y se acostó con él la menor,
sin que ni al acostarse ella, ni al
1 levantarse, la sintiera. 36 Y concibie¬
ron de su padre las dos hijas de Lot.
37 Parió la mayor un hijo, a quien
llamó Moab, que es el padre del Moab
de hoy. 38 También la menor parió
un hijo, a quien llamó Ben Ammi,
que es el padre de los Bene Ammón
de hoy.
Abraham en Gerara. Abimelee.
»>A 1 * Partióse de allí Abraham para
] a tierra del Negueb, y habitó
entre Cades y Sur, y fué a Gerara.
2 Abraham decía de Sara, su mujer:
«Es mi hermana» (1). Abimelee, rey de
Gerara, mandó tomar a Sara; 3 pero
(i) Según los relatos que preceden, Sara
sería muy anciana, siendo por eso extraño que
el rey de Gerara pusiera en ella los ojos. San
Aeustín propone a esta dificultad la única so¬
lución posible: que los episodios de que consta
la historia del Patriarca no están ordenados
cronológicamente.
28
GENESIS, 21
vino Dios a Abimelec en sueños du -1
rante la noche, y le dijo: «Mira que ¡
vas a morir, por la mujer que has
tomado, pues tiene marido.» 4 Abi¬
melec, que no se había acercado a
ella, respondió: «Señor, ¿matarías
así aún al inocente? 6 ¿No me ha dicho
él: es mi hermana? Con pureza de
corazón y con manos inocentes hice
yo esto.» 6 Y le dijo Dios en el sueño:
«Bien sé yo que lo has hecho con pu¬
reza de corazón; por eso te he im¬
pedido que pecaras contra mí, y no
he consentido que la tocaras. 7 Ahora,
pues, devuelve la mujer al marido,
pues él, que es profeta, rogará por
ti, y vivirás; pero si 'no la devuelves,
sabe que ciertamente morirás tú con
todos los tuyos.» 8 Por la mañana
llamó Abimelec a sus servidores, y
les contó todo esto, y ellos fueron
presa de gran terror. 9 Llamó después
a Abraham, y le dijo: «¿Qué es lo
que nos has "hecho? ¿En qué te he
faltado yo, para que trajeras sobre
mí y sobre mi reino tan gran pecado?
Lo que has hecho con nosotros nb
debe hacerse.» 10 Y dijo Abimelec a
Abraham: «¿Qué es lo que has visto,
para que eso hicieras?» 11 Y le res¬
pondió Abraham: «Es que me dije:
De seguro que no hay temor de Dios
en este lugar, y me van a matar por
causa de mi mujer. 12 Aunque es
también en verdad mi hermana, hija
de mi padre, pero no de mi madre,
y la tomé por mujer; 13 y desde que
me hizo Dios errar fuera de la casa
de mi padre, la dije: Has de hacerme
la merced de decir en todos los lu¬
gares a donde lleguemos, que eres
mi hermana.» 14 Tonto, pues, Abi¬
melec rebaños y ganados, siervos y
siervas, y se los dió a Abraham, y le
devolvió a Sara, su mujer, 15 y le
dijo: «Tienes la tierra a tu disposi¬
ción, mora donde bien te parezca.»
16 Y a Sara le dijo: «Mira, a tu her¬
mano le he dado mil monedas de
plata; sírvante de velo para los ojos
a ti y a cuantos contigo están, y todo
así estará arreglado.» 17 Rogó Abraham
por Abimelec, y curó Dios a Abime-
Icc, a su mujer, a sus siervos, y en¬
gendraron, 18 pues había Ya ve ce¬
rrado enteramente todo útero en la
casa de Abimelec por lo de Sara, la
mujer de Abraham (1).
(i) En todos estos episodios, el autor sa¬
grado mira a pon«»r de relieve la especial pro¬
videncia de Dios sobre el Patriarca.
IVaviinicnto de lsac\
*21 1 Visitó, pues, Ya ve a Sara,
como le dijera, e hizo con ella
lo que le prometió; 2 y concibió Sara,
y dió a Abraham un hijo en su ancia¬
nidad, al tiempo que le había dicho
Dios. 3 Y dió Abraham el nombre de
Isac a su hijo, el que le nació de
Sara. 4 Circuncidó Abraham a Isac,
su hijo, dentro de los ocho días, como
se lo había mandado Dios. 6 Era
Abraham de cien años de edad cuando
le nació Isac, su hijo. 6 Y dijo Sara:
«Me ha hecho reír Dios, y cuantos
lo sepan reirán conmigo.» 7 Y aña¬
dió: «¿Quién había de decir a Abraham:
amamantará hijos Sara? Pues yo le
he dado un hijo en su ancianidad.»
8 Creció el niño, y le destetaron, y
dió Abraham un gran banquete el día
del destete de Isac. 9 Vio Sara ju¬
gando al hijo de Agar, la egipcia,
el que le parió a Abraham; 10 y dijo a
Abraham: «Echa a esa esclava y a
su hijo, pues el hijo de una esclava
no ha de heredar con mi hijo, con
Isac.» 11 Muy duro se le hacía esto
a Abraham, por causa de su hijo;
12 pero le dijo Yave: «No te dé pena
por el niño y la esclava: haz lo que
te dice Sara," porque es por Isac por
quien será llamada tu descendencia.
13 También al hijo de la esclava le
haré un pueblo, por ser descendencia
tuya» (1). 14 Se levantó, pues,
Abraham de mañana; y cogiendo pan
y un odre de agua, se lo dió a Agar,
poniéndoselo a la espalda, v con ello
al niño, y la despidió. Ella se fué,
y erraba por el desierto de Berscba.
15 Se acabó el agua del odre, y ella
echó al niño bajo unos arbustos, 16 y
fué a sentarse frente a él a la dis¬
tancia de un tiro de arco, diciéndose:
«No quiero ver morir al niño»; y se
sentó enfrente del niño, que lloraba
en voz alta. 17 Oyó Dios al niño, y
el ángel de Dios llamó a Agar desde
los cielos, diciendo: «¿Qué tienes,
Agar? No temas, que ha escuchado
Yave la voz del niño que ahí está.
18 Levántate, toma al niño y cógele
de la mano, pues he de hacerle un
gran pueblo.» 19 Y abrió Dios los
(i) La ley de Hammurabí excluye de la
nerencia al hijo de la esclava. La expulsión
obedece a la necesidad de conservar la paz
doméstica, siempre perturbada por la poli¬
gamia. En este caso se debe más Ipien al plan
divino de hacer a Isac el descendiente heredero
de las promesas mesiánicas. (Rom. g. 6 sigs.)
GÉNESIS, : Z'¿
29
ojos de Agar, haciéndola ver un pozo, I
a donde fué y llenó el odre de agua, I
•dando de beber al niño. 20 Fué Dios
con el niño, que creció y habitó en
el desierto, y de mayor fué arquero.
21 Habitó en el desierto de Farán y
su madre tomó para él mujer de la
tierra de Egipto.
Alianza «le Abraliam con Abimelec.
22 Sucedió por entonces que Abi-
melec y Picol, jefe de su ejército,
dijo a Abraham: «Dios está contigo
en todo cuanto haces: 23 Júrame, pues,
ahora por Dios, que no me has de
engañar, ni a mí, ni a mis descen¬
dientes, y que como te favorecí yo
a ti, así harás tú conmigo y con la
tierra por donde andas.» 24 Y dijo
Abraliam: «Yo te lo juro.» 25 Pero
reconvino Abraham a Abimelec por
causa de un pozo de aguas, de que
se habían apoderado los siervos de
Abimelec, 26 y contestó Abimelec:
«No sé quién haya hecho eso, tú tam¬
poco me has dicho nada de ello, y
nada he sabido hasta ahora.» 27 Tomó,
pues, Abraham ovejas y bueyes y se
los dió a Abimelec, e hicieron entre
ambos alianza. 28 Apartó Abraam
siete corderas del rebaño, 29 y le
preguntó Abimelec: «¿Para qué son
esas siete corderas que has aparta¬
do?» 30 Abraham le contestó: «Para
que las recibas de mi mano, y me
sirvan de prueba de que yo lie abierto
este pozo.» 31 Por eso se llamó aquel
lugar Berseba, 32 porque allí juraron
ambos, e hicieron alianza, en Berseba.
Y se levantó Abimelec y Picol, jefe
de su ejército, y se volvieron a la
tierra de los filisteos. 33 Abraham
plantó en Berseba un tamarindo, e
invocó allí el nombre de Yave, el
Dios eterno, 34 y anduvo mucho
tiempo Abraham por tierra de filisteos.
El sacrificio de Isac.
99 1 Después de todo esto, quiso
probar Dios a Abraham, y lla¬
mándole, dijo: «Abraham.» Y éste con¬
testó: «Heme aquí.» 2 «Anda, coge a
tu hijo, a tu unigénito, a quien tanto
amas, a Isac, y ve a la tierra de
Moria, y ofrécemelo allí en holo¬
causto, sobre uno de los montes que
yo te indicaré.» 3 * Se levantó, pues,
Abraham de mañana, aparejó su asno,
y tomando consigo dos mozos y a
Isac, su hijo, partió la leña para el
holocausto, y se puso en camino para
el lugar que le había dicho Dios.
4 Al tercer día alzó Abraham sus ojos,
y vió de lejos el lugar. 5 Dijo a sus
dos mozos: «Quedaos aquí con el
asno; yo y el niño iremos hasta allí,
y después de haber adorado, volve¬
remos a vosotros.» 6 Y tomando
Abraham Ja leña para el holocausto,
se la cargó a Isac, su hijo; tomó él
en su mano el fuego y el cuchillo, y
siguieron ambos juntos. 7 Y dijo
Isac a Abraham, su padre: «Padre
mío.» «¿Qué quieres, hijo mío?», le
contestó. Y él dijo: «Aquí llevamos el
fuego y la leña, pero la res para el
holocausto, ¿dónde está?» 8 Y Abraham
le contestó: «Dios se proveerá de res
para el holocausto)?; y siguieron jun¬
tos los dos. 9 Llegados al lugar que
le dijo Dios, alzó alíí Abraham el altar,
y dispuso sobre él la leña, ató a su
hijo y le puso sobre el altar, encima
de la leña. 10 Tendió luego su brazo,
y cogió el cuchillo para degollar a
su hijo. 11 Pero le gritó desde los
cielos el ángel de Yave, diciéndole:
«Abraham, Abraham.» Y éste contes¬
tó: «Heme aquí.» 12 «No extiendas tu
brazo sobre el niño—le dijo—y no le
hagas nada, porque ahora he visto
que en verdad temes a Dios, pues
por mí no perdonaste a tu hijo, a tu
unigénito.» 13 Alzó Abraham los ojos,
y vió tras sí un carnero enredado por
los cuernos en la espesura, y cogió
el carnero y lo ofreció en holocausto
en vez de su hijo (1). 14 Llamó
Abraham al lugar aquel: Yave ve; por
lo que todavía se dice: «en el monte
de Yave ve». 15 Llamó el ángel de
Yave a Abraam por segunda vez
desde los cielos, 18 y le dijo: «Por
mí mismo juro, palabra de Yave,
que por haber hecho cosa tal, de no
perdonar a tu hijo, a tu unigénito,
17 te bendeciré largamente, y multi¬
plicaré grandemente tu descendencia
como las estrellas del cielo y como
las arenas de las orillas del mar, y
se adueñará tu descendencia de las
puertas de sus enemigos, 18 y la ben¬
decirán todos los pueblos de la tie-
(i) La prueba de la fe y obediencia de
Abraham es realmente suprema. Se le manda
sacrificar a su hijo único, tan pedido, tan de¬
seado y al fin conseguido, en quien habían de
tener realización las promesas mesiánicas. Isac,
aceptando resignado el sacrificio, es figura de
la sumisión de Cristo a la voluntad del Padre
30
GÉNESIS, 23, 24
rra, por haberme tú obedecido.»!
19 Volvióse Abraham a los mozos, y '
levantándose, fueron todos juntos, a
Berseba, y habitó Abraham en Ber-
seba.
20 Después de todo esto recibió
Abraham noticia, diciéndole: «También
Melca ha dado hijos a Najor, tu her¬
mano; 21 Hus es el primogénito, Buz
su hermano, y Camuel, padre de
Aram, 22 Cased, Azaud, Peídas, Gued-
laf y Batuel. 23 Batuel fué el padre
de Rebeca. Estos son los ocho hijos
que dió Melca a Najor, hermano de
Abraham. 24 También su concubina,
de nombre Raumi, le parió a Tebaj,
Gajam, Tajas y Maaca.
Muerte de Sara.
1 Fueron los días de vida de
Sara ciento veintisiete años.
2 Murió en Quiriat Arbe, que es
Hebrón, en la tierra de Canán. Vino
Abraham a llorar a Sara y hacer duelo
por ella, 3 y cuando se levantó de
junto a su muerta, habló así a los
hijos de Get: 4 «Soy entre vosotros
peregrino y huésped: Dadme en pro¬
piedad una sepultura, donde pueda
sepultar a mi muerta, apartándola
de mi vista.» 6 Los. hijos de Get
contestaron a Abralíain: 6 «Oyenos,
Señor, por favor: Tú eres entre nos¬
otros un príncipe de Dios; sepulta a la
muerta en el mejor de nuestros se¬
pulcros; ninguno de nosotros te negará
su sepultro para que en él sepultes
a tu muerta.» 7 Alzóse Abraham, e
inclinándose profundamente ante el
pueblo de aquella tierra, los hijos de
Get, 8 les dijo: «Si de veros queréis
que pueda yo apartar a mi muerta de
mi vista, sepultándola, escuchadme,
y rogad por mí a Efrón, el hijo de
Seor, 8 que por su justo precio me
ceda para sepultura, en propiedad, en
presencia vuestra, su caverna de
Macpela, que está al término de su
campo.» 10 Efrón estaba sentado entre
los hijos de Get, y respondió Efrón.
el geteo, a Abraham en presencia de
los hijos de Get y de cuantos entra¬
ban por las puertas de la ciudad:
11 «No, señor mío, óyeme: yo te doy
el campo y la caverna que se halla
a su extremo: te la doy ante los
hijos de mi pueblo; sepulta a tu
muerta.» 12 Abraham volvió a pros¬
ternarse ante la gente de aquella
tierra, 13 y habló así a Efrón, oyén¬
dolo todos: «Ciertamente, si tú te
dignas escucharme, yo te daré el
precio del campo. Recíbelo tú y se¬
pultaré en él a mi muerta.» 14 Y res¬
pondió Efrón a Abraham diciéndole:
15 «Señor mío, óyeme: ¿Qué es para
mí ni para ti una tierra de cuatro¬
cientos sidos de plata? Sepulta a tu
muerta.» 16 Oyó Abraham a Efrón y
pesóle la plata que éste había dicho,
ante los hijos de Get, cuatrocientos
sidos de plata corriente en el mer¬
cado. 17 Vino, pues, a ser propiedad
de Abraham ante los hijos de Get y
de cuantos entraban por la puerta
de la ciudad, 18 el campo de Efrón
en Macpela, frente a Mambre, con la
caverna que hay en él, y todos los
árboles del campo y sus contornos.
19 Después de esto sepultó Abraham
a Sara, su mujer, en la caverna del
campo de Macpela, frente a Mambre,
que es Hebrón, en tierra de Canán.
29 El campo, con la caverna que hay
en él, vino a ser sepultura de propie¬
dad de Abraham, recibida de los hijos
de Get.
Casamiento de Isae.
I 1 Era Abraham ya viejo, muy
--*x entrado en años, y Ya ve le
había bendecido en todo. 2 Dijo, pues,
Abraham al más antiguo de los sier¬
vos de su casa, el que administraba
cuanto tenía: «Pon, te ruego, tu mano
bajo mi muslo, 3 y júrame por Yave,
Dios de los cielos y de la tierra, que
no tomarás mujer para mi hijo de
entre las hijas de los cananeos, en
medio de los cuales habito, 4 sino
que irás a mi tierra, a mi parentela,
a buscar mujer para mi hijo Isac.»
6 Y le dijo el siervo: «Y si la mujer
no quiere venir conmigo a esta tierra,
¿habré de llevar allí a tu hijo, a la
tierra de donde saliste?» 6 Díjole
Abraham: «Guárdate muy bien de
llevar allá a mi hijo: 7 Yave, Dios de
los cielos, que me sacó de la casa de
mi padre y de la tierra de mi naci¬
miento, que me ha hablado, y me
juró, diciendo: a tu descendencia daré
yo esta tierra, enviará - a su ángel
ante ti y traerás de allí mujer para
mi hijo. 8 Si la mujer no quisiere
venir contigo, quedarás libre de este
juramento, pero de ninguna manera
volverás allá a mi hijo.» 9 Puso, pues,
el siervo su mano bajo el muslo de
Abraham, su señor, y le juró.
GÉNESIS, 24
31
10 Cogió el siervo diez de los carne- |
líos de su señor, y se puso en camino,
llevando consigo de cuanto bueno
tenía su señor, y se dirigió a Arán
Naharaim, a la ciudad de Najor.
11 Hizo que los camellos doblaran sus
rodillas fuera de la ciudad, junto a
un pozo de aguas, ya de tarde, a la
hora de salir las que van a coger
agua, 12 y dijo (1): «Yave, Dios de
mi amo Abraham, haz que me salga
ahora buen encuentro, y muéstrate
benigno con mi señor Abraham: 13 Voy
a ponerme junto al pozo de aguas,
mientras las mujeres de la ciudad
vienen a buscar agua: 14 la joven a
quien yo dijere: inclina tu cántaro,
te ruego, para que yo beba; y ella me
respondiere: bebe tú y daré también
de beber a tus camellos, sea la que
destinas a tu siervo Isac, y conozca
yo así que te muestras propicio a mi
señor.» 16 Y sucedió, que antes de que
él acabara de hablar, salía con el
cántaro al hombro Rebeca, hija de
Batuel, hijo de Melca, la mujer de
Najor, hermano de Abraham. 16 La
joven era muy hermosa, y virgen,
que no había conocido varón. Bajó
al pozo, llenó su cántaro, y volvió
a subir. 17 Salióle al encuentro el
siervo, y le dijo: «Dame, por favor,
a beber un poco de agua de tu cán¬
taro.» 18 «Bebe, señor mío», le con¬
testó ella; y bajando el cántaro lo
cogió con sus manos, y le dió de
beber. 19 Cuando hubo él bebido, le
dijo: «También para tus camellos
voy a sacar agua, hasta que hayan
bebido lo que quieran.» 20 Y se apre¬
suró a vaciar el cántaro en el abre¬
vadero, y corrió de nuevo al pozo a
sacar más, hasta que hubo sacado
para todos los camellos. 21 El siervo
la contemplaba en silencio, y se pre¬
guntaba si habría prosperado Yave
su camino, o no, 22 Cuando hubieron
acabado de beber los camellos, tomó
el siervo un arillo de oro de medio
sido de peso y dos brazaletes de diez
sidos, también de oro, y dándoselos,
23 le preguntó: «¿De quién eres hija
tú? Dime, por favor, si no habría
lugar en casa de tu padre para pasar
allí la noche.» 24 Ella le contestó:
«Soy hija de Batuel, el hijo que Melca
dió a Najor.» 25 Y añadió: «Hay en
nuestra casa paja y heno en abun-
(i) No es infrecuente en el A. T. esta
manera de explorar la voluntad de Dios para
conocerla.
dancia y lugar para pernoctar.» 28 Pos¬
tróse entonces el hombre y adoró a
Yave, 27 diciendo: «Bendito sea Yave,
Dios de mi señor Abraham, que no ha
dejado de hacer gracia y mostrarse
fiel a mi señor, y a mí me ha condu¬
cido derecho a la casa de los herma¬
nos de mi señor.» 28 Corrió la joven
a contar en casa de su madre lo que
había pasado. 29 Tenía Rebeca un
hermano, de nombre Labán, que se
apresuró a ir al pozo en busca del
hombre. 30 Había visto el arillo y
los brazaletes en la mano de su her¬
mana, y la había oído decir: «Así
me ha hablado * el hombre.» Vino,
pues, a él, que seguía con sus came¬
llos junto a la fuente, 31 y le dijo:
«Ven, bendito de Yave, por qué
estás ahí fuera? Ya he preparado
yo la casa y lugar para los camellos.»
32 Fué, pues, el hombre a casa. Labán
desaparejó los camellos, dió a éstos
paja y heno, y agua al hombre y a los
que le acompañaban, para lavarse los
pies, 33 y después le sirvió de comer;
pero el hombre dijo: «No comeré
mientras no diga lo que tengo que
decir.» Respondióle: «Di.» 34 Este
dijo: «Yo soy siervo de Abraham.
35 Yave ha bendecido largamente a
mi señor, y le ha engrandecido, dán¬
dole rebaños y ganados, plata y oro,
siervos y siervas, camellos y asnos.
36 Parióle Sara, la mujer de mi señor,
un hijo en su ancianidad, y a él le
ha dado todos sus bienes. 37 Mi señor
me ha hecho jurar, diciendo: No to¬
marás para mi hijo mujer de entre
las hijas de los cananeos, de la tierra
en que habito; 38 sino que irás a la
casa de mi padre, a mi parentela, y
de allí traerás mujer para mi hijo.
39 Yo dije a mi señor: Quizá no quiera
venir conmigo la mujer; 40 y él me
contestó: Yave, ante quien yo ando,
mandará contigo su ángel, y hará
que tu camino tenga buen éxito, y
tomarás mujer para mi hijo, de mi
parentela y de la casa de mi padre.
41 Quedarás desligado del juramento,
si fueres a mi parentela y no te la
dieren; libre quedarás entonces. 42 Lle¬
gué hoy a la fuente, y dije: Yave,
Dios de mi señor Abraham, te ruego
que si en verdad quieres prosperar
el camino que traigo, 43 hagas que
mientras yo me quedo junto a la
fuente, la joven que salga a buscar
agua y a quien diga yo: Dame de
beber, te ruego, un poco de agua de
tu cántaro 44 y me diga ella: Bebe,
32
GÉNESIS, 25
y sacaré también para tus camellos,
sea la mujer que Yave ha destinado
para mujer del hijo de mi señor.
45 No había yo acabado de decir
esto en mi corazón, cuando salía Re¬
beca con su cántaro al hombro, bajó
a la fuente y sacó agua. Yo le dije:
dame de beber, te lo ruego. 46 Bajó
ella en seguida el cántaro de sobre
su hombro, y dijo: bebe, y daré tam¬
bién de beber a tus camellos. 47 Yo
le pregunté: ¿De quién eres hija? Ella
me respondió: Soy hija de Batuel,
el hijo de Najor, que le dió Melca.
Entonces puse yo el arillo en su nariz
y los brazaletes en sus manos, 48 y
me incliné postrándome ante Yave,
y bendije a Yave,-Dios de mi señor
Abraham, que me había traído por
camino derecho, para tomar a la hija
de su hermano para mujer de su hijo.
49 Ahora, si queréis hacer gracia y
fidelidad a mi señor, decídmelo; si no,
decídmelo también, y me dirigiré a la
derecha o a la izquierda.» 60 Labán
y Batuel contestaron, diciendo: «De
Yave viene esto, nosotros no podemos
decirte ni bien ni mal. 61 Ahí tienes
a Rebeca, tómala y vete, y sea la
mujer del hijo de tu señor, como lo
lia dicho Yave.» 62 Cuando el siervo
de Abraham hubo oído estas palabras,
se postró en tierra ante Yave; 63 y
sacando objetos de plata, objetos de
oro y vestidos, se los dió a Rebeca,
e hizo también presentes a su her¬
mano y a su madre. 64 Pusiéronse
luego a comer y a beber, él y los que
con él venían, y pasaron la noche.
A la mañana, cuando se levantaron,
dijo el siervo: «Dejad que me vaya a
mi señor.» 55 El hermano y la madre
de Rebeca dijeron: «Que esté la joven
con nosotros todavía algunos días,
unos diez, y después partirá.» 66 El
les contestó: «No retraséis mi vuelta,
ya que Yave lia hecho feliz el éxito
de mi viaje; dejadme partir, para
que vuelva a mi señor.» 87 Dijéronle,
pues: «Llamemos a la joven, y pre¬
guntémosle lo que ella quiere.» 68 Lla¬
maron a Rebeca, y le preguntaron:
«¿Quieres partir luego con este hom¬
bre?» Y ella respondió: «Partiré.»
59 Dejaron, pues, ir a Rebeca, su
hermana, y a su nodriza con el siervo
de Abrabam y sus hombres, 60 y ben¬
decían a Rebeca diciendo;
«Hermana nuestra eres;
Que crezcas en millares de millares,
Y se adueñe tu descendencia
De las puertas de sus enemigos.»
61 Montaron, pues, Rebeca, sus don¬
cellas y su nodriza en dos camellos,
y se fueron tras el hombre, y éste
con Rebeca se partió.
62 Volvía un día Isac del pozo Jai
Roí, pues habitaba entonces en el
Negueb, 63 y había salido por la tarde
al campo para lamentarse, y alzando
los ojos vió venir camellos. 64 Tam¬
bién Rebeca alzó sus ojos, y viendo
a Isac, se apeó del camello, 65 y pre¬
guntó al siervo: «¿Quién es aquel
hombre que viene por el campo a
nuestro encuentro?» El siervo le res¬
pondió: «Es mi señor.» Ella cogió el
velo y se cubrió. 66 El siervo contó a
Isac cuanto había ocurrido, 67 e Isac
condujo a Rebeca a la tienda de Sara,
su madre, la tomó por mujer y la
amó, consolándose de la muerte de
su madre.
Muerte de Abraham.
•) T 1 Volvió Abraham a tomar mu-
jer, de nombre Quetura, 2 que •
le parió a Zamrán, Jocsán, Madán,
Madián, Jesboc y Sué. 3 Jocsán en¬
gendró a Saba y Dadán. Hijos de
Dadán son los Asurim, los Latusim
y los Laumim. 4 Los hijos de Madián
fueron Efa, Efer, Janoc, Abida y
Elda. Estos son todos los hijos de
Quetura. 6 Abraham dió todos sus
bienes a Isac. 6 A los hijos de las
concubinas les hizo donaciones, pero
viviendo él todavía, los separó de su
hijo Isac, hacia oriente, a la tierra de
oriente. 7 Los días de la vida de
Abraham fueron ciento setenta y cinco
años. 8 Expiró, y murió Abraham en
senectud buena, anciano y lleno de
días, y fué a reunirse con su pueblo.
9 Isac e Ismael, sus hijos, le sepulta¬
ron en la caverna de Macpela, en el
campo de Efrón, hijo de Seor, el
geteo, frente a Mambre. 10 Es el
campo que compró Abraam a los
hijos de Get. Allí fué sepultado con
Sara, su mujer.
11 Después de la muerte de Abraam^
Dios bendijo a Isac, su hijo, y habito
Isac junto al pozo de Jai Roi.
Deseendeneia de Ismael.
12 Estas son las generaciones de
Ismael, hijo de Abraham y de Agar,
la egipcia, esclava de Sara. 13 He aquí
los nombres de los hijos de Ismael,
según sus nombres y sus generaciones.
GÉNESIS, 26
El primogénito de Ismael fue Neba-
yot; después Quedar, Adbel, Maba-
sam, 14 Masema, Duina, Masa, 16 Adad,
Tema, Jctur, Nafir y Quedma. 16 Estos
son los hijos de Ismael, estos sus
nombres, según sus pagos y campa¬
mentos; estos fueron los doce jefes
de sus tribus. 17 Los años de la vida
de Ismael fueron ciento treinta y
siete. Después expiró y murió, yendo
a reunirse con su pueblo. 18 Sus hijos
habitaron desde Evila hasta Sur, que
está frente al Egipto, según se va a
Sur, frente a todos sus hermanos.
Jacob y Esaú.
19 Estas son las generaciones de
Isac, hijo de Abraham. Abraham en¬
gendró a Isac. 20 Era Isac de cua¬
renta años cuando tomó por mujer
a Rebeca, hija de Batucl, arameo/de
Padan Aram y hermana de Labán,
arameo. 21 Rogó Isac a Yave por su
mujer, que era estéril, y fué oído por
Yave, y concibió Rebeca, su mujer.
22 Chocábanse en su seno los niños,
y dijo: «Para esto, ¿a qué concebir?»
Y fué a consultar a Yave, 23 que le
dijo:
«Dos pueblos llevas en tu seno,
Dos pueblos que al salir de tus
entrañas se separarán.
Una nación prevalecerá sobre la
otra nación,
Y el mayor servirá al menor.»
24 Llegó el tiempo del parto, y
salieron de su seno dos gemelos.
26 Salió el primero uno rojo, todo él
como un manto peludo, y se le llamó
Esaú. 26 Después salió su hermano
agarrando con la mano el talón de
Esaú, y se le llamó Jacob. Era Isac
de sesenta años cuando los engendró.
27 Crecieron los niños, y fué Esaú
diestro cazador y hombre agreste,
mientras que era Jacob hombre apa¬
cible y amante de la tienda. 28 Isac,
porque le gustaba la caza, prefería a
Esaú, y Rebeca prefería a Jacob.
29 Hizo un día Jacob un guiso, y
llegó Esaú del campo, muy fatigado,
30 y dijo Esaú a Jacob: «Por favor,
dame a comer ese guiso rojo, que
estoy desfallecido.» Por esto se le
dió a Esaú el nombre de Edom.
31 Contestóle Jacob: «Véndeme ahora
mismo tu primogenitura.» 32 Respon¬
dió Esaú: «Estoy que me muero;
¿qué me importa la primogenitura?»
83 «Júramelo ahora mismo», le dijo
Jacob; y juró Esaú, vendiendo a
Jacob su primogenitura. 34 Dióle en¬
tonces Jacob pan y el guiso de len¬
tejas; y una vez que comió y bebió,
se levantó Esaú y se fué, no dándose¬
le nada de la primogenitura.
Isac cu Gerar. Alianza con Ahi-
’ mclec. Casamiento de Esaú.
1 Hubo en aquella tierra un
¿H) hambre, distinta de la primera
que hubo en tiempo de Abraham; y
fué Isac a Gerar, a Abimelec, rey de
los filisteos, 2 pues se le apareció
Yave, y le dijo: «No bajes a Egipto.
3 Sigue habitando en esta tierra, donde
yo te diga; peregrina por ella, que yo
estaré contigo, y te bendeciré, pues
a ti y a tu descendencia daré todas
estas tierras, cumpliendo el jura¬
mento que hice a Abraham, tu padre,
4 y multiplicaré tu descendencia
como las estrellas del cielo, y le daré
todas estas tierras, y la bendecirán
todos los pueblos de la tierra, 6 por
haberme obedecido Abraham, y haber
guardado mi mandato, mis precep¬
tos, mis ordenaciones y mis leyes.»
6 Habitó, pues, Isac en Gerar. 7 Pre¬
guntábanle los hombres del lugar por
su mujer, y él decía: (1) «Es mi her¬
mana.» Pues temía decir que era su
mujer, no fuera que le mataran los
hombres del lugar por Rebeca, que
era muy iuj*mosa. 8 Como se prolon¬
gase su estancia en Gerar, mirando
Abimelec, rey de los filisteos, por la
ventana, vió que estaba Isac jugando
con Rebeca, su mujer. 9 Llamó Abi¬
melec a Isac, y le dijo: «De cierto
que es tu mujer. ¿Por qué, pues, dices:
es mi hermana?» Y le contestó Isac:
«Es que me dije, no váya yo a morir
por causa suya.» 10 Respondióle Abi¬
melec: «¿Cómo nos has hecho eso?
Hubiera podido alguno tomar a tu
mujer, y hubieras arrojado sobre nos¬
otros un delito.» 11 Dió, pues, Abime¬
lec una orden a todo el pueblo, di¬
ciendo: «El que toque a este hombre
o a su mujer, morirá.» 12 Sembró
Isac en aquella tierra, y cogió aquel
(i) Por tercera vez vemos repetirse la histo¬
ria. Dios vela con cuidado sobre los patriarcas. En
este caso no nos ofrece el texto la solución que
en los de Sara. Cabe, sin embargo, pensar que
Isac dijera de Rebeca que era su hermana, apo¬
yándose en la significación amplia que la pala¬
bra hermano tiene en las lenguas semíticas. En
efecto, Rebeca era prima carnal de Isac.
3
34
GÉNESIS, 27
año ciento por uno, pues le bendijo
Yave. 13 Engrandecióse y filé cre¬
ciendo, creciendo cada vez más, hasta
hacerse muy poderoso. 14 Tenía mu¬
chos rebaños y ganados y mucha
servidumbre, y los filisteos llegaron
a envidiarle. 15 Todos los pozos abier¬
tos por los siervos de su padre Abraham
los cegaron los filisteos, llenándolos
de tierra. 16 Dijo Abimelec a Isac:
«Vete de aquí, porque has llegado a
ser mucho más poderoso que nos¬
otros.» 17 Fuése Isac, y acampó en
el valle de Gerar, y habitó allí.
18 Volvió a abrir los pozos abiertos
en tiempo de Abraham, su padre, y
cegados por los filisteos después de
la muerte de Abraham, dándoles los
mismos nombres que les había dado
su padre. 19 Cavaron los siervos de
Isac en el valle, y alumbraron una
fuente de aguas vivas; 20 pero los
pastores de Gerar riñeron con los
de Isac, diciendo: «Estas aguas son
nuestras.» Y llamó al pozo Ezec,
porque había habido riña por él.
21 Excavaron sus siervos otro pozo,
por el cual hubo también un alter¬
cado, y lo llamó Sitúa. 22 Yéndose
más lejos, excavó otro pozo, por el
cual no hubo ya querellas, y le llamó
Rejobot, diciendo: «Ahora ya nos ha
dado Yave holgura, y prosperaremos
en esta tierra.» 23 Subió después a
Bersabe, 24 y se le apareció Yave
aquella noche, y le dijo: «Yo soy el
Dios de Abraham, tu padre; nada
temas, que yo estoy contigo: Yo te
bendeciré, y multiplicare tu descen¬
dencia, por Abraham, mi siervo.»
25 Alzó allí un altar, e invocó el nom¬
bre de Yave: plantó allí su campa¬
mento, y abrieron también allí sus
siervos un pozo. 28 Vinieron a él,
desde Gerar, Abimelec, Ajurot, amigo
suyo, y Picol, jefe de su ejército;
27 c Isac les dijo: «¿Para qué habéis
venido a mí vosotros, que me odiáis,
y me habéis arrojado de entre vos¬
otros?» 28 Ellos dijeron: «Porque he¬
mos visto claramente que está Yave
contigo, y nos hemos dicho: Haya
cu medio de nosotros un juramento
entre ti y nosotros, y queremos hacer
alianza contigo: 29 de no hacernos tú
mal, como no te hemos tocado nos¬
otros, haciéndote sólo bien, y deján¬
dote partir en paz. Tú eres ahora el
bendito de Yave.» 30 Isac les preparó
un banquete, y comieron y bebieron.
31 A la mañana siguiente se levanta¬
ron, y se juraron unos a otros, y los
despidió Isac, yéndose ellos en paz.
32 Aquel mismo día vinieron los
siervos de Isac a informarle acerca
del pozo que estaban haciendo, y le
dijeron: «Hemos hallado agua», 33 e
Isac llamó al pozo Seba, por eso se
llamó la ciudad Berseba hasta el día
de hoy. 34 Era Esaú de cuarenta años,
V tomó por mujeres a Judit, hija de
Beeri, geteo, y a Basemat, hija de
Elón, geteo, 35 que fueron para Isac
y Rebeca una amarga pesadumbre.
Suplanta Jacob a Esaú en la
bendición paterna.
1 Cuando envejeció Isac, se de-
¿á í bilitaron sus ojos, y no veía.
Llamó, pues, a Esaú, su hijo mayor
y le dijo: «Hijo mío.» Este contestó:
«Heme aquí.» 2 «Mira—le dijo—, yo
ya soy viejo, y no sé cuál será el día
de mi muerte. 3 Toma, pues, tus ar¬
mas, la aljaba y el arco, y sal al
campo a cazar algo, 4 y me haces un
guiso como sabes que a mí me gusta,
y me lo traes, para que lo coma y
después te bendiga antes de morir.»
6 Rebeca estaba oyendo lo que Isac
decía a Esaú, su hijo. Esaú salió al
campo a cazar algo para traerlo; 6 y
Rebeca dijo a Jacob, su hijo: «Mira,
he oído a tu padre hablar a Esaú,
tu hermano, y decirle: 7 Tráemc caza
y prepáramela, para que la coma y
te bendiga delante de Yave antes de
mi muerte. 8 Ahora, pues, hijo mío,
obedéceme, y haz lo que yo te mando.
9 Anda, vete al rebaño, y tráemc dos
cabritos gordos y tiernos, para que
yo haga con ellos a tu padre un guiso
como a él le gusta, 10 y se lo lleves
a tu padre, y lo coma y te bendiga
antes de su muerte.» 11 Contestó
Jacob a Rebeca, su madre: «Mira
que Esaú, mi hermano, es hombre
velludo y yo soy lampiño, 12 y si
me toca mi padre, apareceré ante él
como un mentiroso, y traeré sobre
mí una maldición, en vez de la ben¬
dición.» 13 Díjóle su madre: «Sobre
mí tu maldición, hijo mío, pero obe¬
déceme, anda y tráemclo.» 14 Fué,
pues, él, lo cogió y lo trajo a su
madre, que hizo el guiso como a su
padre le gustaba. 15 Cogió Rebeca
vestidos de Esaú, su hijo mayor, los
mejores que tenía en casa, y se los
vistió a Jacob, su hijo menor; 18 y
con las pieles de los cabritos le cu¬
brió las manos y lo desnudo del
GÉNESIS, 27
35
cuello; puso el guiso y pan que había
hecho en manos de Jacob, su hijo,
18 y éste lo llevó a su padre, y le dijo:
«Padre mío.» «Heme aquí, hijo mío»,
contestó Isac. «¿Quién eres, hijo mío?»;
19 y le contestó Jacob* «Yo soy Esaú,
tu hijo primogénito. He hecho como
me dijiste. Levántate, pues, te ruego,
Vuélvete, y come de mi caza, para
que me bendigas.» 20 Y dijo Isac a
su hijo: «¿Cómo tan pronto hallaste,
hijo mío?»; y le respondió: «Porque
hizo Yave que se me pusiera delan¬
te.» 21 Dijo Isac a Jacob: «Anda,
acércate para que yo te palpe, hijo
mío, a ver si eres o no mi lujo Esaú.»
22 Acercóse Jacob a Isac, su padre,
que le palpó y dijo: «La voz es la
voz de Jacob, pero las manos son
las manos de Esaú»; 23 y no le cono¬
ció, porque estaban sus mano* vellu¬
das como las de Esaú, su hermano,
y se dispuso a bendecirle. 24 Todavía
le preguntó: «¿De verdad eres tú mi
hijo Esaú?»; y él contestó: «Yo soy.»
25 Díjole, pues: «Acércame la caza
para que yo coma de ella, hijo mío,
y te bendiga.» Acercósela Jacob y
comió, y le trajo también vino, y
bebió 26 Díjole después Isac: «Acér¬
cate y bésame hijo mío.» 27 Acercóse
él y le besó; y en cuanto olió !a fra¬
gancia de sus vestidos, le bendijo,
diciendo:
«Oh, es el olor de mi hijo
Como el olor de un campo
Al que ha bendecido Yave.
28 Dete Dios el rocío del cielo y
la grosura de la tierra,
Y abundancia de trigo y mosto.
29 Sírvante pueblos,
Y prostérnense ante ti naciones;
Sé el señor de tus hermanos,
Y póstrense ante ti los hijos de
tu madre.
Maldito quien te maldiga,
Y bendito quien te bendiga.»
‘ 30 En cuanto acabó Isac de bende¬
cir a Jacob, no bien había salido éste
de la presencia de Isac, su padre,
Esaú, su hermano, que venía del
campo 31 y había hecho su guiso y
se lo traía a su padre, dijo a su
padre: «Levántese mi padre y coma
de la caza de su hijo, para que me
bendiga.» 32 Díjole Isac, su padre:
«¿Pues quién eres tú?» Contestóle:
«Yo soy tu hijo primogénito, Esaú.»
33 Pasmóse Isac con pasmo muy
grande, y repuso: «¿Y quién es en¬
tonces el que me ha traído la caza
y he comido de todo ello antes que
tú vinieras, y le he bendecido, y ben¬
dito está?» 34 Al oír Esaú las pala¬
bras de su padre, rompió a gritar y
a llorar amargamente, y le dijo:
«Bendíceme también a mí, padre
mío.» Isac le contestó: «Tu hermano
ha venido con engaño, y se ha llevado
la bendición.» 36 Díjole Esaú: «¿No
efc su nombre Jacob? Dos veces me
ha suplantado: me quitó la primo-
genitura, y ahora me ha quitado mi
bendición», y añadió: «¿No tienes ya
bendición para mí?» 37 Respondió Isac
y dijo a Esaú: «Mira, le he hecho
señor tuyo, y todos sus hermanos se
los he dado por siervos; le he atri¬
buido el trigo y el mosto. A ti, pues,
¿qué voy a hacerte, hijo mío?» 38 Y
dijo Esaú a su padre: «¿No tienes
más que una bendición, padre mío?
Bendíceme también a mí, padre mío»;
y lloró en voz alta. 39 Respondió Isac
diciéndole:
«Mira, fuera de la grosura de la
tierra será tu morada,
Y fuera del rocío que baja de los
cielos.
40 Vivirás de tu espada, y servirás
a tu hermano;
Y cuando te revuelvas romperás su
yugo de sobre tu cuello.»
41 Concibió Esaú contra su herma¬
no Jacob un odio profundo, por lo de
la bendición que le había dado su
padre, y se dijo en su corazón: «Cerca
están los días del duelo por mi padre;
después mataré a Jacob, mi her¬
mano.» 42 Supo Rebeca lo que había
dicho Esaú, su hijo mayor; y mandó
llamar a Jacob, su hijo menor, y le
dijo: «Mira, que tu hermano Esaú
quiere matarte. 13 Anda, pues, obe¬
déceme, hijo mío, y huye a Jaran,
a Labán mi hermano. 44 y estáte
algún tiempo con él, hasta que la
cólera de tu hermano se aparte de
ti, 45 se aplaque su ira y se haya
olvidado de lo que le lias hecho; yo
mandaré allí a buscarte. ¿Habría de
verme yo privada de vosotros dos en
un solo día?» (1).
40 Rebeca dijo a Isac: «Me pesa
la vid? a causa de las hijas de Get;
si Jacob turna mujer de entre las
(i) En este relato se pone de manifiesto la
lucha entre las preferencias paternas y maternas
respecto de los dos hijos; pero al mismo tiempo,
y sobre todo, la providencia de Dios, que sin
atender a la primogenítura de ia carne, elige
a quien elige, para que en él se realicen las pro¬
mesas mesiánicas. (Mal. i. 2. sig. y Rom. 9. 6.
sigs.)
3ü
GÉNESIS, 28, 29
hijas de Get, como éstas de esta deciré donde quiera que vayas, y vol-
-- veré a traerte a esta tierra, y no te
abandonaré hasta cumplir lo que te
digo.»
tierra, ¿para qué quiero vivir?»
Huida de Jacob a Mesopotamia.
28 1 Llamó, pues, Isac a Jacob y
íe bendijo, y le mandó: «No
tomes mujer de entre las hijas de
Canán. 2 Anda, y vete a Padan Arán,
a casa de Batuel, el padre de tu
madre, y toma allí mujer de entre
las hijas de Labán, hermano de tu
madre; 3 el Dios omnipotente te ben¬
decirá, te hará crecer y te multipli¬
cará, y te hará muchedumbre de
pueblos, 4 y te dará la bendición de
Abraham a ti y a tu descendencia con¬
tigo, para, que poseas la tierra de
tus peregrinaciones, que dió Dios a
Abraham.» 6 Despidió, pues, Isac a
Jacob, que se fué a Padan Arán, a
Labán, hijo de Batuel, arameo, her¬
mano de Rebeca, madre de Jacob
y Esaú. 8 Viendo Esaú que Isac había
bendecido a Jacob, y que al bende¬
cirte, le habla mandado irse a l J adan
Arán para tomar mujer de allí, di-
ciéndole: no tomes mujer de entre
las hijas de Canán; 7 y que obede¬
ciendo a su padre y a su madre, se
había ido Jacob a Padan Arán, 8 co¬
noció Esaú que disgustaban a Isac,
su padre, las hijas de Canán; 9 y se
fué a Ismael, y sobre las que ya
tenia, tomó por mujer a MajalaL hija
de Ismael, hijo de Abraham y her¬
mano de Nabaiot.
10 Salió, pues, Jacob de Berseba,
para dirigirse a Jarán. 11 Llegó a
un lugar donde se dispuso a pasar
la noche, pues el sol se ponía ya,
y tomando una de las piedras que en
16 Despertó Jacob de su sueño, y
se dijo: «Ciertamente está Yave en
este lugar, y yo no lo sabía»; 17 y ate¬
morizado añadió: «¡Qué terrible es
este lugarl No es sino la casa de Dios
y la puerta de ?os cielos.» 18 Levan¬
tóse Jacob por la mañana, y tomando
la piedra que había tenido de cabecera,
la alzó, como memoria, y vertió óleo
sobre ella. 19 Llamó a este lugar Betel,
aunque la ciudad se llamaba al prin¬
cipio Luza. 20 E hizo Jacob un voto
diciendo: «Si Yave está conmigo, y
me protege en mi viaje, y me da
pan que comer y vestidos que ves¬
tirme, 21 y retorno en paz a la casa
de mi padre, Yave será mi Dios;
22 esta piedra que he alzado como me¬
moria será casa de Dios, y de todo
cuanto a mí me dieres te daré el
diezmo.»
Jacob en casa de Labán.
20 1 Volvió a emprender Jacob su
marcha, y llegó a la tierra de los
hijos de Oriente. 2 Vió en el campo un
pozo, junto al cual descansaban tres re¬
baños, pues era el pozo en que se abre¬
vaban los ganados. 3 Reuníanse allí,
se quitaba una gran piedra que le
cubría, y se daba de beber al ganado,
volviendo a poner en su lugar la
piedra que cubría la boca del pozo.
4 Jacob preguntó a los pastores:
«¿De dónde sois, hermanos?» «De
Jarán somos», le respondieron ellos.
6 «¿Conocéis a Labán hijo de Najor?»
j vviwuuuv vinu ^ v*i . “(jVouovcio o uaumi lUju uw ¿íajui i
el lugar habla, la puso de cabecera uLe conocemos», contestaron. 6 «¿Y
y se acostó.
VíhIóu de la escala.
12 Tuvo un sueño, y veía una escala
que, apoyándose sobre la Berra, to¬
caba con la cabeza en los cielos, y
que por ella subían y bajaban los
ángeles de Dios. 13 Sobre ella estaba
Yave, que le dijo: «Yo soy Yave, el
Dios de Abrahain, tu padre, y el Dios
de Isac; la tierra sobre la cual estás
acostado te la daré a ti y a tu des¬
cendencia. 14 Será ésta como el polvo
de la tierra, y te ensancharás a occi¬
dente y a oriente, a norte y medio¬
día, y a tí y a tu descendencia os
está bien?» siguió preguntando Jacob.
«Si, bien está, mira, ahí viene Raquel,
su hija, con su rebaño.» 7 El les
dijo: «Todavía es muy de día, no es
tiempo de recoger el ganado. ¿Poi¬
qué no abreváis los rebaños y os
volvéis a que pasten?» 8 Ellos le
respondieron: «No podemos hacerlo
hasta que se reúnan todos los reba¬
ños y se quite la piedra de la boca
del pozo, y entonces damos de beber
al rebaño.» 9 Todavía estaba Jacob
hablando con ellos cuando llegó Ra¬
quel con el rebaño de su padre, pues
ella era la pastora. 10 Y en cuanlo
vló Jacob a Raquel, bija de Labán,
hermano de su madre y el rebaño de
bendecirán todas las naciones de la kLabán, hermano de su inadre
tierra. 15 Yo estoy contigo, y te ben- 1 acercó, removió la piedra de sobre
GÉNESIS, 30
37
a boca del pozo, y abrevó el rebaño
de Labán, hermano de su madre.
11 Besó Jacob a Raquel, y alzó la voz
llorando. 12 Hizo saber a Raquel que
era hermano de su padre, e hijo de
Rebeca, y ella corrió a contárselo a
su padre. 13 En cuanto oyó Labán
lo que de Jacob, hijo de su’hermana,
le decía, corrió a su encuentro, le
abrazó, le besó, y le llevó a su casa.
Contó Jacob a Labán lo que ocurría,
14 y éste le dijo: aSí, eres hueso y
carne mía.* Y moró Jacob con Labán
un mes entero. 16 Pasado éste, le dijo
Labán: «Acaso porque eres mi her¬
mano, ¿vas a servirme de balde?
Dime cuál ha de ser tu salario.»
Lia y Raquel.
16 Tenía Labán dos hijas; una,
la mayor, de nombre Lia; otra, la
menor, «de nombre Raquel. 17 Lia
era tierna de ojos, pero Raquel era
muy esbelta y hermosa. 1S Amaba Ja¬
cob a Raquel, y dijo a Labán: «Te
serviré siete años por Raquel, tu
hija menor.» 19 Y contestó Labán:
«Mejor es que te la dé a ti que dár¬
sela a un extraño. Quédate conmigo.»
20 Y sirvió Jacob por Raquel siete
años, que le parecieron sólo unos
días, por el amor que le tenía. 21 Ja¬
cob dijo a Labán: «Dame a mi mujer,
pues se ha cumplido el tiempo, y
entraré a ella.» 22 Reunió Labán a
todos los hombres del lugar, y dió
un convite; 23 y por la noche, to¬
mando a Lia, su hija, se la llevó a
Jacob, que entró a ella. 24 Dió
Labán a Lia, su hija, su sierva Silfa,
para que fuera sierva de ella. 25 Lle¬
gada la mañana, vió Jacob que era
Lia, y dijo a Labán: «¿Por qué me
has hecho esto? ¿No te he servido
por Raquel? ¿Por qué me has en¬
gañado?» 26 Labán le respondió: «No
es en nuestro lugar costumbre dar
la menor antes que la mayor. 27 Acaba
esta semana, y te daré también
después la otra por el servicio que
me prestes de otros siete años.»
28 Hízolo así Jacob, y cumplida la
semana, dióle Labán a Raquel, su
hija, por mujer, y con ella a Bala,
su sierva, para sierva de ella. 30 Entró
también a Raquel Jacob, y la amó
más que a Lia, y sirvió por ella otros
siete años. 31 Viendo Yave que Lia
era odiada, abrió su matriz, mientras
que Raquel era estéril.
Los hijos de Jacob.
32 Concibió Lia y parió un hijo,
al que llamó Rubén, diciendo: «Yave
ha mirado mi aflicción, y ahora mi
marido me amará.» 33 Concibió de
nuevo y parió un hijo, diciendo:
«Yave ha visto que yo era odiada,
y me ha dado este más»; y le llamó
Simeón. 34 Concibió otra vez, y parió
un hijo, y dijo: «Ahora mi marido
se apegará a mí, pues le he parido
tres hijos»; y por eso le llamó Leví.
35 Concibió nuevamente, y parió un
hijo, diciendo: «Ahora sí que he de
alabar a Yave»; y por eso le llamó
Judá. Y cesó de tener hijos.
30 i 1 Raquel, viendo que no daba
hijos a Jacob, estaba celosa de
su hermana, y dijo a Jacob: «Dame
hijos o me muero.» 2 Airóse Jacob
contra Raquel, y le dijo: «¿Por ven¬
tura soy yo Dios, que te ha hecho
estéril?» 3 Ella le dijo: «Ahí tienes a
mi sierva Bala; entra a ella, que para
sobre mis rodillas, y tenga yo prole
por ella.» 4 Dióle, pues, su sierva
F or mujer, y Jacob entró a ella.
Concibió Bala, y parió a Jacob un
hijo, 6 y dijo Raquel: «Dios me ha
hecho justicia, me ha oído y me ha
dado un hijo»; por eso le llamó Dan.
7 Concibió otra vez Bala, sierva de
Raquel, y parió un segundo hijo a
Jacob, 8 diciendo Raquel: «Lucha de
Dios he luchado con mi hermana, y la
he vencido», por eso le llamó Neftalí.
9 Viendo Lia que había dejado de
tener hijos, tomó a Zelfa, su esclava,
y se la dió por mujer a Jacob. 10 Zelfa,
esclava de Lia, parió a Jacob un
hijo, y Lia dijo: 11 «[Qué buena for¬
tuna!»; y le llamó Gad. i2 Parió Zelfa,
esclava de Lia, un segundo hijo a
Jacob; 13 y dijo Lia: «Por dicha mía,
pues los hijos me han hecho fe¬
liz»; y le llamó Aser. 14 Salió Rubén
al tiempo de la siega del trigo, y
halló en el campo unas mandrágo-
ras, y se las trajo a Lia, su madre,
y dijo Raquel a Lia: «Dame, por
favor, de las mandrágoras de tu
hijo.» 15 Lia 'le contestó: «¿Te parece
todavía poco haberme quitado el
marido, que quieres también qui¬
tarme las mandrágoras de ini hijo?»
Y le dijo Raquel: «Mira; que duerma
esta noche contigo, a cambio de las
mandrágoras de tu hijo.» 16 Vino
Jacob del campo por la tarde, y le
salió Lia al encuentro, y le dijo:
GÉNESIS. 31
38
«Entra a mí, pues te he comprado
por unas mandrágoras de. mi hijo.»
Y durmió con ella Jacob aquella
noche, y oyó Ya ve a Lia, que con¬
cibió, y parió a Jacob el quinto hijo.
18 Y dijo Lía: «Dios me ha pagado
mi salario por haber dado mi sierva
a mi marido»; y le llamó Isacar.
19 Concibió de nuevo Lia, y parió a
Jacob un sexto hijo, 20 y dijo: «Dios
me ha hecho un buen don; ahora mi
marido morará conmigo, pues le he
dado seis hijos»; y le llamó Za¬
bulón.
21 Después parió una hija, a la
que llamó Dina.
22 Acordóse Dios'de Raquel, la oyó,
y la hizo fecunda. 23 Concibió, pues,
y parió un hijo, y dijo: «Dios ha
quitado mi afrenta»; 24 y le llamó
José, pues dijo: «Que me añada
Ya ve otro hijo.»
Prosperidad de Jacob en casa
de Labán.
25 Cuando Raquel parió a José, dijo
Jacob a Labán: «Déjame irme a mi
lugar, a mi tierra. 26 Dame mis mu¬
jeres y mis hijos, por los que te he
servido, y me iré, pues bien sabes
tú qué buen servicio te he hecho.»
27 Respondióle Labán: «Mira, por
favor, si he hallado gracia a tus ojos,
yo sé por agüero que por causa iuya
me ha bendecido Yave. 28 Fíjame tu
salario, y yo te lo daré.» 29 Contestóle
Jacob: «Tú bien sabes cómo te he
servido, y lo que conmigo ha venido
a ser tu ganado. 30 Bien poco era lo
que antes tenías, pero se ha aumen¬
tado grandemente, y Yave te ha
bendecido a mi paso. Ahora, pues,
habré de hacer también yo por mi
casa.» 31 Labán le dijo: «Dime qué es
lo que he de darte.» «No has de darme
nada—le contestó Jacob—, sino hacer
lo que voy a decirte, y volveré a
apacentar tu ganado y a guardarlo.
32 Yo pasaré hoy por entre todos tus
rebaños, y separaré toda res manchada
o negra entre los corderos, y toda res
manchada entre las cabras. Eso será
mi salario. 33 Mi probidad responderá
así por mi mañana, cuando vengas
a reconocer mi salario; todo cuanto
no sea manchado entre las cabras,
y negro entre los corderos, será en
mí un robo.» 34 Y respondió Labán:
«Bien, sea como dices». 36 Pero aquel
mismo día separó Labán todos los
machos cabríos manchados, todas las
cabras manchadas, y cuantas tenían
algo de blanco, y entre los corderos
todos los negros y manchados, y se
los entregó a sus hijos, 36 haciéndo¬
los llevar a tres días de camino de
donde estaba Jacob. Jacob siguió
apacentando el resto del ganado de
Labán. 37 Cogió Jacob varas verdes
de estoraque, de almendro y de plá¬
tano, y haciendo en ellas unbs cortes,
las descortezaba, dejando lo blanco
de las varas al descubierto. 38 Puso
después las varas, así descortezadas,
en los canales de los abrevaderos a
donde venía el ganado a beber; 39 y
las que se apareaban a la vista de las
varas, parían crías rayadas y man¬
chadas. 40 Jacob separó el ganado,
poniendo delante cuanto de negro y
manchado había en los rebaños de
Labán, y puso su grey aparte, sin
dejar que se mezclara con la de Labán.
41 Era cuando las reses vigorosas
entraban en calor, cuando ponía
Jacob las varas a su vista en los
abrevaderos, para que se apareasen
ante las varas, 42 pero ante las débiles
no las ponía, y así las crías débiles
eran las de Labán y las fuertes las
de Jacob. 43 Vino a ser Jacob rico
en extremo, dueño de numerosos
rebaños, de siervos y siervas, de
camellos y asnos.
Vuelta de Jacob a la tierra de
Canán.
31 Oyó Jacob a los hijos de
Labán decir: «Ha cogido Jacob
todo lo de nuestro padre, y con lo
nuestro ha hecho toda esa riqueza.»
2 Vió que la cara de Labán no era
para él lo que había sido antes, 3 y
Yave le dijo: «Vuélvete a la tierra
de tu padre y a tu parentela, que yo
estaré contigo.» 4 Mandó a llamar,
pues, Jacob a Raquel y a Lia, para
que fueran al campo a donde estaba
con su ganado, y les dijo: «Veo que
el semblante de vuestro padre no es
para mí ya el que antes era, y el
Dios de mi padre lia estado conmigo.
6 Bien sabéis vosotros que yo he
servido a vuestro padre con todas
mis fuerzas, 7 V que vuestro padre
se lia burlado de mí, mudando diez
veces mi salario; pero Dios no le lia
permitido perjudicarme. 8 Cuando él
decía: tu salario serán las reses man¬
chadas, todas las ovejas parían cor¬
deros manchados; y si decía: las
reses rayadas serán tu salario, todas
GÉNESIS, 31
las ovejas parían corderos rayados.
9 Es, pues, Dios el que ha cogido lo
de vuestro padre y me lo ha dado a
mí. 10 Cuando las ovejas entran en
calor vi yo en sueños que los carne¬
ros que cubrían a las ovejas eran
rayados y manchados, 11 y mi ángel
me dijo en el sueño: «Jacob»; yo le
respondí: «Heme aquí.» 12 Y él dijo:
«Alza tus ojos y mira: todos los car¬
neros que cubren a las ovejas son
rayados y manchados, porque yo he
visto todo lo que te ha hecho Labán.
13 Yo soy el Dios de Betel, donde
ungiste tú un monumento, y me
hiciste el voto. Levántate, pues, sal
de esta tierra, y torna a la tierra de
tu parentela.»
14 Raquel y Lia respondieron:
«¿Tenemos acaso nosotras parte o
herencia en la casa de nuestro padre?»
15 ¿No nos ha tratado como extra¬
ñas, vendiéndonos y comiéndose nues¬
tro dinero? 16 Y además, cuanto Dios
le ha quitado a él, nuestro es y de
nuestros hijos. Haz, pues, ya lo que
Dios te ha mandado.» 17 Levantóse
Jacob, e hizo montar a sus mujeres
y a sus hijos sobre los camellos; y
llevando consigo todos sus ganados
y todo cuanto en Padan Arán había
adquirido, 18 se encaminó hacia Isac,
su padre, a tierra de Canán. 19 Labán
había ido al esquileo de sus ovejas
y Raquel robó los terafim (1) de
su padre. 20 Jacob engañó a Labán,
arameo, y no le dió cuenta de su
huida. 21 Huyó con todo cuanto tenía,
y ya en camino atravesó el río y se
dirigió al monte de Galad.
22 Al tercer día dijéronle a Labán
que Jacob había huido; 23 y tomando
consigo a sus parientes, le persiguió
durante siete días, hasta darle alcance
en el monte de Galad. 24 Vino Dios
en sueño durante la noche a Labán,
arameo, 25 y le dijo: «Guárdate de
decir a Jacob nada, ni en bien ni en
mal.» Cuando alcanzó Labán a Jacob,
había éste fijado sus tiendas en el
monte, y Labán fijó la suya y la de
sus parientes en el monte de Galad.
26 Dijo, pues, Labán a Jacob: «¿Qué
es lo que has hecho? ¡Escaparte de
mí, llevándote mis hijas como si fue¬
sen cautivas de guerra! 27 ¿Por qué
(i) Parecen ser algo semejante a los dioses
penates de los romanos. (I. Sam. 19. 13, 16;
Os. 3. 4; Ezeq. 21. 29; Zac. 10. 2.) El modo
como Raquel los oculta en 1 a albarda, sentándose
encima, parece darnos el desprecio del autor sa¬
grado hacia ellos.
has huido secretamente, engañán¬
dome, en vez de advertirme, y te
hubiera despedido yo jubilosamente
con cantos, tímpanos y cítaras? 28 ¡Sin
dejarme siquiera abrazar a mis hijos
y a mis liijasl Has obrado insensata¬
mente. 29 Mi mano es lo suficiente¬
mente fuerte para haceros mal, pero
el Dios de nuestro padre me ha ha¬
blado la pasada noche, diciéndome:
«Guárdate de decir a Jacob cosa
alguna, ni en bien ni en mal. 30 Y
si es que te vas, porque anhelas irte
a la casa de tu padre, ¿por qué me
has robada mis dioses?»
31 Jacob respondió a Labán, di¬
ciendo: «Es que temía, pensando que
quizá me quitarías tus hijas. 32 Cuanto
a lo de los dioses, aquel a quien se
los encuentres, que muera. En pre¬
sencia de nuestros hermanos busca
cuanto sea tuyo, y tómalo.» Jacob
no sabía que era Raquel la que los
había robado.
33 Labán penetró en la tienda de
Jacob, en la de Lia y en la de las dos
siervas, y no halló nada. Después
de salir de la tienda de Lia, entró
en la de Raquel; 34 pero Raquel había
cogido los terafim y los había escon¬
dido en la albarda del camello, sen¬
tándose ella encima. Labán rebuscó
por toda la tienda, pero no halló
nada. 35 Raquel le dijo: «No se irrite
mi señor porque no pueda levantarme
ante él, pues me hallo con lo que co¬
múnmente tienen las mujeres.» Así
fué como, después de buscar y rebus¬
car, no pudo hallar los terafim .
36 Jacob montó en cólera, y repro¬
chó a Labán, diciéndole: «¿Qué crimen
es el mío? ¿Cuál es mi pecado, para
que así me persigas? 37 Después de
buscar y rebuscar en todas mis cosas,
¿qué has hallado tuyo? Preséntalo
aquí ante mis hermanos y los tuyos,
y que juzguen ellos entre los dos.
38 He pasado en tu casa veinte años;
tus ovejas y tus cabras no abortaron,
y yo no me he comido los corderos
de tus rebaños. 39 Lo destrozado
no te lo llevaba, la pérdida iba a
cuenta mía. Me reclamabas lo que
me robaban de día y lo que me roba¬
ban de noche. 40 He vivido devorado
por el calor del día y por el frío de
la noche, y huía de mis ojos el sueño.
41 He llevado en tu casa veinte años;
catorce te he servido por tus dos
hijas, seis por tus ganados, y me
has ' mudado diez veces el salario.
42 Si no hubiera sido por el Dios
10
GÉNESIS. 32
de mi padre, el Dios de Abraham, y
por el temor de Isac, ahora me hubie¬
ras dejado ir de vacío. Dios ha visto
mi aflicción y el trabajo de mis manos,
y ha juzgado la pasada noche.»
43 Respondió Labán, y dijo a Jacob:
«Las hijas, hijas mías son; los hijos,
son hijos míos,* el ganado es mío
también, y cuanto ves, mío es; a
estas mis hijas y a los hijos que ellas
han parido, ¿qué les haría yo hoy?
44 Ven, pues, hagamos alianza yo y
tú, y que haya testigo entre tú y yo.»
45 Tomó, pues, Jacob una piedra, y la
alzó en monumento, 46 y dijo a sus
hermanos que cogieran piedras y las
reunieran en un montón, y comieron
sobre él. 47 Y le llamó Labán Jegar
Saaduta, mientras que le llamó Jacob
Galad. 48 Y dijo Labán: «Este montón
es hoy testigo entre tú y yo.» Por
eso se le llamó Galad, 49 y también
Mispa, por haber dicho Labán: «Que
vele Yave entre los dos cuando nos
hayamos separado uno de otro. 60 Si
tú maltratas a mis hijas, o tomas otras
mujeres además de ellas, no habrá
hombre que pueda argüirte; pero
mira que Dios es testigo entre tú
y yo.» 61 Y añadió Labán: «He aquí
el monumento, y he aquí el testigo
que he alzado entre tú y yo. 62 Este
montón es testigo de que yo no lo
pasaré yendo contra ti, ni tú lo
pasarás para hacerme daño. 63 El
Dios de Abraham, el Dios de Najor,
juzgue entre nosotros.» Juró, pues,
Jacob por el temor de Isac su padre,
54 ofreció un sacrificio en el monte,
c invitó a sus hermanos a comer.
Comieron y pasaron la noche en el
monte, y a la mañana siguiente 66 se
levantó Labán, besó a sus hijas y a
sus hijos y los bendijo. Después se
marchó para volverse a su lugar.
Temores de Juro!» ni encuentro
con Ksaii.
QO 1 Jacob prosiguió su camino,
y i c salieron al encuentro ánge¬
les de Dios. 2 Al verlos, dijo Jacob:
«Este es el campo de Dios»; y por
eso llamó a aquel lugar Majanaim.
3 Envió Jacob ante sí mensajeros a
Esaú, su hermano, a tierras de Seir,
en los campos de Edóm, mandándo¬
les: 4 «Así habéis de decir a mi señor
Esaú: He aquí lo que dice Jacob,
tu siervo: He estado con Labán como
peregrino hasta hoy; 6 tengo bueyes
y asnos, ovejas, siervos y siervos,
y quiero hacerlo saber a mi señor,
para hallar gracia a sus ojos.» 6 Los
mensajeros volvieron, diciendo a Ja¬
cob: «Hemos ido a ver a tu hermano
Esaú, y él viene a tu encuentro con
cuatrocientos hombres.» 7 Jacob se
atemorizó grandemente, y se angus¬
tió: dividió en dos partes a los que
le acompañaban, a los rebaños, los
ganados y los camellos, diciéndose:
8 «Si encuentra Esaú una parte, y la
destroza, quizá podrá salvarse' la
otra»; 9 y dijo: «Dios de mi padre
Abraham, Dios de mi padre Isac, Yave.
que me dijiste: vuelve a tu tierra,
al lugar de tu nacimiento, que yo
te favoreceré. 10 Muy poco soy para
todas las gracias que a tu siervo has
hecho, y toda la fidelidad que con
él has tenido, pues pasé este río
Jordán, llevando sólo mi cayado,
y vuelvo ahora con dos escuadras.
11 Líbrame, te ruego, de la mano de
mi hermano, de la mano de Esaú,
pues le temo, no sea que venga a
matarme a mí, y juntamente a ma¬
dres e hijos. 12 Tú me has dicho:
Yo te favoreceré grandemente, y haré
tu descendencia como las arenas del
mar, que por numerosas no pueden
contarse.»
13 Pasó allí Jacob aquella noche,
y de cuanto tenía tomó para hacer
presentes a Esaú, su hermano: dos¬
cientas cabras y veinte machos; 14 dos¬
cientas ovejas y veinte carneros;
15 treinta camellas criando, con sus
crías; cuarenta vacas y diez toros:
veinte asnas y diez asnos; 16 y po¬
niendo en manos de sus siervos cada
uno de los rebaños separadamente,
les dijo: «Id delante de mí, dejando
|Un espacio entre cada rebaño.» 17 Al
primero le dió esta orden: «Si te
'encuentra Esaú, mi hermano, y te
pregunta: ¿De quién eres, a dónde
vas y de quién es eso que llevas?,
18 le responderás: De tu siervo Jacob:
es un presente que envía a mi señor,
a Esaú, y él viene también detrás
de nosotros.» 19 La misma orden dió
jal segundo y al tercero y a todos
cuantos llevaban el ganado, dicién-
doles: «Así habéis de hablar a Esaú,
cuando le encontréis: 20 Le diréis:
Mira, tu siervo, Jacob viene detrás
de nosotros.» Pues se decía: Le apla¬
caré con los presentes que van de¬
lante y luego le veré; quizá me acoja
bien. 91 Los presentes pasaron de¬
lante de él, y el se auedó allí aquella
noche en Majanc; 2 * ytlevantándose
GÉNESIS, 33
41
todavía de noche, y tomando a sus
dos mujeres, a sus dos siervas y a
sus once hijos, les hizo pasar el
vado de Jaboc. 23 Pasó también
después cuanto tenía.
La lucha con el ¿ngd.
24 Quedóse Jacob solo, y hasta
salir la aurora estuvo luchando con
él un hombre, el cual, 26 viendo
que no podía con el, le dió un golpe
en la articulación del muslo, y se
relajó la articulación del muslo de
Jacob, luchando con él. 26 El hom¬
bre dijo a Jacob: «Déjame ya que
me vaya, que sale la aurora.» Pero
Jacob respondió: «No te dejaré ir,
si no me bendices.» 27 El le preguntó:!
«¿Cuál es tu nombre?» «Jacob», con-|
testó éste. 28 Y él le dijo; «No te
llamarás ya en adelante Jacob, sino
Israel, pues has luchado con Dios y
con hombres y los has vencido.»
29 Rogóle Jacob: «Dame, por favor,
a conocer tu nombre»; pero el le
contestó: «¿Para qué preguntas por
mi nombre?»; y se despidió. 30 Jacob
llamó a aquel lugar Panuel, pues
dijo: «He visto a Dios cara a cara,
y se ha salvado mi vida.» 31 .Salía
el sol, cuando pasó de Panuel, e iba
cojeando del muslo. 32 Por eso los
hijos de Israel no comen, todavía
hoy, el tendón femoral, que hay en
la articulación del muslo, por haber
sido herido en él Jacob.
Reconciliación con Esnú.
33 1 Alzó Jacob los ojos, y vía
venir hacia él a Esaú con cua¬
trocientos hombres. Había repartido
sus hijos entre Lia, Raquel y las
dos siervas, (i) 2 poniendo en cabeza
a estas dos con sus hijos; después
a Lia con los suyos, y en último lugar
a Raquel con José. 3 El se puso
delante de todos, y se postró en
tierra siete veces antes de llegar
cerca de su hermano. 4 * Esaú corrió
a su encuentro, le abrazó, cayó sobre
su cuello y le besó. Ambos lloraban.
6 Luego, alzando los ojos, vió Esaú
a las mujeres y a los niños, y pre¬
guntó: «¿Quiénes son éstos que traes
contigo?» Jacob le contestó: «Son
los hijos que Dios ha dado a tu
siervo.» 6 * Aproximáronse las sier¬
vas con sus hijos, y se postraron.
7 Aproximóse también Lia con los
suyos, y se postraron. Luego sel
acercaron José y Raquel, y se pos¬
traron. 8 Esaú le preguntó: «¿Qué
pretendes con todos esos rebaños
que he ido encontrando?» «Hallar
gracia a los ojos de mi señor». 9 Con¬
testóle Esaú: «Tengo mucho, hermano
mío, sea lo tuyo para ti.» 10 * «No, te
ruego—respondió Jacob—si es que
he hallado gracia a tus ojos, acepta
de mi mano el presente, ya que he
visto tu faz como si viera la de Dios,
y me has acogido favorablemente.
11 Acepta, pues, el presente que te
hago, pues Dios me ha favorecido
y tengo de todo.» Tanto le instó, que
aceptó Esaú. 12 Este le dijo: «Pon¬
gámonos en marcha; yo iré delante
de ti.» 13 Jacob le respondió: «Bien
ve mi señor que hay niños tiernos,
y que llevo ovejas y vacas que están
criando, y si un día se les hiciera
marchar apresuradamente, todo el
ganado moriría. 14 Pase, pues, mi
señor delante de su siervo, y yo
seguiré lentamente al paso de los
rebaños que llevo delante y al paso
de los niños, hasta llegar a Seir, a
mi señor.» 15 * Dijo Esaú: «Dejaré,
pues, detrás de mí una parte de la
gente que llevo.» Pero Jacob res¬
pondió: «¿Y para qué eso, si he ha¬
llado gracia a los ojos de mi señor?»
16 Volvióse, pues, a Seir Esaú aquel
mismo día. 17 Jacob partió para Socot,
y se hizo allí una casa, e hizo aprisccs
para sus ganados, por eso se llamó
Socot aquel lugar. 18 Llegó Jacob
en paz a la ciudad de Siquem, en
tierra de Canán, de vuelta de Padan
Arán, y acampó frente a la ciudad.
19 Compró a los hijos de Jamor,
padre de Siquem, el trozo de tierra
donde había asentado sus tiendas
por cien quesitas (lj 20 y alzó allí
un altar, y le llamo «El Elohe Is¬
rael ».
(i) Era un determinado peso de plata,
cuya equivalencia no conocemos. En cuanto a
los valores monetarios que aparecen citados en
las Sagradas Escrituras, algunos son de equi¬
valencia dudosa. Así, el sido, más bien que una
moneda real, es una moneda ideal, un deter¬
minado peso de plata y oro, pero de conjunto.
Los nombres de los pesos que hallamos en la
Escritura son: el siclo, la quesita, la mina , el
talento , el beqa y el guerah. El valor de la quesita
nos es enteramente desconocido. La mina y el
talento son múltiplos del sido; el beqa y el
guerah son divisores de él. La mina equivalía
a cien sidos, y el talento, antes de la cautividad,
a treinta minas, es decir, tres mil sidos. El
beqa era la mitad del siclo, y el guerah la vigé¬
sima parte del siclo. La equivalencia de estos
42
GÉNESIS. 34
Dina y los siqucmitas.
34 1 Salió Dina, la hija que había
parido Lia a Jacob, para ver a las
hijas de aquella tierra; 2 y viéndola
Siquem, hijo de Jamor, jeveo, la
cogió, se acostó con ella y la violó.
3 De tal modo se prendó de Dina ;
la hija de Jacob, que la amó y la
habló tiernamente. 4 Y dijo Siquem
a Jamor, su padre: «Tómame esa
pesos en nuestro sistema es muy problemática;
el sido, según las diversas opiniones, vendría
a oscilar entre grs. 14,2 y 13,5; esto, antes de
la cautividad. En el N. T. hallamos mencio*
• nada la libra romana, de peso variable segur
las diversas regiones, y dividida en doce onzas
Al peso se computaba el valor de la plata y ei
oro, sin que hasta después de la cautividad
hallemos mención de moneda alguna propiamente
dicha; las que después de la cautividad hallamos
mencionadas son; el dórico , moneda persa de
un peso de grs. 8,42, y el iracma fenicio, de
un peso de grs. 3,55, cuyo cuadruplo es el
tetradracma o estatera , que venía a equivaler
al sido. En el N. T. hallamos mencionados:
el dracma griego, de peso variable, según las
diversas épocas y regiones, con sus múltiplos
el didracma y el tetradracma o estatera; la mina,
equivalente a cien dracmas, y el talento, equi¬
valente a sesenta minas, o sean seis mil dracmas.
De monedas romanas hallamos el áureo, de
grs. 7,80 de oro, y el denario, de grs. 3,90 de
plata; y de monedas de bronce, el <25, que era
la décima parte del denario; el doble as o di-
pondio; el cuadrante, la cuarta parte del as,
y el lepton o minutum , la octava parte del as.
La cuestión de los pesos y medidas en uso
entre los hebreos tiene todavía muchos pumos
oscuros, sobre todo por lo que hace a las me¬
didas de capacidad. Los nombres de medidas
de capacidad que hallamos mencionadas en la
Escritura son, para sólidos, el efa, el sea y el
omer ; para líquidos, el bat, el hin, el qab y el
log. Como es natural, hay cierta corresponden¬
cia entre 'as de los sólidos y las de los líquidos.
La medida mayor cuyo nombre hallamos en la
Escritura es el jomer o cor , que no hay que
confundir con el omer. Era el jomer un múl¬
tiplo del bat, equivalente a diez bats. La mitad
del jomer era el letec; por tanto, cinco bats.
La unidad para sólidos era el bat, de igual
capacidad que el efa. La sistematización de
estas medidas es en parte ternaria, en parte
cuaternaria, en parte decimal. Asi el bat es la
décima parte del jomer; el hin la sexta parte
del bat, el qab la tercera parte del hin, y el
log la cuarta parte del qab. Igualmente, el efa,
de la misma capacidad que el bat, es la décima
parte del jomer; el sea la tercera parte del efa,
y el omer la décima parte del efa. La exacta
equivalencia de estas medidas en nuestro sis¬
tema es bastante incierta. Lo más probable
parece ser que el bat = efa, equivalía a lits. o
kls. 21,250, y que por tanto equivalían, el
hin a lits. 3,^41; el qab a lits. 1,180, y el log
a lits. 0,295-
A su vez el sea equivalía a lits. 7.083, y el
omer a lits. 2,125.
joven por mujer.» 5 Supo Jacob que
Dina, su hija, había sido violada,
pero como sus hijos estaban en el
campo con el ganado, se calló Jacob
hasta su vuelta.
6 Jamor, padre de Siquem, salió
para hablar a Jacob. 7 Cuando de
vuelta del campo lo oyeron los hijos
de Jacob, se llenaron de ira y de
furor por el ultraje hecho a Israel,
acostándose con la hija de Jacob,
cosa que no debía hacerse. 8 Jamor
les habló, diciendo: «Siquem, mi hijo,
está prendado de vuestra hija; dád¬
sela, os ruego, por mujer; 9 haced
alianza con nosotros; dadnos vues¬
tras hijas, y tomad las nuestras para
vosotros y habitad con nosotros.
10 La tierra estará a vuestra dispo¬
sición, para que habitéis en ella, la
recorráis y tengáis propiedades en
ella.» 11 Siquem, por su parte, dijo
al padre y a los hermanos de Dina:
«Halle yo gracia a vuestros ojos, y
os daré* * lo que me pidáis. 12 Acre¬
centad mucho la dote y las dádivas.
Cuanto me digáis os lo daré, pero
dadme a la joven por mujer.» 13 Los
hijos de Jacob respondieron a Siquem
y a su padre dolosamente, por el
estupro de Dina, su hermana, y les
dijeron: 14 «Xo podemos hacer eso
de dar nuestra hermana a un incir¬
cunciso, porque eso sería para nos¬
otros una afrenta. 15 Sólo podríamos
venir en ello con esta condición:
que seáis como nosotros, y se cir¬
cunciden todos vuestros varones.
16 Entonces os daremos nuestras
hijas y tomaríamos las vuestras, y
habitaríamos juntos y seríamos un
solo pueblo; 17 pero si no consentís
en circuncidaros, cogeremos nuestra
hija y nos iremos.» 18 Estas palabras
agradaron a Jamor y a Siquem, lujo
ide Jamor. 19 El joven 110 dió largas
a la cosa, por lo enamorado que
estaba de la hija de Jacob, y por
ser el más respetado de la casa de
su padre. 20 Fueron, pues, Jamor y
Siquem, su hijo, a las puertas de la
eiudad, y hablaron a los hombres
ie su ciudad, diciendo: 21 «Estos
[íombres son gente de paz en medio
le nosotros; que se establezcan en
2sta tierra y la recorran; la tierra es
\ ambas manos espaciosa para ellos.
.Tomaremos por mujeres a sus hijas,
les daremos a ellos las nuestras;
!2 pero sólo consienten en habitar
'on nosotros y ser con nosotros un
meblo solo, si se circuncida entre
GÉNESIS, 3fi
■i:í
nosotros todo varón, como lo están
ellos. 23 Sus ganados, sus bienes y
todas sus bestias, ¿no serán así nues¬
tros? Sólo falta que accedamos a su
petición, y habitarán con nosotros.»
24 Escucharon a Jamor y a Siquem
cuantos salían por las puertas de la
ciudad, y todo varón fue circunci¬
dado. 25 Al tercer día, cuando estaban
con los dolores, dos de los hijos de
Jacob, Simeón y Le vi, hermanos de
Dina, penetraron sin peligro en la
ciudad, la espada en la mano, y
mataron a todos los varones. 26 Pa¬
saron a filo de espada a Jamor y a
Siquem, su hijo; y sacando a Dina
de la casa de Siquem, salieron. 27 Los
hijos de Jacob se arrojaron sobre los
muertos, y saquearon la ciudad, por
haber sido deshonrada su hermana.
28 Lleváronse sus ovejas, sus bueyes,
sus asnos, cuanto había en la ciudad
y cuanto había en los campos. 29 To¬
dos sus bienes, todos sus niños, todas
sus mujeres, los cautivaron y se los
llevaron, y robaron cuanto había
en las casas.
30 Dijo Jacob a Simeón y a Leví:
«Habéis perturbado mi vida, hacién¬
dome odioso a los habitantes de esta
tierra, a los cananeos y fereceos. Yo
tengo poca gente. Ellos se reunirán
contra mí y me matarán, destruyén¬
dome a mí y a mi casa.» 31 Ellos le,
respondieron: «¿Y había de ser tra-;
tada nuestra hermana como una pros¬
tituta?»
Jacob en Betel.
Ofr 1 Dijo Dios a Jacob: «Anda,
dO sube a Betel, para habitar allí
y alza allí un altar al Dios que se
te apareció cuando huías de Esaú, tu
hermano.» (i) 2 Jacob dijo a su familia,
y a cuantos estaban con él: «Arrojad
todos los dioses extraños que haya
entre vosotros" purificaos y mudaos
de ropas, 3 * pues vamos a subir a Betel,
y a alzar allí un altar al Dios que
me oyó el día de mi angustia, y que
me acompañó en el viaje que hice.» :
4 Entregaron, pues, todos los dioses (
extraños que pudieron haber a mano,!
y los pendientes de sus orejas a Jacob,)
que los enterró bajo la encina que
hay en Siquem. 5 * Partieron, y se
extendió el terror de Dios por las
ciudades del contorno, y no los per¬
siguieron.
6 Llegó Jacob, y cuantos con él
iban, a Luz, en la tierra de Canán,
que es Betel. 7 * * Alzó allí un altar y
llamó a este lugar El Betel, porque
allí se le apareció Dios, cuando huía
de su hermano.
8 Murió Dcbora, la nodriza de Re¬
beca, y fué enterrada por debajo de
Betel, bajo una encina que se llamó
la encina del llanto.
9 Aparecióse de nuevo Dios a Jacob,
de vuelta de Padan Arán, y le ben¬
dijo, 10 diciendo: «Tu nombre es
Jacob, pero no serás llamado ya Jacob:
tu nombre será Israel»; y le llamó
Israel. 11 Y le dijo: «Yo soy el Dios
omnipotente: sé prolífico y multiplí¬
cate. De ti saldrá un pueblo, un
conjunto de pueblos, y de tus lomos
saldrán reyes. 12 * La tierra que di a
Abraham y a Isac, yo te la daré a ti,
y a tu descendencia después de ti.»
13 Y ascendió Dios del lugar donde
le había hablado, 14 en el que levantó
Jacob un monumento de piedras, y
en él hizo una libación y derramó óleo
sobre él, 15 dando el nombre de Betel
al lugar donde Dios le había hablado.
Muerte de Raquel y de Isac.
16 Partiéronse de Betel, y cuando
estaban todavía a un quibrat (1) de
(i) Era una medida longitudinal, de equi¬
valencia desconocida. Las medidas longitudi¬
nales en uso entre los hebreos derivan sus nom¬
bres de los de ciertas partes del cuerpo, lo
mismo que las de tantos otros pueblos. Las que
hallamos mencionadas en la Escritura son:
el amma = codo; el zeret = palmo; el tefa
= coto, y el esba = dedo. En el codo se distin¬
guían el vulgar y el sagrado o real. Este último
parece ser el codo de Egipto, oue según los
monumentos egipcios equivalía a mms. 325;
mientras que el vulgar parece que era el codo
de Asiria, y equivalía a mms. 495. El palmo
era la mitad del codo; el coto la tercera parte
del palmo, y el dedo la cuarta parte del coto.
A más de estas medidas, hallamos mencionadas
en el A. T. el gomed, de equivalencia desco¬
nocida, y, sobre todo en Ezeq., la caña, que
más que una medida real y corriente, era un
instrumento para medir, algo parecido, claro
que no en la materia, a las cintas empleadas
entre nosotros, y tenía seis codos y un palmo,
es decir ms. 3,237. En el N. T. se mencionan
el camino de sábado, unos 2.000 codos; el
estadio, medida griega, equivalente a 600 pier,
o sean 400 codos, unos 185 metros; la braza
= Vulg. passus, medida marina, equivalente,
aproximadamente, a ms. 1,85.
De medidas de superficie no hallamos en
la Escritura mencionadas más que el semed
— Vulg. yugerum, yugada, que no es una me¬
dida exacta, sino solamente aproximada: el
espacio de tierra de labpr que puede arar en
un día una yunta.
14
GÉNESIS. 36
distancia de Efrata, parió Raquel,
teniendo un parto muy difícil. 17 En¬
tre las dificultades del parto, la dijo
la partera: «No temas, que también
éste es hijo.» 18 Y al dar el alma,
pues estaba ya moribunda, le llamó
Benoni, pero su padre le llamó Ben¬
jamín. 19 Murió Raquel, y fué sepul¬
tada en el camino de Efrata, que es
Belén, 20 y alzó Jacob sobre la tumba
de Raquel un monumento, que toda¬
vía subsiste.
21 Partióse Jacob y plantó sus
tiendas más allá de Migdal Eder.
22 Durante su estancia en esta región
vino Rubén, y se acostó con Bala,
la concubina de su padre, y lo supo
Jacob. Los hijos de Jacob eran doce.
23 Hijos de Lia: Rubén, el primogé¬
nito de Jacob, Simeón, Leví, Judá,
Isacar y Zabulón. 24 Hijos de Ra¬
quel: José y Benjamín. 26 Hijos de
Bala, la sierva de Raquel: Dan y
Neftalí. 26 Hijos de Zelfa, la sierva
de Lia: Gad y Aser. Estos son los
hijos que le nacieron a Jacob en
Padan Arán.
27 Fué Jacob a donde estaba Isac,
su padre, a Alambre, a la ciudad de
Arbe, que es Hebrón, donde habi¬
taron Abraham e lsac. 28 Fueron los
días de Isae ciento ochenta años 29 y
murió y se reunió con su pueblo,
anciano y lleno de días. Esaú y Jacob,
sus hijos, le sepultaron.
Descendencia de Esaú.
1 Estas son las generaciones de
OO Esaú, que es Edom. 2 Esaú
tomó sus mujeres de entre las hijas
de Canán a Ada, hija de Elón, geteo;
a Olibaina, hija de Ana, hija de Se-
beón, jeveo. 3 Además a Basemat,
hija de Ismael, hermana de Neba-
yot. 4 Ada le parió a Elifaz; Basemat
a Rauel, 6 y Olibama a Jeus, Jalón
y Corea. Estos son los hijos que
ie nacieron a Esaú en tierra de Canán.
6 Esaú tomó a sus mujeres, sus hijos
y sus hijas y todas las gentes de su
casa, sus ganados y todas sus bestias
y todos los bienes que había adqui¬
rido en la tierra de Canán, y se fué
a una tierra lejos de Jacob, su her¬
mano; 7 pues siendo muchos los bienes
de uno y otro, no podían habitar jun¬
tos, y la tierra en que se movían no
les bastaba a causa de sus muchos
ganados. 8 Establecióse Esaú en el
monte de Seir. Esaú es Edom.
9 He aquí los nombres de los hijos
de Esaú, padre de Edom, en el
monte Seir: 10 Elifaz, hijo de Ada,
mujer de Esaú; Rajel, hijo de Base¬
mat, mujer de Esaú. 11 Los hijos de
Elifaz fueron: Teman, Ornar, Sefo,
Gatam y Quenez. 12 Tamna fué con¬
cubina de Elifaz, hijo de Esaú, y
le parió a Amalee. Estos son los hijos
de Ada, mujer de Esaú. 13 Los hijos
de Rauel: Najat, Zaraj, Samma y
Meza. 14 Estos son los hijos de Base¬
mat, mujer de Esaú. Los hijos de
Olibama, hija de Ana, hija de Jebeón,
mujer de Esaú, fueron: Jebus, Jelón
y Coré.
15 He aquí los jefes de tribu de los
hijos de Esaú: Hijos de Elifaz, pri¬
mogénito de Esaú el jefe Teman, el
jefe Ornar, el jefe Befo, el jefe Quenez,
16 el jefe Coreaj, el jefe Gatam, el
jefe Amalee. Estos son los jefes de
Elifaz en la tierra de Edom; son los
hijos de Ada. 17 Hijos de Rauel, hijo
de Esaú: el jefe Najat, el jefe Zaraj,
el jefe Samma y el jefe Meza. 18 Hijos
de Olibama, mujer de Esaú: el jefe
Jeus, el jefe Jelón, y el jefe Coré.
Estos son los jefes de Olibama, hija
de Ana y mujer de Esaú. 19 Estos
son los hijos de Esaú, éstos sus jefes;
es Edom. 20 Los hijos de Seir, el jorreo
que habitaba la región: Lotán, Sobal,
Sebeón, Ana, 21 Disón, Eser y Disán.
Estos son los jefes de los jórreos,
hijos de Seir, en la tierra de Edom.
22 Los hijos de Lotán fueron: Jori
y Hernán: y Tamna era hermana de
Lotán. 23 Los hijos de Sobal: Alván,
Manajat, Ebal, Sefó y Onam. 24 Los
hijos de Sebeón: Aya y Ana. Este
Ana es el que halló en el desierto
los manantiales de agua caliente,
mientras apacentaba el ganado de
Sebeón, su padre. 26 Los hijos de
Ana: Disón y Olibama, hija de Ana.
26 Los hijos de Disón: Jemdam, Ese-
bán, Jetram y Carain. 27 Los hijos
de Eser: Balam, Zaavam y Acam.
28 Los hijos de Disán: Hus y Aram.
29 He aquí los jefes de los jórreos:
el jefe Lotán, el jefe Sobal, el jefe
Sebeón, 30 el jefe Ana, el jefe Disón,
el jefe Eser, el jefe Disán. Estos son
los jefes de los jórreos, cada uno de
sus jefes en la tierra de Edom.
31 He aquí los reyes que han reina¬
do en tierra de Edom antes que reina¬
ra un rey sobre los hijos de Israel:
32 Bela, hijo de Beor, reinó en Edom
y el nombre de su capital era Denaba.
33 Murió Bela y le sucedió Jobab, hijo
de Zara, de Bosra. 34 Murió Jobab
GÉNESIS. 37.
tr>
y le sucedió Jusam, de la tierra de
Temani. 36 Murió Jusam y le suce¬
dió Adad, hijo de Badad, que derro¬
tó a Madián en los campos de Moab;
el nombre de su ciudad era Avit
36 Murió Adad y le sucedió Semla,
de Masreca. 37 Murió Semla y le
sucedió Saúl de Rejabot, junto al
río. 38 Murió Saúl y le sucedió Baal-
janain, hijo de Acbor. 39 Murió Baal-
jamán, hijo de Acbor y le sucedió
Hadar; el nombre de su capital era
Pau V el de su mujer Metabel, hija
de Matrad, hija de Mezaab. 40 Estos
son los nombres de los jefes de Esaú,
según sus tribus y sus territorios.
El jefe de Tainma, el jefe de Alva,
el jefe de Jetet, 41 el jefe de Olibama,
el jefe de Eta, el jefe de Finón,
42 el jefe de Quenez, el jefe de Temán,
el jefe de Mabsar, 43 el jefe de Magdiel,
el jefe de Iram. Estos son los jefes
de Edom, según sus moradas en la
tierra que ocupan. Es Esaú padre
de Edom.
José.
ty— 1 Habitó Jacob en la tierra por
ó L donde peregrinó su padre, en la
tierra de Canán.
2 Estas son las generaciones de
Jacob;
Cuando tenía José diecisiete años,
siendo todavía un niño, iba con sus
hermanos, los hijos de Bala y de
Zelfa, mujeres de su padre, a apa¬
centar el ganado, e hizo llegar José
a su padre la pésima fama de aqué¬
llos. 3 Israel amaba a José más que
a todos sus otros hijos, por ser el
hijo de su ancianidad, y le hizo una
túnica de muchos colores. 4 Viendo
sus hermanos que su padre le amaba
más que a todos, llegaron a odiarle,
y no podían hablarle amistosamente.
5 Tuvo también José un sueño, que
contó a sus hermanos, y que acre¬
centó más todavía el odio de éMos
contra él. 8 Díjoles: «Oíd, si queréis,
este sueño que he tenido. 7 Estába¬
mos nosotros en el campo, haciendo
gavillas, y vi que se levantaba mi
gavilla, y se tenía en pie, y las vues¬
tras la rodeaban, y se inclinaban ante
la mía, adorándola.» 8 Y sus herma¬
nos le dijeron: *¿Es que vas a reinar
sobre nosotros, y vas a dominarnos?»
Estos sueños y las palabras de José
fueron causa de que le odiaran toda¬
vía más. 9 Tuvo José otro sueño, que
contó también a sus hermanos, di¬
ciendo: «Mirad, he tenido otro sueño
más, y he visto que el sol, la luna y
once estrellas me adoraban.» 10 Contó
el sueño a su padre y a sus hermanos,
y aquél le increpó, diciéndole: «¿Qué
sueño es ése que has soñado? ¿Acaso
vamos a postrarnps en tierra ante ti,
yo, tu madre y tus hermanos?» 11 Sus
hermanos le envidiaban, pero a su
padre le daba esto que pensar.
12 Fueron sus hermanos a apacentar
el ganado de su padre en Siquem;
13 y dijo Israel a José: «Tus herma¬
nos están apacentando en Siquem.
Ven que te mande a ellos.» El le
respondió: «Heme aquí.» 14 «Pues vete
a ver si están bien tus hermanos y
el ganado, y vuelve a decírmelo.» Y le
envió desde el valle de Hebrón y se
dirigió José a Siquem. 15 Encontróle
un hombre errando por el campo, y
le preguntó: «¿Qué buscas?», 16 y él fe
contestó: «A mis hermanos busco.
Haz el favor de decirme dónde están
apacentando.» 17 Contestóle el hombre:
«Se han ido de aquí, pues oí decir:
Vámonos a Dotain.» Fué José en
busca de sus hermanos, y los halló
en Dotain. 18 Viéronle ellos desde
lejos, antes de que a ellos se aproxi¬
mara, y le acechaban para matarle.
19 Dijéronse unos a otros: «Mirad,
ahí viene el de los sueños; 20 vamos
a matarle y le arrojaremos a uno de
estos pozos, y diremos que le ha
devorado una fiera; así veremos de
qué le sirven sus sueños.» 21 Rubén,
que esto oía, quería librarle de sus
manos y les dijo: «Matarle, no; 22 no
vertáis sangre; arrojadle a ese pozo
que hay en el desierto, y no pongáis
la mano sobre él.» Quería librarle de
sus manos, para devolvérselo a su
padre. 23 Cuando llegó José hasta sus
hermanos, despojáronle de su túnica,
la túnica de varios colores que lle¬
vaba, 24 y cogiéndole, le arrojaron al
pozo, un pozo vacío que no tenía
agua.
José, vendido por sus hermanos.
25 Sentáronse a comer, y alzando
los ojos, vieron venir una caravana
de ismaelitas, que venía de Galad,
cuyos camellos iban cargados de esto¬
raque, tragacanto* y láudano, que lle¬
vaban a Egipto; 26 y dijo Judá a sus
hermanos: «¿Qué sacaremos de matar
a nuestro hermano y ocultar su
sangre? 27 Vamos a venderlo a esos
ismaelitas, y no pongamos en él núes-
46
GÉNESIS, 38
tra mano, pues es hermano nuestro
V carne nuestra.» Asintieron sus her¬
manos; 28 y cuando pasaban los mer¬
caderes madianitas sacaron a José,
subiéndole del pozo, y por veinte
monedas de plata se lo vendieron a
los ismaelitas, que le llevaron a
Egipto. 29 Volvió Rubén al pozo, pero
no estaba en él José, y rasgó sus ves¬
tiduras; 30 y volviéndose a sus her¬
manos, dijoT «El niño no parece, ¿a
dónde iré yo ahora?» 31 Tomaron la
túnica de José, y matando un macho
cabrío, empaparon en la sangre la
túnica; 32 y cogiendo la túnica de
varios colores, se la llevaron a su
padre, diciendo; «Esto hemos encon¬
trado, mira a ver si es o no la túnica
de tu hijo.» 33 Reconocióla él y dijo:
«La túnica de mi hijo es; una fiera
le ha devorado, ha despedazado ente¬
ramente a José.» 34 Rasgó Jacob sus
vestiduras, vistióse de saco, e hizo
duelo por su hijo durante mucho
tiempo. 35 Venían todos sus hijos y
sus hijas a consolarle, pero él recha¬
zaba todo consuelo, diciendo; «En
duelo bajaré al sepulcro con mi hijo.»
Y su padre le lloraba. 36 Los madia¬
nitas le vendieron en Egipto a Puti-
far, ministro del Faraón, jefe de la
guardia.
Judá y Turnar.
o q 1 Sucedió por entonces que bajó
¿O Judá, apartándose de sus her¬
manos, y llegó hasta un adulamita,
de nombre Jira. 2 Vio allí a una
cananea, llamada Sue, y la tomó,
y entró a ella, 3 que concibió, y parió
un hijo, al que llamó Er. 4 Concibió
de nuevo y parió un hijo, a quien
llamó Onán; 5 * Volvió a concebir y
parió un hijo, a quien llamó Sela;
cuando le parió ^estaba en Quizib.
6 Tomó Jucíá para Her, su primogé¬
nito, una mujer llamada Tamar.
7 Her, primogénito de Judá, fué malo
a los ojos de Yave, y Yave le hizo
morir. 8 Entonces dijo Judá a Onán:
«Entra a la mujer de tu hermano, y
tómala, como cuñado que eres, para
suscitar prole a tu hermano» (1).
9 Pero Onán, sabiendo que la prole
no sería suya, cuando entraba a la
(i) La ley del levirato, ya vigente entre los
hebreos antes de la promulgaión de la ley mosai¬
ca, como por este lug 3 r se ve. está consignada en
Deut, 25. 5. sigs. Del nombre de Onán procede
el de onanismo, vicio detestable y detestado por
Dios.
mujer de su hermano, se derramaba
en tierra, para no dar prole a su
hermano. 10 Era malo a los ojos de
Yave lo que hacía Onán, y le mató
también a él. 11 Dijo entonces Judá
a Tamar, su nuera: «Quédate como
viuda en casa de tu padre, hasta que
sea grande mi hijo Sela.» Pues se
decía: «No vaya a morir también
éste como sus hermanos.» Fuese,
pues, Tamar, y habitaba en casa de
su padre. 12 Pasó mucho tiempo, y
murió la hija de Sue, mujer de Judá.
Pasado el duelo por ella, subió Judá
con su amigo Jiras, el adulamita,
al esquileo de su ganado a Tamna.
13 Hiciéronselo saber a Tamar, di-
ciéndole: «Mira, tu suegro ha ido a
Tamna al esquileo de su ganado.»
14 Despojóse ella de sus vestidos de
viuda, se cubrió con un velo, y cu¬
bierta se sentó a la entrada de Enaim,
en el camino de Tamna, pues veía
que Sela era ya mayor y no le había
sido dada por mujer? 15 Judá, al verla,
la tomó por una meretriz, pues tenía
tapada la cara. 16 Dirigióse a don¬
de estaba, y le dijo: «Déjame en¬
trar a ti», pues no conoció que era
su nuera. Ella le respondió: «¿Qué
me vas a dar por entrara ini?», 17 y
él contestó: «Te mandaré un cabrito
del rebaño.» Ella .le dijo: «Si me das
una prenda hasta que lo mandes...»
18 «¿Qué prenda quieres que te dé?»,
le dijo él. Ella contestó: «Tu sello,
el cordón de que cuelga, y el báculo
que llevas en la mano.» El se los
dió, y entró a ella, que concibió de
él. 19 Luego se levantó, se fué, y
quitándose el velo, volvió a vestirse
sus ropas de viuda. 20 Mandó Judá
el cabrito por medio de su amigo el
adulainita, para que retirase la prenda
de manos de la- mujer, pero éste no
la halló, 21 y preguntó a las gentes
del lugar, diciendo: «¿Dónde está la
meretriz que se sienta en Enaim a
la vera del camino?» Y ellos le res¬
pondieron: «No ha habido ahí nunca
ninguna meretriz.» 22 Volvió, pues,
a Judá, y le dijo: «No la he hallado,
y las gentes del lugar inc han dicho
que no ha habido allí ninguna mere¬
triz.» 23 Y dijo Judá: «Que se quede
con ello, no vaya a burlarse de nos¬
otros; yo ya he mandado el cabrito,
y tú no la has hallado.» 24 Al cabo
de unos tres meses, hicieron saber a
Judá el asunto, diciéndole: «Tamar,
tu nuera, se ha prostituido, y de sus
prostituciones está encinta.» Y Judá
GÉNESIS, 30, 40
47
contestó: «Sacadla y quemadla.»
25 Cuando se la llevaban, mandó ella
a decir a su suegro: «Del hombre
cuyas son estas cosas estoy yo en¬
cinta. Mira a ver de quién son ese
anillo, ese cordón y ese báculo.»
26 Los reconoció Judá, y dijo: «Mejor
que yo es ella, pues no se la he dado
a Sela, mi hijo.» Pero no volvió a
conocerla más. 27 Cuando llegó el
tiempo del parto, tenía en el seno
dos gemelos. 28 Al darlos a luz, sacó
uno de ellos una mano, y la partera
la cogió, y ató a ella un hilo rojo,
diciendo: • «Este ha sido el primero
en salir», 29 pero él retiró la mano
y salió su hermano. «¡Vaya rotura
que has hechol», dijo ella, y le llamó
Pares (1); 30 luego salió su hermano,
que tenía el hilo atado a la mano, y
le llamó Zaraj.
José en Egipto.
39 \ Entretanto a José, que había
sido llevado a Egipto y com¬
pradlo a los ismaelitas por Putifar,
ministro del Faraón y jefe de la guar¬
dia egipcia, 2 le protegió Yave, que
hizo prosperar todas sus cosas. Es¬
taba en la casa de su señor, el egipcio,
3 que vió que Yave estaba con él, y
que todo cuanto hacía, Yave lo pros¬
peraba por su mano. 4 Halló, pues,
José gracia a los ojos de su señor, y
le servía a él. 5 Hízole mayordomo
de su casa, y puso en su mano todo
cuanto tenía. Bendijo Yave por José
a la casa del egipcio, y derramó
Yave su bendición sobre todo cuanto
tenía en casa y en el campo, 6 y él
lo dejó todo en mano de José, y no
se cuidaba de nada, a no ser de lo
que comía. Era José de hermosa pre¬
sencia y bello rostro.
Castidad de José.
7 Sucedió después de todo esto, que
la mujer de su señor puso en él sus
ojos, y le dijo: «Acuéstate conmigo.»
8 Rehusó él, diciendo a la mujer de
su señor: «Cuando mi señor no me
pide cuentas de nada de la casa, y
ha puesto en mi inano cuanto tiene,
9 y no hay en esta casa nadie supe¬
rior a mí, sin haberse reservado él
nada fuera de ti, por ser su mujer,
(i) Fares, fruto de una unión incestuosa,
es, sin embargo, uno de los anillos de la genea¬
logía de Cristo. Mat. i. 3.
¿voy a hacer yo una cosa tan mala
y a "pecar contra Dios?» 10 Y como
hablase ella a José un día y otro día,
y no la escuchase él, negándose a
acostarse con ella y a estar con ella:
11 un día que entró José en la casa,
para cumplir con su cargo, y no había
nadie en ella, 12 le cogió por el manto,
diciendo: «Acuéstate conmigo.» Pero
él, dejando en su mano el manto,
huyó y se salió de la casa. 13 Viendo
ella que había dejado el manto en
sus manos, y se había ido huyendo,
14 se puso a gritar, llamando a las
gentes de su casa, y les dijo con
grandes voces: «Mirad, nos ha traído
á ese hebreo para que se burle de
nosotros; ha entrado a mí para acos¬
tarse conmigo, 15 y cuando vió que
yo alzaba mi voz, para llamar, ha
dejado su manto junto a mí y ha
huido fuera de la casa.» 16 Dejó ella
el manto de José cerca de sí, hasta
que vino su señor a casa, 17 y le
habló así: «Ese siervo hebreo que
nos has traído, ha entrado a mí para
burlarse de mí, 18 y cuando vió que
alzaba mi voz y llamaba, dejó junto
a mí su manto y huyó fuera.» 19 Al
oír su señor lo que le decía su mujer,
esto y esto es lo que me ha hecho
tu siervo, montó en cólera, 20 y co¬
giendo a José, le metió en la cárcel
donde encerraba a los presos del rey,
y Allí en la cárcel quedó José.
José en ln cárcel.
21 Pero estaba Yave con José, y
extendió sobre él su favor, haciéndole
grato a los ojos del jefe de la cárcel,
22 que puso en su mano a todos los
allí presos; y cuanto allí se hacía,
era él quien lo hacía. 23 De nada
se cuidaba por sí el jefe de la cárcel,
porque estaba Yave con José, y
cuanto hacía éste, Dios lo prosperaba.
40 1 Sucedió después, que habien¬
do faltado contra su señor, el
rey de Egipto, el eopero y el repos¬
tero del rey, 2 se encolerizó el Faraón
contra sus dos ministros, el jefe de
los eoperos y el jefe de los reposteros,
3 y los encarceló en la casa del jefe
de la guardia, en la cárcel donde
estaba preso José. 4 Púsolos el jefe
de la guardia bajo la custodia de
¡José, y éste les servía el tiempo que
estuvieron en la cárcel. 6 El jefe de
los eoperos y el jefe de los reposteros
'del rey de Egipto, que estaban presos
•18
GÉNESIS, 41
en la cárcel, tuvieron ambos un sueño
en la misma noche, cada uno el suyo,
y cada sueño de diversa significa¬
ción. 6 Cuando José vino a ellos por
la mañana, los vio que estaban tristes,
7 y preguntó a los dos ministros, que
con él estaban presos en la casa de
su señor, diciéndoles: «¿Por qué te¬
néis hoy mala cara?» 8 Ellos le con¬
testaron: «Hemos tenido un sueño,
y no hay quien lo interprete.» Díjoles
José: «¿No es de Dios la interpreta¬
ción de los sueños? Contádmelo, si
queréis.» 8 El jefe de los coperos
contó a José su sueño, diciendole:
«En mi sueño tenía ante mí una vid
10 con tres sarmientos, que estaban
como echando brotes, subían y flo¬
recían y maduraban sus racimo^.
11 Tenía en mis manos la copa del
Faraón, y cogiendo los racimos, los
exprimí en la copa del Faraón, y puse
ésta en sus manos.» 12 José le dijo:
«Esta es la interpretación del sueño:
Los tres sarmientos son tres días.
13 Dentro de tres días el Faraón exal¬
tará tu cabeza y te restablecerá en
tu cargo, y pondrás la copa del Fa¬
raón en sus manos, como antes lo
hacías, cuando eras copcro. 14 A ver
si te acuerdas de mí, cuando te vaya
bien, y me haces la gracia de recor¬
darme al Faraón, para que me saque
de esta casa, 15 pues he sido furtiva¬
mente sacado de la tierra de los he¬
breos, y aun aquí nada lie hecho para
que me metieran en prisión.» 16 Vien¬
do el jefe de los reposteros cuán favo¬
rablemente había interpretado el sue¬
ño, dijo a José: «Pues he aquí el mío:
Llevaba sobre mi cabeza canas¬
tillos de pan blanco. 17 Eli e¡ canastillo
de encima había toda clase de pastas
de las que hacen para el Faraón los
reposteros, y las aves se las comían
del canastilla que llevaba sobre mi
cabeza.» 18 Contestó José, diciendo:
«Esta es la interpretación: Los tres
canastillos son tres días. 19 Dentro
de tres días te quitará el Faraón la
cabeza y te colgará de un árbol, y
comerán las aves tus carnes.» 20 Al
día tercero, que era el del natalicio
del Faraón, dió éste un banquete a
todos sus servidores, y alzó en medio
de ellos la cabeza del jefe de los
coperos y la del jefe de los reposteros,
21 restableciendo al jefe de los cope-
ros en su cargo de poner la copa en
manos del Faraón, 22 y colgando al
jefe de los reposteros, como les había
interpretado José. 23 Pero el jefe de
los coperos no se acordó más de José
sino que se olvidó de él.
Interpreta José I09 sueños del
Faraón.
1 Al cabo de dos años, soñó el
Faraón que estando a orillas
del río, 2 vió subir de él siete vacas
hermosas y muy gordas, que se pu¬
sieron a pacer la verdura de la tierra;
pero he aquí que después subieron
del río 3 otras siete vacas feas y muy
flacas, y se pusieron junto a las siete
que estaban a la orilla del río, 4 y las
siete vacas feas y flacas se comieron
a las siete hermosas y gordas; y el
Faraón se despertó. 5 Volvió a dor¬
mirse, y por segunda vez soñó que
veía siete espigas, que salían de una
sola caña de trigo muy granadas y
hermosas, 6 pero detrás de ellas bro¬
taron siete espinas flacas y quemadas
por el viento solano, 7 y las siete
espigas flacas y quemadas devoraron
a las siete espigas hermosas y gra¬
nadas, y se despertó el Faraón. Este
fué el sueño. 8 A la mañana, estaba
perturbado su espíritu y mandó lla¬
mar a todos los adivinos y a todos
los sabios de Egipto; les contó su
sueño, pero no hubo quien lo inter¬
pretara. 9 Entonces habló al Faraón
el jefe de los coperos diciendo: «Ahora
me acuerdo de mi falta. 10 Estaba el
Faraón irritado contra sus siervos, y
nos había hecho encerrar en la casa
del jefe de la guardia a mí y al
jefe de los reposteros. 11 Tuvimos
ambos un sueño en la misma noche,
yo y él, cada uno el suyo y de dis¬
tinta interpretación. 12 Estaba allí
con nosotros un joven hebreo, siervo
del jefe de la guardia, y le contamos
nuestros sueños, y él nos dió la in¬
terpretación; a cada uno le interpretó
el suyo, 13 y como lo interpretó él,
así nos sucedió: yo fui restablecido
en mí cargo, él fué colgado.» 14 Mandó,
pues, el Faraón llamar a José, y apre¬
suradamente le sacaron de la prisión.
Se cortó el pelo, se mudó de ropas,
y se fué a ver al Faraón. 15 Este le
dijo: «He tenido un sueño, y no
hay quien lo interprete, y lie oído
decir de ti que cu cuanto oyes un
sueño lo interpretas.» 16 José res¬
pondió al Faraón: «Xo yo, Dios será
el que dé una respuesta favorable al
Faraón.» 17 Habló, pues, el Faraón
a José: «Este es mi sueño: estaba
yo en la ribera del río, 18 y vi subir
GÉNESIS, 41
49
del río siete vacas gordas y hermo-l
sas, que se pusieron a pacer en la
verdura de la orilla, 19 y he aquí
que detrás de ellas suben otras siete
vacas inalas, feas y flacas, como no
las he visto de malas en toda la tierra
de Egipto, 20 y las vacas malas y feas
se comieron a las primeras siete vacas
gordas, 21 que entraron en su vientre
sin que se conociera que habían en¬
trado, pues el aspecto de aquéllas
era tan malo como al principio. Y me
desperté. 22 Vi también en sueños
que salían de una misma caña siete
espigas granadas y hermosas, 23 y
que salían después de ellas siete espi¬
gas malas, secas y quemadas del
viento solano, 24 y las siete espigas
secas devoraron a las siete hermosas.
Se lo he contado a los adivinos, y
no ha habido quien me lo explique.»
25 José dijo al Faraón: «El sueño
del Faraón es uno solo. Dios ha dado
a conocer al Faraón lo que va a su-¡
ceder. 26 Las siete vacas hermosas
son siete años, y las siete espigas her¬
mosas siete años; el sueño es uno
solo. 27 Las siete vacas flacas y malas
que subían detrás de las otras son
otros siete años, y las siete espigas
secas y quemadas del viento solano
son siete años de hambre. 28 Es lo
que he dicho al Faraón, que Dios
le ha hecho ver lo que va a hacer.
29 Vendrán siete años de gran abun¬
dancia en toda la tierra de Egipto,
30 y detrás de ellos vendrán siete años
de hambre, que harán se olvide toda
la abundancia en la tierra de Egipto,
y el hambre consumirá la tierra.
31 No se conocerá la abundancia en
la tierra a causa de la escasez, porque
ésta será muy grande. 32 Cuanto a la
repetición del sueño al Faraón por
dos veces, es que el suceso está fir
memente decretado por Dios, y que
Dios se apresurará a hacerlo. 33 Aho¬
ra, pues, busque el Faraón un hom¬
bre inteligente y sabio, y póngale al
frente de la tierra de Egipto. 34 Nom¬
bre el Faraón intendentes, que visi¬
ten la tierra y recojan el quinto de
la cosecha de la tierra de Egipto
en los años de la abundancia; 36 reúnan
el producto de los años buenos que
van a venir, y hagan acopio de trigo
a disposición del Faraón, 36 para man-|
lenimiento de las ciudades, y lo con¬
serven para que sirvan a la "tierra de
reserva, para los siete años de ham¬
bre que vendrán sobre la tierra de
Egipto, y no perezca de hambre la
tierra.» 37 Parecieron muy bien estas
palabras al Faraón y a toda su corte,
38 y el Faraón dijo a sus cortesanos:
«¿Podríamos por ventura encontrar
un hombre como éste, lleno del espí¬
ritu de Dios?» 39 Y dijo a José: «Toda
vez que Dios te ha dado a conocer
estas cosas, no hay persona tan inte¬
ligente y sabia como tú.
José, virrey de todo el Egipto.
40 Tú serás quien gobierne mi
casa, y todo mi pueblo te obedecerá;
sólo por el trono seré mayor que tú»;
41 y añadió: «Mira, te pongo sobre
toda la tierra de Egipto.» 42 Quitóse
el Faraón el anillo de su mano, y
lo puso en la mano de José; hizo
que le vistieran blancas vestiduras
de lino, y puso en su cuello un collar
de oro,
mandó
que montado
sobre el segundo de sus carros, se
gritara ante él abrek , y así fué puesto
al frente de toda la tierra de Egipto.
44 Díjole también el Faraón: «Yo
soy e) Faraón, y sin ti no alzará
nadie mano ni pie en toda la tierra
de Egipto.» 46 Llamó el Faraón a
José con el nombre de Znfnat Paneaj
y le dió por mujer a Asenet, hija de
Putifar, sacerdote de On. Salió José
por toda la tierra de Egipto. 46 Tenía
treinta años cuando se presentó ante
el Faraón, rey de Egipto, y le dejó
para recorrer toda la tierra de Egipto.
47 La tierra produjo a montones
durante los siete años de abundancia,
48 y José recogió el producto de los
siete años que de ella hubo en Egipto,
y lo almacenó en las ciudades, depo¬
sitando en cada una de ellas los pro¬
ductos de los campos que las rodea-
baii, 49 llegando a reunir tanto trigo
como las arenas del mar; en tan
gran cantidad, que hubo que dejar
ya de contar, porque no podía con¬
tarse.
Hijos de José.
60 Antes que llegara el tiempo de
la escasez, naciéronle a José dos
hijos, que le parió Asenet. hija de
Putifar, sacerdote de On. 31 Dió al
primero el nombre de Manasés, por¬
que dijo: «Dios me ha hecho olvidar
todas mis penas y toda la casa de
mi padre»; 62 V al segundo le llamó
Efráim, diciendo: «Dios me ha dado
fruto en la tierra de mi aflicción.»
4
50
GÉNESIS, 42
Medidas de fl f d ) * orno durante la
escasez.
58 Acabáronse los siete años de
abundancia que hubo en Egipto, 54 y
comenzaron los siete años de escasez,
como lo había anunciado José; y
hubo hambre en todas las tierras,
mientras había pan en toda la tierra
de Egipto; 65 y clamaba el pueblo
al Faraón por pan, y el Faraón decía
a todos los egipcios: «Id a José y
haced lo que él diga.» 56 Cuando el
hambre se extendió por toda la
superficie de aquella tierra, abrió
José los graneros, y lo que en ellos
había, se lo vendía a los egipcios,
pues crecía el hambre en la tierra de
Egipto. 57 De todas las tierras venían
a Egipto a comprar a José, pues el
hambre era grande en toda la tierra.
Bajan n Fffipto los hemiarios de
en busca de maiilcniinicnlu>.
42 1 Viendo Jacob que había trigo
— en Egipto, dijo a sus hijos:
«¿Qué estáis mirándoos unos a otros?
2 He oído decir que en Egipto hay
trigo. Bajad, pues, allá para comprár¬
noslo, y vivamos y no muramos.»
8 Bajaron, pues, diez de los hermanos
de José a Egipto a comprar pan;
4 a Benjamín, el hermano de José,
no le mandó Jacob con sus herma¬
nos, por temor de que le sucediera
alguna desgracia. 5 Llegaron los hijos
de Israel con otros que venían tam¬
bién a comprar trigo, pues había
hambre en toda la tierra de Canán.
6 Como era José el jefe de la tierra y
el que vendía el trigo a cuantos ve¬
nían a comprarlo, los hermanos de
José entraron, y se postraron ante él,
rostro a tierra. 7 Al verlos, José los
reconoció, pero disimuló y les habló
con dureza, diciéndoles: «¿De dónde
venís?»; y ellos respondieron: «De
la tierra de Canán, para comprar
mantenimientos.» 8 Conoció José a
sus hermanos, pero ellos no le cono¬
cieron a él.
9 Se acordó José de los sueños que
les había contado, y les dijo: «Vos¬
otros sois unos espías que habéis
venido a reconocer las partes no
fortificadas de la tierra.» 10 Ellos le
dijeron: «No, señor mío, tus siervos
han venido a comprar mantenimien¬
tos; 11 todos nosotros somos hijos
del mismo padre; somos gente buena;
no son tus siervos unos espías.»
12 El repuso: «No, sois unos espías
que habéis venido a ver lo indefenso
de la tierra.» 13 Ellos dijeron: «Somos
tus siervos doce hermanos, todos
del mismo padre en la tierra de Ca¬
nán; el más pequeño se quedó con
nuestro padre, y el otro no vive ya.»
14 Insistió José: «Es lo que os he
dicho; sois unos espías. 15 Voy a pro¬
baros. Por la vida del Faraón, que
no saldréis de aquí, mientras no
venga vuestro hermano menor. 16 Man¬
dad a uno de vosotros a buscar a
vuestro hermano, y los demás que¬
daréis aquí presos. Así probaré si lo
que decís es verdad, y si no, por la
vida del Faraón, que sois unos es¬
pías.» 17 Y los hizo meter todos jun¬
tos en prisión por espacio de tres
días. 38 Al tercero les dijo José:
«Haced esto y viviréis, pues yo temo
a Dios. 19 Si en verdad sois gente
buena, que se quede uno de los her¬
manos preso en la cárcel donde estáis,
y los otros id a llevar el Irigo, para
remediar el hambre de vuestras casas.
20 y me traéis a vuestro hermano
menor, para probar la verdad de
vuestras palabras, y no moriréis.»
21 Ellos se dijeron unos a otros: «Cier¬
tamente somos nosotros reos de culpa
contra nuestro hermano, a quien
vimos con angustia de su alma pe¬
dirnos compasión, y no le escucha¬
mos. Por eso ha venido sobre nosotros
esta desventura.» 22 Rubén les dijo:
«¿No os advertí yo, diciéndoos: no
pequéis contra el niño, y no me escu-
chásteis? Ved cómo ahora se nos
demanda su sangre.» 23 Ellos no
sabían que José los entendía, pues él
les había hablado por medio de intér¬
prete. 24 Alejóse José llorando, y
cuando volvió, les habló, y eligió a
Simeón entre ellos, V le hizo atar
ante los ojos de los otros. 25 Mandó
José que llenaran de trigo sus sacos,
que pusieran en el de cada uno su
dinero, y les diesen provisiones para
id camino, y así se hizo. 26 Ellos car¬
garon el trigo sobre^ los asnos, y se
partieron de allí. 27 Abrió uno de
ellos el saco para dar pienso a su asno
en el lugar donde pernoctaron, y vió
que su dinero estaba en la boca del
íaco, 28 y dijo a sus hermanos: «Me
lian devuelto mi dinero, aquí está
m mi saco.» Quedáronse estupefac-
los, y unos a otros se decían, tem¬
blando: «¿Qué será esto que ha hecho
Dios con nosotros?»
29 Llegaron a Jacob, su padre, a
GÉNESIS. 43
51
la tierra" de Canán, y le contaron
cuanto les había sucedido, diciendo:
30 «El hombre que es el señor de
aquella tierra, nos habló duramente y
nos tomó por espías de la tierra.
3 * Nosotros le dijimos que éramos
gente buena: no somos espías. 33 Era¬
mos doce hermanos, hijos todos del
mismo padre; uno ha desaparecido,
el más pequeño está con niiestro
padre en la tierra de Canán. 33 Y nos
dijo el. hombre, señor de la tierra:
«Ved cómo sabré que sois gente buena:
dejad aquí a uno de vosotros, tomad
con que atender a la necesidad de
vuestras casas, y partid, 34 y traedme
a vuestro hermano pequeño; así sabré
que no sois unos espías, sino gente
buena. Entonces os devolveré vues¬
tro hermano, y podréis recorrer la
tierra.» 35 Cuando vaciaron los sacos,
cada uno encontró el paquete de su
dinero en la boca de su saco. Y al
ver los paquetes de dinero, ellos y su
padre se llenaron de temor. 36 Jacob,
su padre, les dijo: «¿Me váis a dejar
sin hijos? José desapareció, Simeón
desapareció, ¿y os váis a llevar a
Benjamín? Todo esto ha venido sobre
mí.» 37 Rubén dijo a su padre; «Haz
morir a mis dos hijos, si yo no te
devuelvo a Benjamín. Entrégamelo,
y yo te le devolveré.» 38 El le con¬
testó: «No bajará mi hijo con vosotros.
Su hermano murió, y no queda más
que él. Si en el viaje que vais a hacer
le ocurre una desgracia, haréis des¬
cender en dolor mis canas al sepulcro.»
4 0 1 Pero el hambre era ya muy
40 grande en la tierra, 2 y cuándo
acabaron de comer las provisiones
que habían traído de Egipto, les dijo
su padre: «Volved a comprarnos algo
que comer.» 3 Pero Judá le contestó:
«Aquel hombre nos dijo terminan¬
temente: no me veréis, si no traéis
con vosotros a vuestro hermano me¬
nor. 4 Si mandas con nosotros a nues¬
tro hermano, bajaremos y te com¬
praremos provisiones, 5 pero si no,
no bajaremos, pues el hombre aquél
nos dijo: no veréis mi rostro, a no
ser que venga con vosotros vuestro
hermano.» 6 Y dijo Israel: «¿Por qué
me habéis hecho ese mal, de dar a
conocer a aquel hombre que teníais
otro hermano?» 7 Y le contestaron:
«Aquel hombre nos preguntó insis¬
tentemente sobre nosotros y sobre
nuestra familia, y nos dijo: «¿Vive
todavía vuestro padre? ¿Tenéis algún
otro hermano? Y nosotros contes¬
tamos según las preguntas: ¿Sabía¬
mos acaso nosotros que nos iba a
decir: traed a vuestro hermano?»
8 Y Judá dijo a Israel, su padre:
«Deja ir al niño conmigo, para que
podamos ponernos en camino, y po¬
damos vivir y no muramos nosotros,
tú y nuestros pequeños. 9 Yo te res¬
pondo de él, tú le reclamarás de mi
mano, y si no te lo vuelvo a traer
y te lo pongo delante, seré reo ante
ti por siempre. 10 Si no nos hubiéra¬
mos retrasado tanto estaríamos ya
dos veces de vuelta.» 11 Israel, su pa¬
dre, les dijo: «Si es así, haced esto: to¬
mad de los mejores productos de esta
tierra en vuestro equipaje, y bajád¬
selos al hombre aquél como presente:
un poco de tragacanto, un poco de
miel, astrágalo, láudano, alfónsigos
y almendras. 12 Coged dinero de
nuevo, y el que hallásteis en la boca
de vuestros sacos, devolvedlo, pues
quizá ha sido un .error. 13 Tomad
a vuestro hermano, e id, y volved a
ver a aquel hombre. 14 Que el Dios
omnipotente os haga hallar gracia
ante ese hombre, para que deje
volver a vuestro hermano y a Ben¬
jamín. Cuanto a mí, si he de verme
privado de mis hijos, sea,» 15 Toma¬
ron ellos el presente y el dinero doble
y a Benjamín; y bajaron a' Egipto,
y se presentaron ante José. 16 Ape¬
nas vió José con ellos a Benjamín,
dijo a su mayordomo: «Haz entrar en
casa a esas gentes, y mata mucho
y prepáralo, pues esas gentes come¬
rán conmigo a mediodía.» 17 El ma¬
yordomo hizo lo que le ordenó José,
e introdujo a aquellas gentes en casa.
18 Mientras los llevaban a casa de
José, llenos de temor, se decían:
«Es por lo del dinero que volvió en
nuestros sacos por lo que nos traen
aquí, para asaltarnos, caer sobre nos¬
otros, y hacernos esclavos con nues¬
tros asnos.» 19 Acercándose al mayor¬
domo, le dijeron: 20 «Perdone, mi
señor. Nosotros vinimos ya una vez
a comprar víveres. 21 Al llegar al lugar
donde a Wi vuelta pasamos la noche,
abrimos los sacos y vimos que el
dinero de cada uno de nosotros estaba
justo a la boca de nuestros sacos.
22 Lo hemos vuelto a traer con nos¬
otros, y traemos al mismo tiempo
otra cantidad, para comprar pro¬
visiones. Nosotros no sabemos quién
puso nuestro dinero en los sacos.»
23 «Que la paz sea con' vosotros—-les
52
GÉNESIS. 4 A
dijo el mayordomo—; no temáis.
Ha sido vuestro Dios, el Dios de
vuestro padre, el que os puso ese
tesoro en los sacos. Yo recibí vues¬
tro dinero.» 24 Hizo traer con ellos
a Simeón, y después de hacerlos en¬
trar en la casa, les dió agua para que
se lavaran los pies, y dió también
pienso a los asnos. 25 Ellos prepara¬
ron su presente, esperando que vi¬
niera José a mediodía, pues habían
sido advertidos de que comerían allí.
26 Vino José a casa, y le presentaron
el regalo que habían traído eon ellos,
postrándose ante él, rostro a tierra.
27 El les preguntó si estaban buenos,
y les dijo: «Vuestro anciano padre,
de quien me hablásteis, ¿está bien,
vive todavía?» 28 Ellos le contesta¬
ron: «Tu siervo, nuestro padre, está
bien, vive todavía», y se inclinaron
profundamente. 29 José alzó los ojos,
V vió a Benjamín, su hermano, hijo
de su madre, y dijo: «¿Es éste vues¬
tro hermano pequeño, de quien me
habéis hablado?», y añadió: «Que
Dios te bendiga, hijo mío.» 30 Apre¬
suróse José a buscar dónde llorar,
pues se conmovieron sus entrañas a
la vista de su hermano, y se entró
en su cámara, y allí lloró. 31 Salió
después de haberse lavado la cara,
y haciendo esfuerzos por contenerse,
dijo: «Servid la comida.» 32 Sirvieron
a José aparte, aparte a sus hermanos,
y aparte también a los egipcios que
comían con él, pues los egipcios no
pueden comer eon los hebreos, por
ser esto para ellos una cosa abomi¬
nable. 33 Pusieron a los hermanos de
José frente a él: el primogénito,
según su primogenitura, y el más
joven según su edad, y se miraban
atónitos unos a otros. 84 Cuando les
pusieron delante las porciones, la de
Benjamín era cinco veces mayor que la
de todos los otros. Y bebieron y estu¬
vieron muy alegres en eompañía suya.
m m 1 José dió orden a su mavor-
44 domo de llenar cuanto pudiera
de víveres los sacos de aquellas gen¬
tes, y de poner el dinero década uno
en la boca de su saeo. 2 «Pon también
mi copa—le dijo—. la copa de plata,
en la boca del saco del más joven,
juntamente eon el dinero.» El ma¬
yordomo hizo lo que le había man¬
dado José. 3 Despuntaba el alba,
euando despidieron a los hebreos con
sus asnos. * Habían salido de la
eiudad, pero no estaban lejos, cuando
José dijo a su mayordomo: «Leván¬
tate, y sal en persecución de esas
gentes, y cuando los alcances, diles:
«¿Por qué habéis devuelto mal por
bien? 6 Es donde bebe mi señor, y de
la que se sirve para adivinar. Habéis
obrado muy mal.» 6 Cuando los
alcanzó les dijo estas mismas pala¬
bras. 7 Ellos Je contestaron: «¿Por
qué nos habla así mi señor? Lejos
de tus siervos hacer semejante cosa.
8 Te hemos vuelto a traer desde la
tierra de Canán el dinero que halla¬
mos a la boca de nuestros sacos;
¿cómo íbamos a robar de la easa
de tu señor plata ni oro? 9 Aquel de
tus siervos en euyo poder sea ha¬
llada la copa, muera, y seamos tam¬
bién nosotros esclavos de tu señor.»
10 El les dijo: «Bien está, que sea
como decís. Aquel a quien se le
encuentre la copa será mi esclavo,
y vosotros quedaréis en libertad.»
1 1 Bajó cada uno a tierra su saco a
toda prisa, y lo abrió. 12 El mayor¬
domo los reconoció, comenzando por
el del mayor y acabando por el del
más joven, y se halló la eopa en el
saeo de Benjamín. 13 Rasgaron ellos
sus vestiduras, cargaron de nuevo
los asnos, y volvieron a la ciudad.
14 Judá llegó con sus hermanos a la
casa de José, que estaba allí todavía,
V postráronse rostro a tierra. 15 José
les dijo: «¿Qué es lo que habéis hecho?
¿No sabíais que un hombre como
vo había de adivinarlo?» 18 Judá
respondió: «¿Qué vamos a decir a
mi señor? ¿Cómo hablar, cómo justi¬
ficarnos? Dios Jia hallado la iniqui¬
dad de tus siervos, y somos esclavos
tuyos, tanto nosotros cuanto aquel
en cuyo poder se ha hallado la copa.»
17 «Lejos de mí hacer eso—dijo José—:
aquel a quien se le ha encontrado la
copa será mi esclavo, vosotros subi¬
réis en paz a vuestro padre.» 18 Acer¬
cóse entonces Judá, y le dijo: «Por
favor, señor mío; que pueda decir
tu siervo unas palabras en tu oído,
sin que contra tu siervo se encienda
tu cólera, pues eres eomo otro Faraón.
19 Mi señor ha preguntado a tus sier¬
vos: ¿Tenéis padre todavía, y tenéis
algún otro hermano? 20 Y nosotros
le hemos contestado: Tenemos mi
padre anciano, y tenemos otro her¬
mano, hijo de su ancianidad. Tenía
éste un hermano, que murió, y ha
quedado sólo él de su madre, y su
padre le ama mucho. 21 Tu dijiste
a tus siervos: Traédmelo, que yo
GÉNESIS, 45
53
pueda verle. 22 Nosotros te dijimos:
Mira, señor, no puede el niño dejar
a su padre; si le deja se morirá.
23 Pero tú dijiste a tus siervos: Si
no baja con vosotros vuestro her¬
mano menor, no veréis más mi rostro.
24 Cuando subimos a tu servidor,
mi padre, le dimos cuenta de las
palabras de mi señor; 26 y cuando
mi padre nos dijo: volved a bajar
para comprar algunos víveres, 26 le
contestamos: No podemos bajar, a
no ser que vaya con nosotros nues¬
tro hermano pequeño, pues no pode¬
mos presentarnos a ese hombre si
nuestro hermano no nos acompaña.
27 Tu siervo, nuestro padre, nos dijo:
Bien sabéis que mi mujer me dió
dos hijos; 28 el uno salió de casa'y
seguramente fué devorado, pues no
le he visto más; 29 si me arrancáis
también a éste, y le ocurre una des¬
gracia, haréis bajar mis canas en dolor
al sepulcro. 30 Ahora, cuando yo
vuelva a tu siervo, mi padre, si no
va con nosotros el joven, de cuya
vida está pendiente la suya, 31 en
cuanto vea que no está, morirá, y
tus siervos habrán hecho bajar en
dolor al sepulcro las canas de tu
siervo, nuestro padre. 32 Tu siervo
ha salido responsable del joven al
tomarlo a mi padre, y ha dicho:
Si yo no te lo traigo otra vez, seré
reo contra ti para siempre. 33 Permí¬
teme, pues, que te ruegue que quede
tu siervo por esclavo de mi señor,
en vez del joven, y que éste vuelva
con sus hermanos. 34 ¿Cómo voy a
poder yo subir a mi padre, si no llevo
al niño conmigo? No, que no vea
yo la aflicción en que caerá mi
padre.»
José Be da a conocer a sus her¬
manos.
1 Entonces José, viendo que
no podía contenerse más ante
todos los que allí estaban, gritó:
«Haced salir a todos.» Y no quedó
nadie con él, cuando se dió a cono¬
cer a sus hermanos. 2 Lloraba José
tan fuertemente, que le oyeron los
egipcios, y le oyó toda la casa del
Faraón. 3 «Yo soy José—les dijo—:
¿Vive todavía mi padre?» Pero sus
hermanos no pudieron contestarle,
pues se llenaron de terror ante él.
4 El les dijo: «Acercaos a mí.» Acer¬
cáronse ellos, y les dijo: «Yo soy José,
vuestro hermano, a quien vendis¬
teis para que fuese traído a Egipto.
6 Pero no os aflijáis, y no os pese
haberme vendido para aquí, pues
para vuestra vida me ha traído Dios
aquí antes de vosotros. 6 Van dos
años de hambre en esta tierra, y
durante otros cinco no habrá arada
ni cosecha. 7 Dios me ha enviado
delante de vosotros para dejaros un
resto sobre la tierra, y haceros vivir
para una gran salvación. 8 No sois,
pues, vosotros los que me habéis
traído aquí; es Dios quien me trajo,
y me ha hecho padre del Faraón y
señor de toda su casa, y me ha puesto
al frente de toda la tierra de Egipto.
9 Apresuraos, y subid a mi padre, y de¬
cidle: «Así dice tu hijo José: Me ha
hecho Dios señor de todo el Egipto;
baja, pues, a mí sin tardar, 10 y habi¬
tarás en la tierra de Gosen, y esta¬
rás cerca de mí, tú, tus hijos y los
hijos de tus hijos con tus rebaños,
tus ganados y todo cuanto tienes;
11 allí te mantendré yo, pues quedan
todavía otros cinco años de hambre,
y asi no perecerás tú, tu casa y todo
cuanto tienes. 12 Con vuestros mismos
ojos veis, y ve mi hermano Benjamín
con los suyos, que soy yo mismo el
que os habla. 13 Contad a mi padre
cuánta es mi gloria en Egipto y
todo cuanto habéis visto, y apresu¬
raos a bajar aquí a mi padre.» 14 Y
se echó sobre el cuello de Benjamín,
su hermano, y lloró; y lloraba tam¬
bién Benjamín sobre el suyo. 15 Besó
también a todos sus hermanos, llo¬
rando mientras los abrazaba, y des¬
pués sus hermanos estuvieron ha
blando con él. 16 Corrió por la casa
del Faraón la voz de que habían
venido los hermanos de José, y se
complacieron de ello el Faraón y sus
cortesanos. 17 Y dijo el Faraón a
José: «Di a tus hermanos: Haced
esto: cargad vuestros asnos, id a la
tierra de Canán, 18 tomad a vuestro
padre y vuestras familias, y venid a
mí. Yo os daré lo mejor de la tierra
de Egipto, y comeréis lo mejor de la
tierra. 19 Mándalos que lleven de
Egipto carros para sus hijos y sus
mujeres, traigan con ellos a tu padre,
y vengan; 20 que no les pese de tener
que dejar algunas de sus cosas, pues
suyo será lo mejor de la tierra de
Egipto.» 21 Hicieron así los hijos de
Israel, y les dió José carros, según la
orden del Faraón, y provisiones para
I el camino. 22 Dióles también a todos
54
GÉNESIS, 46
vestidos para mudarse, y a Benja¬
mín trescientas monedas de plata y
eineo vestidos. 23 Mandó también a
su padre asnos cargados con lo mejor
de Egipto, y diez asnos cargados
de trigo, de pan y de víveres para
su padre para el camino. 24 Des¬
pués despidió a sus hermanos que
partían, dieiéndoles: «No vayáis a
reñir en el camino.» 25 Subieron, pues,
de Egipto, y llegaron a la tierra de
Canán, a Jaeob, su padre, 26 y le
dijeron: «Vive todavía José, y es
el jefe de toda la tierra de Egipto.»
Pero él no se eonmovió, pues no los
ereía. 27 Dijéronle cuanto les había
mandado José y les había dicho;
y al ver los carros que le mandaba
José para trasladarle, se reanimó
Jacob, 28 y dijo: «Basta, mi hijo
vive todavía; iré, y le veré antes de
morir.»
Jacob y bus hijos en Egipto.
4 s 1 Partióse Israel eon todo euanto
40 tenía, y al llegar a Berseba
ofreció sacrificios al Dios de su padre
lsac. (i) 2 * Dios habló a Israel en una
visión nocturna, díciéndole: «Jaeob,
Jacob», y él contestó: «Heme aquí»,
3 y le dijo: «Yo soy el Dios fuerte,
el Dios de tu padre: no temas bajar
a Egipto, pues yo te haré allí un
gran pueblo. 4 * Yo bajaré eontigo a
Egipto y te haré volver a subir.
6 José te cerrará los ojos.» Levantóse
Jacob y dejó a Berseba, y los hijos
de Israel pusieron a Jacob, su padre,
y a sus mujeres e hijos, en los carros
que había mandado el Faraón para
transportarlos. 6 Lleváronse también
sus ganados y los bienes que habían
adquirido en la tierra de Canán, y
Jaeob se eneaminó a Egipto eon toda
su familia. 7 Llevó eon él a Egipto
a sus hijos y a los hijos de sus hijos,
a sus hijas y a los hijos de sus hijas;
toda su familia entró con él en
Egipto. 8 He aquí los nombres de
los hijos de Israel que llegaron a
Egipto: Jacob y sus hijos (1): el
primogénito de Jaeob, Rubén. 9 Hijos
de Rubén: Janoe, Falú, Jesrón y
Canni. 10 Hijos de Simeón: Jamuei,
(i) Enuméranse sin distinción todos los
hijos de Jacob; y sin distinción, en cuanto a la
condición de la madre, entrarán luego a parti¬
cipar en la herencia paterna, siguiéndose en
esto no el derecho caldeo, sino el derecho del
desierto .
Jamik, Ohad, Jaquin y Sojar, v Saúl,
hijo de la Cananea. 11 Hijos de Leví:
Gersón, Caat y Merari. 12 Hijos de
Judá: Iber, Onán, Sela, Fares y Zaraj;
pero Iber y Onán habían muerto
en la tierra de Canán. Hijos de Fares
fueron: Jesrom y Jamul. 13 Hijos
de Isaear: Tola, Fuá, Job y Semrón.
14 Hijos de Zabulón: Sared, Elóir y
Jajleel. 15 Estos son los hijos que
Lia parió a Jacob en Padan Aran,
eon su hija Dina. Sus hijos e hijas
eran en total treinta y tres personas.
16 Hijos de Gad:~Sefión, Jagui,
Semi, Esebón, Heri, Arodi y Areli.
17 Hijos de Aser: Gimna, Jesua,
Jesui y Beria; y Saraj, su hermana.
Hijos de Beria eran Jeber y Melquiel.
18 Estos son los hijos de Zelfa, la
eselava que había dado Labán a
Lia, su hija, y los parió a Jaeob.
Dieciséis personas.
19 Hijos de Raquel, la mujer de
Jaeob: José y Benjamín. 20 Nacieron
a José, en Egipto, de Asenet, hija
de Putifar, sacerdote de On, Mana-
sés y Efraim. 21 Hijos de Benjamín:
Bel a, Bajor, Asbel, Gera, Namán,
Eji, Ros, Mafim, Jufim y Ared.
22 Estos son los hijos de Raquel, que
le nacieron a Jacob: en total eatorce
personas.
23 Hijos de Dan: Justm. 24 Hijos de
Neftalí, Jajsiel y Guni, Jeser y Sa¬
lem. 25 Estos son los hijos de Bala,
que dió Labán a Raquel, su hija, y
le nacieron a Jaeob. En todo, siete
-personas. 26 El total de las pesonas
que vinieron con Jaeob a Egipto,
procedentes de él, sin eontar las
mujeres de sus hijos, era de setenta
y seis. 27 Los hijos de José nacidos
en Egipto eran dos. El total de las
personas de la familia de Jacob
que vinieron a Egipto fue de setenta.
28 Jacob había mandado delante
de él a Judá, para que se presentase
a José, y se informase aeerea de
Gosen; y ¡legado a la tierra de Gosen,
29 hizo José preparar su carro, y
subiendo en él se fué a Gosen al
encuentro de Israel, su padre. En
euanto le vió, se eelió a su cuello,
y lloró largo tiempo sobre su cuello.
30 Israel dijo a José: «Ya puedo
morir, pues he visto tu rostro y vives
todavía.» 31 José dijo a sus hermanos
y a la familia de Jacob: «Voy a
subir a dar noticia al Faraón: han
venido mis hermanos y toda la easa
de mi padre, que estaban en la tierra
de Canán. 32 Son pastores, y tienen
GÉNESIS, 47
55
rebaños de ovejas y bueyes que con
todo lo suyo han traído consigo.
33 Cuando el Faraón os llame y os
pregunte: ¿cuál es vuestra ocupación?,
34 le diréis, tus siervos somos gana¬
deros desde nuestra infancia hasta
ahora, nosotros y nuestros* padres;
para que habitéis en la tierra de Cosen,
porque los egipcios abominan de todos
los pastores.»
47 1 Fué José a anunciar al Faraón:
«Mi padre y mis hermanos, con
sus rebaños, sus ganados y cuanto tie¬
nen, han venido de la tierra de Canán,
y están en la tierra de Gosen.» 2 Ha¬
biendo llevado consigo a cinco de
sus hermanos, se los presentó al
Faraón; 3 y el Faraón les preguntó:
«¿Cuál es vuestra ocupación?» Ellos
respondieron: «Nosotros, tus siervos,
somos ganaderos desde nuestra infan¬
cia hasta ahora, y lo mismo fueron
nuestros padres.» 4 Dijéronle tam¬
bién: «Hemos venido para peregri¬
nar por esta tierra, pues no tenemos
pasto para nuestros rebaños, por ser
grande el hambre en la tierra de
Canán. Permite, pues, que habiten
tus siervos en la tierra de Gosen.»
5 El Faraón dijo a José: «Tu padre
y tus hermanos han venido; 6 tienes
a tu disposición toda la tierra de
Egipto; establece a tu padre y a tus
hermanos en lo mejor de la tierra;
que habiten en la tierra de Gosen;
y si sabes que hay entre ellos hombres
capaces, hazlos jefes de los ganados
que tengo.» 7 José hizo venir a su
padre y le presentó al Faraón. Jacob
saludó al Faraón, 8 y éste le preguntó:
«¿Cuántos años tienes?» 9 Y Jacob
contestó: «Ciento treinta son los
años de mi peregrinación. Corta y
mala lia sido mi vida, y no llega al
tiempo de la peregrinación de mis
padres.» 10 Jacob saludó de nuevo al
Faraón, y se retiró de su presencia.
11 José estableció a su padre y a
sus hermanos, asignándoles una pro¬
piedad en la tierra de Egipto, en
la mejor parte de la tierra, en el dis¬
trito de Rameses, como lo había
mandado el Faraón, 12 y proveyó
de pan a su padre y a sus hermanos y
a toda la casa de su padre, según
el número de las familias.
13 Ya no había pan en toda aquella
tierra, pues el hambre era muy
grande, y el Egipto y la tierra de
Canán estaban exhaustos por el
hambre. 14 José llegó a recoger a
cambio de trigo todo cuanto dinero
había en la tierra de Egipto y en la
tierra de Canán, e hizo entrar el di¬
nero en la casa del Faraón. 15 Cuando
se acabó el dinero en la tierra de
Egipto y en la tierra de Canán, venían
todos los egipcios a José, dieiéndole:
«Danos pan. ¿Vamos a morir en tu
presencia? Mira que nos falta dinero.»
16 José les dijo: «Puesto que os falta
dinero, traedme vuestros ganados, y
os daré pan a cambio de ellos.» 17 Tra¬
jeron sus ganados, y José les dió pan
a cambio de caballos, rebaños de ove¬
jas y bueyes, y de asnos. Aquel año
los proveyó de trigo a cambio de
todos sus ganados. 18 Pasado éste,
vinieron al siguiente, y le dijeron:
«No se le oculta a nuestro señor que
se nos ha acabado el dinero, y que le
hemos dado nuestros ganados; ni a
nuestro señor se le oculta que no nos
queda más que nuestro cuerpo y
nuestras tierras. 19 ¿Vamos a perecer
ante ti nosotros y nuestras tierras?
Cómpranos y compra nuestras tie¬
rras por pan; seremos nosotros y
nuestras tierras esclavos del Faraón;
y danos para sembrar, para que po¬
damos vivir, y no muramos y no se
queden yermas nuestras tierras.»
20 José adquirió para el Faraón todas
las tierras de Egipto, pues los egip¬
cios, obligados por el hambre, ven¬
dieron cada uno su campo, y la tierra
vino a ser propiedad del Faraón, 21 y
sometió a la servidumbre del Faraón
tierras y pueblos, desde el uno al
otro extremo de la tierra de Egipto.
22 Sólo dejó de comprar las tierras a
los sacerdotes, porque éstos recibían
del Faraón una porción, y no tuvie¬
ron que vender sus tierras. 23 Y dijo
José al pueblo: «Hoy os he comprado
para el Faraón, a vosotros y a vues¬
tras tierras. Ahi tenéis para sem¬
brar; sembrad vuestras tierras. 24 AI
tiempo de la recolección daréis el
quinto al Faraón, y las otras cuatro
partes serán para vosotros, para senl-
brar y para manteneros vosotros, los
de vuestra casa y vuestras familias.»
25 Ellos le dijeron: «Nos das la vida.
Que hallemos gracia a los ojos de
nuestro señor, y seremos siervos del
Faraón.» 26 Dió José una ley, que to¬
davía hoy subsiste, por la cual perte¬
nece al Faraón el quinto del producto
de las tierras de Egipto. Sólo las tierras
de los sacerdotes no son del Faraón.
27 Habitó Israel en la tierra de
Egipto, en la región de Gosen, y
á(>
GÉNESIS, 48, 49
adquirieron allí posesiones, creciendo
y multiplicándose grandemente. 28 Vi¬
vió Jacob en la tierra de Egipto die¬
cisiete años, siendo todos los días de
su vida ciento cuarenta y siete años.
29 Cuando los días de Israel se acer¬
caban a su fin, llamó a su hijo José
y le dijo: «Si he hallado gracia a tus
ojos, pon, te lo ruego, la mano bajo
mi muslo, y ten conmigo favor y
fidelidad. No me sepultes en Egipto.
30 Cuando me duerma con mis padres,
sácame de Egipto y sepúltame en sus
sepulturas.» José le respondió: «Haré
lo que me dices.» 31 «Júramelo», dijo
Jacob. José se lo juró, e Israel se
postró sobre la cabecera del lecho.
Bendice Jacob a los hijos de José.
48 1 Después de todo esto, vinieJ
ron a decir a José: «Mira que tu
padre está enfermo»; y cogió José
consigo a sus dos hijos, Manasés y
Efraím, 2 Anunciáronlo a Jacob, di-
ciéndole: «Mira que tu hijo José viene
a verte»; y haciendo un esfuerzo, se
sentó en el lecho. 3 Después dijo ai
José: «El Dios omnipotente se me
apareció en Luz, tierra de Canán,'
y me bendijo diciendo: 4 * «Yo te acre-l
centaré y te multiplicaré, y te haréj
un conjunto de pueblos, y daré esta
tierra a tu descendencia después de
ti, para que por siempre la posea.
5 Los dos hijos, que antes de mi ve¬
nida a ti a la tierra de Egipto te na¬
cieron en ella, serán hijos míos.
Efraím y Manasés serán hijos míos
como lo'son Rubén y Simeón; 6 pero
los que tú has engendrado después
de ellos serán tuyos, y bajo el nom¬
bre de sus hermanos serán llamados
a la herencia. 7 A mí, cuando volvía
de Padan Arán se me murió Raquel
en el camino en la tierra de Canán,
a distancia de un quibrai de EfrataJ
V allí la sepulté en el camino del
Efrata, que es Belén.»
8 Vió Israel a los hijos de José, y
preguntó: «¿Quiénes son éstos?* 8 José)
respondió a su padre; «Son mis hijosJ
los que me ha dado Dios aquí.»
«Hazlos que se acerquen, te ruego,!
para que yo los bendiga.» 10 Los ojos'
de Israel se habían oscurecido por la
edad, y no podía ya ver. José hizo
que se acercaran a él, y él los besó
y los abrazó, 11 diciendo a José: «Yo
no creí ver ya más tu rostro, y he
aquí que Dios me ha dejado verte a
ti y también til prole.» 12 José los
sacó de entre las rodillas de su padre
y postrándose ante él en tierra, 13 los
cogió, a Efraím a su derecha y a la
izquierda de Israel, y a Manasés a
su izquierda, y a la derecha de Israel,
y los hizo acercarse. 14 Israel extendió
su mano derecha y la puso sobre la
cabeza de Efraím, que era el menor,
y su izquierda sobre la cabeza de
Manasés. De intento lo hizo, pues
Manasés era el primogénito. 16 Ben¬
dijo a José, diciendo: «Que el Dios
en cuya presencia anduvieron mis
padres, Abraham e Isac, el Dios que
me ha sustentado desde que existo
hasta hoy, 18 que el ángel que me ha
librado de todo mal, bendiga a estos
niños. Que se llamen con mi nombre
y con el nombre de mi padre Abraham
e Isac, y se multipliquen grandemente
en medio de la tierra » 17 José, al
ver que su padre ponía su mano
derecha sobre la cabeza de Efraím,
se disgustó; y tomando la mano de
su padre de sobre la cabeza de Efraím,
para ponerla sobre la de Manasés,
18 le dijo: «No es así, padre mío, pues
el primogénito es éste; pon la mano
derecha sobre su cabeza.» 18 Pero su
padre rehusó, diciendo: «Lo sé, nijo
mío, lo sé; también él será un pueblo,
también él será grande; pero su her¬
mano menor será más grande que él,
y su descendencia vendrá a ser más
muchedumbre de pueblos.» 20 Los
bendijo, pues, Israel aquel día, di¬
ciendo: «Por ti bendecirán a Israel,
diciendo: hágate Dios como a Efraím
y Manasés.» Y puso a Efraím antes
de Manasés.
21 Israel dijo a José: «Yo voy a
morir, pero Dios estará con vosotros,
y os reconducirá a la tierra de nues¬
tros padres. 22 Te doy a ti, a más
de lo de tus hermanos, una parte que
yo tomé a los amorreos con mi espa¬
da y mi arco.»
Bendice Jacob a *us hijo* y uniere.
49 1 Jacob llamó a sus hijos, y
les dijo (1): «Reunios, que os voy
a anunciar lo que os sucederá a lo
último de los días.
(i) Las bendiciones de Jacob, más que a
las personas de sus hijos, miran a las tribus de
ellos descendientes. Tienen algún paralelo en
las bendiciones de Moisés. (Deut. 33.) El texto
ha sufrido mucho y es de muy dudosa y difícil
interpretación. Aun teniendo que recurrir a
veces a la conjetura para su restitución, damos
lo que más probable nos parece.
_ GÉNESIS, 49
2 Reunios y escuchad, hijos de
Jacob,
Escuchad a Israel, vuestro padre.
3 Rubén, tú eres mi primogénito,
Mi fuerza y el fruto de mi primer
vigor,
Cumbre de dignidad y cumbre de
fuerza.
4 Herviste como el agua. No ten¬
drás la primacía, porque subiste al
lecho de tu padre.
Cometiste entonces una profana¬
ción: Subió a mi lecho.
6 Simeón y Leví son hienas. Ins¬
trumentos de violencia son sus es¬
padas.
6 No entre mi alma en sus desig¬
nios, y no se una a ellos mi apro¬
bación,
Porque en su furor degollaron hom¬
bres y caprichosamente desjarretaron
toros.
7 Maldita sü cólera, por violenta,
Maldito por cruel, su furor.
Yo los dividiré en Jacob y los dis¬
persaré en Israel.
8 Tú eres en verdad Judá; te ala¬
barán tus hermanos,
Y tu mano pesará sobre la cerviz
de tus enemigos.
Postraránse ante ti los hijos de
tu padre.
9 Cachorro de león, Judá, de la
presa subes, hijo mío;
Posando, te agachas como león,
como leona.
¿Quien le hostigará para que se
levante?
10 No faltará de Judá el cetro,
Ni de entre sus pies el báculo,
Hasta que venga aquél cuyo es.
Y a él darán obediencia los pueblos.
11 Atará a la vid su pollino,
A la vid generosa el hijo de la
, asna;
Lavará en vino sus vestidos,
Y en la sangre de las uvas su ropa.
12 Brillan por el vino sus ojos,
Y de la leche blanquean sus dien¬
tes.
13 Zabulón habitará la costa del
mar,
La costa de las naves,
Y tendrá su flanco junto a Sidón.
14 Isacar es un robusto asno,
Que descansa en sus establos.
16 Vió que su lugar de reposo era
bueno,
Y que era deleitosa la tierra,
Y prestó sus lomos a la carga,
Y hubo de servir como tributario.
16 Dan juzgará a su pueblo,
Como tribu de Israel.
17 Es Dan como serpiente en el ca¬
mino,
Como víbora en el sendero ;
Que mordiendo los talones al ca¬
ballo,
Hace caer hacia atrás al caballero.
18 Tu salvación espero, |oh Yavel
19 Cad: Salteadores le asaltan,
Y él les pica los talones.
20 Aser: Su pan es suculento,
Hará las delicias de los reyes.
21 Neftalí es un terebinto, que echa
muchas ramas,
Ramas altas y espléndidas.
22 José es un novillo hacia la fuente,
A la fuente se encamina,
23 Los arqueros le hostigan,
Los tiradores de saetas le atacan,
24 Pero la cuerda de su arco se
rompe,
Y su poderoso brazo se encoge,
Por el poderío del fuerte de Jacob,
Por el nombre del pastor de Is¬
rael.
25 En el Dios de tu padre hallarás
tu socorro,
En El-Sadai, que te bendecirá
Con bendiciones del cielo arriba,
Bendiciones del abismo abajo,
Bendiciones del seno y de la ma¬
triz;
26 Las bendiciones de tu padre y
de tu madre,
Sobrepasan a las bendiciones de
mis progenitores.
Suben por encima de los eternos
collados.
Que caigan sobre la cabeza de
José,
Sobre la frente del príncipe de sus
hermanos,
27 Benjamín es lobo rapaz,
Que a la mañana devora la presa,
Y a la tarde reparte los despo¬
jos.»
28 Todas éstas son las tribus de
Israel, doce, y esto es lo que les
habló su padre, bendiciéndolos a cada
uno con una bendición. 29 Después les
mandó: «Yo voy a reunirme con mi
pueblo; sepultadme con mis padres
en la caverna que está en el campo
de Efrón, el geteo, 30 en la caverna
del campo de Macpela, frente a Ham¬
bre, que es la caverna que compró
Abraham a Efrón, el geteo, con su
campo, para tener sepultura de su
propiedad. 31 Allí están sepultados
Abraham y Sara, su mujer, Isac y
Rebeca, su mujer, y allí sepulté yo
a Lia. 32 El campo y la caverna que
58
GÉNESIS, 50
en él hay fueron comprados a los
hijos de Get.» 33 Y cuando acabó
Jacob de dar estas órdenes a sus
hijos, jxmtó sus pies en el lecho, y
expiró, yendo a reunirse con su
pueblo.
Sepultura de Jacob.
1 Cayó José sobre el rostro de
• su padre, y lloró sobre él y le
besó. 2 Mandó José a los médicos
que tenía a su servicio embalsamar
a su padre, y los médicos embalsa¬
maron a Israel, 3 empleando en ello
cuarenta días., ya que éste es el
tiempo que se emplea para embal¬
samar. Los egipcios hicieron duelo
por él durante sesenta días.
4 Pasados los días del duelo, habló
José a las gentes de la casa del
Faraón, diciéndoles: «Si he hallado
gracia a vuestros ojos, haced llegar
esto, os lo ruego, a oídos del Faraón:
5 Mi padre me hizo jurar, diciendo:
«Voy a morir; sepúltame en la sepul¬
tura que yo he hecho para mí en la
tierra de Canán. Que me permita,
pues, subir a sepultar a mi padre,
y volveré.» 6 Y le contestó el Faraón:
'«Sube y sepulta a tu padre, según tu
juramento.» 7 Subió, pues, José a
sepultar a su padre; y subieron con
él todos los servidores del Faraón,
los ancianos de su casa y los ancianos
de Egipto, 8 toda la casa de José,
sus hermanos, y la casa de su padre,
no dejando cii la tierra de Gosen
más que a los niños, las ovejas y los
bueyes. 9 José llevaba también con¬
sigo carros y caballeros, así que el
cortejo era muy grande. 10 Llegados
a la era de Atod, que está al otro
lado del Jordán, hicieron allí muy
grande llanto, e hizo José un duelo
de siete días por su padre. 11 Los
moradores de la tierra, los cananeos,
al ver este duelo en la era de Atod,
se dijeron: «Gran duelo éste de los
egipcios»; por eso se dió el nombre
de Abel Misraim a este lugar, que
está al lado de allá del Jordán. 12 Los
hijos de Jacob hicieron con su padre lo
que el había mandado, 13 llevándole n
la tierra de Canán, y sepultándole en
la caverna del campo de Maepela, que
había comprado Abraham con el cam¬
po de Efrón, el gcteo, para tener sepul¬
tura de su propiedad, frente a Mambre.
14 Después de haber sepultado a
su padre, José se volvió a Egipto
con sus hermanos y cuantos habían
subido con él para sepultar a su
padre.
15 Cuando los hermanos de José
\ieron que había muerto su padre,
se dijeron: «¿Si nos guardará rencor
José, y nos devolverá todo el mal que
le hemos hecho?» 16 Y dijeron a José:
«Tu padre, antes de morir, nos mandó
que te dijéramos: 17 Perdona el cri¬
men de tus hermanos y su pecado,
pues ciertamente te han hecho mucho
mal; pero, por favor, te ruego, per¬
dona ya el crimen de los servidores
del Dios de tu padre.» José lloró al
oírlos. 18 Sus hermanos vinieron a
prosternarse ante él, v le dijeron:
«Somos tus siervos.» 19 El les dijo:
«No temáis. ¿Estoy yo acaso en el
lugar de Dios? 20 Vosotros creíais
hacerme mal, pero Dios ha hecho de
él un bien, cumpliendo lo que hoy
sucede, de poder conservar la vida
de un pueblo numeroso. 21 No temáis,
pues; yo seguiré manteniéndoos a
vosotros y a vuestros niños.» Así los
consoló, hablándoles al corazón. 22 Ha¬
bitó José en Egipto, él y la casa de
su padre. 23 Vivió ciento diez años,
y vió a los hijos de Efraím hasta la
tercera generación; también recibió
sobre sus rodillas, al nacer, hijos de
Maquir, hijo de Manasés.
Muerte de José.
24 José dijo a sus hermanos: «Voy
a morir, pero Dios ciertamente os
visitará y os hará subir de esta tierra,
a la tierra que juró a Abraham, Isac
y Jacob.» 28 Hizo jurar José a los
hijos de Israel, diciéndoles: «Cierta¬
mente os visitará Dios, y entonces
llevad de aquí mis huesos.» 26 Murió
José cu Egipto r los ciento diez años,
y fue embalsamado y puesto en un
ataúd de Egipto.
ÉXODO
EXODO
Dura servidumbre de Israel en
Egipto.
| 1 Estos son, pues, los nombres
I de los hijos de Israel, que vinie¬
ron a Egipto con Jacob, cada uno
con su casa. 2 Rubén, Simeón, Leví
y Judá; 3 Isacar, Zabulón y Benja¬
mín; 4 Dan y Neftalí; Gad y Aser.
5 Eran todas las almas salidas del
muslo de Jacob, setenta y dos. José
estaba en Egipto. 6 Murió José, y
murieron sus hermanos y toda aquella
generación. 7 Los hijos de Israel
habían crecido y se habían multi¬
plicado, llegando a ser muchos en
número y muy poderosos, y llenaban
aquella tierra. 8 Alzóse en Egipta un
rey nuevo, que no sabía de José, y
dijo a su pueblo: 9 «Los hijos de Is¬
rael forman un pueblo más numeroso
y más poderoso que nosotros. 10 Te¬
nemos que obrar astutamente con él,
para impedir que siga creciendo y
que, si sobreviene una guerra, se
una contra nosotros a nuestros ene¬
migos y logre salir de esta tierra.»
II Pusieron, pues, sobre ellos capata¬
ces, para que los oprimiesen con one* 1
rosos trabajos en la edificación de
Pitom y Rameses, ciudades almace¬
nes del Faraón. 12 Pero cuanto más
se les oprimía, tanto más crecían y
se multiplicaban, y llegaron a detes¬
tar mucho a los hijos de Israel.
13 Sometieron los egipcios a los hijos
de Israel a cruel servidumbre, 14 ha¬
ciéndoles amarga la vida con rudos
trabajos de mortero, de ladrillos y
del campo, obligándolos cruelmente
a hacer cuanto les exigían. 15 Ordenó
el rey de Egipto a las parteras de
los hebreos, de las cuales una se
llamaba Sifra y la otra Fuá, dicién-
doles: 16 «Cuando asistáis al parto
a las hebreas, y al lavar la criatura
veáis que es niño, le matáis; si es
niña, que viva.» 17 Pero las parteras
eran temerosas de Dios y no hacían
lo que les había mandado el rey do
Egipto, sino que dejaban con vida a
los niños. 18 El rey de Egipto las
mandó llamar y les dijo: «¿Por qué
habéis hecho eso de dejar con vida
a los niños?» 19 Y le dijeron las par¬
teras al Faraón: «Es que no son las
hebreas como las mujeres egipcias.
Son más robustas, y antes que llegue
62
ÉXODO, 2, 3
la partera ya han parido.» 20 Y favo¬
reció Dios a las parteras, y el pueblo
seguía creciendo y multiplicándose.
21 Por haber temido a Dios las par¬
teras, prosperó él sus casas. 22 Mandó,
pues, el Faraón a todo su pueblo
que fueran arrojados al río cuantos
niños nacieran a los hebreos, preser¬
vando sólo a las niñas.
Nacimiento de Moisés.
O 1 Habiendo tomado un hombre
de la casa de Leví una mujer de
su'linaje, 2 concibió ésta y parió un
hijo, y viéndole muy hermoso, le
tuvo oculto durante tres meses. 3 No
pudiendo tenerle ya escondido más
tiempo, cogió una eestilla de papiro,
la calafateó eon betún y pez, y po¬
niendo en ella al niño, la dejó entre
las plantas de papiro de la ribera del
río. 4 La hermana del niño estaba
a poca distancia, para ver lo que
pasaba. 5 Bajó la hija del Faraón
a bañarse en el río, y sus doncellas
se pusieron a pasear por la ribera.
Vi ó la eestilla entre las plantas de
papiro, y mandó a una de sus don¬
cellas que la trajera. 6 Al abrirla, vió
al niño que lloraba, y compadecida
del niño dijo: «Es un hijo de los
hebreos.» 7 La hermana del niño dijo
entonces a la hija del Faraón: «¿Quie¬
res que vaya a buscarte entre las
mujeres de los hebreos una nodriza,
para que críe al niño?» 8 «Ve», le
dijo la bija del Faraón, y la joven
fué a llamar a la madre del niño.
9 La hija del Faraón le dijo: «Toma
este niño, críamelo, y yo te daré
tu merced.» La mujer tomó al niño
y le crió. 10 Cuando fué grandecito,
se lo llevó a la hija del Faraón y
fué para ella como uno de sus hijos.
Dióle el nombre de Moisés; pues se
dijo: «De las aguas le saqué.»
11 Cuando ya fué grande Moisés,
salía a ver a sus hermanos, siendo
testigo de la opresión en que estaban;
y un día vió cómo un egipcio mal¬
trataba a uno de sus hermanos, a un
hebreo; 12 miró a uno y otro lado,
y no viendo a nadie, mató al egipcio
y le enterró en la arena. 13 Salió
también al día siguiente, y vió a
dos hebreos riñendo, y dijo al agre¬
sor: «¿Por qué maltratas a tn próji¬
mo?, 14 y éste le respondió: «¿Y quién
te ha puesto a ti como jefe y juez
entre nosotros? ¿Es que quieres ma¬
tarme, como mataste al egipcio?»
Moisés se atemorizó, y se dijo: «Es
que la cosa se sabe.»
Iluida de Moisés a Madián.
15 El Faraón supo lo que había pa¬
sado, y buscaba a Moisés para darle
muerte; pero éste huyó del Faraón
y se refugió en la tierra de Madián.
16 Estando sentado junto a un pozo
siete hijas que tenía el "sacerdote de
Madián vinieron a sacar agua y llenar
los canales, para abrevar el ganado
de su padre. 17 Llegaron unos pas¬
tores y Jas echaron de allí, pero
Moisés se levantó, salió en defensa
de las jóvenes, y abrevó su ganado.
18 De vuelta ellas a la casa de Ragueh
su padre, les preguntó éste: «¿Cómo
venís hoy tan pronto?» 19 Ellas res¬
pondieron: «Es que un egipcio nos
ha librado de la mano de los pas¬
tores, y aun él mismo se puso a sacal¬
agua y abrevó nuestro ganado.»
20 Dijo él a sus hijas: «¿Y dónde esté?
¿Por qué habéis dejado allí a esc
hombre? Id a llamarle, para que
coma algo.» 21 Moisés accedió a que¬
darse en casa de aquel hombre, que
le dió por mujer a su hija Séfora.
22 Séfora parió un hijo a quien llamo
él Gersam; pues dijo: «Extranjero
soy en tierra extranjera.»
23 Pasado mucho tiempo, murió el
rey de Egipto, y los hijos de Israel
seguían gimiendo bajo dura servi¬
dumbre, y clamaron. Sus gritos, arran¬
cados por la servidumbre, subieron
hasta Dios. 24 lMos oyó sus gemidos,
y se acordó de su alianza eon Abraham,
Isae y Jacob. 25 Miró Dios a los
hijos de Israel, y atendió.
La visión de la zarza que ardía
t»iii eoiibuiiiirjsc.
3 1 Apacentaba Moisés el ganado
de Jetro, su suegro, sacerdote de
Madián. Llevólo más allá del de¬
sierto; y llegado al monte de Dios,
Horeb, 2 se le apareció el ángel de
Yave en llama de fuego, de en medio
de una zarza. Veía Mo.sés que la
zarza ardía y no se consumía, 3 y se
dijo: «Voy a ver qué gran visión es
ésta, y por qué no se consume la
zarza.» 4 Vió Yave que se acercaba
para mirar, y 6 Dios le llamó de
en medio de la zarza: «jMoisésl» El
ÉXODO, 4
03
respondió: «Heme aquí.» Dios le dijo:
«No te acerques. Quita las sandalias
de tus pies, que el lugar en que estás
es tierra santa»; 6 y añadió: «Yo soy
el Dios de Abraham, el Dios de Isac,
el Dios de Jacob.» Moisés se cubrió
el rostro, pues temía mirar a Dios.
7 Ya ve le dijo: «He oído los gritos
que le arranca su opresión, y conozco
sus dolores. 8 He bajado para librarle
de las manos de los egipcios y subirle
de esa tierra a una tierra fértil y
espaciosa, una tierra que mana leche
y miel, la tierra que habitan cananeos,
geteos, amorreos, fereccos, jeveos y
jebuseos. 9 El clamor de los hijos de
Israel ha llegado ya hasta mí, y he
visto la opresión que sobre ellos hacen
pesar los egipcios. 10 Ve, pues; yo te en¬
vío al Faraón, para que saques a mi
pueblo, a los hijos de Israel, de Egipto.»
11 Moisés dijo a Dios: «¿Y quién
soy yo para ir al Faraón y sacar de
Egipto a los hijos de Israel?» 12 Dios
le dijo: «Yo estaré contigo; y para
señal de que soy yo quien te envía,
cuando hayas sacado de Egipto al
pueblo, sacrificaréis a Dios sobre esté
mismo monte.» 13 Mo'sés dijo a
Dios: «Pero, si voy a los hijos de
Israel y les digo: ef Dios de vuestros
padres me envía a vosotros, y me
preguntan cuál es su nombre, ¿qué
voy a responderles?» 14 Y Dios dijo
a Moisés: «Yo soy el que soy. Así
responderás a los hijos de Israel: El
que es, Yave, me manda a vosotros.»
15 Y prosiguió: «Esto dirás a los hijos
de Israel: Yave, Dios de vuestros
padres, el Dios de Abraham, de Isac
y de Jacob, me manda a vosotros.
Este es para siempre mi nombre;
éste mi nombre, de generación en
generación. 16 Ve, reúne a los ancia¬
nos de Israel, y diles: Yave. Dios de
vuestros padres, el Dios de Abraham,
de Isac y de Jacob, se me ha apa¬
recido y me ha encomendado que os
diga: Os he visitado, y he visto lo
que hacéis en Egipto, 17 y he dicho:
Yo os sacaré de la opresión de los
egipcios, y os subiré a la tierra de
los cananeos, de los geteos, de los
amorreos, de los fereceos. de los
jeveós y de los jebuseos,' a una tierra
que mana leche y miel. 18 Ellos te
escucharán, y tú, con los ancianos
de Israel, irás al rey de Egipto, y
le diréis: Yave, Dios de los hebreos,
nos llama. Deja, pues, que vayamos
camino de tres días por el desierto,
para sacrificar a Yave, nuestro Dios.
19 Bien sé yo que el rey de Egipto no
os permitirá ir, sino en mano pode¬
rosa. 20 Pero yo tenderé la mía, y
castigaré a Egipto con toda suerte
de prodigios, que obraré en medio
de ellos; y después os dejará salir.
21 Yo haré que halle el pueblo gracia
a los ojos de los egipcios; y cuando
salgáis, no saldréis con las manos
vacías, 22 sino que cada mujer pedirá
a su vecina y a la que vive en su casa
objetos de plata, objetos de oro y
vestidos, que pondréis vosotros a
vuestros hijos y a vuestras hijas, y
os llevaréis los despojos de Egipto.»
I 1 Moisés respondió: «No me van
4 a creer, no me van a escuchar;
me dirán que no se me ha aparecido
Yave.» 2 Yave le dijo: «¿Qué es lo
que tienes en la mano?» El respon¬
dió: «Un cayado.» 3 «Tíralo a tierra»,
le dijo Yave. El lo tiró, y el cayado
se convirtió en serpiente, y Moisés
corrió de ella. 4 Yave dijo a Moisés:
Extiende la mano, y cógela por la
cola.» Moisés tendió la mano y la
cogió, y la serpiente volvió a ser
cayado en su mano. 5 «Para que crean
que se te ha aparecido Yave, el
Dios de sus padres, el Dios de Abraham,
Isac y de Jacob.»
6 Díjole además Yave: «Mete tu
mano en tn seno.» Metióla él, y
cuando la sacó estaba cubierta de
lepra, como la nieve. 7 Yave le dijo:
«Vuelve a meterla.» El volvió a me¬
terla, y cuando después la sacó
estaba la mano como toda su carne.
8 «Si no te creen a la primera señal,
te creerán a la segunda; 9 y si ni aun
a esta segunda creyeran, coges agua
del río, y la derramas en el suelo,
y el agua que cojas se volverá en el
suelo sangre.» 10 Moisés dijo a Yave:
«Pero, Señor, yo no. soy hombre de
palabra fácil, y esto no es ya de ayer
ni de anteayer, y aun ahora, que
te estoy hablando, se me traba la len¬
gua.» 11 Yave le respondió: «Y ¿quién
ha dado al hombre la boca, y quién
hace al sordo y _al mudo, al que ve
y al ciego? ¿No soy por ventura yo,
Yave? 12 Ve, pues, yo estaré en tu
boca y te enseñaré lo que has de
decir.» 13 Moisés Replicó: «jAh, Señor!,
manda tu mensaje, te lo pido, por
mano del que debas enviar.» 14 En¬
cendióse entonces en cólera Yave
contra Moisés, y le dijo: «¿No tienes
a tu hermano Arón, el levita? El es
de fácil palabra. Al encuentro te
ÉXODO. S
sale, y al verte se alegrará su corazón, lo que Yave le había dicho, al enco-
16 Háblale a él, y pon en su boca ¡mendarle la misión, y todos los pro
las palabras, y yo estaré en tu boca Idigios que le había mandado hacer,
y en la suya, y os mostraré lo que 29 Prosiguieron Moisés y Arón su
habéis de hacer. 16 El hablará por camino; y llegados, reunieron a los
ti al pueblo y te servirá de boca, y tú ancianos de Israel. 80 Arón refirió todo
le servirás a él de Dios. 17 El cayado ¡lo que Dios había dicho a Moisés,
que tienes en la mano, llévalo, y con y éste hizo los prodigios a los ojos
él harás las señales.» del pueblo. 81 El pueblo creyó, y al
ver que Yave había visitado a los
hijos de Israel y había atendido a
V.. clin <ir Moisós .. Egipto. su atlicción - postrándose, le adoraron.
18 Fuese Moisés, y de vuelta a casa
de su suegro, le dijo: «Hazme el
favor de dejarme partir, a ver a mis
hermanos de Egipto, si viven toda¬
vía.» .Tetro dijo a Moisés: «Vete en
paz.» 19 En tierra de Madián dijo
Yave a Moisés: «Ve, retorna a
Egipto, pues han muerto ya los que
buscaban tu vida.» 20 Tomó, pues,
Moisés a su mujer y a su hijo, y
montándolos sobre un asno, volvió
a Egipto, llevando en sus manos el
cayado de Dios. 21 Yave le dijo: «Al
partir para volver a Egipto, ten cuenta
de hacer delante del Faraón los pro¬
digios que yo he puesto en tu mano.
Yo endureceré su corazón (1), y
no dejará salir al pueblo; 22 pero tíi
le dirás: Así habla Yave: Israel es
mi hijo, mi primogénito. 23 Yo te
mando que dejes a mi hijo ir a ser¬
virme, y si te niegas a dejarle ir,
yo mataré a tu hijo, a tu primogé¬
nito.» 24 Por el camino, en un lugar
donde pasaba la noche, salióle Yave
al encuentro, y quería matarle; 25 pero
Sófora, cogiendo en seguida un cuchi¬
llo de piedra, circuncidó a su hijo,
y arrojó el prepucio a sus pies, di¬
ciendo: «Eres para mí esposo de
sangre», 26 y le dejó, diciendo lo de
esposo de sangre por la circuncisión
de su hijo.
27 Yave dijo a Arón: «Ve al de¬
sierto, al encuentro de Moisés.» Par¬
tió Arón, y encontrándose con su her¬
mano en el monte de Dios, le besó.
28 Moisés dió a conocer a Arón todo
(i) En la lucha tenaz entablada entre
Moisés y el Faraón, defendiendo éste los inte¬
reses políticos de su pueblo contra la orden
dada a Moisés por un Dios que él desconocía,
muéstrase el Faraón cada vez más recalci¬
trante, más endurecido de corazón; y este
endurecimiento, previsto por Dios y ordenado
por El para hacer muestra de su poder y de su
especial providencia para con Israel, es lo que
expresa la Escritura con la frase «endureció Dios
el corazón del Faraón* y otras semejantes.
Moisés y Arón dolante del Faraón.
5 1 Presentáronse Moisés y Arón
al Faraón, y le dijeron: «He aquí
lo que dice Yave, Dios de Israel:
deja ir a mi pueblo para que me
ofrezca sacrificios en el desierto.»
2 Pero el Faraón respondió: «¿Y
quién es Yave, para que yo le obe¬
dezca, dejando ir a Israel? No co-
jnozco a Yave, y no dejaré ir a Israel.»
3 Ellos le dijeron: «El Dios de los
hebreos nos llama. Deja, pues, que
vayamos al desierto, tres jornadas
tdc camino, y ofrezcamos sacrificios
a Yave, para que no venga sobre
nosotros peste ni espada.» 4 Pero el
rey de Egipto les dijo: «¿Por qué
vosotros, Moisés V Arón, distraéis
al pueblo de sus trahajos? Idos al
trabajo que os hayan impuesto.» 6 Y
se dijo: «Ese pueblo es ya más nume¬
roso que el de la región; ¿qué será
si se le deja holgar, relevándole de
sus trabajos forzados?»
I.» servidumbre de Israel se agra¬
va cada vez infis.
6 Aquel mismo día dió el Faraón a
los capataces de pueblo y a los escri¬
bas la orden 7 de no facilitar como
hasta entonces al pueblo la paja
para hacer los ladrillos, sino que
fueran ellos a buscarla y recogerla.
8 «Pero exigidles la misma cantidad
de ladrillos que antes, sin quitar
ni uno, 9 pues huelgan, y por eso
gritan: «Tenemos que ir a sacrificar
a nuestro Dios. Cargadlos de tra¬
bajo, que estén ocupados, y no den
oídos a embustes.» 10 Fueron, pues,
los capataces y los escribas, y dije¬
ron al pueblo:' «Oíd lo que dice el
Faraón: «No os daré en adelante la
paja; 11 id vosotros mismos a cogerla
donde podáis, pero no se os dismi-
ÉXODO, 6
65
nuirá nada de la larca impuesta.»
12 El pueblo se dispersó por toda la
tierra de Egipto, en busca de cañas
secas de cereales con que hacer la
paja. 33 Los capataces los apremia¬
ban: «Acabad la tarea impuesta para
cada día, como cuando se os daba la
paja.» 14 Fueron castigados los escri¬
bas de los hijos de Tsrael, que los
exactores habían puesto sobre ellos,
diciéndoles éstos: «¿Por qué ni ante¬
ayer, ni ayer, ni hoy, habéis com¬
pletado la tarea de ladrillos como
antes?» 15 Fueron a quejarse al Faraón,
diciendo: «¿Cómo haces así con tus
siervos? 16 A tus siervos no se les
da la paja y se nos dice: haced
los mismos ladrillos; y azotan a tus
siervos, siendo el pueblo el que falta.»
17 El Faraón respondió: «Es que hol¬
gáis, holgáis, y por eso decís: «Que¬
remos ir a sacrificar a Yave. 18 Id,
pues, a trabajar; no se os dará la
paja, y habéis de hacer la misma
cantidad de ladrillos.» 19 Los escribas
de los hijos de Israel viéronse angus¬
tiados por decírseles que no se les
disminuiría en nada la cantidad de
ladrillos, y que habían de hacer cada
día la misma tarea. 20 Encontráronse
con Moisés y Arón, que estaban
esperando a que saliesen de la casa
del Faraón, 21 y les dijeron: «Que
vea Yave y juzgue, pues vosotros
habéis sido causa de que el Faraón
no nos pueda ver, y halléis puesLo la es¬
pada en sus manos para que nos mate.»
Promesa de liberación.
22 Entonces Moisés se volvió a
Yave, diciendo: «Señor, ¿por qué
has castigado a este pueblo? ¿Para
qué me lias enviado? 23 Desde que
fui al Faraón para hablarle en tu
nombre, maltrata al pueblo, y tú
no haces nada por librar a tu pueblo.»
/i 1 Yave dijo a Moisés: «Pronto
^ verás lo que yo voy a hacer al
Faraón. En mano fuerte los dejará
ir, en mano fuerte los echará él mismo
de su tierra.» 3 Dios habló a Moisés
y le dijo: «Yo soy 7 Yave. Yo me mostré
a Abraham, a Isac y a Jacob como
El-Sadai, pero no les di a conocer
mi nombre de Yave. 4 No sólo hice
con ellos mi alianza de darles la
tierra de Canán, la tierra de sus pere¬
grinaciones, donde hahitaron como
extranjeros, 5 sino que ahora he
escuchado los gemidos de los hijos
de Israel, que tienen los egipcios
en servidumbre, y me he acordado
de mi alianza. 6 Di, por tanto, a los
hijos de Israel: «Yo soy Yave, y r o os
libertaré de los trabajos forzados de
los egipcios, os libraré de su servi¬
dumbre, y os salvaré a brazo ten¬
dido y por grandes juicios. 7 Yo os
haré mi pueblo, y seré vuestro Dios,
y sabréis que yo soy Yave, vuestro
Dios, que os librará dé la servidum¬
bre egipcia, 8 y r os introducirá en la
tierra que juré dar a Abiaham, a Isac
y a Jacob, y os la daré en posesión.
Yo, Yave.» 9 Así habló Moisés a
los hijos de Tsrael, pero ellos no le
escucharon, por lo angustioso de su
dura servidumbre.
10 Habló Yave a Moisés, y le dijo:
11 «Ve a hablar a Faraón, rey de
Egipto, para que deje salir a los
hijos de Israel fuera de su tierra.»
12 Moisés le respondió: «Los hijos de
Israel no me escuchan; ¿cómo va a
escucharme el Faraón a mí, que soy
de labio incircunciso?» 13 Yave habló
a Moisés y a Arón, y 7 les dió órdenes
para los hijos de Israel y para el
Faraón, rey de Egipto, con el fin
de sacar de Egipto a los hijos de Israel.
Genealogía de Moisés y Arón.
14 Estas son las cahezas de sus
linajes: Hijos de Rubén, primogé¬
nito de Israel: Janoc, Falu, Jesrón
y Carmi; estos son los linajes de Rubén.
15 Hijos de Simeón: Jamuel, Jasmin
Oad, Jaguin, Sojar y Saúl, hijo de la
cananca: estos son los linajes de Simeón.
16 He aquí los nombres de los hijos
de Leví, con sus linajes: Gersón, Caat
y Merari. Los años de vida de Leví
fueron ciento treinta y siete años.
17 Hijos de Gersón, Lobni y 7 Semei,
con sus generaciones. 18 Hijos de
Caat: Amran, Jishar, Hehrón y Oriel.
Los años de Caat fueron ciento treinta
y tres años. 19 Hijos de Merari: Majli
y Musí. Estos son los linajes de los
ievitas, según sus familias.
20 Amram tomó por mujer a Joza-
hed, que le parió a Arón y Moisés.
Los años de vida de Amram fueron
ciento treinta y siete años. 21 Hijos
de Jishar: Core, Nefcg y Zicri. 22 Hi¬
jos de Oziel: Misael, Elisafán y 7 Pctri.
23 Arón tomó por mujer a Elisabet,
hija de Aminadab, hermana de Naj-
són, la cual parió a Nadab, Abiu,
Eleazar e ltamar.
24 Hijos de Core: Aser, Elcana y
5
G<;
ÉXODO, 7
Abiasat. Estas son las familias de
los coreitas.
25 Eleazar, hijo de Arón, tomó por
mujer a una hija de Futiel, que
parió a Fines. Estos son los jefes de
los linajes de los levitas, según sus
familias.
26 Estos son el Arón y el Moisés
a quienes dijo Yave: «Sacad de Egipto
a los hijos de Israel, según sus escua¬
dras./» 27 Estos son los que hablaron
al Faraón, rey de Egipto, para sacar
de Egipto a los hijos de Israel. Estos
son Moisés y Arón.
Moisés y los magos de Egipto.
28 Cuando habló Yave a Moisés
en tierra de Egipto, 29 dijo Dios a
Moisés: «Yo soy Yave: di al Faraón,
rey de Egipto,* cnanto yo te diga:
80 Y Moisés dijo a Yave: «Yo soy
de labios incircuncisos. ¿Cómo va a
escucharme el Faraón?»
n 1 Dijo Yave a Moisés: «Mira, te
4 he puesto como Dios para el Fa¬
raón, y Arón, tu hermano, será tu
profeta. Tú le dirás a él lo que yo
te diga a ti, y Arón, tu hermano,
será tu profeta. 2 * * * * * Tú dirás lo que yo
te diga a ti, y Arón, tu hermano,
se lo dirá al Faraón, para que deje
salir de Egipto a los hijos de Israel.
3 Yo endureceré el corazón del Fa¬
raón, y multiplicaré mis señales y
mis prodigios en la tierra de Egipto.
4 El Faraón no os escuchará, y yo
pondré mi mano sobre Egipto, y
sacaré de la tierra de Egipto a mis
ejércitos, a mi pueblo, a los hijos de
Israel, por grandes juicios. Los egip¬
cios sabrán que yo soy Yave, cuando
tienda yo mi mano sobre Egipto, y
saque de en medio de ellos a los
hijos de Israel.» * Moisés v Arón
hicieron lo que Yave les mandaba;
tal cual se lo mandó, así lo hicieron.
7 Tenía Moisés ochenta años, y
Arón ochenta y tres, cuando hablaron
al Faraón. 8 Yave dijo a Moisés y
Arón: 9 «Cuando el Faraón os diga:
Haced un prodigio, le dices a Arón:
Coge tu cayado, y échalo delante
del Faraón, y se convertirá en ser¬
piente.» 10 Moisés y Arón fueron al
Faraón e hicieron lo que Yave les
había mandado. Arón arrojó su ca¬
yado delante del Faraón y de sus
cortesanos, y el cavado se convirtió
en serpiente. 11 Hizo llamar también
el Faraón a sus sabios y encantado¬
res, los magos de Egipto, 12 y tam¬
bién ellos echaron cada uno su báculo,
que se convirtieron (l) en serpientes.
Pero el de Arón devoró a todos los
otros. 13 El corazón del Faraón se
endureció, y no escuchó a Moisés y
Arón, como" se lo había dicho Yave.
Primera plaga
14 Yave dijo a Moisés: «El corazón
del Faraón se ha endurecido y rehúsa
dejar salir al pueblo. 16 Ye a verle
mañana por la mañana. Saldrá para
ir a la orilla de las aguas; tú te estás
esperándole a la orilla de las aguas,
tomas en tu mano el cayado que se
convirtió en serpiente, 16 y le dices:
«Yave, Dios de los hebreos, me manda
a decirte: Deja ir a mi pueblo para
que me sirva en el desierto. Hasta
ahora no me has escuchado. 17 Pues
he aquí lo que dice Yave: Para que
sepas que yo soy Yave, voy a gol¬
pear con el cayado que tengo en la
mano las aguas del río, y se con¬
vertirán en sangre. 18 Los peces que
hay en el río morirán, el río se infec¬
tará, y los egipcios repugnarán beber
el agua del río» (2).
19 Yave dijo a Moisés: «Dile a tu
hermano Arón: Toma el cayado, y
tiende tu mano sobre las aguas de
Egipto, sobre sus ríos, sobre sus
canales, sobre sus estanques, y sobre
todas sus reuniones de aguas. Todas
se convertirán en sangre, y habrá
sangre en todo Egipto, lo mismo en
los vasos de madera que en los vasos
de piedra.» 20 Moisés y Arón hicie¬
ron lo que Yave les había mandado,
V Arón, levantando el cayado, golpeó
ias aguas del río a la vista del Faraón
V de todos sus servidores, y toda el
agua del río se volvió sangre. 21 Los
peces que había en el río murieron,
el río se infiecionó, los egipcios no
podían beber el agua, y hubo en vez
de ella sangre en toda la tierra de
Egipto. 22 Pero los magos de Egipto
hicieron otro tanto con sus eneanta-
(1) Esto de hacer los sabios y encantadores
egipcios cosas semejantes a las hechas milagro¬
samente por Moisés parece debe tomarse como
efectos de prestiJigitación, en que los egip¬
cios ya de anriguo y aun ahora son famosos.
(2) Las plagas, si exceptuamos la última,
la muerte de todos los primogénitos, responden
a las calamidades que Egipto padece muy de
ordinario. Lo milagroso de ellas es el modo
de producirlas Moisés y ^su extraordinaria
gravedad.
ÉXODO, 8
ü7
mientos, y el corazón del Faraón se
endureció, y no escuchó a Moisés y
Arón, como había dicho Yave. 23 El
Faraón se volvió, y entró en su pala¬
cio sin hacer caso. 24 Los egipcios
cavaron en las orillas del río, para
buscar agua potable, pues no podían
beber las del río.
Segunda plaga.
25 Pasaron siete días desde que
Yave había herido el río; 1 y
Yave dijo a Moisés: «Ve a ver al
Faraón, y dile: Deja salir a mi pueblo,
para que me sirva. 2 Si rehúsas dejarle
ir, voy a castigar con ranas a toda
tu tierra. 3 En el río bullirán ranas,
subirán, y penetrarán en tu casa,
en tu dormitorio y en tu lecho, en
las casas de todos tus servidores y
de todo tu pueblo, en los hornos y en
las artesas; 4 subirán las ranas'sobre
ti, sobre tus servidores y sobre todo
tu pueblo.»
5 Yave dijo a Moisés: «Dile a
Arón: extiende tu mano con el cayado
sobre los estanques, y haz subir ranas
sobre toda la tierra de Egipto.»
6 Arón extendió su mano sobre las
aguas de Egipto, y subieron las ranas,
y cubrieron toda la tierra de Egipto.
7 Pero los magos hicieron otro tanto
con sus encantamientos, haciendo
subir ranas sobre la tierra de Egipto.
8 El Faraón llamó a Moisés y
Arón: «Pedid a Yave que aleje de mí
y de mi pueblo las ranas, y dejaré
ir al pueblo a sacrificar a Yave.»
9 Moisés dijo al Faraón: «Dime cuándo
he de rogar por ti, por tus servidores
y por todo tu pueblo, para que aleje
Yave las ranas de ti y de tus casas,
y no queden más que en el río.»
10 «Mañana», respondió él. Moisés
le dijo: «Así será; y para que sepas
que no hay como Yave, nuestro Dios,
11 las ranas se alejarán de ti y de tus
casas, de tus servidores y de tu pue¬
blo. y no quedarán más que en el
río.» Salieron Moisés y Arón de la
casa del Faraón, y Moisés ro”ó a
Yave sobre lo que ele las ranas había
prometido al Faraón. 13 Hizo Yave
como le pedía Moisés, y murieron
las ranas en las casas, en los atrios y
en los campos. 14 Reuniéronlas en
montones, y se infestó la tierra.
1R Pero el Faraón, viendo que se le
daba respiro, endureció su corazón
y no escuchó a Moisés y Arón, como
Yave había dicho.
Tercera plaga.
18 Yave dijo a Moisés: r «Dile a
Arón: «Extiende tu cayado, y golpea
el polvo de la tierra, que se conver¬
tirá en mosquitos en toda la tierra
de Egipto.» 17 Hiciéronlo así: Arón
extendió su mano con el cayado y
golpeó el polvo de la tierra, y vinie¬
ron mosquitos sobre hombres y ani¬
males. l odo el polvo de la tierra se
convirtió en mosquitos en toda la
tierra de Egipto. 18 Los magos qui¬
sieron hacer otro tanto con sus encan¬
tamientos, pero no pudieron. Había
mosquitos sobre hombres y anima¬
les, 19 y los magos dijeron al Faraón:
«El dedo de Dios está aquí.» Pero
el Faraón se endureció, y como había
dicho Yave, no escuchó.
Cuarta plaga.
20 Yave dijo a Moisés: «Levántate
temprano, y preséntate al Faraón,
al tiempo que sale él para ir a la
ribera, y dile: «Así habla Y"ave: Deja
ir a mi pueblo, a que me sirva. 21 Si
no dejas ir a mi pueblo, voy a mandar
tábanos contra ti, contra tus servi¬
dores y contra tu pueblo, contra tus
casas, y se llenarán de ellos las casas
de los egipcios y la tierra que éstos
habitan; 22 pero distinguiré en ese
día el país de Cosen donde habita
mi pueblo, y allí no habrá tábanos,
para que sepas que yo soy Y r ave en
medio de la tierra. 23 Haré distin¬
ción entre mi pueblo y el tuyo.
Mañana será esta señal.» 24 Hizolo
así Y T ave, y vino una muchedumbre
de tábanos sobre la casa del Faraón
y las de sus servidores y sobre toda la
tierra de Egipto, y se corrompió
la tierra por los tábanos. 25 Llamó
el Faraón a Moisés y Alón,-y dijo:
«Id y sacrificad a vuestro Dios en
esta tierra.» 26 Pero Moisés respon¬
dió: «No puede ser así, pues para los
egipcios es abominación el sacrificio
que nosotros ofrecemos, y si a su
vista lo ofreciéramos, nos apedrea¬
rían. 27 Tenemos que ir por el desierto
tres días de camino, para sacrificar
a Yave, nuestro Dios, como él nos
diga.» 28 El Faraón contestó: «Yo os
dejaré que vayáis a sacrificar a Yave,
vuestro Dios, en el desierto; pero
no os vayáis más lejos y rogad por
mí.» 29 Moisés respondió: «En sa¬
liendo de tu casa, yo rogaré por t.
éxodo, y
t>8
a Yave, y mañana se alejarán los
tábanos del Faraón, de sus servi¬
dores y de su pueblo; pero que el
Faraón no nos engañe más, y per¬
mita al pueblo ir a sacrificar a Yave.»
30 Salió Moisés de casa del Faraón,
y rogó a Yave, 31 y Yave hizo.lo que
le pedía Moisés, y los tábanos se
alejaron del Faraón, de sus servido¬
res y del pueblo, sin quedar ni uno.
32 Pero el Faraón endureció su cora¬
zón también esta vez, y no dejó
salir al pueblo.
Quinta placja.
9 1 Yave dijo a Moisés: «Ve al
Faraón, y dile: «Así habla Yave,
Dios de los hebreos: deja ir a mi
pueblo a que me sirva. 2 Si rehúsas
dejarlos ir y todavía le retienes,
3 caerá la mano de Yave sobre los
ganados que están en tus campos;
sobre los caballos, sobre los asnos,
sobre los camellos, sobre los bueyes
y sobre las ovejas, una peste muy
mortífera. 4 Yave hará distinción
entre los ganados de Israel y los
ganados de los egipcios, y nada
perecerá de lo perteneciente a los
hijos de Israel.» 5 Yave fijó el mo¬
mento, diciendo: «Mañana hará esto
Yave en esta tierra » Hízolo así Yave
al día siguiente. Pereció todo el ga¬
nado de los egipcios, y no murió
un solo animal de los ganados de
los hijos de Israel. 7 El Faraón se
informó, y ni un animal de los ga¬
nados de los hijos de Israel había
muerto. Pero el corazón del Faraón
se endureció, y no dejó ir al pueblo.
Sexta plupa.
8 Yave dijo a Moisés y Arón:
«Coged un puñado de ceniza de un
horno, y que la tire Moisés hacia el
cielo, a la vista del Faraón, 9 para
que se convierta en un polvo fino
sobre toda la tierra de Egipto, y pro¬
duzca én toda la tierra de Egipto a
hombres y animales pústulas erup¬
tivas y tumores.» 10 Cogieron la
ecniza de un horno, y se presentaron
al Faraón. Moisés la tiró hacia el
ciclo, y se produjeron en hombres y
animaíes pústulas y tumores. 11 Los
magos no pudieron continuar en pre¬
sencia de Moisés, porque les salieron
tumores como a todos los egipcios.
12 Y Yave endureció el corazón del
Faraón, que no escuchó a Moisés y
Arón, como Yave se lo había dicho
a Moisés.
Séptima plana.
13 Dijo Yave a Moisés: «Leván¬
tate temprano, preséntate al Faraón,
y dile: «Así habla Yave, Dios de los
hebreos: Deja ir a mi pueblo a que
me sacrifique, 14 porque esta vez
voy a desencadenar todas mis plagas
contra ti, contra tus servidores y
contra tu pueblo, para que sepas que
no hay como yo en toda la tierra.
15 Si yo hubiera tendido mi mano
y te hubiera herido con la peste,
tú y tu pueblo habríais desaparecido
de la tierra; 16 pero te he dejado con
vida, para que por ti brille mi poder,
y mi nombre sea celebrado en toda
la tierra. 17 Te opones todavía como
un muro entre mí y mi pueblo para
no dejarle ir; 18 pues sabe que mañana
a esta hora yo haré llover una grani¬
zada tan fuerte, como no la hubo
jamás en Egipto, desde el día en que
se fundó hasta hoy. 19 Retira, pues,
tus ganados y cuanto tienes en el
campo; cuantos hombres y animales
haya en el campo, V si no se retiran
serán heridos por el granizo y mo¬
rirán.» 20 Aquellos de los servidores
del Faraón que temieron la palabra
de Ya Ve, mandaron retirar a su
casa siervos y ganados; 21 pero los
que no atendieron la palabra de
Yave, dejaron a sus siervos y a sus
ganados en el campo.
22 Yave dijo a Moisés: «Tiende tu
mano, para que caiga el granizo en
toda la tierra de Egipto sobre hom¬
bres y animales y sobre todas las
verduras del campo.» 23 Moisés ten¬
dió su cayado hacia el cielo, y Yave
mandó truenos y granizo, y el fuego
se precipitó sobre la tierra. 24 Yave
hizo llover granizo sobre la tierra
de Egipto, y mezclado con el gra¬
nizo cayó fuego; y tan fuerte era el
granizo, que no lo hubo semejante
en toda la tierra de Egipto, desde
que comenzó a ser un pueblo. 25 El
granizo hirió en toda la tierra de
Egipto cuanto había en los campos,
hombres y animales. Machacó tam
bien todas las hierbas del campo, \
ÉXODO, 10
ÜV»
destrozó todos los árboles del campo.
26 Sólo en la tierra de Cosen, donde
habitaban los hijos de Israel, no
cayó granizo. 27 El Faraón mandó
llamar a Moisés y Arón, y les dijo:
«Esta vez he pecado. Yave es justo,
y yo y mi pueblo, impíos. 28 Rogad
a Yave para que cesen los truenos de
Dios y el granizo, y os dejaré ir, y
no quedaréis más aquí.» 29 Moisés
dijo: «Cuando haya salido de la ciu¬
dad, alzaré mis manos a Yave, y
cesarán los truenos, y dejará de
granizar, para que sepas que de Yave
es la tierra, 30 aunque sé que ni tú
ni tus servidores teméis, todavía a
Yave, Dios.» 31 El lino y la cebada
habían sido destrozados, pues la
cebada estaba todavía en espiga y
el lino en flor, 32 pero el trigo y
la escanda no, por ser tardíos. 33 Moi¬
sés dejó al Faraón, y salió de la
ciudad; alzó sus manos a Yave, y
cesaron los truenos y el granizo, y
dejó de llover sobre la tierra. 34 Vien¬
do el Faraón que habían cesado la
lluvia, el granizo y los truenos, acre¬
centó su pecado, 35 y endureció su
corazón hasta el extremo, y no dejó
salir a los hijos de Israel, como le
mandaba Yave por boca de Moisés.
Octava plaga.
1ñ 1 Yave dijo a Moisés: «Ve al
Faraón, porque yo he agravado
su corazón y el de sus servidores, para
obrar en medio de todos las señales
que vas a ver, 2 para que cuentes a
tus hijos y a los hijos de tus hijos
cuán grandes cosas hice yo entre los
egipcios, y qué prodigios obré en
medio de ellos, y sepan que yo soy
Yave.» 3 Moisés y Arón fueron al
Faraón, y le dijeron: «Así habla Yave,
Dios de los hebreos: ¿Hasta cuándo
no querrás someterte a mí? Deja ir
a mi pueblo para que me sacrifique.
4 Si te resistes y no quieres dejarle,
mañana traeré sobre todo tu terri¬
torio la langosta, 5 que cubrirá toda
la tierra, sin que se vea nada de
ella: y devorará todo el resto sal¬
vado del granizo, royendo todos los
árboles que crecen en vuestros cam¬
pos. 6 Y llenarán tus casas y las
casas de tus servidores y de todos
los egipcios. Tanta como no la vieron
ni tus padres, ni tus abuelos, desde
que comenzaron a ser sobre la tierra
hasta hoy.» Moisés se retiró y salió
de la casa del Faraón.
7 Dijeron al Faraón sus servidores:
«¿Hasta cuándo vamos a padecer
este escándalo? Deja a esa gente que
vaya a sacrificar a Yave, su Dios.
¿Todavía no ves que va a perecer
Egipto?» 8 E hicieron venir a Moisés
y Arón ante el Faraón, que les dijo:
«Id y sacrificad a Yave, vuestro
Dios. ¿Quiénes sois los que habéis
de ir?» 9 Dijo Moisés: «Hemos de ir
todos, con nuestros niños y nuestros
ancianos, con nuestros hijos y nues¬
tras hijas, con nuestras ovejas y
nuestros bueyes, porque es la fiesta
de Yave.» 10 El Faraón les contestó:
«Así sea Yave con vosotros, como
os dejaré yo ir a vosotros y vuestros
hijos. Tened cuidado, pues se ve
que obráis con malicia. 11 No, no,
id los hombres solos, y sacrificad a
Yave, pues eso fué lo que pedisteis.»
Y en seguida fueron arrojados de la
presencia del Faraón.
12 Fero Yave dijo a Moisés: «Tiende
tu mano a la tierra de Egipto, para
que venga sobre ella la langosta:
que suba a Egipto y devore todo
lo que dejó el granizo.» 13 Moisés
tendió su cavado sobre la tierra
de Egipto, y Yave hizo soplar sobre
la tierra el viento solano durante
todo el día y toda la noche. A la
mañana el viento solano había traído
la langosta. 14 Subieron por toda la
tierra de Egipto, y se posaron sobre
todo el territorio de Egipto en tan
gran cantidad, como ni la hubo
ni la habrá nunca. 15 Cubrieron toda
la superficie de la tierra, y oscu¬
recieron la tierra. Devoraron todas
las hierbas de la tierra, todos los
frutos de los árboles, todo cuanto
había dejado el granizo; y no quedó
nada de verde, ni en los árboles, ni
de las hierbas de los campos, en
toda la tierra de Egipto. 16 El Fa¬
raón llamó en seguida a Moisés y
Arón, y dijo: «He pecado contra
Yave, vuestro Dios, y contra vosotros.
17 Perdonadme por esta vez, y rogad
a Yave, vuestro Dios, que aleje de
mí esta muerte.» 18 Salió Moisés de
la presencia del Faraón, y rogó a
Yave, 19 y éste hizo dar vuelta al
viento, que sopló muy fuertemente del
ocaso, y arrastrando la langosta, la pre¬
cipitó en el Mar Rojo. No auedó ni una
en todo el territorio de Egipto. 20 Pero
Yave endureció el corazón del Faraón
y éste no dejó salir a los hijos de Israel.
70
ÉXODO, 11, 12
Novena plaga.
21 Dijo Yave a Moisés: «Alza tu
mano al cielo, y haya tinieblas sobre
la tierra de Egipto,* tan densas, que
se palpen. 22 Alzó Moisés al cielo
su mano, y hubo densísimas tinieblas
en todo Egipto durante tres días.
23 Durante ellos no se veían unos a
otros, y nadie se movía del sitio
donde estaba; pero los hijos de Tsrael
tenían luz en la región que habitaban.
24 El Faraón llamó a Moisés y
Arón, y dijo: «Id, sacrificad a Yave,
pero que queden aquí vuestras ove¬
jas y vuestros bueyes; aun a los niños
podéis llevaros con vosotros.» 26 Moi¬
sés respondió: «Tienes que poner
en nuestras manos de qué hacer
sacrificios y holocaustos a Yave, nues¬
tro Dios. 28 Nuestros ganados han
de venir también con nosotros; no
ba de quedar ni una uña; porque de
ellos hemos de tomar lo que ofrezca¬
mos a Yave, nuestro Dios, y ni
nosotros siquiera sabemos, hasta que
lleguemos allá, las victimas que a
Yave habremos de ofrecer.» 27 Yave
endureció el corazón del Faraón, y el
Faraón no quiso dejarlos ir. 28 Dijo
a Moisés: «Sal de aquí, y guárdate
de volver a parecer en mi presencia,
porque el día que parezcas delante
de mi, morirás.» 29 «Tú lo has dicho
—respondió Moisés—no volveré a
oarecer delante de ti.»
Anuncio de la décima y última
plaga.
| 'I 4 Y añadió: «He aquí lo que
1 1 dice Yave: En medio do la noche
pasaré por la tierra de Egipto, 5 y
morirá todo primogénito de la tierra
de Egipto, desde el primogénito del
Faraón, que se sienta sobre sil trono,
hasta el primogénito de la esclava,
que está detrás de la muela, y todos
los primogénitos del ganado. 6 En¬
tonces se alzará en toda la tierra de
Egipto gran griterío, como ni lo
hubo ni lo habrá. 7 Pero entre los
hijos de Israel, en hombres y en
animales, ni siquiera ladrará un perro,
para que sepáis la diferencia que hace
Yave entre Egipto e Israel. 8 Todos
cuantos servidores tuyos están aquí,
irán entonces a decirme, proster¬
nándose ante mí: Sal tú, y tu pueblo
que te obedece. Después de eso yo
saldré.» Y muy encolerizado se retiró
de la presencia del Faraón,
1 Yave dijo a Moisés: «Sólo una
plaga más voy a hacer venir so¬
bre el Faraón y sobre Egipto, y
después de ella, no sólo os dejará
ir, sino que os echará de aquí.
2 Di, pues, al pueblo que cada hom¬
bre pida a su vecino y cada mujer
a su vecina, objetos de plata y oro.»
8 Yave hizo que hallase gracia el pue¬
blo a los ojos de los egipcios, y aun el
mismo Moisés era muy estimado y
respetado por los servidores del Fa¬
raón y por el pueblo.
9 Yave había dicho a Moisés: «El
Taraón no os escuchará, para que se
multipliquen mis prodigios en la
tierra de Egipto.» 10 Moisés y Arón
habían obrado todos estos prodigios
ante el Faraón, pero Yave endureció
el corazón del Faraón, y no quería
dejar salir de su tierra a los hijos
de Israel.
Institución de la pascua.
1 1 Yave dijo a Moisés y Arón
1 eu tierra de Egipto: 2 «Este mes
será para vosotros el comienzo del
año, el mes primero del año (1).
8 Hablad a toda la asamblea de Is¬
rael, y decidles: El día diez de este
mes tome cada uno según las casas
paternas una res menor por cada casa.
4 Si la casa fuere menor de lo nece¬
sario para la res, tome a sil vecino, al
de la casa cercana, según el número
de personas, computándolo para la
res según lo que cada cual puede co¬
mer. 6 La res será sin defecto, macho,
primal, cordero o cabrito # 6 Lo reser¬
varéis hasta el día catorce de este
mes y todo Israel lo inmolará cutre
dos luces. 7 Tomarán de su sangre,
y untarán los postes y el dintel
de la casa donde se coma. 8 Comerán
la carne esa misma noche, la come¬
rán asada al fuego, con panes ácimos
y lechugas silvestres. 9 No comerán
nada de él crudo, ni cocido al agua;
todo asado al fuego, cabeza, patas
y entrañas. 10 No dejaréis nada para
el día siguiente; si algo quedare, lo
quemaréis. 11 Lo habéis de comer así:
ceñidos los lomos, calzados los pies,
y el báculo en la mano, y comiendo
de prisa, pues es el paso de Yave.
12 Esa noche pasaré yo por la tierra
(i) El comienzo y el fin del año varían
mucho, según las diversas regiones y épocas.
En la Escritura comienza con la primavera,
el mes de Nisán, o con el otoño, el mes de Tisri.
ÉXODO. 12
de Egipto y matare a todos los pri¬
mogénitos de la tierra de Egipto,
desde los hombres hasta los animales,
y castigaré a todos los dioses de
Egipto. Yo, Yave. 13 La sangre
servirá de señal en las casas donde
estéis, pues yo veré la sangre y pasaré
de largo, y no habrá para vosotros
plaga mortal, cuando yo hiera la
tierra de Egipto. 14 Este día será
para vosotros memorable, y lo cele¬
braréis solemnemente en honor de
Yave, de generación en generación;
será una fiesta a perpetuidad.
t6 Por siete días comeréis panes
ácimos; desde el primer día no habrá
ya levadura en vuestras casas, y
quien del primero al séptimo día
comiere pan con levadura, será bo¬
rrado de Israel. 16 El día primero
tendréis asamblea santa, y lo mismo
el día séptimo. No haréis en ellos
obra alguna, fuera de lo que perte¬
nece a la comida, 17 y guardaréis los
ácimos, porque fué en ese día mismo
cuando yo saqué vuestros ejércitos
de la tierra de Egipto. Guardaréis
ese día de generación en generación,
como institución perpetua. 18 El pri¬
mer mes, desde el día catorce del mes,
comeréis pan sin levadura hasta el
día veintiuno. 19 Por siete días no
habrá levadura en vuestras casas,
y quien coma pan fermentado, será
borrado de la congregación de Israel,
sea extranjero o indígena. 20 No co¬
meréis pan fermentado; en todas
vuestras moradas se comerán panes
ácimos.»
21 Convocó Moisés a todos los
ancianos de Israel, y les dijo: «Tomad
del rebaño para vuestras familias,
e inmolad la Pascua, 22 y tomando un
manojo de hisopo lo mojáis en la
sangre del cordero, untáis con ella
el dintel y los dos postes, y que nadie
salga fuera de la puerta de su casa
hasta mañana, 23 pues pasará Yave
por Egipto, para castigarle, y viendo
la sangre en el dintel y en los dos
postes, pasará de largo por vues¬
tras puertas y no permitirá a nin¬
gún exterminador entrar en vues¬
tras casas para herir. 24 Guardaréis
este rito, como rito perpetuo para vos¬
otros y para vuestros hijos; 25 y
cuando hayáis entrado en la tierra
que Yave os dará, según su promesa,
guardaréis este rito. 26 Cuando os
pregunten vuestros hijos: ¿Qué sig¬
nifica para vosotros este rito!. 27 les
responderéis: Es el sacrificio de la
Pascua de Yave, que pasó de largo
por las casas de los hijos de Israel
en Egipto, cuando hirió a Egipto,
salvando nuestras casas.» El pueblo
se prosternó y adoró. 28 Los hijos de
Tsrael fueron e hicieron lo que Yave
había mandado a Moisés y Arón.
Muerte de todos los primogénitos
de Egipto.
29 En medio de la noche mató
Yave a todos los primogénitos de la
tierra de Egipto, desde el primogénito
del Faraón, que se sienta sobre su
trono, hasta el primogénito del preso
en la cárcel, y a todos los primo¬
génitos de los animales. 30 El Fa¬
raón se levantó de noche, él, todos
sus servidores y todos los egipcios,
y resonó en Egipto un gran clamor,
pues no había casa donde no hubiera
un muerto. 31 "Aquella noche llamó
el Faraón a Moisés y Arón, y les
dijo: «Id, salid de en medio de nos¬
otros, vosotros y loa hijos de Israel,
e id a sacrificar a Yave, como habéis
dicho. 32 Llevad vuestras ovejas y
vuestros bueyes, como habéis pedido;
idos, y dejadme.»
I.a salida del pueblo.
33 Los egipcios apremiaban a los
hebreos, teniendo prisa de que salie¬
ran de su tierra, pues decían: «Mo¬
riremos todos.» 34 Cogió, pues, el
pueblo la masa, antes de que fer¬
mentara, atando sus ropas a las
artesas, v se las echó al hombro.
35 Los hijos de Israel habían hecho
lo que les dijera Moisés, y habían
pedido a los egipcios objetos de plata
y oro y vestidos. 38 Yave hizo que
hallaran gracia a los ojos de los egip¬
cios, que accedieron a su petición,
y se llevaron aquéllos los despojos
de Egipto (1).
37 Partieron los hijos de Tsrael de
Rameses para Sorot en número de
unos seiscientos mil infantes, (2) sin
contar los niños. 38 Subía, además,
(1) Dios, como dueño supremo de todo y
juez inapelable, da estos despojos a su pueblo
para compensarlo de la dura servidumbre a
que le habían reducido los egipcios durante
muchos años.
(2) Estas cifras, asi como las correlativas
que vienen después, parecen excesivas a muchos
intérpretes, aun católicos. Sabido es que del
texto sagrado lo que generalmente peor se ha
conservado son los números.
12
ÉXODO, 13
ron ellos una gran muchedumbre de
toda suerte de gentes, y muchas ove¬
jas y bueyes y muy gran número
de animales. 39 Cocieron baio la co¬
niza la masa que habían sacado de
Egipto, e hicieron panes ácimos, pues
la masa no había podido fermentar,
por la mucha prisa que para que salie¬
ran les daban, ni pudieron preparar
nada para comer.
40 La estancia de los hijos de Israel
en Egipto duró cuatrocientos treinta
años. 41 En aquel mismo día salieron
de la tierra de Egipto todos los ejér¬
citos de Israel. Aquella noche en que
salvó Yave a Israel y le sacó de la
tierra de Egipto, 42 será noche de
vigilias a Yave, y con vigilias a Yave
le celebrarán todos los hijos de Israel
por todas sus generaciones.
Ley de la pascua.
43 Dijo Yave a Moisés y Arón:
«Esta es la ley de la Pascua. Xo la
comerá ningún extranjero. 44 Al siervo
comprado a precio de plata, le cir¬
cuncidarás y la comerá; 45 pero el
adventicio y el mercenario no la co¬
merán. 46 Se comerá en una sola casa,
y no sacaréis fuera de ella nada de
sus carnes, ni quebrantaréis ninguno
de sus huesos, 47 Toda la asamblea
de Israel comerá la Pascua. 48 Si
alguno de los extranjeros que habite
contigo quisiera hacer la Pascua de
Yave, deberá circuncidarse todo va¬
rón en su casa, V entonces podrá cele¬
brarla» como si fuera indígena, pero
ningún incircunciso podrá celebrarla.
49 La misma ley será para el indí¬
gena V para el extranjero que habita
con vosotros.»»
50 Todos los hijos de Israel hicie¬
ron lo que Yave había mandado a
Moisés y Arón. 51 Aquel mismo día
sacó Yave de la tierra de Egipto a
los hijos de Israel por escuadras.
Ley sobre los primogénitos.
13 1 Habló Yavca Moisés y le dijo:
2 Conságrame todo primogénito.
Todos los primogénitos de entre los
hijos de Israel, tanto de los hombres,
cuanto de los anímales, míos son.»
8 Moisés dijo al pueblo: «Acordaos
siempre del día en que salisteis de
Egipto, de la casa de la servidumbre,
pues ha sido la poderosa mano de
Yave la que os ha sacado. Xo se
comerá pan fermentado. 4 Salís hoy
en el mes de Abib. 5 Cuando te intro¬
duzca Yave en la tierra de los cana-
neos, de los geteos, de los amorreos,
de los jeveos y de los jebuseos, que
a tus padres juró darte, tierra que
mana leche y miel, guardarás ese rito
en este mismo 'mes. 6 Durante siete
días comerás pan ácimo, y el día
séptimo será fiesta de Yave. 7 Se
comerá pan ácimo durante siete días,
y no se verá pan fermentado ni leva¬
dura en todo su territorio. 8 Dirás en¬
tonces a tus hijos: Esto es en memo¬
ria de lo que por mi hizo Yave al
salir de Egipto. 9 Esto será para ti
como una señal en tu mano, como un
recuerdo a tus ojos, para que tengas
en tu boca la ley de Yave, porque
con su poderosa ínano ha sacado
Yave de Egipto. 10 Observarás esto
al tiempo fijado, de año en año.
11 Cuando te haya introducido Yave
en la tierra de los cananeos, como
lo juró a tus padres, y te la haya dado,
12 consagrarás a Yave todo cuanto
abre la vulva; y de todo primer
parto de los animales que tengas, el
macho lo consagrarás a Yave, 13 el
del asno lo redimirás por cordero, y
1 si no le redimes le romperás la nuca.
También redimirás a todo primo¬
génito humano de entre tus hijos.
14 Y cuando tu hijo te pregunte ma¬
ñana, ¿qué significa esto?, le dirás:
con sn poderosa mano nos sacó Yave
de Egipto, de la casa de la servi¬
dumbre. 15 Como el Faraón se obsti¬
naba en no dejarnos salir, Yave mató
a todos los primogénitos de la tierra
de Egipto, desde los primogénitos
de los hombres hasta los primogé¬
nitos de los animales; por eso yo
sacrifico a Yave todo primogénito
de los animales, y redimo todo pri¬
mogénito de mis lujos. 16 Esto será
como una señal en tu mano, como
un recuerdo a tus ojos, porque fue
con su poderosa mano cómo nos sacó
Yave de Egipto.
Paso de Israel por en medio del
Mar flojo.
17 Cuando el Faraón dejó salir al
pueblo, no le condujo Yave por el
camino de la tierra de los filisteos,
aunque más corto, pues se dijo: «Xo se
arrepienta el pueblo si se ve atacado,
y se vuelva a Eg'pto.» 18 Hizóle Yave
i rodear por c! camino del desierto,
hacia el Mar Mojo. Los hijos de Israel
' subían en buen orden desde Egipto.
71
ÉXODO, 14
18 Moisés había cogido los huesos de
José, pues había hecho jurar José
a los hijos de Israel que cuando Yave
los visitara, se llevarían consigo su
huesos, lejos de allí,
20 Partiendo de Socot, acampa¬
ron en Etam, al extremo dol desierto,
21 Iba Yave delante de ellos, de día
en columna de nube, para guiarlos en
su camino, y de noche en columna de
fuego, para alumbrarlos, y pudiesen
así marchar de día o de noche. 22 La
columna de nube no se apartaba del
pueblo de día, ni de noche la de fuego.
14 1 Yave dijo a Moisés: 2 «Habla
a los hijos de Israel; que cam¬
bien de rumbo y vayan a acampar
en Piajirot, entre Migdol y el mar,
frente a Beelscfón; allí acamparéis,
cerca del mar. (i) * 3 El Faraón se dirá
respecto de los hijos de Israel: «Andan
errantes por la tierra; el desierto les
cierra el camino.»» 4 Yo endureceré el
corazón del Faraón y él os perseguirá,
y haré brillar mi gloria ante el Faraón
y ante todo su ejército, y sabrán
los egipcios que yo soy Yave.*» Hi¬
cieron así los hijos de Tsrael.
6 Anunciaron ai rey de Egipto que
había huido el pueblo, y el corazón
del Faraón y el de sus servidores se
trocaron en orden al pueblo, y dijeron:
«¿Qué es lo que hemos hecho, de¬
jando salir a Israel, y privándonos de
sus servicios?•» 8 El Faraón hizo pre¬
parar su carro y llevó consigo a su
pueblo. 7 Tomó seiscientos carros
escogidos y todos los aurigas de
Egipto y jefes para el mando de
todos. 8 Yave endureció el corazón
del Faraón, rey de Egipto, y el Fa¬
raón persiguió a los hijos de Israel;
pero éstos habían salido por muy
alta mano.
9 Los egipcios llegaron en su per
sedición al lugar donde acampaban
aquéllos cerca del mar. Todos los
caballos de los carros del Faraón,
sus caballeros y su ejército, los alcan¬
zaron en Piajirot, frente a Pectseíón.
10 El Faraón se acercaba; los hijos
de Israel, alzando los ojos vieron a
los egipcios marchar contra ellos, y
llenos de terror clamaron a Yave,
11 y dijeron a Moisés: «¿Es que no
había sepulcros en Egipto, y nos
has traído al desierto a morir? ¿Qué
es lo que nos has hecho al sacarnos
de Egipto? 12 ¿No te decíamos nos¬
otros en Egipto: deja que sirvamos
a los egipeios, que mejor es para
nosotros servir en Egipto que morir
en el desierto?» 13 Moisés respondió
al pueblo: «No temáis, estad tran¬
quilos, y veréis la victoria que en
este día os dará Yave, pues los egip¬
cios que hoy veis no volveréis a
verlos jamás. 14 Yave combatirá por
vosotros; vosotros estaos tranquilos. *
15 Yave dijo a Moisés: «¿Por qué
me gritáis? Di a los hijos de Israel
que se pongan en marcha. 16 Tú,
alza tu cayado, y tiende el brazo sobre
el mar, y divídelo, para que los
hijos de Israel pasen por en medio,
en seco. 17 Yo endureceré el corazón
de los egipcios, para que entren tam¬
bién detrás de ellos, y haré brillar
mi gloria sobre el Faraón y sobre todo
su ejército; sus carros y sus caba¬
lleros harán resplandecer mi gloria,
18 y los egipcios sabrán que yo soy
Yave, cuando el Faraón, sus carros
y sus caballeros, hagan resplandecer
mi gloria.» 19 El ángel de Yave, que
marchaba delante de las huestes de
Israel, se puso detrás de ellas, 25 entre
las de los egipcios y las de Israel, y la
nube se hizo tenebrosa y luminosa
toda la noche, y las dos huestes lio
se acercaron una a otra durante toda
la noche. 21 Moisés tendió su mano
sobre el mar, c hizo soplar Yave
sobre el mar toda la noche un forti-
simo viento solano, que le secó, y
se dividieron las aguas (1). 22 Los
hijos de Israel entraron en medio
del mar, a pie enjuto, formando para
ellos las aguas una muralla a dere¬
cha c izquierda. 23 Los egipcios se
pusieron a perseguirlos, y todos los
caballos del Faraón, sus carros y
sus caballeros, entraron en el mar cu
seguimiento suyo. 24 A la vigilia
matutina, miró "Yave desde la nube
de fuego y humo a la hueste egipcia
y la perturbó. 25 Hizo que las ruedas
de los carros se enredasen unas con
otras, de modo que sólo muy peno¬
samente avanzaban. Los egipcios di¬
jeron entonces: «Huyamos ante Israel,
que Yave combate por él contra
los egipcios.» 26 Pero Yave dijo a
Moisés: «Tiende tu mano sobre el
mar, y las aguas se reunirán sobre
los egipcios, sus carros y sus caba¬
lleros.» 27 Moisés tendió sil mano
sobre el mar, y al despuntar el día
(i) Estas palabras parecen indicar que
el hecho fué prodigioso al menos en el modo
de prodjcirse y en el efecto extraordinario,
como las plagas.
ÉXODO. 15
75
el mar recobró su estado ordinario,
y los egipcios en fuga dieron en él,
y arrojó Yave a los egipcios en medio
del mar. 28 Las aguas, al reunirse,
cubrieron carros, caballeros y torio
el ejército del Faraón, que habían
entrado en el mar en seguimiento de
Israel, V no escapó uno solo. 29 Pero
los hijos de Israel pasaron a pie enjuto
por en medio del mar, formando para
ellos las aguas una muralla a derecha
e izquierda. 30 Aquel día libró Yave
a Israel de los egipcios, cuyos cadá¬
veres vi ó Israel en las playas del
mar. 31 Israel vió la mano potente
que mostró Yave para con Egipto,
y el pueblo temió a Yave, y creyó
en Yave y en Moisés, su siervo.
Canto triunfal do Moisés.
1 Entonces cantaron Moisés y
los hijos de Israel a Yave este
canto, diciendo:
«Cantemos a Yave, porque se ha
mostrado sobre modo glorioso.
El arrojó al mar al caballo y al
caballero.
2 Yave es mi fortaleza, a Yave
cantaré.
El me ha salvado.
El es mi Dios, yo le alabaré; es el
Dios de mis padies, yo le exaltaré.
3 Yave es un fuerte guerrero. Yave
es su nombre.
4 El precipitó en el mar los carros
del Faraón y su ejército.
La flor de sus capitanes se la tragó
el Mar Rojo.
6 Cubriéronlos los abismos, y ca¬
yeron en el fondo como una piedra.
6 Tu diestra, joh Yave!, destrozó
al enemigo.
7 En la plenitud de tu poderío
derribas a tus adversarios
Das rienda suelta a tu furor y los
devora como paja,
8 Al soplo de tu ira amontonáronse
las aguas, se pararon las corrientes
olas, cuajáronse los abismos en el
fondo del mar.
9 Díjose enemigo: «Los perse¬
guiré, los alcanzaré, me repartiré sus
despojos, hartaré mi alma.
Desenvainaré la espada y los redu¬
cirá a la servidumbre mi mano.»
10 Sopló tu soplo y los cubrió el
mar, se hundieron como plomo en
lo profundo de las aguas.
11 ¿Quién como . tú, joh Yave!,
entre los dioses? ¿Quién como tú
magnífico en santidad, terrible en
maravillosas hazañas, obrador de
prodigios?
12 Tendiste tu diestra, y se los
tragó la tierra.
13 En tu misericordia, tú acaudillas
al pueblo que redimiste.
Y por tu poderío lo conduces a tu
santa morada
14 Supiéronlo los pueblos y tem¬
blaron.
El terror se apoderó de los filisteos.
16 Los príncipes de Edom se estre¬
mecieron, se apoderó la angustia de
los fuertes de Moab.
Todos los habitantes de Canán
perdieron su valor.
16 Caerá sobre ellos el espanto y
la angustia.
Por la fuerza de tu brazo se que¬
darán inmóviles como una piedra.
Hasta que tu pueblo, joh Yave!,
pase, hasta que pase el pueblo que
redimiste.
17 Tú le conducirás y le estable¬
cerás sobre el monte de tu heredad,
AI lugar de que has hecho tn mo¬
rada, [oh Yave!
AI santuario, joh Señor!, que fun¬
daron tus manos.
18 Yave reinará por siempre jamás.
19 Entraron en el mar los caballos
del Faraón, sus carros y sus caba¬
lleros,
Y echó Yave sobre ellos las aguas
del mar.
Alas los hijos de Israel pasaron por
en medio del mar a pie enjuto.»
20 María, la profetisa, hermana de
Arón, tomó en sus manos un tímpano,
y todas las mujeres seguían en pos
de ella con tímpanos y en coros; y'
21 María respondía a los hijos de
Israel:
«Cantad a Yave, que ha hecho res
plaudecer su gloria,
Precipitando en el mar al caballo
y al caballero.»
Las aguas de Mam.
22 Mandó Moisés que los hijos de
Israel se partieran del Alar Rojo.
Avanzaron hacia el desierto de Hur y
marcharon por él tres días, sin hallar
agua. 23 Llegaron a Alara, pero no
podían beber el agua de Alara, por
ser amarga. 24 El pueblo murmuraba
contra Aloisés, diciendo: «¿Qué va¬
mos a beber?» 25 Aloisés clamó a
Yave, que le indicó una madera
que él echó en el agua, y ésta se
7(5
ÉXODO, 16
volvió dulce. Allí dió al pueblo leyes
y estatutos, y 1c puso a prueba.
26 Les diio: «Si escuchas a Yave,
tu Dios, si obras lo que es recto a
sus ojos, si das oido a sus mandatos
y guardas todas sus leves, no traeré
sobre ti ninguna de las plagas con
que he afligido a Egipto, porque
yo soy Yave, tu sanador.»
27 Llegaron a Elim, donde había
doce fuentes y setenta palmeras, y
acamparon allí cerca de las aguas.
Las codornices y el maná.
1 1 Partieron de Elim, y toda la
v congregación de los hijos de
Israel llegó al desierto de Zin, que
está entre Elim y el Sinaí, el día
quince del segundo mes después de
su salida de Egipto. 2 Todo Israel
se puso a murmurar contra Moisés
y Arón. 3 Los hijos de Israel decían:
«¿Por qué no hemos muerto de mano
de Yave en Egipto, cuando nos sen¬
tábamos junto a las ollas de carne
y nos hartábamos de pan? Hemos
sido traídos a este desierto para
matar de hambre a toda esta muche¬
dumbre. »
4 Yave dijo a Moisés: «Voy a hace¬
ros llover comida de lo alto de los
ciclos. El pueblo saldrá a recoger
cada día la porción necesaria, para
ponerle yo a prueba, viendo si mar¬
cha o no según mi ley. 5 El día sexto
preparen para llevar el doble de .lo
que recogen cada día.»
6 Moisés y Arón dijeron a todos
los hijos de Israel: «Esta tarde sa¬
bréis que es Yave quien os ha sacado
de Egipto, 7 y a la mañana veréis
la gloria de Yave, pues ha oído vues¬
tras murmuraciones, que van contra
Yave; porque nosotros, ¿qué somos,
para que murmuréis contra nosotros?»
8 Moisés dijo: «Esta tarde os dará
a comer Yave carnes, y mañana pan
a saciedad, pues ha oído vuestras
murmuraciones contra él; pues ¿nos¬
otros, qué? No van contra nosotros
vuestras murmuraciones, sino contra
Yave »
9 Moisés dijo a Arón: «Di a toda
la congregación de Israel que se acer¬
que a Yave, pues ha oído Yave sus
murmuraciones.» 10 Mientras hablaba
Arón a toda la asamblea de los hijos
de Israel, volviéronse éstos de cara
al desierto y apareció la gloria de
Yave en la nube. 11 Yave dijo a
Moisés: 12 «He oído las murmura¬
ciones de los hijos de Israel. Diles:
Entre dos luces comeréis carne y
mañana os hartaréis de pan, y sa¬
bréis que yo soy Yave, vuestro Dios.»
13 A la tarde vieron subir codornices
que cubrieron el campo, y a la ma¬
ñana había en todo él una capa de
rocío. 14 Cuando el rocío se evaporó,
vieron sobre la superficie del desierto
una cosa menuda, como granos, pa¬
recida a la escarcha. 15 Los hijos de
Israel, al verla, se preguntaban unos
a otros: «¿Manhu?», pues no sabían
lo qué era. 16 Moysés les dijo: «Ese
es el pan que os da Yave, para ali¬
mento. Mirad que Yave ha mandado
que cada uno de vosotros recoja la
cantidad que necesita para alimen¬
tarse, un gomer por cabeza, según
el número de personas; cada uno
recogerá para cuantos tenga en su
tienda.»
17 Los hijos de Israel no obede¬
cieron, y recogieron unos más, otros
menos. 18 Pero al medir luego con
el gomer , hallaron que el que había
recogido de más no tenía nada de
más, y el que había recogido de
menos no tenía nada de menos, sino
que tenía cada uno lo que para su
alimento necesitaba.
19 Moisés dijo: «Que nadie deje
nada para mañana.» 20 No obede¬
cieron a Moisés, y muchos dejaron
algo para el día siguiente; pero se
llenó de gusanos y se pudrió. Irritóse
Moisés contra ellos. 21 Todas las
mañanas recogían el maná, cada uno
según su consumo, y cuando el sol
dejaba sentir sus ardores, el resto se
liquidaba.
22 El día sexto recogieron doble
cantidad de alimento, dos gomer por
cabeza. Todos los principales del
pueblo vinieron a decírselo a Moisés,
23 que les contestó: «Eso es lo que ha
mandado Yave. Mañana es sábado,
día de descanso consagrado a Yave.
Moled lo que hayáis de moler, y
coced lo que hayáis de cocer, y lo
que sobre guardadlo para mañana.»
24 Guardáronlo para el día siguiente,
y no se pudrió, ni se agusanó. 29 Moi¬
sés dijo: «Comed eso hoy, que es
sábado, y hoy no lo habrá en el campo.
26 Recogeréis seis días; el séptimo,
sábado, no lo hallaréis.» 27 Al séptimo
día salieron algunos del pueblo a re¬
coger, pero no lo había. 28 Y Yave
dijo a Moisés: «¿Hasta cuándo rehusa¬
réis guardar mis mandatos y mis
ÉXODO, 17, 18
77
leyes? 29 Mirad que Ya ve os ha dado
el sábado, y por eso el día sexto os
da pan para dos días. Que se quede
cada lino en su puesto, y no salga
de él el día séptimo.» 30 El pueblo
descansó el día séptimo.
31 La casa de Israel dio a este ali¬
mento el nombre de maná. Era pare¬
cido a la semilla del cilantro, blanco,
y tenía un sabor como de torta de
harina de trigo amasada con miel.
32 Moisés dijo: «Yave ha ordenado
que se llene un gomer de maná para
conservarlo, y puedan ver vuestros
descendientes el pan con que yo os
he alimentado en el desierto, cuando
os saqué de la tierra de Egipto.»
33 Dijo, pues, Moisés a Arón: «Coge
un vaso, pon en él un gomer de maná
lleno, y deposítalo ante Yave, que
se conserve para vuestros descen¬
dientes.» 34 Arón lo depositó ante el
Testimonio, para que se conservase,
como se lo había mandado Yave a
Moisés.
63 Comieron los hijos de Israel el
maná durante cuarenta años, hasta
que llegaron a la tierra habitada. Lo
comieron hasta llegar a los confines
de la tierra de Canán. 36 El gomer
es la décima parte del e*a.
Brota el afjna de la roca
de llurcb.
i H 1 Marchóse la congregación de
* * los hijos de Israel det desierto
de Sin, según las etapas que Yave
les ordenaba, y acamparon en Ra-
fidim, donde no halló el pueblo agua
que beber. 2 Entonces el pueblo se
querelló contra Moisés, diciendo:
«Danos agua que beber.» Moisés íes
respondió: «¿Por qu¿ os querelláis
contra mí? ¿Por qué tentáis a Yave?»
3 Pero el pueblo, sediento, murmuraba
contra Moisés y decía: «¿Por qué nos
hiciste salir de Egipto, para matar¬
nos de sed a nosotros, a nuestros hijos
y a nuestros ganados?» 4 Moisés
clamó a Yave, diciendo: «¿Qué voy
a hacer con este pueblo? Poco más
y me apedrean.» 6 Yave dijo a Moi¬
sés: «Vete delante del pueblo, y toma
contigo a ancianos de Israel; lleva
en tu mano el cayado con que heriste
el río, V vé, 6 * que yo estaré ante ti
en la roca aue nav en Iloreb. Hiere la
roca, y saldrá’de ella agua, para que
beba el pueblo.» Hízolo así Moisés
en presencia de los ancianos de Israel,
7 y dió a este lugar el nombre de
Masa y Meriba, por la querella de
los hijos de Israel, y porque habían
tentado a Yave, diciendo: «¿Está
Yave en medio de nosotros o no?»
Victoria contra Amalee.
R Amalee vino a Rafidim a atacar
a los hijos de Israel, 9 * y Moisés dijo
a Josué: «Elígenos hombres, y ataca
mañana a Amalee. Yo estaré sobre
el vértice de la colina con el cayado
de Dios en la mano.» u Josué hizo
lo que le había mandado Moisés,
y atacó a Amalee. Arón y Jur su¬
bieron al vértice de la colina. 11 * Mien¬
tras Moisés tenía alzada la mano,
llevaba Israel la ventaja, y cuando
la bajaba, prevalecía Amalee. Moisés
estaba cansado y sus manos le pe¬
saban; tomando,' pues, una piedra,
la pusieron debajo de él para que se
sentara, y al mismo tiempo Arón
V Jur sostenían sus manos, uno de
ün lado, otro del otro, y así no se
le cansaron las manos hasta la puesta
del sol, 13 * y Jo&ué derrotó a Amalee
al filo de la espada.
14 Yave dijo a Moisés: «Pon eso
por escrito para recuerdo, y di a
Josué que yo borraré a Amalee de
debajo del cielo.» 15 Moisés alzó nn
altar, y lo dió el nombre de Yave
Nesi, 16 diciendo: «Pues que se alzó
mi mano contia quien me tentó, estará
Yave en guerra de generación en ge¬
neración. »
Viene Jotro con In mujer y los
hijos» de Moisés».
i Q Jctro, sacerdote de Madián,
1 ° suegro de Moisés, supo lo que
había hecho Dios en favor de MoLés
V de Israel, su pueblo, que había
sacado Yave de Egipto. i 2 3 Tomó
Jetro, suegro de Moisés, a Sétora,
mujer de Moisés, a quien éste había
hecho volverse y a los dos hijos de
Sétora, de los cuales uno se llamaba
Ocrsón, porque Moisés había dicho:
«Soy un extranjero en tierra extran¬
jera», 4 y el otro Eliezcr, porque había
dicho: «El Dios de mi padre me ha
socorrido y me ha librado de la es¬
pada del Faraón.» 5 Jetro, suegro de
Moisés, con los hijos y la mujer de
Moisés, vino a éste al desierto, don¬
de estaba acampado, al monte de
78
ÉXODO, 19
Dios. (i) * * * * * * 8 Mandó a decir a Moisés: «Yo,
tu suegro Jetro, voy a ti con tu mujer,
y con ella sus dos hijos.» 7 Moisés
salió al encuentro de su suegro, y
después de haberse prosternado, le
besó. Después de preguntarse uno a
otro por la salud, entraron en la
tienda de Moisés. 8 Moisés contó a
su suegro todo cnanto había hecho
Yave al Faraón y a los egipcios en
favor de Israel, y todas las contrarie¬
dades que en el camino habían tenido,
y cómo Yave le había librado de eilas.
8 Jetro se felicitó de todo el bien que
Y r ave había hecho a Israel librándole
de la mano de los egipcios: 10 «Ben¬
dito sea Yave—dijo— que os ha
librado de la mano de los egipcios
y de la del Faraón, y que ha librado
al pueblo de la mano de los egipcios.
11 Ahora sé bien que Yave es más
grande que todos los dioses, pues se
ha mostrado grande cuando los egip¬
cios oprimían a Israel.» 12 Jetro,
suegro de Moisés ofreció a Dios nn
hulncüuslo y sacrificios. Arón y todos
los ancianos de Israel comieron con
él ante Dios.
Consejo de Jetro a Moisés.
13 Al día siguiente sentóse Moisés
para juzgar al puebm, y el pueblo
estuvo dotante de él desde la mañana
hasta la tarde. 11 Fl suegro de Moi¬
sés, viendo lo que el pueblo hacía,
dijo: «¿Cómo haces eso con el pue¬
blo? ¿Por qué t? sientas tú sólo a
juzgar, y todo el mundo está delante
de ti desde la mañana hasta la tarde?»
* 5 Moisés respondió a sn suegro:
«Es que el pueblo viene a mí para
consultar a Dios. 18 Cuando tienen
alguna querella, vienen a mi, y yo
pronuncio entre ellos, haciéndoles
saber los mandatos de Dios v sus le¬
ves.» 17 El suegro de Moisés rlijo a
éste: *IjO que haces no está oien.
Te consumos neciamente y consumes
al pueblo que tiene que estar delanlc
de ti. 18 Ese trabajo es superior a tus
fuerzas, y no puedes llevarlo tú solo.
lv Oyeme, yo vov a darte un consejo,
y que Dios sea Yonligo. Sé tú el re¬
presen! ante del pueblo ante Dios, y
lleva ante él los asuntos. 20 Ensé¬
ñales el camino que han de seguir
y lo que deben haecr. 21 Pero escoge
de entre todo el pueblo a hombres
capaces y temerosos de Dios, íntegros,
enemigos de la avaricia, y consti¬
tuyelos sobre el pueblo como jefes
de millar, de centena, de cincuentena
y de decena. 22 Oue juzguen ellos
al pueblo en todo tiempo y te lleven
a ti los asuntos de mayor importan¬
cia, decidiendo ellos mismos en los
menores. Aligera tn carga, y que te
ayuden ellos a soportarla. 23 Si esto
haces, tú podrás sostenerte, y el
pueblo podrá atender en paz a lo
suyo.» 24 Siguió Moisés el consejo
de su suegro, e hizo lo que le había
dicho. 26 Eligió de cutre todo el
pueblo a hombres capaces, que puso
sobre el pueblo como jefes de millar,
de centena, de cincuentena y de
deeena. 26 Ellos juzgaban al pueblo
en todo tiempo, y llevaban a Moisés
los asuntos graves, resolviendo por
sí todos los pequeños. 27 Despidió
Moisés a su suegro, y Jetro se volvió
a sn tierra.
Alianza de Dios ron el pueblo
en el Sinaí.
1 El día primero del tercer mes
después de ia salida de Egipto,
llegaron los hijos de Israel al de¬
sierto del Smaí. 2 Partieron de Rafi-
dim, y llegados al desierto del Sinaí,
acamparon en el desierto. Israel
acampó frente a la montaña. 3 Subió
Moisés a Dios, y Yave le llamó desde
lo alto de la montaña, diciendo:
«Habla así a la casa de Jacob, di
esto a los hijos de Israel*. 4 «Vosotros
habéis visto lo que yo lie hecho a
Eeipto, y cómo os he llevado sobre
alas de águila, y os he traído a mí.
6 Ahora, si oís mi voz y guardáis mi
alianza, vosotros seréis mi pueblo
entre todos los pueblos; porque mía
es toda la 1 ierra, 6 pero vosotros seréis
para mí un reino de sacerdotes y
lina nación santa» (1). Estas son
las palabras que has de decir a los
lujos de Israel.»
7 Moisés vino, y llamó a los an¬
cianos de Israel, y les expuso todas
estas palabras, como Yave so lo
había mandado. 8 FJ pueblo todo
entero respondió: «Nosotros haremos
(i) Este concepto del sacerdocio y de la
sintidad del pueblo esti estrechamente ligado
con el de ser Israel el pueblo primogénito de
Dios. (4. 23 ) Según el derecho primitivo, el
sacerdocio estaba vmcuUdo a la primogenitura,
y por tanto Israel, el primogénito de los pueblos,
es el pueblo sacerdote que, por consiguiente,
ha de ser santo.
ÉXODO, 20
79
todo cuanto ha dicho Yave.» Moisés
fué a transmitir a Yavc las palabras
del pueblo, 9 y Yavc dijo a Moi¬
sés M): «Yo vendré a ti en una
densa nube, para que vea el pueblo
que yo hablo contigo, y tenga siem¬
pre fe en ti.» Una vez que Moisés
htfbo transmitido a Yavc las palabras
del pueblo, 10 Yave le dijo: «Ye al
pueblo, y santifícalos hoy y mañana.
Que laven sus vestidos, 11 y estén pres¬
tos para el día tercero, porque al
tercer día bajará Yave a la vista de
todo el pueblo, sobre la montaña del
Sinaí. 12 Tú marcarás ul pueblo un
límite en torno, diciendo: Guardaos
de subir vosotros a la montaña V de
tocar el límite, porque quien tocare
la montaña, morirá. 13 No pondrá
nadie la mano sobre él, sino que será
lapidado o asaeteado. Hombre o bes¬
tia, no ha de quedar con vida. Cuando
se toque la trompeta, entonces subi¬
rán a la montaña. •> 14 Bajá Moisés
de la montaña a donde estaba el
pnehlo, y le santificó, y ellos lavaron
sus vestidos. 15 Después "dijo al pueblo:
«Aprestaos durante tres días, y nadie
toque mujer.» 18 Al tercer día hubo
truenos y relámpagos, y una densa
nube sobre la montaña, y un muy
fuerte sonido de trompetas, y el
pueblo temblaba en el campamento.
17 Moisés hizo salir de él al pueblo
para ir al encuentro de P»os, y se
quedaron al pie de la montaña. 18 Todo
el Sinaí humeaba, pues había descen¬
dido Yave en medio de fuego, y
subía el humo, como el humo de un
horno, y toda lá montaña retemhlaba
inertemente. 19 El sonido de la trom¬
peta se hacía cada vez más fuerte.
Moisés hablaba, y Yavc le respondía
con una voz. 20 Desceudió Yave sobre
13 montaña del Sinaí, sobre la cumbre
de la montaña, v llamó a Moisés a
la cumbre, y Moisés subió a ella.
21 Yave dijo *a Moisés: «Baja, y pro¬
híbe terminantemente al pueblo que
traspase el termino marcado, para
acercarse a Yave y ver. no vayan a
perecer muchos de ellos. 22 Que aun
los sacerdotes, que son los que se
acercan a Yave, se santifiquen, no
los hiera Yave.» 23 Moisés dijo a
Ya*ve: «El pueblo no podrá subir a
(i) En esta teofanía, como en las siguientes,
preséntase Dios al pueblo en forma de nube,
figura que Israel no puede reproducir, queriendo
Dios con esto confirmar el segundo mandamiento
del Decálogo, como se nos explica en Deuf. 4. 19.
la mortaña del Sinaí. pues lo has
prohibido terminantemente, diciendo
que señalara un límite en torno a la
montaña y )a santificara.» 24 Yave
le respondió* «Ve, baja, y subes luego
con Arón; pero que los sacerdotes y
el pueblo no traspasen los términos,
para acercarse a Yave, no los hiera.»
25 Moisés bajó y se lo dijo al
pueblo.
El Decálogo.
20 l l Y habló Dios todo esto, di-
Fcien do:
2 «Yo soy Yavc, tu Dios, que te
ha sacado "de la tierra do Egipto,
de la casa de la servidumbre. 3 Tú
no tendrás otro dios que a mí. 1 * * * No
te harás imágenes talladas, ni figu¬
ración alguna de lo que hay en lo
alto en los ciclos, ni de lo que hay
abajo sobre la tierra, ni de lo que
hay en las aguas debajo de la tierra.
5 No te postrarás ante ellas, y no las
servirás, porque yo soy Yave, tu
Dios, un Dios celoso, que castiga en
los hijos las iniquidades de los padres,
hasta la tercera y cuarta generación
de los que me odian, 8 y hago miseri¬
cordia hasta mil generaciones de los
que me aman y guardan mis man¬
damientos.
7 No tomarás en falso el nombre
de Yavc, tu Dios, porque no dejará
Yave sin castigo al que tome en falso
su nomhre.
8 Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. 9 Seis días trabajarás y
harás tus obras, 10 pero el séptimo
día es día de descanso, consagrado
a Yavc, tu Dios, y no harás en él
trabajo alguno, ni tú, ni tu hija, ni
tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado,
ni el extranjero que esté dentro de
-tus puertas; 11 pues en seis días hizo
Yave los cielos y la tierra, el mar y
cuanto en ellos se contiene, y el sép¬
timo descansó; por oso bendijo Yave
el día Hel sábado y lo santificó.
12 Honra a tu padre y a tu madre,
para que vivas largos años en Ja
tierra que Yavc, tu Dios, te da.
13 No matarás.
14 No adulterarás.
lñ No robarás.
18 No testificarás contra tu prójimo
falso testimonio.
17 No desearás el bien de tu próji¬
mo, ni la mujer de tu prójimo, ni su
siervo, ni su sierva, ni su buey, ni
80
ÉXODO, 21
su asno, ni nada de cuanto le per¬
tenece.» (1).
18 Todo el pueblo oía los truenos
y el sonido de la trompeta, y veía
las llamas y la montaña humeante;
y atemorizados, llenos de pavor, se
estaban lejos.
19 Dijeron a Moisés: «Háblanos tú,
y te escucharemos; pero que no nos
hable Dios, no muramos.» 20 Res¬
pondió Moisés: «No temáis, que para
probaros ha venido Dios, para que
tengáis siempre ante vuestros ojos
su temor y no pequéis.» 21 El pueblo
se estuvo" a distancia, pero Moisés
se acercó ala nube donde estaba Dios.
22 Í2) Yave dijo a Moisés: «Habla
así a los hijos de Israel: Vosotros
mismos habéis visto como os he ha¬
blado yo desde el cielo. 23 No os
hagáis "conmigo dioses de plata, ni
os hagáis dioses de oro. 24 Me alzarás
un altar de tierra sobre el cual me
ofrecerás tus holocaustos, tus hostias
pacíficas, tus ovejas y tus bueyes.
En todos los lugares donde yo, haga
memorable mi nombre, vendré a ti
y te bendeciré. 2ft Si me alzas altai
de piedras, no lo harás de piedra*
labradas, porque al levantar tu cincel
contra la piedra la profanas. 26 No
subirás por gradas a mi altar, para
que no se descubra tu desnudez.
Leyes respecto de la vida y la
libertad,
OI 1 He aquí las leves que les darás:
^ J 2 Si compras un siervo hebreo,
te servirá por seis años; al séptimo
(1) Este decálogo, que contiene los funda
memos de la ley mosaica, no tiene paralele
alguno en las religiones gentílicas ni en la filo¬
sofía antigua. Fuera del que aquí es el quinto,
todos sus preceptos tienen forma negativa,
de prohibición. Tampoco se le ha de considerai
como idéntico al decálogo cristiano. Es a él
lo que la ley es al Evangelio. Sus preceptos
pueden dividirse en tres grupos. El primero,
que contiene los cuatro primeros preceptos,
se refiere a Dios, excluyendo toda idolatría,
las imágenes de Dios en el culto, el perjurio,
pues el juramento llama, invoca a Dios par
testigo, y el trabajo en el sábado, que es la pro¬
fanación del día por él santificado. El quinto
precepto prescribe la honra a los padres, y es
el único a que expresamente se une una pro¬
mesa, El tercer grupo se refiere al bien del pró¬
jimo, condenando el homicidio, el adulterio,
el robo, la calumnia, y la codicia de los bienes
del prójimo, incluyendo en éstos a la mujer.
(2) El conjunto de leyes comprendido
entre 20. 22-23. 33* se llama comunmente
Código de la alianza»
saldrá libre, sin pagar nada. 1 2 3 Si entró
solo, solo saldrá; si teniendo mujer,
saldrá con él su mujer. 4 Pero si el
amo le dió mujer, y ella le dio a él
hijos o hijas, la mujer y los hijos
serán del amo, y él saldrá solo 6 Si
el siervo dijere: Yo quiero a mi amo,
a mi mujer y a mis hijos, no quiero
salir libre; 6 entonces el amo le lle¬
vará ante los jueces, y acercándose
a la puerta de la •"asa o a la jamba
de ella, le perforará la oreja con un
punzón, y el siervo lo será suyo de
por vida.
7 Si vendiere un hombre a su hija,
por sierva, no saldrá ésta como los
otros siervos. 8 Si ella desplace a su
amo, al que estaba destinada, éste
permitirá que sea redimida; pero no
podrá venderla a extraños, después
de haberla despreciado. 9 Si la des¬
tinaba a su hijo, la tratará como se
trata a los hijos; 10 y si para éste
tomare otra mujer, proveerá a l a
sierva de alimento, vestido y lecho .
11 y sí de estas tres cosas no la pro-’
voyere, podrá ella salirse sin pagar
nada, sin rescate.
12 Él que hiera mortalmente a otro,
será castigado con la muerte; 13 pero
si no pretendía él herirle, y sólo por¬
que Dios se lo puso ante la mano le
hirió, yo le señalaré un lugar donde
podrá refugiarse. 14 Si de propósito
mata un hombre a su prójimo tra'do-
ramente, de mi altar mismo le arran¬
carás para darle muerte. 15 El que
hiera a su padre o a su madre, será
muerto. 16 El que robe un hombre,
bájalo vendido o téngalo en su poder,
será muerto. 17 El que maldijere a
su padre o a su madre, será muerto.
18 Si riñen dos hombres, y uno
hiere al otro con piedra o con el
puño, sin causarle la muerte, pero
de modo que éste tuviese que hacer
cama: 19 si el herido se levanta, y
puede salir fuera apoyado en su
bastón, el que le hirió será quito
pagándole lo no trabajado y lo gas¬
tado en la cura.
20 Si 11110 hiere con palo a su siervo
o a su sierva, de modo que muriere
a su mano, se le exigirá responsabi¬
lidad; 21 pero si sobreviviere un día
o dos, no, pues hacienda suya Cra.
22 Si en riña de hon bres golpeare
uno a una mujer encinta, y el niño na¬
ciere sin más daño, será multado en
la (..ntidael que el marido de^ la mujer
pida y decidan los jueces; 23 pero si
resultare algún daño, entonces dará
ÉXODO, 22
81
vida por vida, 24 ojo por ojo, diente
por diente, mano por mano, pie por
pie, 26 quemadura por quemadura,
herida por herida, cardenal por car¬
denal.
26 Si uno diere a su siervo o a su
sierva un golpe en un ojo, y se lo
hiciere perder, habrá de ponerle en
libertad en compensación del ojo.
27 Y si le hiciere caer al siervo o a
la sierva un diente, le dará libertad
en ‘compensación de su diente.
28 Si un buey acornea a un hombre
o a una mujer, y se sigue la muerte,
el buey será lapidado, no se comerá
su carne, y el dueño será quito.
29 Pero si ya de mucho antes el buey
acorneaba, y requerido el dueño, no
lo tuvo encerrado, el buey será lapi¬
dado, si mata a un hombre o a una
mujer, pero el dueño será también
reo de muerte. 30 Si en vez de la
muerte le pidieran al dueño un pre¬
cio como rescate de la vida, pagará
lo que se le imponga. 31 Si el buey
hiere a un niño o a una niña, se
aplicará esta misma ley; 32 pero si
el herido fuese un siervo o una sierva,
pagará el dueño treinta sidos de
plata al dueño del esclavo o de la
esclava, y el buey será lapidado.
33 Si uno abre una cisterna, o cava
una, y no la cubre, y cayere en ella
un buey o un asno, 34 pagará el
dueño de la cisterna en dinero el
precio al dueño de la bestia, pero lo
muerto será para él.
36 Si el buey de uno acornea a un
buey de otro, y éste muere, se ven¬
derá el buey vivo, partiéndose el
precio, y se repartirán igualmente el
buey muerto. 36 Pero si se sabe que
el buey acorneaba ya de mucho tiem¬
po atrás, y su dueño no lo tuvo ence¬
rrado, dará éste buey por buey, y
el buey muerto será para él.
Leyes relativas a la propiedad.
íyey 1 Si uno roba un buey o una
' oveja, y lo mata o la vende, res¬
tituirá cinco bueyes por uno y cuatro
ovejas por oveja*. 2 Si el ladrón fuere
sorprendido forzando de noche, y
fuese herido y muriese, no será el que
le hiere reo de sangre; 3 pero si hu¬
biese ya salido el sol, responderá cíe
la sangre. 4 El ladrón restituirá; y
si no tiene con qué, será vendido por
b» que robó; y si lo que robó, buey.,
asno u oveja", se encuentra todavía
vivo en sus manos, restituirá ei doble.
6 Si uno daña un campo o una viña,
dejando pastar su ganado en el campo
o en la v'ña de otro, restituirá por
lo mejor del campo o lo mejor de
la viña.
6 Si propagándose un fuego por los
espinos, quema mieses recogidas o
en pie, o un campo, el que encendió
el fuego pagará el daño. 7 Si uno
da a otro en depósito dinero o uten¬
silios, y fueren éstos robados de la
casa del otro, el ladrón, si es hallado,
restituirá el doble. 8 Si no parece el
ladrón, el dueño de la casa se pre¬
sentará ante Dios, jurando no haber
puesto su mano sobre lo ajeno. 9 Toda
acusación de fraude, sea de buey, de
asno, de oveja, de vestido, de cual¬
quier cosa desaparecida, de que se
diga, «esto esn, decídase por jura¬
mento ante Dios. El que fuere con¬
denado restituirá el doble.
10 Si uno entrega en depósito a su
prójimo, asno, buey, oveja o cual¬
quier otra bestia, y lo depositado
muere, o se estropea, o es cogido
por los enemigos, sin que nadie lo
haya visto, 11 se interpondrá entre
ambas partes el juramento de Yave,
de no haber puesto el depositario
mano sobre el bien de su prójimo.
El dueño aceptará el juramento, y
el depositario no será obligado a
restituir; 12 pero si la bestia le fué
robada, restituirá al dueño. 13 Ri la
bestia fuere despedazada, preséntese
lo destrozado, y no tendrá que res¬
tituir.
14 Si uno pide a otro prestada una
bestia, y ésta se estropea o muere,
no estando presente el dueño, el
prestatario será obligado a restituir;
15 pero si estaba presente el dueño,
no tendrá que restituir e) prestata¬
rio. Si el préstamo fué por precio,
reciba el dueño lo estipulado.
16 Si uno seduce a una virgen no
desposada, y tiene con ella comercio
carnal, pagará su dote y la tomará
por mujer. 17 Si el padre rehúsa
dársela, el seductor pagará la dote
que se acostumbra dar por las vír¬
genes.
18 No dejarás con vida a los hechi¬
ceros.
19 El reo de bestialidad será muerto.
20 Los que ofrezcan sacrificios a
dioses extraños serán exterminados.
21 No maltratarás al extranjero ni
i le oprimirás, pues extranjeros fuisteis
| vosotros en la tierra de Egipto.
6
82
ÉXODO, 23
22 No dañarás a la viuda ni al
huérfano. 23 Si eso haces, ellos cla¬
marán a mí, y yo oiré sus clamores:
24 se encenderá mi cólera y os des¬
truiré por la espada, y vuestras mu¬
jeres serán viudas, y vuestros hijos,
huérfanos.
26 Si prestas dinero a uno de mi
pueblo, a un pobre que habita en
medio de vosotros, no te portarás
con él como acreedor, y no le exigirás
usura.
26 Si tomas en prenda el manto de
tu prójimo, se lo devolverás antes
de la puesta del sol, 27 porque con
eso se cubre él, con eso viste su carne,
y ¿con qué va a dormir? Clamará a iní,
y yo le oiré, porque soy misericordioso.
28 No desacreditarás a los jueces,
ni denigrarás a los príncipes de tu
pueblo.
29 No dilatarás ofrecerme las pri¬
micias de tus cosechas y de tu lagar.
IVle darás el primogénito de tus hijos.
30 Así harás con el primogénito de
tus vacas y tus ovejas; quedará
siete días con su madre, y al octavo
me lo darás.
31 Sed para mí santos. No comeréis
la carne despedazada en el campo,
se la echaréis a los perros.
23 1 No esparzas rumores falsos.
No te unas con los impíos para
testificar en falso. 2 No te dejes arras¬
trar a ello por otros.
En las causas no respondas porque
así respondan otros; 3 ni aun en las
de los pobres mentirás por compa¬
sión de ellos.
4 Si encuentras el buey o el asno
de tu enemigo perdidos, llévaselos.
5 Si encuentras el asno de tu enemigo
caído bajo la carga, no pases de
largo, ayúdale a levantarlo.
6 No tuerzas el derecho del pobre
en sus causas. Aléjate de toda men¬
tira, y no hagas morir al inocente
y al justo, porque yo no absolveré
al culpable. 8 No recibas regalos,
que ciegan a los prudentes y tuercen
la justicia.
9 No hagáis daño al extranjero;
ya sabéis lo que es un extranjero,
pues extranjeros fuisteis vosotros en
la tierra de Egipto.
Diversas leyes ceremoniales.
10 Sembrarás tu tierra seis años y
recogerás sus colchas; 11 al séptimo
la dejarás descansar, que coman los
pobres de tu pueblo, y lo que quede
lo coman las bestias del campo. Eso
harás también con las viñas y los
olivares.
12 Seis días trabajarás, y descan¬
sarás al séptimo, para que descansen
también tu buey y tu asno, y se
recobre el hijo de tu esclava y el
extranjero.
13 Guardad cuanto os he mandado.
No te acuerdes del nombre de dioses
extraños, ni se oiga de tus labios.
14 Tres veces cada año (1) cele¬
braréis fiesta solemne. 16 Guarda la
fiesta de los ácimos, comiendo ácimo
siete días, como os he mandado, en
el mes de Abib; pues en esc mes
saliste de Egipto. No te presenta;
rás ante mí con las manos vacías
16 También la solemnidad del co¬
mienzo de la recolección, de las pri¬
micias de tu trabajo, de cuanto
hayas sembrado en tus campos.
17 También la solemnidad del fin
del año y de la recolección, cuando
habrás recogido del campo todos sus
frutos. 18 Tres veces en el año com¬
parecerá todo varón ante Yavc, tu
Dios.
No acompañarás de pan fermentado
la sangre de tu víctima, ni dejarás
la carne de ésta para el día siguiente.
19 Llevarás a la casa de Yavc,
tu Dios, las primicias de los frutos
de tu suelo.
No cocerás el cabrito en la leche
de su madre.
20 Yo mandaré a un ángel ante ti,
para que te defienda en el camino
y te haga llegar al lugar que te he
dispuesto. 21 Acátale, y escucha su
voz, no le resistas, porque no per¬
donará vuestras rebeliones y porque
lleva mi nombre. 22 Pero si le escu¬
chas, y haces cuanto él te diga,
yo seré el enemigo de tus enemigos,
y afligiré a los que te aflijan, 23 pues
mi ángel marchará delante de ti y
te conducirá a la tierra de los amo-
neos, de los goteos, de los fcrcceos
de los cananeos, de los jeveos y de
los jebuseos, que yo exterminaré.
(i) Estas fiestas tienen un doble carácter;
son fiestas agrícolas, y en este aspecto, si no
todas, alguna se halla entre los pueblos gentiles.
Para Israel, el principal aspecto es el histórico.
\a pascua, conmemoración de la salida de Egip¬
to; la fiesta de los tabernáculos, memoria de la
estancia en el desrerio; la de Pentecostés, si no
lo fué desde el principio, quedó después como
conmemoración de la promulgación de la ley.
ÉXODO, 24, 25
83
24 No adores sus dioses ni los sirvas;
no imites sus costumbres, y derriba
y destruye sus cipos. 26 Servirás a
Yave, tu Dios, y él bendecirá tu
pan y tu agua, y alejará de en medio
de vosotros las enfermedades, 26 y
no habrá en vuestra tierra mujer
que se quede sin hijos, ni sea estéril,
y vivirás largos años. 27 Mi terror
íe precederá, y perturbaré a todos
los. pueblos a que llegues, y todos
tus enemigos volverán ante ti las
espaldas, 28 y mandaré ante ti tába¬
nos, que pondrán en fuga a jeveos,
cananeos y geteos delante de ti.
29 No los arrojaré en un solo año,
no quede la tierra desierta, y se
multipliquen contra ti las fieras.
30 Poco a poco los haré desaparecer
ante ti hasta que crezcas y poseas la
tierra. 31 Te doy por confines desde
el Mar Rojo hasta el Mar de Pales¬
tina y desde el desierto hasta el río.
Pondré en tus manos a los habitan¬
tes de esa tierra, y los arrojarás
de ante ti. 32 No pactarás con ellos
ni con sus dioses; 33 no sea que habi¬
tando en tu tierra, te hagan pecar
contra mí y sirvas a sus dioses, que
sería tu ruina.»
Moisés, con I09 ancianos, sube
al Sinaí.
¿v 4 1 Dijo también a Moisés: «Sube
a Yave tú, Arón, Nadab y
Abiú, con setenta de los ancianos
de Israel, y adoraréis desde lejos.
2 Sólo Moisés se acercará a Yave,
pero ellos no se acercarán, ni subi¬
rá con ellos el pueblo.» 3 Vino, pues,
Moisés, y trasmitió al pueblo todas
las palabras de Yave y sus leyes,
y el pueblo a una voz respondió:
«Todo cuanto ha dicho Yave, lo
cumpliremos.» 4 Escribió Moisés to¬
das las palabras de Yave. Levantóse
de mañana, y alzó al pie de la mon¬
taña un altar y doce piedras, por
las doce tribus de Israel; 6 y mandó a
algunos jóvenes, hijos de Israel, y
ofrecieron a Yave holocaustos, inmo¬
laron toros, víctimas pacíficas a Yave.
6 Tomó Moisés la mitad de la san¬
gre, poniéndola en vasijas, y la otra
mitad la derramó sobre el altar.
7 Tomando después el Libro de la
Alianza, se lo leyó al pueblo, que
respondió: «Todo cuanto dice Yave,
lo cumpliremos, obedeceremos.» 8 To¬
mó él la sangre y aspergió al pueblo,
diciendo: «Esta es la sangre de la
alianza que hace con vosotros Yave:
sobre todas estas palabras.» 9 Subió
Moisés con Arón, Nadab y Abiú y
setenta ancianos de Israel, 10 y vieron
al Dios de Israel. Bajo sus pies había
como un pavimento de baldosas de
zafiro, brillantes como el mismo cielo.
11 No tendió su mano contra los que
de lejos le vieron. Comieron y be¬
bieron.
Sube Moisés solo a la cumbre
del Sinaí.
12 Dijo Yave a Moisés: «Sube a mí
al monte y estáte allí. Te daré
unas tablas de piedra, escritas en
ellas las leyes y mandamientos que
te he dado, para que se las enseñes.»
13 Cuando iba á subir Moisés a la
montaña con Josué, su ministro
14 dijo a los ancianos: «Esperadnos
aquí hasta que volvamos. Quedan
con vosotros Arón y Jur; si alguna
cosa grave hay, llevadla a ellos.»
15 Subió Moisés a la montaña, y
la nube la cubrió. 16 La gloria de Yave
estaba sobre el monte Sinaí y la
nube la cubrió durante seis días.
Al séptimo llamó Yave a Moisés de
en medio de la nube. 17 La gloria de
Yave parecía a los hijos de Israel
como un fuego devorador sobre la
cumbre de la montaña. 18 Moisés
penetró dentro de la nube, y subió
a la montaña, quedando allí cuarenta
’ías y cuarenta noches.
Mandato de construir el Taber¬
náculo.
op 1 Yave habló a Moisés, di-
j£o ciendo: 2 «Di a los hijos de
Israel que me traigan ofrendas; vos¬
otros las recibiréis para mí, de cual¬
quiera que de buen corazón las ofrez¬
ca. 3 He aquí las ofrendas que reci¬
biréis de ellos: oro, plata y bronce;
4 púrpura violada y púrpura escar¬
lata, carmesí; lino fino y pelo de
cabra; 6 pieles de carnero teñidas de
rojo y teñidas de violeta; madera de
acacia; 6 aceite para las lámparas,
aromas para el óleo de unción, y
para los incensarios; 7 piedras de
ónice y otras piedras de engaste
para el efod y el pectoral. 8 Que me
hagan un santuario, y habitaré en
medio de ellos. 9 Os ajustaréis a
84
ÉXODO, 25
cuanto voy a mostrarte como modelo
del santuario y de sus utensilios (1).
151 arca, el propiciatorio, los
querubines.
10 Se hará un arca de madera de
acacia, dos codos y medio de larga,
codo y medio de ancha y codo y
medio de alta.
11 La cubrirás de *oro puro, por
dentro y por iuera, y en torno de
17 Harás un propiciatorio de oro
puro, de dos codos y medio de largo
y un codo y medio de ancho. 18 Harás
dos querubines de oro, de oro macizo,
a los dos extremos del propiciatorio,
19 uno al uno, otro al otro lado de él.
Los dos querubines estarán a los
dos extremos. 20 Estarán cubriendo
cada uno con sus dos alas desde arriba
el propiciatorio, de cara el uno al
otro, mirando al propiciatorio. 21 P.on-
drás el propiciatorio sobre el arca'
ella pondrás una moldura de oro.
12 Fundirás para ella cuatro anillos
de oro, que pondrás en los cuatro
ángulos, dos de un lado y dos de
otro. 13 Harás unas barras de madera
de acacia, y las cubrirás de oro,
14 y las pasarás por los anillos de los
lados del arca para que pueda lle¬
varse. 1S Las barras quedarán siempre
en los anillos y no se sacarán.
16 En el arca pondrás el testimonio
que yo te daré.
(i) Fue, pues, construido el tabernáculo
y sus utensilios con los despojos de Egipto,
(i2. 34.) Minas de cobre para el bronce las
había en la península del Sinal, muy conocidas
y explotadas por los egipcios.
encerrando en ella el testimonio que
yo te daré. 22 Allí me encontrarás,
y de sobre el propiciatorio, de en
medio de los dos querubines, te
comunicaré yo todo cuanto para los
hijos de Israel te mandare (1).
La mesa.
23 Harás de madera de acacia una
mesa de dos codos de largo, un
codo de ancho y codo y medio de
(1) Estas palabras expresan un hecho
fundamentalísimo en la religión mosaica, la
habitación de Dios en medio de su pueblo,
hecha sensible en el tabernáculo y después en
ÉXODO, 26
8 .”)
alto; 24 la revestirás de oro puro, y
harás de ella una moldura de oro
todo en derredor. 25 Harás también
un reborde de un codo de alto en
torno, enguirnaldado de oro. 26 Le
harás también cuatro anillos de oro,
que pondrás en los cuatro ángulos,
cada uno a su pie 27 y por debajo
de la moldura de oro, para meter
por ellos las barras, para llevar la
mesa. 28 Las barras para llevar la
mesa las harás también de madera
de acacia y las cubrirás de oro.
29 Harás también sus platos, sus
navetas, sus copas, sus tazas para
las libaciones, 30 y tendrás sobre
esa mesa perpetuamente ante mí los
panes de la proposición.
solo cuerpo, y todo de oro puro, ma¬
cizo. 87 Harás para él siete lámparas,
que pondrás sobre el candelabro,
para que luzcan de frente. 38 Las
despabiladeras y la cazoleta donde se
apaguen los pábilos cortados, serán
El candelabro de oro.
31 Harás un candelero de oro puro,
todo lo harás de oro puro, de oro
macizo, con su base, su tallo, sus
cálices, sus globos y sus lirios sa¬
liendo de él. 32 Seis brazos saldrán
de sus lados, tres del uno y tres del
otro. 33 Tres cálices, a modo de flores
de almendro; tendrá el primer brazo,
con sus globos y lirios; tres cálices,
a modo de flores de almendro, con
sus globos y lirios, el segundo; y
lo mismo todos los seis brazos que
salen del tallo. 34 El tallo llevará
cuatro cálices, a modo de flores de
almendro, con sus globos y lirios:
de cada dos brazos saldrá una flor,
una sobre los dos inferiores, otra
sobre los dos siguientes, y otra sobre
los dos superiores. 36 Todo hará un
el templo, que la gloria de Dios llena, al inau¬
gurarse. Esta es la principal gloria de Israel
ante las naciones, ser el pueblo de Dios y ser
Dios el Dios de este pueblo. (Deut. 4. 7.)
de oro puro, 39 Un talento de oro
puro se empleará para hacer el can¬
delabro con todos sus utensilios.
40 Mira, y hazlo conforme al modelo
que en la montaña se te ha mostrado.
La morada o habitáculo.
1 La morada la harás de diez
cortinas; de hilo torzal de lino
fino, teñido de púrpura violeta, púr¬
pura escarlata y carmesí, entretejido
y representando querubines en tejido
plumario. 2 Cada cortina tendrá
veintiocho codos de largo y cuatro
codos de ancho; todas las cortinas
tendrán las mismas dimensiones. 3 Las
unirás de cinco en cinco, 4 y pondrás
lazos de púrpura violeta en el borde
de la cortina que termina el primer
conjunto y lo mismo en el extremo
del segundo. 5 Cincuenta lazos en el
borde del primero y cincuenta en el
borde del segundo, correspondién¬
dose los lazos los unos a los otros.
ÉXODO, 26
87
Pondrás cincuenta anillas en uno
de los conjuntos de cortinas y cin¬
cuenta en el otro, contrapuestas
entre sí. 6 Harás cincuenta garfios
de oro, y unirás con ellos una cortina
a la otra, para que hagan una sola
morada. 7 Harás también once tapi¬
ces de pelo de cabra para el taber¬
náculo, que cubrirá la morada. 8 Cada
tapiz tendrá treinta codos de largo
y cuatro de ancho. 9 Los unirás en
dos grupos, uno de cinco y el otro
sobre ésta, de pieles teñidas de color
violeta. 16 Harás también para la
morada tablones de madera de aca¬
cia, que pondrás de pie, 16 y tendrán
cada uno diez codos de largo y codo
y medio de ancho. 17 En cada uno
habrá dos espigas paralelas entre sí.
18 De estos tablones, veinte estarán
en el lado del austro, hacia el medio¬
día. 19 Harás cuarenta basas de plata
para debajo de los veinte tablones,
dos basas para debajo de cada tablón,
de seis, de modo que el sexto tapiz
del segundo se doble sobre el frente
del tabernáculo.. 10 Harás cincuenta
anillos de bronce, para el borde de
uno de los conjuntos, para que pueda
unirse al otro, y cincuenta para ej
borde del otro, para que pueda unirse
al primero. 11 Harás también cin¬
cuenta garfios de bronce, para unir
anillos con anillos, de modo que todo
haga un solo tabernáculo. 12 Lo
que sobresale de los tapices del uno
que hay más, la mitad del tapiz
sobrante, penderá sobre la parte pos¬
terior de la morada; y la otra mitad,
13 un codo de un lado, un codo del
otro, que es lo que sobra de lo largo
del tabernáculo, se extenderá sobre
los lados de lo morada, a uno y a
otro, para cubrirlos.
14 Harás también para el taber¬
náculo una cubierta de pieles de
carnero, teñidas de escarlata, y otra
para las dos espigas. 20 En el otro
lado de la morada, que mira al aquilón,
liarás otros veinte tablones 21 y cua¬
renta basas de plata, dos basas para
debajo de cada tablón. 22 Al lado
que mira al occidente pondrás seis
tablones, 23 y otros dos en cada
uno de los ángulos posteriores de
la morada, 24 unidos ambos desde
abajo hasta arriba, de modo que
cada dos vengan a hacer un tablón
angular. 26 Son, pues, entre todos
ocho tablones con sus dieciseis basas
de plata. 26 Harás también barras
traveseras de madera de acacia,
cinco para los tablones de un lado,
27 cinco para los del otro, y cincp
para los tablones de la morada del
lado que cierra el fondo hacia el
occidente. 28 La barra travesera de
en medio, que pasará por el medio
de los tablones, se extenderá a todo
lo largo de cada pared, desde el uno
88
ÉXODO, 26
al otro extremo. 29 Los tablones los
recubrirás de oro, y harás de oro
los anillos en que han de entrar
las barras traveseras, y éstas las
-r
■
recubrirás también de oro. 30 Toda
la morada la harás conforme al
modelo que en la montaña te ha
sido mostrado.
El velo de separación en
la morada.
31 Haz también un velo de lino
torzal, de púrpura violeta, púrpura
escarlata y carmesí, entretejido en
tejido plumario, figurando queru¬
bines. 32 Le colgarás de cuatro colum¬
nas de madera de acacia recubier¬
tas de oro, provistas de corchetes
de oro, y sus cuatro basas de plata.
33 Colgarás el velo de los corchetes,
y allí, detrás del velo, pondrás el ¡
arca del testimonio. 34 El velo ser¬
virá para separar el lugar santo del
lugar santísimo. 36 Pondrás sobre
el arca del testimonio el propicia¬
torio, en el lugar santísimo. La mesa
la pondrás delante del velo; y frente
a la mesa, el candelabro. Éste, del
lado meridional de la morada; la
mesa, del lado del norte.
La cortina para la entrada del
habitáculo.
36 Harás también para la entrada
del habitáculo un velo de lino torzal,
ÉXODO, 27 <xíi
púrpura violeta, púrpura escarlata y
carmesí, entretejido en tejido plu¬
mario. 37 Para este velo harás cincoi
columnas de madera de acacia, recu¬
biertas de oro y con corchetes dej
oro, y fundirás para ellas cinco basas
de bronce.
para el altar barras de madera de
acacia, y las recubrirás de bronce.
7 Pasarán por sus anillos, y estarán
a ambos lados del altar cuando haya
de transportarse. 8 Lo harás hueco,
en tableros, como en la montaña te
ha sido mostrado.
El altar de los holocaustos.
27 1 Harás un altar de madera
de acacia de cinco codos de
largo y cinco de ancho, cuadrado, y
tres codos de alto. 2 A cada uno de
sus cuatro ángulos pondrás un cuerno;
saldrán del altar, y los revestirás
de bronce. 3 Harás para el altar un
vaso para recoger las cenizas, paleta,
aspersorio, tenazas e incensario; todos
estos utensilios serán de bronce.
4 Harás para él una rejilla de bronce
en forma de malla, y a los cuatro
ángulos de la rejilla pondrás cuatro
anillos de bronce. 5 La colocarás
debajo de la corona del altar, a la
mitad de la altura de éste. 6 Harás
El atrio.
9 Harás para la morada un atrio.
Del lado del mediodía tendrá el atrio
cortinas de lino torzal, en una exten¬
sión de cien codos a lo largo del lado,
10 y veinte columnas con sus basas
de bronce. Los corchetes de las co¬
lumnas y sus anillos serán de plata.
11 Lo mismo en el lado del norte,
tendrá cortinas en un largo de cien
codos, y veinte columnas con sus
veinte basas de bronce. Los corchetes
de las columnas y sus anillos seián
de plata. 12 Del lado del occidente
tendrá cortinas a lo largo de cincuenta
codos, y diez columnas con sus diez
basas. 13 Del lado de oriente, tendrá
90
ÉXODO, 28
también cincuenta codos 14 y en él
habrá cortinas, a lo largo de quince
codos desde un extremo 15 y quince
desde el otro, con tres columnas y
tres basas en una parte, y tres co¬
lumnas y- tres basas en la otra.
16 Para la entrada del atrio habrá
un velo de veinte codos, de lino
torzal en púrpura violeta, púrpura
escarlata y carmesí, entretejido en
tejido plumario, que colgará de cuatro
columnas con sus cuatro basas. 17 To¬
das las columnas que cierran el atrio
tendrán corchetes de plata y basas
de bronce. 18 Será el atrio de cien
codos de largo, cincuenta de ancho
de ambos lados y cinco de alto, de
lino torzal y basas de bronce.
19 Todos los utensilios para el ser¬
vicio de la morada, todos sus clavos
y todos los clavos del atrio serán de
bronce. 20 Manda a los hijos ele Israel
que traigan aceite de olivas macha¬
cadas, para alimentar continuamente
la lámpara. 21 En el tabernáculo de
la reunión, del lado de acá del velo
tendido delante del testimonio, Arón
y sus hijos las prepararán, para que
ardan de la noche a la mañana en
presencia de Yave. Es ley perpetua
para los hijos de Israel, de generación
en generación.
Las vestiduras sacerdotales.
1 Y tú haz que se acerque Arón,
tu hermano, con sus hijos, de en
medio de los hijos de Israel, para que
sean mis sacerdotes: Arón y Nadab,
Abiú, Eleazar e Itamar, hijos de
Arón.
2 Harás a Arón, tu hermano, ves¬
tiduras sagradas, para gloria y orna¬
mento. 3 Te servirás para ello de los
hombres diestros que ha llenado el
espíritu de sabiduría, y ellos harán
las vestiduras de Arón, para consa¬
grarle, para que ejerza mi sacerdocio.
4 He aquí lo que han de hacer: un
pectoral, un efod, una sobretúnicn,
una túnica a cuadros, una tiara y un
ceñidor. 6 Se emplearán para ellas
oro y telas tejidas en jacinto, púr¬
pura y carmesí, y lino fino.
El efod.
6 El efod lo harán de oro, e hilo
torzal de lino, púrpura violeta, púr¬
pura escarlata y carmesí, artística¬
mente entretejidos. 7 Tendrá dos
hombreras para unirse la una con
la otra banda, dos por extremo, y
así se unirán. 8 El cinturón que lle¬
vará para ceñírselo será del mismo
tejido que él, de lino torzal, oro,
púrpura violeta, púrpura escarlata
y carmesí. 9 Toma dos piedras de
ónice, y graba en ellas los nombres
de los hijos de Israel, 10 seis de ellos
en una y seis en la otra, por H orden
de su generación. 11 La.> tallarás
como se tallan las piedras preciosas,
y grabarás los nombres de los hijos
de Israel, como se graban los sellos;
y las engarzarás en oro, 12 y las pon¬
drás en los hombros del efod, una
en cada uno, para memoria de los
hijos de Israel; y así llevará Arón
sus nombres sobre los hombros ante
Yave, para memoria. 13 Harás tam¬
bién engarces de oro 14 y dos cade¬
nillas de oro puro, a modo de cordón,
y las fijarás en los engarces.
El pectoral.
15 Harás un pectoral de juicio, del
misino tejido del efod, de hilo torzal
de lino, oro, púrpura violeta, púr¬
pura escarlata y carmesí. 16 Será
cuadrado y doble, de un palmo de
largo y uno de ancho. 17 Le guarne¬
cerás de pedrería en cuatro filas.
En la primera fila pondrás una
sardónica, un topacio y una esme¬
ralda; 18 en la segunda un rubí, un
zafiro y un diamante; 19 en la ter¬
cera un ópalo, un ágata y una ama¬
tista; 20 y en la cuarta un crisólito,
un ónice y un jaspe. 21 Todas estas
piedras irán engarzadas en oro, cu¬
briendo el pectoral, doce en número
según el número de los hijos de Is¬
rael; como se graban los sellos, así
se grabará en cada una el nombre de
cada una de las doce tribus. 22 Harás
para el pectoral cadenillas de oro
Í rnro, retorcidas a modo de cordón,
3 y dos anillos de oro, que pondrás
a dos de los extremos del pectoral;
24 pasarán los dos cordones de oro
por los dos anillos fijados en los extre¬
mos del pectoral; 26 y fijarás dos extre¬
midades de los cordones a los engarces
del pectoral y las otras dos extremi¬
dades las unes a los engarces de la
parte anterior de las dos piedras de
los hombros del efod. 26 Harás otros
dos anillos de oro, que pondrás a los
dos extremos inferiores del pectoral,
ÉXODO, 29
91
en el borde interior que se aplica el
efod, 27 y dos anillos de oro, que pon¬
drás en la parte superior de las hom¬
breras del efod, por delante, cerca
de la unión, y por encima del cin¬
turón del efod. 28 Se unirá el pectoral
por sus anillos a los anillos del efod
con una cinta de jacinto, para que
quede el pectoral por encima del
cinturón del efod, sin poder separarse
de él. 29 Así, cuando entre Arón
en el santuario, llevará sobre su
corazón los nombres de los hijos
de Israel en el pectoral de juicio,
en memoria perpetua ante Ya ve.
30 Pondrás también en el pectoral
de juicio los urim y los tummím ,
para que estén sobre el corazón de
Alón cuando se presente ante Ya ve,
y lleve así constantemente sobre su
corazón ante Yave el juicio de los
hijos de Israel.
La sobretúnica.
31 La tela de la sobretiinica del
efod la harás toda enteriza de jacinto.
32 Tendrá en medio una abertura
para la cabeza, y esta abertura 1
tendrá todo en torno un refuerzo,
tejido como el que llevan las orlas
de los vestidos para que no se rompan.
33 En la parte inferior pondrás gra¬
nadas de jacinto, de púrpura y de¡
carmesí, alternando con campani-j
lias de oro, todo en derredor, 34 una
campanilla de oro y una granada
sobre la orla de' la vestidura, todo
en torno. 35 Arón se revestirá de
ella para su ministerio, para que se
haga oír el sonido de las campa¬
nillas cuando entre y salga del san¬
tuario Yave, y no muera.
La diadema.
36 Harás una lámina de oro puro,
y grabarás en ella como se graban
los sellos: «Santidad a Yave.» 37 La
sujetarás con una cinta de jacinto
a la tiara por delante. 38 Estará
sobre la frente de Arón, y Arón
llevará las faltas cometidas en todo
lo santo que consagren los hijos de
Israel en toda suerte de santas ofren¬
das; estará constantemente sobre la
frente de Arón ante Yave, para que
hallen gracia ante él.
La túnica, ia tiara y los calzones.
39 La túnica la harás de lino, y
una tiara también de lino y un cin¬
turón de varios colores.
40 Para los hijos de Arón harás
túnicas, cinturones y tiaras, para
gloria y ornamento. 41 De estas ves¬
tiduras revestirás a Arón, tu hermano,
y a sus hijos. Los ungirás, les llenarás
las manos y los santificarás, para que
me sirvan de sacerdotes. 42 Hazles
calzones de lino para cubrir su des¬
nudez, que lleguen desde la cintura
hasta los muslos. 43 Los llevarán Arón
y sus hijos cuando entren en el ta¬
bernáculo de la reunión, y cuando
se acerquen al altar para servir en
el santuario; así no incurrirán en
falta y no morirán. Es ley perpetua
ésta para Arón y para sus descen¬
dientes después de él.
La consagración de los sacerdotes.
29 4 He aquí lo que has de hacer
~' para consagrarlos sacerdotes a
mi servicio. Tomarás de entre el ga¬
nado un novillo y dos carneros, todos
sin mácula; 2 panes ácimos, tortas
ácimas, amasadas con aceite, y fri¬
suelos ácimos untados de aceite, todo
ello hecho de flor de harina de trigo;
3 y lo pondrás todo en un cestillo,
y lo presentarás así, al tiempo de la
presentación del novillo y de los dos
carneros. 4 Haz a Arón y a sus hijos
avanzar a la entrada del tabernáculo
de la reunión, y lávalos con agua.
5 Después, tomando las vestiduras,
viste a Aróft la túnica, la sobretúníca,
el efod y el pectoral, y cíñele el efod
con el cinturón. 6 Pon sobre su cabeza
la tiara, V en la tiara la lámina de
la santidad. 7 Toma el óleo de uncio¬
nes, derrámalo sobre su cabeza, y
le ungirás. 8 Haz que se acerquen sus
hijos, y les revistes las túnicas, 9 los
ciñes con los cinturones y les pones
las tiaras. A ellos les corresponderá
el sacerdocio por ley perpetua. Tú
instituirás a Arón y a sus hijos.
10 Trae luego el novillo ante el ta¬
bernáculo de la reunión, y Arón y
sus hijos pondrán sus manos sobre
la cabeza del novillo. 11 Degüella el
novillo ante Yave, a la entrada del
tabernáculo de la reunión; 12 toma
la sangre del novillo, y con tu dedo
unta de ella los cuernos del altar,
v la derramas al píe del altar. 13 Coge
92
ÉXODO, 29
todo el sebo que cubre las entrañas,
la redecilla del hígado y los dos ri¬
ñones con el sebo que los envuelve,
y lo quemas todo en el altar. 14 La
carne del novillo, la piel y los excre¬
mentos, los quemarás fuera del cam¬
pamento. Este es el sacrificio por el
pecado.
15 Tomarás luego uno de los car¬
neros, y Arón y sus hijos pondrán sus
manos sobre la cabeza de aquél;
16 degüella el carnero, y riega con su
sangre el altar todo en derredor.
17 Descuartiza el carnero, y lavando
las entrañas y las piernas, las pones
sobre los otros trozos y la cabeza,
18 y lo quemarás todo sobre el altar.
Es el holocausto a Yave, de suave olor,
el sacrificio a Yave por el fuego.
19 Toma luego el otro carnero, y
Arón y sus hijos le pondrán sus
manos sobre la cabeza. 20 Degüella
el carnero, y tomando su sangre, unta
de ella el lóbulo de la oreja derecha
de Arón y el lóbulo de la oreja dere¬
cha de sus hijos, el pulgar de sus
manos derechas y el pulgar de sus
pies derechos, y regarás de sangre el
altar todo en derredor. 21 Coge de
la sangre que habrá sobre el altar
y el óleo de unciones, y asperge a
Arón y sus vestiduras, y a sus hijos
y sus vestiduras, y así será consagrado
él y sus vestiduras, sus hijos y sus
vestiduras. 22 Coge el sebo del car¬
nero, la cola, el sebo que cubre las
entrañas, la redecilla del hígado, los
dos riñones con el sebo que los en¬
vuelve y la pierna derecha, pues este
carnero es carnero de inauguración.
23 También del ccstillo de ácimos
puesto ante Yave, toma un pan, una
torta y un frisuelo, 24 y pon todo
esto en las palmas de las manos de
Arón y de sus hijos, y haz que las
agiten como ofrenda agitada ante
Yave. 25 Luego los cogerás de sus
manos, y los quemarás en el altar
encima del holocausto, en suave olor
ante Yave, para ofrecérselo. 26 To¬
marás el medio pecho del carnero de
inauguración, que sería de Arón, y
lo agitarás como ofrenda agitada
ante Yave; esa será tu parte. 27 San¬
tificarás el otro medio pecho de agi¬
tación y el brazuelo de elevación, que
han sido agitados y elevados del
carnero de inauguración, lo que cede
en favor de Arón y de sus hijos, y
esa será la parte de Arón y de sus
hijos. 28 Esa será la parte de Arón
y sus hijos por ley perpetua que guar¬
darán los hijos de Israel, pues es
ofrenda de elevación, y en los sacri¬
ficios eucarísticos de" los hijos de
Israel, la ofrenda de elevación es
de Yave.
29 Las vestiduras sagradas que
usará Arón, serán después de él las
de sus hijos; con ellas serán ungidos,
y con ellas se les llenarán las manos.
30 Siete días las llevará el que de sus
hijos sea sacerdote en lugar suyo,
y entre en el tabernáculo de la reunión
para ministrar en el santuario.
31 Tomarás la carne del carnero de
inauguración, y la harás cocer en
lugar santo. 33 Arón y sus hijos co¬
merán a la entrada del tabernáculo
de la reunión la carne del carnero y
los ácimos del ccstillo. 33 Comerán
lo que ha servido para su expiación,
para llenarles las manos y consa¬
grarlos. No comerá de ello ningún
extraño, porque son cosas santas.
34 Si algo queda de las carnes de la
consagración o de los panes para el
día siguiente, lo quemarás y no se
comerá, porque es cosa santa.
35 Cumplirás respecto de Arón y
de sus hijos todo cuanto te he man¬
dado. 36 Durante siete días los con¬
sagrarás, y cada día ofrecerás el no¬
villo en sacrificio por el pecado sobre
el altar, para expiación, y le ungirás
y le santificarás. 37 Durante siete
días expiarás el altar y lo santifi¬
carás, y el altar será santísimo, y
cuanto a él toque será santo.
El holocausto perpetuo.
38 He aquí lo que sobre el altar
ofrecerás: dos corderos primales cada
día perpetuamente, 39 uno por la
mañana, el otro entre dos luces;
40 con el primero ofrecerás un décimo
de harina de flor, amasado con un
cuarto de hin de aceite de oliva ma¬
chacada y una libación de un cuarto
de hin de vino.
41 El segundo cordero lo ofrecerás
entre dos luces, con una ofrenda y
una libación iguales a las de la ma¬
ñana, en olor de suavidad; 42 es sacri¬
ficio por el fuego a Yave, holocausto
perpetuo en vuestras generaciones, a
la entrada del tabernáculo de la
reunión, ante Yave, allí donde yo
me haré presente para hablarte. 43 Allí
me liaré yo presente a los hijos de
Israel, y será consagrado por mi glo¬
ria. 44 Yo consagraré el tabernáculo
CXODO, 30
93
de la reunión y el altar, y consagraré
a Arón y a sus hijos para que sean
sacerdotes a mi servicio. 46 Habitaré
en medio de los hijos de Israel, y
seré su Dios. 46 Ellos conocerán que
yo soy su Dios, que los he sacado
de la tierra de Egipto para habitar
entre ellos, yo, Yave, su Dios.
El altar de los perfumes.
30 1 Harás también un altar para
quemar en él el incienso. Lo
harás de madera de acacia, 2 de un
codo de largo, un codo de ancho,
cuadrado, y de dos codos de alto.
Sus cuernos harán un cuerpo con él.
3 Lo revestirás de oro puro por arriba,
por los lados todo en torno y los
cuernos, y harás todo en derredor
una moldura de oro. 4 Harás para él
dos anillos de oro para dos de sus
lados, que pondrás debajo de la
moldura a ambos lados, para las
barras con que pueda transportarse.
5 Las barras serán de madera de
acacia, y las revestirás de oro. 6 Co¬
locarás el altar delante del velo que
oculta el arca del testimonio y el
propiciatorio que está sobre el tes¬
timonio, al 1 í donde yo me he de
encontrar contigo. 7 Arón quemará
en él el incienso; lo quemará todas
las mañanas, al preparar las lámpa¬
ras, 8 y entre dos luces, cuando las
ponga en el candelabro. Así se que-
| mará el incienso ante Yave perpe-
j tuamente entre vuestros descendien¬
tes. 9 No ofreceréis sobre el altar
ningún perfume profano; ni holocaus¬
tos, ni ofrendas, ni derramaréis sobre
él ninguna libación. 10 Arón hará la
expiación sobre los cuernos del altar,
una vez por año, con la sangre de la
víctima expiatoria; y la expiación la
hará una vez por año, de generación
en generación. Este altar es santísimo
de Yave.
El rescate de la vida.
11 Yave habló a Moisés diciendo:
12 «Cuando enumeres a los hijos de Is¬
rael para hacer el censo, cada uno
ofrecerá a Yave un rescate por su
vida, para que no sean heridos de
plaga alguna al ser empadronados.
13 Lo que dará cada uno que ha de
comprender el censo será medio sido,
del peso del sido del santuario, que
es de veinte güeras , medio sido será
el don a Yave. 14 Todo hombre com¬
prendido en el censo, de veinte años
para arriba, hará ese don a Yave;
16 ni el rico dará más, ni el pobre
menos del medio sido, para pagar el
don a Yave, como rescate de vues¬
tras vidas. 16 Tú recibirás de los hijos
de Israel este rescate, y lo aplicarás
al servicio del tabernáculo de la
reunión; será para los hijos de Israel
memoria ante Yave en expiación de
sus vidas.»
La pila de bronce.
17 Yave habló a Moisés, diciendo:
«Haz un pilón de bronce con su base
de bronce, para las abluciones. Lo
pondrás entre el tabernáculo de la
reunión y el altar, y pondrás agua
en él, 19 de la que tomarán Arón y
sus hijos para lavarse las manos y
los pies. 20 Con este agua se lavarán,
para que no mueran, cuando entren
en el tabernáculo de la reunión,
cuando se acerquen al altar para el
ministerio y para quemar un sacrifi
94
ÉXODO, 31
cío a Yave. 21 Se lavarán píes y
manos y así no morirán. Esta será
ley perpetua para ellos, para Arón
y su descendencia de generación en
generación.»
El óleo de unción.y el timiama.
22 Yave habló a Moisés, diciendo:
23 «Toma .aromas; quinientos sidos
de mirra de primera; la mitad, es
decir, doscientos cincuenta sidos,
de cinamomo aromático, y doscientos
cincuenta sidos de caña aromática;
24 quinientos sidos de casia, según el
peso del sido del santuario, y un hin
de aceite de oliva. 25 Con esto harás
un aceite para la unción sagrada, y un
perfume compuesto con arreglo al
arte de la perfumería, que será el
óleo para la unción sagrada. 26 Con
él ungirás el tabernáculo de la reunión,
el arca del testimonio, 27 la mesa,
con todos sus utensilios, el candelero,
con sus utensilios, el altar del incien¬
so, 28 el altar de los holocaustos,
con sus utensilios, y el pilón con su
base. 29 Así los consagrarás, y serán
santísimos; cuanto los tocare será
santo. 30 Con él ungirás a Arón y
a sus hijos, y los consagrarás para mi
servicio como sacerdotes. 31 Hablarás
así a los hijos de Jsrael; ese será el
óleo de la unción sagrada para mí,
de generación en generación. 32 No
se derramará sobre cuerpo de hom¬
bre alguno, ni haréis parecido a él
de la misma composición; será cosa
sagrada, y como cosa sagrada lo mi¬
raréis. 33 Cualquiera que haga otro
semejante, o de él diere a un profano,
será borrado de en medio de mi
pueblo.»
34 Yave dijo a Moisés: «Toma aro¬
mas, cstacte, uña aromática, gálbano
e incienso purísimo. Aromas e in¬
cienso entrarán por cantidades igua¬
les, 35 y harás con ellos el timiama,
compuesto según el arte de perfume¬
ría, salado, puro, santo. 38 Lo pulve¬
rizarás, y lo pondrás delante del
testimonio cu el tabernáculo de la
reunión, donde me he de encontrar
yo contigo. Será para vosotros cosa
santísima el perfume que hagas, 37 y
nadie hará para sí otro de la misma
composición; lo mirarás como cosa
sagrada, perteneciente a Yave. 38 Cual¬
quiera que haga otro semejante para
aspirar su aroma, será borrado de
en medio de su pueblo.»
Los artífices destinados a la obra.
31 1 Yave habló a Moisés, dieiende .
2 «Sabrás que yo llamo por su
nombre a Bezalel, hijo de Uri, hijo
de Jur, de la tribu de Judá. 3 Le he
llenado del espíritu de Dios, de sa¬
biduría, de entendimiento y de saber,
para toda clase de obras, para toda
suerte de manufacturas, 4 para pro¬
yectar, para labrar el oro, la plata
y el bronce, 5 para tallar piedras y
engastarlas, para tallar la madera y
ejecutar trabajos de toda suerte. 6 Le
asocio Odolias, hijo de Ajisamec, de
la tribu de Dan. He puesto la sabidu¬
ría en el corazón de todos los hom¬
bres hábiles, para que ejecuten todo
lo que te he mandado hacer: 7 el ta¬
bernáculo de la reunión, el arca del
testimonio, el propiciatorio de enci¬
ma, y todos los muebles del taber¬
náculo; 8 la mesa, con sus utensilios,
el candelabro de oro, con sus uten¬
silios, el altar de lus perfumes, 9 el
altar de los holocaustos, con sus uten¬
silios, la pila con su base, 10 las ves¬
tiduras sagradas para Arón y sus
hijos, para ejercer los ministerios
sacerdotales; 11 el óleo de unción y
el timiama aromático para el santua¬
rio. Cuanto yo te he mandado hacer,
ellos lo harán.»
Renovación de la ley ácl sábado.
12 Yave habló a Moisés diciendo:
13 «Habla a los hijos de Israel y diles:
No dejéis de guardar mis sábados,
porque el sábado es entre mí y vos¬
otros una señal para todas vuestras
generaciones, para que sepáis que
soy yo, Yave, el que os santifico.
14 Guardaréis el sábado, porque es
cosa santa. El que lo profane será
castigado con la muerte; el que en él
trabaje será borrado de en medio
de su pueblo. 15 Se trabajará seis días,
pero el día séptimo será día de des¬
canso completo) dedicado a Yave. El
que trabaje en sábado, será castigado
con la muerte. 16 Los hijos de Israel
guardarán el sábado y lo celebrarán
por sus generaciones, ellos y sus des¬
cendientes como alianza perpetua;
17 será entre mí y ellos una señal
perpetua, pues en seis días hizo Yave
ios cielos y la tierra, y el séptimo din
cesó en su obra y descansó.»
ÉXODO, 32
U5
El becerro de oro.
18 Cuando hubo acabado Yave de
hablar a Moisés en la montaña del
Sinaí, le dio las dos tablas del testi¬
monio, tablas de piedra, escritas por
el dedo de Dios.
1 El pueblo, viendo que Moisés
áJ* tardaba en bajar de la mon¬
taña, se reunió en tomo de Arón y
le dijo: «Anda, haznos un dios que
vaya delante de nosotros. Porque ese
Moisés, ese hombre que nos ha sa¬
cado de Egipto, no sabemos qué ha
sido de él.» 2 Arón les dijo: «Coged
los anillos de oro que tengan en sus
orejas vuestras mujeres, vuestros hijos
y vuestras hijas, y traédmelos.» 3 To¬
dos se quitaron los anillos de oro que
llevaban en las orejas y se los traje¬
ron a Arón. 4 El los recibió de sus
manos, hizo un molde y en él un
becerro fundido, y ellos dijeron: «Is¬
rael, ahí tienes a tu Dios, el que te
ha sacado de la tierra de Egipto.»
6 Al ver'esto Arón, alzó un altar ante
la imagen y clamó: «Mañana habrá
fiesta en honor de Yave.» 6 Al día
siguiente levantándose de mañana,
ofrecieron holocaustos y sacrificios
eucarísticos, y el pueblo se sentó
luego a comer y beber, y se levan¬
taron después para danzar.
7 Yave dijo entonces a "Moisés:
«Ve, baja, que tu pueblo, el que tú
has sacado de la tierra de Egipto,
ha prevaricado. 8 Bien pronto se han
desviado del camino que les prescribí.
Se han hecho un becerro de metal
y se han prosternado ante él, di¬
ciendo: Israel, ahí tienes a tu dios,
el que te ha sacado de la tierra de
Egipto.» Yave dijo a Moisés: «Ya
veo que este pueblo es un pueblo de
cerviz dura. 10 Déjame, pues, que se
desfogue contra ellos mi cólera, y los
consuma. Yo te haré a ti una gran
nación.» 11 Moisés imploró a Yave,
su Dios, y le dijo: «¿Por qué joh
Yavel vas a desfogar tu cólera contra
tu pueblo, que sacaste de la tierra
de Egipto con gran poder y brazo
fuerte? 12 ¿Por qué habrán de poder
decir los egipcios: para mal suyo los
sacó de la tierra de Egipto, para ha¬
cerlos perecer en las montañas, y
para exterminarlos de sobre la tierra?
Apaga tu cólera, y perdona la ini¬
quidad de tu pueblo. 13 Acuérdate
de Abraham, Isac y Jacob, tus siervos,
a los cuales jurando por tu nombre,
dijiste: yo multiplicaré vuestra des¬
cendencia como las estrellas del cielo,
y toda la tierra de que os he hablado
se la daré a vuestros descendientes
en eterna posesión.» 14 Y se arre¬
pintió Yave del mal que había dicho
haría a su pueblo.
16 Volvióse Moisés y bajó de la mon¬
taña, llevando en sus manos las dos ta¬
blas del testimonio, que estaban escri¬
tas de ambos lados, poruña y otra cara.
16 Eran obra de Dios, lo mismo que
la escritura grabada sobre las tablas.
17 Josué oyó el ruido que el pueblo
hacía lanzando gritos, y dijo a Moi¬
sés: «En el campamento resuena ruido
de batalla.» 18 Moisés respondió:
«No son gritos de victoria, ni gritos
de derrota, oigo la voz de los que
cantan.» 19 Cuando estuvo cerca del
campamento, vió el becerro y las
danzas; y encendido en cólera, tiró
las tablas, y las rompió al pie de la
montaña. 20 Cogió el becerro que
habían hecho, y lo quemó, desmenu¬
zándolo hasta reducirlo a polvo, que
mezcló con agua, haciéndosela beber
a los hijos de Israel.
21 Moisés dijo -a Arón: «¿Qué te
ha hecho este pueblo, para que tú
hayas echado sobre él tan gran pe¬
cado?» 22 Arón respondió: «Que no
se encienda la cólera de mi señor.
Tú mismo sabes cuán inclinado al
mal es este pueblo. 23 Me dijeron:
haznos un dios, que marche delante
de nosotros, porque ese Moisés, ese
hombre que nos sacó de la tierra de
Egipto, no sabemos qué ha sido de él.
24 Yo les dije: Que los que tienen oro se
despojen de él, y me lo dieron, lo eché
al fuego, y de él salló ese becerro.»
26 Moisés, viendo que el pueblo
estaba desarmado, pues lo había des¬
armado Arón para dejarle a merced
de quien le atacase, 26 se puso a la
entrada del campamento, y gritó:
«jA mí los de Yave!», y todos los
hijos de Leví se reunieron en torno
de él. 27 El les dijo: «Así habla Yave,
Dios de Israel: cíñase cada uno su
espada sobre su muslo, pasad y re¬
pasad el campamento de la una a
la otra puerta, y mate cada uno a
su hermano, a su amigo, a su deudo.»
28 Hicieron los hijos de Leví lo que
les mandaba Moisés, y perecieron
aquel día unos tres mil del pueblo.
29 Moisés les dijo: «Hoy os habéis
consagrado a Yave, haciéndole cada
uno oblación del hijo y del hermano;
por ello recibiréis hoy bendición.»
ÉXODO, 33, 34
í)<>
Intercesión de Moisés por el
pueblo.
30 Al día siguiente dijo Moisés al
pueblo: «Habéis cometido un gran
pecado. Yo ahora voy a subir a Yave,
a ver si os alcanzo el perdón.» 31 Vol¬
vióse Moisés a Yave, y le dijo:
«¡Oh, este pueblo ha cometido un
gran pecado! Se han hecho un dios
de oro. 32 Pero perdónales su pecado,
o bórrame de tu libro, del que tú
tienes escrito.» 33 Yave dijo a Moisés:
«A él, que ha pecado contra mí, es
al que borraré de mi libro. 34 Ve
ahora, y conduce al pueblo a donde
yo te he dicho. Mi ángel marchará
delante de ti, pero cuando llegue el
día de mi visitación, yo los castigaré
por su pecado.» 35 Así castigó Yave
al pueblo, por haberse hecho el be¬
cerro de oro, que les hizo Arón.
Orden de partida.
1 Habló Yave a Moisés, y le
dijo: «Anda, sube ya de aquí,
tú y el pueblo que has sacado de
Egipto, y ve hacia la tierra que con
juramento prometí yo a Abraham, a
Isac y a Jacob, diciendo: a tu des¬
cendencia se la daré. 2 Yo mandaré
delante de ti un ángel, que arrojará
al cananeo, al amorreo, al geteo, al
fereceo, al jeveo, y al jebuseo. 3 Sube
a la tierra que mana leche y miel,
pues yo no subiré en medio de ti,
porque eres un pueblo de dura cer¬
viz, no sea que te destruya en el
camino.» 4 Al oír estas duras pala¬
bras, el pueblo se puso a llorar
y nadie se vistió sus galas. 6 Entonces
dijo Yave a Moisés: «Di a los hijos
de Israel: sois un pueblo de dura
cerviz, si yo subiera con vosotros os
aniquilaría. Depon, pues, tus galas,
V ya sabré yo lo que he de hacer.»
6 Los hijos de Israel se despojaron
de sus galas, a partir del monte
Horeb.
7 Moisés cogió su tienda y la puso
fuera del campamento, a alguna dis¬
tancia; le dio el nombre de tienda de
reunión, y todo el que buscaba a Yave
iba a la tienda de reunión, que estaba
fuera del campamento. 8 Cuando salía
Moisés para ir a la tienda, se levan¬
taba el pueblo todo, estándose todos
a la puerta de sus tiendas, y seguían
con sus ojos a Moisés, hasta que él
entraba en la suya. 9 Una vez que en¬
traba en ella Moisés, bajaba la co
lumna de nube, y se paraba a la
entrada de la tienda, y Yave hablaba
con Moisés. 10 Todo el pueblo, al ver
la columna de nube parada ante la
entrada de la tienda, se alzaba, y
se prosternaba a la entrada de sus
tiendas. 11 Yave hablaba a Moisés
cara a cara, como habla un hombre
a su amigo. Luego volvía Moisés al
campamento, pero su ministro, el
joven Josué, hijo de Nun, no se
apartaba de la tienda.
12 Moisés dijo a Yave: «Tú me
dices: haz subir a este pueblo, pero
no me das a conocer a quién man¬
darás conmigo, a pesar de que me
has dicho: te conozco por tu nombre
y has hallado gracia a mis ojos. 13 Si,
pues, en verdad he hallado gracia a
tus ojos, dame a conocer el camino,
para que yo, conociéndolo, vea que
he hallado gracia a tus ojos. Consi¬
dera que este pueblo es tu pueblo.»
14 Yave le respondió: «Iré yo mismo
contigo y te descansaré.» 45 Moisés
añadió: «Si no vienes tú delante, no
nos saques de este lugar, 16 pues
¿en qué vamos a conocer yo y tu
pueblo que hemos hallado gracia a
tus ojos, sino en que marches con
nosotros, y nos gloriemos yo y tu
pueblo entre todos los pueblos que
habitan sobre la tierra?» 17 Dijo Yave
a Moisés: «También a eso que me
pides accedo, pues has hallado gracia
a mis ojos, y te conozco por tu nom¬
bre. Yo mismo iré delante de ti y
te guiaré.» 18 Moisés le dijo: «Mués¬
trame tu gloria», 19 y Yave respondió:
«Yo haré pasar ante ti todo mi bien,
y pronunciaré ante ti mi nombre,
Yave, pues yo hago gracia al que
hago gracia, y tengo misericordia de
quien tengo misericordia; pero mi
faz no podrás verla, porque no puede
verla el hombre y vivir.» 20 Y añadió:
«Ahí en ese lugar te pondrás conmigo
sobre la roca. 21 Cuando pase mi
gloria, yo te meteré en el hueco de
la roca,' 22 y te cubriré con mi mano
mientras paso, 23 luego retiraré mi
mano, y me verás las espaldas, pero
mi faz no la verás.»
.Moisés sube <lc nuevo a la cima
del binai.
QI 1 Yave dijo a Moisés: «Haz
^ * dos tablas de piedra como las
primeras y escribe en ellas lo que
EXODO, 34
1)7
tenían las primeras que rompiste,
2 y está pronto para mañana subir
temprano y presentarte a mí en la
cumbre de la montaña. (i) * 3 Que no suba
nadie contigo, ni aparezca nadie en
ninguna parte de la montaña, ni
oveja, ni buey paste junto a la mon¬
taña.» 4 Moisés talló dos piedras
como las dos primeras, y levantándose
muy temprano, subió a la montaña
del Sinaí, como se lo había mandado
Yave, llevando en sus manos las dos
tablas de piedra.
6 Yave descendió en la nube, y
poniéndose allí con él, pronunció el
nombre de Yave, 6 y pasando delante
de él exclamó: «¡Yave, Yavel, Dios
misericordioso y clemente, tardo a
la ira, rico en misericordia y fiel,
7 que conserva su gracia para mil
generaciones, y perdona la iniquidad,
la rebelión y el pecado, pero no los
deja impunes, y castiga la iniquidad
de los padres en los hijos hasta la
tercera y cuarta generación!» 8 Moi¬
sés se echó en seguida en tierra y
se prosternó, 9 diciendo: «Señor, si
he hallado gracia a tus ojos, dígnate,
Señor, marchar en medio de nos¬
otros, porque este pueblo es de dura
cerviz; perdona nuestras iniquidades
y nuestros pecados, y tómanos por
heredad tuya.» 10 Yave respondió:
«Mira, voy a pactar alianza. Yo haré
ante todo tu pueblo prodigios, cuales
no se han hecho jamás en ninguna
tierra, ni en ninguna nación, para
que el pueblo que te rodea vea la
obra de Yave, porque he de hacer
contigo cosas terribles. 11 Atiende
bien a lo que te mando hoy: Yo arro¬
jaré de ante ti al amorreo, al cana-
neo, al geteo, al fereceo, al jeveo y
al jebuseo. 12 Guárdate de pactar
con los habitantes de la tierra contra
la cual vas, pues sería para vosotros
la ruina. 13 Derribad sus altares,
romped sus cipos, y destrozad sus
aseras (1). 14 No adores otro Dios
que yo, porque Yave se llama celoso,
es un Dios celoso. 15 No pactes con los
habitantes de esa tierra, no sea que
al prostituirse ellos ante sus dioses,
ofreciéndoles sacrificios, te inviten, y
comas de sus sacrificios, 16 y tomes
a sus hijas para tus hijos, y sus hijas,
al prostituirse ante sus dioses, arras¬
(i) Grupo de troncos de árboles, con el
arranque de algunas ramas, que simbolizaba
un bosque, símbolo a su vez de Astarté, diosa
de la fecundidad.
tren a tus hijos a prostituirse también
ellos ante sus dioses.
17 No te harás dioses de metal
fundido.
18 Guardarás la fiesta de los áci¬
mos, durante siete días comerás pan
ácimo, como te lo he mandado en
el tiempo señalado, en el mes de
Abib, pues en ese mes saliste de
Egipto. 19 Todo masculino que abre
la vulva es mío: De todos los animales,
de bueyes, de ovejas, será mío.
20 El primogénito del asno lo redi¬
mirás con una oveja, y si no lo redi¬
mes a precio, lo matarás. Redimirás
al primogénito de tus hijos, y no
te presentarás ante mí con las manos
vacías.
21 Seis días trabajarás, el séptimo
descansarás; no ararás ni recolec¬
tarás.
22 Celebrarás la fiesta de las sema¬
nas, de las primicias de la reco¬
lección del trigo, y la solemnidad de
la recolección de la mies al fin del
año.
23 Tres veces al año se prosterna¬
rán ante el Señor, Yave, Dios de
Israel, todos los varones; 24 pues yo
arrojaré de ante ti las gentes y
dilataré tus fronteras, y nadie insi¬
diará tu tierra mientras subas para
presentarte ante Yave, tu Dios, tres
veces al año.
25 No asociarás a pan fermentado
la sangre de la víctima, y el sacri¬
ficio de la fiesta de la Pascua no lo
guardarás durante la noche hasta
el siguiente día.
26 Llevarás a la casa de Yave, tu
Dios, las primicias de los frutos de
tu suelo.
No cocerás un cabrito en la leche
de su madre.»
27 Yave dijo a Moisés: «Escribe
tú estas palabras, según las cuales
hago alianza contigo y con Israel.»
28 Estuvo Moisés allí cuarenta
días y cuarenta noches, sin comer y
sin beber, y escribió en las tablas
los diez mandamientos de la ley.
29 Cuando bajó Moisés de la montaña
del Sinaí, traía en sus manos las
dos tablas del testimonio, y no sabía
que su faz se había hecho radiante,
desde que había estado hablando con
Yave. 30 Arón y todos los hijos
de Israel, al ver cómo resplandecía
la faz de Moisés, tuvieron miedo
de acercarse a él. 31 Llamólos Moisés;
y Arón y los jefes de la asamblea
volvieron y se acercaron, y él les
7
98
ÉXODO, 35
habló. 32 Acercáronse luego todos
los hijos de Israel, y él les comunicó
todo lo que le había mandado Yave
en la montaña del Sinaí. 33 Cuando
Moisés hubo acabado de hablar, se
puso un velo sobre el rostro. 34 Al
entrar Moisés ante Yave para ha¬
blar con él, se quitaba el velo hasta
que salía; después salía para decir
a los hijos de Israel lo que se le había
mandado. 35 Los hijos de Israel
veían la radiante faz de Moisés, y
Moisés volvía después a cubrir su
rostro con el velo, hasta que entraba
de nuevo a hablar con Yave.
Ofrendas para la construcción
del tabernáculo.
1 Convocó Moisés la asamblea
de todo Israel, y les dijo: «He
aquí lo que Yave ha mandado hacer:
2 Seis días trabajaréis, pero el sép¬
timo será para vosotros santo, día
de descanso, consagrado a Yave.
El que en ese día haga un trabajo
cualquiera, será castigado con la
muerte. 8 El sábado no encenderéis
la lumbre en ninguna de vuestras
inoradas.» 4 Moisés habló a toda la
asamblea de los hijos de Israel, y
les dijo: «He aquí lo que ha mandado
Yave: 5 Tomad de vuestros bienes,
para hacer ofrenda a Yave. Ofrezcan
todos voluntariamente una ofrenda
de oro, plata, bronce, 6 jacinto, púr¬
pura, carmesí, lino, pelo de cabra,
7 pieles de carnero teñidas de rojo
y jacinto, madera de. acacia, 8 aceite
para el candelabro, aromas para el
óleo de unción y para el timiama,
9 piedras de ónice y piedras de en¬
gaste para el efod y el pectoral.
10 Cuantos de vosotros sean hábiles,
vengan para ejecutar todo lo que
Yave lia mandado; 11 el habitáculo
con su tabernáculo, su cubierta, sus
anillos, sus tablones, sus travesanos,
sus columnas y sus basas; 12 el arca
y sus barras; el propiciatorio y el
velo de separación, 13 la mesa con
sus barras y todos sus utensilios, y
los panes de la proposición; 14 el can¬
delabro con sus utensilios, sus lám¬
paras y el aceite para el candelabro;
15 el altar del timiama y sus barras;
el óleo de unción y el timiama aro¬
mático; la cortina de la puerta de
entrada al habitáculo; 16 el altar de
los holocaustos, su rejilla de bronce,
sus barras y todos sus utensilios;
la pila y su base; 17 las cortinas del
atrio, sus columnas, sus basas y la
cortina para la puerta del atrio;
18 los clavos del habitáculo y del
atrio y sus cuerdas; 19 las vestiduras
sagradas para el servicio en el san¬
tuario, las vestiduras sagradas para
el sacerdote Arón, y las vestiduras
de sus hijos para los ministerios sa¬
cerdotales. »
20 Una vez que la asamblea de
Israel salió de la presencia de Moisés,
vinieron todos los de corazón gene¬
roso, 21 y todos aquellos a quienes
impulsaba su ánimo a ofrecer dones
a Yave para la obra del tabernáculo
del testimonio y todo cuanto para
el culto y las vestiduras sagradas era
necesario. 22 Vinieron hombres y mu¬
jeres, y todos los de ánimo dispuesto
ofrecieron pendientes, arillos, anillos,
cadenas, brazaletes y toda suerte
de objetos de oro, presentando cada
uno la ofrenda de oro que dedicaha
a Yave. 23 Cuantos tenían jacinto,
púrpura, carmesí, lino, pelo de cabra
y pieles de carnero teñidas de rojo
y de jacinto, las trajeron. 24 Los que
tenían plata o bronce se lo trajeron
a Yave. Lo mismo hicieron los que
tenían madera de acacia para los
objetos destinados al culto. 26 Todas
las mujeres que tenían habilidad para
ello, hilaron con sus manos lino, y
trajeron su labor, el jacinto, la púr¬
pura, el carmesí y el lino. 28 Todas
las mujeres hien dispuestas y que
tenían habilidad para ello hilaron
pelo de cabra. 27 Los principales del
pueblo trajeron piedras de ónice y
piedras de engaste para el efod y el
pectoral; 28 aromas y aceite para el
candelabro, para el óleo de unción
y para el timiama. 29 Todos los hijos
de Israel, hombres V mujeres de co¬
razón bien dispuesto para contribuir
a la obra que Yave había mandado
hacer a Moisés, trajeron a Yave
ofrendas voluntarias.
30 Moisés dijo a los hijos de Israel:
«Sabed que Yave ha elegido a Bcsa-
lel, hijo de Uri, hijo de Jur, de la
tribu de Judá. 31 El le ha llenado
del espíritu de Dios, de sabiduría,
de entendimiento y de saber para
toda suerte de obras, 83 para pro¬
yectar, para trabajar el oro, la plata
y el bronce, 33 para grabar piedras y
engastarlas, para tallar la madera
y hacer toda clase de obras de arte.
34 El ha puesto en su corazón el don
de enseñanza, así como en el de
ÉXODO. 36
99
Oliab, hijo de Ajisamec, de la tribu
de Dan. 36 El les ha llenado de inte¬
ligencia, para ejecutar toda obra de
escultura de arte, para tejer en diver¬
sos dibujos el jacinto, la púrpura, el
carmesí y el lino, para ejecutar toda
suerte de trabajos y para proyectar
combinaciones.
q/- 1 Besalel, Oliab y todos los
Ou hombres hábiles, en cuyo co¬
razón había puesto Yave inteligencia,
y se sentían impulsados en su corazón
para trabajar en esta obra, hicieron
lo destinado al servicio del santuario
como Dios se lo había mandado a
Moisés. 2 Llamó Moisés a Besalel y
Oliab y a todos los hombres hábiles
en quienes había puesto Yave enten¬
dimiento y corazón dispuesto- a po¬
nerse a la obra para realizarla, 3 y
ellos tomaron de Moisés los dones
que los hijos de Israel habían traído
para ejecutar las obras destinadas
al servicio del santuario, y cada
mañana seguía el pueblo trayendo a
Moisés sus voluntarias ofrendas.
4 Pero un día los que hacían las obras
para el santuario dejaron el trabajo
5 y vinieron a decir a Moisés: «El
pueblo trae bastante más de lo que
se necesita para hacer lo que el Señor
ha mandado»; 6 y Moisés hizo publi¬
car en el campamento que ninguno,
hombre ni mujer, trajera ya más
dones para el santuario, y se impidió
al pueblo traer más. 7 Lo reunido
bastaba y sobraba para todo lo que
había de hacerse.
Construcción de todo lo mandado.
8 Los hombres hábiles, de los que
trabajaban en la obra, hicieron el
habitáculo de diez cortinas de hilo
torzal, de lino jacinto, púrpura y
carmesí, con querubines, en un artís¬
tico tejido. 9 El largo de cada cor¬
tina era de veintiocho codos, y el
ancho de cuatro, todas de las mis¬
mas medidas. 10 Uniéronse cinco de
estas cortinas en un conjunto y cinco
en otro. 11 Se pusieron los lazos de
jacinto al borde de la cortina que
terminaba el primer conjunto, y lo
mismo se hizo al borde de la última
cortina del segundo. 12 Cincuenta
lazos para la primera cortina y otros
cincuenta para el borde de la última
del segundo conjunto, correspon¬
diéndose los lazos unos con otros.
13 Se hicieron cincuenta garfios de
oro con los que se unían unas o.
otras las cortinas, de modo que c!
habitáculo hiciera un solo todo. 14 Se
hicieron los tapices de pelo de cabra,
para servir de tabernáculo sobre el
habitáculo; 16 cada uno de treinta
codos de largo y cuatro de ancho;
todos de la misma medida. Se unie¬
ron estos tapices, cinco en una parte
y seis en otra. 17 Se pusieron cincuenta
lazos en el borde de la cortina que
terminaba una parte y cincuenta
en el borde de la que terminaba la
otra, 18 y cincuenta garfios de bronce
para unir las cortinas, de modo que
formase un solo todo. 19 Se hizo para
el tabernáculo una cubierta de pieles
de carnero teñidas de rojo, y encima
otra de pieles de carnero teñidas de
jacinto.
20 Hiciéronse los tablones para el
habitáculo; eran de madera de acacia,
para ponerse de pie; 21 cada uno de
diez codos de largo y codo y medio
de ancho. 22 Cada tablón tenía dos
espigas, cerca una de otra, y así
se hicieron todos los tablones del
habitáculo. 23 Se hicieron veinte
tablones para el habitáculo para el
costado del mediodía, a la derecha.
24 Se pusieron las cuarenta basas de
plata debajo de las veinte planchas,
dos para cada una, para sus dos es¬
pigas. 26 Para el segundo costado, el
del norte, se hicieron otros veinte
tablones 26 con sus cuarenta basas
de plata, dos para debajo de cada
uno. 27 Se hicieron seis tablones para
el fondo del habitáculo, al lado de
occidente, 28 y dos para los ángulos
del habitáculo en el fondo; 29 eran
dobles desde la basa hasta arriba,
junto al primer anillo; así se hicieron
estas planchas para los dos ángulos.
30 Había, pues, ocho tablones con
dieciséis basas, dos bajo cada tablón.
31 Se hicieron cinco travesados de
madera de acacia para los tablones
de un costado del habitáculo, 32 cinco
para el otro costado y cinco para los
del fondo, del lado de occidente.
33 El travesado de en medio se exten¬
día a todo lo largo de los tablones del
uno al otro extremo. 34 Se revistieron
de oro Jas tablas, y se hicieron de
oro los anillos por donde pasaban
las barras traveseras, y se revistieron
éstas de oro. 36 Se hizo el velo de
jacinto, púrpura, carmesí c hilo de
lino torzal, con querubines trazados
en un artístico tejido. 36 Se hicieron
100
ÉXODO, 37, 38
para él cuatro columnas de madera
de acacia revestida de oro, con gar¬
fios de oro, y se fundieron para ellas
cuatro basas de plata.
37 Se hizo para la entrada del taber¬
náculo un velo de jaciuto, púr¬
pura, earmesí e hilo torzal, en tejido
de vario dibujo. 38 Se hicieron para
este velo cinco columnas con sus
garfios, revistiendo de oro los capi¬
teles y los anillos, siendo de bronce
las cinco basas.
>y-r 1 Besalel hizo el arca de madera
•I ^ de acacia, de dos codos y medio
de largo y uno y medio de ancho
y uno y medio de alto. 2 La revistió
de oro puro por dentro y por fuera
e hizo en ella una moldura todo
en derredor. 3 Fundió para ella cuatro
anillos de oro, poniéndolos a sus
cuatro pies, dos a un lado y dos al
otro. 4 Hizo las barras de acacia,
y las revistió de oro, 5 y pasó las
barras por los anillos de los lados
para poder llevarla. 6 Hizo el pro¬
piciatorio de oro puro, de dos codos
y medio de largo y codo y medio de
ancho; 7 y los dos querubines de
oro, de oro macizo, haciendo un
cuerpo con los dos extremos del pro¬
piciatorio; 8 los dos querubines salían
del propiciatorio mismo en sus dos
extremos; 9 tenían las alas desplega¬
das hacia lo alto y eubrían con ellas
el propiciatorio, de cara el uno al
otro y con el rostro vuelto hacia el
propiciatorio. 10 Hizo la mesa de
madera de acacia, de dos codos y
medio de largo, un codo de ancho y
codo y medio de alto. 11 La revistió
de oro puro, e hizo la moldura todo
en derredor. 12 Hizo el reborde de oro
de un codo de alto, y en él una mol¬
dura de oro todo en derredor. 13 Fun¬
dió para la mesa cuatro anillos de
oro, y los puso a los cuatro pies de
ella. 14 Los anillos estaban cerca del
reborde, y servían para recibir las
barras con que transportarla. 15 Hizo
las barras de acacia y las revistió
de oro; servían para llevar la mesa.
10 Hizo todos los utensilios de la
mesa, sus platos, sus cazoletas, sus
copas y sus tazas para las libaciones,
todo de oro puro.
17 Hizo de oro puro el candelabro,
con su pie y su tallo era de oro ba¬
tido; sus cálices, sus globos, y sus
lirios hacían cuerpo con él. 18 De
su tallo salían seis brazos, tres de
un lado y tres de otro. 19 Tenia en
f el primer brazo tres cálices' de flor
de almendro, figurando un botón
| que se abre, y otros tres de la misma
forma en el segundo brazo, y lo
mismo en todos los seis brazos que
salían del candelabro. 20 En el tallo
del candelabro había otros euatro
cálices de flor de almendro figu¬
rando un botón que se abre, 21 el
primero en el arranque de los dos
primeros brazos, el segundo en el de
los dos siguientes, y otro en el arranque
de los dos últimos. 22 Los brazos v
sus cálices hacían todos un cuerpo
1 con el candelabro, y todo él era una
! sola masa de 'oro macizo. 23 Hizo
1 siete lámparas con sus despabila¬
deras y su plato, de oro puro todo.
24 Se empleó para hacer el cande¬
labro y sus utensilios un talento de
oro puro. 25 Hizo el altar del timiama,
de madera de acacia, de un codo de
largo, un codo de ancho, cuadrado,
y dos codos de alto; sus cuernos ha¬
cían con él un solo cuerpo; 26 le re¬
vistió de oro puro por encima, por
I los lados, todo en derredor, y los
cuernos, y le adornó con una mol¬
dura de oro puro todo en derredor.
27 Por debajo de la moldura colocó
| los anillos de oro a los dos ángulos,
dos en cada lado para recibir las
barras que servían para transportarlo.
28 vHizo las barras de madera de aca¬
cia y las revistió de oro. 29 Hizo
también el óleo de unción y el ti¬
miama, según las reglas del arte
de la perfumería.
»>p 1 Hizo el altar de los holocaus¬
to tos, de madera de acacia, de cin¬
co codos de largo, cinco de ancho
cuadrado y tres codos de alto.
2 A los cuatro ángulos hizo los cuer¬
nos formando con él un solo cuerpo,
y lo revistió de bronce. 3 Hizo todos
sus utensilios, los vasos para la ce-
, niza, las palas, las bandejas, los tene¬
dores y los braseros. Todos estos
utensilios eran de bronce. 4 Hizo para
el altar una rejilla de bronce, a modo
de malla, y la colocó debajo de la
cornisa del altar, hacia la mitad de
él, por debajo. 5 Fundió cuatro
anillos para las cuatro puntas de
la rejilla de bronce, para recibir
las barras. 6 Hizo las barras de madera
de acacia, y las revistió de bronce,
7 y pasó las barras por los anillos a
los dos lados del altar, para trans
portarlo. Le hizo hueco, en tableros.
8 Hizo la pila de bronce, con su has».
EXODO. 39
101
de bronce, con los espejos de las
mujeres que velaban a la entrada
del tabernáculo de la reunión.
9 Hizo el atrio. Las cortinas del
atrio para el lado del mediodía, a la
derecha, eran de lino torzal y de cien
codos de largo. 10 Había veinte co¬
lumnas con sus veinte basas de bronce.
Los garfios de las columnas y sns
anillos eran de plata. 11 Del lado del
norte había cien codos de cortina
basas de bronce. Los garfios de las I
columnas y los anillos eran de plata.
12 Del lado de occidente había cin- '
cuenta codos de cortina y diez colum¬
nas con sus diez basas. 13 En el lado
de delante, al oriente, había cin¬
cuenta codos; 14 quince codos de
cortina de una parte y tres columnas
con sus basas 16 y quince codos de
cortina de la otra, con tres columnas
y tres basas; una parte a un lado de
la entrada del atrio, la otra al otro.
16 Todas las cortinas que cerraban
el atrio eran de hilo de torzal de lino;
17 las basas de las columnas, de bronce;
los garfios y los anillos, de plata; ¡
y los capiteles estaban revestidos de
plata. 18 La cortina de la entrada
del atrio estaba tejida en vario di¬
bujo, en hilo torzal, jacinto, púr¬
pura y carmesí; era de veinte codos
de largo y cinco de alto en lo ancho,
según la medida de las otras cortinas
del atrio. 19 Sus Cuatro columnas y
sus cuatro basas, de bronce; los gar¬
fios y los anillos, de plata, y los capi¬
teles, revestidos de plata. 20 Todos los
clavos para el habitáculo y el recinto
del atrio eran de bronce.
21 He aquí el cómputo de lo em¬
pleado para el habitáculo; el habi¬
táculo del testimonio, hecho por los
levitas, de orden de Moisés y bajo
la dirección de Itamar, hijo del sa¬
cerdote Arón. 22 Besalel, hijo de Uri,
hijo de Jur, de la tribu d Judá, hizo
cuanto Ya ve había mandado a Moi¬
sés, 23 teniendo por ayudante a Oliab,
hijo de Ajisamec, de la tribu de Dan,
hábil escultor, dibujante, para tejido
en vario dibujo en jacinto, púrpura,
y carmesí, de lino torzal. 24 El total
del oro empleado en la obra del san¬
tuario, producto de las ofrendas,
veintinueve talentos con setecientos
treinta sidos, según el peso del sido
del santuario. 26 La plata de los de la
asamblea que fueron incluidos en
el censo se elevó a cien talentos y
mil setecientos setenta y cinco sidos,
según el peso del sido del santuario.
26 Era un beca por cabeza, medio
sido, según el sido del santuario,
para cada hombre comprendido en
el censo, de veinte años para arriba,
o sea de seiscientos tres mil qui¬
nientos cincuenta. 27 Los cien talen¬
tos de plata se emplearon para fundir
las basas del santuario, las del velo;
cien basas, un talento por basa.
28 Con los mil setecientos setenta y
cinco sidos se hicieron los garfios
para las columnas, y se revistieron
los capiteles. 29 El bronce ofrendado
subió a setenta talentos y dos mil
cuatrocientos sidos. 30 De él se hi¬
cieron las basas de la entrada del
tabernáculo de la reunión, el altar
de bronce con su rejilla, y todos
sus utensilios, 31 las basas del re¬
cinto del atrio y los de la puerta,
y todas las otras piezas de bronce
del habitáculo y del recinto del
atrio.
OQ 1 Con el jacinto, la púrpura y
^ ’ el carmesí se hicieron las vesti¬
duras sagradas para el ministerio
del santuario; las vestiduras sagra¬
das de Arón, como lo había manda¬
do Yave: 2 el efod, de oro, hilo tor¬
zal de lino, jacinto, púrpura y car¬
mesí, en obra plumaria. 3 Laminó el
oro, y cortó las láminas en hilos
para entretejerlos con el jacinto,
la púrpura y el carmesí, en obra
plumaria; 4 las dos hombreras que
unían una a otra las dos bandas por
dos extremos; 6 la faja del efod que
éste lleva unida y es del mismo tejido,
oro, jacinto, púrpura y carmesí.
6 Talló dos piedras de ónice, encerra¬
das en dos cápsulas de oro, para el
engaste, y con los nombres de los
hijos de Israel grabados según el
arte de los grabadores de sellos,
7 y los puso a los hombros del efod,
para memoria de los hijos de Israel,
como a Moisés se lo mandó Yave.
8 Se hizo el pectoral, artísticamente
trabajado, del mismo tejido del efod,
oro, jacinto, púrpura y carmesí, en
hilo torzal de lino. 9 Era cuadrado
y doble, de un palmo de largo y
uno de ancho, doble. 10 Se le guarne¬
ció de cuatro filas de piedras; en
la primera fila una sardónice, un
topacio y una esmeralda; 11 en la
segunda un rubí, un zafiro y un dia¬
mante; 12 en la tercera un ópalo, un
ágata y una amatista; 13 y en la
cuarta un crisólito, una ónice y un
jaspe. 14 Las piedras estaban engas-
102
ÉXODO, 40
tadas en cápsulas de oro y corres¬
pondían a los nombres de los hijos
de Israel, las doce según,sus nombres,
grabados en ellas como se graban los
sellos, un nombre en cada una. 15 Se
hicieron para el pectoral cadenillas
de oro torcidas en forma de cordones;
16 dos cápsulas de oro y dos anillos
de oro, y se pusieron los anillos a
los extremos superiores del pectoral.
17 Se pasaron los dos cordones de
oro por los dos anillos de los extremos
del pectoral a las dos cápsulas colo¬
cadas delante de las hombreras del
efod. 16 Se fijaron estos dos cordones
a las dos cápsulas puestas en las
hombreras del efod. 19 Se hicieron
otros dos anillos de oro, que se pu¬
sieron a los extremos inferiores del
pectoral, en el borde inferior al efod
por de fuera, 20 cerca de la unión,
por encima de la cintura del efod,
21 y fijaron el pectoral, uniéndole
por sus anillos a los anillos del efod
con una cinta de jacinto, para que
se sostuviese el pectoral sobre la
cintura del efod, sin separarse de él,
como Yave se lo había mandado a
Moisés.
22 Se hizo la sobretúnica del efod,
toda de una pieza, tejida en jacinto.
23 Tenía en medio una abertura seme¬
jante a la de una cota y con un re¬
borde todo en torno para que no
se rasgase. 24 Se pusieron en la orla
inferior granadas de jacinto, de púr¬
pura y carmesí, en hilo de lino torzal,
25 y se hicieron las campanillas de oro
puro, poniéndolas entre las grana¬
das, en el borde inferior de la ves¬
tidura, todo en derredor, 26 una cam¬
panilla y una granada, una campani¬
lla y una granda, en el borde de la
vestidura todo en derredor, para el
ministerio, como se lo había man¬
dado Yave a Moisés.
27 Se hicieron las túnicas de lino
tejidas para Arón y sus hijos; 26 las
tiaras de lino para el ministerio; los
calzones de hilo torzal de lino; 29 el
cinturón de torzal de lino, jacinto,
púrpura y carmesí en tejido plumario,
como se lo había mandado Yave a
Moisés.
30 Hicieron de oro puro la lámina,
diadema sagrada y grabaron en ella,
como se graban los sellos, «Santi¬
dad a Yave», 31 y se la ató con una
cinta de jacinto a la tiara, arriba, como
se lo había inandado Yave a Moisés.
32 Así se acabó toda la obra del
habitáculo y del tabernáculo de la
reunión, y los hijos de Israel hicieron
todo lo que Yave había mandado a
Moisés.
Presentación de toda la obra a
MoUés.
33 Presentaron a Moisés el habi¬
táculo, el tabernáculo y todos los
objetos que hacían parte de ellos,
los garfios, las tablas, los travesados,
las columnas y las basas, 34 la cubierta
de pieles de carnero teñidas de rojo,
la cubierta de pieles teñidas de ja¬
cinto, y el velo de separación; 34 el
arca del testimonio con sus barras
y el propiciatorio; 36 la mesa con
todos sus utensilios, y los panes de
la proposición; 37 el candelabro de
oro puro con sus lámparas: las lám¬
paras que se habían de poner en él;
todos sus utensilios y el aceite para
las lámparas; 38 el altar de oro, el
óleo de unción y el timiama; el velo
para la entrada del tabernáculo; el 39
altar de bronce, sus barras y todos
sus utensilios; la pila con su base,
40 las cortinas del atrio, sus columnas,
sus basas; la cortina de la entrada
del atrio, sus cuerdas y sus clavos
y todos los utensilios para el servicio
del habitáculo, para el tabernáculo
de la reunión; 41 las vestiduras sagra¬
das para el servicio del santuario,
las del sacerdote Arón y las de sus
hijos para las funciones sacerdotales.
42 Los hijos de Israel habían hecho to¬
das sus obras conforme a lo que Yave
había mandado a Moisés. 43 Moisés lo
examinó todo, viendo lo que habían
hecho, y todo lo habían hecho como
Yave se lo había mandado, y Moisés
los bendijo.
Alza Moisés el tabernáculo.
40 1 ^ avc l lab ló a Moisés, dieien-
do: 2 «El día primero del mes
prepararás el habitáculo y el taber¬
náculo de la reunión, 3 y pondrás en
él el arca del testimonio y la cubri¬
rás con el velo; 4 llevarás la mesa y
dispondrás lo que en ella se ha de
proponer; llevarás el candelabro, y
colocarás en él las lámparas; 6 pon¬
drás el altar de oro para el timiama
delante del arca del testimonio, y
colocarás el velo a la entrada del
habitáculo del tabernáculo de la
reunión. ® Pondrás el altar de los
holocaustos delante de la entrada
ÉXODO, 40
103
d.cl tabernáculo de la reunión. (i) * * * * * 7 Pon¬
drás la pila entre el tabernáculo de
la reunión y el altar, y echarás agua
en ella; 8 alzarás el atrio en torno,
v pondrás la cortina a la entrada del
atrio. 9 Tomarás óleo de unción, un¬
girás el habitáculo y cuanto en él se
contiene; lo consagrarás con todos
sus utensilios y será santo; 10 ungi¬
rás el altar de Los holocaustos y todos
sus utensilios; consagrarás el altar
y será santísimo; 11 ungirás la pila
con su base, y la consagrarás 12 Harás
avanzar a Arón y a sus hijos cerca
de la entrada del tabernáculo, y los
lavarás con el agua; 13 y luego reves¬
tirás a Arón de sus vestiduras sagra¬
das, y le ungirás, y le consagrarás,
y será sacerdote a mi servicio; 14 harás
acercar a sus hijos, y después de re¬
vestirlos de sus túnicas, 15 los ungirás
como ungiste al padre, y serán sacer¬
dotes a mi servicio. Esta unción los
ungirá sacerdotes perpetuamente entre
sus descendientes.«
16 Moisés hizo todo lo que le or¬
denó Yave; como se lo ordenó, así
lo hizo.
17 El día primero del año segundo
fué alzado el tabernáculo; 18 Moisés
lo alzó, puso los tablones, las barras,
los travesanos, y alzó las columnas;
19 extendió el tabernáculo sobre el
habitáculo, y puso por encima la
cubierta del tabernáculo como se lo
había mandado Yave a Moisés.
20 Tomó el testimonio y lo puso dentro
del arca, y puso las barras del arca,
y encima de ella el propiciatorio.
21 Llevó el arca al habitáculo, y ha¬
biendo colocado el velo de separa¬
ción, ocultó el arca del testimonio,
como Yave se lo había mandado a
Moisés.
22 Puso la mesa en el tabernáculo
de la reunión, al lado norte del habi¬
táculo por delante del velo, 23 y dis¬
puso en ella los panes, como Yave
se lo había mandado a Moisés. 24 Puso
el candelabro en el tabernáculo de
la reunión, frente por frente de la
mesa, al lado meridional del habi¬
táculo, 26 y colocó en él las lámparas,
como Yave se lo había mandado a
Moisés. 26 Puso el altar de oro en e
tabernáculo de la reunión, delante
del velo, 27 y quemó sobre él el
titiama, como Yave se lo había man¬
dado a Moisés. 28 Puso la cortina a
la entrada del habitáculo. 29 Colocó
el altar de los holocaustos a la en¬
trada del habitáculo, y ofreció el ho¬
locausto y la oblación, como Yave
se lo había mandado a Moisés. 30 Puso
la pila entre el tabernáculo de la
reunión y el* altar, y echó agua en
ella para las abluciones; 31 Moisés,
Arón y sus hijos se lavaron en ella
manos y pies. 32 Siempre que entra¬
ban en el tabernáculo de la reu¬
nión y se acercaban al altar, se la¬
vaban, como Yave se lo había man¬
dado a Moisés. 33 Alzó el atrio en
torno del habitáculo y del altar, y
puso la cortina a la entrada del atrio.
Así acabó Moisés su obra.
La gloría de Dios llena
el tabernáculo.
34 Entonces la nube cubrió el ta¬
bernáculo de la reunión, y la gloria
de Yave llenó el habitáculo. 35 Moi¬
sés no podía ya entrar en el taber¬
náculo de la reunión, porque estaba
encima la nube, y la gloria de Yave
llenaba el habitáculo {1).
38 Todo el tiempo que los- hijos de
Israel hicieron sus marchas, se ponían
en movimiento cuando se alzaba la
nube sobre el tabernáculo, 37 y si la
nube no se alzaba, no marchaban,
hasta el día en que se alzaba. 38 Pues
la nube de Yave se posaba durante
el día sobre el habitáculo, y durante
la noche la nube se hacía ígnea a la
vista de todos los hijos de Israel,
todo el tiempo que duraron sus
marchas.
(i) La gloria de Dios en forma de nube
llena el tabernáculo, como llenará luego el
templo. Es como la toma de posesión de éstos
por Dios y una forma sensible de su habitación
en medio del pueblo. Así Israel, a quien se le
prohibe toda representación sensible de la
divinidad, tiene algo sensible en que apoyar
su fe.
L E V I T I C O
Leyes acerca de los holocaustos.
I 1 Llamó Yave a Moisés y le habló
desde el tabernáculo de la reunión,
diciendo: 2 «HabIa a los luios de Is¬
rael, y diles: Quien de vosotros ofre¬
ciere a Yave una ofrenda de reses (1)
ofrecerá ganado mayor o ganado
menor. 3 Si su ofrenda es de holo¬
causto de ganado mayor, será de un
macho inmaculado; lo traerá a la
puerta del tabernáculo del testimo¬
(i) El sacrificio es la oblación hecha a
Dios de un ser vivo, matándole, y en esto se
diferencia de la minja , que es la oblación de
frutos de la tierra. Hay cuatro especies de sacri¬
ficio: el holocausto, en que toda la víctima se
consume por el fuego, en honor de Dios; el
sacrificio expiatorio del pecado, y el sacrificio
expiatorio del delito, en los cuales una parte
de la víctima cede en favor del sacerdote,
y por eso se dice que los sacerdotes comen los
pecados del pueblo; el sacrificio pacífico o
eucarístico, en que participa también el oferente,
en banquete sagrado de comunión. La distin¬
ción entre el pecado y el delito parece estar en
la voluntariedad. El primero se comete sin
advertencia contra algo santo; el segundo con
advertencia, y es, además de contraí a santidad,
contra la justicia.
nio, para ser grato a Yave; 4 pondrá
su mano sobre la cabeza de la víc¬
tima, y será acepta ésta para expia¬
ción suya, 4 * e inmolará la res ante
Yave. Los sacerdotes, hijos de Arón,
llevarán la sangre y la derramarán
en torno del altar que está a la en¬
trada del tabernáculo de la reunión.
6 Desollarán la víctima y la descuar¬
tizarán. 7 * * * Los hijos del sacerdote
Arón pondrán fuego en el altar y
dispondrán la leña sobre el fuego,
8 y ordenarán sobre ella los trozos
con la cabeza y lo pegado al hígado,
9 las entrañas y las patas, lavadas
antes en agua, y todo lo quemará
el sacerdote sobre el altar. Es holo¬
causto y suave olor a Yave.
10 Si la ofrenda es de ganado menor,
holocausto de oveja o cabra, ofrecerá
un macho inmaculado, 11 y lo inmo¬
lará al lado del altar que mira al
norte, ante Yave; y los sacerdotes,
hilos de Arón, derramarán la sangre
en torno del altar 12 Lo descuartizarán
en torno del altar. 12 Lo descuartiza¬
rán, y con la cabeza y el sebo lo dis¬
pondrá el sacerdote sobre la leña
encendida del altar. 13 Las entrañas
106
LEVÍTICO, 2, 3
y las patas se lavarán con agua, y
todo lo quemará el sacerdote sobre
el altar. Es holocausto y olor suave
a Yave.
14 Si la ofrenda a Yave fuere un
holocausto de aves, ofrecerá tórtolas
o pichones. 16 El sacerdote llevará la
víctima al altar, y quitándole la ca¬
beza, la quemará en el altar; la sangre
la dejará correr sobre un lado del
altar; 16 los intestinos con sus excre¬
mentos los tirará junto al altar, al
lado de oriente, en el lugar donde se
echa la ceniza. 17 Le romperá las
alas, sin separarlas del todo, y el
sacerdote la quemará sobre la leña
encendida en el altar. Es holocausto
y suave olor a Yave.
Leyes acerca de las oblaciones.
O 1 Quien ofrezca a Yave una obla¬
ción de ofrenda incruenta, su obla¬
ción será de flor de harina, sobre la
cual habrá derramado aceite y pon¬
drá incienso. Es minja . ° La llevará
al sacerdote de los hijos de Arón,
quien, tomando un puñado de la
harina con aceite y todo el incienso,
lo quemará sobre el altar, como com¬
bustión en memoria, en olor suave
a Yave. 3 Lo que resta de la oblación,
será para Arón v sus hijos, santísimo
de las combustiones a Yave.
4 Si ofrecieres oblación de cosas
cocidas al horno, será de pastas de
flor de harina, sin levadura, amasa¬
das con aceite, o untadas con aceite,
sin levadura. 6 Si la oblación fuere de
frisuelos fritos en sartén, será de flor
de harina amasada con aceite, sin
levadura; 6 la partirás en trozos y
echarás aceite encima, es minja. 7 Si
la oblación fuere de cosa cocida en
la parrilla, será de flor de harina
amasada con aceite. 8 Llevarás la
minja , hecha de estas cosas a Yave,
y la entregarás al sacerdote, quien
la presentará ante el altar, y al ofre¬
cerla, 9 tomará de la minja la me¬
moria y la quemará sobre el altar
en olor de suavidad a Yave. 10 El
resto será de Arón y sus hijos, santí¬
simo de las oblaciones a Yave.
11 Yoda oblación que ofrezcáis a
Yave ha de ser sin levadura, pues
nada fermentado^ ni que contenga
miel, se ha de quemar en el sacrificio
de holocausto a Yave. 13 Podréis, sí,
presentarlo como ofrenda de pri¬
micias, pero no se pondrá sobre el
altar como ofrenda de suave olor.
13 A toda oblación que presentes le
pondrás sal; no dejarás que a tu
ofrenda le falte la sal de la alianza
de Yave; en todas tus ofrendas ofre¬
cerás sal.
14 Sí hicieres a Yave una oblación
de primicias, la harás de espigas
tostadas al fuego y hechas una pasta.
Así ofrecerás la minja de tus primi¬
cias, 15 y derramarás aceite sobre
ella, y pondrás encima incienso. Es
minja . 16 De ella quemará el sacer¬
dote la memoria, una parte de la
pasta con aceite y todo el incienso
combustión de Yave.
Leyes acerca de los sacrificios
cucurísticos.
Q 1 Quien ofreciere un sacrificio pa-
^ cífico, si lo que ofrece es de ganado
mayor, macho o hembra, 9 sin de¬
fecto lo ofrecerá a Yave. Pondrá la
mano sobre la cabeza de la víctima
y la degollará a la entrada del taber¬
náculo de la reunión; y los sacerdotes,
hijos de Arón, derramarán la sangre
en torno del altar. 3 De este sacrificio
pacífico ofrecerá a Yave en combus¬
tión el sebo que envuelve las entra¬
ñas y cuanto hay sobre ellas, 4 los
dos riñones, con el sebo que los re¬
cubre y el que hay entre los riñones
y los lomos, y el que hay en el hígado
sobre los riñones, 6 y lo quemarán
los hijos de Arón en el altar, encima
del holocausto puesto sobre la leña
encendida. Es combustión de suave
olor a Yave.
6 Si lo que ofrece es ganado menor,
macho o hembra, en sacrificio pací¬
fico a Yave, lo ofrecerá inmaculado.
7 Si es cordero, lo presentará ante
Yave, 8 pondrá su mano sobre la
cabeza de la víctima, y la degollará
ante el tabernáculo de la reunión.
Los sacerdotes, hijos de Arón, derra¬
marán la sangre en torno del altar.
9 De este sacrificio pacífico ofrecerán
a Yave en combustión la cola toda
entera, que se cortará desde la ra¬
badilla, el sebo que envuelve las
entrañas y cuanto hay sobre ellas,
10 los dos riñones, el sebo que los
recubre y el que hay entre ellos y
los Ionios, y la redecilla del hígado
sobre los riñones. 11 El sacerdote lo
quemará sobre el altar. Es manjar
de combustión a Yave.
12 Si lo que ofreciere a Yave es
LEVÍTICO, 4
107
una cabra, la presentará a Yave,
13 pondrá su mano sobre la cabeza de
la víctima y la degollará a la entrada
del tabernáculo de la reunión, y los
hijos de Arón derramarán la sangre
en torno del altar. 14 De la, víctima
se tomará, para ofrecer oblación de
combustión a Yave, el sebo que cu¬
bre las entrañas y cuanto hay sobre
ellas, 14 los dos riñones, con el sebo
que los recubre y el que hay entre
ellos y los lomos, y la redecilla del
hígado sobre los riñones. 16 El sacer¬
dote lo quemará sobre el altar, man¬
jar de combustión de suave olor a
Yave. Todo sebo a Yave. 17 Esta es
una ley perpetua para vuestros des¬
cendientes, donde quiera que habitéis.
Vosotros no comeréis ni sangre ni
sebo.»
Leyes acerca de los sacrificios
expiatorios por el pecado*
A 1 Yave habló a Moisés, diciendo:
2 «Habla a los hijos de Israel, y
diles: Si pecare alguno por ignoran¬
cia, haciendo algo contra cualquiera
de los mandatos prohibitivos de Yave:
? Si es el sacerdote ungido el que
peca, haciendo así culpable al pueblo,
ofrecerá a Yave por su pecado un
novillo sin defecto en sacrificio expia¬
torio. 4 Llevará el novillo a la entrada
del tabernáculo de la reunión ante
Yave, y después de poner la mano
sobre su cabeza, lo degollará ante
Yave. 5 El sacerdote ungido tomará
la sangre del novillo, y la llevará al
tabernáculo de la reunión; 6 y mo¬
jando un dedo en la sangre, hará siete
aspersiones ante Yave hacia el velo
del santuario: 7 untará de ella los
cuernos del altar del timiama, y de¬
rramará todo el resto de la sangre
del novillo en torno del altar de los
holocaustos, que está a la entrada
del tabernáculo de la reunión. 8 Co¬
gerá luego el sebo del novillo sacri¬
ficado por el pecado, el sebo que cubre
las entrañas y cuanto hay sobre
ellas, 9 los dos riñones con el sebo
que los cubre y el que hay entre ellos
y los lomos, y la redecilla del hígado
sobre los riñones, 10 como se coge en
el novillo del sacrificio pacífico, y lo
quemará en el altar de los holocaustos.
11 La piel del novillo, sus carnes, la
cabeza, las piernas, las entrañas y
los excrementos, 12 lo llevará todo
mera del campamento a un lugar
puro, donde se tiran las cenizas, y lo
quemará sobre leña. Se quemará en
el lugar donde se tiran las cenizas.
13 Si fuere la asamblea toda del
pueblo la que por ignorancia pecare
sin darse cuenta, haciendo algo que
los mandatos de Yave prohiben, in¬
curriendo así en culpa; 14 al darse
cuenta la asamblea del pecado come¬
tido, ofrecerá en sacrificio expiatorio
un novillo, que se llevará a la en¬
trada del tabernáculo de la reunión.
15 Los ancianos de la asamblea pon¬
drán sus manos sobre la cabeza del
novillo ante Yave; 16 el sacerdote
ungido llevará la sangre del novillo
al tabernáculo de la reunión, 17 y
mojando su dedo en la sangre, asper¬
gerá siete veces ante Yave hacia el
velo; 18 untará de sangre los cuernos
del altar, que está ante Yave en el
tabernáculo de la reunión, y la de¬
rramará al pie del altar de los holo¬
caustos, que está a la entrada del
tabernáculo de la reunión. 19 Luego
cogerá todo el sebo del novillo y lo
quemará en el altar, 20 haciendo con
este novillo como con el novillo an¬
terior. Así los expiará el sacerdote y
les será perdonado. 21 Llevará el no¬
villo fuera del campamento, y lo
quemará como el anterior. Este es el
sacrificio por el pecado de la asam¬
blea de los hijos de Israel.
22 Si el que pecó es un príncipe del
pueblo, haciendo por ignorancia algo
de lo que. los mandamientos de Yave,
su Dios, prohiben, incurriendo así en
culpa; 23 al darse cuenta del pecado
cometido, llevará como ofrenda un
macho cabrío sin defecto; 24 pondrá
su mano sobre la cabeza, y lo dego¬
llará en el lugar donde se degüellan
los holocaustos a Yave; es sacrificio
por el pecado; 25 el sacerdote mojará
su dedo en la sangre de la víctima
y untará de ella los cuernos del altar
de los holocaustos, y la derramará;
la derramará al pie del altar. 26 des¬
pués quemará todo el sebo en el altar,
como se quema en los sacrificios pa¬
cíficos. Así le expiará el sacerdote
de su pecado, y le será perdonado.
27 Si el que por ignorancia pecó
es uno del pueblo, haciendo algo que
Yave ha prohibido hacer, e incu¬
rriendo así en culpa; 28 al caer en
la cuenta de su pecado, llevará en
ofrenda una cabra sin defecto, hem¬
bra, por el pecado cometido; 29 pondrá
su mano sobre la cabeza de la vícti¬
ma por el pecado, y la degollará en
108
LEVÍTICO, 5
el lugar donde se ofrecen los holo¬
caustos. 30 El sacerdote mojará su
dedo en la sangre de la víctima, un¬
tará de ella los cuernos del altar de
los holocaustos, y la derramará al
pie del altar. 31 "Después, tomando
todo el sebo, como en el sacrificio
pacífico, lo quemará en el altar en
suave olor a Ya ve. Así le expiará el
sacerdote, y le será perdonado.
32 Si lo que ofrece en sacrificio por
el pecado es cordero, llevará una
cordera sin defecto, 33 pondrá su
mano sobre la cabeza de la víctima
por el pecado, y la degollará en sa¬
crificio de expiación en el lugar don¬
de se ofrecen los holocaustos. 34 El
sacerdote mojará su dedo en la san¬
gre de la víctima, y untará de ella
los cuernos del altar de los holocaus¬
tos, y derramará la sangre al pie del
altar. 36 Después, tomando el sebo,
como en el sacrificio pacífico, lo que¬
mará en el altar sobre las combus¬
tiones de Yave. Así le expiará el
sacerdote por el pecado cometido, y
le será perdonado.
Z 1 Si uno pecare oyendo a otro
imprecar, y siendo testigo de lo
que arranca la imprecación, porque
lo vió, o de otro modo lo conoció,
y sin embargo no lo denunció, con¬
trayendo así reato; 2 o si tocare sin
darse cuenta algo impuro, sea el ca¬
dáver impuro de una bestia, sea el
cadáver impuro de un reptil; hacién¬
dose impuro él mismo y contrayendo
reato; 3 o tocare sin darse cuenta
cualquier impureza humana, dándose
cuenta de ello después, contrayendo
así reato; 4 o vanamente jurare de
ligero hacer algo, de mal o de bien,
de lo que uno suele jurar vanamente,
sin darse cuenta, y cae después en
ella. 6 El que de uno de estos modos
incurre en reato, por el reato de uno
de estos modos contraído confesará
su pecado, ® y ofrecerá a Yave por
su pecado una hembra de ganado
menor, oveja o cabra, y el sacerdote
le expiará de su pecado. 7 Si no pu¬
diese ofrecer una res, ofrecerá a Yave
dos tórtolas o dos pichones, uno por
el pecado y otro en holocausto, 8 y
los llevará al sacerdote, que ofrecerá
primero el que es por el pecado, qui¬
tándole la cabeza sin separarla del
todo, 9 y haciendo con la sangre la
aspersión de un lado del altar, de¬
jando que el resto fluya al pie del
altar; es sacrificio por el pecado;
10 después el otro lo ofrecerá en ho
locausto, según suele hacerse, y as
hará el sacerdote la expiación del
pecado cometido, y le será perdonado.
11 Si tampoco pudiera ofrecer dos tór¬
tolas o dos pichones, llevará en ofren¬
da por‘su pecado un décimo de efa
de flor de harina, como sacrificio por
su pecado; no pondrá en ella ni aceite
ni incienso, porque es sacrificio por
el pecado; 12 lo llevará al sacerdote,
quien, tomando un puñado para me¬
moria, lo quemará en el altar, sobre
las combustiones de Yave; así es el
sacrificio por el pecado. 13 Así le ex¬
piará el sacerdote por el pecado come¬
tido en una de aquellas tres cosas, y
le será perdonado. El resto será para
el sacerdote, como en la oblación.»
Leyes acerca del sacrificio expia¬
torio por el delito.
14 Yave habló a Moisés diciendo:
16 «Si uno por ignorancia prevarica¬
se, pecando contra las cosas santas
que son de Yave, ofrecerá por el de¬
lito un carnero sin defecto, tomado
del ganado, estimado por lo menos
en dos sidos, según el peso del sido
del santuario, 16 y restituirá el daño
causado, con el recargo de un quinto,
entregándolo al sacerdote, quien hará
por él la expiación del reato, y le
será perdonado.
17 Si uno pecare por ignorancia,
haciendo sin darse cuenta algo de lo
prohibido por Yave, contrayendo rea¬
to, y llevando sobre sí la iniquidad,
18 traerá al sacerdote un carnero sin
defecto del ganado, según la cuantía
del pecado. El sacerdote le expiará
por el pecado cometido por ignoran¬
cia, y le será perdonado. 19 Este es
sacrificio por el delito, pues se hizo
reo de delito contra Yave.»
20 Habló Yave a Moisés diciendo:
21 «El que con desprecio de Yave pe¬
care, negando a uno de su pueblo un
depósito, una prenda puesta en sus
manos, que injustamente se apropió,
o con violencia le quitase algo, 22 o se
apropiase algo perdido que encontró,
y más si perjurase en cualquiera de
estas cosas en que los hombres suelen
perjudicar, 23 pecando, y contrayen¬
do reato, restituirá íntegramente a
su dueño lo robado, defraudado, con-
fíadole en depósito, o encontrado y
negado, 24 o aquello sobre que fal¬
samente juró, con el recargo de un
quinto del valor, el día de su sacrifi-
LEVÍTICO, 6. 7
100
ció por el delito; 26 y ofrecerá a Yave
en sacrificio por el delito un carnero
sin defecto de la grey, y lo llevara
al sacerdote según su estimación;
26 el sacerdote liará por él la expia¬
ción ante Yavc, y le será perdonado
el delito de que se hizo reo.»
Leyes acerca de los holocaustos,
oblaciones y sacrificios de diversa
especie.
^ 1 Yave habló a Moisés, diciendo:
^ «Manda a Arón y a sus hijós, y,
diles: 2 Esta es la ley del holocausto:
El holocausto arderá sobre el hogar
del altar de la noche a la mañana,
V el fuego del altar se tendrá siempre
encendido. 3 El sacerdote, revestido
de la túnica de lino, y puestos sobre
su carne los calzones de lino, quitará
la ceniza que deje el fuego que con¬
sumió el holocausto, y la pondrá al
lado del altar; 4 luego, quitándose
esas vestiduras, y poniéndose otras,
llevará la ceniza fuera del campa¬
mento a un lugar puro. 5 El fuego
arderá siempre en el altar, sin que se
apague: el sacerdote lo alimentará
con leña todas las mañanas, pondrá
sobre ella el holocausto, y quemará
allí el sebo de los sacrificios pacíficos.
6 Es fuego perenne que ha de arder
en el altar sin apagarse.»
7 Esta es la ley de la minjci : «Los
hijos de Arón la presentarán a Yave
ante el altar. 8 El sacerdote tomará
un puñado de flor de harina con su
aceite y todo el incienso puesto sobre
la ofrenda, y lo quemará en el altar,
en olor de suavidad, como memoria
a Yave. 9 Lo que resta de la ofrenda
10 comerán Arón y sus hijos. Lo co¬
merán sin levadura, en lugar santo,
en el atrio del tabernáculo de la
reunión. 10 No se cocerá con leva¬
dura. Es la parte que yo les destino
de mis ofrendas de combustión: cosa
santísima, como el sacrificio por el
pecado, y el sacrificio por el delito.
11 Lo comerán los varones, hijos de
Arón. Es ley perpetua para vuestros
descendientes sobre las ofrendas he¬
chas a Yave por el fuego. Quienquiera
que la toque, se santificará.»
12 Yave habló a Moisés, diciendo:
13 «He aquí la ofrenda que han de
hacer los hijos de Arón el día de su
unción: un décimo de efa de flor de
harina, como oblación perpetua, la
mitad por la mañana, la mitad por
la tarde, 14 se freirá en la sartén,
amasada con aceite, y la ofrecerá ca
líente en suave olor a Yave. 15 Tam¬
bién el sacerdote ungido de su linaje
ofrecerá esto como oblación. Es ley
perpetua ante Yave; toda se quemará.
16 Toda oblación de sacerdote se
quemará toda, no se comerá.» ,
17 Yave habló a Moisés diciendo:
18 «Di a Arón y a sus hijos: Esta
es la ley de la hostia por el pecado:
Se inmolará donde se inmola ante
Yave el holocausto. Es cosa santí¬
sima. 19 El sacerdote que la ofrece
la comerá en lugar santo, en el atrio del
tabernáculo de la reunión. 20 Quien
quiera que tocare la carne, se santi¬
ficará. Si la sangre mojare alguna ves¬
tidura, será lavada en lugar santo.
21 La vasija en que se cueza, si es de
barro se romperá, si es de bronce se
fregará y lavará en el agua. ?? La
comerán los varones de los sacer¬
dotes, es cosa santísima. 23 Pero no
se comerá ninguna víctima expiato¬
ria cuya sangre se haya de llevar al
tabernáculo de la reunión para hacer
la expiación del santuario; ésa no se
comerá, será quemada.»
*7 1 Esta es la ley del sacrificio por
* el delito. Es cosa santísima. 2 La
víctima del sacrificio por el delito
será degollada en el lugar donde se
degüella el holocausto. La sangre se
derramará en torno del altar. 3 Se
ofrecerá todo el sebo: la cola, el sebo
que recubre las entrañas, 4 los dos
riñones, con el sebo que los cubre y
el que hay entre los riñones y los
lomos, y la redecilla del hígado sobre
los riñones. 5 El sacerdote lo quemará
en el altar. Es combustión de Yave,
víctima por el delito. 6 Comerán la
carne los varones de entre los sacer¬
dotes, en lugar santo: es cosa santí¬
sima. 7 Como el sacrificio por el pe¬
cado, así se hará el sacrificio por el
delito. La ley para uno y otro es la
misma. La víctima será del sacerdote
que la ofrezca. 8 Del sacerdote que
ofrezca un holocausto será la piel
de la víctima que ha ofrecido. 9 Toda
minja , amasada con aceite o seca,
será de los hijos de Arón. 10 Se dis¬
tribuirá entre ellos por partes iguales.
11 He aquí la ley del sacrificio pací¬
fico que se ofrece a Yave: 12 Si se ofre¬
ce en acción de gracias, con la víctima
eucarística ofrecerán panes ácimos
amasados con aceite," tortas ácimas
untadas de aceite; frisuelos de flor
de harina^amasada con aceite. 13 Tam-
110
LEVÍTICO, 8
bien se podrán ofrecer con la víctima
del sacrificio pacífico ofrecido en ac¬
ción de gracias panes fermentados.
14 De cada una de estas ofrendas se
presentará por elevación una pieza,
reservada a Yave, que será del sacer¬
dote que haya hecho la aspersión
de la sangre de la víctima pacífica.
15 La carne de la víctima del sacri¬
ficio pacífico eucarístico se comerá
el día mismo en que se ofrece, sin
dejar nada para el día siguiente.
16 Si la víctima se ofrece en cumpli¬
miento de un voto, o como ofrenda
voluntaria, se comerá el día en que
se ofrece, 17 y lo que reste se comerá
el día siguiente; pero si algo queda
para el tercer día, se quemará. 18 Si
alguno comiere carne del sacrificio
pacífico el día tercero, el sacrificio
no será aceptable, no se le compu¬
tará al que lo ofreció, sino que será
abominación, y el que así comió
contraerá reato. 19 La carne que haya
tocado una cosa impura no se come¬
rá, se quemará. 20 La carne podrá
comerla quien quiera que esté puro;
pero el que, estando impuro, comie¬
re la carne de la víctima pacífica
ofrecida a Yave, será borrado de
su pueblo, 21 y todo aquel que tocare
inmundicia de hombre, de animal,
o cualquiera otra abominación in¬
munda, y comiere de esta carne, será
borrado de su pueblo.
22 Yave habló a Moisés diciendo:
«Habla a los hijos de Israel y diles:
23 No comeréis sebo de buey, de ove¬
ja, ni de cabra.
24 Del sebo de un animal muerto
o destrozado por una alimaña, po¬
dréis serviros para cualquier uso,
pero de ninguna manera lo comeréis,
25 pues quienquiera que comiere sebo
de animales de los que se ofrecen a
Yave en holocausto, será borrado de
su pueblo.
26 No comeréis sangre, ni de ave,
ni de bestia, en ninguno de los luga¬
res en que habitéis. 27 El que co¬
miere sangre de cualquier especie,
será borrado de su pueblo.»
28 Yave habló a Moisés diciendo:
29 «Habla a los hijos de Israel y diles:
El que ofreciere a Yave, Dios, una
víctima pacífica, 80 traerá él mismo
a Yave el don de su hostia pacífica,
tomará con sus manos el sebo de
la víctima y el pecho, balanceando
éste ante Yave; 31 el sacerdote que¬
mará el sebo en el altar, y el pecho
será para Arón y sus hijos. 82 Daréis
tfirbién al sacerdote el brazuelo de¬
recho, como ofrenda reservada de
vuestras hostias pacíficas. 33 El bra¬
zuelo será del sacerdote que ofrezca
la sangre y el sebo, 84 pues yo me he
reservado de las víctimas pacíficas
de los hijos de Israel el pecho de ba¬
lanceo, y la espalda de separación
de las hostias pacíficas de los hijos
de Israel, y se los he dado a Arón
y a sus hijos, como ley perpetua
para los hijos de Israel.
35 Esa es la parte de Arón y de sus
hijos en las combustiones a Yave,
desde el día en que fueron promovi¬
dos a ejercer ante mí el sacerdocio;
36 por eso ha mandado Yave a los
hijos de Israel dársela desde el día
de su unción, y será ley perpetua
de generación en"generación.
37 Tal es la ley del holocausto y
la de la minja , del sacrificio por el
pecado y por el delito, del sacrificio
de consagración y del sacrificio pací¬
fico, 38 que dió Yave a Moisés en
el monte Sinaí, el día en que mandó
a los hijos de Israel que ofrecieran
sus oblaciones a Yave en el desierto
del Sinaí.®
Consagración de Arón y sus hijos.
8 1 Habló Yave a Moisés diciendo:
2 «Toma a Arón, y con él a sus
hijos, las vestiduras, el óleo de un¬
ción, el novillo para el sacrificio por
el pecado, los dos carneros y el oes¬
tillo de panes ácimos, 3 y convoca
toda la asamblea a la entrada del
tabernáculo de la reunión.»
4 Hizo Moisés lo que le mandaba
Yave y, reunida la asamblea a la
entrada del tabernáculo de la reunión,
6 les dijo Moisés: «He aquí lo que
Yave ha mandado hacer.»
e Después hizo que se acercaran
Arón y sus hijos y los lavó con agua.
7 Vistió a Arón la tónica, se la ciñó,
le vistió la sobrevesle y el efod, que
le ciñó con el cinturón del efod,
atándoselo; 8 le puso el pectoral
con loswrtm y los tumnnm; 9 cubrió
su cabeza con la tiara, poniendo en
la parte anterior de ella la diadema
de oro, la diadema de la santidad,
como le había mandado Yave; 10 y
tomando luego el óleo de la unción,
ungió el tabernáculo y cuanto en él
había, y los consagró. 11 Aspergió
siete veces el altar, y le ungió con
todos sus utensilios, como también
LEVÍTICO, 9
111
la pila y su base, y los consagró.
12 Derramó el óleo de la unción
sobre la cabeza de Arón, y le ungió,
consagrándole. 13 Hizo luego que se
acercaran los hijos de Arón, y les
vistió sus túnicas, los ciñó, y les
puso sus tiaras, como se lo había
mandado Yavc. 14 Hizo traer el no¬
villo para el sacrificio por el pecado,
y Arón y sus hijos pusieron sus
manos sobre el novillo del sacrificio
por el pecado. 16 Moisés le degolló;
y tomando su sangre, untó con su
dedo los cuernos del altar todo en
torno, y lo purificó, derramando la
sangre al pie del altar, y lo consagró
para hacer sobre él el sacrificio ex¬
piatorio. 16 Tomó todo el sebo que
recubre las entrañas, la redecilla del
hígado y los dos riñones con su sebo,
y lo quemó todo en el altar. 17 El
novillo, su piel, sus carnes y sus ex¬
crementos se quemaron fuera del
campamento, como se lo había man¬
dado Yave a Moisés.
J8 Hizo que acercaran el carnero
del holocausto, y Arón y sus hijos
le pusieron sus manos sobre la ca¬
beza. 19 Moisés lo degolló, y derramó
su sangre en torno del altar. 20 Lo
dividió en trozos, y Moisés quemó la
cabeza y los trozos y el sebo. 21 Se
lavaron en agua las entrañas y las
patas, y Moisés quemó todo el car¬
nero en el altar; era holocausto de
suave olor, como se lo había man¬
dado Yave a Moisés.
22 Hizo que acercasen el otro car¬
nero, el de la inauguración, y Arón
y sus hijos le pusieron la mano sobre
la cabeza. 23 Moisés lo degolló, tomó
su sangre y untó de ella el lóbulo
de la oreja derecha de Arón, el pul¬
gar de su mano derecha y el de su
pie derecho. 24 Hizo acercar a los.
hijos de Arón, y untó de la sangre
el lóbulo de su oreja derecha, el pul¬
gar de su mano derecha y el de su
pie derecho, derramando luego la
sangre en torno del altar. 2& Tomó
después el sebo, la cola, todo el sebo
que encubre las entrañas, la redecilla
del hígado, los dos riñones con su
sebo, y el brazuelo derecho. 26 Tomó
del cestillo de los ácimos, puesto
ante Yave, un pan ácimo, una torta
ácima amasada con aceite, y un fri¬
suelo, y los puso sobre el sebo y so¬
bre el brazuelo derecho; 27 y después
de haber puesto todo esto en las
manos de Arón y sus hijos, lo balan¬
cearon como ofrenda a Yave. 28 Moi¬
sés lo tomó de sus manos y lo quemó
en el altar encima del holocausto,
pues era el sacrificio de inauguración
de suave olor, combustión a Yave.
29 Moisés tomó luego el pecho del
carnero de inauguración y lo balan¬
ceó ante Yave; ésta fué la porción
de Moisés, como se lo había man¬
dado Yave.
30 Tomó Moisés el óleo de unción
y sangre de la que había en el altar,
aspergió a Arón y sus vestiduras y
a los hijos de Arón y sus vestiduras,
consagrando a Arón y sus vestiduras
y a los hijos de Arón y sus vesti¬
duras.
31 Moisés dijo a Arón ya sus
hijos: «Coced la carne a la entrada
del tabernáculo de la reunión; es
allí donde habéis de comerla con el
pan que hay en el cestillo de la inau¬
guración, como yo lo he mandado,
diciendo: Arón y sus hijos lo come¬
rán. 32 Lo que reste de la carne y
del pan, lo quemaréis. 33 Durante
siete días no saldréis de la entrada
del tabernáculo de la reunión, hasta
que se cumplan los días de vuestra
inauguración, pues vuestra inaugu¬
ración durará siete días, 34 como se
ha hecho hoy para expiaros. Os que¬
daréis los siete días, día y noche,
35 a la entrada del tabernáculo de
la reunión, y guardaréis lo que ha
mandado Yave, para no morir, por¬
que esto es lo que él me ha man¬
dado.» 36 Arón y sus hijos hicieron
todo lo que Yave les mandó por
Moisés.
Primeros sacrificios ofrecidos por
Arón y sus hijos.
Q 1 El día octavo Moisés llamó a
Arón, a sus hijos y a los ancianos
de Israel, 2 y dijo a Arón: «Toma
un novillo para el sacrificio por el
pecado, y un carnero para el holo¬
causto, ambos sin defecto, y ofré¬
celos ante Yave. 3 Hablarás a los
hijos de Israel diciendo: Tomad un
macho cabrío para el sacrificio de
expiación, un becerro y un cordero
primales, para el holocausto, ambos
sin defecto; 4 un buey y un carnero
para el sacrificio pacífico, para in¬
molarlos ante Yave; y una ofrenda
amasada con aceite; porque hoy se
os dará a ver Yave.»
5 Trajeron ante el tabernáculo de
la reunión cuanto había mandado
112
LEVÍTICO. 10
Moisés, y toda la asamblea se acer¬
có, poniéndose ante Yave. 6 Moisés
dijo: «Esto es lo que ha mandado
Yave; hacedlo y se os mostrará la
gloria de Yave.» 7 Dijo, pues, a Arón:
«Acércate al altar, ofrece tu sacrifi¬
cio por el pecado y tu holocausto,
y haz la expiación para ti y para el
pueblo; presenta también la ofrenda
del pueblo, y haz la expiación para
él, como lo ha mandado Yave.»
8 Arón se acercó al altar y degolló
el novillo, víctima del sacrificio del
pecado ofrecido por él. 9 Los hijos
de Arón le presentaron la sangre; y
mojando él su dedo, untó de ella los
cuernos del altar y la derramó al
pie del altar. 10 Quemó en el altar
el sebo, los riñones y la redecilla del
hígado de la víctima por el pecado,
como Yave se lo había mandado a
Moisés; 11 pero la carne y la piel
las quemó fuera del campamento.
12 Degolló el holocausto, y sus hijos
le presentaron la sangre, que él de¬
rramó en torno del altar. 13 Le pre¬
sentaron el holocausto descuartizado,
con la cabeza, y él los quemó en el
altar. 14 Lavó las entrañas y las patas,
y las quemó encima del holocausto.
16 Luego presentó la ofrenda del
pueblo. Tomó el macho cabrío por
el pecado, ofrecido por el pueblo; y
degollándolo, ofreció la expiación
como la víctima primera. 16 Ofreció
el holocausto y lo sacrificó según su
rito. 17 Presentó la ofrenda, y to¬
mando un puñado, lo quemó encima
del holocausto de la mañana. 18 De¬
golló el toro y el carnero del sacri¬
ficio pacífico por el pueblo. Los hijos
de Arón le presentaron la sangre,
que él derramó en torno del altar;
19 y el sebo del toro y del carnero,
la cola, el sebo que recubre las entra¬
ñas, los riñones y la redecilla del hí¬
gado, 20 las partes grasas las puso
sobre los pechos. Arón quemó los
sebos en el altar, 21 después balanceó
los pechos ante Yave, y el brazuelo
derecho en ofrenda balanceada, como
lo había mandado Moisés.
22 Arón, alzando su mano hacia el
pueblo le bendijo, y bajó después
de haber ofrecido el sacrificio por el
pecado, el holocausto y el sacrificio
pacífico. 23 Moisés y Arón entraron
en el tabernáculo de la reunión; y
cuando salieron bendijeron al pueblo,
y la gloria de Yave se apareció a
todo el pueblo, 24 y fuego mandado
por Yave consumió en el altar el
holocausto y los sebos. A su vista
el pueblo todo lanzó gritos de júbilo
y se postraron rostro a tierra.
IVadiih y Abiií, consumidos por
el fuccjo.
A A 1 Los hijos de Arón, Nadab y
*"" Abiú, tomaron cada uno un
incensario, y poniendo fuego en ellos
y echando incienso, presentaron ante
Yave un fuego extraño; cosa que no
les había sido ordenada. 2 Entonces
salió de ante Yave un fuego que los
abrasó, y murieron ante Yave. 3 Dijo
Moisés a Arón: aEsto es lo que de¬
claró Yave al decir: Yo seré santifi¬
cado en aquellos que se me acercan
y glorificado ante el pueblo todo.»
Arón calló.
4 Moisés llamó a Misael y Elisa-
fán, hijos de Oziel, tío de Arón, y
les dijo: «Venid, y llevad a vuestros
hermanos lejos del santuario, fuera
del campamento.» 5 Ellos se acer¬
caron, y los llevaron con sus túnicas
fuera del campamento, como se lo
había mandado Moisés.
6 Moisés dijo a Arón, a Eleazar y
a Itamar: «No desnudéis vuestras
cabezas, ni rasguéis vuestras vesti¬
duras, no sea que muráis. Que vues¬
tros hermanos, toda la casa de Israel,
lloren el incendio que ha encendido
Yave. 7 Vosotros no salgáis del ta¬
bernáculo de la reunión, no sea que
muráis, porque lleváis sobre vosotros
el óleo de la unción de Yave.» Ellos
hicieron lo que Moisés les mandaba.
8 Yave habló a Arón, diciendo:
9 «No beberás vino ni bebida alguna
inebriativa, tú, ni tus hijos, cuando
entréis en el tabernáculo de la reunión,
para que no muráis. Es ley perpetua
entre tus descendientes, 10 para que
sepáis discernir entre lo santo y lo
profano, lo puro y lo impuro, 11 y
enseñar a los hijos de Israel todas
las leyes, que por medio de Moisés
les ha dado Yave.»
12 Moisés dijo a Arón, a Eleazar
y a itamar, los dos hijos que le que¬
daban a Arón: «Tomad la ofrenda
que resta de los sacrificios hechos a
Yave, y comedla sin levadura cerca
del altar, pues es cosa santísima.
13 La comeréis en lugar santo. Es tu
derecho y el derecho de tus hijos
sobre las ofrendas hechas a Yave,
como me ha sido ordenado. 14 Come-
1 réis en lugar puro, tú y tus hijos y
LEVlTICO, 11
1 13
tus hijas, el pecho balanceado y el
brazuelo reservado, porque esos tro¬
zos se te dan como derecho tuyo y
de tus hijos sobre los sacrificios pa¬
cíficos de los hijos de Israel. 15 Bra¬
zuelo de separación, y pecho de ba¬
lanceo, que con el sebo destinado al
fuego se presentan a Yave para hacer
la ofrenda; a ti, pues, y a tus hijos
os pertenecen por ley perpetua, como
lo ha mandado Yave.» 16 Moisés
preguntó por el macho cabrío que
había sido sacrificado por el pecado,
y se encontró con que había sido
quemado; y airado contra Eleazar e
ltamar, los hijos que de Arón que¬
daban, les dijo: 17 «¿Por qué no ha¬
béis comido la víctima por el pecado
en el lugar santo? Es cosa santísima,
y Yave os lo ha dado para que lle¬
véis vosotros la iniquidad de la asam¬
blea, y os hagáis por ella expiación
ante Yave; 18 y más no habiendo sido
llevada la sangre dentro del santua¬
rio, debíais haber comido la carne
en lugar santo, como lo he mandado.»
19 Arón dijo a Moisés: «Hoy se
lian ofrecido ante Yave la vícti¬
ma por el pecado y el holocausto,
y me ha pasado esto. ¿Podía comer
hoy la víctima por el pecado? ¿Ha¬
bría sido esto grato a Yave?» 20 Oyólo
Moisés, y se dió por satisfecho.
Ley acerca de los animales puros
e impuros.
H 1 Yave habló a Moisés y Arón,
4 1 diciendo: 2 «Hablad a los hijos
de Israel, y decidles: «He aquí los ani¬
males que comeréis de entre las bes¬
tias de la tierra. 3 Todo animal de
casco partido y pezuña hendida y que
rumie, lo comeréis; 4 pero no come¬
réis los que sólo rumian, o sólo tienen
partida la pezuña. El camello que
rumia, pero no tiene partida la pe¬
zuña, será inmundo para vosotros;
5 el conejo que rumia y no parte la
pezuña es inmundo; 6 la liebre que
rumia y no parte la pezuña es in¬
munda; 7 el cerdo que divide la pe¬
zuña y no rumia es inmundo para
vosotros. 8 No comeréis su carne, ni
tocaréis sus cadáveres; serán inmun¬
dos para vosotros.
9 He aquí los animales que entre
los acuáticos comeréis: Todo cuanto
tiene aletas y escamas, tanto en el
mar como en los ríos, lo comeréis;
10 pero abominaréis de cuanto no
tiene aletas y escamas en el mar y
en los ríos, de entre los animales que
se mueven en el agua y de entre
todos los vivientes que en ella hay.
11 Serán para vosotros abominación,
no comeréis sus carnes, y tendréis
como abominación sus cadáveres.
12 Todo cuanto en las aguas no tiene
aletas y escamas, lo tendréis por
abominación. 13 He aquí entre las
aves las que tendréis por abominación,
y no las comeréis por ser cosa abomi¬
nable: 14 el águila, el quebrantahue¬
sos y el halieto; el milano y el buitre
según sus especies; 15 toda clase de
cuervos; 16 el avestruz, la lechuza,
el loro, la gaviota y el gavilán de
toda clase; 17 el buho, el mergo, el
ibis; 18 el cisne, el pelícano, el cala¬
món; 19 la garza, la cigüeña en todas
sus especies; la abubilla y el mur¬
ciélago. 20 Todo volátil que anda
sobre cuatro patas lo tendréis por
abominación; 21 pero entre los in¬
sectos alados que marchan sobre cua¬
tro patas, comeréis aquellos que tie¬
nen más largas las de atrás, para
saltar sobre la tierra. 22 He aquí de
entre éstos los que comeréis: toda
especie de brugo, toda especie de ata¬
lo tendréis por inmundo, y comién¬
dolos os haréis inmundos. 24 Quien
tocare uno de sus cadáveres se conta¬
minará y será inmundo hasta la tarde;
25 y si tocare algo de esto muerto,
lavará sus vestiduras y será inmundo
hasta la puesta del sol. 26 Todo ani¬
mal que tenga pezuña, pero no par¬
tida, ni rumie, será para vosotros
inmundo, y quien tocare su cadáver
será inmundo. 27 Los que andan sobre
la planta de los pies serán para vos¬
otros inmundos, y quien tocare su
cadáver será inmundo hasta la tarde,
28 y quien transportare su cadáver,
lavará sus vestiduras y será inmundo
hasta la tarde. 29 También estos ani¬
males serán para vosotros inmundos,
de entre los que andan por la tierra:
la comadreja, el ratón y el cocodrilo,
en todas sus especies; 30 el musgaño,
el camaleón, la salamandra, el lagarto
y el topo; 31 estos son los para vos¬
otros inmundos entre los reptiles;
quien tocare su cadáver será inmundo
hasta la tarde. 32 Todo objeto sobre
el que cayere uno de estos cadáveres,
será manchado; y los utensilios de
madera, vestidos, pieles, sacos, todo
objeto de uso, será puesto en agua
8
114
LEVÍTICO, 12, 13
y será inmundo hasta la tarde: 33 toda
vasija de barro donde algo de esto
caiga quedará manchada, y la rom¬
peréis; 34 todo alimento preparado con
agua quedará manchado, y lo mismo
toda bebida, cualquiera que sea el
vaso que la contenga; 35 Todo aque¬
llo sobre lo cual caiga algo de estos
cadáveres quedará manchado y por
manchado lo tendréis. 38 Las fuentes
y las cisternas, donde hay cantidad
de agua, quedarán puras, mas quien
tocare el cadáver, será impuro. 37 Si
alguno de estos cuerpos muertos ca¬
yere sobre una simiente que ha de
sembrarse, la simiente quedará pura;
38 pero si se le hubiera echado agua
encima, y cae alguno de estos cuerpos
muertos, la tendréis por manchada.
39 Si muere uno de los animales
cuya carne podéis comer, quien to¬
care el cadáver lavará sus vestidos
y quedará impuro hasta la tarde.
40 Será para vosotros abominación
todo reptil que repta sobre la tierra;
no comeréis su carne. 41 No comeréis
ningún animal que repta sobre la
tierra, sea de los que se arrastran
sobre su vientre, 42 sea de los que
marchan sobre cuatro o sobre muchas
patas; los tendréis por abominación.
43 No os hagáis abominables por los
reptiles que reptan, ni os hagáis im¬
puros por ellos; seréis manchados
por ellos. 44 Porque yo soy Yave,
vuestro Dios, vosotros os santifica¬
réis y seréis santos, porque yo soy
santo, y no os mancharéis con nin¬
guno de los reptiles que reptan sobre
la tierra. 46 Pues yo soy Yavc, que
os ha sacado de la tierra de Egipto,
para ser vuestro Dios. Vosotros seréis
santos, porque santo soy yo.
46 Esta es la ley referente a los
cuadrúpedos, las aves, todos los seres
vivientes que se mueven en las aguas
y todos los que reptan sobre la tierra,
47 para que distingáis entre lo puro
y lo impuro, entre lo que puede y
¡o que no puede comerse.»
Lo purificación de la recién parida.
'i 1 Yave habló a Moisés dicien-
1 do: 2 «Habla a los hijos de Is¬
rael y diles: Cuando dé a luz una
mujer y tenga un hijo, será impura
durante siete días; será impura como
en el tiempo de su menstruación. 3 El
octavo día será circuncidado el hijo,
4 pero ella quedará todavía en casa
durante los treinta y tres días de la
sangre de su purificación; no tocará
nada santo, ni irá al santuario hasta
que se cumplan los días de su puri¬
ficación. 6 Si da a luz hija, será
impura durante dos semanas, como
el tiempo de su menstruación, y se
quedará en casa durante los sesenta
y seis días de la sangre de su puri¬
ficación. 8 Cuando se cumplan los
días de su purificación, según que
haya tenido hijo o hija, presentará
aníe el sacerdote, a la entrada del
tabernáculo de la reunión, un cor¬
dero primal en holocausto y un pichón
o una tórtola en sacrificio por el
pecado. 7 El sacerdote los ofrecerá
ante Yave, y hará por ella la expia¬
ción, y será pura del flujo de su
sangre. Esta es la ley para la mujer
que da a luz hijo o hija. 8 Si no
puede ofrecer un cordero, tomará
dos tórtolas o dos pichones, uno para
el holocausto y otro para el sacrificio
por el pecado; el sacerdote hará por
ella la expiación, y será pura.»
Ley neerea de la lepra.
1 Q 1 Yave habló a Moisés y Arón,
* diciendo: 3 «Cuando tenga uno
en su carne alguna mancha escamosa,
o un conjunto de ellas, o una mancha
blanca brillante, y se presente así
en la piel de su carne la plaga de la
lepra, será llevado a Arón, sacerdote,
o a uno de sus hijos, sacerdotes. 3 El
sacerdote examinará la plaga de la
piel de la carne; y si viere que los
pelos se han vuelto blancos y que la
parte afectada está más hundida que
el resto de la piel, es plaga de lepra;
y el sacerdote que le haya examinado
le declarará impuro. 4 Si tiene sobre
la piel de su carne una mancha blanca
que no aparece más hundida que el
resto de la piel, y el pelo no se ha
vuelto blanco, el sacerdote le recluirá
durante siete días. 6 El día séptimo
le examinará; y si el mal no parece
haber cundido ni haberse extendido
sobre la piel, le recluirá por segunda
vez otros siete días, 6 y al séptimo
día le examinará nuevamente; si la
parte enferma se ha puesto menos
brillante y la mancha no se ha ex¬
tendido sobre la piel, el sacerdote le
declarará puro; es sarna. El enfermo
lavará sus vestiduras v- será puro.
7 Tero si, después de haber sido exa¬
minado por el sacerdote y declarado
puro, la mancha se extcndicre, será
llevado a él nuevamente para que le
LEVÍTICO, 13
115
vea; 8 y si la mancha brillante ha
crecido en la piel, le declarará in¬
mundo, que es lepra. 9 Si uno tuviere
la plaga de la lepra, será llevado al
sacerdote, 10 que le examinará; y si
viere éste en la piel la escama blanca,
y se ha vuelto el color de los pelos,
y en la mancha escamosa se nota la
carne viva, 11 será juzgada lepra in¬
veterada en la piel de su carne, y el
sacerdote le declarará impuro; no le
recluirá, pues es impuro. 12 Pero si
la lepra se ha extendido hasta llegar
a cubrir toda la piel del enfermo
desde la cabeza hasta los pies, en
cuanto a la vista del sacerdote apa¬
rece, le examinará; 13 y si, en efecto,
cubre todo su cuerpo, declarará puro
al enfermo, pues se ha puesto todo
blanco, será puro. 14 Si en el así afec¬
tado aparece la carne viva, será im¬
puro, 15 y el sacerdote, al ver la
carne viva, le declarará impuro, pues
la carne viva es impura, es lepra.
16 Si la carne viva se pone otra vez
blanca, se presentará el enfermo al
sacerdote, 17 que le examinará; y si
la llaga se ha puesto en verdad blanca,
el sacerdote le declarará puro; es puro.
18 Cuando uno tenga en su cuerpo,
sobre su piel, una úlcera cicatrizada,
19 y apareciere en ella una escamosi-
dad blanca o rojiza, se presentará
al sacerdote, 20 quien le examinará.
Si la mancha está más hundida que
el resto de la piel y el pelo se ha
vuelto blanco, le declarará impuro,
es lepra, que se ha presentado en la
úlcera cicatrizada. 21 Si el eolor de
los pelos no se ha vuelto, y la esca-
mosidad rojiza no está más hundida
que el resto, le recluirá por siete días;
22 y si se ha extendido, le declarará
impuro; es lepra; 23 pero si está como
estaba, sin extenderse la mancha, es
la cicatriz de la úlcera, y el sacerdote
le declarará puro.
24 Si uno tiene en su cuerpo, en
la piel, una quemadura producida por
el fuego, y sobre la señal de la que¬
madura aparece una mancha blanca,
o de un blanco rojizo, 25 el sacerdote
le examinará. Si el pelo se ha vuelto
blanco en la mancha, y ésta aparece
más hundida que el resto de la piel,
es lepra que ha brotado en la quema¬
dura; el sacerdote le declarará im¬
puro. 26 Pero si el sacerdote ve que
el pelo de la mancha no se ha vuelto
blanco, y que ésta no aparece más
hundida que el resto de la piel, y
fuere de un color suboscuro, le re¬
cluirá durante siete días, y después,
27 al séptimo, le examinará. Si la
mancha se ha extendido sobre la
piel, el sacerdote le declarará im¬
puro; es lepra. 28 Si está como estaba,
sin extenderse sobre la piel, y es de
color suboscuro, es la quemadura,
y le declarará puro, pues es la cica¬
triz de la quemadura.
29 Si un hombre o una mujer tu¬
viere una llaga en la cabeza o en la '
barba, 30 el sacerdote la examinará.
Si está más hundida que el resto
de la piel, y el pelo se ha vuelto
rojizo y más delgado, el sacerdote
lo deelarará impuro, es netec, lepra
de la cabeza o de la barba. 31 Pero
si la llaga no se ha extendido, ni está
más hundida que el resto de la piel,
y el pelo no está rojizo, recluirá al
afectado por siete días, 32 y al sépti¬
mo examinará la llaga. Si ésta no
se ha extendido y el pelo no ha mu¬
dado el eolor, ni está la llaga más
hundida que la piel, 33 le hará que
se afeite, fuera de la parte afectada,
y le recluirá por otros siete días,
34 y al séptimo examinará la llaga;
si no se ha extendido ni está más
hundida que la piel, le declarará puro;
el hombre lavará sus vestiduras y
será puro. 35 Pero si, después de de¬
clarado puro, la Paga se extendiere
sobre la piel, 36 le examinará el
sacerdote; y si en efecto se ha exten¬
dido, no hay va que mirar si el pelo
ha mudado de color; es impuro.
37 Mas si la llaga no se ha extendido
y el pelo está negro, la llaga está
curada, es puro, y puro le declarará
el sacerdote.
38 Si cualquier hombre o mujer
tiene en su piel manchas blancas,
39 el sacerdote le examinará. Si las
manchas son de un color suboscuro,
es bahaq que le ha salido en la piel;
es puro.
40 Si a uno se le caen los pelos de
la cabeza y se queda calvo, es cal¬
vicie de atrás; es puro. 41 Si los pelos
se le caen a los lados de la cara, es
ealvicie anterior; es puro. 42 Pero si
en la ealva, posterior o anterior, apa¬
reciere llaga de color blanco rojizo,
es lepra que ha salido en el occipucio
o en el sincipucio. 43 El sacerdote
le examinará, y si la llaga escamosa
es de un blanco rojizo, como el de
la lepra en la piel de la carne, 44 es
leproso; es impuro, e impuro le decla¬
rará el sacerdote, pues es leproso de
la eabeza.
LEVÍTICO, 14
110
45 El leproso, manchado de lepra,
llevará rasgadas sus vestiduras, des¬
nuda la cabeza, y cubrirá su rostro,
e irá clamando: «¡Inmundo, inmundo!»
46 Todo el tiempo que le dure la lepra
será inmundo. Es impuro y habitará
solo; fuera del campamento tendrá
su morada.
47 Si apareciere mancha de lepra
en un vestido, sea de lana, sea de
lino; 48 o en hilo de trama o de ur¬
dimbre; o en una piel, o un objeto
cualquiera de cuero; 49 si la mancha
es de color verdoso o rojizo, es plaga
de lepra. 50 Se le enseñará al sacer¬
dote, quien después de examinar la
mancha, encerrará el objeto por siete
días. 51 El séptimo examinará de
nuevo la mancha; si ésta se ha ex¬
tendido sobre el vestido, el hilo de
trama o de urdimbre, la piel o el
objeto de cuero, es plaga de lepra
tenaz; la cosa es impura. 52 Se que¬
mará el vestido, el hilo de trama o
de urdimbre, la piel o el objeto de
cuero en que se halla la mancha,
pues es lepra tenaz; el objeto será
quemado al fuego. 53 Pero si ve que
la mancha del vestido, la urdimbre,
la trama, o el objeto de cuero no se
ha extendido, 54 mandará lavar aque¬
llo en que apareció la lepra y lo
encerrará por otros siete días. 55 Si
después de lavada, ve que la man¬
cha no ha mudado de aspecto, aun¬
que no haya cundido, es inmundo,
y se quemará porque está infectado
en el reverso o en el anverso. 56 Pero
si el sacerdote ve que después del
lavado la parte manchada ha mu¬
dado el color, la arrancará del ves¬
tido o del cuero, de la urdimbre o
de la trama; 67 y si después de esto
se viera que en el vestido o en la
urdimbre o en la trama o en el ob¬
jeto de cuero cunde todavía la man¬
cha, se quemarán. 58 Pero si después
del lavado, en la urdimbre o la traína
o el objeto de cuero la mancha ha
desaparecido, se lavará otra vez, y
será puro. 59 Tal es la ley de la
lepra del vestido, de lana o lino, de
la urdimbre o de la trama y de todo
objeto de cuero, para declararlos
mundos o inmundos.
Ley ncerca de la purificación del
leproso.
H 1 Yave habló a Moisés, dicien¬
do: 2 «Esta será la ley del le¬
proso para el día de su purificación:
Será conducido al sacerdote, 3 que
saldrá a su encuentro fuera del cam¬
pamento y le examinará. Si la plaga
de la lepra ha desaparecido del le¬
proso, 4 mandará tomar para el que
ha de purificar dos .avecillas vivas,
puras, madera de cedro, un hilo de
púrpura e hisopo; 5 degollará una de
las aves encima de una vasija llena de
agua viva; 6 y tomando el ave viva,
el cedro, el hilo de púrpura y el
hisopo, los mojará, lo mismo que el
ave viva, en la sangre del ave de¬
gollada sobre el agua viva; 7 asper¬
gerá siete veces al que ha de ser
purificado de la lepra, y le declarará
puro, dando suelta en el campo al
ave viva. 8 Luego, el que ha de ser
purificado lavará sus vestidos, raerá
todo su pelo y se bañará en agua, y
será puro. Podrá ya entrar en el
campamento, pero quedará por siete
días fuera* de su tienda.
9 El día séptimo raerá todo su
pelo, sus cabellos, su barba, sus cejas,
todo su pelo, lavará sus vestidos, y
bañará su cuerpo en agua, y será
limpio. 10 El día octavo tomará dos
corderos sin defecto y una oveja
primal sin defecto y tres décimos de
cfa de flor de harina, amasada con
aceite, y un log de aceite. 11 El sacer¬
dote que haga la purificación presen¬
tará ante Yave al hombre que lia de
purificarse, con todas esas cosas, a
la entrada del tabernáculo de la
reunión. 12 Tomará uno de los dos
corderos, para ofrecerle en sacrificio
expiatorio y el log de aceite, y lo
agitará ante Yave; 13 luego degollará
el cordero donde se inmola la vícti¬
ma expiatoria V el holocausto, en
lugar santo, porque la víctima del
sacrificio expiatorio, como la del sa¬
crificio por el pecado, es para el sacer¬
dote, es cosa santísima. 14 El sacer¬
dote, tomando la sangre del sacrifi¬
cio expiatorio, untará de ella el ló¬
bulo de la oreja derecha del que se
purifica y el pulgar de la mano de¬
recha y del pie derecho. 15 Tomará
el log de aceite, y echando de él en
la palma de su mano izquierda,
16 meterá el índice de su mano dere¬
cha en el aceite que tiene en la palma
de su mano izquierda, y hará con él
por siete veces aspersión ante Yave.
17 Después, del aceite que le queda
en la palma untará el lóbulo de la
oreja derecha del que se purifica y
el pulgar de la mano derecha y del
► ie derecho, encima de la sangre de
LEVÍTICO. 14
117
1 -
l a víctima; 18 el resto del aceite que
le queda en la palma lo echará sobre
a cabeza del que se purifica, cum¬
pliendo así la expiación por él ante
Ya ve. 19 Luego el sacerdote ofrecerá
el sacrificio por el pecado, haciendo
la expiación del que se purifica de
su mancha; 20 y después de inmolar
el holocausto, lo ofrecerá en el altar
con la oblación, y así hará por él la
expiación y será puro.
21 Si fuere pobre y no pudiere pro¬
curarse las víctimas ordinarias, to¬
mará sólo un cordero, que se ofre¬
cerá en sacrificio expiatorio, en ofren¬
da de expiación. Llevará una décima
de flor de harina amasada con aceite,
para la ofrenda, y un log de aceite;
22 también dos tórtolas o dos picho¬
nes, según sus facultades, uno como
víctima expiatoria, el otro para el
holocausto. 23 Lo presentará el día
octavo al sacerdote para su purifi¬
cación, a la entrada del tabernáculo
de la reunión, ante Yave. 24 El sacer¬
dote tomará el cordero de la expia¬
ción y el log de aceite y los agitará
ante Yave; 25 y después de haber
inmolado el cordero del sacrificio de
expiación, tomará de su sangre y la
pondrá en el lóbulo de la oreja dere¬
cha del que se purifica y sobre el
dedo pulgar de la mano derecha y
del pie derecho. 26 Echará luego aceite
en la palma de su mano izquierda,
27 y con el dedo índice de su mano
derecha hará siete veces aspersión
ante Yave; 28 untará del aceite que
tiene en la mano el lóbulo de la oreja
derecha del que se purifica y el pulgar
de la mano derecha y del pie dere¬
cho en el lugar donde puso la sangre
de la víctima expiatoria. 29 Lo que
le quede en la mano lo echará sobre
la cabeza del "que se purifica, para
hacer por él la expiación ante Yave.
30 Después ofrecerá una de las tór¬
tolas o uno de los pichones que haya
podido procurarse, 31 el uno en sacri¬
ficio por el pecado, el otro en holo¬
causto, con la ofrenda; y así el sacer¬
dote hará la expiación, ante Yave,
del que se purifica. 32 Esta es la ley
de la purificación del que tiene plaga
de lepra y no puede presentar las
víctimas ordinarias.»
33 Yave habló a Moisés y Arón,
diciendo: 34 «Cuando hayáis en¬
trado en la tierra de Canán que yo
voy a daros en posesión, y mandare
yo la plaga de lepra a alguna casa de
la tierra que poseeréis, 35 el dueño
de la casa irá a ponerlo en conoci¬
miento del sacerdote, diciéndole: Noto
que hay en mi casa una mancha.
3 6 El sacerdote mandará desocupar
la casa antes de ir a examinar la
mancha, para que no se contamine
cuanto hay en ella. Desocupada, irá
el sacerdote a examinarla. 37 Exa¬
minará la mancha, y si en las pare¬
des de la casa hallare cavidades ver¬
dosas o rojizas como hundidas en la
pared, 38 saldrá a la puerta de la
casa, y la hará cerrar por siete días.
39 Al séptimo día volverá el sacer¬
dote; y si ve que la mancha ha cun¬
dido en las paredes de la casa, 40 man¬
dará quitar las piedras manchadas y
arrojarlas fuera de la ciudad, en un
lugar impuro; 41 hará raspar la casa
toda en lo interior, arrojándose en
un lugar impuro el polvo que se ras¬
pe. 42 Se tomarán otras piedras y se
pondrán en el lugar de las quitadas,
y se revocará de nuevo. 43 Si la
mancha reapareciere nuevamente en
la casa después de haber quitado las
piedras y de haberla raspado y revo¬
cado de nuevo, 44 volverá el sacer¬
dote a examinarla. Si la mancha hu¬
biere cundido en la casa, es lepra
corrosiva de la casa: es impura. 45 Se
demolerá, y las piedras, la madera y
todo el mortero se llevarán fuera de
la ciudad a un lugar impuro. 46 Quien
entrare en la casa durante el tiempo
que se ha tenido cerrada, será im¬
puro hasta la tarde. 47 Quien hubiere
dormido en ella lavará sus vestidos,
y quien en ella hubiere comido lavará
sus vestidos.
48 Pero si el sacerdote, al volver
a la casa, ve que la mancha no ha
cundido en ella después que la casa
ha sido revocada de nuevo, decla¬
rará pura la casa, pues el mal se ha
curado. 49 Entonces tomará para ex¬
piar la casa dos avecillas, madera de
cedro, lana escarlata e hisopo: 60 de¬
gollará una de las aves sobre una
vasija de barro con agua viva, 51 y
tomando luego la madera de cedro,
el hisopo y la lana escarlata con la
otra ave, lo mojará todo en la sangre
del ave degollada sobre el agua viva,
y aspergerá la casa siete veces. 52 Pu¬
rificará la casa con la sangie del
ave, el agtia viva, el ave viva, la
madera de cedro, el hisopo y la lana
escarlata 43 y dará suelta al ave viva
fuera de la ciudad, en el campo.»
54 Tal es la ley de toda clase de
mancha de lepra, o de netzc y 55 y
LEVÍTICO, 15, 16
1 18
de la lepra de los vestidos y de las
casas, 66 de las manchas brillantes,
de las escamosas y de las manchas,
67 para declarar lo mundo y lo in¬
mundo. Esta es la ley de la lepra.
Inmundicia del hombre y de la
mujer.
1 ^ 1 Ya ve habló a Moisés y Arón,
diciendo: 2 «Hablad a los hijos
de Israel y decidles: Cualquier hombre
que padezca flujo seminal en su carne,
será inmundo. 3 Esta es la ley de su
inmundicia en el flujo, ya sea por
destilar su carne el flujo, ya por
retenerlo, es inmundo. 4 Él lecho en
que se acueste, el asiento en que se
siente, será inmundo. 5 Quien tocare
su lecho, lavará sus vestidos, se ba¬
ñará en agua, y será impuro hasta la
tarde. 6 Quien se sentare sobre un
objeto sobre el que se sentó el que
padece el flujo, lavará sus vestidos,
se bañará en agua, y será impuro
hasta la tarde. 7 Quien tocare la
carne del enfermo, lavará sus vesti¬
dos, se bañará en agua, y será im¬
puro hasta la tarde. 8 Si el enfermo
escupe sobre un hombre puro, éste
lavará sus vestidos, se bañará en
agua, y será impuro basta la tarde.
9 El carro en que viaje el enfermo
será inmundo. 10 Quien tocare algo
que haya estado debajo del enfermo
será impuro hasta la larde, V quien
10 trasportare, lavará sus vestidos,
se bañará en agua, y será impuro
hasta la tarde. 11 Todo aquel a quien
el enfermo tocare sin haberse antes
lavado las manos en agua, lavará
sus vestidos, se bañará en agua, y será
impuro basta la tarde. 12 Toda vasija
de barro que tocare se romperá, y
la de madera se lavará en agua.
í3 Cuando esté curado de su flujo,
contará siete días para su purifica¬
ción: lavará sus vestidos, bañará su
cuerpo en agua viva, y será puro.
14 Al octavo día, tomando dos tór¬
tolas o dos pichones, se presentará
ante Yavc, a la entrada del taber¬
náculo de la reunión, y se los dará
al sacerdote, 16 que los ofrecerá, uno
en sacrificio expiatorio, el otro en
holocausto, y hará por él la expia¬
ción ante Yo ve, por su flujo.
16 El hombre que efundiere su
semen, lavará con agua todo su cuer¬
po, 17 y toda ropa o piel en que se
efunda será lavada con agua, y s^á
inmunda hasta la tarde. 18 La mujer
con quien se acostare con emisión del
semen, se lavará como él, y como
él será inmunda hasta la tarde.
19 La mujer que tiene su flujo, flujo
de sangre en su carne, estará siete
días en su impureza. Quien la tocare
será impuro hasta la tarde. 20 Aque¬
llo sobre que durmiere o se sentare
durante su impureza, será impuro,
21 y quien tocare su lecho, lavará
sus vestidos, se bañará en agua y
será impuro hasta la tarde. 22 Si algo
hubiere sobre el lecho o sobre el asien¬
to, quien lo tocare será impuro hasta
la tarde. 23 Lo que hubiere sobre su
lecho o sobre su asiento, quien lo
tocare será impuro hasta la tarde.
24 Pero si uno se acostare con ella,
será sobre él su impureza, y será
inmundo por siete días, y el lecho en
que durmiere será inmundo.
25 La mujer que tuviere flujo de
sangre por más tiempo del acostum¬
brado, prolongándose éste más allá
de los días de su impureza, será im¬
pura todo el tiempo que dure el flujo,
como en el tiempo del menstruo.
26 El lecho en el cual durante él duer¬
ma y todo objeto sobre el que se
siente, será impuro, como en el
tiempo del menstruo, 27 y quien los
toque será impuro y lavará sus ves¬
tidos, se bañará en agua, y será
impuro hasta la tarde. 28 Cuando cu¬
rare de su flujo, contará siete días,
después de los cuales será pura. 29 Al
octavo día tomará dos tórtolas o dos
pichones, y los llevará al sacerdote
a la entrada del tabernáculo de la
reunión. 30 El sacerdote los ofrecerá,
uno en sacrificio expiatorio y el otro
en holocausto, y hará por ella la ex¬
piación ante Ya ve de la inmundicia
de su flujo.
81 Enseñad a los hijos de Tsrael
a purificarse de sus inmundicias, no
sea que por ellas mueran, por man¬
char el tabernáculo que está en medio
de ellos.
82 Esta es la ley del que padece
flujo y efunde el semen, naciéndose
inmundo, 33 y de la mujer en su flujo
menstrual; de cuantos padecen flujo,
hombres o mujeres, y del hombre
que se acuesta con una mujer impura.»
Ley aceren ele la fiesta anual de
la expiación.
1 1 Después de la muerte de los
dos hijos de Arón, heridos al
acercarse ante Ya ve, 2 dijo Ya ve a
LEVÍTICO, 16
} 19
Moisés: «Di a tu hermano Arón, que
no entre nunca en el santuario |ior
detrás del velo que está delante del
propiciatorio de sobre el arca, no sea
que muera, pues yo me muestro en
la nube sobre el propiciatorio (1).
3 He aquí el rito según el cual en¬
trará Arón en el santuario: Tomará
un novillo para el sacrificio por el
pecado y ün carnero para el holocaus¬
to. 4 Se revestirá de la túnica santa
de lino, y se pondrá sobre sus carnes
el calzón de lino; se ceñirá un cintu¬
rón de lino y cubrirá su cabeza con
la tiara de lino, vistiéndoselos des¬
pués de haberse lavado en el agua.
5 Recibirá de la asamblea de los hijos
de Israel dos machos cabríos, para el
sacrificio por el pecado, y un carnero
para el holocausto; 8 Arón ofrecerá
su novillo por el pecado, y hará la
expiación por sí y por su casa. 7 To¬
mará después los dos machos cabríos,
y presentándolos ante Yavc a la
entrada del tabernáculo de la reunión,
8 echará sobre ellos las suertes, una
la de a Ya ve, otra la de a Azazel.
9 Arón liará acercar el macho cabrío
sobre que recayó la suerte de a
Yave, y le ofrecerá en sacrificio por
el pecado; 10 el macho cabrío sobre
el que recayó la suerte de a Azazel,
le presentará vivo ante Yave f para
hacer la expiación y soltarle después
a Azazel. 11 Arón ofrecerá el novillo
del sacrificio por el pecado, haciendo
la expiación por si y por su casa.
Después de degollar su novillo por
el pecado, 12 tomará del altar un in¬
censario lleno de brasas encendidas,
de ante Yave, y dos puñados de ti¬
miama pulverizado, y lo llevará todo
detrás de la cortina; 13 echará el
timiama en el fuego ante Yave, para
que la nube de incienso cubra el pro¬
piciatorio que está sobre el testimo¬
nio, y no muera. 14 Tomando luego
la sangre del novillo, aspergerá con
su dedo el frente del propiciatorio,
haciendo con el dedo siete aspersio¬
nes. 15 Degollará el macho cabrío
expiatorio del pueblo; y llevando su
sangre detrás del velo, hará como
con la sangre del novillo, aspergién¬
dola sobre el propiciatorio y delante
de él, 18 y así purificará el santuario
de las impurezas de los hijos de
Israel y de todas las trasgresiones
(i) Es el comienzo del llamado código
sacerdotal, que tiene como introducción todo
lo referente a la construcción del tabernáculo.
con que hayan pecado. Lo mismo
hará con el tabernáculo de la reunión,
que está entre ellos, en medio de sus
impurezas. 17 Que no haya nadie en
el tabernáculo de la reunión, desde
que él entre para hacer la expiación
del santuario hasta que salga, hecha
la expiación por sí y por su casa y
por toda la asamblea de Israel.
18 Después irá al altar que está ante
Yave y hará la expiación de él, y
tomando sangre del novillo y sangre
del macho cabrío, untará de ellas
los cuernos del altar todo en torno;
19 hará con su dedo siete veces la
aspersión de sangre, y le santificará
y le purificará de las impurezas de
los hijos de Israel.
20 Hecha la expiación del santua¬
rio, del tabernáculo de la reunión y
del altar, presentará el macho cabrío
vivo; 21 y poniendo sus dos manos
sobre la cabeza del macho cabrío
vivo, confesará sobre él todas las
culpas, todas las iniquidades de los
hijos de Israel y todas sus trasgre¬
siones con que han pecado, y los
echará sobre la cabeza del macho
cabrío, y lo mandará al desierto por
medio de un hombre designado para
ello. 22 El macho cabrío llevará sobre
sí todas las iniquidades de ellos a
tierra inhabitada, y el que lo lleve
lo dejará en el desierto. 23 Después
Arón entrará en el tabernáculo de
la reunión y se desnudará de las ves¬
tiduras de lino, que se vistió para
entrar en el santuario; 24 y quitadas,
se lavará su cuerpo con agua en
lugar santo, y se pondrá sus vesti¬
duras. Saldrá luego, ofrecerá su holo¬
causto y el del pueblo, hará la ex¬
piación por sí y por el pueblo, 25 y
quemará en el altar el sebo del sacri¬
ficio por el pecado. 26 El que habrá
ido a soltar el macho cabrío a Azazel,
lavará sus vestidos y bañará en agua
su cuerpo, después de lo cual podrá
entrar en el campamento. 27 Serán
llevados fuera del campamento el
novillo y el macho cabrío inmolados
por el pecado, cuya sangre se intro¬
dujo en el santuario para hacer la
expiación, y se consumirán por el
fuego sus pieles, sus carnes y sus
excrementos. 28 El que los queme
lavará luego sus vestidos, bañará en
agua su cuerpo y después podrá entrar
en el campamento.
29 Esta será para todos ley perpe¬
tua; el séptimo mes, el día diez del
mes, mortificaréis vuestras personas
LEVlTICO. 1?. 1»
120
y no haréis trabajo alguno, ni el
indígena ni el extranjero que habita
en medio de vosotros; 30 porque en
ese día se hará la expiación por vos¬
otros, para que os purifiquéis y seáis
purificados ante Yave de todos vues¬
tros pecados. 31 Será para vosotros
día de descanso, sábado, y mortifi¬
caréis vuestras personas. Es ley per¬
petua.
32 La expiación la hará el sacer¬
dote que haya sido ungido y haya
sido iniciado para ejercer las funcio¬
nes sacerdotales en lugar de su padre.
Se revestirá de las vestiduras de lino,
las vestiduras sagradas, 33 y hará la
expiación del santuario de la santi¬
dad, del tabernáculo de la reunión
y del altar, la de los sacerdotes y la
de todo el pueblo de la asamblea.
34 Será para vosotros ley perpetua, y
se hará la expiación una vez por
año para los hijos de Israel por sus
pecados» (1).
Hízose lo que Yave había man¬
dado a Moisés.
Lev a ocrea del Injjur del sacrificio.
1 ^ 1 Yave habló a Moisés, diciendo:
1 k 2 «Habla a Arón y a sus hijos
y a todos los hijos de Israel, y diles:
He aquí lo que ha maiidado Yave:
3 A todo hombre de la casa de
Israel que en el campamento o fuera
del campamento degüelle un buey,
una oveja o una cabra, 4 * * * * sin haberla
llevado a la entrada del tabernáculo
de la reunión, para presentarla en
ofrenda a Yave ante el santuario, le
será imputada la sangre; ha derra¬
mado sangre, y será borrado de en
medio de su pueblo.
b Por eso deben los hijos de Israel,
en vez de inmolar sus victimas en el
campo, traerlas al sacerdote ante
Yave a la entrada del tabernáculo
de la reunión, y ofrecerlas a Yave
en sacrificio pacífico; 9 el sacerdote
derramará la sangre en el altar de
Yave a la entrada del tabernáculo
de la reunión, y quemará el sebo en
(i) La alianza entre Dios y su pueblo
podfa perturbarse por los pecados voluntarios
o involuntarios del pueblo y de los sacerdotes.
Esta es la razón de la fiesta de la expiación,
restablecer la alianza borrando los pecados. El
rito con que se celebraba se expone minucio¬
samente en este capitulo. San Pablo (Hebr. 9. 15
sigs.) la considera como tipo del sacrificio re-,
dentor de Cristo.
olor de suavidad a Yave. 7 Así no
ofrecerán sus sacrificios a los sátiros,
con los cuales se prostituyen. Esta
será para ellos ley perpetua, de ge¬
neración en generación.
8 Diles, pues: Todo hombre de la
casa de Israel o de los extranjeros
que habitan en medio de ellos que
ofrezca un holocausto o un sacrificio,
9 y no llevare la víctima a la entrada
del tabernáculo de reunión, para ser
sacrificado a Yave, será borrado de
en medio del pueblo.
Prohibición de comer simare, ani¬
mal moríecino y desbarrado.
10 Todo hombre de la casa de
Israel, o de los extranjeros que habi¬
tan en medio de ellos, que coma san¬
gre de un animal cualquiera, yo me
volveré contra el que come sangre,
y le borraré de en medio de su pueblo,
11 porque la vida de la carne es la
sangre, y yo os la he mandado poner
sobre el altar para expiación de vues¬
tras almas, y la sangre expía, por
ser vida. 12 Por eso he mandado a
los hijos de Israel: Nadie de entre
vosotros ni de los extranjeros que
habiten en medio de vosotros, come¬
rá sangre.
13 Todo hombre de entre los hijos
de Israel, o de los extranjeros que
habitan en medio de ellos, que cazare
un animal o un ave puros, verterá
la sangre y la cubrirá de tierra;
14 porque la vida de toda carne es
la sangre. Por eso he mandado yo
a los hijos de Israel: no comeréis la
sangre de carne alguna, porque la
vida de toda carue es la sangre;
quien la comiere será borrado.
15 Todo indígena o extranjero que
comiere carne inortieiua o desgarrada,
lavará sus vestidos, se bañará en
agua, y será impuro hasta la tarde;
después será puro. 16 Gi 110 lava sus
vestidos y su cuerpo, contraerá reato.»
I ilíones ilícitas \ pecados contra
natura.
| }{ 1 Yave habló a Moisés, dicien-
10 do: 2 «Habla a los hijos de
Israel y diles: 3 Yo soy Yave, vues¬
tro Dios. No liaréis lo que se hace
en la tierra de Egipto donde habéis
morado, ni haréis lo que se lince en
la tierra de Cauán, a donde yo os
LE VÍ TICO, 19
121
llevo; no seguiréis sus leyes. 4 Prac¬
ticaréis mis mandamientos y cum¬
pliréis mis leyes; las seguiréis. Yo,
Yavc, vuestro Dios.
6 Guardaréis mis leyes y mis man¬
damientos; el que los cumpliere vi¬
virá por ellos. Yo, Yave.
6 Ninguno de vosotros se acercará
a una consanguínea suya para des¬
cubrir su desnudez. Yo, Yave.
7 No descubrirás la desnudez de
tu padre, ni la de tu madre; es tu
madre; no descubrirás su desnudez.
8 No descubrirás la desnudez de
la mujer de tu padre; es la desnudez
de tu padre.
9 No descubrirás la desnudez de
tu hermana, hija de tu padre o hija
de tu madre; nacida en la casa o
nacida tuera de ella, no descubrirás
su desnudez.
10 No descubrirás la desnudez de
la hija de tu hijo o de la hija de tu
hija, porque es tu propia desnudez.
11 No descubrirás la desnudez de
la hija de mujer de tu padre, nacida
de tu padre; es tu hermana.
12 No descubrirás la desnudez de
la hermana de tu padre; es la carne
de tu padre.
13 No descubrirás la desnudez de
la hermana de tu madre; es la carne
de tu madre.
14 No descubrirás la desnudez del
hermano de tu padre, acercándote
a su mujer; es tu t'a.
15 No descubrirás la desnudez de
tu nuera; es la mujer de tu hijo; no
descubrirás su desnudez.
16 No descubrirás la desnudez de
la mujer de tu hermano; es la des¬
nudez de tu hermano.
17 No descubrirás la desnudez de
una mujer y la de su hija, ni tomarás
a la hija de su hijo, ni a la hija de
su hija para descubrir su desnudez;
son parientes; es un crimen.
18 No tomarás a la hermana de
tu mujer para hacer de ella una rival
suya, descubriendo su desnudez con
la de tu mujer en vida de ésta.
19 No te acercarás a una mujer
durante el tiempo de su impureza,
para descubrir su desnudez.
20 No tendrás comercio con la
mujer de tu prójimo, manchándote
con ella.
21 No darás hijo tuyo para ser
pasado en honor de Moloc; no pro¬
fanarás el nombre de* tu Dios. Yo,
Yave.
22 No te ayuntarás con hombre
como con mujer; es una abominación.
23 No te ayuntarás con bestia, man¬
chándote con ella.
La mujer no se pondrá ante una
bestia, prostituyéndose ante ella; es
una perversidad.
24 No os manchéis con ninguna de
estas cosas, pues con ellas se han
manchado los pueblos que yo voy a
arrojar de delante de vosotros. 25 Han
manchado la tierra, yo castigaré sus
maldades, y la tierra vomitará a sus
habitantes/ 26 Pero vosotros guardad
mis leyes y mis mandamientos, y
no cometáis ninguna de esas abomi¬
naciones, ni indígena ni extranjero
de los que habitan en medio de
vosotros. 27 Porque todas esas abo¬
minaciones son las que han come¬
tido los hombres de esa tierra que
la habitaron antes de vosotros, y la
tierra se ha manchado. 28 Que no
os vomite la tierra por haberla man¬
chado, como vomitó a los pueblos
que antes de vosotros la habitaron;
29 porque cualquiera que cometa una
de esas abominaciones, será borrado
de en medio de su pueblo 30 Guardad
mis mandamientos, no practicando
ninguna de esas prácticas abomina¬
bles que se practicaban antes de vos¬
otros, y no os manchéis con ellas.
Yo, Yave, vuestro Dios.»
Diversas leyes religiosas, cere¬
moniales y morales.
1 Q 1 Yave habló a Moisés, di-
1 7 ciendo: 2 «Habla a toda la
asamblea de Israel y diles:
3 Sed santos, porque santo soy yo,
Yave, vuestro Dios (1).
(i) Comienza aquí el llamado código da
santidad, que termina en el c. 26, con una larga
y apremiante exhortación. Es una miscelánea
legal, en la cual se repiten no pocas leyes antes
dadas, pero que entran en él en un nuevo
aspecto: el de la santidad. Por ser santo Dios,
ha de ser santo el pueblo, en medio del cual
habita el Santo, que es quien a él le santifica.
Santo viene a ser puro, limpio, sin mancha, sin
defecto; y es, entre los atributos de Dios en lá
Escritura, el que más íntimamente ligado esta
a la religión. «Tres veces santo» proclaman á
Dios los serafines. (Is. 6.) Pero esta santidad
se nos presenta como algo terrible y mortal
para quien a ella se acerca no estando en con¬
sonancia con ella. (Is. 6. 5.) Y por eso lo impuro
ha de santificarse antes, mediante una consa¬
gración; así, por ejemplo, se consagran el san¬
tuario, el altar, la víctima, lós sacerdotes, el
pueblo, el tiempo, etc., que se santifican me¬
diante una especial consagración a Dios. Hay
122
LEVÍTICO, 19
Tema cada uno a su padre y a
su madre y guardad mis sábados.
Yo, Ya ve, vuestro Dios.
4 No vayáis tras los ídolos, y no
os hagáis dioses fundidos. Yo, Yave,
vuestro Dios.
6 Cuando ofrezcáis a Yave un
sacrificio pacifico, ofrecedlo de ma¬
nera que sea aceptable. 6 La víctima
será comida el día de su inmolación
o al día siguiente; lo que quedare
para el día tercero será quemado por
el fuego. 7 Si alguno comiere de ello
al tercer dia, es una abominación;
el sacrificio no será aceptable. 8 El
que lo haga contraerá reato, porque
profana lo consagrado a Yave, y
será borrado de en medio de su pueblo.
9 Cuando bagáis la recolección de
vuestra tierra, no segarás basta el
límite extremo de tu campo, ni reco¬
gerás las espigas caídas, 10 ni harás
el rebusco de tus viñas y olivares,
ni recogerás la fruta caída de los
frutales; lo dejarás para el pobre y el
extranjero. Yo, Yave, tu Dios.
11 No hurlaréis, ni os haréis en¬
gaño y mentira unos a otros.
12 No jures por mi nombre min¬
tiendo; es profanar el nombre de tu
Dios. Yo, Yave.
13 No oprimas a tu prójimo ni le
despojes No quede en tu mano
hasta el siguiente día el salario del
jornalero.
14 No profieras maldición contra el
sordo, ni pongas ante el ciego tro¬
piezos para hacerle caer; has de temer
a tu Dios. Yo, Yave.
cosas por naturaleza impuras, por ejemplo, un
cadáver, la mujer parida, etc.; los animales
inmundos, como el cerdo, etc. Estas cosas
comunican su impureza a quien las toca, a
modo de contagio, y para verse libre de esta
inmundicia se exige una purificación. Hay
una tercera clase de cosas, que pudiéramos
decir neutras, no son por sí ni puras ni impuras,
pero son capaces de una especial consagración
y sinticación, por ejemplo, el hombre, la
oveja, etc. Pueden, sin embargo, resultar
impuras en ciertos momentos, en que por
manera especial se manifiesta la santidad de
Dios, por ejemplo cuando Dios bajó al monte
Sinai, el que ha de ofrecer el incienso en el
tabernáculo, etc. Aun las cosas santificadas
pueden adolecer a veces de este defecto; por
ejemplo, el sumo sacerdote ha de expiarse para
entrar en el santísimo, etc. Es algo parecido
a lo que es para nosotros la santidad del óleo
santo, del cáliz, de las imágenes bendecidas,
de las iglesias consagradas, etc.; aunque este
concepto de santidad, por decirlo así, dema¬
siado material, es más propio del A. T. que
del N.
15 No hagas injusticia en tus jui¬
cios, ni favoreciendo al pobre, ni
complaciendo al poderoso; juzga a
tu prójimo según justicia.
18 No vayas sembrando entre el
pueblo la difamación; no depongas
contra la sangre de tu prójimo. Yo.
Y r ave.
17 No odies en tu corazón a tu her¬
mano, pero repréndele para no car¬
garte tú por él con un pecado.
18 No te vengues, y no guardes
rencor contra los hijos de tu pueblo.
Amarás a tu prójimo como a ti mis¬
mo Í1). Yo, Yave.
19 Guardad mis mandamientos.
No aparearás bestias de diversa
especie, ni sembrarás en tu campo
simiente de dos especies, ni llevarás
vestido tejido de dos especies do
hilo.
20 Si alguno yaciere con mujer
esclava desposada*a otro, no rescatada
ni puesta en libertad, castigúeseles,
no con la muerte, pues ella no era
libre. 21 Ofrecerá por su pecado el
hombre ante Yave, a la entrada del
tabernáculo de la reunión, un car¬
nero en sacrificio de expiación; 22 el
sacerdote hará por él la expiación
ante Yave, con el carnero de) sacri¬
ficio expiatorio por el pecado come¬
tido, y le será perdonado.
23 Cuando hubiéreis entrado en
la tierra, y plantéis árboles frutales
de cualquier especie, sus frutos los
miraréis, como incircuncisos; durante
tres años serán para vosotros incir¬
cuncisos y no los comeréis. 24 Al
cuarto año, todos sus frutos serán
consagrados a Yave. 25 Al quinto
año comeréis ya sus frutos, y el
árbol aumentará vuestras utilidades.
Yo, Yave, vuestro Dios.
26 No comeréis carne con sangre,
ni practicaréis la adivinación ni la
magia. 27 No os raparéis en redondo
la cabeza, ni raeréis los lados de
vuestra barba. 28 No os haréis inci¬
siones en vuestra carne por un muerto,
ni imprimiréis en ella figura alguna.
Yo, Yave.
29 No profanes a tu hija, prostitu¬
yéndola, que no se entregue la tierra
a la prostitución y se llene de crí¬
menes.
(i) El amor al prójimo como a si mismo
no se limita aquí al amor de los connacionales:
se extiende al extranjero que habita en medio
de ellos. Es un precedente del precepto evan¬
gélico, pero dista mucho de él, pues en éste
el amor se extiende aun a los mismos enemigos.
LEVlTICO, 20
123
30 Observad mis sábados y reve¬
renciad mi santuario. Yo, Yave.
31 No acudáis a los que evocan a
los muertos, ni a los adivinos, ni los
consultéis, para no mancharos con
su trato. Yo, Yave, vuestro Dios.
32 Alzate ante una cabeza blanca v
honra la persona del anciano. Teme
a tu Dios. Yo, Yave.
33 Si viene un extranjero para habi¬
tar en vuestra tierra, no le opri¬
máis; 34 tratad al extranjero que
habita en medio de vosotros como
al indígena de entre vosotros; ámale
como a ti mismo, porque extranjeros
fuisteis vosotros en la tierra de Egipto.
Yo, Yave, vuestro Dios.
35 No hagáis injusticia, ni en los
juicios, ni en las medidas de longi¬
tud, ni en los pesos, ni en las medidas
de capacidad. 33 Tened balanzas jus¬
tas, pesos justos, un e/a justo y un
hin justo. Yo, Yave, vuestro Dios,
que os he sacado de la tierra de
Egipto.
37 Guardad todas mis leyes y man¬
damientos y practicadlos. Yo, Yave.»
Algunas leyes penales.
O A 1 Yave habló a Moisés, dicien-
do: (i) 2 «Di a los hijos de Israel:
Quienquiera que de entre los hijos
de Israel, o de los extranjeros que
habitan en Israel, ofrezca a Moloc
un hijo suyo, será castigado con la
muerte; el pueblo le lapidará. 3 Yo
me volveré contra ese hombre y le
exterminaré de en medio de sil pue¬
blo, por haber entregado a Moloc
a uno de sus hijos, manchando mi
santuario y profanando mi santo
nombre. 4 * Si el pueblo cerrase los
ojos cuanto a este hombre que ofre¬
ció a Moloc a uno de sus hijos, y no
le diera muerte, 6 yo me volveré
contra él y contra su parentela, y le
exterminaré de en medio de su pue¬
blo y a cuantos como él se prosti¬
tuyan ante Moloc (1).
6 Si alguno acudiere a los que evo¬
can a los muertos, y a los que adivir
nan, prostituyéndose ante ellos, yo
(i) El sacrificio de niños por el fuego a
Moloc, dios fenicio, era entre los cananeos
frecuentísimo, y esta abominación la siguieron
muchas veces los hebreos. Si en este lugar
se trata de^verdaderos sacrificios por el fuego,
o de una mera ceremonia de consagración del
niño a Moloc pasándolo por el fuego, es dis¬
cutido entre los intérpretes.
ine volveré contra él y le exterminaré
de en medio de su pueblo.
7 Santificaos y sed santos, porque
yo soy Yave, vuestro Dios. a Guar¬
dad mis leyes y practicadlas. Yo,
Yave, que os santifica.
9 Quien maldigo a su padre o a su
madre, sea castigado con la muerte;
caiga su sangre sobre él.
10 Si adultera un hombre con mujer
casada, si comete adulterio con lo
mujer de su prójimo, hombre y
mujer adúlteros serán castigados con
la muerte.
11 Si uno se acuesta con mpjcr de
su padre, descubriendo así la des¬
nudez de su padre, los dos serán
castigados con la muerte; caiga sobre
ellos su sangre.
12 Si uno se acuesta con su nuera,
ambos serán castigados con la muerte;
han cometido un crimen vergonzoso;
caiga su sangre sobre ellos.
13 Si uno se acuesta con otro como
se hace con mujer, ambos hacen
cosa abominable y serán castigados
con la muerte. Caiga sobre ellos su
sangre.
14 Si uno toma por mujeres la
hija y la madre, es un crimen abo¬
minable; serán quemados él y ellas,
para que no se dé entre vosotros
crimen semejante.
15 El que tenga comercio con una
bestia será castigado con la muerte,
y la bestia la mataréis.
18 Si una mujer se acerca a una
hestia, prostituyéndose ante ella, ma¬
tarás a la mujer y a la bestia; ambas
serán muertas; caiga sobre ellas su
sangre.
17 Si uno toma a su hermana, hija
de su padre o de su madre, viendo
él la desnudez de ella y ella la des¬
nudez de él, es un crimen, y los dos
serán borrados de su pueblo a la
vista de los hijos de su pueblo; él
ha descubierto la desnudez de su
hermana; lleve sobre sí su iniquidad.
18 Si uno se acuesta con mujer
mientras tiene ésta el flujo menstrual,
y descubre su desnudez, su flujo,
y ella descubre el flujo de su sangre,
serán ambos borrados de en medio
de su pueblo.
19 No descubras la desnudez de la
hermana de tu madre, ni la de la
hermana de tu padre, porque es
descubrir tu propia carne. Llevarán
sobre sí su iniquidad.
20 Si uno se acuesta con su tía.
descubre la desnudez de su tío. Lleva-
124
LEVÍTICO, 21, 22
rán sobre sí sil iniquidad; no tendrán
hijos.
21 Si uno toma mujer de su her¬
mano, es una inmundicia. Descubrió
la desnudez de su hermano. No ten¬
drán hijos.
22 Guardad todas mis leyes y todos
mis mandamientos y ponedlos por
obra, para que no os vomite la tierra
a donde os llevo. 23 No imitéis las
costumbres de las gentes que yo
voy a arrojar de delante de vosotros;
ellos hacían estas maldades, y yo los
aborrecí. 24 Yo os he dicho; vosotros
poseeréis esa tierra, yo os la daré
en posesión, es una tierra que mana
leche y miel. Yo, Yave, vuestro Dios,
que os ha separado de las gentes.
25 Distinguid entre animales puros
e impuros, entre aves puras e impu¬
ras, y no os hagáis abominables por
los animales, por las aves, ni por
cuanto repta sobre la tierra, que yo
os he enseñado a tener por impuro.
26 Sed santos para mí, porque yo,
Yave, soy santo, y os he separado
de las gentes para que seáis míos.
27 Todo hombre o mujer que evoque
a los muertos y se dé a la adivina¬
ción, será muerto, lapidado; caiga
sobre ellos su sangre.»
Leves acerva de la pnrc/a ritual
de los sacerdotes.
4 1 Yave dijo a Moisés: «Habla
— 1 a los sacerdotes hijos de Arón,
y diles (1); 2 Que ninguno se con¬
tamine por un muerto de los de su
pueblo, a no ser por un próximo
consanguíneo, por su madre, por su
padre, por su hijo, por sn hija, por
sil hermano; 3 por su hermana virgen,
que viva con él y no se hubiera
casado, por ésa puede contaminarse;
4 pero no por sus otros parientes,
profanándose. 5 No se raerán la ca¬
beza ni los lados de la barba, ni se
harán incisiones en la carne 6 . Serán
santos para su Dios, y no profanarán
su nombre, pues son ellos los que
ofrecen las combustiones de Yave,
pan de su Dios, y han de ser santos.
(i) Un cadáver es algo impuro, su contacto
contamina, y el que por necesidad tiene que
tocarlo, ha de purificarse. A los sacerdotes se
les prohíbe tocar cadáver que no sea de un
próximo consanguíneo, y al sumo sacerdote
se le prohíbe tocar aun al del padre y la madre.
La santidad del sacerdote ha de ser mayor que
la de los demás.
7 No tomarán mujer prostituida, ni
desposada, ni mujer repudiada por
su marido, porque el sacerdote está
consagrado a su Dios. 3 Por santo
le tendrás, pues él ofrece el pan de
tu Dios, y será santo para ti, porque
santo soy yo, Yave, que los santi¬
fico. 9 Si la hija de un sacerdote se
profana prostituyéndose, profana a
su padre, y será quemada en el fuego.
10 El sumo sacerdote de entre sus
hermanos, sobre cuya cabeza se de¬
rramó ei óleo de unción, a quien se
le llenó la mano para vestirse las
vestiduras sagradas, no desnudará
su cabeza, ni rasgará sus vestidos,
11 ni se acercará a ningún muerto,
ni se contaminará, ni por su padre,
ni por su madre.
12 No se saldrá del santuario, ni
profanará el santuario de su Dios,
pues ha sido consagrado con el óleo
de la unción de su' Dios. Yo, Yave.
13 Tomará virgen por mujer, 14 no
viuda, ni repudiada, ni desflorada,
ni prostituida. Tomará una virgen
de las de su pueblo, 15 y no deshon¬
rará su descendencia en medio de
su pueblo, porque soy yo, Yave,
quien le santifico.»
16 Yave habló a ^Moisés, diciendo:
17 «Habla a Arón, y dile: Ninguno de
tu estirpe según sus generaciones,
que tenga una deformidad corporal,
se acercará a ofrecer el pan de tu
Dios. 18 Ningún deforme se acercará;
ni ciego, ni cojo, ni mutilado, ni
monstruoso, 19 ni quebrado de pie o
de mano, 20 ni jorobado, ni enano, ni
bisojo, ni sarnoso, ni tiñoso, ni her¬
nioso. 21 Ninguno de la estirpe de
Arón que tenga una deformidad cor¬
poral, se acercará para ofrecer las
combustiones de Yave; es defectuoso,
no se acercará a ofrecer el pan de
su Dios; 22 podrá comer el pan de su
Dios, lo santísimo y lo santo, J 3 mas
no entrar detrás del velo, ni acercarse
al altar, porque tiene defecto, y no
debe contaminar mi santuario. Yo,-
Yave, que los santifico.» 24 Y así
habló Moisés a Arón y a sus hijos
y a todos los hijos de Israel.
I.o*» que |>nc<lcii comer las cosas
sanias.
*)*) 1 Habló Yave a Moisés, di-
~~ ciendo: 2 «Habla a Arón y n
sus hijos, para que respeten las cosas
santas que me consagran los hijos de
LEVintO, 23
125
Israel, y no profanen mi sanio nombre.
Yo, Ya ve.
3 Diles: Cualquiera de vuestra es¬
tirpe en vuestras generaciones que
tenga sobre sí alguna impureza, guár¬
dese de acercarse a las cosas santas
t^ue los hijos de Israel ofrecen a Yave;
si lo hiciere, será retirado de mi pre¬
sencia. Yo, Yave. 4 El que de la
estirpe de Arón tuviere lepra o flujo,
no comerá de las cosas santas, hasta
no quedar puro. 5 Lo mismo el
que haya tocado a un inmundo
manchado por el contacto de un ca¬
dáver, o que haya derramado el semen,
o que haya tocado un reptil que le
impurificó, o que esté impurificado
por haber tocado a un impuro, que le
transmitió su impureza, cualquiera
que ésta sea. 6 Quien tocare algo de
eso será impuro hasta la tarde y no
comerá cosa santa; se bañará en agua,
7 y después de la puesta del sol será
puro y podrá comer cosas santas,
pues son su comida. 8 No comerá de
animal mortecino ni desgarrado, man¬
chándose con ello. Yo, Yave. 9 Que
guarden todos mis mandamientos, no
sea que por algo de esto incurran en
pecado y mueran por haber profa¬
nado las cosas santas. Yo, Yave, que
los santifico. 10 Ningún extraño co¬
merá las cosas santas; ni el que habite
en la casa del sacerdote, ni el merce¬
nario, las comerán; pero el esclavo
comprado a precio por el sacerdote,
y el nacido en su casa, podrán comer,
pues son su alimento. 12 La hija de
un sacerdote casada con un extraño
no podrá comer de las cosas santas;
13 pero si enviudare, o fuese repu¬
diada, sin tener hijos, y vuelve a la
casa de su padre, como estaba en
ella en su juventud, podrá comer
de lo que come su padre; mas ningún
extraño comerá. 14 Quien por inad¬
vertencia comiere una cosa santa,
restituirá al sacerdote con un quinto
de más.
15 No profanen los sacerdotes las
cosas santas de los hijos de Israel,
lo reservado a Yave, 16 y se carguen
la fealdad del delito cuando coman
las cosas santas. Yo, Yave, que los
santifico. »
Las víctimas para los sacrificios
han de ser sin defecto.
17 Yave habló a Moisés, diciendo:
«Habla a Arón y a sus hijos y a todos
los hijos de Israel, y diles: Quien¬
quiera de la casa de Israel o de los
extranjeros que presente su ofrenda,
sea en cumplimiento de su voto,
sea como ofrenda voluntaria, si lo
que ofrece a Yave es holocausto,
19 para que sea aceptable, la víctima
ha de ser sin defecto, de entre los
bueyes, las ovejas o las cabras. 20 No
ofreceréis nada defectuoso, pues no
sería aceptable. 21 Cuando uno ofrezca
a Yave ganado mayor o ganado
menor en sacrificio pacífico, sea para
cumplir un voto, sea como ofrenda
voluntaria, la víctima para ser acep¬
table ha de ser perfecta, sin defecto.
22 Un animal ciego, estropeado o
mutilado, ulcerado, sarnoso o tiñoso,
no se lo ofreceréis a Yave, ni que¬
maréis nada de él en el altar a Yave.
Podrás inmolar como oferta volun¬
taria un buey o una oveja que tenga
un miembro demasiado largo o de¬
masiado corto, pero esa víctima no
¡ sería aceptable para el cumplimiento
de un voto. 24 No ofreceréis a Yave
un animal que tenga los testículos
aplastados, hundidos, cortados o
arrancados; no lo ofreceréis a \ r ave;
eso no lo haréis nunca en vuestra
tierra. 25 Ni de la mano de un extran¬
jero recibiréis tales víctimas, para
ofrecerlas como alimento de vuestro
Dios, pues están corrompidas y man¬
chadas y no os serían aceptables.»
26 Yave dijo a Moisés: 27 «Al nacer
un becerro, un cordero o un cabrito,
quedarán siete días a la ubre de la
madre; a partir del día octavo, serán
( ya en adelante agradables para ser
ofrecidos a Yave en sacrificio por
el fuego; 28 sea buey o cordero, no
inmoléis en el mismo día el animal
| y su cría. 29 Cuando ofrezcáis a Yave
un sacrificio de acción de gracias,
lo ofreceréis de manera que sea acep¬
table; 30 la víctima será comida el
día mismo, sin dejar nada para el
día siguiente. Yo, Yave.
31 Guardad mis mandamientos, y
ponedlos por, obra; yo, Yave. 32 No
! profanéis mi- santo nombre; sea yo
santificado en medio de los hijos de
Israel. Yo, Yave, que os santifico
33 y os he sacado de la tierra de Egipto,
para ser vuestro Dios. Yo, Yave.»
Las solemnidades. El sábado.
¿jo 1 Yave habló a Moisés, di-
J-O ciendo: 2 «Habla a los hijos de
Israel, y diles: Estas son las solem¬
nidades, asambleas santas, que con-
126
LEVÍTICO, 23
vocaréis: 3 Seis dias trabajaréis, pero
el séptimo, que es sábado, es santo,
día de descanso y de santa asamblea.
No haréis en él trabajo alguno. Es
el descanso consagrado a Yave, don-
uiera que habitéis.
Estas son las fiestas de Yave, las
asambleas santas que convocaréis a
su tiempo:
La pascua.
5 El mes primero, el dia catorce
del mes, entre dos luces, es la pascua
de Yave. 6 El quince del mes es la
fiesta de los ácimos de Yave. Du¬
rante siete días comeréis pan sin
levadura. 7 El primer día convoca¬
réis asamblea santa y no haréis ningún
trabajo servil. 8 Ofreceréis a Yave
por siete días consecutivos sacrificios
por el fuego. El séptimo día convo¬
caréis asamblea santa y no haréis
en él ningún trabajo servil.»
Las primicias.
9 Yave habló a Moisés, diciendo:
10 «Habla a los hijos de Israel, y
diles: Cuando hayáis entrado en la
tierra que yo os daré y hagáis en
ella la recolección, llevaréis al sacer¬
dote un manojo de espigas, primi¬
cias de vuestra recolección; 11 y él
agitará el manojo ante Yave, para
que os sea propicio, 12 y sacrifica¬
réis en holocausto a Yave un cor¬
dero primal sin defecto; 13 acompa¬
ñaréis la oblación de dos décimas
de flor de harina, como ofrenda de
combustión de olor suave a Yave; la
libación será de vino, un cuarto de
hin. No comeréis ni pan, ni trigo
tostado, ni espigas frescas de lo
nuevo, hasta el día en que llevéis
la ofrenda de vuestro Dios. Es ley
perpetua para vuestros descendien¬
tes, dondequiera que habitéis.
Pentecostés.
15 A partir del día siguiente al
sábado, del día en que traigáis el
manojo de espigas para ser agitado,
contaréis siete semanas completas.
16 Contados así cincuenta días hasta
el día siguiente al sábado de la
séptima semana, ofreceréis a Yave I
una nueva oblación. 17 Llevaréis de '
vuestra casa, para agitarlos, dos panes
hechos con dos décimas de flor de
harina y cocidos con levadura. Son
las primicias de Yave. 18 Con estos
panes ofreceréis en holocausto a Yave
siete corderos, acompañando la ofren¬
da y la libación, en sacrificio de com¬
bustión de suave olor a Yave. 19 In¬
molaréis también un macho cabrio
en sacrificio por el pecado, y dos
corderos primales en sacrificio pací¬
fico. 20 El sacerdote agitará los cor¬
deros, con los panes de las primicias,
en ofrenda de agitación ante Yave:
y los panes, lo mismo que los dos
corderos consagrados a Yave, serán
para el sacerdote. 21 Ese mismo día
convocaréis asamblea santa, y no
haréis en él ningún trabajo servil.
Es ley perpetua para vuestros des¬
cendientes, dondequiera que habitéis.
22 Cuando hagáis la recolección en
vuestra tierra, no segareis hasta el
límite extremo del campo, ni recoge¬
rás lo que queda para espigar; lo de¬
jarás para el pobre y el extranjero.
Yo, Yave, vuestro Dios.»
Fin de año.
23 Yave habló a Moisés, diriendo:
24 «Habla a los hijos de Israel, y diles:
Al séptimo mes, el día primero del
mes tendréis fiesta solemne., anun¬
ciada a son de trompeta, asamblea
sania. 25 No haréis en él ningún
trabajo servil, y ofreceréis a Yave
sacrificios de combustión.»
La expiación.
26 Yave habló asi a Moisés: 27 «El
día décimo del séptimo mes es el
día de la expiación; tendréis asam¬
blea santa, os mortificaréis, y ofre¬
ceréis a Yave sacrificios de combus¬
tión. 28 No liaréis en ese día ningún
trabajo serví 1 , porque es día de expia¬
ción y se ha de hacer la expiación
por vosotros ante Yave, vuestro Dios.
29 Todo el que en ese día no se afli¬
giere, será borrado de en medio de
su pueblo; 30 y todo el que en ese
día haga un trabajo cualquiera, yo
le extei minaré de en medio de su
pueblo. 81 No liaréis trabajo alguno.
Es ley perpetua para vuestros des¬
cendientes, dondequiera que habi¬
téis. 32 Será para vosotros sábado,
día de reposo aosolulo, y os afligi¬
réis; el noveno día del mes, desde la
LEVÍTICO, 24
127
tarde hasta la tarde siguiente, guar¬
daréis vuestro sábado.»
Fiesta d^ los tabernáculos.
33 Yave habló a Moisés, diciendo:
34 «Habla a los hijos de Israel y diies:
El día quince de este séptimo me.s
es la fiesta de los tabernáculos, du¬
rante siete días, en honor de Yave.
38 El día primero asamblea santa; no
liaréis en él ningún trabajo servil.
36 Durante siete días ofreceréis a
Yave sacrificios de combustión. El
día octavo, asamblea santa, y ofre¬
ceréis a Yave sacrificios de com¬
bustión. Es asamblea santa; no haréis
en él ningún trabajo servil.
37 • Estas son las fiestas de Yave
que convocaréis, para tener en ellas
la asamblea sania y ofrecer a Yave
sacrificios de combustión, holocaus¬
tos y oblaciones, víctimas y libacio¬
nes, cada día lo que corresponda,
38 además de los sábados de Yave,
de vuestros dones, de vuestros votos
y de todas las ofrendas voluntarias
que presentéis a Yave.
39 El día quince del séptimo mes,
cuando hayáis, recogido los frutos de
la tierra, celebraréis la fiesta de Yave
durante siete días. El primer día
será de descanso completo, e igual¬
mente el octavo. 40 El primer día
tomaréis gajos de frutales hermosos,
ramos de palmera, ramas de árboles
frondosos, de sauces de ribera, y os
regocijaréis ante Yave, vuestro Dios,
durante siete días. 41 Celebraréis esta
fiesta durante siete días cada año.
Es ley perpetua para vuestros des¬
cendientes, y la celebraréis el sép¬
timo mes. 43 Moraréis los siete días
en cabañas; todo indígena de Israel
morará en cabañas, 43 para que sepan
sus descendientes que yo hice habi¬
tar en cabañas a los hijos de Israel
cuando los saqué ae la tierra de
Egipto. Yo, Yave, vuestro Dios.»
44 Moisés promulgó las fiestas de-
Yave a los hijos de Israel.
Fas lámparas del santuario.
OJ, 1 Yave habló a Moisés, di-
~ * ciendo: 2 «Manda a los hijos de
Israel que te traigan para el cande¬
labro aceite puro de olivas macha¬
cadas, para alimentar continuamente
las lámparas. 3 Por defuera del velo
que está delante del testimonio, en
el tabernáculo de la reunión, Arón las
preparará, para que ardan continua¬
mente, de la tarde a la mañana, en
presencia de Yave. Es ley perpetua
para vuestros descendientes. 4 Dis¬
pondrá siempre las lámparas en el
candelabro de oro puro.
Fos panes de la propiciación.
6 Tomarás flor de harina, \ cocerás
doce panes de dos décimas cada
uno; 6 y los colocarás, en dos rimeros
de seis cada uno, sobre la mesa de
oro, delante de Yave. 7 Pondrás
incienso puro sobre cada rimero, que
sea para el pan perfume de combustión
a Yave. 8 Cada sábado, de continuo,
lo dispondrás así ante Yave, de parte
de los hijos de 'Israel, en perpetua
alianza. 9 Serán para Aróñ y sus
hijos, que los comerán en lugar santo,
porque es para ellos cosa santísima,
entre las ofrendas de combustión
hechas a Yave. Es ley perpetua.
Castigo de un blasfemo
10 El hijo de una mujer israelita,
Dero de padre egipcio, que habitaba
entre los hijos de Israel, riñó en el
campo con el hijo de una mujer
israelita y de padre israelita; 11 y
profirió el Nombre y le maldijo. Su
madre se llamaba Salumit, hija de
Dabri, de la tribu de Dan. 12 Le encar¬
celaron hasta que Moisés pronun¬
ciase de parte de Yave lo que había
de hacerse; 13 y Yave habló a Moisés,
diciendo: 14 «Haz sacar del campa¬
mento al blasfemo; que cuantos le
han oído ié pongan su mano sobre la
cabeza, y que toda la asamblea le
lapide. 15 Y hablarás a los hijos de
Israel, diciendo: Quienquiera que mal¬
dijere a su Dios llevará sobre sí su
iniquidad; 18 y quien blasfemare el
nombre de Yave será castigado con
la muerte; toda la asamblea le lapi¬
dará. Extranjero o indígena, quien
blasfemare el sagrado nombre, morirá.
Penas contra los homicidas.
17 Quien hiera a otro mortalmente,
morirá. 18 Quien hiera mortalmente a
una bestia, restituiré bestia por bes-
fi a. 19 Al que maltrata a suí prójimo
128
NUMEROS, 25
se le hará como él ha hecho; 20 frac¬
tura por fractura, ojo por ojo, diente
por diente: se le hará la misma herida
que él haya hecho a su prójimo.
21 Quien matare una bestia, págnela;
pero quien matare a un hombre,
será muerto. 22 Una sola ley tendréis
para el extranjero, igual que para el
indígena, porque yo soy Yave, vues¬
tro Dios.» 23 Moisés se lo comunicó
a los hijos de Israel; y conducido el
blasfemo fuera del campamento, lo
lapidaron, haciendo lo que Yave había
mandado a Moisés.
í-'l año sabático.
*) " x (1) Yave habló a Moisés en el
— monte Sinaí, diciendo: * 2 * «Habla
a los hijos de Israel y diles: Cuando
hubiereis entrado en" la tierra que
Yave os da, descansará la tierra, será
un descanso en honor de Yave.
3 Seis años sembrarás tu campo, y
seis años vendimiarás tu viña y reco¬
gerás sus productos; 4 pero el séptimo
año será un sábado de completo des¬
canso para la tierra, sábado en honor
de Yave. Ni sembrarás en él tu campo,
ni podarás tu viña, 5 * ni recogerás
lo que de si dieren; ni el trigo que
dé tu campo, ni las uvas que dé tu |
viña las vendimiarás; será para la
tierra año de descanso. 8 Lo que la
tierra diere de sí os servirá de comida I
a ti, a tu siervo y a tu sierva, a tu
jornalero y al extranjero que habita
contigo, 7 a tus bestias y a los ani- i
males de tu tierra; todo su producto
os servirá de alimento.
El «ño jubilar.
8 (2) Contarás siete semanas de
años, siete veces siete años, viniendo
a ser el tiempo de las siete semanas
de cuarenta y nueve años. 9 El día
décimo del séptimo mes harás que
resuene el sonido de la trompeta,
el sonido de la expiación; haréis
resonar el sonido de la trompeta por
<i) La razón del año sabático es, si no
única, principalmente, religiosa. Como en el
sábado descansan aun los animales, así descan¬
sará el año sabático la tierra.
(2) El año jubilar, que viene a ser la última
extensión de la ley sabática, es además una ins¬
titución de gran valor social, pues impide la
acumulación de la tierra en pocas manos y
mantiene la primitiva distribución.
toda vuestra tierra, 10 y santifica
réis el año cincuenta, y pregonaréis
la libertad por toda la tierra para
todos los habitantes de ella. Será
para vosotros jubileo, y cada uno
de vosotros recobrará su posesión,
que volverá a su familia. 11 El año
cincuenta será para vosotros jubileo;
no sembraréis, ni recogeréis lo que
de sí diere la tierra, ni vendimiaréis
la viña no podada; 12 porque es el
jubileo, que será sagrado para vos¬
otros. Comeréis el fruto que de sí
dieren los campos. 13 En este año
jubilar volverá cada uro a su pose¬
sión. 14 Si vendéis a vuestro prójimo
o le compráis alguna cosa, que nadie
perjudique a su hermano. 15 Compra¬
rás a tu prójimo conforme al número
de años transcurridos después del
jubileo; y conforme al número de
años de cosecha te venderá él a ti.
18 Cuantos rrás años queden, tanto
más aumentarás el precio; cuantos
menos queden, tanto más le tajarás,
porque es el número de las cosechas
lo que se vende. 17 Que nadie de
vosotros perjudique a su hermano;
teme a tu Dios, porque yo soy Yave,
vuestro Dios. 18 Cumplid mis leyes
y poned por obra mis mandamientos,
guardadlos v viviréis seguros en la
tierra. 19 La tierra dará sus frutos,
comeréis a saciedad y habitaréis en
ella en seguridad. 20 Si preguntáis*
¿Qué comeremos el año séptimo,
pues que no sembramos ni cosecha¬
mos nuestros frutos? 21 Yo os man¬
daré mi bendición el año sexto, y él
producirá frutos para tres años.
22 Sembraréis el año octavo, y come¬
réis de la cosecha añeja; hasta la
cosecha del año venidero comeréis
frutos añejos.
1.1 recente de bis propiedades \
los siervos.
23 Las tierras no se venderán a per¬
petuidad, porque la tierra es mía,
V vosotros sois en lo mío peregrinos
y extranjeros. 24 En toda la tierra
de vuestra posesión daréis derecho a
redimir la tierra. 28 Si tu hermano
empobreciere y vendiere algo de su
propiedad, vendrá el que tenga de¬
recho, su pariente más próximo, y
rescatará lo vendido por su hermano.
28 Si no tuviere rescatador, que bus¬
que él con qué hacer el rescate;
27 entonces descontará los años desde
/
LEVÍTICO 26,
120
fa venía, y pagará al comprador lo
que reste, volviendo a su propiedad.
28 Si no llalla de qué pagar el resto,
lo vendido quedará en poder del
comprador, hasta el año del jubileo;
y entonces será libre, y el vende¬
dor tornará a entrar en su pro¬
piedad.
29 Si vendiere uno una casa en
ciudad amurallada, tendrá derecho
al rescate durante un año, a partir
de la venta; su derecho al rescate
durará un año entero. 30 Si la casa
situada en una ciudad amurallada no
es rescatada dentro del año completo,
será por siempre del que la compró
V de sus descendientes; no quedará
íihre el año del jubileo. 31 Las casas
de los pueblos no amurallados serán
tenidas como feudo de tierra, podrán
ser rescatadas, y serán liberadas el
año del jubileo. 32 Por lo que hace
a las ciudades de los levitas, las casas
que en ellas tengan los levitas serán
perpetuamente reseatables. 33 Cuando
la casa de un levita no fuere resca¬
tada, la casa vendida en ciudad de
las que les han sido dadas, quedará
liberada en el jubileo, porque las
casas de los levitas en sus ciudades
son su posesión en medio de los hijos
de Israel. 34 Los campos situados en
derredor de las ciudades de los levi¬
tas no podrán venderse, pues son
su posesión a perpetuidad.
35 Si empobreciere tu hermano y
te tendiere su mano, acógele, y viva
contigo como extranjero y peregrino;
36 no le darás tu dinero a usura, ni
de tus bienes a ganancia. Teme a tu
Dios y viva contigo tu hermano.
37 No le prestes tu dinero a usura,
ni tus víveres a ganancia. 38 Yo,
Yave vuestro Dios, que os saqué
de la tierra de Egipto, para daros
la tierra de Canán, para ser vuestro
Dios.
39 Si empobreciere tu hermano
cerca de ti y se te vende, no le trates
como siervo; 40 sea para ti como
criado o jornalero; te servirá hasta
el año del jubileo. 41 Saldrá de tu
casa él y sus hijos con él, y volverá
a su familia, entrando de nuevo en
la propiedad de sus padres. 42 Porque
son siervos míos que saqué yo de
la tierra de Egipto, y no han de ser
vendidos como esclavos. 43 No le
dominarás duramente, sino que teme¬
rás a Yave, tu Dios. 44 Los esclavos
o esclavas que tengas, tómalos de
las gentes que están en derredor
vuestro; de ellos compraréis siervos
y siervas. 46 También podréis com¬
prar de entre los hijos de los extran¬
jeros que viven con vosotros y de
entre los que de su linaje han nacido
en medio de vosotros, y serán pro¬
piedad vuestra. 40 Se los dejaréis en
herencia a vuestros hijos después de
vosotros, como posesión hereditaria,
sirviéndoos de ellos siempre; pero
de vuestros hermanos, los hijos de
Israel, ninguno de vosotros será para
su hermano un amo duro. 47 Si el
extranjero o peregrino que vive entre
vosotros se enriqueciere, y un her¬
mano tuyo cerca de él empobreciere,
y se vendiere al extranjero que vive
contigo o a uno de su linaje, 48 tendrá
derecho a su rescate después de ha¬
berse vendido; cualquiera de sus her¬
manos podrá redimirle; 49 su tío,
o el hijo de su tío o un pariente pró¬
ximo podrá redimirle, o si él ganare
con qué, él mismo se redimirá. 60 Con¬
tará al que le compró los años desde
su venta al año del jubileo, y el
precio de venta se computaiá según
el número de años, valorando sus
jornadas de trabajo como las de un
jornalero. 61 Si quedan todavía mu¬
chos años, pagará su rescate conforme
al número de esos años, pagará el
precio en que se vendió; 62 si quedan
pocos años hasta el del jubileo, hará
la cuenta, y conforme al número de
esos años pagará su rescate. 63 Le
tratará como a un ajustado por año,
y no consentirás que a tus ojos le
trate su amo con dureza 64 Si no es
rescatado por sus parientes, quedará
libre el año del juhileo. él y sus hijos
consigo. 66 Porque son míos los hijos
de Israel, son siervos míos, que saqué
yo de la tierra de Egipto. Yo, Yave,
vuestro Dios.
El culto del verdadero Dios.
26 1 No hagáis ídolos, ni os alcéis
esculturas ni cipos sagrados,
ni pongáis en vuestra tierra piedras
esculpidas, para prosternaros ante
ellos, porque soy yo, Yave, vuestro
Dios. 2 Guardad mis sábados y reve¬
renciad mi santuario. Yo, Yave.
Promesas a los fieles.
3 Si cumplís mis leyes, si guardáis
mis mandamientos y los ponéis por
9
130
LEVÍTICO, 26
obra, 4 yo mandaré las lluvias a su
tiempo, la tierra dará sus frutos, y
los árboles de los campos darán sus
frutos. 6 La trilla se prolongará entre
vosotros hasta la vendimia, y la ven¬
dimia hasta la sementera, y comeréis
vuestro pan a saciedad, y habitaréis
en seguridad en vuestra tierra. 6 Daré
paz a la tierra, nadie turbará vuestro
sueño, y dormiréis sin que nadie os
espante. Haré desaparecer de vuestra
tierra los animales dañinos, y no
pasará por vuestro país la espada.
7 Perseguiréis a vuestros enemigos,
que caerán ante vosotros al filo de
la espada. 6 Cinco de vosotros per¬
seguirán a ciento, ciento de vosotros
perseguirán a diez mil, y vuestros
enemigos caerán ante vosotros al
filo de la espada. 9 Yo volveré a
vosotros mi rostro, y os liaré crecer
y multiplicaros, y afirmaré mi alianza
con vosotros. 19 Comeréis lo añejo,
añejo, y habréis de sacar fuera lo
añejo para encerrar lo nuevo. 11 Es¬
tableceré mi morada entre vosotros
y no os abominará mi alma. 12 Mar¬
charé en medio de vosotros v seré
vuestro Dios, y vosotros seréis mi
pueblo. 13 Yo, Yave, vuestro Dios,
que os saqué de la tierra de Egipto,
para que no fueseis esclavos en ella,
rompí las coyundas de vuestro yugo
y hago que podáis andar erguida la
cabeza.
Amenazas contra los Infieles.
14 Pero si no me escucháis y no
ponéis en obra mis mandamientos,
si desdeñáis mis leyes 16 y menos¬
preciáis mis mandamientos y no los
ponéis todos por obra, v rompéis
mi alianza, 16 ved lo que también yo
haré con vosotros: 17 echaré sobre
vosotros el espanto, la consunción
y la calentura, que debilitan los
ojos y destrozan el alma; sembra¬
réis en vano vuestra simiente, pues
serán los enemigos los que la comerán;
me volveré airado contra vosotros y
seréis derrotados por vuestros ene¬
migos; os dominarán los que os abo¬
rrecen, y huiréis sin que os persiga
nadie.
18 Si después de esto no me obe¬
decéis todavía, echaré sobre vos¬
otros plagas siete veces mayores por
vuestros pecados; 19 quebrantaré la
fuerza de vuestro orgullo; haré como
de hierro vuestro ciclo y como de
bronce vuestra tierra. 20 Serán vanas
vuestras fatigas, pues no os dará
la tierra sus productos, ni los árboles
de ella sus frutos. 21 Y si todavía me
ós oponéis y no queréis obedecerme,
os castigaré otras siete veces más
por vuestros pecados; 22 lanzaré con¬
tra vosotros fieras, que devoren a
vuestros hijos, destrocen vuestro ga¬
nado y os reduzcan a escaso número,
de modo que queden desiertos vues¬
tros caminos.
23 Si con tales castigos no os con¬
vertís a mí y seguís marchando con¬
tra mí, 24 yo a mi vez marcharé contra
vosotros y os rechazaré, y os heriré
también yo siete veces más por
vuestros pecados; 25 esgrimiré contra
vosotros la espada vengadora de mi
alianza; os refugiaréis en vuestras
ciudades, y yo mandaré en medio
de vosotros la peste, y os entregaré
en manos de vuestros enemigos,
26 quebrantando todo vuestro sostén
de pan; diez mujeres bastarán para
cocer el pan en un solo horno y os
lo darán tasado; comeréis y no os
hartaréis.
27 Si todavía no me obedecéis v
seguís oponiéndoos a mí, 28 yo me
opondré a vosotros con furor y os
castigaré siete veces más por vues¬
tros pecados: 29 Comeréis las carnes
de vuestros hijos; comeréis las car¬
nes de vuestras hijas; 30 destruiré
vuestros altares; abatiré vuestras este¬
las consagradas al sol; amontonaré
vuestros cadáveres sobre los cadá¬
veres de vuestros execrables ídolos,
y mi alma os abominará. 31 Conver¬
tiré vuestras ciudades en desiertos,
saquearé vuestros santuarios y no
aspiraré ya más el suave olor de
vuestros perfumes. 32 Devastaré la
tierra, y vuestros enemigos, que se¬
rán los que la habiten, se quedarán
pasmados de ello; 33 V a vosotros
os dispersaré yo entre las gentes y os
perseguiré con la espada desenvai¬
nada en pos de vosotros; vuestra
tierra será devastada, y vuestras
ciudades quedarán desiertas.
34 Entonces disfrutará la tierra de
sus sábados, durante todo el tiempo
que durare su soledad y estéis vos¬
otros en la tierra de vuestros ene¬
migos. Entonces descansará la tierra
y gozará de sus sábados. 35 Todo el
tiempo que quedará devastada, ten¬
drá el descanso que no tuvo en vues¬
tros sábados, cuando erais vosotros
los que la habitabais. 36 A los que
LEVÍTICO, 27
131
de vosotros sobrevivan yo les infun¬
diré espanto tal en sus eorazo es,
cu la tierra de sus enemigos, que el
moverse de una hoja los sobresal¬
tará y los hará huir como se huye
de la espada, y caerán sin que nadie
los persiga; 37 y tropezarán los unos
con los otros, como si huyeran de¬
lante de la espada, aunque nadie los
persiga; y no podréis resistir ante
vuestros enemigos; 38 y pereceréis
entre las gentes, y la tierra de vues¬
tros enemigos os devorará. 39 Los
que sobrevivan serán consumidos por
sus iniquidades en la tierra enemiga,
y consumidos por las iniquidades de
sus padres, que sobre sí llevan.
40 Confesarán sus iniquidades y las
de sus padres por las prevaricaciones
con que contra mí prevaricaron, 41 y
que por habérseme ellos opuesto a
mí me opuse yo a ellos, y los eché
a tierra de enemigos. Humillarán su
corazón incircunciso y reconocerán
sus iniquidades; 42 y yo entonces me
acordaré de mi alianza con Jacob,
de mi alianza con Isac, de mi alianza
con Abraliam, y me acordaré de su
tierra. 43 Ellos tendrán que abando¬
nar la tierra, que gozará de sus sá¬
bados, yerma, lejos de ellos. Serán
sometidos al castigo de sus iniqui¬
dades, por haber menospreciado mis
mandamientos y haber aborrecido mis
leyes. 44 Pero aun con todo esto,
cuando estén en tierra enemiga, yo
no los rechazaré, ni abominaré de
ellos hasta consumirlos del todo, ni
romperé mi alianza con ellos, porque
yo soy Yave, su Dios. 45 Me acor¬
daré de ellos, de la alianza antigua,
cuando los saqué de la tierra de Egip¬
to a los ojos de las gentes, para ser
su Dios. Yo, Yave.»
46 Estos son los mandamientos,
estatutos y leyes que Yave estableció
entre sí y los hijos de Israel, en el
monte Sinaí, por medio de Moisés.
Votos y décimas.
07 1 Yave habló a Moisés, di-
4 cien do: 2 «Habla a los hijos de
Israel y diles: Si uno hace voto a
Yave, se estimarán para Yave las
personas, como las estimas tú: 3 Un
hombre de veinte a sesenta años
lo estimarás en cincuenta sidos de
plata, según el peso del sido del san¬
tuario. 4 Una mujer la estimarás en
treinta sidos. 5 De los cinco a los
veinte años, estimarás un mozo en
veinte sidos, y una moza en diez.
6 De un mes a cinco años, estimarás en
cinco sidos un niño y en tres sidos
una niña. 7 De sesenta años para
arriba, estimarás en quince sidos un
hombre y en diez una mujer. 8 Si
el que hizo el voto es demasiado
pobre para pagar el valor de tu esti¬
mación, será presentado al sacerdote,
que fijará el precio según los recursos
del hombre aquel.
9 Si el voto es de animales de los
que se ofrecen a Yave, cuanto así
se ofrece en don a Yave, será cosa
santa. 10 No será mudado, no se
pondrá uno malo en vez de uno
bueno, ni uno bueno en vez de uno
malo; si se permutare un animal por
otro, ambos serán cosa santa. 11 Si
es de animal impuro, de los que no
pueden ofrecerse a Yave, se le pre¬
sentará al sacerdote, 12 que lo esti¬
mará según sea bueno o malo, y se
estará a la estimación del sacerdote.
13 Si se le quiere rescatar, se añadirá
un quinto a su valor.
14 Si uno santifica su casa, con¬
sagrándola a Yave, el sacerdote hará
la estimación de ella, S2gún que sea
buena o mala, y se estará a la esti¬
mación del sacerdote. 15 Si se la qui¬
siere rescatar, se añadirá un quinto
al precio de tu estimación, y será
suya.
16 Si uno santifica parte de la tierra
de su propiedad, tu estimación será
conforme a su sembradura, a razón
de cincuenta sidos por cada gomer
de cebada de sembradura. 17 Si la
santifica antes del año del jubileo,
habrá de atenerse a tu estimación;
18 pero si es después del jubileo
cuando santifica su campo, el sacer¬
dote la estimará según el número de
años que quedan hasta el jubileo,
haciendo la rebaja de tu estimación.
19 Si el que santificó el campo quiere
rescatarlo, añadirá un quinto al pre¬
cio de tu estimación, y el campo
quedará suyo. 20 Si no lo rescata, o lo
vende a uno de otra familia, el campo
no podrá ser rescatado más; 21 y
cuando al jubileo quede libre, será
consagrado a Yave, como campo de
voto, y pasará a ser propiedad del
sacerdote.
22 Si uno consagra a Yave un campo
comprado por él, que no es parte de
su heredad, 23 el sacerdote calculará
el valor según tu estimación y los
años que falten para el jubileo, y el
132
LEVÍTICO, 27
hombre pagará aquel mismo día lo
fijado, como cosa consagrada a Yave.
24 El año del jubileo el campo vol¬
verá a quien lo había vendido, y de
cuya heredad era parte. 25 Toda esti¬
mación se hará según el sido del
santuario, que es de veinte güera*.
26 Nadie, sin embargo, podrá con¬
sagrar el primogénito de su ganado,
que como primogénito pertenece a
Yave; buey u oveja, de Yave es.
27 Si se tratare de animal impuro,
será redimido conforme a tu estima¬
ción, añadiendo sobre ella un quinto,
y si no lo redimieren será vendido
conforme a tu estimación. 28 Nada
de aquello que se consagre a Yave
con anatema, sea hombre o animal
o campo de su propiedad, podrá ser
vendido ni rescatado; cuanto se con¬
sagra a Yave con anatema es cosa
santísima. 28 Nada consagrado con
anatema podrá ser rescatado, habrá
de ser muerto. 30 Toda décima de la
tierra, tanto de las semillas de la
tierra como de frutos de los árboles,
es de Yave. es cosa consagrada a Yave.
31 Si alguno quisiera rescatar parte
de su décima, habrá de añadir el
quinto. 32 Las décimas del ganado
mayor o menor, de todo cuanto
pasa bajo el cayado, son de Yave.
33 No se mirará" si es bueno o si es
malo, ni se trocará; y si se trocare,
el animal y su trueque serán ambos
cosa santa, y no podrán ser resca¬
tados»
34 Estos son los mandamientos
que dió Yave a Moisés para los hijos
de Israel, en el monte Sinaí.
NÚMEROS
muertas 'hrJjtvn j?repe¡\,uit ¿flle Qu/m Un, te Acmini nmetru cnf* prxtt .
NUMEROS
Censo de las tribus.
I 1 2 El día primero del segundo mes,
del segundo año después de la
salida de Egipto, habló Yave a
Moisés en el desierto del Sinaí, en el
tabernáculo de la reunión, diciendo:
2 «Haz un censo general de toda la
asamblea de los hijos de Israel, por
familias y por linajes, describiendo
por cabezas (1) los nombres de todos
los varones 3 de veinte años para
arriba, de todos los aptos para el ser¬
vicio de las armas (2) en Israel. Tú
y Arón haréis el censo, según sus
escuadras. 4 Tendréis con vosotros
para asistiros un hombre por cada
tribu, jefe de un linaje.
5 He aquí los nombres de los que os
han de asistir:
De Rubén, Elisur, hijo de Sedeur.
6 De Simeón, Selamiel, hijo de Zuri-.
(1) Esta organización familiar es la que
todavía subsiste entre los nómadas del desierto al
oriente del Jordán, y conforme a ella se hace el
recuento de la población.
(2) El servicio militar era en Israel uni¬
versal, sin excepción, obligatorio e ilimitado,
desde los veinte años para arriba.
sadai. 7 De Judá, Nasón, hijo de
Aminadab. 8 De Isacar, Natanacl,
hijo de Suar. 9 De Zabulón, Eliab,
hijo de Jelón. 10 De los hijos de José:
De Efraim, Elisama, hijo de Amiud.
De Manasés, Gamaliel, hijo de Peda-
sur. 11 De Benjamín, Abidán, hijo
de Gedcón. 12 De Dan, Ajiczer, hijo
de Amisadai. 13 De Aser, Feguiel,
hijo de Ocrán. 14 De Gad, Eliasab,
hijo de Deuel. 15 De Neftalí, Ajira,
hijo de Enán.
16 Estos serán los nombrados de la
asamblea; son príncipes de sus tribus,
jefes de los millares de Israel.»
17 Moisés y Arón tomaron a estos
varones designados por sus nombres,
18 y convocaron la asamblea toda
para el día primero del segundo mes,
y se hizo el censo por familias y lina¬
jes, registrándose por cabezas los
nombres de los de veinte años para
arriba. 19 Como se lo había mandado
Yave a Moisés, así se hizo el censo
en el desierto del Sinaí.
20 Hijos de Rubén, primogénito
de Israel, sus descendientes por fami¬
lias y linajes, contando por cabezas
los nombres de todos los varones de
NÚMEROS, 2
130
veinte años para arriba, todos los
hombres aptos para servirse de las
armas: 21 fueron contados de la tribu
de Rubén, cuarenta y seis mil qui¬
nientos.
22 Hijos de Simeón: sus descendien¬
tes por familias y linajes, contando
los nombres de todos los hombres
de veinte años para arriba, aptos
para servirse de las armas, 23 fueron
contados de la tribu de Simeón cin¬
cuenta y nueve mil trescientos.
24 Hijos de Gad, sus descendientes
por familias y linajes, contando los
nombres de todos de veinte años
para arriba, aptos para servirse de
las armas, 25 fueron contados de la
tribu de Gad cuarenta y cinco mil
seiscientos cincuenta.
26 Hijos de Judá sus descendientes
por familias y linajes, contando los
nombres de todos los de veinte años
para arriba, aptos para servirse de
las armas, 27 fueron contados de la
tribu de Judá setenta y cuatro mil
seiscientos.
28 Hijos de Isacar, sus descen¬
dientes por familias y linajes, con¬
tando los nombres de todos los varo¬
nes de veinte años para arriba, aptos
para servirse de las armas, 29 fueron
contados de la tribu de 1 sacar cin¬
cuenta y cuatro mil cuatrocientos.
30 Hijos de Zabulón, sus descen¬
dientes por familias y linajes, con¬
tando los nombres de todos los varo¬
nes de veinte años para arriba, aptos
para servirse de las armas, 31 fueron
contados de la tribu de Zabulón
cincuenta y siete mil cuatrocientos.
32 Hijos de José: de los hijos de
Efraím, por sus familias y linajes,
contando los nombres de todos los
varones de veinte años para arriba,
aptos paro servirse de las armas,
33 fueron contados de la tribu de
Efraim cuarenta mil quinientos.
34 Hijos de Manasés, por sus fami¬
lias y linajes, contando los nombres
de todos los varones de veinte años
para arriba, aptos para servirse de
las armas, 36 se contaron de la tribu
de Manasés treinta y dos mil dos¬
cientos.
36 Hijos de Benjamín, por sus fami¬
lias y linajes, contando todos los
varones de veinte años para arriba,
aptos para servirse de las armas,
37 se contaron de la tribu de Benjamín
treinta y cinco mil cuatrocientos.
88 Hijos de Dan, por familias y lina- |
jes, contando todos los varones de
veinte años para arriba, aptos para
servirse de las armas, 39 se contaron
de la tribu de Dan sesenta y dos mil
setecientos.
40 Hijos de Aser, por sus familias
y linajes, contando todos los varo¬
nes de veinte años para arriba, aptos
para servirse de las armas, 41 se
contaron de la tribu de Aser cuarenta
y un mil quinientos.
42 Hijos de Neftalí, por sus fami¬
lias y linajes, contando todos los
varones de veinte años para arriba,
aptos para servirse de las armas,
43 se contaron de la tribu de Neftalí
cincuenta y tres mil cuatrocientos.
44 Estos fueron todos los contados
de los hijos de Israel, por sus linajes,
los que contaron Moisés y Arón con
los doce príncipes de Israel, uno por
cada tribu; 45 siendo todos los con¬
tados de los hijos de Israel, según sus
linajes, de veinte años para arriba,
aptos para hacer la guerra en Israel,
48 seiscientos tres mil quinientos cin¬
cuenta (603.550).
47 Los levitas no fueron contados
entre éstos según la tribu, 48 porque
había hablado Yave a Moisés, di¬
ciendo: 49 «Sólo dejarás de contar
la tribu de Leví; no los contarás entre
los hijos de Israel, 50 sino que pondrás
a los levitas en el tabernáculo del
testimonio, sobre todos sus utensi¬
lios y sobre todo cuanto le pertenece.
Ellos llevarán el tabernáculo y todos
sus utensilios, y servirán en él y
sentarán sus tiendas en derredor del
tabernáculo. 61 Y cuando el taber¬
náculo hubiere de trasladarse, los levi¬
tas lo desarmarán; y cuando hubiere
de pararse ellos lo armarán, y el extra¬
ño que se acercare, morirá. 62 Los hijos
de Israel sentarán sus tiendas cada
uno en su cuartel, bajo la propia en¬
seña, por orden de escuadras; 83 pero
los levitas sentarán las suyas alre¬
dedor del tabernáculo del testimo¬
nio, para que la congregación de los
hijos de Israel no incurra en ira;
los levitas tendrán la guarda del taber¬
náculo del testimonio. 64 Hicieron los
hijos de Israel todo cuanto mandó
Yave a Moisés; así lo hicieron.
Orden del campamento.
2 1 Habló Yave a Moisés, diciendo:
~ 2 «Que acampen los hijos de Is¬
rael cada uno junto a su enseña, bajo
las enseñas de sus linajes, frente ai
NÚMEROS, 3
137
tabernáculo de reunión y en torno
de él íl).
3. Delante, al oriente, acampará
Judá, con su enseña y sus escuadras.
De los hijos de Judá es jefe Nasón,
hijo de Aminadab; 4 * su cuerpo de
ejército, según el censo, es de setenta
V cuatro mil seiscientos hombres.
5 A sus lados acampará la tribu de
Isacar; el jefe de los hijos de Isa¬
car es Natanael, hijo de Suar, 6 y
su cuerpo de ejército es, según el
censo, de cincuenta y cuatro mil
cuatrocientos hombres. 7 Después la
tribu de Zabulón; el jefe de los hijos
de Zabulón es Eliab, hijo de Jelón,
8 y su cuerpo de ejército es, según
el censo, de cincuenta y siete mil
cuatrocientos hombres. 9 El total para
el campo de Judá es, según el censo,
de tirito ochenta y seis mil cuatro¬
cientos hombres, por sus escuadras.
Serán los primeros que se pongan en
marcha.
10 Al mediodía la enseña del campo
de Rubén, con sus escuadras. El jefe
de los hijos de Rubén es Elisur, hijo
de Sedeur, 11 y su cuerpo de ejército,
según el censo, es de cuarenta y seis
mil quinientos hombres. 12 A sus
lados acampará la tribu de Simeón;
el jefe de los hijos de Simeón es
Salamiel, hijo de Zurisadai, 13 y su
cuerpo de ejército es, según el censo,
de cincuenta y nueve mil trescientos
hombres. 14 La tribu de Gad; el
jete de los hijos de Gad es Eliasab,
hijo de Deuel, 15 y su cuerpo de ejér¬
cito es, según el censo, de cuarenta
y cinco mil seiscientos cincuenta hom¬
bres. 16 El total del campo de Rubén
es, según el censo, de ciento cincuenta
y un mil cuatrocientos cincuenta hom¬
bres. Se pondrán en marcha los se¬
gundos.
17 Después avanzará el tabernáculo
de reunión, yendo el campo de los
levitas en medio de los otros. Segui¬
rán en la marcha el orden de su
campamento, cada uno según su
puesto y su enseña.
18 A occidente, la enseña de Efraím;
el jefe de los hijos de Efraím es
Elisama, hijo de Amiud, 19 y su
cuerpo de ejército es, según el censo,
(i) La organización del pueblo es militar,
bajo la conducta de Dios, que es el jefe supremo,
y tiene su tienda en medio del campamento y
dirige los movimientos por medio de la nube.
(9 15. sigs.) Los levitas, que acampaban inme¬
diatamente en torno del santuario, son la
guardia de honor y de servido.
de cuarenta mil quinientos hombres.
20 A sus lados acampará la tribu de
Manasés; el jefe de la tribu de Mana-
sés es Gamaliel, hijo de Pedasur,
21 y su cuerpo de ejército es, según
el censo, de treinta y dos mil dos¬
cientos hombres. 22 La tribu de Ren-
jamín; el jefe de los hijos de Benja¬
mín es Abidán, hijo de Gedeón, 23 y
su cuerpo de ejército es, según el
censo, de treinta y cinco mil cuatro¬
cientos hombres. 24 El total del campo
de Efraím es, según el censo, de
ciento ocho mil cien hombres; se
pondrán en marcha los terceros.
25 Al norte, la enseña del campo de
Dan, con sus tropas. El jefe de los
hijos de Dan es Ajiezer, hijo de Ami-
sadai, 28 y su cuerpo de ejército es,
según el censo, de sesenta y dos mil
setecientos hombres. 27 A sus lados
acampará la tribu de Aser; el jefe
de los hijos de Aser es Feguiel, hijo
de Ocrán, 28 y su cuerpo de ejército
es, según el censo, de cuarenta y un
mil quinientos hombres. 29 La tribu
de Neftalí; el jefe de los hijos de
Neftalí es Ajira, hijo de Enán, 30 y su
cuerpo de ejército es, según el censo,
de cincuenta y tres mil cuatrocientos
hombres. 31 El total del campo de
Dan es, según el censo, de ciento
cincuenta y siete mil seiscientos hom¬
bres. Se pondrán en marcha los últi¬
mos, según sus enseñas. 32 Estos fue¬
ron los hijos de Israel inscritos en el
censo, según sus linajes. El total de
todos los hombres inscritos, reparti¬
dos en varios campos, según sus cuer¬
pos de ejército, fué de seiscientos
tres mil quinientos cincuenta hom¬
bres. 33 Los levitas no fueron com
prendidos en el censo con los hijos de
Israel, según la orden que Yave
había dado a Moisés. 34 Los hijos de
Israel hicieron todo lo que a Moisés
había mandado Yave. Así acampaban,
según sus enseñas, y así se ponían en
marcha cada uno, según su familia
y su linaje.
IYúmcro y oficio de los levitas.
3 1 * He aquí la descendencia de
Arón y Moisés, al tiempo en que
Yave habló a Moisés en la montaña
del Sinaí.
2 He aquí los nombres de los hijos
de Arón: Nadab, el primogénito, Abiú,
Eleazar e Itamar. 3 Estos son los
nombres de los hijos de Arón, sacer-
138
NÚMEROS, 3
dotes ungidos y consagrados para
ejercer el sacerdocio. 4 Nadab y Abiú
murieron al llevar ante Yave un
fuego extraño, en el desierto del
Sinaí, y no dejaron hijos. Eleazar e
Itamar ejercieron el sacerdocio con
Arón, su padre.
6 Yave habló a Moisés, diciendo:
6 «Llama a la tribu de Leví, que se
acerque a Arón, el sacerdote, y se
ponga a su servicio. 7 Ellos se encar¬
garán de todo cuanto sea necesario
para él y para toda la asamblea ante
el tabernáculo de reunión, haciendo
asi el servicio del tabernáculo. 8 Ten¬
drán a su cargo todos los utensilios
del tabernáculo de reunión y cuanto
necesiten los hijos de Israel en el
servicio del tabernáculo. 9 Darás los
levitas a Arón y a sus hijos, se los
darás enteramente de entre los hijos
de Israel. 10 A Arón y a sus hijos les
encomendarás las funciones de su
sacerdocio; el extraño que se acer¬
care al santuario será castigado con
la muerte.
11 Yave habló a Moisés, diciendo:
12 «Yo he tomado de en medio de
Israel a los levitas en lugar de todo
primogénito, que abre la vulva de su
madre, entre los hijos de Israel, y
los levitas serán míos, 13 porque mío
es todo primogénito; el día en que
yo maté a todos los primogénitos
en la tierra de Egipto, me consagré
a mí todos los primogénitos de Israel,
tanto de hombres como de animales;
son míos. Yo, Yave.»
14 Y habló Yave a Moisés en el
desierto del Sinaí, diciendo: 15 «Enu¬
mera a los hijos de Leví* según sus
linajes y familias. 16 Haz el censo de
todos los varones de un mes para
arriba.» Y Moisés hizo el censo,
según la orden de Yave, como éste
se lo había mandado. 17 Estos fueron
los hijos de Leví, por sus nombres:
Gersón, Caat y Merari. 18 Nombres
de los hijos de Gersón por sus fami¬
lias: Lebni y Semei. 19 Hijos de Caat:
Amrain, Jesuar, Hebrón y Oziel.
Hijos de Merari: por familias: Mojli
y Musí Estas son las familias de
Leví, según sus linajes. 21 De Gersón
proceden la familia de Libní y la
de Semei; éstos son los linajes de
Gersón. 22 Los enumerados de ellos,
en el censo de todos los varones de
un rnes para arriba, fueron siete mil
quinientos. 23 Los linajes de Gersón
sentarán sus tiendas a espaldas del
tabernáculo, a occidente. 24 El jefe
del linaje de los gersonitas es Eliasaf,
hijo de Lael. 25 Cuanto al tabernáculo
de reunión, los hijos de Gersón tenían
a su cargo la tienda, y sus cubiertas,
el velo de la entrada de la tienda, la
cortina de la entrada del atrio 26 y
Jas de éste en torno del tabernáculo
y del altar y las cuerdas para todo
su servicio.
27 De Caat proceden los linajes de
los amramitas y los azielitas; éstos
son los linajes de Caat. 28 El censo
de todos los varones de un mes para
arriba dió ocho mil seiscientos, ads¬
critos al servicio del santuario. 29 Los
linajes de los hijos de Caat acampa¬
ban al mediodía del tabernáculo.
30 El jefe de los linajes de las fami¬
lias de Caat era Elisafán, hijo de
Oziel. 31 Estaban a su cargo el arca,
la mesa, el candelabro, los altares y
los utensilios sagrados de su servicio
y el velo con todo lo que pertenecía
a su servicio. 32 El jefe supremo de los
levitas era Eleazar, hijo del sacer¬
dote Arón, a quien correspondía la
superintendencia de todos los ads¬
critos al servicio del santuario.
33 De Merari proceden los linajes
de los mojlitas y los musitas. Estos
son los linajes de Merari. 34 Los enu¬
merados de ellos, conforme al censo
de todos los varones de un mes para
arriba, fueron seis mil doscientos.
38 El jefe de los linajes de Merari
era Suriel, hijo de Abijad; acampaban
al lado norte del tabernáculo. 36 Al
cargo de los hijos de Merari estaban
los tablones del habitáculo con sus
barras, 37 sus columnas y sus basas
y todo su servicio, y las columnas del
atrio con sus basas, sus clavos y
sus cuerdas.
38 Delante del tabernáculo de re¬
unión, a levante, acampaban Moisés,
Arón y sus hijos, que velaban al
cuidado del santuario para los hijos
de Israel; todo extraño que se acer¬
caba era castigado con la muerte.
39 Los levitas que Moisés y Arón
enumeraron de orden de Yave fueron,
contando de todos los linajes los
varones de un mes para arriba,
ventidós mil.
Rescate de los primogénitos
de Israel.
40 Yave dijo a Moisés: «Haz el
censo de todos los primogénitos de
entre los hijos de Israel de un mes
I
NÚMEROS. 1
130
para arriba, contándolos por sus nom¬
bres. 41 Tomarás para mí a los levi¬
tas, en lugar de todos los primogé¬
nitos de los hijos de Israel, y el ganado
de los levitas, en lugar de los primo¬
génitos del ganado de los hijos de
Israel. Yo, Ya ve.»
42 Moisés hizo el censo de todos los
primogénitos de los hijos de Israel,
según la orden que Yave le había
dado. 43 Todos los primogénitos, con¬
tados por sus nombres, de un mes
para arriba, fueron veintidós mil
doscientos setenta y tres.
44 Yave habló a Mosiés, diciendo:
43 «Toma a los levitas en lugar de los
primogénitos de lo- hijos de Israel y el
ganado de los levitas en lugar de los
primogénitos de sus ganados. Los levi¬
tas son míos. Yo, Yave.»
46 Para el rescate de los doscientos
setenta y tres primogénitos de los
hijos de Israel, que sobrepasan el
número de los levitas, 47 toma cinco
sidos por cabeza, según el sido del
santuario, que es de veinte güeras.
48 Ese dinero se lo entregarás a Arón
y a sus hijos, como rescate de los que
sobrepasan el número de los levitas.»
49 Moisés tomó el dinero de los pri¬
mogénitos de los hijos de Israel,
50 mil trescientos sesenta y cinco
sidos, según el sido del santuario.
31 Moisés entregó a Arón y a sus
hijos el dinero del rescate, según la
orden de Yave, según lo que Yave
había dicho a Moisés.
Obligaciones de los levitas.
4 1 Yave habló a Moisés y Arón,
diciendo: 2 «Haz el censo de los
hijos de Caat de entre los hijos de
Leví, según sus familias y linajes,
3 desde los treinta años para arriba
hasta los cincuenta, todos los que han
de prestar servicio o cumplir alguna
función en el tabernáculo de reunión.
4 Estos serán los servicios de los
hijos de Caat en el tabernáculo de
reunión: consistirán en lo tocante
a las cosas santísimas. 6 Cuando
hubiere de levantarse el campamento,
vendrán Arón y sus hijos a bajar el
velo, y cubrirán con él el arca del
testimonio; 6 pondrán encima una
cubierta de pieles curtidas y tende¬
rán por encima de toda ella un paño
de jacinto, y colocarán las barras
del arca. 7 Tenderán sobre la mesa
de los panes de la proposición una
tela jacinto y pondrán encima de
ella los platos, los cálices. las cazo¬
letas y los vasos de las libaciones;
el pan perpetuo irá sobre ella; 8 ten¬
derán encima una tela carmesí, con
que la envolverán, y una cubierta
de pieles curtidas, y pondrán las
barras de la mesa. 9 Tomarán una
tela jacinto, con la que cubrirán
el candelabro con sus lamparas, sus
despabiladeras, sus platos para los
pábilos cortados y todos los utensi¬
lios para el aceite que se emplean
en su servicio 10 y con todos sus uten¬
silios; los cubrirán de pieles curtidas
y lo pondrán sobre unas angarillas.
11 Tenderán un paño jacinto sobre
el altar de oro, y después de cubrirlo
con pieles curtidas, le pondrán las
barras. 12 Tomarán todos los uten¬
silios para el servicio del santuario,
y metiéndolos en una tela jacinto,
los cubrirán con pieles curtidas y
los colocarán sobre unas angarillas.
13 Quitarán del altar las cenizas, y
tenderán sobre él un paño de púrpura
escarlata; 14 pondrán encima de él
todos los utensilios de su servicio,
los braseros, los tenedores, las paletas
y las bandejas, todos los utensilios
del altar, y lo cubrirán con pieles
curtidas y le pondrán las barras.
13 Cuando Arón y sus hijos hayan
acabado de cubrir el santuario y
sus utensilios todos y se levante el
campamento, vendrán los hijos de
Caat para llevarlos, pero sin tocar
las cosas santas, no sea que mueran.
He aquí lo que del tabernáculo de
la reunión trasportarán los hijos
de Caat. 16 Eleazar, hijo de Arón, el
sacerdote, tendrá bajo su vigilancia
el aceite del candelabro, el timiama,
la oblación perpetua y el óleo de
unción, así como todo el tabernáculo
y cuanto él contiene, el santuario
con todos sus utensilios.»
17 Yave habló a Moisés y Arón,
diciendo: 13 «Tened cuidado de que
los hijos del linaje de Caat no sean
extirpados de en medio de los levitas,
19 y haced de modo que tengan segura
la vida y no mueran si se acercan
a las cosas santísimas; sean Arón y
sus hijos los que entren para encargar
a cada uno su servicio y su cargo;
20 pero ellos que no entren para ver
un solo instante las cosas santas, no
sea que mueran.»
21 Yave habló a Moisés, diciendo:
22 «Haz también el censo de los hijos
de Gersón según sus familias y lina-
140
NÚMEROS, 6
jes, 23 haciendo el censo de los de
treinta años para arriba hasta los
cincuenta, de todos los que han de
prestar sus servicios y cumplir alguna
función en el tabernáculo de la re*
unión. 24 He aquí los servicios de los
linajes de Gersón, lo que habrán de
hacer y lo que habrán de llevar.
26 Llevarán las cortinas del habitáculo
y tienda de la reunión; su cubierta
y la cubierta de pieles curtidas con
que se cubren, 26 las cortinas del
atrio y la de la puerta de entrada
del atrio, todo lo que rodea la tienda
y el altar, sus cuerdas y todos los
utensilios de su servicio, y harán
cuanto con ellos se ha de hacer.
27 A las órdenes de Arón y sus hijos
estará el servicio de los gersonitas
en todo cuanto éstos han de hacer y
llevar; vosotros asignaréis a cada uno
determinadamente lo que hayan de
trasportar. 28 Este es el servicio
de los linajes de Gersón en el taber¬
náculo de reunión, y su vigilancia
estará a cargo de Itamar, hijo del
sacerdote Arón.
29 Haz el censo de los hijos de ite¬
ran según sus familias y linajes,
30 contándolos desde los treinta años
para arriba hasta los cincuenta, todos
los adscritos al servicio y para cum¬
plir sus funciones en el tabernáculo
de la reunión. 31 He aquí lo que ha¬
brán de trasportar, según sus ser¬
vicios, en el tabernáculo de la reunión;
los tablones del habitáculo, sus tra¬
veseros, sus columnas y sus basas,
32 y las columnas, del atrio en derre¬
dor, con sus nasas, sus estacas y sus
cuerdas y todos los utensilios de sus
basas, y les indicaréis determinada¬
mente los utensilios que han de tras¬
portar. 33 Este es el oficio del linaje
de los hijos de Merari, conforme a
su servicio en el tabernáculo de la
reunión, bajo la vigilancia de Itamar,
hijo del sacerdote Arón.»
Censo de los levitas.
34 Moisés y Arón y los príncipes
de la asamblea hicieron el censo de
los hijos de Caat por linajes y fami¬
lias, 35 de cuantos eran de treinta
años para arriba hasta los cin"lienta;
30 y los enumerados según sus fami¬
lias y sus linajes fueron dos mi! sete¬
cientos cincuenta; 37 éstos fueron los
enumerados del linaje de los caataitas,
todos los que hacían el servicio en
el tabernáculo de la reunión, que
Moisés y Arón enumeraron de orden
de Yave dada a Moisés. 38 Hízose
el censo de los hijos de Gersón, por
familias y linajes, 39 desde los treinta
años para arriba hasta los cincuenta,
de cuantos hacían servicio en el
tabernáculo de reunión, 40 y fueron
enumerados por familias y linajes
dos mil seiscientos treinta. 41 Estos
son los enumerados de los linajes
de Gersón todos los que hacían ser¬
vicio en el tabernáculo de reunión
que Moisés y Arón enumeraron de
orden de YaVc. 42 Hízose el censo
de las familias de los hijos de Merari
por familias y linajes 43 desde los
treinta años para arriba hasta los
cincuenta, de cuantos prestaban ser¬
vicio en el tabernáculo de la reunión,
44 y fueron enumerados por familias
tres mil doscientos. 46 Estos son los
enumerados de las familias de Me¬
rari, que Moisés y Arón enumeraron
según la orden de Yave dada a
Moisés. Todos los que fueron enu¬
merados en el censo que Moisés y
Arón y los príncipes de Israel hicie-
ron de los levitas, por familias y lina¬
jes, 47 desde los treinta años para
arriba hasta los cincuenta, 48 todos
los que prestaban servicio de minis¬
terio o de trasporte en el taber¬
náculo de la reunión, vinieron a ser
ocho mil quinientos ochenta. 49 Según
la orden dada por Yave a Moisés,
fueron designados cada uno para su
propio ministerio y su propio cargo,
y los designados fueron aquellos que
Yave había mandado.
Leyes varias.
1 Habló \ r ave a Moisés, diciendo:
^ 2 «Manda a los hijos de Israel que
hagan salir del campamento a todo
leproso, a todo el que padece flujo,
y a todo inmundo por un cadáver.
2 Hombres o mujeres todos los haréis
salir del campamento para que no
contaminen el campamento en que
habitan.» Así lo hicieron los hijos
de Israel, haciéndolos salir del cam¬
pamento; 4 como lo ordenó Moisés,
así lo hicieron los hijos de Israel.
6 Habló Yave a Moisés, diciendo:
6 «Di a lo« hijos de Israel: Si uno,
hombre o mujer, comete uno de esos
pecados que perjudican al prójimo,
prevaricando contra Yave y hacién¬
dose culpable, 7 confesará sn pecado
NÚMEROS, 6
14 1
y restituirá enteramente el daño,
añadiendo un quinto; restituirá a
aquel a quien perjudicó, 8 y si no
hubiere ya nadie a quien pertenezca
la restitución, la hará a Yave, y
será entregada al sacerdote, además
del carnero expiatorio con que se
hará la expiación del culpable. 9 Toda
ofrenda de elevación de cosas con¬
sagradas por los hijos de Israel que
éstos presentan al sacerdote, de éste
es; 10 cuanto cada uno consagre, de él
es; lo que se presenta al sacerdote,
de éste es.»
Ley sobre los celos.
11 Habló Yave a Moisés, diciendo:
12 «Habla a los hijos de Israel y diles:
Si la mujer de uno fornicare y le
fuese infiel, 13 durmiendo con otro
en concúbito de semen, sin que lo
haya podido ver el marido ni haya
testigos, por no haber sido hallada
en el hecho; 14 y se apoderase del
marido el espíritu de los celos y
tuviese celos de ella, háyase ella
manchado en realidad o no se haya
manchado, 15 la llevará al sacerdote,
y ofrecerá por ella una oblación de la
décima parte de una efa de harina
de cebada, sin derramar aceite sobre
ella ni poner encima incienso, porque
es minja de celos, minja de memoria
para traer el pecado a la memoria.
16 El sacerdote hará que se acerque
y se esté ante Yave; 17 tomará del
agua santa en una vasija de barro,
y cogiendo un poco de la tierra del
suelo del tabernáculo, la echará en
el agua. 18 Luego el sacerdote, ha¬
ciendo estar a la mujer ante Yave,
le descubrirá la cabeza y le pondrá
en las manos la minja de memoria,
la minja de los celos, teniendo él
en la mano el agua amarga de la
maldición (t), 19 y la conjurará,
diciendo: Si no ha dormido contigo
ninguno, y si no te has descarriado,
contaminándote y siendo infiel a tu
marido, indemne seas del agua amarga
de la maldición; 20 pero si te desca¬
rriaste, y fornicaste infiel a tu marido,
contaminándote y durmiendo con
otro; 21 el sacerdote la conjurará con
(i) Sin negar/ ni mucho menos, el carácter
sobrenatural que este rito pudiera tener, todo
este ceremonial parece que había de influir
grandemente en la mujer culpable, para moverla
a declararse tal.
el juramento de execración, diciendo:
hágate Yave maldición y execración
en medio de tu pueblo, púdranse
tus muslos e hínchese tu vientre,
22 éntre este agua de maldición en
tus entrañas, para hacer que tu
vientre se hinche y se pudran tus
muslos. La mujer contestará: Amén,
amén. 23 El sacerdote escribirá estas
maldiciones en una hoja, y las diluirá
en el agua amarga, 24 y hará beber
a la mujer el agua amarga de la mal¬
dición. 25 Luego tomará de la mano
de la mujer la minja de los celos y
la agitará ante Yave, y la llevará
al altar; 26 y tomando un puñado
de memoria, lo quemará en el altar,
haciendo después beber el agua a la
mujer. 27 Darále a beber el agua;
y si se hubiere contaminado, siendo
infiel a su marido, el agua de mal¬
dición entrará en ella Con su amargura,
se le hinchará el vientre, se le pudrirán
los muslos, y será maldición en medio
de su pueblo. 28 Si, por lo contrario,
no se contaminó y es pura, quedará
ilesa y será fecunda.»
29 Esta es la ley de los celos, para
cuando una mujer haya sido infiel
a su marido y se haya contaminado,
30 o que el espíritu de los celos se
haya apoderado de su marido y
tenga celos de ella; presentará a su
mujer ante Yave, y el sacerdote
hará con ella cuanto en esta ley se
prescribe. 31 Así el marido quedará
libre de culpa, y la mujer llevará
sobre sí su pecado.»
Ley del nazarcato.
fk 1 * Habló Yave a Moisés, diciendo:
2 «Habla a los hijos de Israel, y
diles: Si uno, hombre o mujer, hiciere
voto de consagración, consagrándose
a Yave (1), 3 se abstendrá de vino
y de toda bebida embriagante; no
beberá vinagre de vino ni bebida
embriagante; no comerá uvas, ni fres-
(i) Esta consagración personal, singularí¬
sima, da al consagrado una especial santidad
que le exige abstenerse de todo contacto de
cosa impura, aun del cadáver de los mismos
padres, y la obligación de abstenerse de todo
fruto de la vid, cualquiera que sea. Al ter¬
minar, tiene que despojarse de todo el pelo
de su cuerpo, que por considerarse santificado,
había de ser quemado en el altar, pues al volver
a su estado ordinario había de despojarse de
cuanto de santo o consagrado podía despo¬
jarse su persona.
142
NÚMEROS, 7
cas ni secas; (i) * * 4 durante todo el tiempo
de su nazareato no comerá fruto
alguno de la vid; desde la piel hasta
los granos de la uva. 5 Durante todo
el tiempo de su voto de nazareo no
pasará la navaja por su cabeza; hasta
que se cumpla el tiempo por que se
consagró a Yave, será santo y dejará
libremente crecer su cabellera. 6 Du¬
rante todo el tiempo de su consagra¬
ción a Yave no se acercará a cadáver
alguno; 7 no se contaminará ni por
su padre ni por su madre, ni por su
hermano, ni por su hermana, si mu¬
rieren; porque lleva sobre su cabeza
la consagración a su Dios. 8 Todo el
tiempo de su nazareato está consa¬
grado a Yave. 9 Si ante él muriere
alguno repentinamente, manchándose
así su cabeza consagrada, se raerá la
cabeza en el día de su purificación;
se la raerá el ‘séptimo día, 10 y al
octavó presentará al sacerdote dos
tórtolas o dos pichones a la entrada
del tabernáculo de la reunión. 11 El
sacerdote ofrecerá uno en sacrificio
por el pecado y el otro en holocausto,
haciendo por él la expiación de su
pecado por el muerto. 12 Este día el
nazareo consagrará otra vez su ca¬
beza, la consagrará de nuevo a Yave
por el tiempo de su nazareato, y ofre¬
cerá un cordero primal en sacrificio
de expiación; el tiempo precedente
quedará anulado, por haberse con¬
taminado su nazareato.
13 Esta es la ley del nazareo; El
día en que se cumpla el tiempo de su
nazareato, se presentará a la entrada
del tabernáculo de la reunión, para
hacer su ofrenda a Yave: 14 un cor¬
dero primal, sin defecto, para el holo¬
causto; una oveja, sin defecto, para el
sacrificio por el pecado; un carnero,
sin defecto, para el sacrificio pacífico,
15 y un cestillo de panes ácimos, de
tortas de flor de harina amasada
con aceite, para la ofrenda y la liba¬
ción. 16 El sacerdote los presentará a
Yave, y ofrecerá su sacrificio por el
pecado y su holocausto. 17 Después
presentará a Yave el carnero de su
sacrificio pacífico con el cestillo de
panes ácimos, y hará la oblación y
la libación. 18 El nazareo raerá a
la entrada del tabernáculo de la re¬
unión su cabeza consagrada, y to¬
mando los cabellos de su cabeza
consagrada, los echará al fuego que
arde bajo el sacrificio pacífico. 19 Lue¬
go el sacerdote tomará la espalda
ya cocida del carnero, un pan ácimo
del cestillo y una torta ácima, y se
los pondrá en las manos al nazareo,
después que se haya raído la cabeza
consagrada; 20 y el sacerdote lo agi¬
tará ante Yave. Es la cosa santa del
sacerdote, además del pecho agitado
y del brazuelo reservado. Después
ya podrá el nazareo beber vino.»
21 Esta es la ley del nazareo que
hace voto, y de su ofrenda a Yave
por su nazareato, fuera de aquello
que sus posibilidades le consientan
añadir. Hará de conformidad con su
voto, según la ley del nazareato.»
La bendición litúrgica.
22 Yave habló a Mosés, diciendo:
23 «Habla a Arón y a sus hijos,
diciendo: De este modo habréis de
bendecir a los hijos de Israel; diréis:
24 Que Yave te bendiga y te guarde.
25 Que haga resplandecer Yave su
faz sobre ti y te otorgue su gracia.
26 Que Yave vuelva a ti su rostro
y te dé la paz.
27 Así invocarán mi nombre sobre
los hijos de Israel, y yo los ben¬
deciré.» (1).
Las ofrendas de los jefes de tribu.
7 1 El día en que acabó Moisés de
alzar el tabernáculo y de ungirlo
y consagrarlo con todos sus utensi¬
lios, el altar con todos sus utensi¬
lios, ungiéndolos y consagrándolos,
2 los príncipes de Israel, jefes de
sus linajes, presentaron sus ofren¬
das; eran los príncipes que habían
presidido el censo. 3 Llevaron sus
ofrendas ante Yave: seis carros cu¬
biertos y doce bueyes, un carro por
cada dos, y un buey por cada uno
de los príncipes, y los presentaron
ante el tabernáculo.
4 Yave habló, a Moisés, diciendo:
5 «Recibe de ellos eso, y que se des¬
tine al servicio del tabernáculo de
la reunión; se los darás a los hijos
de Leví, a cada uno según las nece¬
sidades de su servicio.»
6 Moisés, tomando los carros y
los bueyes, se los entregó a los levitas;
(i) Esta bendición, que atrae sobre el
bendecido bienes puramente espirituales, está
en plena oposición con las bendiciones de las
religiones gentílicas, que se limitan a la ad¬
precación de bienes materiales.
NÚMEROS, 7
143
7 dió dos carros y cuatro bueyes a
los hijos de Gcrsón, como lo pedía
su servicio; 8 cuatro carros y ocho
bueyes a los hijos de Merari, con¬
forme a su servicio, bajo la vigilan¬
cia de ltamar, hijo de Arón, el sacer¬
dote; 9 pero no dió ninguno a los
hijos de Caat, porque el servicio
suyo de las cosas santas habían de
hacerlo llevándolas sobre sus hom¬
bros. 10 Los príncipes hicieron su
ofrenda para la dedicación del altar
cuando fué ungido, presentando su
ofrenda ante el altar. 11 Yave dijo a
Moisés: «Que presenten los prínci¬
pes su ofrenda uno a uno, para la de¬
dicación del altar.» 12 Aquel día, el
primero, presentó su ofrenda Nasón,
hijo de Aminadab, de la tribu de
Judá, 13 ofreciendo un plato de plata
de ciento treinta sitios de peso y un
jarro de plata de setenta sidos, según
el peso del sido del santuario, ambos
llenos de flor de harina amasada con
aceite, para las ofrendas; 14 un fras-
quito de oro de diez sidos, lleno de
perfumes; 15 un novillo, un carnero
y un cordero primal, para el holo¬
causto; 16 un macho cabrío, para el
sacrificio expiatorio; 17 y para el
sacrificio pacífico, dos bueyes, cinco
carneros, cinco machos cabríos y
cinco corderos primales. Esta fué la
ofrenda de Nasón, hijo de Aminadab.
18 El segundo día hizo su ofrenda
Natanael, hijo de Suar, príncipe de
Isacar. 19 Ofreció un plato de plata
de ciento treinta sidos; un jarro de
plata de setenta sidos, al peso del
sido del santuario, llenos ambos de
flor de harina amasada con aceite,
para la ofrenda; 20 un frasquito de
oto de diez sidos, lleno de perfumes;
21 un novillo, un carnero y un cor¬
dero primal, para el holocausto; 22 un
macho cabrío para el sacrificio expia¬
torio; 23 y para el sacrificio pacífico,
dos bueyes, cinco carneros, cinco
machos cabríos y cinco corderos pri-
.males. Esta fué la ofrenda de Nata¬
nael, hijo de Suar.
24 El tercer día el príncipe de los
hijos de Zabulón, Eliab, hijo de
Jelón, 29 ofreció: un plato de plata
de ciento treinta sidos, un jarro
de plata de setenta sidos, al peso del
sido del santuario, llenos ambos de
flor de harina amasada con aceite,
para la ofrenda; 26 un frasquito de
oro de diez sidos, lleno de perfumes;
27 un novillo, un carnero, un cordero
primal, para el holocausto; 28 un
macho cabrío, para el sacrificio ex¬
piatorio; 29 y para el sacrificio pa¬
cífico, dos bueyes, cinco carneros,
cinco machos cabríos y cinco cor¬
deros primales. Esta fué la ofrenda
de Eliab, hijo de Jelón.
30 El cuarto día el príncipe de los
hijos de Rubén, Elisur, hijo de Se-
deur, 31 ofreció: un plato de plata
de ciento treinta sidos; un jarro
de plata de setenta sidos, al peso
del sido del santuario, ambos llenos
de flor de harina amasada con aceite,
para la ofrenda; 32 un frasquito de
oro de diez sidos, lleno de perfumes;
33 un novillo, un carnero, un cordero
primal, para el holocausto; 34 un
macho cabrío, para el sacrificio ex¬
piatorio; 35 y para el sacrificio pací¬
fico, dos bueyes, cinco carneros, cinco
machos cabríos y cinco corderos pri¬
males. Esta fué la ofrenda de Elisur,
hijo de Sedeur.
36 El quinto día el príncipe de los
hijos de Simeón, Salamiel, hijo de
Surisadai, 37 ofreció: un plato de
plata de ciento treinta sidos; un
jarro de plata de setenta sidos, al
peso del sido del santuario, ambos
llenos de flor de harina amasada
con aceite, para la ofrenda; 38 un
frasquito de oro de diez sidos, lleno
de perfumes; 39 un novillo, un car¬
nero y un cordero primal, para el
holocausto; 40 un macho cabrío, para
el sacrificio expiatorio; 41 y para el
sacrificio pacífico, dos bueyes, cinco
carneros, cinco machos cabríos y
cinco corderos primales. Esta fué
la ofrenda de Salamiel, hijo de Suri¬
sadai.
42 El sexto día el príncipe de los
hijos de Gad, Eliasaf,. hijo de Deuel,
43 ofreció un plato de plata de ciento
treinta sidos; un jarro de plata de
setenta sidos, al peso del sido del
santuario; ambos llenos de flor de
harina amasada con aceite, para la
ofrenda; 44 un frasquito de oro de
diez sidos, lleno de perfumes; 45 un
novillo, un carnero, un cordero pri¬
mal, para el holocausto; 46 un macho
cabrío, para el sacrificio expiatorio;
47 y para el sacrificio pacifico, dos
bueyes, cinco carneros, cinco machos
cabríos y cinco corderos primales.
Esta fué la ofrenda de Eliasaf, hijo
de Deuel.
48 El séptimo día el príncipe de
los hijos de Efraím, Elisama, hijo
de Amiud, 49 ofreció: un plato de
plata de ciento treinta sidos; un
144
NÚMEROS, 7
jarro de plata de setenta sidos, la
peso del sido dd santuario, ambos
llenos de flor de harina amasada
con aceite, para la ofrenda; 50 un
frasquito de oro de diez sidos, lleno
de perfumes; 51 un novillo, un car¬
nero y un cordero primal, para el
holocausto; 52 un macho cabrio, para
el sacrificio expiatorio; 53 y para el
sacrificio pacifico, dos bueyes, cinco
carneros, cinco machos cabríos y
cinco corderos primales. Esta fué la
ofrenda de Elisama, hijo de Amiud.
54 El octavo día el príncipe de los
hijos de Manasés, Gamaliel, hijo de
Pedasur, 55 ofreció: un plato de plata
de ciento treinta sidos, un jarro de
plata de setenta sidos al peso del
sido del santuario, ambos fíenos de
flor de harina amasada con aceite,
para la ofrenda; 56 un frasquito de
oro de diez sicJos, lleno de perfumes;
67 un novillo, un carnero y un cor¬
dero primal, para el holocausto; 68 un
macho cabrío, para el sacrificio expia¬
torio; 59 y para el sacrificio pacífico,
dos bueyes, cinco carneros, cinco
machos cabríos y cinco corderos pri¬
males. Esta fué la ofrenda de Gama¬
liel, hijo de Pedasur.
60 El noveno día el príncipe de los
hijos de Benjamín, Abidán, hijo de
Gedeón, 61 ofreció: un plato de plata
de ciento treinta sidos; un jarro de
plata de setenta sidos, al peso del
sido del santuario; ambos llenos de
flor de harina amasada con aceite,
para la ofrenda; 62 un frasquito de
oro de diez sidos, lleno de perfumes;
63 un novillo, un carnero y un cor¬
dero primal, para el holocausto; 64 un
macho cabrío, para el sacrificio expia¬
torio; 65 y para el sacrificio pacífico,
dos bueyes, cinco carneros, cinco
machos cabríos y cinco corderos pri¬
males. Esta fué la ofrenda de Abidán,
hijo de Gedeón.
66 El décimo día el príncipe de
los hijos de Dan, Ajieser, hijo de
Amisadán, 67 ofreció: un plato de
plata de ciento treinta sidos; un
jarro de plata de setenta sidos, al
peso del sido del santuario, ambos
llenos de flor de harina amasada con
aceite, para la ofrenda; 68 un fras¬
quito de oro de diez sidos, lleno de
perfumes; 69 un novillo, un carnero
y un cordero primal, para el holo¬
causto; 70 un macho cabrío, para el
sacrificio expiatorio, 71 y para el
sacrificio pacífico, dos bueyes, cinco
carneros, cinco machos cabríos y
cinco corderos primales. Esta fué la
ofrenda de Ajieser, hijo de Ami¬
sadán.
72 El undécimo día el príncipe de
los hijos de Aser, Feguiel, hijo de
Ocrán, 73 ofreció: un plato de plata
de ciento treinta sidos; un jarro
de plata de setenta sidos, ambos
llenos de flor de harina amasada
con aceite, para la ofrenda; 74 un
frasquito de oro de diez sidos, lleno
de perfumes; 75 un novillo, un car¬
nero y un cordero primal, para el
holocausto; 76 un macho cabrío, para
el sacrificio expiatorio, 77 y para el
sacrificio pacífico, dos bueyes, cinco
carneros, cinco machos cabríos y
cinco corderos primales. Esta fué la
ofrenda de Feguiel, hijo de Ocrán.
78 El duodécimo día el príncipe
de los hijos de Neftalí, Ajira, hijo
de Enón, 79 ofreció: un plato de plata
de ciento treinta sidos; un jarro
de plata de setenta sidos, al peso
del sido del santuario; ambos llenos
de flor de harina amasada con aceite,
para la ofrenda; 80 un frasquito de
oro de diez sidos, lleno de perfumes;
81 un novillo, un carnero y un cor¬
dero primal, para el holocausto; 82 un
macho cabrío, para el sacrificio expia¬
torio; 83 y para el sacrificio pacífico,
dos bueyes, cinco carneros, cinco
machos cabríos y cinco corderos pri¬
males. Esta fué "la ofrenda de Ajira,
hijo de Enán.
84 Estos fueron los dones de los
príncipes de Israel para la dedica¬
ción del altar el día en que se ungió;
doce platos de plata, doce jarros
de plata, doce frasquitos de oro;
85 cada plato de ciento treinta sidos
de peso; cada jarro de setenta sidos;
total de la plata de estos utensilios,
dos mil cuatrocientos sidos, al peso
del sido del santuario; 86 doce fras¬
quitos de oro llenos de perfume, de
diez sidos cada uno, al sido del san¬
tuario; total del oro de los frasquitos,
ciento veinte sidos. 87 Total de los
animales para el holocausto: doce
novillos, doce carneros y doce cor¬
deros primales, con sus ofrendas, y
doce machos cabríos para el sacri¬
ficio expiatorio. 88 Total de los ani-
males para el sacrificio pacífico: vein¬
ticuatro bueyes, sesenta carneros, se¬
senta machos cabríos y sesenta cor¬
deros primales. Estos fueron los dones
ofrecidos para la dedicación del altar
cuando se ungió.
89 Cuando Moisés entraba en el
NÚMEROS, 8, 9
145
tabernáculo de la reunión para hablar
con Vave, oía la voz que le hablaba
desde encima del propiciatorio puesto
sobre el arca del testimonio, entre los
dos querubines; así le hablaba (1).
El candelabro.
8 1 Yave habló a Moisés, diciendo:
2 «Habla a los hijos de Arón, y di-
les: Cuando pongas las lámparas del
candelabro, ponías de modo que las
siete lámparas del candelabro alum¬
bren hacia adelante.» 3 Así lo hizo
Arón, y puso las lámparas en la
parte anterior del candelabro, como
Yave se lo había mandado a Moisés.
4 El candelabro era de oro macizo;
su pie, sus flores, todo de oro macizo;
lo había hecho Moisés conforme al
modelo que le había mostrado Yave.
Consagración de los levitas.
5 Habló Yave a Moisés, diciendo:
6 «Toma a los levitas de en medio de
los hijos de Israel y purifícalos. 7 He
aquí lo que harás para purificarlos:
Haz sobre ellos una aspersión con
agua expiatoria; que pasen la navaja
por todo su cuerpo, laven sus ves¬
tidos y se purifiquen. 8 Que tomen
un novillo, con su ofrenda de flor
de harina amasada con aceite; y
toma tú otro para el sacrificio por
el pecado. 9 Haz que se acerquen
los levitas al tabernáculo, y convoca
a toda la asamblea de los hijos de
Israel. 10 Una vez que hayas hecho
a los levitas acercarse ante Yave,
los hijos de Israel pondrán sus manos
sobre ellos, 11 y Arón ofrecerá los
levitas en ofrenda agitada ante Yave
de parte de los hijos de Israel, para
que sirvan a Yave. 12 Los levitas
pondrán sus manos sobre la cabeza
de los novillos, y tú los ofrecerás,
uno en sacrificio por el pecado, el
otro en holocausto a Yave, para
hacer la expiación de los levitas.
13 Harás que los levitas estén en pie
ante Arón y sus hijos, y los ofrece¬
rás en ofrenda agitada a Yave. 14 Así
los separarás de en medio de los hijos
de Israel, y los levitas serán míos,
(i) El arca con el testimonio (las tablas
de la ley) es el símbolo material de la presencia
de Dios en medio de Israel, y por eso habla
Dios desde ella a su profeta.
16 y vendrán luego a servir en el taber¬
náculo de la reunión. Así los purifi¬
carás, y los ofrecerás en ofrenda agi¬
tada, 16 porque son donados a mí
enteramente de en medio de los hijos
de Israel, y yo los he tomado para
mí en lugar de todos los primogé¬
nitos que abren la vulva de su madre,
de los primogénitos de entre los
hijos de Israel; 17 pues todo primo¬
génito de los hijos de Israel es mío;
lo mismo los de los hombres que los
de los animales; el día en que herí
a todos los primogénitos de la tierra
de Egipto me los consagré, 18 y he
tomado a los levitas en lugar de
todos los primogénitos de los hijos
de Israel, 19 y se los he dado entera¬
mente a Arón y a sus hijos de en
medio de los hijos de Israel, para que
hagan el servicio de los hijos de
Israel en el tabernáculo de la reunión,
y para que hagan la expiación de
los hijos de Israel, para que los hijos
de Israel no sean castigados con plaga,
acercándose al santuario.»
20 Moisés, Arón y toda la asamblea
de los hijos de Israel hicieron con los
levitas cuanto Yave había mandado
a Moisés; eso hicieron con ellos los
hijos de Israel. 21 Los levitas se puri¬
ficaron, lavaron sus vestidos, Arón los
ofreció en ofrenda agitada ante Yave;
hizo la expiación para purificarlos,
22 y luego vinieron los levitas a pres¬
tar sus servicios en el tabernáculo
de la reunión a las órdenes de Arón
y sus hijos. Como Yave se lo había
mandado a Moisés respecto de los
levitas, así se hizo con ellos.
23 Yave habló a Moisés, diciendo:
24 «Esto es lo que toca a los levitas:
desde los veinticinco años arriba, los
levitas estarán al servicio del taber¬
náculo de la reunión para cumplir
en él sus funciones. 25 A los cincuenta,
saldrán del servicio y no cumplirán
sus funciones; 26 ayudarán a sus her¬
manos en el tabernáculo de la reunión,
en la guarda de él, pero no prestarán
más servicio. Así has de hacer con
los levitas, en cuanto a sus fun¬
ciones.»
La Pascua en el Sinaí.
Q 1 Yave habló a Moisés en el
desierto del Sinaí, el primer mes
del año segundo después de la salida
de la tierra de Egipto. Dijo: 2 «Que
celebren los hijos de Israel la pascua
146
NÚMEROS, 10
a su tiempo. 3 El día catorce de este
mes, entre dos luces, a su tiempo, la
celebraréis conforme a todas las leyes
y todos los ritos que a ella se refieren.»
4 Moisés habló a los hijos de Israel
para que celebraran la pascua; 8 y
la celebraron el día catorce del pri¬
mer mes, entre dos luces, en el de¬
sierto del Sinaí. Conforme a todo
cuanto había mandado Yave a Moi¬
sés, así hicieron los hijos de Israel.
6 Había dos hombres que estaban
impuros por un cadáver, y no pu¬
dieron celebrar la pascua en ese
día. Presentándose aquel mismo día
ante Moisés y Arón, les dijeron:
7 «Estamos impuros por un cadáver;
¿por qué habremos de vernos pri¬
vados de presentar nuestra ofrenda
a Yave, a su tiempo, con los demás
hijos de Israel?» 8 Y Moisés les res¬
pondió: «Esperad que sepa yo lo
que cuanto a vosotros dispone Yave.»
9 Yave habló a Moisés, diciendo:
10 «Habla a los hijos de Israel y
diles: Si alguno de vosotros o de
vuestros descendientes está impuro
por un cadáver, o está en viaje lejos,
celebrará la pascua de Yave. 11 En el
segundo mes, el día catorce de él,
entre dos luces la celebrará. La
comerán con pan ácimo y lechugas
amargas; 12 no dejarán de ella nada
para el día siguiente, ni quebranta¬
rán ninguno de sus huesos; la cele¬
brarán conforme a todos sus ritos.
13 Si alguno, estando limpio y no
estando de viaje, dejare de cele¬
brarla, ése será borrado de su pueblo;
por no haber ofrecido a su tiempo
su ofrenda a Yave, llevará sobre sí
su culpa. 14 Si el extranjero que
habita entre vosotros celebra la pas¬
cua, guardará todas las leyes y ritos
que a ella se refieren. La ley será la
misma para vosotros, la misma para
el extranjero que para el natural.»
1.a nube.
18 El día en que fué alzado el
tabernáculo, la nube cubrió el taber¬
náculo, y desde la tarde hasta la
mañana hubo sobre el tabernáculo
como un fuego. 16 Así sucedía cons¬
tantemente; de día lo cubría la nube,
y de noche la nube parecía de fuego.
17 Cuando la nube se alzaba del taber¬
náculo, partían los hijos de Israel;
y en el lugar en que se paraba la
nube, allí acampaban los hijos de
Israel. 18 A la orden de Yave partían
los hijos de Israel, y a la orden de
Yave sentaban su campo; cuanto
tiempo estaba la nube sobre el taber¬
náculo, estábanse quietos. 19 Cuando
la nube se detenía muchos días sobre
el tabernáculo, guardaban los hijos
de Israel la orden de Yave y no se
movían; 20 y cuando la nube estaba
pocos días sobre el tabernáculo, a la
orden de Yave posaban, y a la orden
de Yave partían. 21 Cuando la nube
se detenía desde la tarde a la mañana,
y a la mañana se levantaba, partían;
y si se levantaba a la noche, enton¬
ces partían. 22 Fuesen dos días, un
mes o un año, mientras la nube se
detenía sobre el tabernáculo, están¬
dose sobre él, los hijos de Israel
i seguían acampados y no se movían;
cuando ella se alzaba, se movían
! ellos. 23 A la orden de Yave acam¬
paban, y a la orden de Yave partían,
guardando el mandato de Yave, como
Yave se lo había dicho a Moisés.
Las trompeta'* «le plata.
10 1 Yave habló a Moisés, diciendo:
2 «Hazte dos trompetas de plata
batida a martillo, que te sirvan para
convocar la congregación, y para
hacer mover el campamento. 3 Cuan¬
do se toquen las dos, acudirá a ti
toda la asamblea a la puerta del ta¬
bernáculo de la reunión; 4 cuando se
toque una sola, se congregarán a ti
los príncipes jefes de los millares de
Israel. 6 A un toque .estrepitoso, mo¬
verán su campamento los acampados
al oriente. 6 A un segundo toque de
la misma clase, moverán su campa¬
mento los acampados al mediodía;
V a un tercero los acampados a occi¬
dente: estos toques son para ponerse
en movimiento.
7 También para reunir la congre¬
gación las tocaréis, pero no con ese
toque. 8 Los hijos de Arón, los sacer¬
dotes, serán los que toquen las trom¬
petas, y éstas serán para vosotros de
uso obligatorio, por siempre en vues¬
tras generaciones. 9 Cuando en vuestra
tierra saliereis a la guerra contra el
enemigo que os atacare, tocaréis alar¬
ma con las trompetas, y servirán de
recuerdo ante Yave, vuestro Dios,
para que os salve de vuestros enemi¬
gos. 10 También en vuestros días de
alegría, en vuestras solemnidades y
en las fiestas del comienzo de mes,
NÚMEROS, 11
147
tocaréis las trompetas; y en vuestros,
holocaustos y vuestros sacrificios pa¬
cíficos, serán para vosotros un re¬
cuerdo cerca de vuestro Dios. Yo,
Ya ve.»
Partida del Sinaí.
11 En el año segundo, el segundo
mes, a veinte del mes, se alzó la nube
de sobre el tabernáculo del testimo¬
nio, 12 y los hijos de Israel marcharon
por etapas, del desierto del Sinaí, al
desierto de Farán, donde la nube se
paró, 13 moviéndose por primera vez
a la orden de Yave por Moisés. 14 La
primera en moverse fué la enseña del
campo de los hijos de Judá, con sus
escuadras. Jefe de las escuadras de
aquéllos era Nasón, hijo de Amina-
dab. 16 Jefe de las escuadras de la
tribu de los hijos de Isacar, Nata-
nael, hijo de Suar; 16 y, jefe de las
escuadras de la tribu de los hijos
de Zabulón, Eliab, hijo de Jelón.
17 Desmontado que fué el tabernácu¬
lo, pusiéronse luego en marcha los
hijos de Gersón y los hijos de Merari
llevando el tabernáculo.
18 Luego se puso en marcha la en¬
seña del campo de Rubén, por sus
escuadras. 19 El jefe de sus escuadras
era Elisur, hijo de Sedeur; el jefe de
las escuadras de la tribu de los
hijos de Simeón, Selamiel, hijo de
Zurisadai; 20 y el jefe de las escua¬
dras de la tribu de los hijos de Gad,
Eliasaf, hijo de Deuel. 21 Comenza¬
ron luego a marchar los hijos de
Caat, llevando el santuario; y en
tanto que ellos llegaban, se disponía
el tabernáculo. 22 Después se puso
en marcha la enseña del campo de
los hijos de Efraím, por sus escuadras;
jefe de sus escuadras era Elisama, hijo
de Amiud; 23 jefe de las escuadras
de la tribu de Manasés, Gamaliel,
hijo de Pedasur; 24 jefe de las escua¬
dras de la tribu de los hijos de Ben¬
jamín, Abidán, hijo de Gedeón.
25 Después se puso en marcha la
enseña del campo de los hijos de
Dan, por sus escuadras, a retaguar¬
dia de los otros campos; jefe de las
escuadras de los hijos de Dan era
Ajiezer, hijo de Amisadai; 26 jefe de
las escuadras de la tribu de los hijos
de Aser, Feguiel, hijo de Ocrán;
27 jefe de las escuadras de la tribu
de los hijos de Neftalí, Ajira, hijo
de Enán. 28 Los hijos de Israel se
pusieron en marcha, con sus escua¬
dras, por este orden.
28 Moisés dijo entonces a Jobab,
hijo de Ragüel, madianita, su suegro:
«Nosotros nos vamos para el lugar
que Yave nos ha dicho: «Yo os lo
daré»; ven con nosotros y te favo¬
receremos; porque Yave ha prome¬
tido favorecer a Israel.» 30 El res¬
pondió: «No, me iré a mi tierra y a
mi parentela.» 31 Moisés insistió: «No
nos dejes, pues tú conoces bien los
lugares donde habremos de acampar
y podrás servirnos de guía (1); 32 si
vienes, nosotros te daremos parte de
lo que nos dé Yave.»
33 Así se marcharon del monte de
Yave, e hicieron tres días de camino;
y el arca de la alianza de Yave fué
con ellos tres días de camino, bus¬
cando donde acampar. 34 La nube
de Yave los acompañaba de día
desde que levantaron el campamento.
36 Cuando movían el arca, decía
Moisés:
«Levántate Yave; dispérsense tus
enemigos
Y huyan ante ti los que te abo¬
rrecen. »
36 Y cuando el arca se posaba,
decía:
«Pósate, oh Yave, entre las mi¬
ríadas de Israel.»
Descontento del pueblo.
*4 1 Aconteció que el pueblo a
1 I oídos de Yave se quejó, y al
oírlo Yave ardió en ira, y encendió
contra ellos un fuego que abrasó una
de las alas del campamento. 2 Clamó
entonces el pueblo a Moisés, y Moisés
oró a Yave, y el fuego se apagó; 3 y
llamaron a aquel lugar Tabera, por¬
que allí se había encendido contra
ellos el fuego de Yave.
4 El vulgo adventicio (2) que en
medio de ellos habitaba tenía tantas
ganas de comer carne, que aun los
(1) A pesar de lo dicho en 9. 15, de que
el campamento se movía a la señal de la nube,
este lugar nos indica que no quería Dios se
prescindiese del orden natural.
(2) Este vulgo adventicio que acompaña
a los hijos de Israel, y de que se hace mención
en varios lugares, estaría compuesto de asiá¬
ticos de diversas procedencias, sujetos a ser¬
vidumbre, como los hebreos. Aprovechó la
propicia ocasión que se le presentaba de escapar.
Su presencia entre los israelitas podría servir
de explicación a no pocos de los episodios del
paso por el desierto.
148
NÚMEROS, 11
hijos de Israel se pusieron a llorar
y decir: «iQuién nos diera carne que
comerl 5 ¡Cómo nos acordamos de
tanto pescado como de balde comía¬
mos en Egipto, de los cohombros,
de los melones, de los puerros, de
las cebollas, de los ajos! 6 Ahora está
en seco nuestro apetito, y no vemos
sino el maná.»
7 El maná era parecido a la semi¬
lla del culantro y tenía un color como
de bedelio. 8 Esparcíase el pueblo
para recogerlo, y lo molían en mo¬
linos o lo majaban en morteros, y
cociéndolo en una caldera, hacían de
él tortas, que tenían un sabor como
de pasta amasada con aceite. 9 Cuan¬
do de noche caía el rocío sobre el
campo, caía también el maná.
10 Oyó Moisés las lamentaciones
del pueblo, que por familias se reunía
a las puertas de sus tiendas, encen¬
diendo el ardor de la ira de Ya ve;
y desagradó a Moisés, 11 que dijo
a Yave: «¿ror qué tan mal tratas a
tu siervo? ¿ror qué no ha hallado
gracia a tus ojos, y has echado sobre
mí la carga de todo este pueblo?
12 ¿Lo he concebido yo ni lo he en¬
gendrado, para que me digas, llévalo
en tu regazo, como lleva la nodriza
al niño a quien da de mamar, a la
tierra que juraste dar a sus padres?
13 ¿Dónde tengo yo carne para ali¬
mentar a todo este pueblo? ¿Por
qué ine llora a mí, clamando: danos
carne que comer? 14 Yo no puedo
soportar solo a este pueblo. Me pesa
demasiado. 16 Si así has de hacer
conmigo, dame la muerte, te lo
ruego; y si es que he hallado gracia
a tus ojos, que no me vea ya más
así afligido.» 18 Entonces dijo Yave
a Moisés: «Elígeme a setenta varones
de los hijos de Israel, de los que
tú sabes que son ancianos del pueblo
y de sus principales, y tráelos a la
puerta del tabernáculo; que esperen
allí contigo. 17 Yo descenderé, y con¬
tigo hablaré allí, y tomaré deí espí¬
ritu que hay en ti y lo pondré sobre
ellos, para que te ayuden a llevar
la carga del pueblo y no la lleves til
solo. 18 Y di al pueblo: Santificaos
para mañana, V comeréis carne, ya
que habéis llorado a Yave diciendo:
iQuién nos diera carne que comerl
¡Mejor ciertamente estábamos en
Egipto! Ya os dará Yave carne que
comer. 19 No comeréis un día, ni dos,
ni cinco, ni diez, ni veinte; 20 la co¬
meréis todo un mes, hasta que se os
salga por la boca y os produzca náu¬
seas, por haber menospreciado a Yave,
que está en medio de vosotros, y
haber llorado diciendo: ¿Por qué he¬
mos salido de Egipto?» 21 Moisés le
dijo: «Seiscientos mil infantes cuenta
el pueblo en medio del cual estoy,
y me dices: yo les daré carne, y la
comerán todo un mes. 22 ¿Bastará
para ello degollar todas las ovejas y
todos los bueyes? ¿Se juntarán todos
los peces del mar para darles abasto?»
23 Yave replicó a Moisés: «¿Acaso se
ha acortado el brazo de Yave? Ya
verás si es o no es como te he dicho.»
24 Salió Moisés y transmitió al pue¬
blo lo que había dicho Yave; y eligió
los setenta varones de entre los an¬
cianos de Israel V los puso en derre¬
dor del tabernáculo. 25 Descendió
Yave en la nube y habló a Moisés;
tomó del espíritu que residía en él
y lo puso sobre los setenta ancianos;
y cuando sobre ellos se posó el espí¬
ritu, pusiéronse a profetizar, y no
cesaban. 26 Habíanse quedado en el
campamento dos de ellos, uno lla¬
mado Eldad y otro llamado Medad;
y también sobre ellos se posó el espí¬
ritu; eran de los nombrados, pero no
se presentaron ante el tabernáculo,
y se pusieron a profetizar en el cam¬
pamento. 27 Corrió un mozo a avisar
a Moisés, diciendo: «Eldad v Medad
están profetizando en el campamen¬
to.» 29 Josué, hijo de Nun, ministro
de Moisés desde su juventud, dijo:
«Mi señor, Moisés, impídeselo»; 29 y
Moisés le respondió: «¿Tienes celos
por mí? |Ojalá que todo el pueblo de
Yave profetizara y pusiese Yave sobre
ellos su espíritu!» 30 Volvióse Moisés
al campamento, y con él los ancianos
de Israel. 31 Vino nn viento de Yave,
trayendo desde el mar codornices,
que dejó sobre el campamento, hasta
la altura de dos codos sobre la tierra.
32 El pueblo estuvo todo el día, toda
la noche y todo el día siguiente, reco¬
giendo codornices; el que menos re¬
cogió diez montones, y las pusieron
a secar en los alrededores del cam¬
pamento. 33 Aún tenían la carne entre
sus dientes, antes de que hubiesen
podido acabar de comerlas; encen¬
dióse en el pueblo el furor de \ r ave,
y Yave hirió al pueblo con una
plaga; 84 siendo llamado aquel lugar
Quibrat-Ha-Tava, porque allí auedó
sepultado el pueblo glotón. De
Quibrat-Ha-Tava partieron para Ja-
ser ot y acamparon allí.
NÚMEROS, 12, 13
14!)
Castigo de Marín, la hermana
de Moisés.
i O 1 * María y Arón murmuraban de
1 ^ Moisés por la mujer etíope que
éste había tomado, pues había to¬
mado Moisés por mujer una etíope.
2 Decían: «¿Acaso sólo con Moisés
habla Yave? ¿No nos ha hablado
también a nosotros?» Oyó esto Yave.
3 Moisés era hombre mansísimo, más
que cuantos hubiese sobre la haz
de la tierra. 4 Y dijo a Moisés, a
Arón y a María: «Id los tres al taber¬
náculo de la reunión.» 6 Una vez allí,
descendió Yave en la columna de
nube, y poniéndose a la entrada del
tabernáculo, llamó a Arón y a María.
Salieron ambos, 6 y él les dijo: «Oíd
mis palabras: Si uno de vosotros pro¬
fetizara, yo me revelaría a él en
visión y le hablaría en sueños. 7 No
así a mi siervo Moisés, que es en
toda mi casa el hombre de confianza.
8 Cara a cara hablo con él, y a las
claras, no por figuras; y él contem¬
pla el semblante de Yave. ¿Cómo,
pues, os habéis atrevido a difamar a
mi siervo Moisés?» 9 Y encendido
en furor contra ellos, fuése Yave.
10 Apenas se había retirado del ta¬
bernáculo la nube, apareció María
cubierta de lepra, como de nieve;
y miró Arón a María y la vió toda
cubierta de lepra. 11 Dijo entonces
Arón a Moisés: «¡Oh mi señor, no
eches sobre nosotros el peso de nues¬
tro pecadol Neciamente hemos obra¬
do, hemos pecado. 12 Que no quede
como el abortivo, que sale del vientre
de su madre ya medio consumido.»
13 Clamó entonces Moisés a Yave,
diciendo: «Ruégate, oh Dios, que la
sanes.» 14 Respondió Yave: «Si su
padre la hubiera escupido en el rostro,
¿no quedaría por siete días llena de
vergüenza? Que sea echada fuera del
campamento por siete días, y des¬
pués volverá.» 16 Fué, pues, María
echada fuera del campamento, y el
pueblo no se movió hasta que no
hubo tornado.
1 ^ 1 Partióse después de Jaserot
y acampó en el desierto de
Farán.
Los exploradores.
2 Yave habló a Moisés, diciendo:
«Manda a algunos hombres a explorar
la tierra de Canán que voy a daros:
8 manda a uno por cada tribu, y que
sean todos de los principales de entre
ellas.» 4 Mandólos Moisés desde el
desierto de Farán, según el mandato
de Yave, todos de los jefes de los
hijos de Israel. 5 Sus nombres son:
de la tribu de Rubén, Samua, hijo
de Zecur; 6 de la tribu de Simeón,
Safat, hijo de Juri; 7 de la tribu de
Judá, Caleb, hijo de Jefone; 8 de
la tribu de Isacar, Jigal, hijo de
José; 9 de la tribu de Efraím, Osea,
hijo de Nun; 10 de la tribu de Ben¬
jamín, Falti, hijo de Rafu; 11 de la
tribu de Zabulón, Gadicl, hijo de
Sodi^ 12 de la tribu de Manasés, Gadi,
hijo de Susi; 13 de la tribu de Dan,
Amiel, hijo de Guemalí; 14 de la tribu
de Aser, Setur, hijo de Miguel;
15 de la tribu de Neftalí, Najbi, hijo
de Vapsi; 16 de la tribu de Gad,
Güel, hijo de Maqui. 17 Estos son los
nombres de los mandados por Moi¬
sés para explorar la tierra.
A Osea, hijo de Nun, le dió Moisés
el nombre de Josué. 18 Mandólos,
pues, Moisés a explorar la tierra de
Canán, diciéndoles: «Subid de aquí
al Negucb; después subid a los mon¬
tes 19 y observad la tierra cómo es, qué
gente la habita, si fuerte o floja, si
poca o mucha; 20 qué tal es la tierra
habitada, si buena o mala; cuáles
son sus ciudades, si abiertas o amu¬
ralladas; 21 cuál su terreno; si fértil
o pobre, si con árboles o sin ellos.
Haceos fuertes y traed algunos frutos
de esa tierra.» Era esto al tiempo
de las primeras uvas. 22 Subieron ellos
y reconocieron la tierra desde el de¬
sierto de Sin hasta Rejob, camino
de Emat. 23 Subieron al Negueb y
llegaron a Hebrón, donde estaban
Ajimar, Sesai y Tolmai, hijos de
Enac. Hebrón fué fundada siete años
antes que Tanis en Egipto. 24 Llegaron
hasta el valle de Escol (1), cortaron
un sarmiento con racimos de uvas,
que trajeron dos en un palo, y gra¬
nadas e higos. 26 Llamaron a aquel
lugar Najal-Escol, por el sarmiento
de vid que allí hallaron los hijos de
Israel. 26 Volvieron de explorar la
tierra al cabo de cuarenta días; 27 y
llegados, se presentaron a Moisés y
Arón y a toda la asamblea de los
hijos de Israel en el desierto de Farán,
en Cades; 28 e hicieron relación a
ellos y a toda la asamblea, mostrando
(i) Está ai Norte de Hebrón y se dan ail*
todavía las mejores uvas de mesa de la Palestina *
150
NÚMEROS, 14
los frutos de la tierra, y contaron así:
«Hemos llegado a la tierra a donde
nos mandasteis; en verdad mana leche
y miel; ved sus frutos. 29 Pero la
gente que la habita es fuerte, y sus
ciudades son muy grandes y están
amuralladas; hemos visto también allí
a los hijos de Enac. 30 Los amaleci-
tas habitan la región del Negueb;
los geteos, jebuseos y ainorreos, la
parte montuosa; los cananeos, las
costas del mar y a lo largo del Jor¬
dán.» 31 Caleb, imponiendo silencio al
pueblo que murmuraba contra Moi¬
sés, clamó: «;Subamos, subamos lue¬
go. La conquistaremos, seremos más
fuertes que ellos!» 32 Pero loS que
habían subido con él, dijeron: «No
debemos subir contra aquella gente;
es más fuerte que nosotros.» 33 Y des¬
acreditaban entre los hijos de Israel
la tierra que habían explorado, di¬
ciendo: «Es una tierra que se traga
a sus habitantes, y todos cuantos de
ella hemos visto eran de gran talla.
34 Hasta gigantes hemos visto allí;
hijos de Enac, raza de gigantes, ante
los cuales nos pareció a nosotros que
éramos como langostas; y así les
parecíamos nosotros a ellos.»
Sedición.
^ I 1 Entonces toda la muchedum-
1 tc bre rompió a gritar, y eí pueblo
se pasó toda la noche llorando; 2 y
todos los hijos de Israel murmura¬
ban contra Moisés y Arón, y todos
decían: «|Ah, si hubiéramos muerto
en la tierra de Egipto, o muriéramos
siquiera en este desiertol 3 ¿Por qué
quiere llevarnos Ya ve a esa tierra a
perecer a la espada, V que sean nues¬
tras mujeres y nuestros hijos presa
de otros? ¿No sería mejor que nos
volviéramos a Egipto?» 4 Y unos a
otros se decían: «Elijamos un jefe
y volvámonos a Egipto.»
5 Entonces Moisés y Arón cayeron
sobre sus rostros ante toda la asam¬
blea de los hijos de Israel. 6 Josué,
hijo de Xun, y Caleb, hijo de Jefonc,
que eran de los que habían explorado
la tierra, rasgaron sus vestiduras; 7 y
hablaron a toda la asamblea de los
hijos de Israel, diciendo: «La tierra
por la que hemos pasado en recono¬
cimiento es sobremanera buena. 8 Si
agradamos a Yave, él nos hará entrar
en esa tierra y nos la dará. Es una
tierra que mana leche y miel. 9 No os
rebeléis contra Yave, y no tengáis
miedo de la gente de esa tierra, que
nos los comeremos como pan. Ellos
se han quedado sin amparo, y Yave
está con nosotros.» 10 Toda la asam¬
blea de Israel quería lapidarlos, pero
la gloria de Yave se mostró en el
tabernáculo de la reunión a todos
los hijos de Israel, 11 y Yave dijo a
Moisés: «¿Hasta cuándo me ha de
ultrajar este pueblo? ¿Hasta cuándo
no me ha de creer, después de todos
los prodigios que en medio de ellos
he hecho.» 12 Voy a herirle de mor¬
tandad y a hacer de ti una gran na¬
ción más grande y más fuerte que
ellos.» 13 Pero Moisés respondió a
Yave: «Y lo sabrán los egipcios, de
cuyo poder sacaste a este pueblo,
14 y se lo dirán a los habitantes de
esa tierra. Todos ellos saben que tú,
joh Yave!, habitas en medio de este
pueblo, que te dejas ver la cara, que
se posa sobre ellos tu nube, que vas
delante de ellos, de día en columna
de nube y de noche en columna de
fuego. 15 Si, pues, destruyes a este
pueblo, como si fuera un solo hombre,
los pueblos a los que ha llegado tu
fama dirán: 16 Por no haber podido
llevar a ese pueblo a la tierra que le
había prometido, los ha destruido
Yave en el desierto. 17 Haz, pues,
mi Señor, que resplandezca la forta¬
leza de Yave como tú mismo dijiste:
18 Yave, tardo a la ira y grande en
misericordia, que perdona la iniqui¬
dad y la rebeldía, aunque no la
deja impune, y visita la iniquidad
de los padres en los hijos hasta la
tercera y la cuarta generación. 19 Per¬
dona, pues, la iniquidad de este pueblo
según tu gran misericordia, como des¬
de Egipto hasta aquí le has perdo¬
nado.» 20 Dijole entonces Yave: «Los
perdono, según me lo pides, 21 mas
por mi vida y por mi gloria que
hinche la tierra toda, 22 que todos
aquellos que han visto mi gloria y
todos los prodigios que yo he obrado
en Egipto y en el desierto, y todavía
me han tentado diez y diez veces,
desoyéndome, 23 no verán la tierra
que a sus padres juré dar. No, nin¬
guno de los que así me han ultra¬
jado la verá. 24 Sólo a mi siervo
Caleb, que con espíritu del todo dife¬
rente me siguió enteramente, le haré
yo entrar en esa tierra donde ha es¬
tado ya, y su descendencia la tendrá
en posesión, 25 aunque amalccitas y
cananeos habiten en sus valles. Ma-
NÚMEROS, 15
151
ñaña mismo volveos y partid del de¬
sierto, camino del Mar Rojo.»
Castigo.
26 Yave habló a Moisés y Arón,
diciendo: 27 «¿Hasta cuándo voy a
estar oyendo lo que contra mí mur¬
mura esta turba depravada, las quejas
contra mí de los hijos de Israel?
28 Dilcs, pues: Por mi vida, palabra
de Yave, que lo que a mis oídos ha¬
béis susurrado, eso haré yo con vos¬
otros; 29 en este desierto yacerán
vuestros cuerpos. De todos vosotros,
los que en vuestro censo fuisteis con¬
tados de veinte años arriba, que
habéis murmurado contra mí, 30 nin¬
guno entrará en la tierra que con
juramento os prometí por habita¬
ción. Sólo Caleb, hijo de Jefone, y
Josué, hijo de Nun. 31 Pero a vuestros
hijos, los que dijisteis que serían
presa ajena, a ésos los introduciré
yo; y ellos disfrutarán la tierra que
vosotros habéis desdeñado. 32 Cuanto
a vosotros, en este desjerto yacerán
vuestros cuerpos. 33 Vuestros hijos
errarán por el desierto cuarenta años,
llevando sobre sí vuestras rebeldías,
hasta que vuestros cuerpos se con¬
suman en el desierto. 34 Tantos como
fueron los días de la exploración de
la tierra, cuarenta, tantos serán los
años que llevaréis sobre vosotros vues¬
tras rebeldías; cuarenta años, año por
día; y experimentaréis así mi aversión
por vosotros. 35 Yo, Yave, yo lo he
dicho. Eso haré con esta perversa
muchedumbre que se ha confabula¬
do contra mí. En este desierto se
consumirán; en él morirán.»
36 Todos aquellos a quienes mandó
Moisés a explorar la tierra, y de
vuelta concitaron a la muchedumbre
a murmurar contra él, desacreditando
la tierra, 37 todos cuantos habían
hablado mal de ella, murieron de
mala muerte ante Yave. 38 Sólo Caleb,
hijo de Jefone, y Josué, hijo de
Nun, quedaron con vida, de todos
aquellos hombres que fueron a ex¬
plorar la tierra.
Derrota.
39 Moisés refirió todo esto a los
hijos de Israel, y el pueblo quedó
desolado. 40 Subieron por la ma¬
ñana a la cumbre de un monte, di¬
ciendo: «Vamos a subir a la tierra
de que nos habló Yave; porque
hemos pecado.» 41 Díjoles entonces
Moisés: «¿Por qué queréis contrave¬
nir a la orden de Yave? Eso no puede
saliros bien. 42 No subáis, porque no
va Yave en medio de vosotros, y
seréis derrotados por el enemigo.
43 Los amalecitas y los cananeos están
del lado de allá, frente a vosotros,
y caeréis bajo su espada; porque ha¬
biendo vuelto vosotros las espaldas
a Yave, él no estará con vosotros.»
44 Ellos temerariamente se obstina¬
ron en subir a la cumbre del monte,
pero el arca de la alianza de Yave
y Moisés no se movieron de en medio
del campamento. 44 Bajaron los ama¬
lecitas y los cananeos del monte y
los derrotaron, poniéndolos en fuga
y persiguiéndolos hasta Jorma.
Algunas leyes relativas a los
sacrificios.
'I ft 1 Yave habló a Moisés di-
J ^ ciendo: 2 «Habla a los hijos de
Israel y diles: «Cuando hayáis en¬
trado en la tierra de vuestra habi¬
tación, que yo voy a daros, 3 y ha¬
gáis a Yave ofrenda de combustión,
holocausto o sacrificio para cumplir
un voto, o de vuestra libre voluntad
o en una de vuestras solemnidades,
presentando a Yave suave olor en
bueyes u ovejas, 4 quien haga la
ofrenda a Yave le presentará una
ofrenda de flor de harina, un déci¬
mo de efa amasada con un cuarto
de hin de aceite, que añadirá al ho¬
locausto o al sacrificio, 5 y un cuarto
de hin de vino para la libación, por
cada cordero. 6 Si es por carnero,
añadirá por cada uno la ofrenda de
dos décimas de efa de flor de ha¬
rina amasada con un tercio de hin
de aceite; 7 y presentará un tercio
de hin de vino para la libación, per¬
fume grato a Yave. 9 Si fuere de
buey el holocausto, ya en cumpli¬
miento de voto, ya de sacrificio pací¬
fico a Yave, presentará a más de él
a Yave, como ofrenda, tres décimas
de efa de flor de harina amasada con
medio hin de aceite, 10 y medio
de vino para la libación, combustión
de olor agradable a Yave. 11 Así
hará por cada buey, carnero, cor¬
dero o cabrito. 12 Cualquiera que sea
el número de las víctimas que ofrez¬
cáis, eso haréis por cada una. 13 Así
152
NÜMEROS, 15
lo harán todos los naturales, al ofre¬
cer víctimas de combustión en olor
grato a Yave. 14 Y si en vuestras
generaciones, un extranjero que ha¬
bite en medio de vosotros o esté entre
vosotros, ofreciere ofrenda de com¬
bustión, de suave olor a Yave, lo
hará como lo hagáis vosotros. 15 Una
misma ley regirá ante Yave para
vosotros, los de la congregación, y
para el extranjero que con vosotros
mora. 16 Una misma ley, un mismo
derecho tendréis vosotros y el pere¬
grino» (1).
17 Habló Yave a Moisés, diciendo:
18 «Habla a los hijos de Israel y
diles: «Cuando hubiéreis entrado en
la tierra a la cual os llevo, 19 cuando
comáis el pan de esa tierra, ofrece¬
réis de él ofrenda a Yave. 20 Como
primicia de vuestra masa, ofreceréis
un pan, del mismo modo que ofre¬
céis las primicias de vuestra era.
21 De las primicias de vuestras masas
ofreceréis ofrenda a Yave en vues¬
tras generaciones. 22 Si por inadver¬
tencia (2) faltareis, no poniendo
por obra todos estos mandamientos
que Yave os ha dado por Moisés,
23 todo lo que Yave os ha mandado
por Moisés, desde el día en que para
vosotros lo dispuso para todas vues¬
tras generaciones en adelante, 24 en¬
tonces la inadvertencia cometida por
la congregación será expiada por la
ofrenda de ella toda, de un novillo
en holocausto de suave olor a Yave,
con la oblación y la libación de rito,
y un macho cabrío por el pecado.
25 El sacerdote que haga la expiación,
la hará por toda la congregación
de los hijos de Israel, y les será per¬
donado, porque fué por ignorancia
y han presentado a Yave su ofrenda
de combustión y la víctima expia¬
toria por su inadvertencia ante Yave.
26 Y le será perdonado a toda la
congregación de los hijos de Israel
y al extranjero que en medio de
ellos habita, porque del pueblo todo
fué la inadvertencia. 27 Si el que por
inadvertencia pecó fuese uno solo,
(l) Por la circuncisión, el extranjero se
incorpora a Israel. Esto, como también el ser
admitido el extranjero a ofrecer sacrificios
(Ntim. 14. 15), rompe el cerco de religión nacio¬
nal y hace a la religión de Israel universal en
poiencia.
(a) Esto de que aun el pecado cometido
por inadvertencia impurifique, pone de relieve
el altísimo concepto que de la santidad divina
quería Dios que tuviese el pueblo.
ofrecerá un cabrito primal por el
pecado, 28 y el sacerdote hará la
expiación ante Yave por el que pecó
por inadvertencia, para expiarle, y
le será perdonado. 29 Para el indígena
de los hijos de Israel y para el extran¬
jero que habita en medio de vos¬
otros tendréis la misma ley, cuanto
al pecado cometido por inadverten¬
cia. 30 Pero cualquiera que sea,
indígena o extranjero, el que con
altiva mano obrare, ultrajando a
Yave, 31 ése será enteramente borrado
de en medio de su pueblo; por haber
menospreciado la palabra de Yave
y haber traspasado su mandato, será
exterminado y llevará sobre sí su
iniquidad.
Castigo de un violador del sábado
32 Sucedió, cuando estaban los
hijos de Israel en el desierto, que
encontraron a un hombre recogiendo
leña en sábado; 33 y los que le encon¬
traron le denunciaron a Moisés y
Arón y a toda la asamblea; 31 y le
encarcelaron, porque no había sido
todavía declarado lo que se había
de hacer con él. 36 Yave dijo a Moisés:
«Sin remisión muera ese hombre.
Que lo lapide el pueblo todo fuera
del campamento.» 36 Y fué llevado
fuera del campamento y fué lapi¬
dado, como se lo mandó Yave a
Moisés (1).
37 Yave habló a Moisés, diciendo:
38 «Habla a los hijos de Israel, y
diles que se pongan flecos en los
bordes de sus mantos, y aten los
flecos de cada borde con un cordón
de color de jacinto, 39 para que les
sirva, cuando lo vean, para acor¬
darse de todos los mandamientos de
Yave; para que los pongan por obra,
sin irse detrás de los deseos de su
corazón y de sus ojos, a los que se
prostituyen; 40 porque así, acor¬
dándoos de mis preceptos y ponién¬
dolos por obra, seréis santos a vuestro
Dios. 41 Yo, Yave, vuestro Dios,
que os ha sacado de la tierra de
Egipto, para ser vuestro Dios. Yo,
Yave, vuestro Dios.»
(1) La violación del sábado, día consa¬
grado a Dios, era un sacrilegio; y el sacrilegio,
no sólo en la religión de Israel, sino en las reli¬
giones gentílicas, era generalmente castigado
con la muerte.
NÚMEROS, 16
153
La sedición do Coré y su castigo.
1 f\ (1) 1 Coré, hijo de Tsar, hijo de
Caat, hijo de Leví; Datán y Abi-
rón, hijos de Eliab; y On, hijo de Felet,
de los descendientes de Rubén, 2 se
alzaron y se pusieron enfrente de
Moisés, arrastrando tras sí a dos¬
cientos cincuenta varones de los hijos
de Israel, todos de los principales
de la asamblea, de los del consejo,
hombres distinguidos. 3 * * Se conjura¬
ron contra Moisés y Arón y dijeron
a éstos: «Básteos ser uno de tantos,
pues santos son todos los de la asam¬
blea, y en medio de todos está Yave.
¿Con qué derecho os levantáis vos¬
otros sobre la asamblea de Yave?»
4 Apenas oyó esto Moisés, se echó
rostro a tierra. 6 Después habló a
Coré y a toda su facción, diciendo:
«Mañana dará Yave a conocer quién
es el suyo y quién es el santo que
quiere cerca de sí; y al elegido, él
a sí lo acercará: 6 Haced esto: Tomad
vuestros incensarios, Coré y toda su
facción; 7 poned mañana fuego en
ellos, y sobre el fuego el incienso
ante Yave; aquel a quien elija Yave,
ése será el santo. Esto os bastará,
hijos de Leví.» 8 Y volviéndose
después a Coré, añadió: 9 «Oídme,
hijos de Leví: ¿Os parece todavía
poco el haberos Yave, Dios de Israel,
segregado de la congregación de
Israel, acercándoos a sí, para que le
sirváis en el tabernáculo de Yave,
y estéis delante de la comunidad
como ministros suyos? 10 Porque él
os ha allegado de ese modo a ti y
a todos tus hermanos, hijos de Leví,
¿ambicionáis también ahora el sacer¬
docio? 11 Tú y tus partidarios habéis
conspirado contra Yave. ¿Qué es
Arón, para que contra él vayan
vuestras murmuraciones?» 12 Moisés
mandó llamar a Datán y Abirón,
hijos de Eliab; pero ellos respondie¬
ron: «No queremos ir; 13 ¿todavía
te parece poco habernos sacado de
una tierra que mana leche y miel,
para traernos a morir en un desierto,
que también quieres hacerte nuestro
emperador y como emperador tira¬
nizarnos? 14 No es a una tierra que
mana leche y miel a donde nos has
(i) En esta sedición intervienen dos fac¬
ciones, que se unen en la rebelión. La de Core,
levita, y sus seguidores, levitas, que aspiran
al sacerdocio, y la facción de Datán y Abirón,
rubenitas, que aspiran a la supremacía política
traído; ni un trozo de tierra nos has
dado en posesión, ni una viña. ¿Crees
que están ciegos todos estos hombres?
No, no vamos.» 16 Moisés, muy eno¬
jado, dijo a Yave: «No atiendas a su
oblación. Ni un asno siquiera he
tomado yo de ellos; a nadie he per¬
judicado.» 16 Y luego dijo a Coré:
«Tú y tus partidarios, presentaos
mañana ante Yave; tú y ellos y Arón.
17 Tomad cada uno un incensario
y poned en él el incienso, y llegaos
a Yave cada uno con su incensario,
doscientos cincuenta incensarios, tú
también y Arón, con su incensario
cada uno.» 18 Tomaron, pues, cada
uno su incensario, pusieron en ellos
el fuego y echaron sobre él el incienso,
y se presentaron a la entrada del
tabernáculo del testimonio con Moi¬
sés y Arón. 19 Coré había llevado tras
sí a toda la muchedumbre, a la
entrada del tabernáculo de la reunión,
y la gloria de Yave se mostró a toda
la muchedumbre. 20 Yave dijo a
Moisés y Arón: 21 «Apartaos de esa
turba, que voy a destruirla en se¬
guida.» 22 Ellos, postrándose rostro
a tierra, dijeron: «lOh Dios, Dios
del espíritu de toda carne! ¿No es
uno el que ha pecado? ¿Por qué
airarte contra toda la congregación?»
23 Yave habló entonces a Moisés, di¬
ciendo: 24 «Habla a la congregación y
di: Apartaos de en derredor del taber¬
náculo, de donde está Coré.» 25 Le¬
vantóse Moisés y se fue a donde
estaban Datán y Abirón, yendo tras
él los ancianos, 26 y habló a la con¬
gregación, diciendo: «Apartaos luego
de las tiendas de estos impíos, no
toquéis nada suyo, para que no pe¬
rezcáis por sus pecados.» 27 Apartóse
la muchedumbre de en derredor de
las tiendas de Datán y Abirón, y
salieron éstos a la puerta de sus tien¬
das, y se quedaron allí en pie con
sus mujeres, sus hijos y sus peque¬
ños. 28 Dijo entonces Moisés: «Ahora
vais a saber que es Yave quien me
ha enviado, para hacer cuanto he
hecho, y que no lo hice de mi propio
impulso. 29 Si éstos mueren de muerte
natural, como mueren los hombres,
no ha sido Yave el que me ha enviado;
30 pero si haciendo Yave algo insó¬
lito, abre la tierra su boca y se los
traga con todo cuanto es suyo, y
bajan vivos al abismo, conoceréis
que estos hombres han irritado a
Yave.» 31 Apenas acabó de decir
estas palabras, rompióse el suelo
54
NÚMEROS, 17
debajo de ellos, 32 abrió la tierra su
boca y se los tragó, 33 a ellos, sus
casas y todos los partidarios de
Coré, con todo lo suyo. Vivos se
precipitaron en el abismo, y los cu¬
brió la tierra, siendo exterminados
de en medio de la asamblea. 34 Todo
Israel que allí en torno se hallaba,
al oír sus gritos, huyó por miedo de
que los tragase también a ellos la
tierra. 35 También los doscientos
cincuenta hombres que ofrecían el
incienso fueron abrasados por un
fuego de Ya ve. 36 Después Ya ve habló
a Moisés, diciendo: 37 «Manda a
Eleazar, hijo de Arón, sacerdote,
que saque del incendio los incen¬
sarios, apartando el fuego, porque
están santificados. 38 Los incensa¬
rios de esos que contra sus vidas
pecaron, hazlos laminar y reviste
con las láminas el altar, pues se
ofreció con ellos a Ya ve quedando
santificados, y servirán de recuerdo
para los hijos de Tsrael.» 39 Tomó
Eleazar los incensarios de bronce
con que habían ofrecido los abrasa¬
dos, y los mandó laminar para reves¬
tir el altar, 40 para memoria de los
hijos de Israel, de que ningún extraño
a la estirpe de Arón se acerque a
ofrecer el timiama ante Yavc, para
no incurrir en la muerte de Coré
y de sus secuaces, como lo había
mandado Yave por Moisés.
Otro tumulto.
41 Al día siguiente la muchedumbre
de los hijos de Israel murmuraba
contra Moisés y Arón, diciendo:
«Vosotros habéis exterminado al pue¬
blo de Yave.» 42 Y mientras la mu¬
chedumbre se reunía contra Moisés
y Arón, éstos se dirigieron al taber¬
náculo de la reunión: y he aquí que
le cubrió la nube y apareció la gloria
de Yave. 43 Moisés y Arón se acer¬
caron al tabernáculo de la reunión,
44 y Yave habló a Moisés, diciendo:
46 Quitaos de en medio de esa turba,
que voy luego a destruirla.» Ellos se
postraron rostro a tierra, y Moisés
dijo a Arón: 46 «Coge el incensario,
pon en él fuego del altar y el incienso,
y corre a esa muchedumbre y expíala,
porque se ha encendido la ira de
Yave y ha comenzado ya la mortan¬
dad.» 47 Tomó Arón el incensario,
como se lo mandara Moisés, y corrió
a la muchedumbre: ya había comen¬
zado la plaga a hacer estragos en
el pueblo; pero él tomó el incienso
e hizo expiación por el pueblo, 48 y
se quedó entre muertos y vivos hasta
que cesó la mortandad. 49 Habían
perecido en aquella mortandad ca¬
torce mil setecientos, sin contar los
que murieron por lo de Coré. 60 Des¬
pués, cuando hubo cesado la mortan¬
dad, se volvió Arón a la entrada del
tabernáculo de la reunión, donde
estaba Moisés.
La vara de Arón.
-1 H 1 Habló Yave a Moisés, di-
1 6 ciéndole: 2 «Habla a los hijos
de Tsrael y haz que te entreguen una
vara por cada uno de los príncipes
de casa patriarcal, una por cada
una de las doce casas patriarcales,
y escribe en cada una el nombre de
una de ellas. El nombre de Arón lo
escribirás en la vara de Leví, pues
cada vara ha de llevar el nombre del
cabeza de cada casa patriarcal. 4 Pon-
las todas en el tabernáculo, delante
del testimonio, desde el cual yo hablo.
6 Florecerá la vara de aquel a quien
elija yo, a ver si hago cesar de una
vez las quejas y murmuraciones de
los hijos de Israel contra vosotros.»
6 Habló Moisés a los hijos de Israel,
y todos sus jefes le entregaron las
varas, una por cada casa patriarcal,
doce varas; a ellas se unió la vara de
Arón, 7 y Moisés las puso todas ante
Yave en el tabernáculo de la reunión.
8 Al día siguiente vino Moisés al
tabernáculo; y la vara de Arón, la
de la casa de Leví, había echado
brotes, yemas, flores y almendras.
9 Sacó Moisés las varas a los hijos
de Tsrael, y tomó cada uno su
vara.
10 Yave dijo a Moisés: «Vuelve
la vara de Arón al testimonio, y
guárdese en él, para que sirva de
memoria a los hijos rebeldes, y que
cesen así sus quejidos contra mí y
no mueran.» 11 Hízolo así Moisés;
como Yave se lo había mandado,
así lo hizo.
12 Los hijos de Israel hablaron a
Moisés, diciendo: «Está visto, muer¬
tos somos, perdidos, perdidos todos;
13 cuantos pretenden acercarse al
tabernáculo de Yave, perecen. ¿En
verdad, habremos de perecer to¬
dos T»
NÚMEROS. 18
155
Deberes y derechos de los levitas.
1 Sí 1 Dijo Yavc a Arón: «Tú y tus
1 hijos, y la casa de tu padre
contigo, llevaréis sobre vosotros la
iniquidad del santuario; tú y tus
hijos contigo, la de vuestro sacer¬
docio. 2 Acerca a ti tus hermanos, la
tribu de Leví, la tribu de tu padre;
admítelos contigo al servicio del san¬
tuario como adjuntos, para que te
sirvan cuando tú y tus hijos estéis
en el tabernáculo de la reunión. 3 Es¬
tarán a tu servicio y al de todo el
tabernáculo; pero no han de acer¬
carse, ni a los utensilios del santua¬
rio, ni al altar, para no morir ellos
y vosotros. 4 Los tendrás como ad¬
juntos, y tendrán a su cuidado el
tabernáculo de la reunión, para hacer
todo el servicio. Ningún extraño se
acercará a vosotros. 5 Tendréis el
cuidado del santuario y del altar,
para que no se deslogue ya más la
ira contra los hijos de Israel. 6 Yo
he tomado de entre los hijos de Israel
a los levitas, vuestros hermanos, y os
los he dado a vosotros, don de Yavc,
para hacer el servicio del tabernáculo
del testimonio. 7 Pero tú y tus hijos
ejerceréis vuestro sacerdocio en cuanto
concierne al altar y del velo adentro;
sois vosotros los que habéis de hacer
este servicio. Yo os he dado en puro
don vuestro sacerdocio, y el extraño
que pretenda acercarse, morirá.»
8 Dijo también Yave a Arón: «Te
encomiendo también la guarda de las
ofrendas a mí, y os doy todas las
cosas santas de los hijos de Israel,
por razón de la unción, a ti y a tus
hijos por ley perpetua. 9 He aquí
lo que de las cosas santísimas te co¬
rresponderá, de las combustiones. To¬
das sus ofrendas, toda oblación, todo
sacrificio por el pecado y todo sacri¬
ficio expiatorio que me ofrezcan,
todo esto, como cosas santísimas,
serán para ti y para tus hijos. 10 Las
comeréis en lugar santísimo, las co¬
merán todos los varones, y serán
cosas santas para vosotros. 11 Tam¬
bién será tuyo esto otro: lo que de
sus dones se reserva, de toda ofrenda
agitada de los hijos de Israel; os lo
doy a ti y a tus hijos y a tus hijos
contigo, por estatuto perpetuo; todo
el que sea puro de tu casa, lo comerá.
12 Todo lo mejor del aceite, del
mosto y del trigo, 13 las primicias de
su tierra, que han de traer a Yave,
tuyos son; todos los que de tu casa
estén limpios, comerán de ellos
14 Todo cuanto en Israel sea consa
grado al anatema, le pertenecerá
15 Todo primogénito de toda carne,
así de los hombres como de los ani¬
males que han de ofrecer a Yave,
será tuyo. 16 Harás rescatar los pri¬
mogénitos de los hombres y los pri¬
mogénitos de los animales impuros.
Harás que sean rescatados cuando
tengan un mes, y según tu estima¬
ción, en cinco sidos de plata, al si¬
do del santuario, que es de veinte
güeras; 17 pero no aceptarás rescate
por el primogénito de una vaca, de
una oveja, ni de una cabra; serán
cosas santas; derramarás su sangre
en torno del altar, quemarás su sebo
en sacrificio de combustión de olor
grato a Yave, 18 y su carne será para
ti, como lo es el pecho que se agita
y el brazuelo derecho. 19 Todo cuanto
de las cosas santas se reserva, lo
que reservan los hijos de Israel para
Yave, a ti te lo doy, a ti, a tus hijos
y a tus hijas contigo, en estatuto
perpetuo; es pacto de sal perpetuo,
ante Yave, contigo y con toda tu
descendencia.»
20 Dijo también Yave a Arón; «Tú
no tendrás tu parte de la heredad
en su tierra, y no habrá parte para
ti en medio de ellos; soy yo tu parte
y tu heredad en medio de los hijos
de Israel. 21 Yo doy como heredad
a los hijos de Leví todas las décimas,
por el servicio que prestan, por el
servicio del tabernáculo de la re¬
unión. 22 Los hijos de Israel no lian
de acercarse ya más al tabernáculo
de la reunión, no lleven sobre sí su
pecado y mueran. 23 Serán los levitas
los que harán el servicio del taber¬
náculo de la reunión, y ellos los que
sobre sí llevarán su iniquidad. Por
ley perpetua entre vuestros descen¬
dientes, no tendrán heredad en medio
de los hijos de Israel, 24 pues yo. les
doy por heredad las décimas que los
hijos de Israel han de entregar a
Yave; por eso les digo: no tendréis
heredad en medio de Israel.»
25 Habló Yave a Moisés, diciendo;
26 «Habla a los levitas y diles: Cuando
recibáis de los hijos de Israel las
décimas de sus bienes, que yo os
doy por heredad vuestra, presen¬
taréis a Yave en ofrenda una décima
de la décima, 27 y esta ofrenda os
será contada como si fuese el trigo
de la era o el mosto del lagar. 28 Así
ofreceréis también vosotros a Yave
156
NÚMEROS, 19, 20
una ofrenda de todas las décimas que
recibáis de los hijos de Israel, y esta
ofrenda reservada a Ya ve se la daréis
al sacerdote Arón. 29 De todos los
dones que recibáis, reservaréis la
ofrenda a Yave, de todo lo mejor,
la porción santa que de ello habéis
de consagrarle. 30 Les dirás: Una vez
reservado lo mejor, la décima será
para los levitas, como fruto de la
tierra o fruto del lagar; 31 la come¬
réis en cualquier lugar, vosotros y
vuestra familia, porque es vuestro
salario por el servicio que prestáis
en el tabernáculo de la reunión.
32 Una vez ofrecido lo mejor en ofren¬
da, no incurrís ya en culpa ni profa¬
náis las cosas santas de los hijos de
Israel, y no moriréis.»
El agua lustral.
1 Q 1 Habló Yave a Moisés y Arón,
1 diciéndoles: «He aquí la orde¬
nación de ley que prescribe Yave:
Di a los hijos de Israel que te traigan
una vaca roja perfecta, sin defecto,
y que no haya todavía llevado el
yugo sobre sí; 3 se la entregaréis a
Eleazar, sacerdote, y el la sacará
fuera del campamento, la hará dego¬
llar en su presencia, 4 y tomando
de su sangre con su dedo, aspergerá
con ella hacia el frente del taber¬
náculo de la reunión siete veces.
6 Hará quemar la vaca en su pre¬
sencia, quemando la piel, la carne
y la sangre y los excrementos. 6 To¬
mará luego el sacerdote madera de
cedro, hisopo y púrpura, y lo echará
en medio del fuego en que arde la
vaca. 7 El sacerdote lavará luego sus
vestidos y su cuerpo con agua, y
entrará después en el campamento;
será inmundo el sacerdote hasta la
tarde. 8 Lo mismo el que la quemó,
lavará con agua sus vestiduras y su
cuerpo, y será inmundo hasta la
tarde. 9 Un hombre limpio recogerá
las cenizas; las recogerá y las llevará
fuera del campamento a un lugar
limpio, y las guardarán los hijos de
Israel para el agua expiatoria. Es
una expiación.
10 El que recogió las cenizas de
la vaca, lavará sus vestidos y será
inmundo hasta la tarde. Será ésta
para los hijos de Israel, y para el
extranjero que habita entre ellos, ley
perpetua. 11 El que tocare un muerto,
cualquier cadáver humano, se hace
impuro por siete días, 12 y se puri¬
ficará con este agua al tercer día
y al séptimo será puro; no quedará
limpio hasta el día séptimo. 12 Quien
tocare un muerto, el cadáver de un
muerto, y no se purificare, contamina
el tabernáculo de Yave, y será bo¬
rrado de Israel porque no se purificó
con el agua lustral; será inmundo,
quedando sobre él su inmundicia.
14 Esta es la ley: Cuando muriere
alguno en una tienda, todo el que
entre en la tienda y cuanto en ella
hay, será inmundo por siete días;
15 toda vasija que no tenga tapadera
será inmunda; 16 y cualquiera que en
campo abierto tocare un muerto de
espada o un muerto cualquiera, o
huesos humanos, o un sepulcro, será
inmundo por siete días. 17 Para
quien esté inmundo, tomarán de la
ceniza de la vaca quemada en sacri¬
ficio expiatorio, y echarán sobre ella
un vaso de agua viva; 18 uno que esté
limpio tomará hisopo, y mojándolo
en el agua aspergerá la tienda y todos
los muebles y todas las personas que
en ella hubiere, o al que hubiere
tocado huesos humanos, o al matado,
o al muerto, o al sepulcro. 19 El lim¬
pio aspergerá al inmundo al tercero
y al séptimo día; y purificado el
impuro al séptimo día, lavará sus
vestidos y a la tarde será puro.
20 El inmundo que no se purificare
será borrado de la congregación, por
haber contaminado el santuario de
Yave; no habiendo sido rociado con
el agua lustral, es inmundo. 21 Será
ley perpetua; y el que haga asper¬
sión al otro con el agua lustral,
lavará sus vestidos, y quien tocare
el agua lustral será inmundo hasta
la tarde. 22 Todo lo que tocare el
inmundo será inmundo, y quien algo
de ello tocare, será inmundo hasta
la tarde.
Las aguas de Alcriba.
1 Llegaron los hijos de Israel,
-U toda la congregación, al de¬
sierto de Sin, el primer mes, y acampó
el pueblo en Cades (1). Allí murió
María y allí fué sepultada. 2 No había
allí agua para la muchedumbre, y
(i i Cades se halla en los limites entre el
desierto y la tierra habitada de la Palestina;
todavía subsiste y con el mismo nombre. La
estancia del pueblo allí fué muy larga.
NÚMEROS, 21
157
ésta se amotinó contra Moisés y
Arón. 3 El pueblo se quejaba contra
Moisés, y decía: «lOjalá hubiéramos
perecido cuando perecieron nuestros
hermanos ante Yave! 4 ¿Por qué has
traído al pueblo de Yave a este de¬
sierto a morir, nosotros y nuestros
ganados? 5 ¿Por qué nos sacaste de
la tierra de Egipto, para traernos
a un lugar tan horrible como éste,
que ni puede sembrarse, ni tiene
viñas, ni higueras, ni granados, y
donde ni agua siquiera hay para
poder beber?» 6 Moisés y Arón se
apartaron de la muchedumbre, a la
entrada del tabernáculo de la reunión,
y postráronse rostro a tierra. Apa¬
reció la gloria de Yave, 7 y Yave
habló a Moisés, diciendo: 8 «Coge
el cayado y reúne a la muchedumbre,
tú y Arón, tu hermano, y en su pre¬
sencia hablad a la roca y ésta dará
sus aguas; de la roca sacarás agua
para dar de beber a la muchedumbre
y a sus ganados.» 9 Moisés tomó de
delante de Yave el cayado, como se
lo había él mandado; 10 y juntando
Moisés y Arón a la muchedumbre
delante de la roca, les dijo: «¡Oíd,
rebeldes! ¿Podremos nosotros hacer
brotar agua de esta roca?» 11 Alzó
Moisés su brazo e hirió con el cayado
la roca por dos veces, y brotaron de
ella aguas en abundancia, y bebió
la muchedumbre y sus ganados.
13 Yave dijo entonces a Moisés y
Arón: «Porque no habéis creído en
mí, santificándome a los ojos de los
hijos de Israel, no introduciréis vos¬
otros a este pueblo en la tierra que
yo les he dado.» 13 Estas son las aguas
de Meriba, donde los hijos de Israel
se querellaron contra Y r ave, que les
dio una prueba de su santidad.
Edom se niega a dar paso libre
a Israel.
14 Mandó Moisés embajadores desde
Cades al rey de Edom, para que le
dijesen: «Israel, tu hermano, te dice:
Tú sabes todas las peripecias que nos
han ocurrido: 16 cómo nuestros padres
bajaron a Egipto, y hemos estado
en Egipto largo tiempo, y cómo nos
maltrataron los egipcios a nosotros
y a nuestros padres; 16 cómo clama¬
mos a Yave, y oyó éste nuestra
voz, y mandó a su ángel que nos
sacó de Egipto; y que estamos aquí
en Cades, ciudad situada al extremo
de tus fronteras. 17 Te rogamos, pues,
que nos des paso libre por tu terri¬
torio. No atravesaremos tus sembra¬
dos ni tus viñas, ni beberemos el
agua de tus pozos; iremos por el
camino real, sin apartarnos, ni a
derecha ni a izquierda, hasta que
salgamos de tu territorio.» 18 Edom
respondió: «No pasarás, o me opon¬
dré con las armas contra ti.» 19 Dijé-
ronle entonces los hijos de Israel:
«Iremos por el camino trillado, y si
de tus aguas bebo, yo y mis ganados,
te daremos el precio de ellas; es cosa
de nada; sólo con mis pies tocaré tu
tierra.» 20 Pero Edom respondió: «No
pasarás.» Y salió Edom contra él
con mucha gente fuertemente ar¬
mada. 21 No dió Edom paso por su
territorio, e Israel se alejó de él.
Muerte de Arón.
22 Alzando de Cades el campamento,
llegó Israel con toda la muchedum¬
bre al monte Or. 23 Yave habló a
Moisés y Arón en el monte Or, que
está en los confines de la tierra de
Edom, diciendo: 24 «Arón va a reunir¬
se con su pueblo, pues no ha de
entrar en la tierra que yo he dado
a los hijos de Israel, por haber sido
rebelde a mi mandato en las aguas
de Meriba. 25 Toma a Arón, y a su
hijo Eleazar, y sube con ellos al
monte Or; y allí 26 que se des¬
nude Arón de sus vestiduras, y re¬
vista de ellas a Eleazar, su hijo,
porque allí se reunirá Arón con los
suyos; allí morirá.» 27 Hizo Moisés
lo que mandaba Y r ave, y a la vista
de toda la muchedumbre subieron al
monte Or. 26 Moisés hizo que se
desnudara Arón de sus vestiduras y
revistió de ellas a Eleazar, su hijo;
y allí murió Arón en la cumbre del
monte. Moisés y Eleazar bajaron del
monte; 29 y viendo la muchedumbre
que Arón había muerto, hicieron due¬
lo por él todas las familias de Israel,
por treinta días.
Victoria contra el rey de Arad.
1 El cananeo, el rey de Arad,
¿Y que habitaba en el Negueb, al
oír que venía Israel por el camino
de Atarim, los atacó y cogió prisio¬
neros. 2 Hizo entonces Israel voto a
Y T ave, diciendo: «Si entregas a este
158
NÚMEROS, 21
pueblos en mis manos, yo destruiré
sus ciudades.» (i) * 3 * Oyó Yave la voz
de Israel, y le entregó el cananeo, a
quien dió al anatema, destruyéndo¬
los a ellos y a sus ciudades, por lo
cual fue llamado aquel lugar Jorma.
La serpiente de bronce.
4 Partiéronse del monte Or en di¬
rección al Mar Rojo (1), rodeando
la tierra de Edom; y el pueblo, im¬
paciente, 5 murmuraba por el camino
contra Dios y contra Moisés, dicien¬
do: «¿Por qué nos habéis sacado de
Egipto a morir en este desierto? No
hay pan ni agua, y estamos ya can¬
sados de un tan ligero manjar como
éste.» 6 Mandó entonces Yave contra
el pueblo serpientes venenosas que
los mordían, y murió mucha gente
de Israel. 7 El pueblo fue entonces
a Moisés, y le dijo: «Hemos pecado,
murmurando contra Yave y contra
ti; pide a Yave que aleje de nosotros
las serpientes.» Moisés intercedió por
el pueblo, 8 y Yave dijo a Moisés:
«Hazte una serpiente de hronce y
ponía sobre un asta; y cuantos mor¬
didos la miren, sanarán.» 9 Hizo,
pues, Moisés una serpiente de bron¬
ce, y la puso sobre un asta; y cuando
alguno era mordido por una serpiente,
miraba a la serpiente de bronce y se
curaba.
Victoria contra los amorreos.
10 Partiéronse los hijos de Israel
y acamparon en Obot; 11 y partidos
de Obot, acamparon junto a las fuen¬
tes de Abarim, en el desierto que hay
enfrente a Moah, al oriente. 12 Par¬
tidos de allí, acamparon junto al
torrente Zared; 13 y partidos de allí,
acamparon a la otra orilla del Arnón,
en el desierto, fuera del territorio
de los amorreos, pues el Arnón es
confín de Moab, entre Moab y los
amorreos. 14 Por eso se decía en el
libro «Guerras de Yave»:
(i) Desde Cades, marchando hacia Oriente,
el pueblo hubiera podido ir directamente a la
tierra prometida por camino bien corto, atra¬
vesando el territorio de Edom. La negativa
de éste a darles paso, les obligó a seguir ro¬
deando la frontera occidental de Edom, hasta
llegar a Asiongaber, en la costa del Mar Rojo,
para continuar luego por su frontera oriental,
hasta llegar a los límites de los amorreos.
«Contra Vaheb en Sufa,
Contra las estrechuras del Arnón,
15 Las estrechuras de su curso,
Que se extiende hacia la región
de Ar,
Y se apoya en los confines de
Moab.»
16 De allí vinieron a Beer; es el
pozo a que se refería Yave, cuando
dijo a Moisés: «Reúne al pueblo y
yo le daré agua.» 17 Entonces cantó
Israel este canto:
«¡Sube, pozo: cantadle!
18 Los príncipes del pueblo le exca¬
varon
Con sus cayados, con sus báculos.»
Del desierto fueron a Matana, 19 de
Matana a Najaliel, de Najaliel a
Bamot, 20 de Bamot al valle que
hay en los llanos de Moab, dominado
por el monte Fasga, que mira al
desierto. 21 Israel mandó embajadores
a Seón, rey de los amorreos, que le
dijeran: 22 «Déjanos pasar por tu
territorio; no iremos ni por los cam¬
pos ni por las viñas, ni beberemos el
agua de tus pozos; iremos por el ca¬
mino real, hasta salir de tus fronte¬
ras.» 23 Seón se negó a dejar pasar a
Israel por su territorio; y reuniendo
a toda su gente, salió al encuentro
de Israel en el desierto, y le dió la
batalla en Jasa. 24 Israel le derrotó
al filo de la espada, y se apoderó de
su tierra, desde el Arnón hasta el
Jaboc, junto a la frontera de los
hijos de Ammón, pues Jazcr era fron¬
tera de los amonitas. 25 Conquistó
Israel todas estas ciudades, y habitó
en las ciudades de los amorreos, en
Hesebón y todas las ciudades que
de ella dependen, 26 pues Hesebón
era la residencia de Seón, rey de los
amorreos, que había hecho antes la
guerra al rey de Moab y se había
apoderado de toda su tierra hasta el
Arnón. 27 Por eso cantaban los tro¬
vadores:
«Id a Hesebón, edificad y construid
la ciudad de Seón;
28 Fuego ha salido de Hesebón,
llama de la ciudad de Seón;
Que devoró las ciudades de Moab
y consumió las alturas del Arnón.
29 |Ay de ti, Moab! Has perecido,
pueblo de Camos,
Fueron dados a la fuga sus hijos,
y sus hijas por cautivas.
30 Pero al rey de los amorreos,
Seón, le han arrebatado el noval
desde Hesebón hasta Dibón.
Y sus mujeres, humilladas hasta
NÚMEROS, 22
159
tener que encender el fuego en Ha¬
daba.»
31 Así habitó Israel en la tierra de
los amorreos.
32 Mandó Moisés a reconocer a
Jazer, y se apoderaron de las ciuda¬
des que de ella dependían, expul¬
sando de ellas a los amorreos que
allí habitaban; 33 y volviéndose, su¬
bieron camino de Basán, saliéndoles
al encuentro Og, rey de Basán, con
todo su pueblo, para dar la batalla
en Edrai. 34 Yave dijo a Moisés:
«Ño le temas, que a tus manos te lo
entrego a él, a su pueblo, y toda su
tierra, y harás con él lo que hiciste
de Seón, rey de los amorreos, que
habitaba en Hesebón.» 35 Y le derro¬
taron a él, a su hijo y a toda su
gente, hasta no dejar ni uno, y se
apoderaron de su tierra.
Balam. »
¿yty 1 Partieron los hijos de Israel
— y acamparon en los llanos de
Moab, al otro lado del Jordán, frente
a Jericó. 2 Balac, hijo de Sefor, supo
cuanto había hecho Israel a los amo¬
rreos; 3 y Moab temió grandemente,
al aparecer aquel pueblo tan nume¬
roso, y se amedrentó ante los hijos
de Israel. 4 Moab dijo a los ancianos
de Madián: «Este pueblo va a devo¬
rar nuestros contornos, como devora
un buey la hierba del campo » Era
entonces rey de Moab, Balac, hijo
de Sefor. 6 Mandó, pues, mensajeros
a Balam, hijo de Beor, a Petur, que
está junto al río, en tierra de los hijos
de Ammón, para que le llamasen,
diciéndule: «Mira, ha salido de Egipto
un pueblo que cubre la superficie de
la tierra, y está ya cerca de mí.
6 Ven, pues, y maldíceme a este
pueblo, pues es más fuerte que yo,
a ver si así podemos hacer que le
derrotemos, pues sé que es bendito
aquel a quien tú bendices, y maldito
aquel a quien maldices tú.» 7 Fueron,
pues, ancianos de Moab, y ancianos
de Madián, llevando en sus manos
el precio del conjuro; y llegados a
Balam, le transmitieron las palabras
de Balac. 8 El Ies dijo: «Pasad aquí
esta noche y yo os responderé, según
lo que me diga Yave.» Quedáronse
los príncipes de Moab con Balam;
9 Dios vino en la noche a Balam y
le dijo: «¿Quiénes son ésos que están
contigo?» 10 Balam respondió a Dios:
«Balac, hijo de Sefor, rey de Moab:
los ha mandado a mí para decirme,
11 El pueblo salido de Egipto está ya
aquí y cubre toda la superficie de
la tierra; ven, pues, luego a malde¬
círmelo, a ver si puedo derrotarle
y rechazarle.» 12 Pero Dios dijo a
Balam: «No vayas con ellos; no mal¬
digas a ese pueblo, porque bendito es.»
13 Balam, levantándose de mañana,
dijo a los príncipes de Balac: «Idos
a vuestra tierra, porque Yave se
niega a dejarme ir con vosotros.»
14 Oído esto, los príncipes de Moab
se levantaron; y tornados a Balac,
le dijeron: «Balam se ha negado a
venir con nosotros.» 16 Pero Balac
mandó de nuevo a otros príncipes,
más en número y más respetables que
los primeros, 16 que llegados a Balam,
le dijeron: «He aquí lo que te dice
Balac, hijo de Sefor: No te niegues
a venir a verme, 17 que yo te col¬
maré de bienes, y haré todo lo que
tú me digas.» 18 Balam respondió
a los siervos de Balac: «Aunque me
diese Balac su casa llena de plata y
de oro, no podría yo traspasar las
órdenes de Yave, mi Dios, ni en poco
ni en mucho; 19 pero podéis quedaros
aquí también esta noche, para saber
lo que vuelve a decirme Yave.»
20 Durante la noche vino Dios a
Balam, y le dijo: «Ya que ésos han
venido otra vez a llamarte, levántate,
y vete con ellos, pero no hagas más
que lo que yo te diga.» 21 Levantóse
Balam de mañana, aparejó su asna
y se fué con los príncipes de Moab.
22 Pero Dios estaba indignado de que
fuese, y el ángel de Yave se puso
delante de él en el camino, para ce¬
rrarle el paso. Iba Balam montado
en su asna y llevaba consigo a dos
de sus criados. 23 El asna, al ver al
ángel de Yave parado en el camino
con la espada desenvainada en la
mano, se salió del camino y echó por
el campo, y Balam se puso a fusti¬
garla para retraerla al camino. 24 En¬
tonces el ángel se puso en una estre¬
chura entre las viñas, entre pared
de un lado y pared de otro; 25 y al
verle el asna, echóse contra una de
las paredes, cogiendo entre ella y la
pared el pie de Balam. Este se puso
de nuevo a fustigarla. 26 El ángel
volvió a ponerse en una angostura,
de donde ni a derecha ni a izquierda
podía desviarse; 27 y al verle el asna,
se echó debajo de Balam, quien enfu¬
recido la fustigó más. 28 Abrió enton-
160
NÚMEROS, 23
ces Yave la boca del asna, que dijo
a Balam: «¿Qué te he hecho yo, para
que por tres veces me hayas fusti¬
gado?» 29 Y Balam respondió: «¿Por
qué te burlas de mí? Si tuviera a mano
una espada ahora mismo te mataría.»
30 Y el asna dijo a Balam: «¿No soy
yo tu asna? Tú me has montado
desde que yo soy tuya hasta hoy.
¿Te he hecho yo nunca cosa seme¬
jante?» Y él le respondió: «No.»
31 Entonces abrió Yave los ojos a
Balam y éste vió al ángel de Yave,
que estaba en el camino con la espada
desenvainada en la mano. Balam se
postró, echándose sobre el rostro,
3 2 y el ángel de Yave le dijo: «¿Por
qué por tres veces has fustigado a tu
asna? Es que he salido yo para ce¬
rrarte el camino, porque es malo ante
mí el que llevas. 33 El asna me ha
visto y ha querido apartarse luego
de delante de mí las tres veces; si
ella no me hubiera esquivado, te
hubiera matado a ti, dejándola a
ella viva.» 34 Entonces Balam dijo
al ángel de Yave: «He pecado, no
sabía que tú me cerrabas el camino;
si te parece mal, ahora mismo me
volveré.» 35 El ángel de Yave res¬
pondió a Balam: «Ve con esos hom¬
bres, pero di solamente lo que te
diga yo.» Siguió, pues, Balam con
los príncipes de Balac. 36 Este, en
sabiendo que venía Balam, le Salió al
encuentro hasta Tr Moab, que está
en la frontera del Arnón, en lo últi¬
mo de la frontera. 37 Balac dijo a
Balam: «He mandado a llamarte.
¿Por qué no viniste? ¿No estoy acaso
yo en situación de tratarte con la
debida honra?» 38 Balam respondió a
Balac: «Aquí me tienes ya, pero,
¿podré yo decir lo que quisieres?
La palabra que Dios ponga en mi
boca, esa será la que te diga » 39 Siguió
Balam con Balac, y llegaron a Cariat
Jusot. 40 Balac inmoló bueyes y ove¬
jas, mandándoselas a Balam y a los
príncipes que le acompañaban.
Balam bendice n Israel.
41 A la mañana siguiente, tomó
Balac a Balam y le hizo subir a
Bamot Baal, desde donde se veía
un ala del pueblo.
23 1 Balam dijo a Balac: «Alzame '
aquí siete altares y tenme pron¬
tos siete novillos y siete carneros.»
2 Balac hizo lo que Balam le había
dicho, e inmolaron un novillo y un
carnero en cada uno de los altares.
3 Después dijo Balam a Balac: «Tú,
quédate ahí junto a tu holocausto,
mientras me alejo yo, a ver si me sale
Yave al encuentro; V lo que me dé
a conocer, eso te diré.» Y se alejó
hacia un monte desnudo. 4 Salió
Dios al encuentro de Balam y éste
le dijo: «He dispuesto siete altares
y he ofrecido en cada uno de ellos
un novillo y un carnero.» 5 Y Yave
puso en boca de Balam su palabra
y añadió después: «Tórnate a Balac
y dile esto.» 6 Vuelto a él, le vió
parado ante su holocausto, junto con
los príncipes de Moab; 7 y comen¬
zando su parábola, dijo:
«Del Aram me ha traído Balac,
rey de Moab,
De los montes del oriente;
Ven a maldecirme a Jacob,
Ven a execrar a Israel.
8 ¿Cómo voy a maldecir yo al que
no ha maldecido Dios?
¿Cómo voy a execrar yo al que
Yave no ha execrado?
9 Desde la cima de las rocas le veo,
Desde lo alto de los montes le
contemplo.
He ahí un pueblo que tiene aparte
su morada
Y que lio se cuenta entre las gentes.
10 ¿Quién es capaz de contar el
polvo de Jacob?
¿Quién es capaz de enumerar un
cuarto de Israel?
Muera yo la muerte del justo,
Y sea mi fin semejante al suyo.»
11 Balac dijo a Balam: «¿Qué es
lo que conmigo has hecho? Te he lla¬
mado para maldecir a mis enemigos,
y no has hecho otra cosa que ben¬
decirlos?» 12 El respondió: «¿No he
de tener yo el cuidado de proferir lo
que en mis labios pone Yave?»
13 Balac le dijo: «Ven conmigo a otro
sitio, desde donde puedas contem¬
plarle, y maldícemelo desde allí.»
14 Llevóle al campo de Zofim, en la
cumbre del monte Fasga; y después
de alzar siete altares e inmolar en
cada uno un novillo y un carnero,
15 dijo Balam a Balac: aEstatc ahí
junto a tu holocausto, mientras voy
yo allí a consultar a Dios.» 16 Salió
Yave al encuentro de Balam y puso
en su boca la palabra, y le dijo:
«Vuelve a Balac y dile esto.» 17 Vol¬
vióse él y vió que estaba Balac junto
a su holocausto, y con él los prín-
1 cipes de Moab; y Balac le preguntó
NÚMEROS, 24
161
«¿Qué es lo que ha dicho Yave?»
18 Y tomando Balam su parábola,
dijo:
«Levántate, Balac, y oye;
Dame oídos, hijo de Scfor:
19 No es Dios un hombre, para que
mienta,
Ni hijo de hombre, para arrepen¬
tirse.
¿Lo ha dicho él y no lo hará?
¿Lo ha prometido y no lo man¬
tendrá?
20 De bendecir he recibido yo orden;
Bendición ha dado él, yo no puedo
revocarla.
21 No se ve iniquidad en Jacob,
No hay en Israel perversidad;
Yave, su Dios, está con él,
Rey aclamado es en medio de él.
22 ^ El Dios que de Egipto le ha
sacado
Es para él la fuerza del unicornio.
23 No hay en Jacob hechicería,
Ni hay adivinación en Israel.
A su tiempo se le dirá a Jacob
Y a Israel lo que Dios va a cum¬
plirle.
24 He ahí un pueblo que se alza
como leona,
Y que se yergue como león,
No se acostará sin haber devorado
su presa,
Sin haber bebido la sangre de sus
víctimas.»
25 Y Balac dijo a Balam: «No le
maldigas, pero al menos no le ben¬
digas.» 26 Balam, respondiendo, dijo
a Balac: «¿No te dije ya que yo no
puedo hacer sino cuanto me diga
Yave?» 27 Entonces dijo Balac a
Balam: «Ven, que te lleve a otro
sitio, a ver si quiere Dios de una vez
que desde allí le maldigas.» 28 Y llevó
a Balam a la cima del Fogor, que
mira al desierto. 29 Balam dijo a
Balac: «Alzame los siete altares aquí
y disponme los siete novillos y los
siete carneros.» 30 Hízolo así Balac,
como Balam le decía, y ofreció un
novillo y un carnero en cada uno de
los altares.
Vaticinio de Balam.
sy A 1 Había visto Balam que Yave
^ * se complacía en bendecir a Is¬
rael, y por eso no fué como las otras
veces en busca del presagio; sino que
se volvió de cara al desierto, 2 y al¬
zando los ojos vi ó a Israel acampado,
tribu por tribu. Vino sobre él el espí¬
ritu de Yave, 3 y tomando su pará¬
bola, dijo:
«Oráculo de Balam, hijo de Beor;
Oráculo del hombre que tuvo los
ojos cerrados,
4 Oráculo de quien oye palabra
de Dios,
Del que ve visiones del Omnipo¬
tente,
De quien, al caer, se le abrieron los
ojos.
5 iQué bellas son tus tiendas, oh
Jacobl
iQué bellos tus tabernáculos, Israelí
6 Se extienden como un extenso
valle;
Como un jardín a lo largo de un río;
Como áloe plantado por Yave;
Como cedro que está junto a las
aguas.
7 Desbórdanse de sus cubos las
aguas;
Sus ramas crecen como en aguas
abundantes.
Alzase rugiente su rey,
Exaltarásc su reino.
8 El Dios que de Egipto le ha sa¬
cado
Es para él como la fuerza del
unicornio.
Devorará a las naciones enemigas;
Triturará sus huesos:
Las traspasará con sus saetas.
9 Se agacha, se posa como un león,
Como una leona. ¿Quién le.conci¬
tará?
El que te bendiga será bende¬
cido;
El que te maldiga maldito será.»
10 Encendido en ira Balac contra
Balam y palmoteando, le dijo: «Te
lie llamado para maldecir a mis ene¬
migos, y tú los has colmado de ben¬
diciones, ya por tres veces. Está muy
bien: 11 ahora huye pronto a tu tierra;
yo pensaba honrarte grandemente,
pero Yave te ha privado de conse¬
guirlo.» 12 Respondióle Balam: «¿.No
dije ya a tus mensajeros: 13 Aunque
me diera Balac su casa llena de plata
y oro, no podré yo. contravenir a la
orden de Dios, haciendo por mí mismo
cosa alguna, ni buena ni mala, contra
sus órdenes, y solamente lo que Yave
me diga eso le diré? 14 Ahora, pues,
que voy a irn.ie a mi pueblo, ven que
te diga lo que este pueblo ha de hacer
al tuyo al fin de los tiempos. 15 Y
volviendo a tomar su parábola, dijo:
«Oráculo de Balam, hijo de Beor;
Oráculo del hombre de los ojos
I cerrados;
NÚMEROS, 25, 26
162
16 Oráculo del que oye palabras de
Dios,
Del que conoce los consejos del
Altísimo,
Del que ve visiones del Omni¬
potente,
De quien al caer, se le abrieron los
ojos.
17 La veo, pero no ahora;
La contemplo, pero no de cerca.
Alzase de Jacob una estrella,
.Surge de Israel un cetro (1),
Que quebrantará las dos sienes de
Moab,
Y socavará a los hijos del tumulto.
18 Edom será su posesión;
Seir presa será de sus enemigos;
Israel acrecentará su poder;
19 De Jacob saldrá el dominador
Que devastará de las ciudades las
reliquias.»
20 Y mirando a Amatec, prosiguió:
«La primera de las naciones es
Amalee,
Pero su fin será eterna ruina.»
21 Luego, mirando a los quenitas,
prosiguió su discurso:
«Por fuerte que sea tu morada,
Aunque pongas en las rocas tu
nido,
22 El quenita será devastado,
Hasta que Asur le lleve cautivo.»
23 Y volviendo a tomar la palabra,
prosiguió:
«¿Quien vivirá cuando Dios lo
ponga por obra?
24 Vendrán naves de los Quitim,
Que oprimirán a Asur y oprimirán
a Heber;
También éste será dado a la ruina.»
25 Partióse después Balain y se
volvió a su tierra, y también Balac
se fué por su camino.
Corrupción idolátrica cu Baal
l'oqor.
"t 1 Estuvo Israel estacionado en
vSctim, y el pueblo se prostituyó
por el trato con las hijas de Moab.
2 Invitábanle éstas a las fiestas de
sus dioses, y el pueblo comía y se
prosternaba ante sus dioses. 3 Israel
se fué tras Baal Fogor, y la ira de
Yavc.se encendió contra Israel. 4 Dijo
Yave a Moisés: «Reúne a todos los
(i) En la estrella y el cetro está indudable¬
mente simbolizado el futuro Mesías, siendo,
por tanto, este vaticinio de Balam estrictamente
mesiánico.
príncipes del pueblo, y cuelga a ésos
del patíbulo ante Yave, cara al sol,
para que se aparte su ira de Israel.»
3 Dijo, pues, Moisés a los jueces de
Israel: «Matad a cualquiera de los
vuestros que haya servido a Baal
Fogor.» 6 En esto llegó uno de los
hijos de Israel, e introdujo en medio
de sus hermanos a una madianita,
a los ojos mismos de Moisés y en
presencia de toda la comunidad de
los hijos de Israel, mientras éstos
lloraban a la entrada del tabernáculo
de la reunión. 7 Viéndolo Fines, hijo
de Eleazar, hijo de Arón, sacerdote,
se alzó de en medio de la asamblea;
y cogiendo una lanza, 8 se fué tras
1 el hijo de Israel, hasta la parte pos¬
terior de su tienda, y los alanceó a
I los dos, al hombre y a la mujer, en
sus vientres, y cesó el azote de entre
los hijos de Israel. 9 En aquella plaga
murieron veinticuatro mil.
10 Habló Yave a Moisés diciéndole:
11 «Fines, hijo de Eleazar, hijo de
Arón, sacerdote, ha apartado mi furor
de los hijos de Israel, por el celo con
que ha celado mi honor; por eso no
he consumido yo en el furor de mi
celo a los hijos de Israel. 12 Por tanto,
le dirás que yo hago con él una alianza
de paz, alianza de un sacerdocio
eterno, 13 para él y para su descen¬
dencia, por haber sido celador de su
Dios y haber hecho la expiación por
los hijos de Israel.» 14 El israelita
que fué muerto juntamente con la
madianita se llamaba Zamri, hijo de
Salú, y era jefe de una de las fami¬
lias de la tribu de Simeón. 15 La ma-
diauita se llamaba Cozbi, hija de Sur,
jefe de tribu de una de las casas pa¬
triarcales de Madián.
16 Yave habló a Moisés, diciéndole:
«Tratad a ios madianitas como ene¬
migos y destruidlos; porque como
enemigos os han tratado ellos, 18 sedu¬
ciéndoos con sus malas artes, por me¬
dio de Fogor, por medio de Cozbi,
hija del príncipe de Madián, su her¬
mana, que murió cuando la plaga
por lo de Fogor.»
¡\uevo censo (1).
•)/ 1 Después de esta plaga, habló
— Yave a Moisés y a Eleazar, hijo
de Arón, sacerdote, dicléndoles: 2 «Ha-
(i) El resultado de este nuevo censo, que
comprende la generación siguiente a la que salió
NÚMEROS, 26
163
ced el censo de los hijos de Israel 1
por sus casas patriarcales y sus lina¬
jes, de veinte años arriba, de los há¬
biles para el servicio de las armas.
8 Moisés y Eleazar, sacerdote, habla¬
ron a los del pueblo en los llanos de
Moab, cerca del Jordán, frente a Je-
ric.ó, diciéndoles: 4 «Haced el censo
de los de veinte años para arriba,
como Yave se lo manda a Moisés.»
Los hijos de Israel salidos de la
tierra de Egipto eran: 6 Rubén, pri¬
mogénito de Israel: Hijos de Rubén:
De Enoc, la familia de los enoquitas;
de Falú, la familia de los faluítas;
6 de Esrón, la familia de los esronitas;
de Carmí, la familia de los carmitas.
7 Estas son las familias de los rube-
nitas, y fueron contados cuarenta y
tres mil setecientos treinta.
8 Hijos de Falu, Eliab; 9 hijos de
Eliab: Namuel, Datán y Abirón; el
Datán y el Abirón, miembros del con¬
sejo, que se rebelaron contra Moisés
y Arón con la facción de Coré, rebe¬
lándose contra Yave, 19 cuando abrió
la tierra sus fauces y se los tragó con
Coré, muriendo los de la facción, y
devorando el fuego a doscientos cin¬
cuenta hombres, para servir de es¬
carmiento. 11 Pero los hijos de Coré
no perecieron.
12 Hijos de Simeón, por sus fami¬
lias: de Namuel, la familia de los na-
muelitas; de Jamín, la familia de los
jaminitas; de Jaquín, la familia de
los jaquinitas; 13 de Zare, la familia
de los zareítas: de Saúl, la familia
de los saulitas. 14 Estas son las fa¬
milias de los simeonitas. Fueron con¬
tados veintidós mil doscientos.
15 Hijos de Gad, por sus familias:
de Safón, la familia de los safonitas;
de Jagui, la familia de los jaguitas;
de Suni, la familia de los sunitas;
16 de Ozni, la familia de los oznitas;
de Eri, la familia de los eritas; 17
de Arod, la familia de los aroditas;
de Ariel, la familia de los arielitas.
18 Estas son las familias de los hijos
de Gad. Fueron contados cuarenta
mil quinientos.
19 Hijos de Judá: Er y Onán, que
murieron en la tierra de Canán.
20 Hijos de Judá, por sus familias:
de Sela, la familia de los selitas;
de Egipto, muestra cómo el pueblo, a pesar de
tantas muertes como produjeron los varios
castigos que sufrió, continuaba siendo tan
numeroso como antes, pues los muertos per¬
tenecían a la generación anterior.
21 de Fares, la familia de los faresitas
de Zare, la familia de los zareítas.
Hijos de Fares: de Esrón, la familia
de los esronitas; de Jamul, la familia
de los jamulitas. 22 Estas son las fa¬
milias de Judá. Fueron contados se¬
tenta y seis mil quinientos.
23 Hijos de Isacar, por sus familias:
de Tola, la familia de los tolitas; de
Fuá, la familia de los fuitas; 24 de
Jasub, la familia de los jasubitas:
de Semram, la familia de los semrani-
tas. 25 Estas son las familias de Isa¬
car. Se contaron setenta y cuatro
mil trescientos.
26 Hijos de Zabulón, por sus fa¬
milias: de Sared, la familia de los
sareditas; de Elón, la familia de los
elonitas; de Jajlel, la familia de los
jajlelitas. 27 Estas son las familias
de Zabulón. Se contaron sesenta mil
quinientos.
28 Hijos de José, por sus familias,
de Manasés y de Efraím: 29 Hijos de
Manasés: de Maquir, la familia de
los maquiritas. Maquir engendró a
Galad; de Galad, la familia de los
galaditas. Estos son los hijos de
Galad: de Jeser, la familia de los
jeseritas; de Jelec, la familia de los
jelequitas; 31 de Asriel, la familia de
los asriclitas; de Siquem, la familia
de los siquenitas; 32 de Semida, la
familia de los semiditas; de Jefer,
la familia de los jeferitas. 33 Salfad,
hijo de Jefer, no tuvo hijos varones,
sino solamente hijas, y los nombres
de las hijas de Salfad son: Majla,
Noa, Jagla, Melca y Tersa. 34 Esas
son las familias de Manasés. Se con-'
taron cincuenta y dos mil setecientos.
35 Hijos de Efraím, por sus familias;
De Sutalaj, la familia de los sutal-
jitas; de Bequer, la familia de los
bequeritas; de Tajan, la familia de
los tajani f as. 36 Hijos de Sutalaj:
de Erón, la familia de los eronitas.
37 Estas son las familias de Efraím.
Se contaron treinta y dos mil qui¬
nientos. Estos son los hijos de José,
por sus familias.
38 Hijos de Benjamín, por sus fami¬
lias: de Bela, la familia de los belaitas;
de Asbel, la familia de los asbelitas;
de Ajiram, la familia de los ajira-
mitas; 39 de Sufam, la familia de los
sufamitas; de Jufam, la familia de
los jufamitas. 40 Hijos de Bela fueron
Arde y Noamán; de Arde, la familia
de los arditas; de Noamán, la familia
de los noamitas. 41 Estos son los
hijos de Benjamín, por sus familias.
NÚMEROS, 27
Se contaron cuarenta y cinco mil ¡
seiscientos.
42 Hijos de Dan, por sus familias;
de Sujam, la familia de los sujami-
tas. Estas son las familias de Dan, ¡
por sus familias. 43 Se contaron de
la familia de Sujam sesenta y cuatro
mil cuatrocientos.
44 Hijos de Aser, por sus familias:
De Jemna, la familia de los jemnaítas;
de Jesuí, la familia de los jesuítas;
de Brie, la familia de los brieítas.
45 Hijos de Brie: de Jeber, la fami¬
lia de los jeberitas; de Malquiel, la
familia de los malquielitas. 46 La
hija de Aser se llamaba Saraj. 47 Estas
son las familias de los hijos de Aser.
Se contaron cincuenta y cuatro mil
cuatrocientos.
48 Hijos de Neftalí, por sus fami¬
lias: De Jajseel, la familia de los
jajseclitas; de Guni, la familia de los
gunitas; 49 de Jeser, la familia dé
los jeseritas; de Selem, la familia
de los selemitas. 60 Estas son las
familias de Neftalí, por sus familias.
Se contaron cuarenta y cinco mil
cuatrocientos.
61 Los hijos de Israel incluidos en
el censo fueron: seiscientos un mil
setecientos treinta hombres.
32 Habló Yave a Moisés, dicién-
dolc: 63 A estos repartirás la tierra
en heredad, según el número de sus
nombres. 64 A los más numerosos les
darás una parte mayor, a los menos
numerosos una parte más pequeña.
A cada uno le será atribuida la here¬
dad según el número de sus contados
cu el censo. 66 La distribución de la
tierra se hará, sin embargo, por suer¬
tes. Recibirá cada una la tierra según
los nombres de las familias patriar¬
cales. 66 Por suertes se distribuirá
la tierra entre el mayor y el menor.»
67 Este es el censo de los levitas
por sus familias: De Gersón, la fami¬
lia de los gersonitas; de Caat, la
familia de los caatitas; de Merari,
la familia de los mcraritas. 58 Estas
son las familias de Leví: la familia
de los libnititas, la familia de los
liebronitas, la familia de los majlitas,
la familia de los amusitas, la familia
de los coreítas. Caat engendró a
Amrom, 69 y la mujer de Ainroni
se llamaba Joquebcd, hija de Leví,
que le nació a Leví en Egipto, 60 y
le parió a Amram, Aron y Moi¬
sés, y María, hermana de éstos. De
Arón nacieron Xadab y Abiú, Elea-
zar e Itamar. 61 Nadab y Abiú mu¬
rieron cuando ofrecían ante Yave el
fuego profano. 62 Hecho el censo de
todos los varones de un mes arriba,
se contaron veinte mil. No se con¬
taron entre los otros hijos de Israel,
porque no había de asignárseles here¬
dad alguna en medio de los hijos
de Israel.
63 Este es el censo que lucieron
Moisés y Eleazar, sacerdote, en los
llanos de Moab, junto al Jordán,
frente a Jericó. 64 Entre éstos no
había ninguno de los enumerados en
el censo que habían hecho en el
desierto del Sinaí, 65 pues les había
dicho Yave que morirían en el de¬
sierto; no quedó ni uno, excepto
Caleb, hijo de Jefone, y Josué, hijo
de Nun.
Ley de las herencias.
1 Acercáronse las hijas de Sal-
^ 6 fad, hijo de Jefer, hijo de
Galad, hijo de Maquir, hijo de Mana-
sés, de las familias de Manases, el
hijo de José, que se llamaban Majla,
Noa, Jagla, Melca y Tersa; 2 y pre¬
sentándose a Moisés ante Eleazar,
sacerdote, V ante todos los prínci¬
pes de la asamblea, a la entrada del
tabernáculo de la reunión, dijeron:
3 «Nuestro padre ha muerto en el
desierto, y no era de la tropa de los
que se confabularon contra Yave,
de la tropa de Coré; pero ha muerto
por su pecado y no ha dejado hijos.
4 ¿Por qué va a ser el nombre de
nuestro padre borrado de en medio
de su familia, por no haber dejado
hijos? Danos una heredad entre los
hermanos de nuestro padre.»
6 Moisés llevó la cosa ante Yave,
6 y Yave dijo a Moisés: 7 «Las hijas
de Salfad piden una cosa justa.
Dales en heredad una propiedad entre
í los hermanos de su padre, y que pase
a ellas la heredad de su padre.
8 Habla a los hijos de Israel, y diles:
Si uno muere sin dejar hijos, haréis
pasar su heredad a su hija; 9 y si
no hay tampoco hija, pasará a sus
hermanos la heredad. 10 Si no hay
hermanos, daréis la heredad a los
hermanos de su padre; 11 y si no hay
hermanos de su padre, pasaréis la
heredad al más próximo pariente de
la familia; de éste será. Esta será
para los hijos de Israel regla de dere¬
cho, como se lo ha ordenado Yave a
i Moisés.»
NÚMEROS, 28
IÜf)
Elección de Josué.
12 Dijo Yave a Moisés: «Sube a
este monte ele Abarim, para ver la
tierra que voy a dar a los hijos de
Israel, 13 pues también tú te reunirás
con tu pueblo, como Arón, tu hermano
se ha reunido, 14 por haber sido rebel¬
des á mi mandato en el desierto de
Sin, al rebelarse la muchedumbre,
en vez de santificar ante ellos mi
nombre, con ocasión de las aguas de
Meriba, en Cades, en el desierto
de Sin.»
15 Moisés habló a Yave, diciendo:
16 «Que Yave, el Dios de los espíri¬
tus de toda carne, constituya sobre la
asamblea un hombre, 17 que los con¬
duzca y acaudille, para que la mu¬
chedumbre de Yave no sea como re¬
baño de ovejas sin pastor.» 18 Yave
dijo a Moisés: «Toma a Josué, hijo
de Nun, hombre sobre quien reside
el espíritu, y pon tu mano sobre él.
19 Ponlc ante Elcazar, sacerdote, y
ante toda la asamblea, y le instala¬
rás ante sus ojos. 20 Trasmítele una
parte de tu autoridad, para que la
asamblea de los hijos de Israel le j
obedezca. 21 Que se presente al sacer¬
dote Eleazar, que consultará por él
el juicio de los XJrim ante Yave; y
según este juicio, Josué saldrá y
entrará, él y todos los hijos de Israel
y toda la asamblea» (1).
22 Hizo Moisés lo que le ordenó
Yave; y tomando a Josué, le llevó
ante Eleazar y ante toda la asamblea;
23 y poniendo sobre él sus manos, le
instituyó, como se lo había dicho
Yave a Moisés.
Fiestas y sacrificios.
OQ 1 * Yave habló a Moisés, di-
riendo: 2 «Habla a los hijos de
Israel y diles: Cuidad de presentarme
a sus tiempos mi ofrenda, mi ali¬
mento, por los sacrificios de combus¬
tión de olor suave para mí. 3 Diles:
He aquí el sacrificio de combustión
que ofreceréis a Yave. Cada día dos
corderos primales, sin defecto, como
holocausto. 4 * Ofrecerás uno de los
(i) Josué sucede a Moisés, pen> sólo en
una parte de la autoridad de éste, enteramente
extraordinaria. Dios sigue siendo el jefe supremo
de Israel; pero su lugarteniente, Josué, tiene ya
que recurrir al sacerdote para conocer por los
urim y tummim la voluntad de Dios. Ya no le
habla éste cara a cara, como a Moisés
corderos a la mañana y el otro entre
dos luces, 6 y por oblación un décimo
de (fu de flor de harina, amasada con
un cuarto de hin de aceite de olivas
machacadas. 6 Es el holocausto per¬
petuo que se ofrecía en el monte Sinaí,
de olor suave, sacrificio de combus¬
tión a Yave. 7 La libación será de
un cuarto de hin por cada cordero,
y la libación de vino para Yave la
harás en lugar santo. 8 El segundo
cordero lo ofrecerás entre dos luces;
y harás su libación como para el de
la mañana; es sacrificio de combustión
de suave olor a Yave.
9 El día del sábado, dos corderos
primales sin defecto, y como obla¬
ción, dos décimas de flor de harina
amasada con aceite, y su libación.
10 Este es el holocausto del sábado,
para cada sábado, a más del holo¬
causto perpetuo y su libación.
11 Al comienzo de vuestros meses
ofreceréis como holocausto a Yave
dos novillos, un carnero y siete cor¬
deros primales, sin defecto; 12 y
como oblación, por cada novillo tres
décimas de flor de harina amasada
con aceite; por el carnero, dos déci¬
mas de flor de harina amasada con
aceite; 13 y por cada uno de los cor¬
deros, una décima de flor de harina
amasada con aceite. Es holocausto
de agradable olor, sacrificio de com¬
bustión a Yave. 14 Las libaciones serán
de un medio hin de vino, para un
novillo; de un tercio de hin , para un
carnero, y de un cuarto de hin, para
un cordero. Este es el holocausto
del comienzo de mes, para cada uno
de los meses del año.
15 Se ofrecerá a Yave un macho
cabrío en sacrificio por el pecado,
a más del holocausto perpetuo y su
oblación. 16 El mes primero, a los
catorce días del mes, será la pascua
de Yave. 17 El día quince de ese
mes será día de fiesta. Se comerá
durante siete días pan ácimo. 18 El
primero habrá asamblea santa, y
no haréis ningún trabajo servil.
19 Ofreceréis en sacrificio de combus¬
tión un holocausto a Yave, de dos
novillos, un carnero y siete corderos
primales, sin defecto; 20 y como
oblación, flor de harina amasada con
aceite, tres décimas por novillo, dos
por carnero, 21 y una por cada uno
de Ips siete corderos.
22 Ofreceréis también un macho
cabrío en sacrificio por el pecado,
para expiaros; 23 y lo ofreceréis a más
NUMEROS. 29
del holocausto de la mañana, el holo¬
causto perpetuo. 24 Ofreceréis estos
sacrificios cada día durante siete días;
es el alimento consumido por el
fuego, de olor agradable a Ya ve; y
los ofreceréis sin perjuicio del holo¬
causto perpetuo y de su libación. 25 El
séptimo día tendréis asamblea santa,
y no haréis en él trabajo servil
alguno.
26 El día de las primicias presen¬
taréis a Yave una oblación de lo
nuevo; y en vuestra fiesta de las
semanas tendréis asamblea santa y
no haréis trabajo servil alguno. 27 Ofre¬
ceréis, como holocausto de olor suave
a Yave, dos novillos, un carnero y
siete corderos primales; 28 y como
oblación, flor de harina amasada con
aceite; tres décimas por cada no¬
villo, dos por el carnero 29 y una por
cada uno de los siete corderos.
30 Ofreceréis un macho cabrío para
expiaros. 31 Esto, sin perjuicio del
holocausto perpetuo y de la obla¬
ción, eligiendo las víctimas sin de¬
fecto, y añadiendo las libaciones ordi¬
narias.
Las fiestas de otoño.
29 1 E1 séptimo mes, el día primero
** del mes, tendréis asamblea santa
y no haréis en él trabajo servil al¬
guno. Será para vosotros el día del
sonar de las trompetas. 2 Ofreceréis,
como holocausto de suave olor a
Yave, un novillo, un carnero y siete
corderos primales, sin defecto; 3 y
como oblación, flor de harina ama¬
sada con aceite, tres décimas por
el novillo, dos por eí carnero 4 y una
por cada uno de los siete cor¬
deros.
5 Ofreceréis un macho cabrío en
sacrificio por el pecado, para expía- <
ros. 6 Lo ofreceréis a más del bolo- j
causto del mes y de su oblación, y
del holocausto perpetuo y su obla¬
ción, y de sus libaciones, según lo
prescrito. Son sacrificios de com¬
bustión, de olor grato a Yave.
7 El día diez de ese mismo mes ten¬
dréis asamblea santa, y afligiréis
vuestras almas, y no haréis en él
trabajo alguno. 8 Ofreceréis, en holo¬
causto de olor grato a Yave, un
novillo, un carnero y siete corderos
primales, sin defecto; 9 y como obla¬
ción, flor de harina amasada con
aceite, tres décimas por el novillo,
dos por el carnero 10 y una por cada
uno de los siete corderos. 11 Ofrece¬
réis un macho cabrío en sacrificio
por el pecado, a más del sacrificio
expiatorio, del holocausto perpetuo
y de sus oblaciones y libaciones.
12 El día quince del séptimo mes
tendréis asamblea santa y no haréis
en él trabajo servil alguno; y cele¬
braréis la fiesta en honor de Yave
durante siete días, 13 ofreciendo en
holocausto, sacrificio de combustión
de olor grato a Yave, trece novillos,
dos carneros y catorce corderos pri¬
males, sin defecto; 14 y como obla¬
ción, flor de harina amasada con
aceite; tres décimas por cada uno
de los catorce novillos, dos por cada
uno de los dos carneros, 15 y una por
cada uno de los catorce corderos.
16 Ofreceréis un macho cabrío en
sacrificio por el pecado, a más del
holocausto perpetuo y de su oblación
y sus libaciones. 17 El segundo día
ofreceréis doce novillos, dos carneros
y catorce corderos primales, sin de¬
fecto; 18 con la oblación y las liba¬
ciones por los novillos, los carneros
y los corderos, según su número, y
según la regla, 19 y un macho cabrío
por el pecado, a más del holocausto
perpetuo, su oblación y sus liba¬
ciones.
20 El día tercero ofreceréis once
novillos, dos carneros y catorce cor¬
deros primales, sin defecto, 21 con
su oblación y sus libaciones por los
novillos, los carneros y los corderos,
según su número y conforme a la
regla; 22 y un macho cabrío para el
sacrificio por el pecado, a más del
holocausto perpetuo, su oblación y
sus libaciones.
23 El cuarto día ofreceréis diez no¬
villos, dos carneros y catorce cor¬
deros primales, sin defecto, 24 con
sus oblaciones y libaciones por los
novillos, los carneros y los corderos,
según su número y conforme a la
regla. 25 Ofreceréis un macho cabrío
en sacrificio por el pecado, a más del
holocausto perpetuo, de su oblación
y de su libación.
26 El quinto día ofreceréis nueve
novillos, dos carneros y catorce cor¬
deros primales, sin defecto, 27 con
sus oblaciones y libaciones por los
novillos, los carneros y los corderos,
según su número y conforme a la
regla. 28 Ofreceréis un macho cabrío
en sacrificio por el pecado, a más
NÚMEROS, 30. 31
167
del holocausto perpetuo y de su
oblación y libación.
29 El sexto día ofreceréis ocho no¬
villos, dos carneros y catorce cor¬
deros primales, sin defecto, 30 con
sus oblaciones y libaciones, por. los
novillos, los carneros y los corderos,
según su número y conforme a la
regla. 31 Ofreceréis un macho cabrío
en sacrificio por el pecado, a más del
holocausto perpetuo y de su obla¬
ción y su libac ón.
32 El séptimo día ofreceréis siete
novillos, dos carneros y catorce cor¬
deros primales, sin defecto, 33 con
sus oblaciones y libaciones por los
novillos los carneros y los corderos,
según su número y conforme a la
regla. 34 Ofreceréis el macho cabrío
en sacrificio por el pecado, a más del
holocausto perpetuo, de su oblación
y de su libación.
35 El día octavo tendréis asamblea
solemne y no haréis en él trabajo
servil alguno. 36 Ofreceréis en holo¬
causto, sacrificio de combustión de
olor grato a Yave, un toro, un car¬
nero y siete corderos primales, sin
defecto 37 con sus oblaciones y sus
libaciones por el toro, el carnero y
los corderos, según su número y
conforme a la regla. 33 Ofreceréis
un macho cabrío en sacrificio por el
pecado, a más del holocausto per¬
petuo y de su oblación y su libación.
39 Estos son los sacrificios que en
vuestras fiestas ofreceréis a Yave,
independientemente de vuestros vo¬
tos y de vuestras ofrendas volunta¬
rias, holocaustos, oblaciones y sacri¬
ficios pacíficos.»
Ley acerca de los votos.
1 Moisés habló a los jefes de
las tribus de Israel, diciendo:
2 «He aquí lo que manda Yave: 3 Si
uno hace un voto a Yave, o un jura¬
mento por el cual se obliga a sí
mismo, no faltará a su palabra;
cuanto salió de su boca, hágalo.
4 Si una mujer núbil en la casa
de su padre hace un voto a Yave
y se obliga a alguna privación; 5 y
su padre, al conocer el voto o la
obligación contraída, nada dice, todo
voto que haya hecho y toda obli¬
gación que haya contraído serán vá¬
lidos; 6 pero si al tener conocimiento
de ello el padre lo desaprueba, todos
los votos que haya hecho y todas las
, obligaciones que haya contraído serán
nulos, y Yave la perdonará, por ha¬
berlo desaprobado su padre.
7 Si cuando se casa está ligada por
algún voto o por palabra salida
de sus labios; 8 si al saberlo su ma¬
rido se calla el día en que lo ha sa¬
bido, sus votos son válidos, así como
las obligaciones que haya contraído
tendrán valor. 9 Pero si al saberlo
su marido lo desaprueba, anula el
voto que hizo y la palabra que salió
de sus labios, con la cual se obligó,
y Yave la perdonará.
10 El voto de una viuda o de una
repudiada, y la obligación que con-
trayere, son válidos.
11 Si, ya en la casa de su marido,
una mujer hace un voto o se obliga
a algo con juramento, 12 y su marido
, al saberlo nada dice y no desaprueba,
todos sus votos serán válidos, así
como las obligaciones que contraiga;
13 pero si su marido, al saberlo, lo
anula, todo cuanto salió de sus labios,
votos y obligaciones, quedan sin
valor; los anuló su marido, y Yave
la perdonará. 14 Todo voto y todo
juramento por el cual se obligara a
mortificar su persona, puede el ma¬
rido ratificarlo o anularlo. 15 Pero
si el marido un día y otro guarda
silencio, ratifica todos los votos que
ella haya hecho y todas las obliga¬
ciones que haya contraído; los rati¬
fica por haber callado al tener cono¬
cimiento de ello. 16 Si en lo sucesivo
los anula, llevará sobre sí su ini¬
quidad.» 17 Esta es la ley que Yave
dió a Moisés para entre marido y
mujer, y para entre padre e hija,
mientras ésta es núbil en la casa de
su padre.
Guerra contra los inadianitas.
O I 1 Yave habló a Moisés, di-
* ciendo: 2 «Venga a los hijos de
Israel de los madianitas, y después
te reunirás con tu pueblo.»
3 Moisés habló a los hijos de Is¬
rael, diciendo: «Armad de entre vos¬
otros hombres para la guerra, que
marchen contra Madián para ejecu¬
tar en ellos la venganza de Yave;
4 mil hombres por cada una de las
tribus de Israel.»
6 Hízose, pues, entre las tribus de
Israel la leva de mil hombres por
tribu, doce mil hombres armados
en guerra. Moisés los mandó al
NÜMEROS. 31
1 h<S
combate, mil hombres por tribu, y
con ellos mandó a la lucha a Fines,
el hijo de Eleazar, el sacerdote, que ¡
llevaba consigo los ornamentos sa¬
grados y las trompetas para tocarlas.
7 Avanzaron contra Madián, con¬
forme a la orden que Ya ve había
dado a Moisés y mataron a todos
los varones. 8 A más de los que habían
caído mataron a los reyes de Madián
Evi, Requem, Sur, Jur y Reba,
cinco reyes de Madián; y mataron
también al filo de la espada a Ralam,
hijo de Bcor; 9 tomaron todas sus
mujeres y sus niños, sus ganados y
toda su posesión; 10 y quemaron
todas sus ciudades y aldeas y tien¬
das; 11 y cogiendo la presa, cuanto
habían tomado en hombres y ani¬
males, 12 llevaron a Moisés y Eleazar,
sacerdote, y a toda la muchedumbre
de Israel, los prisioneros, los despo¬
jos y el botín, al campamento en
los líanos de Moab, junto al Jordán,
frente a Jericó. 13 Moisés, Eleazar
y todos los príncipes déla asamblea
salieron a su encuentro fuera del
campamento; 14 y airado Moisés
contra los jefes de* las centenas que
venían del combate, 15 les dijo: «¿Por
qué habéis dejado la vida a las mu¬
jeres? 16 Fueron ellas las que por
consejo de Balam arrastraron a los
hijos de Israel a ser infieles a Yave
en lo de Fogor. 17 Matad de los niños
a todo varón, y de las mujeres a
cuantas han conocido lecho de varón;
18 las que no han conocido lecho de
varón, reserváoslas; 19 y vosotros
acampad fuera del campamento du¬
rante siete dias; quien hubiere ma¬
tado a un hombre o tocado a un
muerto, purifiqúese al tercero* y al
séptimo día, vosotros y vuestros pri¬
sioneros. 20 Purificad también todos
los vestidos, todo objeto de cuero o
hecho de pelq de cabra, y todo uten¬
silio de madera.»
21 Eleazar, el sacerdote, dijo a los
hombres de guerra que habían ido
al combate: «He aquí lo que manda
la ley de Yave dada a Moisés:
22 el oro, la plata, el bronce, el hierro,
el estaño y el plomo, 23 todo lo que
ppede resistir el fuego, pasadlo por
el fuego, y será puro, después de ser,
además, purificado por el agua lus-
tral; lo que no resiste el fuego, lo
liaréis pasar por el agua; 24 lavaréis
vuestros vestidos el día séptimo y
seréis puros, y ya podréis luego
entrar en el campamento.’»
Distribución del botín.
25 Habló Yave a Moisés, diciendo:
26 «Tú y Eleazar, sacerdote, y todos
los cabezas de familia de la comu¬
nidad, haced el cómputo de todo lo
cogido, tanto en hombres como en
animales, 27 y distribuye el botín
entre los combatientes que han ido
a la guerra y el resto de la comunidad.
28 De lo de los combatientes que han
ido a la guerra tomarás como tri¬
buto a Yave (1), uno por cada qui¬
nientos, tanto en hombres como en
bueyes, asnos y ovejas; 29 lo tomarás
de su mitad, y lo entregarás a Elea¬
zar, sacerdote, como tributo a Yave.
30 De la mitad de los hijos de Israel
tomarás el uno por cincuenta, tanto
en hombres como en bueyes, asnos,
ovejas y animales de toda clase, y se
lo darás a los levitas que velan al
servicio del tabernáculo de Yave.»
31 Moisés y Eleazar, sacerdote, hi¬
cieron lo que Yave había mandado
a Moisés; 32 y resultó que del botín
cogido por las tropas combatien¬
tes quedaban seiscientas setenta y
cinco mil ovejas, 33 setenta y dos mil
cabezas de ganado bovino 34 y se¬
senta y un mil asnos; 35 y de mujeres
que no habían compartido lecho de
varón, treinta y dos mil almas.
36 La mitad correspondiente a los
que habían ido a la guerra fué: de
ovejas, trescientas treinta y siete
mil quinientas, 37 y el tributo a
Yave, de seiscientas setenta y cinco;
38 de bueyes, treinta y seis mil, y el
tributo a Yave, setenta v dos; 39 de
asnos, treinta mil quinientos, y el
tributo a Yave, de sesenta y cinco;
40 de personas, dieciséis mil, y el
tributo a Yave, treinta.y dos almas.
41 Moisés dió a Eleazar, sacerdo¬
te, el tributo reservado a Yave,
como éste lo había mandado a
Moisés.
42 La mitad correspondiente a los
hijos de Israel, que Moisés había
separado de la de los combatientes,
43 la mitad que tocaba a la comuni¬
dad, fué de treinta y siete mil qui¬
nientas ovejas, 44 treinta y seis mil
bueyes, 45 treinta mil asnos 46 y
dieciséis mil personas. 47 De esta
mitad correspondiente a los hijos de
(i) Participa Yave en la distribución del
botín, como jefe supremo del pueblo, que es
quien les da la victoria, y esta parte suya es la
que da él a los sacerdotes y levitas.
NUMEROS, 32 16í>
Israel, tomó Moisés el vino por cin¬
cuenta en hombres y animales, y se
lo dió a los levitas que velan al ser¬
vicio del tabernáculo de Yave, como
éste se lo había mandado a Moisés.
48 Entonces los jefes de la expedición,
cabos de los millares y cabos de las
centenas, se presentaron a Moisés
49 y le dijeron: «Tus siervos han
hecho la lista de los hombres de
guerra que han estado a nuestras
órdenes, y no falta ni uno. 60 Trae¬
mos, pues, como ofrenda a Yave,
los objetos de oro que cada uno ha
cogido; brazaletes, cadenas, anillos,
pendientes y collares, para hacer
la expiación por nosotros ante Yave.»
61 Moisés y Eleazar, sacerdote, reci¬
bieron de ellos el oro, todos objetos
artísticamente trabajados. 52 Todo
el oro que presentaron a Yave, de
parte de los cabos de los millares y
de los cabos de las centenas, fué de
dieciseis mil setecientos cincuenta si¬
dos. 63 Los hombres de tropa tuvie¬
ron todos sus botín para cada uno.
54 Mo sés y Eleazar, sacerdote, to¬
mando el oro de los cabos de millares
y de los cabos de centenas, lo llevaron
al tabernáculo de la reunión, como
memoria de'los hijos de Israel ante
Yave.
División de la Transjordanla*
oí) 1 Eran muy numerosos los re*
OJ* baños de los hijos de Rubén
y los de los hijos de Gad; extraordi¬
nariamente numerosos; 2 y viendo
que la tierra de Jazev y la de Galad
sería una tierra muy a propósito para
apacentarlos, vinieron a Moisés y a
Eleazar y a los príncipes de la asam¬
blea, y Tes dijeron: 3 «Atarot, Dibón,
Jazer, Nemra, Hcscbón, Eleale, Sa-
bán, Ncbo y Neón; 4 esa tierra que
Yave ha herido ante la congregación
de Israel es tierra muy a propósito
para los ganados, y vuestros siervos
los tienen. 6 Si, pues—dijeron—, tus
siervos han hallado gracia a tus ojos,
dése a tus siervos en heredad esta
tierra y no nos hagas pasar el Jordán.»
6 Moisés respondió a los hijos de
Gad y a los hijos de Rubén: «¿Van
a ir a la guerra vuestros hermanos,
y vais a quedaros vosotros aquí?
7 Por qué queréis desanimar a los
hijos de Israel, para que no pasen
a la tierra que les da Yave? 8 Así
hicieron ya vuestros padres, cuando
yo los mandé de Cades Barne a ex¬
plorar la tierra. 9 Subieron hasta el
valle de Escol, vieron la tierra, y
acobardaron a los hijos de Israel,
para que no se atreviesen a ir a la
tierra que les da Yave; 10 y la có¬
lera de Yave se encendió aquel día,
y juró, diciendo: 11 «Esos que han
subido de Egipto, de los veinte años
para arriba, no verán .la tierra que
con juramento prometí yo a Abraham,
Isac y Jacob, porque no han seguido
fielmente mis caminos, 12 fuera de
Caleb, hijo de Jefone, el quenecita,
y Josué, hijo de Nun, que fielmente
han seguido los caminos de Yave.
13 Encendióse contra Israel la cólera
de Yave, y le ha hecho ir y venir
por el desierto durante cuarenta años,
hasta extinguirse toda la generación
que había obrado mal ante Yave.
14 Y ahora vosotros sucedéis a vues¬
tros padres/ prole de pecadores, para
encender más todavía la cólera de
Yave contra Israel? 15 Porque si os
negáis a seguirle, él seguirá dejando
a Israel en el desierto, y seréis la
causa de la ruina de todo el
pueblo.»
16 Ellos, acercándose a Moisés, le
dijeron: «Nosotros edificaremos aquí
apriscos para nuestros ganados y
-ciudades para nuestros niños; 17 pero
armados, iremos sin demora delante
de los hijos de Israel, hasta que los
hayamos introducido en el lugar que
ellos han de ocupar; nuestros hijos
quedarán en ciudades fortificadas a
causa de los habitantes de esta tierra;
18 pero nosotros no volveremos a
nuestras casas hasta que los hijos de
Israel hayan tomado cada uno pose¬
sión de su heredad, 19 pucs.no que¬
remos tener heredad para nosotros
al otro lado del Jordán, ni más allá,
porque tendríamos ya nuestra here¬
dad de este lado del Jordán, al orien¬
te.» 20 Moisés les dijo: «Si eso hacéis,
si armados para combatir ante Yave,
21 todos vuestros hombres de guerra
pasan el Jordán ante Yave, hasta
que hayan arrojado de ante sí a sus
enemigos, 22 y no os volvéis a vuestras
casas hasta que la tierra quede some¬
tida a Yave, entonces inculpables se¬
réis ante Yave y ante Israel, V esta
tierra será vuestra posesión ante
Yave. 23 Pero si no hacéis lo que pro¬
metéis, pecaréis ante Yave, y estad
ciertos de que vuestro pecado os al¬
canzará. 24 Edificad, pues/ ciudades
170
NÚMEROS, 33
para vuestros hijos y apriscos para
vuestros ganados, y cumplid la pa¬
labra que ha salido de vuestra boca.»
25 Los hijos de Gad y los hijos de
Rubén dijeron a Moisés: «Tus sier¬
vos harán cuanto mi señor les mande;
26 nuestros hijos y nuestras mujeres,
nuestros rebaños y nuestros ganados,
quedarán en las ciudades de Galad;
27 y tus siervos, todos nuestros hom¬
bres, armados para el combate, ire¬
mos a la guerra ante Yave, como mi
señor lo ha dicho.» 28 Entonces dió
Moisés órdenes acerca de ellos a
Eleazar, sacerdote, a Josué, hijo de
Nun, y a los jefes de familia de las
tribus de Israel, 29 diciendo: «Si los
hijos de Gad y los hijos de Rubén
pasan con vosotros el Jordán con
todos sus hombres armados, para
combatir ante Yave, una vez con¬
quistada la tierra les daréis por here¬
dad la tierra conquistada de Galad;
30 pero si no pasan con vosotros ar¬
mados, se establecerán en medio de
vosotros en la tierra de Canán.»
31 Los hijos de Gad y los hijos de
Rubén respondieron: «Haremos lo que
Yave ha dicho a sus siervos. 32 Pa¬
saremos armados ante Yave a la
tierra de Canán, y la posesión de
nuestra heredad quedará del lado acá
del Jordán.»
33 Moisés dió a los hijos de Gad, ¡
a los de Rubén y a la media tribu de
Manases, hijo de José, el reino de
Seón, rey de los amorreos, y el reino
de Og, rey de Basán; la tierra con sus
ciudades y el territorio en torno de
las ciudades. 34 Los hijos de Gad
edificaron Dibón, Atarot, Aroer,
85 Atarot-Sofan, Jazer, Jegboa, 36 Bct-
nimra, y Betoron, ciudades fuertes,
e hicieron apriscos para sus ganados.
37 Los hijos de Rubén edificaron Hc-
sebón, Eleale, Cariataim, 38 Nabo y
Balmeón, cuyos nombres fueron mu¬
dados, y Scbama, y dieron nuevos
nombres a las ciudades que edifi-l
caban.
39 Los hijos de Maquir, hijo de
Manasés, marcharon contra Galad, y
conquistándola, arrojaron a los amo¬
rreos que allí estaban. 40 Moisés dió
Galad a Maquir, hijo de Manasés,
que se estableció allí. 41 Jair, hijo de
Manasés, marchó también y se apo¬
deró de sus burgos, que llamó Javo^
Jair. 42 También marchó Nobaj y
se apoderó de Canat y de las ciudades
de ella dependientes, llamándola de
su nombre, Nobaj.
Las etapas del camino desde Egip¬
to al Jordán.
QQ 1 He aquí las estaciones de los
hijos de Israel, cuando salie¬
ron según sus escuadras de la tierra
de Egipto, conducidos por Moisés
y Arón. 2 Moisés describió su salida
según sus estaciones a voluntad de
Yave, y son éstas las estaciones de
su salida: 3 Partieron de Rameses
el primer mes, el día quince del
primer mes. Al día siguiente a la
pascua, los hijos de Israel salieron
con mano alzada, a la vista de todos
los egipcios. 4 Los egipcios estaban
sepultando a sus primogénitos, que
había herido Yave entre ellos, ha¬
ciendo así justicia contra sus dioses.
6 Partieron, pues, los hijos de Israel
dé Rameses y acamparon en Sucot.
6 Partidos de Sucot, acamparon en
Etam, que está en el extremo del
desierto. 7 Partidos de Etam, volvie¬
ron hacia Piajirot, que está frente a
Balsefón, y acamparon frente a Mig-
dol. 8 Partidos de Piajirot, pasaron
por en medio del mar hacia el de¬
sierto, e hicieron tres días de camino
en el desierto de Etam, y acamparon
en Mara. 9 Partidos de Mara, llega¬
ron a Elim, donde había doce fuentes
y setenta palmeras, y acamparon allí.
10 Partidos de Elim, acamparon junto
al Mar Rojo. 11 Partidos del Mar
Rojo, acamparon en el desierto de
Sin. 12 Partidos del desierto de Sin,
acamparon en Dafca. 13 Partidos de
Dafca, acamparon en Alus. 14 Par¬
tidos de Alus, acamparon en Rafi-
dim, donde no había agua para que
bebiera el pueblo. 15 Partidos de Ra-
fidim, acamparon en el desierto del
Sinaí. 16 Partidos del desierto del
Sinaí, acamparon en Quibrotatava.
17 Partidos de Quibrotatava, acam¬
paron en Jascrot. 18 Partidos de Ja-
scrot, acamparon en Retina. 19 Par¬
tidos de Retma, acamparon en Rcmón
Pares. 20 Partidos de Rcmón Pares,
acamparon en Lcbua. 21 Partidos de
Lcbna, acamparon en Resa. 22 Par¬
tidos de Rosa, acamparon en Quelata.
23 Partidos de Quelata, acamparon
en el monte Sefcr. 24 Partidos del
monte Sefcr, acamparon en Jarada.
25 Partidos de Jarada, acamparon en
Maquclot. 28 Partidos de Maquclot,
acamparon en Tajat. 27 Partidos de
Tajat, acamparon en Taraj. 28 Par¬
tidos de Taraj, acamparon en Mitca.
29 Partidos de Mitca, acamparon en
NÚMEROS, 34
171
Jasmona. 80 Partidos de Jasmona,
acamparon en Moserot. 81 Partidos
de Moserot, acamparon en Bene Jacán.
33 Partidos de Bene Jacán, acampa¬
ron en Jor Agadgad. 33 Partidos de
Jor Agadgad, acamparon en Jatbata.
34 Partidos de Jatbata, acamparon
en Ebrona. 35 Partidos de Ebrona,
acamparon en Asiongaber. 36 Partidos
de Asiongaber, acamparon en el de¬
sierto de Sin, que es Cades. 37 Par¬
tidos de Cades, acamparon en el
monte Or, al extremo de la tierra de
Edom. 38 Arón, sacerdote, subió al
monte Or por orden de Ya ve, y murió
allí el año cuadragésimo después de
la salida de la tierra de Egipto, el
quinto mes, el primero del mes.
3 ^ Tenía Arón ciento veintitrés años
cuando murió en la cima del monte
Or. 40 Fué entonces cuando el cana-
neo, rey de Arad, que habitaba el
Negueb, en la tierra de Canán, tuvo
conocimiento de la llegada de los
hijos de Israel. 41 Partidos del monte
Or, acamparon en Salmona. 42 Par¬
tidos de Salmona, acamparon en
Punón. 43 Partidos de Punón, acam¬
paron en Obot. 44 Partidos de Obot,
acamparon en Jabarín en los confines
de Moab. 45 Partidos de Jabarín,
acamparon en Dibon Gad. 46 Partidos
de Dibon Gad, acamparon en Elmon
Deblataim. 47 Partidos de Elmon
Deblataim, acamparon en los montes
de Abarim, frente a Nebo. 48 Parti¬
dos de los montes de Abarim, acam¬
paron en los llanos de Moab, junto
al Jordán, frente a Jericó; 49 acam¬
paron a lo largo del Jordán, desde
Bet Jesinot hasta Abelsetim, en los
llanos de Moab.
Distribución de la tierra pro¬
metida.
60 En los llanos de Moab habló
Yave a Moisés, diciendo: 51 «Di a
los hijos de Israel: Cuando hubiereis
pasado el Jordán para la tierra de
Canán, 62 arrojad de delante de vos¬
otros a todos los habitantes de la
tierra, 63 y destruid todas sus escul¬
turas y todas sus imágenes fundidas,
y devastad todos sus excelsos. 64 To¬
mad posesión de la tierra y habitadla,
pues para que la poseáis os la doy.
Distribuidla por suerte entre las fa¬
milias. A las más numerosas les daréis
mayor heredad, y una más pequeña
heredad a las menos numerosa^ La
, que en suerte le tocare a cada una,
esa será su heredad, y la recibiréis
í en posesión según vuestras tribus pa¬
triarcales. 66 ¡ái no arrojáis de de¬
lante ,de vosotros a los habitantes de
la tierra, los que de ellos dejéis en
medio de vosotros serán como espi¬
nas en vuestros ojos y aguijón en
vuestros flancos, y os hostilizarán en
¡ la tierra que vais a habitar, 66 y yo
mismo os trataré a vosotros como
había resuelto tratarlos a ellos.»
Las fronteras.
OI 1 Yave habló a Moisés, dicien-
^ * do: 2 «Habla a los hijos de
Israel y diles: Cuando hayáis entrado
en la tierra de Canán, lie aquí el terri-
i torio que será vuestra parte: la tierra
de Canán según sus fronteras: 3 Del
lado meridional, irá por el desierto de
Sin a lo largo de Edom, y vuestra
frontera meridional arrancará del ex¬
tremo del mar de sal, a oriente; 4 se
inclinará al sur, por la subida de
: Aerobim, pasará por Sin, llegando
1 hasta el mediodía de Cades Barne,
y continuará por Jatsar Adar, pa¬
sando por Asemón, 6 y desde Asemón
irá hasta el torrente de Egipto, para
morir en el mar. 6 Por frontera occi¬
dental tendréis el Mar grande, que
por este lado os servirá de confín.
7 El confín septentrional será éste:
A partir del Mar grande, le trazaréis
por el monte Or; 8 del monte Or le
llevaréis hasta la entrada de Jamat,
llegando a Jedada, 9 y continuará por
Zeírón, para terminar en Hatsar Enón:
éste será vuestro confín septentrional.
10 La frontera oriental la llevaréis
desde Jasar Enán a Sefama; 11 bajará
de Sefama a Rebla, al este de Ain,
descendiendo de aquí al oriente hasta
el Mar de Queneret, 12 y llegando
hasta el Jordán, seguirá a lo largo de
éste, para morir en el Mar de sal.
Esta será vuestra tierra y las fron¬
teras que la rodearán.»
13 Moisés dió esta orden a los hijos
de Israel: «Esta es la tierra que por
suertes habéis de distribuir y que
Yave ha ordenado dar a las nueve
i y media tribus; 14 porque la tribu de
los hijos de Rubén y la de los hijos
de Gad han recibido ya su heredad
I según sus familias, y la media tribu
; de Manasés ha recibido también la
suya. 15 Estas tribus y la media
I tienen ya su heredad al lado de allá
172
NÚMEROS, 35
del Jordán, frente a Jericó, al oriente.»
18 Habló Yave a Moisés, diciendo:
17 «He aquí los nombres de los que
han de hacer la distribución de la
tierra entre vosotros: Eleazar, sacer¬
dote, y Josué, hijo de Nun. 18 Toma¬
réis también un príncipe de cada
tribu para distribuiros la tierra. 19 He
aquí los hombres de éstos: Por la
tribu de Judá, Calcb, hijo de Jefone;
20 por la tribu de los hijos de Simeón,
Samuel, hijo de Amiud; 21 por la tribu
de Benjamín, Elidad, hijo de Caselón;
22 por la tribu de los hijos de Dan,
el príncipe Boqui, hijo de Jogli; 23 por
la tribu de los hijos de Manases, el
príncipe Janiel, hijo de Efod; 24 por
la tribu de los hijos de Efraím, el
príncipe Camuel, hijo de Seítán;
25 por la tribu de los hijos de Za¬
bulón, el príncipe Elisafán, hijo de
Parmac; 26 por la tribu de los hijos
de Isacar, el príncipe Paltiel, hijo
de Ozán; 27 por la tribu de los hijos
de Aser, el príncipe Ajiud, hijo de
Salomí; 28 por la tribu de los hijos
de Neftalí, el príncipe Pedael, hijo de
Amiud. 29 Estos son aquellos a quie¬
nes manda Yave distribuir la tierra
de Canán entre los hijos de Israel.
Las ciudades lcvíticas,
O rz 1 Habló Yave a Moisés en los
llanos de Moab, junto al Jordán,
frente a Jericó, diciendo: 2 «Manda
a los hijos de Israel que de la heredad
de su posesión, cedan a los levitas
ciudades, en las que puedan habitar.
Dadles también lugares de pastos en
los contornos de esas ciudades. 3 Que
tengan ciudades en que habitar y
pastos para sus animales, para sus
ganados y para todas sus bestias.
4 Los lugares de pastos en torno de
las ciudades que daréis a los levitas,
serán: a partir de los muros de la
ciudad, para afuera, de mil codos en
torno; 5 y la extensión de fuera de
la ciudad, dos mil codos a la parte
de oriente, dos mil codos a la parte
del mediodía, dos mil codos a la
parle de occidente y dos mil codos a
la parte del norte, quedando en medio
la ciudad. Estos serán los lugares de
pastos de sus ciudades. 6 De las ciu¬
dades mismas que daréis a los levitas,
seis serán las ciudades de refugio,
donde pueda refugiarse el homicida;
y las otras, cuarenta y dos en número;
7 en total, cuarenta y ocho ciudades
con sus lugares de pasto. En cuanto
a las ciudades que de los hijos de
Israel habéis de dar a los levitas,
8 tomaréis más de los que tengan más,
y menos de los que tengan menos.
Cada uno cederá para los levitas sus
ciudades en proporción de la heredad
que haya recibido.»
Ciudades de refugio.
9 Yave habló a Moisés, diciendo:
10 «Habla a los hijos de Israel y diles:
Cuando hayáis pasado el Jordán, en
la tierra de Canán, 11 elegiréis ciuda¬
des que sean para vosotros ciudades
de refugio, donde pueda refugiarse el
homicida que hubiere muerto a algu¬
no sin querer. 12 Estas ciudades os
servirán de asilo contra el vengador
de la sangre, para que no sea muerto
el homicida antes de comparecer en
juicio ante la asamblea. 13 Las ciu¬
dades a esto destinadas serán seis,
que serán para vosotros ciudades de
refugio. 14 Destinaréis tres del lado
de allá del Jordán, y tres en la tierra
de Canán, para ciudades de refugio,
15 para los hijos de Israel, para el
extranjero y para el que habita en
medio de vosotros, para que quien
haya matado a alguno sin querer,
pueda refugiarse en ellas. 16 Si le
hirió con instrumento de hierro y
se sigue la muerte, es homicida, y el
matador será muerto; 17 lo mismo si
le hirió con piedra en la mano, capaz
de causar la muerte, y ésta se sigue;
es homicida y será castigado con la
muerte; 18 lo mismo si le hirió mane¬
jando un instrumento de madera,
capaz de producir la muerte y ésta
, se sigue; es homicida y será muerto.
l 19 El vengador de la sangre matará
por sí mismo al homicida, cuando le
I encuentre, le matará. 20 Si por odio
le derribó o le arrojó de propósito
j encima alguna cosa y se sigue la
I muerte, 21 o si por odio le golpea con
las manos y se sigue la muerte, el
que hirió será castigado con la muer¬
te: es homicida. El vengador de la
sangre le matará cuando le encuentre.
22 Mas si, al contrario, por azar, sin
odio, le derriba o le arroja encima
alguna cosa sin querer, 23 o sin verle
le tira encima una piedra que puede
causar la muerte, y la muerte se
sigue, sin que fuera su enemigo, ni
buscase su mal, 24 juzgará la asam¬
blea enlre el que hirió y entre el
NÚMEROS, 36
173
vengador de la sangre, según las
leyes. 26 La asamblea librará al ho¬
micida del vengador de la sangre, le
volverá a la ciudad de asilo donde
se refugió, y allí morará hasta la
muerte del sumo sacerdote ungido
con el óleo sagrado. 26 Si el homicida
sale del territorio de la ciudad de
asilo en que se refugió, 27 y el venga¬
dor de la sangre le encuentra fuera
del territorio de su ciudad de refu¬
gio, y le mata, no será responsable
de su muerte; 28 porque el homicida
debe morar en su ciudad de refugio
hasta la muerte del sumo sacerdote,
y muerto ya el sumo sacerdote, podrá
retornar á la tierra donde está su
posesión.
29 Estas disposiciones serán normas
de derecho, y para todas vuestras
generaciones, en todas vuestras habi¬
taciones. 30 En todo caso de homi¬
cidio, a deposición de testigos se qui¬
tará la vida al homicida; un testigo
sólo no basta para deponer contra
uno y condenarle a muerte. 31 No
aceptaréis rescate por la vida del ho¬
micida que deba ser condenado a
muerte: ha de ser muerto. 32 Tampoco
aceptaréis rescate para dejar salir al
refugiado de su ciudad de asilo y habi¬
tar en su tierra antes de la muerte
del sumo pontífice. 33 No dejéis que
se contamine la tierra en que habitéis;
porque la sangre contamina la tierra
y no puede la tierra purificarse de la
sangre en ella vertidá, sino con la
sangre de quien la derramó. 34 No
profanéis la tierra que habitéis, donde
habitaré yo también, porque yo soy
Yave, que habita en medio de los
hijos de Israel.»
La heredad de las mujeres.
0/1 1 Presentáronse ante Moisés y
ante los príncipes jefes de las
casas de los hijos de Israel, los jefes
de las casas de los hijos de Galad,
hijo de Maquir, hijo de Manasés, de
entre las familias de José, 2 y habla¬
ron diciendo: «Yave ha mandado a
mi señor dar por suertes la tierra de
heredad a los hijos de Israel; mi
i señor ha recibido también orden de
dar la heredad de Salfad, nuestro
hermano, a sus hijas. 3 Si ellas se
casan con uno de otra tribu de los
hijos de Israel, su heredad se sus¬
traerá a la heredad de nuestros pa¬
dres, yendo a aumentar la heredad
i de la tribu a que ellos pertenezcan,
I y disminuirá lo que nos haya tocado
1 en suerte. 4 Y aun cuando llegase el
jubileo para los hijos de Israel, la
heredad quedaría añadida a la de la
tribu a que pertenezcan y sustraída
de la de la tribu de nuestros padres.»
5 Moisés, por mandato de Yave,
dió esta orden a los hijos de Israel:
«La tribu de los hijos de José dice
bien. He aquí lo que respecto de las
hijas de Salfad 6 manda Yave: Po¬
drán casarse con quien quieran, siem¬
pre que sea dentro de una de las
familias de la tribu de sus padres.
7 La heredad de los hijos de Israel
no pasará de tribu a tribu, porque los
hijos de Israel han de quedar ligados
cada uno a la heredad de la tribu de
sus padres. 8 Toda hija que posea
una heredad en alguna de las tribus
de los hijos de Israel, tomará por
marido un hombre de una de las
familias de la tribu de su padre,
para que los hijos de Israel conser¬
ven cada uno la heredad de sus pa¬
dres. 9 Ninguna heredad pasará de
, una tribu a otra tribu, sino que cada
I una de las tribus de Israel estará
ligada a su heredad.»
10 Como se lo ordenó Yave a Moi¬
sés, así lo hicieron las hijas de Salfad,
11 Majla, Tersa, Jegla, Melca y Noa,
hijas de Salfad, se casaron con hijos
de sus tíos. 12 Se casaron en las fa-
• mili as de los hijos de Manasés, hijo
! de José, y su heredad quedó en la
tribu de la familia de su padre.
13 Estas son las órdenes y las leyes
que dió Yave, por Moisés, a los hijos
de Israel en los llanos de Moab, junto
al Jordán, frente a Jerieó.
DEUTERONOMIO
DISCURSO PRIMF.RO
Proemio.
1 1 Estas son las palabras que diri-
1 gió Moisés a todo Israel, al otro¡
lado del* Jordán, en el desierto, en
el Araba, que está frente a Suf, en¬
tre Faran, Tofel, Labán, Jasero y
Dirab 2 a diez jornadas de camino
del Horeb a Cadesbarne, por el ca¬
mino de los montes de Seir.
3 El año cuarenta, el undécimo
mes, el día primero del mes, había
hablado Moisés a los hijos de Israel
de todo aquello que Yave le man¬
dara hacer respecto de ellos, 4 después
de haber sido derrotados Seón, rey
de los amorreos, que habitaba en
Hesebón, y Og, rey de Basán, que
habitaba en Astarot y Edrai.
5 Al lado de allá del Jordán, en
tierra de Moab, púsose Moisés a in¬
culcarles esta ley, y dijo:
Mirada retrospectiva. La elección
de los jueces.
(Exod. 18, 13-26.)
6 Yave, nuestro Dios, nos habló
en Horeb, diciendo: «Ya habéis mo¬
rado bastante tiempo en este monte;
7 Ea, levantad el campamento: id
a las montañas de los amorreos y
de todos sus otros habitantes; ál
Araba, a la Montaña, a la Sefela,
al Negueb, a las costas del mar, a
la tierra de los cananeos y al Líbano
hasta el gran río, el Eufrates. 8 Yo os
entrego esa tierra; id y tomad pose¬
sión de la tierra que a vuestros padres
juró Yave darles, a ellos y a su des¬
cendencia después de ellos.»
9 Entonces os hablé asi: «Yo no
puedo por mí solo soportaros. 10 Yave,
vuestro Dios, os ha multiplicado hasta
el punto de ser hoy tan numerosos
como las estrellas del cielo. 11 Que
Yave, Dios de vuestros padres, os
17G
DEUTERONOMIO, 1
multiplique mil veces más y os ben¬
diga, como él os lo ha prometido.
12 Pero, ¿cómo soportar yo, por mí
solo, vuestra carga, vuestro peso y
vuestras lites? 13 Elegid de vuestras
tribus hombres sabios, inteligentes,
probados, para que yo los constituya
sobre vosotros. 14 Y vosotros me res¬
pondisteis: Está hien lo que nos
mandas hacer. 15 Entonces tomé yo
a cincuenta de los principales de
vuestras tribus, hombres sabios y
probados, y los constituí vuestros
cabos, jefes de millar, de centena, de
cincuentena y de decena, y magis¬
trados en vuestras tribus. 16 Al mis¬
mo tiempo di a vuestros jefes este
mandato: aOíd a vuestros hermanos,
juzgad según justicia las diferencias
que pueda haber o entre ellos o con
peregrinos. 17 No atenderéis en vues¬
tros juicios a la apariencia de las
personas; oíd a los pequeños, como a
los grandes, sin temor a nadie, por¬
que de Dios es el juicio; y si alguna
causa halláis demasiado difícil, lle¬
vádmela a mí para que yo la co¬
nozca. 18 Entonces os mandé cuanto
en esto habíais de hacer.
En Cadesbarne. (Núin. 13.)
19 Partidos de Horeb, atravesamos
todo el vasto y horrible desierto
que habéis visto, en dirección a las
montañas de los amorreos, como nos
lo había mandado Ya ve, nuestro
Dios, y llegamos a Cadesbarne. 20 En¬
tonces os dije: Habéis llegado ya a
las montañas de los amorreos, que
Ya ve vuestro Dios va a daros.
21 Mira; Yavc, tu Dios, te da en
posesión esa tierra; sube y apodé¬
rate de ella, conforme a la promesa
que te ha hecho Yavc, Dios de tus
padres. No temas, no te acobardes.
22 Pero os presentasteis a mí todos,
para decirme: Mandemos por de¬
lante hombres que nos exploren la
tierra y nos informen acerca del
camino por donde debemos subir y
de las ciudades a donde liemos de
llegar. 23 Parecióme bien la pro¬
puesta, y tomé de entre vosotros
doce, uno por cada tribu. 24 Partieron,
y después de atravesar la parte mon¬
tuosa, llegaron al valle de Escol y
le exploraron. 25 Cogieron frutos de
los de la tierra para traérnoslos; y
nos dijeron en su relato: Es una buena
ierra la que nos da Ya ve, nuestro
Dios. 26 Sin embargo, vosotros os
negasteis a subir y fuisteis rebeldes
a las órdenes de Ya ve, vuestro Dios.
27 Murmurasteis en vuestras tiendas,
diciendo: Nos odia Ya ve y por eso
nos ha sacado de Egipto, para entre¬
garnos en manos de los amorreos y
destruirnos. 28 ¿A dónde vamos a
subir? Nuestros hermanos nos han
acobardado, al decirnos: Es una gente
más numerosa y de mayor estatura
que nosotros; son grandes sus ciu¬
dades, y las murallas de éstas se
alzan hasta el cielo, y hasta gigantes
hemos visto allí, los hijos de Enac.
29 Yo os dije: No os acobardéis, no
les tengáis miedo; 30 Yave, vuestro
Dios, que marcha delante de vos¬
otros, combatirá él mismo por vos¬
otros, según cuanto por vosotros a
vuestros mismos ojos hizo en Egipto
31 y en el desierto, por donde has
visto cómo te ha llevado Yave, tu
Dios, como lleva un hombre a su
hijo, por todo el camino que habéis
recorrido, hasta llegar a este lugar.
82 Con todo, vosotros ni por esto
confiasteis en Yavc, vuestro Dios,
33 que delante de vosotros marchaba
por el camino, buscándoos los luga¬
res de acampamento, en fuego du¬
rante la noche, para mostraros el
camino que había.s de seguir, y
en nube durante el día. 34 Yave oyó
el rumor de vuestras palabras, y
montando en cólera juró, diciendo:
35 Ninguno de los hombres de esta
perversa generación llegará a la buena
tierra que yo juré dar a vuestros
padres, 36 excepto Caleb, hijo de
Jefone; éste la verá, y yo le daré
a él y a sus hijos la tierra que él ha
pisado, porque ha seguido fielmente
a Yavc.
37 Yavc se irritó también contra
mí por vosotros, y dijo: Tampoco
tú entrarás en ella. 38 Josué, hijo de
Nun, tu lugarteniente, entrará; for¬
talécele, porque él ha de poner a
Israel en posesión de esa tierra.
89 Y vuestros niños, de quienes habéis
dicho que serían presa del enemigo;
’ vuestros hijos, que no distinguen
hoy todavía entre el bien y el mal,
serán los que entren, a ellos se la
daré y ellos la poseerán. 40 Vosotros
volveos y partid por el desierto,
camino del Mar Rojo.
41 Vosotros respondisteis, dicién-
dome: Hemos pecado contra Yave;
queremos subir y combatir como
Yavc, nuestro Dios, ha mandado
DEUTERONOMIO, 2
177
Y ci riéndoos vuestras armas, os dis¬
pusisteis inconsideradamente a subir
a la montaña. 42 Ya ve me dijo:
Diles: No subáis y no combatáis,
porque yo no iré en medio de vosotros;
no os hagáis derrotar por vuestros
enemigos. 43 Yo os lo dije; pero vos¬
otros no me escuchasteis, os resistis¬
teis a las órdenes de Yave; y fuisteis
tan presuntuosos, que os empe¬
ñasteis en subir a la montaña. 44 En¬
tonces los amorreos que habitan en
esas montañas salieron eontra vos¬
otros, y os persiguieron como per¬
siguen las abejas; os derrotaron en
Seir hasta Jorma. 45 Vinisteis y llo¬
rasteis ante Yave; pero Yave no
escuchó vuestra voz, no os dió oídos.
46 Así estuvisteis tanto tiempo en
Cades, todo el tiempo que allí habéis
morado.
A través del desierto
(Núm. 20, 14-21, 20.)
2 1 Mudando de dirección, partimos
por el desierto, camino del Mar
Rojo, como Yave me lo había orde¬
nado; y anduvimos largo tiempo,
dando vueltas en torno a las mon¬
tañas de Seir. 2 Yave me dijo: 3 Harto
tiempo habéis estado rodeando estas
montañas; volved a tomar la direc¬
ción norte. 4 Da esta orden al pueblo:
Vais a pasar por la frontera de vues¬
tros hermanos, los hijos de Esaú,
que habitan en Seir. Ellos os temerán;
pero guardaos bien 5 de tener querellas
eon ellos, porque yo no os daré
nada de su tierra, ni siquiera lo que
puede pisar la planta de un pie.
Yo he dado a Esaú las montañas
de Seir en posesión. 6 Compraréis de
ellos a precio de plata los alimentos
que comáis y aun el agua que bebáis;
7 porque Y r ave, tu Dios, te ha ben¬
decido en todo el trabajo de tus manos
y te há provisto en tu viaje por este
vasto desierto, y ya desde cuarenta
años ha está contigo Yave, sin que
nada te haya faltado. 8 Pasamos, pues,
flanqueando a nuestros hermanos,
que habitan en Seir, camino del Araba
a Elat y a Asiongaber, y dando
vuelta, avanzamos por el camino del
desierto de Moab!
9 Entonces me dijo Y T ave: No hos¬
tiguéis a los moabitas y no trabéis
lucha con ellos, pues no he de darte
nada de su tierra en posesión; he
dado a los hijos de Lot el Ar en pose¬
sión. 10 Antes habitaron allí los #
emitas, pueblo grande, numeroso, de*
alta talla, como los enaquitas; 11 tam¬
bién ellos, como los enaquitas, pasa¬
ban por refaítas, pero los moabitas
les daban el nombre de Emim. 12 Por
lo contrario, en Seir habitaron antes
los joritas; pero los hijos de Esaú los
desposeyeron, y exterminándolos, se
establecieron en su tierra, como lo
hace Israel en la tierra de su pose¬
sión, que le da Yave.
13 Ahora, pues, levantaos y atra¬
vesad el Zared. Y atravesamos el
torrente Zared. 14 El tiempo que
duraron nuestras marehas desde Ca-
desbarne al torrente Zared fué de
treinta v ocho años, hasta que hubo
desaparecido toda la generación de
hombres de guerra de en medio del
campamento, como Yave se lo ha¬
bía jurado. 15 La mano de Yave pesó
sobre ellos en el campamento, hasta
hacerlos desaparecer a todos.
16 Cuando la muerte hubo hecho
desaparecer de en medio del pueblo a
todos aquellos hombres de guerra,
17 me habló Yave, diciendo: 18 Hoy
vas a pasar la frontera de Moab, el
Ar, y vas a acercarle a los hijos de
Ammón, pero sin pasar sus confines.
18 No los ataques y no les hagas la
guerra, porque yo no he de darte
en posesión nada de la tierra de los
hijos de Ammón. Se la he dado en
posesión a los hijos de Lot. 20 Tam¬
bién era tenida esta tierra por tierra
de refaim; habitaron antes allí los
refaim, que los amonitas llamaban
zomzomin, 21 pueblo grande, nume¬
roso, de alta talla, como los enaquim.
Yave los destruyó ante los amonitas,
que los expulsaron y se establecie¬
ron en su tierra. 22 Lo mismo hizo
Yave por los hijos de Esaú, que habi¬
taban en Seir, destruyendo ante ellos
a los jórreos; los expulsaron y se
establecieron en su lugar hasta el
día de hoy.
23 Los geteos, que habitaban en
chozas hasta Gora, fueron destrui¬
dos por los caftorim, que salidos de
Caftor, se establecieron en su lugar.
24 Levantaos, jpasad el torrente del
Arnón; yo entrego en tus manos a
Seón, rey de Hesebón, amorreo, eon
su tierra; comienza la conquista;
hazle la guerra. 24 Aquel día comenzó
a extenderse el terror y el miedo a ti,
entre los pueblos que hay bajo el
cielo; al oír hablar de ti temblarán
y se dolerán.
178
DEUTERONOMIO, 3
Victoria sobre Seón y Oy, y con¬
quista de sus territorios.
(Núm. 21, 21-35).
26 Entonces, desde el desierto de
Cademot mandé embajadores a Seón,
rey de Hesebón, que le dijeran en
términos amistosos: 27 Déjame atra¬
vesar tu territorio, seguiré siempre el
camino, sin apartarme ni a la dere¬
cha ni a la izquierda; 28 me venderás
por dinero los víveres que coma, y
por dinero me darás el agua que beba; ,
déjame sólo atravesar a pie, 29 como
lo han hecho ya los hijos de Esaú,
que habitan en Seir, y los moabi-
tas, que habitan en el Ar, hasta que,
a través del Jordán, llegue a la tierra
que Yave, nuestro Dios, nos da.
30 Pero Seón, rey de Hesebón, no
quiso dejarnos pasar por su terri¬
torio, porque Yave, tu Dios, hizo
inflexible su espíritu y endureció
su corazón, para entregarle en tus
manos, como hoy lo está. 31 Yave
me dijo: Comienzo ya por entre¬
garte a Seón y su tierra. Emprende
la conquista, para apoderarte de ella.
32 Salió Seón a nuestro encuentro
con toda su gente, para darnos la
batalla en Jasa. 33 Yave, nuestro
Dios, nos lo entregó, y le derrotamos
a él, a su hijo y a todo su pueblo. *
31 Tomamos todas sus ciudades y
dimos al anatema todos sus lugares |
de habitación, con las mujeres y los
niños, sin dejar con vida uno sólo.
35 Sólo tomamos para nosotros los
ganados y los despojos de las ciuda¬
des que habíamos conquistado. 36 Des¬
de Aroer, que está al borde del valle
del Arnón, y desde las ciudades
que están en el valle, hasta Galad,
no hubo ciudad suficientemente fuerte
para poder resistirnos; Yave, nues¬
tro Dios, nos las entregó todas.
37 Pero no te acercaste a la tierra de
los hijos de Ammón, ni a ningún lugar
de la orilla derecha del torrente
de Jaboc, ni a las ciudades de la
montaña, ni a ninguno de los luga- |
res de que Yave, nuestro Dios, te
había prohibido apoderarte.
Q 1 Volviéndonos, subimos por el ¡
camino de Basán; y Og, rey de
Basán, nos salió al encuentro con
toda su gente, para darnos la ba- i
talla en Edrai. 2 Yave me dijo:
No le temas, le he entregado en
tus manos, a él, a todo su pueblo
y su territorio; trátalo como tra-
I taste a Seón, rey de los amorreos,
i que habitaba en Hesebón. 3 Y Yave,
nuestro Dios, entregó también en
nuestras manos a Og, rey de Basán,
con todo su pueblo, y los derrota¬
mos hasta destruirlos, 4 devastando
todas sus ciudades, sin quedar lugar
de habitación que nos escapara; sesen¬
ta ciudades, toda la región de Argob,
el reino de Og, en Basán. 6 Todas
estas ciudades, que estaban amura¬
lladas con muy altas murallas, con
puertas y cerrojos, sin contar las
ciudades abiertas, que eran en gran
número, 6 las dimos al anatema,
como habíamos hecho con Seón, rey
de Hesebón, dando al anatema ciu¬
dades, hombres, mujeres y niños,
7 pero conservamos para nosotros
todo el ganado y el botín de las ciu¬
dades.
8 Tomamos, pues, entonces a los
dos reyes de los amorreos toda la
tierra del lado de allá del Jordán,
desde el torrente del Arnón hasta
el monte Hermón. 9 Los sidonios al
Hcrmón le llaman Sarión, y los amo¬
rreos Sanir. 10 Todas las ciudades
del llano, todo Galad y todo Basán,
hasta Sclja y Edrai, capitales del
reino de Og, en Basán, 11 pues Og,
rey de Basán, era el solo que de la
raza de los refaim quedaba; su lecho,
lecho de hierro, se ve en Rabat de
los hijos de Ammón, largo de nueve
codos y de cuatro codos ancho,
codos humanos.
Distribución de lo conquistado.
(Núm. 32.)
12 Tomamos posesión de la tierra
que di a los rubenitas y a los gadi-
tas, a partir de Aroer, en el valle
del Arnón, así como la mitad de la
montaña de Galad con sus ciudades.
13 Di a la mitad de la tribu de Ma-
nasés el resto de Galad y toda la parte
de Basán que pertenecía al reino de
Og: toda la región de Argob, todo
el Basán, lo que hoy se llama tierra
de refaim. 14 Jair, hijo de Manasés,
obtuvo toda la región de Argob
hasta la frontera de los gesuritas y
de los macacitas, y dió su nombre a
los burgos de Basán llamados hasta
hoy Jovot-Jair. 16 A Maquir le di
Galad; 18 a los rubenitas y a los gadi-
tas les di una parte de Galad y hasta
el torrente Arnón, sirviendo de límite
el medio del valle, y hasta el torrente
de 'Jaboc, frontera de los hijos de
DEUTER0N0M10, 4
i 79
Ammón, 17 como también el Araba,
con el Jordán por límite, desde Que-
nerct hasta el mar del Araba, el
mar de sal, al pie de las faldas del
Pasga, a oriente.
18 Entonces os di yo esta orden:
Yavc, vuestro Dios, os ha dado esa
tierra para que sea posesión vuestra;
y vosotros todos, hombres robustos,
marcharéis delante de vuestros her¬
manos, los hijos de Israel; 19 sólo
vuestras mujeres, vuestros nihos y
vuestros ganados—yo sé que tenéis
muchos ganados—se quedarán en las
ciudades que os he dado, 20 hasta
que Yavc conceda quieta morada a
vuestros hermanos, como a vosotros,
y tomen también ellos posesión de
la tierra que Yave, vuestro Dios,
les da, al otro lado del Jordán. Vol¬
veréis entonces cada uno a la here¬
dad que os he dado.
21 Entonces di también órdenes a
Josué, diciendo: Con tus ojos has
visto todo lo que Yave, vuestro Dios,
ha hecho con esos dos reyes; así hará
Yave también a todos los reinos
contra los cuales vas a marchar.
22 No los temas, que Yave, vuestro
Dios, es quien combate por vosotros
Moisés, privado de entrar en la
tierra prometida.
(Núm. 27, 12 sgs.)
23 Entonces pedí yo a Yave mise¬
ricordia, diciendo: 24 [Señor, Yavel
Tú has comenzado a mostrar a tu
siervo tu grandeza y tu potente
brazo; pues ¿qué Dios hay, ni en
los cielos ni en la tierra, que pueda
hacer las obras que tú haces y tan
poderosas hazañas? 25 Déjame, te
pido, atravesar, para que pueda ver
la excelente tierra del lado de allá
del Jordán, esas hermosas monta¬
ñas del Líbano. 26 Pero Yave, como
fuera de sí por causa vuestra, no
me escuchó; antes bien me dijo:
Basta, no vuelvas a hablarme de
eso; 27 .sube a la cima del monte
Pasga y dirige tus ojos hacia el occi¬
dente, el septentrión, el mediodía y
el oriente, y contémplala con tus
ojos, pues no has de pasar este
Jordán. 28 Manda a Josué, infúndele
valor y fortaleza, pues él es quien
lo pasará a la cabeza de este pueblo
y le pondrá en posesión de la tierra,
que tú no puedes más que ver.
29 Nos quedamos, pues, en el valle,
frente a Bet Fogor.
Exhortación a la observancia